Libro de los Médiums, Capítulo XVII FORMACIÓN DE LOS MÉDIUMS Desarrollo de la mediumnidad. – Cambio de escritura. Pérdida y suspensión de la mediumnidad. Desarrollo de la mediumnidad...
200. Trataremos aquí especialmente acerca de los médiums es- cribientes, porque es el género de mediumnidad más difun- dido y, al mismo tiempo, el más sencillo y cómodo. Además, es el que da los resultados más satisfactorios y completos, así como el que todos ambicionan poseer. Lamentablemen- te, no disponemos hasta hoy de ningún diagnóstico que nos permita reconocer, aunque sea en forma aproximada, a las personas que poseen esa facultad. Los signos físicos, en que algunos han creído ver indicios de ella, nada tienen de segu- ro. Se la encuentra en los niños y en los ancianos, en hom- bres y en mujeres, sean cuales fueren el temperamento, el estado de salud y el grado de desarrollo intelectual y moral. La única manera de comprobar que existe es hacer el intento de llevarla a la práctica. La escritura se puede obtener, como ya vimos, con la ayuda de cestas y tablillas, o directamente con la mano. Dado que Segunda Parte – Capítulo XVII 258 este último medio es el más fácil y, podemos decir, el úni- co que se emplea en la actualidad, recomendamos que se lo prefiera antes que cualquier otro. El proceso es de los más simples, pues consiste únicamente en que la persona tome lápiz y papel y se ponga en la posición de quien escribe, sin ningún otro preparativo. No obstante, para que tenga éxito, son indispensables muchas recomendaciones.
201. Como disposición material, recomendamos que se evite in- terferir en el libre movimiento de la mano. Incluso es prefe- rible que esta no descanse por completo sobre el papel. La punta del lápiz debe estar en contacto con la hoja lo suficien- te para que escriba, pero no a tal punto que ofrezca resisten- cia. Todas estas precauciones se vuelven inútiles cuando se comienza a escribir correctamente, porque entonces ningún obstáculo detiene la mano. Sólo son disposiciones prelimi- nares para el aprendiz.
202. Es indiferente que se use pluma o lápiz. Algunos médiums prefieren la pluma, aunque esta sólo es útil para los que es- tán formados y escriben pausadamente. Otros, en cambio, escriben con tanta velocidad que el empleo de la pluma se- ría casi imposible o, al menos, muy incómodo. Lo mismo sucede cuando la escritura es brusca e irregular, o cuando se manifiestan Espíritus violentos, que golpean con la punta del lápiz y la quiebran, rasgando el papel.
203. El deseo natural de todo aspirante a médium es el de con- versar con los Espíritus de las personas que le son queri- das. No obstante, debe moderar su impaciencia, porque la comunicación con un Espíritu determinado suele presentar dificultades materiales que la tornan imposible para el prin- cipiante. Para que un Espíritu pueda comunicarse es preciso que entre él y el médium haya relaciones fluídicas que no siempre se establecen de inmediato. Sólo a medida que la facultad se desarrolla el médium adquiere, poco a poco, la aptitud necesaria para ponerse en comunicación con cual- quier Espíritu que se presente. Así pues, es posible que aquel Formación de los médiums 259 con quien el médium desee comunicarse no se encuentre en las condiciones propicias para hacerlo, aunque se encuentre presente, como también puede suceder que no tenga la posi- bilidad ni el permiso para atender el llamado que se le hace. Por eso, al comienzo conviene que el médium no se obstine en llamar a un Espíritu determinado, con exclusión de cual- quier otro, pues muchas veces sucede que no es con ese con el cual las relaciones fluídicas se establecen más fácilmente, por mayor que sea la simpatía que le dedique. Por lo tanto, antes de pensar en obtener comunicaciones de tal o cual Es- píritu, es necesario que el médium favorezca el desarrollo su facultad, y para eso debe hacer un llamado general, y dirigir- se sobre todo a su ángel de la guarda. Para eso no existe ninguna fórmula sacramental. Quien pre- tenda recomendar alguna, sin temor puede ser tildado de impostor, dado que para los Espíritus la forma no signifi- ca nada. No obstante, la evocación siempre debe hacerse en nombre de Dios. Se puede hacer en los términos siguien- tes