WLa Conciencia, la inteligencia, son inherente al Alma, pero no al Periespíritu, que sólo El PERIESPÍRITU guarda el resultado de nuestras encarnaciones; cómo sí fuese un archivo dónde conservamos nuestro pasado, revela lo que nosotros somos; muestra lo que hicimos y dice a todos a qué clase de Espíritu pertenecemos.
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Hay en nosotros tres elementos:
La muerte destruye el cuerpo material. El Espíritu conserva al periespíritu que le constituye un cuerpo etéreo, invisible para nosotros en estado normal. Es por medio del periespíritu que los Espíritus trabajan en el mundo espiritual, como nosotros trabajamos con el cuerpo material aquí en la tierra.
El periespíritu guarda el resultado de nuestras encarnaciones; como sí fuese un archivo dónde conservamos nuestro pasado, revela lo que nosotros somos; muestra lo que hicimos y dice a todos a qué clase de Espíritu pertenecemos. Es por esa razón que en el mundo espiritista nada puede quedar oculto. Allí nadie puede fingir lo que no es. Todas las acciones que practicamos quedan grabadas en nuestro periespíritu.
¿HAY ESPÍRITUS?
“S o y . E s p í r i t a”: “Periespíritu”, ¿Qué es? ¿Por qué es tan Importante saber que es y que función tiene el Periespíritu? ¿Existen los Espíritus?
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Libro de los Médiums...
Capítulo I
¿EXISTEN LOS ESPÍRITUS?
1. La causa principal de la duda relativa a la existencia de los Espíritus radica en la ignorancia de su verdadera naturaleza.
Por lo general, las personas imaginan a los Espíritus como seres aparte en la creación, cuya necesidad no está demostrada. Muchas sólo los conocen a través de los relatos fantásticos con que fueron acunadas en la niñez, a semejanza de las que sólo conocen la historia a través de las novelas. No intentan averiguar sí ésos relatos, despojados de sus accesorios ridículos, encierran algún trasfondo de verdad, y sólo las impresiona el lado absurdo que ellos revelan. Como no se toman el trabajo de quitar la cáscara amarga para descubrir la almendra, rechazan todo, tal como los que, al verse afectados por ciertos abusos en el ámbito religioso, incluyen la totalidad de la religión en una misma censura.
Sea cuál fuere la idea que se tenga de los Espíritus, la creencia en ellos se basa, necesariamente, en la existencia de un
principio inteligente fuera de la materia. Ésa creencia es incompatible con la negación absoluta de dicho principio.
Así pues, tomamos como punto de partida la existencia, la y el , de la cual el espiritualismo es su demostración teórica y dogmática, y el Espiritismo su demostración patente. Dejemos de lado, por unos instantes, las manifestaciones propiamente dichas, y razonando por inducción veamos a qué consecuencias llegamos.
2. Desde el momento en que se admite la existencia del alma y su individualidad después de la muerte, es necesario admitir también:
1.º, que la naturaleza del alma es diferente de la del cuerpo, puesto que, una vez separada del cuerpo, el alma ya no tiene las propiedades de aquél;
2.º, que 21 tiene conciencia de sí misma, puesto que se le atribuye la alegría o el sufrimiento; de otro modo, sería un ser inerte y de nada nos valdría poseerla. Una vez admitido ésto, se sigue de ahí que el alma va a alguna parte. ¿Qué sucede con ella y a dónde va?
De acuerdo con la creencia generalizada, el alma va al Cielo o al Infierno. Pero ¿dónde se encuentran el Cielo y el Infierno? Antaño se decía que el Cielo estaba arriba y el Infierno
abajo. Pero ¿qué es lo de arriba y lo de abajo en el universo, a partir de que se conoce la redondez de la Tierra y el movimiento de los astros –movimiento que hace que lo que en un determinado momento está en lo alto, se encuentre abajo al cabo de doce horas–, así como lo infinito del espacio, a través del cuál nuestra mirada penetra para alcanzar distancias inconmensurables? Es verdad que con la expresión “lugares inferiores” también se designan las profundidades de la Tierra. Pero ¿en qué se convirtieron ésas profundidades después de las investigaciones hechas por la geología?
¿En qué se convirtieron, igualmente, ésas esferas concéntricas denominadas “cielo de fuego”, “cielo de las estrellas”, después de que se verificó que la Tierra no es el centro de los mundos, que incluso nuestro Sol no es el único, sino que
millones de soles brillan en el espacio, y que cada uno de ellos constituye el centro de un torbellino planetario? ¿A qué quedó reducida la importancia de la Tierra, perdida en ésa
inmensidad? ¿Por qué injustificable privilegio este imperceptible grano de arena que no se distingue por su volumen, ni por su posición, ni por un papel particular, habría de ser el único planeta poblado por seres racionales? La razón se rehúsa a admitir la inutilidad de lo infinito, y que nos dice que ésos mundos están habitados.
