Publicado 2nd January 2018 por Frank Montañez
El flagelo mayor que existe, es el orgullo que da lugar a la murmuración. El que murmura, chismosea, es demostrar ODIO hacia los demás, demuestra que trata de vengarse y además, expresar su odio hacía los que no piensan igual. Odio es la manifestación más característica de los Orgullosos, Egoístas y Soberbios.
Ésta falta que se comete, es grave, y debe expiarse, para permitir al Espíritu adelantar su Espíritu. Es una falta tan sería ante Dios, que le cuesta 100 veces más que otra falta que de Expiación por errores cometidos.
Es tan sería que ocasionan a los que prestan sus oídos a la murmuración, a que tengan que Expiar 100 veses más para liquidar ésta deuda espiritual. No es otra cosa que prestarse al chisme, y a tratar de dañar a otros a escondidas.
El Evangelio según el Espiritismo, nos habla sobre ésta falta grave, y nos motiva a perdonar y nunca justificar las venganzas y los odios hacía los demás, capítulo XII, #8 al #10, dice lo siguiente:
Odio hacía los demás :
#8. Las preocupaciones del mundo sobre lo que se llama entre los hombres punto de honor, dán ésa susceptibilidad sombría, nacida del orgullo y de la exaltación de la personalidad, que conduce al hombre a volver injuria por injuria, herida por herida, lo que parece la justicia para aquél cuyo sentido moral no se eleva sobre las pasiones terrestres; por ésto la ley mosáica decía : «Ojo por ojo, y diente por diente» ley en armonía con el tiempo en que vivía Moisés. Cristo vino y dijo: «Devuelve bien por mal». Dijo más: «No te resistas al mal que te quieran hacer; si te hieren en una mejilla, dale la otra.»
Para el orgulloso ésta máxima parece una cobardía, porque no comprende que se necesite más valor para soportar un insulto que para vengarse, y ésto siempre por la razón de que su vista no alcanza más allá del presente. ¿Pero hemos de tomar ésta máxima al pie de la letra? Nó, lo mismo que la que dice que nos arranquemos el ojo, si nos es ocasión de escándalo; llevada adelante con todas sus consecuencias, sería condenar toda represión, aún cuándo fuese legal, y dejar el campo libre a los malos, quitándoles todo miedo; si no se pusiera un freno a sus agresiones, muy pronto serían víctimas suyas todos los buenos. El mismo instinto de conservación, que es una ley de la naturaleza, dice que no debe uno presentar voluntariamente el cuello al asesino. Con éstas palabras, pues, Jesús no prohibió la defensa, sino que condenó la venganza. Diciendo que se presente una mejilla cuando se ha herido la otra, es decir bajo otra forma, que no debe volverse nunca mal por mal; que el hombre debe aceptar con humildad todo lo que tiende a rebajar su orgullo; que es más honroso para él ser herido que herir; sobrellevar con paciencia una injusticia que cometerla él mismo; que vale más ser engañado que engañar; ser arruinado que arruinar a los demás. Es al mismo tiempo la condenación del duelo que no es otra cosa que un alarde de orgullo. La fé en la vida futura y en la justicia de Dios, que nunca deja el mal impune, puede sólo dar la fuerza para soportar con paciencia los tiros dirigidos a tus intereses y a tu amor propio, por esto decimos sin cesar: Dirige tus miradas al porvenir, cuanto más te eleves con el pensamiento sobre la vida material, menos te atormentarán las cosas de la tierra.
INSTRUCCIONES DE LOS ESPÍRITUS. .