o en otros equivalentes: Ruego a Dios todopoderoso que permita a un Espíritu bueno comunicarse conmigo y hacerme escribir. Ruego también a mi ángel de la guarda que me asista y aparte de mí a los Espíritus malos. Entonces se espera hasta que un Espíritu se manifieste y haga que el médium escriba algo. Es posible que se presente el Espíritu que el médium desee, como también que acuda uno que no conozca, o su ángel de la guarda. En cualquiera de los casos, el Espíritu ge- neralmente se da a conocer escribiendo su nombre. Se pre- senta, entonces, la cuestión de la identidad, una de las que re- quieren mayor experiencia, pues son raros los principiantes que no están expuestos a ser engañados. Trataremos acerca de eso más adelante, en un capítulo especial. Cuándo el médium desea llamar a determinados Espíritus, es esencial que comience por dirigirse solamente a los que sabe que son buenos y por los que siente simpatía, y que pue- den tener un motivo para responder al llamado, tales como Segunda Parte – Capítulo XVII 260 parientes o amigos. En ese caso, la evocación se puede for- mular del siguiente modo: En nombre de Dios todopoderoso, solicito que el Espíritu de tal persona se comunique conmigo. O bien: Pido a Dios todopoderoso que permita al Espíritu de tal persona comunicarse conmigo, o cualquier otra fórmula que corresponda al mismo pensamiento. No es menos nece- sario que las primeras preguntas sean elaboradas de tal ma- nera que las respuestas puedan ser dadas simplemente con un sí o un no. Por ejemplo: ¿Estás ahí?¿Quieres responderme? ¿Puedes hacerme escribir?, etc. Más tarde, esa precaución será innecesaria. Al principio sólo se trata de establecer una rela- ción. Lo esencial es que la pregunta no sea fútil, que no trate sobre cuestiones de interés particular y, sobre todo, que sea la expresión de un sentimiento de benevolencia y simpatía por el Espíritu a quien se dirige. (Véase más adelante el capí- tulo especial “Acerca de las evocaciones”.)
204. Algo aún más importante que el modo en que se hace la evocación, es alcanzar la calma y el recogimiento, sumados al deseo ardiente y a la firme voluntad de obtener un buen resultado. Por voluntad no entendemos aquí una intención efímera, que obra con intermitencias y a la cual otras pre- ocupaciones interrumpen a cada momento, sino una volun- tad seria, perseverante, continua, sin impaciencia ni deseo febril. La soledad y el silencio, así como el aislamiento de todo lo que pueda ser causa de distracción, favorecen el re- cogimiento. Entonces, no queda por hacer otra cosa más que renovar todos los días el intento, durante diez minutos o un cuarto de hora como máximo cada vez, a lo largo de quince días, un mes, dos meses, o más si fuera preciso. Conoce- mos médiums que sólo se formaron después de seis meses de ejercitaciones, mientras que otros escriben de corrido a partir de la primera vez.
205. Para evitar tentativas inútiles se puede interrogar, a través de otro médium, a un Espíritu serio y adelantado. Sin embar- go, es bueno señalar que cuando se propone a los Espíritus Formación de los médiums 261 la pregunta para saber si somos o no médiums, casi siempre responden afirmativamente, lo que no impide que muchas ve- ces los ensayos sean infructuosos. Eso se explica lógicamente. Cada vez que se hace al Espíritu una pregunta de orden general, este responde de modo general. Ahora bien, como se sabe, nada es más elástico que la facultad mediúmnica, ya que puede presentarse con las más variadas formas y en grados muy diferentes. Por consiguiente, una persona puede ser mé- dium sin saberlo, y en un sentido diferente del que se imagina. A esta pregunta indefinida: “¿Soy médium?”, el Espíritu puede responder que sí. Pero a esta otra más precisa: “¿Soy médium escribiente?”, puede responder que no. También se debe tener en cuenta la naturaleza del Espíritu al que se hace la pregunta. Hay Espíritus tan frívolos e ignorantes que responden a ton- tas y a locas, como verdaderos atolondrados. Por eso aconse- jamos que la pregunta se dirija a Espíritus esclarecidos, que por lo general responden de buen grado a esas preguntas e indican el mejor camino a seguir, en caso de que exista la po- sibilidad de obtener un resultado favorable.