Ahora bien, sí están poblados, aportan también sus contingentes al mundo de las almas. Con todo, una vez más inquirimos, ¿qué sucede con
ésas almas, puesto que tanto la astronomía como la geología han destruido las moradas que les estaban destinadas y, sobre todo, después de que la teoría tan racional de la pluralidad de los mundos las multiplicó hasta lo infinito? Como la
doctrina de la localización de las almas no puede concordar con los datos de la ciencia, otra doctrina más lógica demarca como dominio de ellas, no un lugar determinado y circunscrito, sino el espacio universal. Se trata de todo un mundo invisible en medio del cuál vivimos, que nos circunda y se codea con nosotros permanentemente. ¿Acaso hay en éso algo imposible, algo que se oponga a la razón? De ningún modo. Por el contrario, todo indica que no puede ser de otra manera. Pero, entonces, ¿en qué se transforman las penas y las recompensas futuras, sí se suprimen los lugares especiales donde se hacen efectivas? Tengamos en cuenta que la incredulidad en lo relativo a ésas penas y recompensas está provocada, en general, por el hecho de que tanto unas como otras son presentadas en condiciones inadmisibles. En vez de eso, afirmemos que las almas encuentran en sí mismas su dicha o su desgracia; que su destino se halla subordinado al estado moral de cada una; que la reunión de las almas buenas y afines constituye para ellas una fuente de felicidad;
que, conforme al grado de purificación que hayan alcanzado, (nivel Moral) penetran y entrevén cosas que las almas groseras no captan, y entonces todo el mundo comprenderá sin dificultad. Afirmemos, incluso, que las almas sólo llegan al grado supremo mediante los esfuerzos que realizan para mejorar, y tras una serie de pruebas que son adecuadas para su purificación; que los ángeles son las almas que han llegado al
grado más elevado de la escala, grado que todas pueden alcanzar mediante la buena voluntad; que los ángeles son los mensajeros de Dios, encargados de velar por la ejecución de sus designios en todo el universo, y que se sienten felices de desempeñar ésas misiones gloriosas. De ese modo, habremos dado a su felicidad un fin más útil y atrayente que el que consiste en una contemplación perpetua, que no sería más que una perpetua inutilidad. Digamos, por último, que los demonios son simplemente las almas de los malos, que todavía no se han purificado, pero que pueden llegar, como las otras, al más alto grado, y ésto parecerá más acorde con la justicia y la bondad de Dios que la doctrina que los presenta como seres creados para el mal y para estar perpetuamente dedicados a él. Una vez más, éso es lo que la razón más severa, la lógica más rigurosa, el buen sentido, en suma, puede admitir.
Ahora bien, ésas almas que pueblan el espacio son, precisamente, lo que denominamos Espíritus. Por consiguiente, los Espíritus son las almas de los hombres despojadas de su envoltura corporal. Sí los Espíritus fueran seres aparte, su existencia sería más hipotética. En cambio, si se admite que las almas existen, también se debe admitir a los Espíritus, que no son otra cosa sino las almas. Sí se admite que las almas están en todas partes, habrá que admitir que los Espíritus también lo están. No se podría, pues, negar la existencia de los Espíritus sin negar la de las almas.
3. Por cierto, ésto no deja de ser una teoría, aunque más racional que la otra. Sin embargo, ya es mucho que se trate de una teoría a la cuál obtiene ni la razón ni la ciencia contradicen.
Además, si la corroboran los hechos, tiene a su favor la sanción de la lógica y de la experiencia. Hallamos ésos hechos en los fenómenos de las manifestaciones espíritas, que constituyen, de ese modo, la prueba patente de la existencia y la supervivencia del alma. No obstante, la creencia de muchas personas no va más allá de ése punto: admiten la existencia de las almas y, por lo tanto, la de los Espíritus, pero niegan la posibilidad de que nos comuniquemos con ellos, en virtud de que –según dicen– los seres inmateriales no pueden obrar sobre la materia. La duda se debe a que ignoran la verdadera naturaleza de los Espíritus, acerca de los cuáles suelen formarse una idea muy falsa, pues erróneamente se supone que son seres abstractos, difusos e indefinidos, lo que no es verdad.
