En Este artículo, Allan
Kardec en el libro de Los Médiums, explica la naturaleza del Alma, hasta donde
es aún comprensible por el hombre. Se mantienen los postulados de que el Periespíritu
es la envoltura del Alma o el Espíritu, pues es lo mismo. El Alma es lo
mismo que el pensamiento, es inmortal, mantiene su individualidad y es incorpórea cuando desencarna.
Su composición está constituida de una materia sutil, aún no comprendida y se
constituye en uno de los secretos de Dios.
La Materia Espiritual, es una quinta
esencia, aún no comprendida por la ciencia. Sería perder el tiempo el tratar de
dedicar esfuerzos para descubrir la naturaleza de esa quintaesencia. Pero también
este ítem #50 y #51 hace énfasis en que debemos moralizar el Alma, para poder
obtener progreso.
Los que hoy día han
definido el Alma separado al Espíritu y que han indicado que el Periespíritu es
la envoltura del Espíritu y no del Alma, y que el Alma material y Mortal, que se
muere con el cuerpo físico al momento de fallecimiento, se alejan de lo que el
Espiritismo ha definido en cuanto al Alma y el Espíritu como individuales,
inmateriales e inmortales.
Frank
Montañez
50. Sistema del alma material – Libro de
Los Médiums
“Consiste tan sólo en una opinión particular acerca de la naturaleza íntima del alma.
Según esta opinión, el alma y el periespíritu no serían dos cosas distintas, o,
mejor dicho, el
periespíritu sería el alma misma, que se purifica gradualmente por
medio de las diversas transmigraciones, así como el alcohol se depura mediante
diversas destilaciones. La doctrina espírita, en cambio, sólo considera al periespíritu como la envoltura
fluídica del alma o del Espíritu. Según aquella opinión, dado que el periespíritu
es materia, aunque muy etérea, el alma sería de una naturaleza material más o
menos esencial, de acuerdo con su grado de
purificación.
Este sistema no invalida
ninguno de los principios fundamentales de la doctrina espírita, puesto que en nada
modifica el destino del alma: las condiciones de su felicidad futura son siempre las
mismas. Como el alma y el
periespíritu forman un todo bajo la denominación de Espíritu, a ejemplo de la
semilla y el perisperma, que también forman un
todo con el nombre de fruto, toda la cuestión se reduce a considerar el todo como
homogéneo, en vez de que esté constituido por dos partes diferentes.
Como se ve, esta cuestión
no conduce a ninguna consecuencia, y no nos habríamos ocupado de ella si no
fuera porque encontramos personas inclinadas a ver una nueva escuela en lo que
no es, en definitiva, más que una simple interpretación de palabras.
Aunque esta opinión, por lo
demás muy restringida, se encontrara más generalizada, no constituiría una
escisión entre los espíritas, del mismo modo que las teorías de la emisión y de
las ondulaciones de la luz no dividen a los físicos. Los que pretendieran formar un grupo aparte,
por una cuestión tan pueril, sólo probarían con ello que conceden más
importancia a lo accesorio que a lo principal, y que son inducidos a la
desunión por Espíritus que no pueden ser buenos, ya que los Espíritus buenos
jamás infunden la acrimonia y la cizaña. Por eso convocamos a los verdaderos espíritas a que se mantengan en
guardia contra semejantes sugestiones, y a que no den a ciertos detalles más
importancia de la que merecen. Lo esencial es el fondo. No obstante, nos sentimos
en la obligación de decir algunas palabras acerca de los principios en que se
apoya la opinión de los que
consideran al alma y al periespíritu como cosas distintas. Esa opinión
se basa en la enseñanza de los Espíritus, que nunca discrepan al respecto. Nos referimos a los Espíritus
esclarecidos, pues entre los Espíritus en general hay muchos que no saben más
que los hombres, y hasta saben menos que estos. En cambio, la teoría contraria es una concepción humana.
Nosotros no hemos inventado ni imaginamos el periespíritu para explicar los
fenómenos.
Su existencia nos ha sido
revelada por los Espíritus, y la observación nos la ha confirmado (Véase El Libro de los Espíritus, § 93). Se
apoya también en el estudio de las sensaciones de los Espíritus (Véase El Libro de los Espíritus, § 257) y,
sobre todo, en el fenómeno de las apariciones tangibles que, según la otra
opinión, implicaría la solidificación y la disgregación de las partes
constitutivas del alma y, por consiguiente, su desorganización. Además, habría
que admitir que esta materia, que puede ser percibida por nuestros sentidos, es
el propio principio inteligente, lo que no es más racional que confundir al cuerpo
con el alma, o la vestimenta con el cuerpo. En cuanto a la naturaleza íntima del alma, nada sabemos.