206. Un recurso que muy a menudo da buen resultado consiste en que se emplee, como auxiliar momentáneo, un buen mé- dium escribiente, dúctil, ya formado. Si él pone su mano, o sus dedos, sobre la mano del que debe escribir, es raro que esta última no lo haga de inmediato. Es comprensible lo que ocurre en esta circunstancia: la mano que sostiene el lápiz se convierte, en cierto modo, en un apéndice de la mano del mé- dium, como lo sería una cesta o una tablilla. Con todo, esto no impide que ese ejercicio resulte sumamente útil, cuando es posible emplearlo, dado que, repetido con frecuencia y re- gularidad, ayuda a superar el obstáculo material y provoca el desarrollo de la facultad. A veces, basta con que se magnetice, con esa intención, el brazo y la mano del que quiere escribir. A menudo, incluso, el magnetizador se limita a apoyar la mano en el hombro del principiante, y bajo esa influencia lo vemos escribir al instante. El mismo efecto se puede producir Segunda Parte – Capítulo XVII 262 también sin ningún contacto, sólo por medio de la voluntad. Se comprende fácilmente que, para producir ese resultado, la confianza que el magnetizador tiene en su propio poder des- empeña aquí un papel importante, y que un magnetizador incrédulo ejercerá una acción escasa o nula. Además, la colaboración de un guía experimentado suele ser muy útil para indicar al principiante una serie de pequeñas precauciones que este descuida a menudo, lo que resulta en detrimento de la rapidez de sus progresos. Es útil, sobre todo, para ilustrarlo acerca de la naturaleza de las primeras preguntas y sobre la manera de plantearlas. Su rol es el de un profesor, del que se prescinde tan pronto como uno está debidamente preparado.
207. Otro medio que también puede contribuir significativamen- te para el desarrollo de la facultad consiste en que se reúna un cierto número de personas, animadas en su totalidad por el mismo deseo y las mismas intenciones. Una vez hecho eso, en absoluto silencio y con un recogimiento religioso, to- das ellas, simultáneamente, deben intentar la escritura, ape- lando cada una a su ángel de la guarda o a un Espíritu con el que simpatice. Otra opción es que una de ellas haga, sin una designación especial y en nombre de todos los componen- tes de la reunión, un llamado general a los Espíritus buenos, para lo que puede decir, por ejemplo: En nombre de Dios todopoderoso, rogamos a los Espíritus buenos que se dignen comunicarse por intermedio de las personas aquí presentes. Es raro que entre estas no haya algunas que en breve den señales de mediumnidad, o que incluso, en poco tiempo, es- criban de corrido. Fácilmente se comprende lo que sucede en esas circunstan- cias. Las personas que se reúnen con la misma intención forman un todo colectivo, cuyo poder y sensibilidad se in- crementan por una especie de influencia magnética, que contribuye al desarrollo de la facultad. Entre los Espíritus atraídos por esa conjunción de voluntades, habrá algunos Formación de los médiums 263 que descubrirán entre los presentes el instrumento que les convenga. Si no es uno, será otro, y ellos lo aprovecharán. Ese medio debe ser empleado sobre todo en los grupos es- píritas que no cuentan con médiums, o que no los tienen en número suficiente.