9. La venganza es el último resto abandonado por las costumbres bárbaras, que tienden a borrarse de entre los hombres, así como el duelo, es uno de los últimos vestigios de las costumbres salvages, entre las cuales se retorcía la humanidad al principio de la era cristiana. Por esto la venganza es un indicio cierto del estado atrasado de los hombres que se entregan a ella y de los Espíritus que la inspiran aún. Así pues, amigos míos, ese sentimiento, nunca debe hacer vibrar el corazón del que se llama y se afirma en ser espiritista. Vengarse, ya lo saben, es tan contrario a esta prescripción de Cristo: «¡Perdona a tus enemigos!» que el que rehusa perdonar, no sólo no es espiritista, sino que tampoco es cristiano. La venganza es una inspiración tanto más funesta, cuanto que la falsedad y la bajeza, son sus asiduas compañeras; en efecto, el que se abandona a esa fatal y ciega pasión, casi nunca se venga a cara descubierta. Cuando es el más fuerte, se echa como una fiera sobre el que llama su enemigo, apénas la vista de éste inflama su pasion, su cólera y su ódio. Pero lo más a menudo, reviste una apariencia hipócrita, disimulando en lo más íntimo de su corazón los malos sentimientos que le animan; toma caminos extraviados, sigue en la sombra a su enemigo que no abriga desconfianza, y espera el momento propicio para herirle sin peligro; se oculta de él, expiándole sin cesar; le tiende lazos odiosos y cuando tiene ocasión derrama el veneno en su copa. Cuando su ódio no llega a tales extremos, entónces le ataca en su honor y en sus afectos; no retrocede ante la calumnia, y sus insinuaciones pérfidas, hábilmente sembradas por todas partes, van engrandeciéndose siguiendo su camino. Así es que cuando aquel a quién persigue se presenta en las reuniones por donde ha pasado su aliento envenenado, se maravilla de encontrar semblantes frios en donde otras veces los encontraba amigos y benévolos; queda estupefacto cuando las manos que buscaban la suya se niegan a apretarla; en fin, queda anonadado cuando sus más queridos amigos y compañeros se desvían y huyen de él. ¡Ah! el cobarde que se venga de ese modo es cien veces más culpable que el que vá derecho a su enemigo y le insulta cara a cara. Atrás, pues, esas costumbres salvages! Atrás esos usos de otro tiempo! Todo espiritista que pretendiese hoy tener aún el derecho de vengarse, sería indigno de figurar por más tiempo en la falange que ha tomado por divisa: Sin caridad no hay salvación ! Pero no; no debo abrigar la idea de que un miembro de la gran familia espiritista pueda nunca en lo sucesivo, ceder al impuso de la venganza más que para perdonar. (JULIO OLIVIER. París, 1862.)
El odio.
10. Amense unos a otros y serán felices. Procura sobre todo amar a los que les inspiran indiferencia, odio o desprecio. Cristo, vuestro modelo, oles dió ese ejemplo de abnegación; misionero de amor, amó hasta dar su sangre y su vida. El sacrificio que los obliga a amar a los que te ultrajan y te persiguen es penoso; pero esto es precisamente lo que los hace superiores; si los aborreces como ellos te aborrece, no valdrá más que ellos; es la hostía sin mancha ofrecida a Dios en el altar de sus corazones, hostía de agradable aroma, cuyos perfumes suben hasta él. Aunque la ley de amor quiera que indistintamente se ame a todos los hermanos, no endurece al corazón contra los malos procederes; por el contrario, la prueba es más penosa, lo sé, puesto que durante mi úiltima existencia terrestre, experimenté ese tormento; pero Dios existe y castiga en esta vida y en la otra, a los que faltan a la ley de amor. No olviden, queridos hijos, que el amor los aproxima a Dios y que el odio los aleja de él. (FENELÓN. Bordeaux, 1861.).
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La venganza y el odio hacia los demás, puede permanecer en el Alma desencarnada, aún después de la muerte física del cuerpo, ocasionando a otros Obsesiones Subyugantes. Debes darte cuenta que es algo muy serio, que tu puedes lograr controlar en tu comportamiento e intenciones, si te lo propones.
Odiar, no olvidar el oprobio que otros cometen hacia tí, el no dar la otra mejilla cuando te lacera la calumnia, y si la venganza es algo que no puedes controlar aún, y peor aún, sigues odiando a alguien, eso no permite lograr que tu Espíritu adelante.
Pierdes el tiempo, y sufrirás las concecuencias. Esta dicho, ama a los demás y baja tu cabeza cuando te agredan o te calumnian sin causa. No puedes ser inocente ante Dios, cuando murmuras, tomas venganza y odias a tu hermano.
Si todavía no has logrado en esta vida, dejar de murmurar, tomar venganza o de odiar a otros, debes saber, que ese comportamiento no permite que tu Espíritu adelante. Estas perdiendo el tiempo en esta existencia.
Frank Montañez,
Soy Espírita por Convicción.
31 de diciembre 2017.
Soy Espírita por Convicción.
31 de diciembre 2017.
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