En primer término, imaginemos al Espíritu en su unión con el cuerpo. El Espíritu es el ser principal, puesto que es el ser que piensa y sobrevive. El cuerpo no es más que un accesorio del Espíritu, una envoltura, una vestimenta que abandona cuándo está gastada. Además de ésa envoltura material, el Espíritu tiene una segunda semimaterial, que lo une a la primera. Cuándo se produce la muerte, el Espíritu se despoja del cuerpo, pero no de la otra envoltura, a la cuál damos el nombre de periespíritu. Ésa envoltura semimaterial, que adopta la forma humana, constituye para el Espíritu un cuerpo fluídico, vaporoso, pero que, por el hecho de que sea
invisible para nosotros en su estado normal, no deja de tener algunas de las propiedades de la materia. Por consiguiente, el Espíritu no es un punto, una abstracción, sino un ser limitado y circunscrito, al que sólo le falta ser visible y palpable para asemejarse a los seres humanos. ¿Por qué, pues, no ejercería una acción sobre la materia? ¿Acaso por el hecho de que su cuerpo es fluídico? Sin embargo, ¿no es entre los
fluidos más rarificados, incluso entre los que se consideran imponderables, como la electricidad, dónde el hombre encuentra sus más poderosos motores? ¿Acaso la luz, que es imponderable, no ejerce una acción química sobre la materia ponderable? No conocemos la naturaleza íntima del periespíritu. Con todo, imaginemos que está constituido de materia eléctrica, o de otra tan sutil como esa. ¿Por qué razón, sí lo dirige una voluntad, no habría de tener la misma propiedad de dicha materia?
4. Dado que la existencia del alma y la existencia de Dios, que son consecuencia una de otra, constituyen la base del edificio, antes de que demos comienzo a un debate espírita es conveniente que sepamos sí nuestro interlocutor acepta ésa base. Sí a estas preguntas:
--- ¿Crees en Dios?
--- ¿Crees que tienes un alma?
--- ¿Crees en la supervivencia del alma después de la muerte?
él responde en forma negativa, o incluso sí contesta simplemente: No sé, desearía que fuese así, pero no estoy seguro –lo que a menudo equivale a una negación encubierta con cortesía, disimulada bajo una forma menos categórica para evitar un choque brusco con lo que denomina prejuicios respetables–, será inútil seguir adelante, tan inútil como pretender demostrar las propiedades de la luz a un ciego que no admite que la luz existe. Porque, en definitiva, las manifestaciones espíritas no son otra cosa que efectos de las propiedades del alma. Por lo tanto, sí no queremos perder el tiempo con semejante interlocutor, tendremos que seguir un orden de ideas muy diferente.
En cambio, si la base es aceptada, no como una probabilidad,
sino como algo probado e indiscutible, la existencia de los Espíritus se deduce de ahí con la mayor naturalidad.
5. Resta ahora la cuestión de saber sí el Espíritu puede comunicarse con el hombre, es decir, sí puede intercambiar ideas con él. ¿Por qué no? ¿Qué es el hombre, sino un Espíritu aprisionado en un cuerpo? ¿Por qué un Espíritu libre no podría comunicarse con un Espíritu cautivo, de la misma manera que un hombre libre se comunica con el que está prisionero? Dado que admitimos la supervivencia del alma, ¿será racional que no admitamos la supervivencia de los afectos? Puesto que las almas se encuentran por todas partes, ¿no será natural que creamos que la de un ser que nos ha amado durante su vida se acerque a nosotros, desee comunicarse con nosotros, y se sirva para éso de los medios que
estén a su disposición? Mientras se hallaba vivo, ¿no ejercía una acción sobre la materia de su cuerpo? ¿No era él quién dirigía sus movimientos? Así pues, ¿por qué causa no podría, después de su muerte, mediante un acuerdo con otro Espíritu que esté ligado a un cuerpo, valerse de ése cuerpo vivo para manifestar su pensamiento, de la misma manera que un mudo puede servirse de una persona dotada de habla para darse a entender?
6. Dejemos de lado, por unos instantes, los hechos que a nuestro entender hacen indiscutible ésa cuestión, y admitamos la comunicación de los Espíritus como una simple hipótesis.
Ahora solicitamos a los incrédulos que nos demuestren, no mediante una simple negación, ya que sus opiniones personales no pueden tomarse como ley, sino por medio de razones concluyentes, que éso no es posible. Nos ubicamos en su propio terreno, y puesto que desean evaluar los hechos espíritas con la ayuda de las leyes de la materia, les pedimos que extraigan de ése arsenal alguna demostración matemática, física, química, mecánica o fisiológica, y prueben, por a más b, siempre a partir del principio de la existencia y la
supervivencia del alma:
1.º, que el ser pensante que existe en nosotros durante la vida, no debe pensar más después de la muerte;
2.º, que sí continúa pensando, no debe pensar más en los que ha amado;
3.º, que sí piensa en los que ha amado, ya no debe querer comunicarse con ellos;
4.º, que sí puede estár en todas partes, no puede estár a nuestro lado;
5.º, que sí está a nuestro lado, no puede comunicarse con nosotros;
6.º, que por medio de su envoltura fluídica no puede actuar sobre la materia inerte;
7.º, que sí puede actuar sobre la materia inerte, no puede hacerlo sobre un ser animado;
8.º, que sí puede actuar sobre un ser animado, no puede guiar su mano para hacer que escriba;
9.º, que sí puede hacer que escriba, no puede responder sus preguntas, ni trasmitirle sus pensamientos.