208. Se han buscado procedimientos para la formación de mé- diums, como también se han buscado diagnósticos. Sin em- bargo, hasta el momento no conocemos otros que sean más eficaces que aquellos que hemos indicado. Algunas perso- nas, convencidas de que el obstáculo para el desarrollo de la facultad es una resistencia por completo material, preten- den vencerla mediante una especie de gimnasia, que puede llegar a desarticular el brazo y la cabeza. No describiremos ese procedimiento, que llegó del otro lado del Atlántico, no sólo porque no tenemos ninguna prueba de su eficacia, sino también porque estamos seguros de que puede ser peligroso para las personas de complexión delicada, debido a la con- moción que produce en el sistema nervioso. Si no existen rudimentos de la facultad, nada podrá producirlos, ni si- quiera la electrización, que ha sido empleada sin éxito con ese mismo objetivo.
209. En el médium aprendiz, la fe no es una condición de rigor. No cabe duda de que secunda sus esfuerzos, pero no es in- dispensable. La pureza de intención, el deseo y la buena vo- luntad son suficientes. Hemos visto personas absolutamente incrédulas que quedaron sorprendidas porque escribían a pesar de sí mismas, mientras que creyentes sinceros no lo conseguían. Eso prueba que esta facultad depende de una predisposición orgánica.
210. El primer indicio de una disposición para la escritura es una especie de estremecimiento en el brazo y en la mano. Poco a poco, la mano es arrastrada por un impulso que no es posible dominar. Al principio, la mayoría de las veces sólo es capaz de trazar rasgos desprovistos de significado. Posteriormente, los caracteres se vuelven cada vez más nítidos, y la escritura termi Segunda Parte – Capítulo XVII 264 na por adquirir la rapidez de la escritura normal. En todos los casos es preciso dejar que la mano se mueva de manera natural, sin ofrecer resistencia ni darle impulso. Algunos médiums escriben de corrido y con facilidad desde el principio, a veces incluso desde la primera sesión, aunque eso es bastante raro. Otros, en cambio, trazan líneas y reali- zan durante mucho tiempo verdaderos ejercicios caligráfi- cos. Dicen los Espíritus que eso es para soltarles la mano. Si tales ejercicios se prolongan demasiado, o degeneran en sig- nos ridículos, no quedará duda de que se trata de un Espíri- tu que se divierte, porque los Espíritus buenos nunca hacen nada que sea inútil. En ese caso, será necesario redoblar el fervor con que se pide la asistencia de los Espíritus buenos. Si a pesar de todo no se produce ninguna modificación, el médium deberá suspender la tentativa tan pronto como re- conozca que no obtiene nada serio. Se pueden reanudar los ejercicios todos los días, pero conviene interrumpirlos ante las primeras señales equívocas, a fin de no dar lugar a los Espíritus burlones. A estas observaciones un Espíritu agrega lo siguiente: “Hay médiums cuya facultad no puede ir más allá de esas señales. Si al cabo de varios meses sólo obtuvieron cosas insignificantes, tales como un sí o un no, o letras aisladas, es inútil continuar, pues no se hace más que desperdiciar papel. Son médiums, pero médiums improductivos. Por otra parte, las primeras co- municaciones obtenidas deben considerarse meros ejercicios, que se confían a Espíritus secundarios. Por esa razón, no se les debe dar demasiada importancia, ya que proceden de Es- píritus que, por así decirlo, son empleados como maestros de escritura, a fin de entrenar al médium principiante. No vayáis a creer que los que se ocupan de que el médium haga esos ejercicios preparatorios sean Espíritus elevados. Sucede que, si el médium no tiene un objetivo serio, esos Espíritus secunda- rios se quedan y acaban por apegarse a él. Casi todos los mé- diums han pasado por esa prueba para desarrollarse. A ellos Formación de los médiums 265 corresponde hacer lo necesario para conquistar la simpatía de los Espíritus en verdad superiores”.