Cuando se afirma que el
alma
es inmaterial, eso se debe
entender en un sentido relativo, no en sentido absoluto, pues la inmaterialidad
absoluta sería la nada. Ahora bien, el alma o Espíritu es algo. Esto significa
que su esencia es de tal modo superior que no presenta ninguna analogía con lo que
denominamos materia, de modo que, para nosotros, es inmaterial
(Véase El Libro de los Espíritus, § 23 y
82).
51. Esta es la respuesta de
un Espíritu con respecto a este asunto:
“Lo que algunos llaman periespíritu no es sino lo que otros denominan envoltura material fluídica. Para hacerme comprender de una manera más lógica, diría que ese fluido es la perfectibilidad de los sentidos, la extensión de la vista y de las ideas. Estoy hablando aquí de los Espíritus elevados.
En el caso de los Espíritus inferiores, los fluidos terrenales todavía son completamente inherentes a ellos; por consiguiente, se trata de materia, como veis. De ahí los padecimientos del hambre, del frío, etc., padecimientos que los Espíritus superiores no pueden experimentar, visto que los fluidos terrenales están purificados alrededor del pensamiento, es decir, del alma. Para progresar, el alma necesita siempre de un agente. Sin un agente, ella no sería nada para vosotros, o, mejor dicho, no podríais concebirla. El periespíritu, para nosotros, los Espíritus errantes, es el agente por medio del cual nos comunicamos con vosotros, ya sea indirectamente mediante vuestro cuerpo o vuestro periespíritu, ya sea directamente con vuestra alma. A eso se debe la infinita variedad de médiums y de comunicaciones. Resta ahora el punto de vista científico, es decir, conocer la esencia misma del periespíritu. Esa es otra cuestión. Comprended primero moralmente 8. Sólo falta una discusión acerca de la naturaleza de los fluidos, lo que por ahora es inexplicable. La ciencia todavía no sabe bastante al respecto, pero lo logrará si se dispone a marchar con el espiritismo. El periespíritu puede variar y cambiar hasta lo infinito. El alma es el pensamiento: no cambia de naturaleza. A este respecto no avancéis más, porque se trata de un punto que no puede ser explicado. ¿Acaso suponéis que, al igual que vosotros, no he investigado yo también? Vosotros investigáis el periespíritu; nosotros, ahora, investigamos el alma. Aguardad, pues.”
Lamennais (Este Espiritu, no es perfecto aun, pues es un Espiritu errante)
8 Es decir, por vías no empíricas; independientemente del método científico, que se basa en la observación y la experimentación. (N. del T.)
Como se ve, Espíritus que consideramos adelantados no han conseguido todavía sondear la naturaleza del alma. ¿Cómo podríamos hacerlo nosotros?
Por lo tanto, es perder el tiempo querer escrutar el principio de las cosas que, conforme se ha dicho en El Libro de los Espíritus (§§ 17 y 49), forma parte de los secretos de Dios. Pretender investigar, con la ayuda del espiritismo, lo que no se encuentra aún al alcance de la humanidad, es desviarlo de su verdadero objetivo, y hacer como el niño que quiere saber tanto como un anciano. Lo esencial es que el hombre aplique el espiritismo a su perfeccionamiento moral. Lo demás es tan sólo una curiosidad estéril y a menudo orgullosa, cuya satisfacción no lo hará avanzar ni un paso.
"El único medio de progresar consiste en hacernos mejores."
Los Espíritus que han dictado el libro que lleva su nombre demostraron su sabiduría al mantenerse, en lo que respecta al principio de las cosas, dentro de los límites que Dios no nos permite superar, dejando a los Espíritus sistemáticos y presuntuosos la responsabilidad de las teorías prematuras y erróneas, más seductoras que consistentes, que un día caerán ante la razón, como tantas otras surgidas de los cerebros humanos. Ellos sólo dijeron exactamente lo que era necesario para que el hombre comprenda el porvenir que le aguarda y, de esa manera, alentarlo a la práctica del bien. (Véase, a continuación, Segunda parte, Cap. I, “Acción de los Espíritus sobre la materia”.)