Cuándo los adversarios del espiritismo nos hayan demostrado que ésto es imposible, por medio de razones tan patentes como las que empleó Galileo para demostrar que no es el Sol el que gira alrededor de la Tierra, entonces podremos decir que sus dudas tienen fundamento.
Lamentablemente, hasta el día de hoy toda su argumentación se resume en éstas palabras: No lo creo. Por consiguiente, es imposible. Sin duda, nos replicarán que nos corresponde a nosotros probar la realidad de las manifestaciones. Pues bien, les damos ésa prueba mediante los hechos y mediante el razonamiento. Sí no admiten ni una ni otra cosa, sí niegan incluso lo que ven, a ellos les corresponde demostrar que nuestro razonamiento es falso y que los hechos son imposibles.
- 82.¿Es exacto expresar que los Espíritus son inmateriales? - ¿Cómo se podría definir algo cuando se carece de términos de comparación, y con un lenguaje insuficiente? Un ciego de nacimiento ¿puede acaso definir la luz? “Inmaterial” no es la palabra. “Incorpóreo” sería más exacto, porque debes comprender bien que, siendo el Espíritu una creación, debe ser algo. Es una materia quintaesenciada, pero sin analogía para vosotros, y tan etérea que no puede ser percibida por vuestros sentidos.
- 79. Puesto que dos elementos generales hay en el Universo –el elemento inteligente y el material- ¿se podría afirmar que los Espíritus están formados del elemento inteligente, así como los cuerpos inertes se hallan integrados por el elemento material? - Es evidente: los Espíritus son la individualización del principio inteligente, del modo que los cuerpos constituyen la individualización del principio material; lo que desconocemos es la época y la manera de esa formación.
- FRECUENCIAS
- ENERGÍAS
- VIBRACIONES
- ONDAS
- LUZ
- FOTONES
- SINTONÍAS
"Me siento feliz con la descripción dada por los Espíritus a Allan Kardec a partir de la publicación del LIBRO DE LOS ESPÍRITUS, y la explicación dada por los Espíritus PUROS Y PERFECTOS, mediante la comunicación de ESPÍRITUS SUPERIORES es correcta y no necesita ninguna actualización arbitraria e imparcial por los qué desean cambiar él ESPIRITÍSMO EN SU ESENCIA".
Frank Montañez,
28 de Julio del 2013
"Cualquier cambio a los términos básicos con relación a la definición de DIOS o LOS ESPÍRITUS qué sé pretenda hacer, sería una modificación no autorizada por los Espíritus qué dictaron la Codificación Espírita o sea él ESPIRITÍSMO".
Frank Montañez, 28 de Julio del 2013.
- Lo que los unos llaman periespíritu no es otra cosa que lo que los otros llaman envoltura material fluídica. Diré, para hacerme comprender de una manera más lógica, que este fluido es la perfectibilidad de los sentidos, la extensión de la vista y de las ideas: hablo de los Espíritus elevados. En cuanto a los Espíritus inferiores, los fluidos terrestres están todavía completamente inherentes a ellos, pues es materia como veis; de ahí los sufrimientos del hambre, del frío, etc., sufrimiento que no pueden padecer los Espíritus Superiores, atendido a que los fluidos terrestres están depurados alrededor del pensamiento, es decir, del alma. El alma, para su progreso, tiene siempre necesidad de un agente; el alma sin agente es nada para vosotros o, por mejor decir, no la podéis concebir. El periespíritu para nosotros, Espíritus errantes, es el agente por el cual nos comunicamos con vosotros, ya sea indirectamente por vuestro cuerpo a vuestro periespíritu, o directamente con vuestra alma; de ahí la infinita variedad de médiums y de comunicaciones. Queda ahora el punto de vista científico, esto es, la esencia misma del periespíritu; este es otro asunto. Primero comprended moralmente y sólo quedará una discusión sobre la naturaleza de los fluidos, lo que es inexplicable por ahora; la ciencia no conoce bastante, pero lo conseguiremos si ésta quiere marchar con el Espiritismo. El periespíritu puede variar y cambiar hasta lo infinito; el alma es el pensamiento; no cambia de naturaleza; bajo este aspecto no vayáis más lejos, es un punto que no puede explicarse. ¿Creéis, acaso, que yo no busco como vosotros? Vosotros buscáis el periespíritu: nosotros ahora buscamos el alma. Esperad, pues. – LAMENNAIS.