211. El escollo a que se enfrenta la mayoría de los médiums prin- cipiantes consiste en relacionarse con Espíritus inferiores, y deben considerarse dichosos cuando sólo se trata de Espíri- tus frívolos. Es preciso que toda su atención se concentre en impedir que esos Espíritus se arraiguen, pues en caso de que eso suceda no siempre les resultará fácil desembarazarse de ellos. Este punto es tan importante, sobre todo al comienzo, que si no se tomaran las precauciones necesarias podrían perderse los frutos de las más preciosas facultades. El primer punto consiste en que el médium, animado de fe sincera, se coloque bajo la protección de Dios y solicite la asistencia de su ángel de la guarda, pues ese Espíritu siempre es bueno. En cambio, los Espíritus familiares, dado que sim- patizan con las cualidades del médium, tanto si son buenas como si son malas, pueden ser frívolos o incluso malos. El segundo punto es aplicarse con minucioso cuidado a reconocer, mediante todos los indicios que provee la expe- riencia, la naturaleza de los Espíritus que se comunican al principio, de los cuales siempre es prudente desconfiar. Si esos indicios son sospechosos, el médium debe dirigir un ferviente llamado a su ángel de la guarda, y rechazar al Es- píritu malo con todas sus fuerzas, demostrándole que no conseguirá engañarlo, a fin de que se desanime. Por eso es indispensable el estudio previo de la teoría, en caso de que se quiera evitar los inconvenientes que son propios de la falta de experiencia. En relación con este asunto se encontrarán instrucciones perfectamente desarrolladas en los capítulos “Acerca de la obsesión” e “Identidad de los Espíritus”. Aquí nos limitaremos a manifestar que, además del lenguaje, se pueden considerar pruebas infalibles de la inferioridad de los Espíritus: los signos, figuras o emblemas inútiles o pue- riles; la escritura extravagante, irregular, intencionalmente deformada, de dimensiones exageradas, o que adopte for Segunda Parte – Capítulo XVII 266 más ridículas e inusuales. La escritura puede ser muy mala, e incluso poco legible, sin que por eso tenga nada de extraño, pues depende más del médium que del Espíritu. Hemos visto médiums engañados de tal manera, que relacionaban la superioridad de los Espíritus con el tamaño de los caracte- res, y que atribuían gran importancia a la letra de imprenta, como si fuera de molde, puerilidad que evidentemente es incompatible con una auténtica superioridad.
212. Así como es importante que el médium no caiga –sin pro- ponérselo– bajo la dependencia de los Espíritus malos, más importante todavía es que no se someta a ellos voluntaria- mente. Un deseo incontrolable de escribir no debe hacer- le creer que da lo mismo dirigirse al primer Espíritu que aparezca, en la suposición de que, si no le conviene, podrá desembarazarse de él más tarde. Sea cual fuere la razón, no se solicita impunemente la asistencia de un Espíritu malo, pues él puede exigir un pago muy alto por sus servicios. Algunas personas, impacientes con el desarrollo de sus facultades mediúmnicas, que a su juicio era muy lento, tuvieron la idea de pedir la ayuda de un Espíritu cual- quiera, aunque fuese malo, suponiendo que podrían des- pedirlo inmediatamente después. Muchos recibieron la asistencia que anhelaban, y escribieron enseguida. Pero el Espíritu evocado, sin preocuparse por el hecho de que lo hubieran convocado a falta de algo mejor, se mostró menos dócil a la hora de irse que a la de llegar. Conoce- mos algunas personas que, por la presunción de conside- rarse suficientemente fuertes para apartarlos a voluntad, fueron castigadas con años de obsesiones de todo tipo, con las más ridículas mistificaciones, con una fascinación persistente, y hasta con desgracias materiales y las más crueles decepciones. El Espíritu, al principio, se mostró abiertamente malo, y después actuó con hipocresía, a fin de que se creyera en su conversión, o en el pretendido poder de su subyugado para expulsarlo cuando quisiera. Formación de los médiums 267
213. La escritura es a veces bien legible: las palabras y las letras se destacan perfectamente. Sin embargo, en el caso de cier- tos médiums, es difícil que otra persona que no sea el pro- pio médium pueda descifrarla, salvo que haya adquirido el hábito de hacerlo. Con mucha frecuencia, la escritura está formada por rasgos de gran tamaño; los Espíritus no se fijan demasiado en el ahorro de papel. Cuando una palabra o una frase es poco legible, se solicita al Espíritu el favor de que vuelva a escribirla, lo que en general hace de buen grado. Cuando la escritura es ilegible de manera habitual, incluso para el propio médium, este casi siempre logra que sea más clara por medio de ejercicios frecuentes y prolongados, en los que pone toda su voluntad, y además ruega con fervor al Espíritu para que sea más prolijo. Algunos Espíritus suelen adoptar signos convencionales, que pasan a ser utilizados en las reuniones habituales. Así, por ejemplo, para expresar que una pregunta les disgusta, y que no desean contestarla, tra- zan una línea larga, o algo equivalente. Cuando el Espíritu da por finalizado lo que tenía para decir, o no quiere responder más preguntas, la mano queda inmó- vil, y el médium, sea cual fuere su poder y su voluntad, no consigue escribir ni una sola palabra más. Por el contrario, si el Espíritu no ha terminado, el lápiz se mueve sin que la mano consiga detenerlo. Cuando el Espíritu desea manifes- tar algo espontáneamente, la mano toma el lápiz de manera convulsiva y comienza a escribir sin que el médium pueda oponerse. Por otra parte, el médium casi siempre experi- menta en sí mismo algo que le indica si se trata sólo de una interrupción momentánea, o si el Espíritu ha concluido. Es raro que el médium no sienta que el Espíritu se marchó. Estas son las explicaciones esenciales que teníamos para ofrecer en lo atinente al desarrollo de la psicografía. La ex- periencia revelará durante la práctica ciertos detalles que, por carecer de utilidad, no deben ser mencionados aquí, y respecto de los cuales los principios generales servirán de Segunda Parte – Capítulo XVII 268 guía. Si muchos experimentaran, habría más médiums de lo que en general se piensa.
214. Todo lo que acabamos de expresar se aplica a la escritura mecánica. Esta es la facultad que, con razón, todos los mé- diums procuran obtener. No obstante, la mecanización pura es rarísima, pues con mucha frecuencia se une a ella, en ma- yor o menor grado, la intuición. Cuando tiene conciencia de lo que escribe, el médium se ve naturalmente inducido a dudar de su facultad. No sabe si el mensaje proviene de sí mismo o de otro Espíritu. No tiene que preocuparse por ello en absoluto, y debe continuar pese a todo. Si se observara a sí mismo con detenimiento, fácilmente descubriría en lo que escribe una infinidad de cosas que no estaban en su pensa- miento, y que hasta son contrarias a sus propias ideas, lo cual es una prueba evidente de que tales cosas no provienen de él. Que continúe, pues, y la duda se disipará con la experiencia.
215. Cuando no ha sido dado al médium ser exclusivamente me- cánico, todos los intentos para llegar a ese resultado serán infructíferos. Sin embargo, cometería un error si por esa causa se considerase desheredado. Si sólo está dotado de mediumnidad intuitiva, debe conformarse con la que tiene, pues ella no dejará de prestarle importantes servicios, en caso de que sepa aprovecharla y no la rechace. Si después de intentos improductivos, realizados en forma reiterada durante algún tiempo, no se produce ningún indi- cio de movimiento involuntario, o si esos movimientos son demasiado débiles para dar buenos resultados, el médium no debe vacilar en escribir el primer pensamiento que se le sugiera, sin preocuparse por saber si ese pensamiento proce- de de sí mismo o de una fuente extraña, pues la experiencia le enseñará a establecer la diferencia. Por otra parte, muy a menudo sucede que el movimiento mecánico se desarrolla más tarde. Hemos dicho que hay casos en los que es indiferente saber si el pensamiento proviene del médium o de otro Espíritu. Formación de los médiums 269 Eso sucede, sobre todo, cuando un médium exclusivamente intuitivo o inspirado realiza por sí mismo un trabajo de ima- ginación. Poco importa que él se atribuya un pensamiento que se le ha sugerido. Si se le ocurren buenas ideas, debe agradecerlas a su genio bueno, que no dejará de sugerirle otras. Esa es la inspiración de los poetas, de los filósofos y de los científicos.