- 17. ¿Cuál es la causa preponderante en la producción de este fenómeno: el Espíritu o el fluido?- El Espíritu es la causa; el fluido es el instrumento; las dos cosas son necesarias.
- 49. Si el germen de la especie humana se hallaba entre los elementos orgánicos del globo, ¿por qué no se forman hombres por generación espontánea, como en su origen? - El principio de las cosas permanece entre los secretos de Dios. Más, sin embargo, se puede afirmar que los hombres, una vez dispersados por el mundo, han absorbido en sí los elementos requeridos para su formación, a fin de transmitirlos según las leyes de la reproducción. Lo propio acontece con las diversas especies de seres vivientes está en los secretos de Dios. Pretender ojear con ayuda del Espiritismo lo que aún no es competencia de la Humanidad, es separarle de su verdadero objeto; es hacer como el niño que quisiere saber tanto como el anciano. Que el hombre haga servir el Espiritismo para su mejoramiento moral, es lo esencial; lo demás es sólo una curiosidad estéril y muchas veces orgullosa, cuya satisfacción no le hará hacer ningún paso, el sólo medio de avanzar es volverse mejor. Los Espíritus que han dictado el libro que lleva su nombre, han probado su sabiduría encerrándose, por lo que concierne al principio de las cosas, en los límites que Dios nos permite penetrar, dejando a los Espíritus sistemáticos y presuntuosos la responsabilidad de las teorías anticipadas y erróneas, más seductoras que sólidas, y que caerán un día ante la razón como tantas otras salidas de los cerebros humanos. Sólo han dicho precisamente lo necesario para hacer comprender al hombre el porvenir que le espera, y por tanto animarle al bien. (Véase a continuación, en la Segunda Parte, el capítulo Primero: Acción de los Espíritus sobre la materia).
- 53. La idea que uno se forma de los Espíritus hace a primera vista incomprensible el fenómeno de las manifestaciones. Estas manifestaciones no pueden tener lugar sino por la acción del Espíritu sobre la materia; por esto los que creen que el Espíritu es la ausencia de toda materia, se preguntan, con alguna apariencia de razón, cómo puede obrar materialmente. Pero ahí está el error, porque el Espíritu no es una abstracción: es un ser definido, limitado y circunscripto. El Espíritu encarnado en el cuerpo, constituye el alma; cuando lo deja a la muerte, no sale despojado de toda envoltura. Todos los Espíritus nos dicen que conservan la forma humana, y en efecto, cuando se nos aparecen es bajo la que nosotros les conocíamos. Observémosle atentamente en el momento en que acaban de dejar la vida; están en un estado de turbación; todo está confuso a su alrededor; ven su cuerpo sano o mutilado según el género de muerte; por otra parte se ven y se sienten vivir; alguna cosa les dice que este cuerpo le pertenece y no comprenden que estén separados de él. Continúan viéndose bajo su forma primitiva, y esta visión produce en algunos, durante cierto tiempo, una singular ilusión: la de creerse aún vivos: les falta la experiencia de su nuevo estado para convencerse de la realidad. Disipado este primer momento de turbación, el cuerpo viene a ser para ellos un vestido viejo, del cual se han despojado, y que no lo echan de menos; se sienten más ligeros y como desembarazados de un peso; no experimentan ya dolores físicos, y son muy felices en poder elevarse, recorrer el espacio así como lo hacían diferentes veces, viviendo en sueños (1). Sin embargo, a pesar de la ausencia del cuerpo, acreditan su personalidad; tienen una forma, pero una forma que no les molesta ni les embaraza; ellos, en fin, tienen la conciencia de su yo y de su individualidad. ¿Qué debemos deducir de todo esto? Que el alma no lo deja todo en la tumba, y que algo se lleva consigo.
- Del fluido universal de cada globo. De ahí que no sea idéntica en todos los mundos. Al pasar de un mundo a otro el Espíritu muda de envoltura, como cambiáis vosotros de vestimenta.
EL LIBRO DE LOS ESPÍRITUS
ENSAYO TEÓRICO SOBRE LA SENSACIÓN EN LOS ESPÍRITUS
257. El cuerpo, instrumento del dolor, es, sí no su causa primera, por lo menos, su causa inmediata. El alma tiene la percepción del dolor, percepción que es el efecto. El recuerdo que de él conserva, aunque puede ser muy penoso, no puede tener acción física. El frío y el calor no pueden, en efecto, desorganizar los tejidos del alma, que no puede helarse, ni abrasarse. ¿Por ventura no vemos cada día que el recuerdo o temor de un mal físico produce el mismo efecto que la realidad, ocasionando hasta la muerte? Todos sabemos que las personas a quienes se ha amputado un miembro continúan sintiendo el dolor en él, aunque no exista el miembro.
Ciertamente que no está localizado el dolor en aquél miembro ni que de él parte, sino que es el cerebro el que conserva la impresión. Puede creerse, pues, que sucede algo análogo en los sufrimientos del espíritu después de la muerte.
Un estudio más profundo del periespíritu, que tan importantes funciones desempeña en todos los fenómenos espiritistas, las apariciones vaporosas o tangibles, el estado del espíritu en el acto de la muerte, la idea tan frecuente de que vive aún, el sorprendente espectáculo de los suicidas, de los ajusticiados, de las personas que se han entregado a los goces materiales y otros muchos hechos, han venido a hacer luz en éste
asunto, dando lugar a las explicaciones cuyo resumen pasamos a dar.
¿Qué es el Periespíritu?
El periespíritu es el lazo que une el espíritu a la materia del cuerpo; lo tomamos del medio ambiente, del fluido universal, y participa a la vez de la electricidad, del fluidomagnético y hasta cierto punto de la materia inerte.
Pudiera decirse que es la quinta esencia de la materia. Es el principio de la vida orgánica; pero no el de la intelectual, ya que ésta reside en el espíritu.
Es, por otra parte, el agente de las sensaciones externas. Semejantes sensaciones están localizadas, en el cuerpo, en los órganos que les sirven de conductos. Destruido el cuerpo, las sensaciones se hacen generales, y he aquí por qué no dice el espíritu que la cabeza le duela más que los pies. Es preciso, además, no confundir las sensaciones delperiespíritu independiente ya, con las del cuerpo, que sólo podemos tomar como término decomparación y no cómo analogía. Desprendido el cuerpo, el espíritu puede sufrir, pero éste sufrimiento no es el del cuerpo, y sin embargo, no es un sufrimiento exclusivamente moralcómo el remordimiento, puesto que se queja de frío y de calor. La temperatura no lesimpresiona, puesto que no sufren más en invierno que en verano y puesto que hemos visto a algunos atravesar las llamas, sin experimentar sufrímiento alguno. El dolor que sienten no es, pues, físico propiamente dicho, sino un vago sentimiento íntimo del que no siempre se da perfecta explicación el mismo espíritu, precisamente porque el dolor no está localizado, ni es producido por agentes externos. Es más bien un recuerdo de la realidad; pero
recuerdo tan penoso como ésta. A veces, sin embargo, es más que un recuerdo, según vamos
a ver.
La experiencia nos enseña que, en el acto de la muerte, el periespíritu se desprende más o menos lentamente del cuerpo. Durante los primeros momentos, el espíritu no se explica su situación; no se cree muerto; se siente vivo; ve su cuerpo a un lado, sabe que le pertenece yno comprende que esté separado de él. Semejante estado dura mientras existe un lazo entre el cuerpo y el periespíritu. Un suicida nos decía: «No, no estoy muerto», y añadía: «Y, sin embargo, siento cómo me roen los gusanos». Ciertamente que los gusanos no roían el
periespíritu y menos aún el espíritu, sino el cuerpo. Pero como no era aún completa la
separación del cuerpo y del periespíritu, resultaba una especie de repercusión moral que letransmitía la sensación de lo que en el cuerpo se realizaba. Quizá repercusión no sea la palabra, porque podría dar la idea de un efecto demasiado material, y más bien la vista de lo que ocurría en su cuerpo, al que le ligaba el periespíritu, le producía una ilusión que tomaba
por la misma realidad. Así, pues, no era un recuerdo, porque, durante la vida, no había sido
roído de gusanos, sino el sentimiento de su estado actual. De éste modo se comprenderán las deducciones que pueden hacerse de los hechos, cuándo atentamente se les observa. Durantela vida, el cuerpo recibe las impresiones externas y las transmite al espíritu por mediación del periespíritu, que probablemente constituye lo que se llama fluido nervioso. Muerto el cuerpo,
nada siente, porque carece de espíritu y de periespíritu. Éste, separado del cuerpo,
experimenta la sensación; pero, como no la recibe por conducto limitado, se hace general la
sensación. Luego, como en realidad no es más que un agente de transmisión, pues que el
espíritu es el que siente, resulta que, sí pudiese existir un periespíritu sin espíritu, no sería
más sensible que el cuerpo después de muerto, del mismo modo que, sí el espíritu careciese
de periespírítu, sería inaccesible a las sensaciones penosas, lo cuál tiene lugar en los
espíritus totalmente purificados. Sabemos que, mientras más se purifican, más etérea se hace
la esencia del periespíritu, de donde se sigue que la influencia material disminuye a medida
que el espíritu progresa, es decir, a medida que el mismo periespíritu se hace menos grosero.