216. Supongamos ahora que la facultad mediúmnica esté com- pletamente desarrollada, y que el médium escriba fluida- mente; que sea, en suma, lo que se denomina un médium formado. Sería un grave error de su parte creer que puede prescindir de nuevas instrucciones, pues apenas habrá ven- cido una resistencia material. En ese momento comienzan para él las verdaderas dificultades, y va a precisar más que nunca los consejos de la prudencia y de la experiencia, si no quiere caer en las mil celadas que se le tenderán. Si pretende volar demasiado pronto con sus propias alas, no tardará en ser víctima de Espíritus embusteros, que tratarán de explo- tar su presunción.
217. Una vez que se ha desarrollado la facultad, es esencial que el médium no abuse de ella. La satisfacción que la mediumnidad proporciona a algunos principiantes provoca en ellos un entu- siasmo que necesita ser moderado. Deben tener presente que esa facultad se les ha dado para el bien, y no para satisfacer una vana curiosidad. Por eso es conveniente que la empleen tan sólo en las ocasiones oportunas, y no a cada momento. Dado que los Espíritus no se encuentran constantemente a sus órdenes, los médiums corren el riesgo de ser embaucados por mistifi- cadores. Para evitar ese inconveniente, es bueno que trabajen en días y horas determinados, porque de ese modo lo harán en condiciones de mayor recogimiento. Además, los Espíritus que deseen asistirlos estarán prevenidos al respecto, y se dis- pondrán a obrar en consecuencia.
218. Si a pesar de todas las tentativas la mediumnidad no se reve- la de ninguna manera, será preciso renunciar a ella, así como Segunda Parte – Capítulo XVII 270 se renuncia al canto cuando no se poseen aptitudes vocales. Del mismo modo que se recurre a un traductor cuando no se conoce un idioma, en este caso se debe hacer lo mimo, es decir, servirse de otro médium. Con todo, si no se puede recurrir a ningún médium, no por eso deberemos conside- rarnos privados de la asistencia de los Espíritus. La medium- nidad es para ellos un medio de expresión, pero no la única forma de atraerlos. Los Espíritus que nos guardan afecto se encuentran junto a nosotros, seamos o no médiums. Un padre no abandona a su hijo por el hecho de que este sea sordo y ciego, y no pueda oírlo ni verlo. Por el contrario, lo colma de atenciones, como hacen con nosotros los Espíritus buenos. Si no pueden transmitirnos materialmente su pen- samiento, nos ayudan por medio de la inspiración.
Cambio de escritura
219. Un fenómeno muy común en los médiums escribientes es que la escritura cambia de acuerdo con el Espíritu que se comunica. Lo más notable de esto es que un determinado tipo de escritura se reproduce en concordancia con un determinado Espíritu, y en ocasiones es idéntica a la que este tenía en vida. Más adelante veremos las consecuencias que se pueden extraer de eso en re- lación con la identidad de los Espíritus. El cambio de escritura sólo tiene lugar en los médiums mecánicos o semimecánicos, porque en ellos el movimiento de la mano es involuntario y está dirigido por el Espíritu. No sucede lo mismo con los médiums puramente intuitivos, puesto que en ese caso el Espíritu actúa exclusivamente sobre el pensamiento, y la mano es guiada por la voluntad del médium, como cuando se escribe normalmen- te. No obstante, la uniformidad de la escritura, incluso si se trata de un médium mecánico, no prueba absolutamente nada en contra de su facultad, porque el cambio de escritura no consti- tuye una condición absoluta en la manifestación de los Espíri-
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