Pero, se dirá, las sensaciones gratas, como las desagradables, son transmitidas al espíritu
por el periespíritu, y sí el espíritu puro es inaccesible a las unas, debe serlo igualmente a las otras. Indudablemente que sí, respecto de las que provienen únicamente de la materia que
conocemos. El sonido de nuestros instrumentos y el perfume de nuestras flores no le causan
impresión alguna, y, sin embargo, existen en él sensaciones íntimas y de un indefinibleencanto del cuál ninguna idea podemos formarnos; porque en éste punto somos como losciegos de nacimiento respecto de la luz. Sabemos que existe; pero, ¿de qué modo? Hasta aquí
llega nuestra ciencia. Sabemos que existen en ellos percepciones, sensaciones, audición y
visión; que estás facultades son atributos de todo el ser, y no de una parte de éste, cómo
sucede en el hombre; pero volvemos a preguntarlo: ¿por qué medio? No lo sabemos. Los mismos espíritus no pueden explicarlo, porque nuestro idioma no está creado de modo que con él se expresen ideas de que carecemos, como en el de los salvajes no se encuentran
términos para expresar las de nuestras artes, ciencias y doctrinas filosóficas.
Al decir que los espíritus son inaccesibles a las impresiones de nuestra materia, queremos
hablar de espíritus muy elevados cuya envoltura etérea no tiene análoga en la tierrá. No
sucede lo mismo en los espíritus que tienen más denso el periespíritu, los cuáles perciben los
sonidos y olores terrestres, pero no por una parte limitada de su individuo, como cuándo vivían. Podría decirse que las vibraciones moleculares se hacen sentir en todo el ser, llegando así al sensorio común, que es el mismo espíritu, aunque de un modo diferente y quizá con diferente impresión, lo que produce una modificación en la percepción. Oyen el sonido de
nuestra voz y nos entienden sin embargo, sin el auxilio de la palabra, por la sola transmisióndel pensamiento. Y viene en apoyo de lo que decimos. el hecho de que la penetración es tanto
más fácil cuánto más desmaterializado está el espíritu. En cuánto a la vista es independiente
de nuestra luz. La facultad de ver es atributo esencial del alma, para la cuál no existe oscuridad; pero es más vasta y penetrante en los que están más purificados. Elalma o espíritu tiene, pues, en sí mismo la facultad de todas las percepciones. Durante la vida corporal están entorpecidas por la imperfección de nuestros órganos, y en la extra corporal disminuye semejante entorpecimiento, a medida que se hace más transparente la envoltura semimaterial.
Ésta envoltura que tomamos en el medio ambiente, varía según la naturaleza de los
mundos. Al pasar de uno a otro, los espíritus cambian de envoltura como nosotros de vestido,
al pasar del invierno al verano, o del polo al ecuador. Cuándo los espíritus más elevados
vienen a visitarnos, revisten, pues, el periesplritu terrestre, realizándose entonces sus percepciones cómo las de los espíritus vulgares; pero todos ellos, así los inferiores, cómo los
superiores, no oyen y sienten más que lo que quieren. Sin tener órganos sensitivos, pueden a
su gusto hacer que sus percepciones sean nativas o nulas, y sólo se ven obligados a oír una
cosa: los consejos de los espíritus buenos. La vista es siempre activa en ellos; pero mutuamente pueden hacerse invisibles los unos a los otros. Según el lugar que ocupan, pueden ocultarse a los que les son inferiores; pero no a los superiores. En los momentossubsiguientes a la muerte, la vista del espíritu está siempre turbada y confusa, aclarándose amedida que se desprende y puede adquirir la misma lucidez que durante la vida,independientemente de su penetración a través de los cuérpos que son opacos para nosotros.En cuánto a su extensión a través del espacio indefinido, así para el porvenir como para elpasado, depende del grado de pureza y elevación del espíritu.
Toda esta teoría, se dirá, no es muy tranquilizadora. Nosotros creíamos que una vez desprovistos de nuestra grosera envoltura, instrumento de nuestros dolores, no sufririamos más, y ahora nos venís con que aún habremos de sufrir, puesto que poco importa que sea de éste o de aquél modo, sí al fin y al cabo sufrimos. ¡Ah! Sí, aún podemos sufrir, y mucho y por
mucho tiempo; pero también podemos dejar de sufrir, hasta desde el momento de terminar ésta vida corporal.
Las sufrimientos de la tierra son a veces independientes de nosotros; pero en muchas
ocasiones son consecuencia de nuestra voluntad. Remontémonos a su origen, y se verá que el mayor número es consecuencia de causas que hubiésemos podido evitar. ¿Cuántos males,
cuántas dolencias no debe el hombre a sus excesos, a su ambición, a sus pasiones, en una palabra? El hombre que siempre viviese sobriamente, que hubiese sido siempre sencillo en sus gustos modesto en sus deseos, se evitaría no pocas tribulaciones. Lo mismo sucede al
espíritu, cuyos sufrimientos son siempre producto del modo cómo ha vivido en la tierra.
Ciertamente no padecerá de gota y reumatismo; pero tendrá otros sufrimientos que no le van en zaga. Hemos visto que éstos son resultados de los lazos que aún existen entre él y la materia; que mientras más se desprende de ella, o de otro modo, que míentras más
desmaterializado está, menos sensaciones penosas experimenta, dependiendo de él, por lo tanto, librarse de semejante influencia desde ésta vida. Tiene su libre albedrío, y, por consiguiente, la elección de hacer o dejar de hacer. Que domine sus pasiones animales; que
no tenga odio, ni envidia, ni celos, ni orgullo; que no se deje dominar por el egoísmo; que purifique su alma con buenos sentimientos; que practique el bien y que no dé a las cosas de éste mundo más importancia de la que merecen, y entonces, hasta bajo la envoltura corporal,
estará purificado y desprendido de la materia, y al separarse de ella no sufrirá su influencia.
Los padecimientos físicos que haya experimentado no le dejarán recuerdo alguno penoso, no le quedará de ellos impresión alguna desagradable; porque sólo al cuerpo, y no al espíritu, habrán afectado. Se considerará feliz al verse libre de aquelía envoltura, y la tranquilidad de la conciencia le emancipará de todo sufrimiento moral. Hemos interrogado sobre el particulara mil y mil, que han pertenecido a todos los órdenes sociales, a todas las posiciones de lasociedad; los hemos estudiado en todos los períodos de su vida espiritista, desde el acto de lamuerte; paso a paso los hemos seguido en la vida de ultratumba para observar los cambiosque en ellos se operan, así en sus ideas como en sus sensaciones, y sobre semejante asunto, noson los hombres vulgares los que nos han proporcionado los puntos de estudio menos
preciosos. Y siempre hemos observado que los sufrimientos están en relación de la conducta,
cuyas consecuencias experimentan, y qué aquella nueva existenciá es origen de inefable dicha
para los que han seguido el buen camino, de don-de se deduce que los que padecen, es porqueasí lo han querido y que sólo a ellos debe culpárse, así en éste como en el otro mundo.
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Recordar...
[(...) El Periespíritu es la quinta esencia de la materia. Es el principio de la vida orgánica; pero no el de la intelectual, ya que ésta reside en el espíritu.]
El periespíritu es el lazo que une el espíritu a la materia del cuerpo; lo tomamos del medio ambiente, del fluido universal, y participa a la vez de la electricidad, del fluido magnético y hasta cierto punto de la materia inerte. Pudiera decirse que es la quinta esencia de la materia. [Tierra, Agua, Fuego, ] Es el principio de la vida orgánica; pero no el de la intelectual, ya que ésta reside en el espíritu. Es, por otra parte, el agente de las sensaciones externas. Semejantes sensaciones están localizadas, en el cuerpo, en los órganos que les sirven de conductos.
Destruido el cuerpo, las sensaciones se hacen generales, y he aquí por qué no dice el espíritu
que la cabeza le duela más que los pies. Es preciso, además, no confundir las sensaciones del periespíritu independiente ya, con las del cuerpo, que sólo podemos tomar como término decomparación y no como analogía.
Desprendido el cuerpo, el espíritu puede sufrir, pero éste sufrimiento no es el del cuerpo, y sin embargo, no es un sufrimiento exclusivamente moral como el remordimiento, puesto que se queja de frío y de calor. La temperatura no les impresiona, puesto que no sufren más en invierno que en verano y puesto que hemos
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1°: el cuerpo material, semejante al cuerpo de los animales.
2°: el Espíritu encarnado en el cuerpo.
3°: el lazo que une el Espíritu con el cuerpo.
- El Evangelio Según El Espiritismo, Allan Kardec
- El Libro de Los Espíritus, Allan Kardec
- Extraido de : "Libro: 52 Lecciones de Doctrina Espirita para la Niñez" He aqui la leccion #23 para principiantes. y una de las 52 lecciones publicadas por la Federacion Espirita Juvenil Argentina. Esta es una definicion simple del Periespiritu. Lección N° 23 Publicado por la Federacion de Espiritista Española y Con este volumen la FEDERACIÓN ESPÍRITA JUVENIL ARGENTINA (F.E.J.A.),
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