Reflexión Final:
El cometer suicidio, es un acto reprobable que está bien definido en la Codificación Espírita como un acto contrario al proceso normal de progreso espiritual. Aunque el suicida trate de justificarse, no es aceptable como una salida de un problema en la vida. Esta reflexión no pretende justiciar al suicida, pero si lograr al menos en comunicarle al espíritu turbado y errático que debe ascender en búsqueda de continuar su camino espiritual, donde en su momento deberá enfrentar las consecuencias de su error mediante su arrepentimiento. El espíritu suicida como cualquier otro espíritu que ha desencarnado, deberá continuar con evolución de acuerdo a las reglas ya determinadas por Dios. No nos compete a ningún encarnado, ni pasar juicio, ni determinar los pasos necesarios a fin de que ese espíritu turbado pueda continuar su camino.
El Libro de Los Espíritus, nos habla a partir de la sección #947 en adelante a continuación:
Ítem #947. El hombre que está en lucha contra la necesidad y que se deja morir de desesperación, ¿puede ser considerado un suicida?
- Se trata, sí, de un suicida, pero los causantes del mismo, o que hubieren podido impedirlo, son más culpables que él, a quien aguarda la indulgencia. Con todo, no vayáis a creer que será absuelto por completo si careció de firmeza y de perseverancia y si no echó mano de toda su inteligencia para salir del pantano. Desventurado de él, sobre todo, si su desesperación nacía del orgullo. Quiero decir, si era uno de esos hombres en quienes el orgullo paraliza los recursos del intelecto, que se ruborizarían si debieran su subsistencia al trabajo de sus manos, y que optan por morir de inanición antes que abdicar de lo que ellos titulan su posición social. ¿No hay acaso cien veces más grandeza y dignidad en luchar contra la adversidad, desafiando la crítica de un mundo fútil y egoísta, que sólo demuestra buena voluntad hacia aquellos que de nada carecen, y os da la espalda tan pronto como necesitáis de él? Sacrificar la propia vida por el qué dirán de esa sociedad es cosa estúpida, porque no tiene objeto alguno proceder así.
Ítem #948. El suicidio que se propone por finalidad huir de la vergüenza de una mala acción, ¿es tan reprensible como el motivado por la desesperación?
- El suicidio no borra la falta en que se haya incurrido. Antes bien, al quitarse la vida, ha cometido dos faltas en vez de una sola. Cuando se tuvo valor para hacer el mal, hay que tenerlo también para sufrir sus consecuencias. Dios juzga, y según la causa, puede en ocasiones atenuar sus rigores.
Ítem #949. ¿Es excusable el suicidio cuándo se propone por objeto impedir que la vergüenza recaiga sobre los hijos o la familia?
- El que obre de esta manera no procede correctamente, aunque crea hacerlo, y Dios lo tomará en cuenta, porque se trata de una expiación que a sí mismo se impone. Disminuye su falta por la intención que lo inspira, pero no por ello deja de cometerla. Además, abolid los abusos de vuestra sociedad y vuestros prejuicios, y no tendréis ya suicidios.
- Kardec comentó: El que se quita la vida para sustraerse a la vergüenza de una mala acción en que ha incurrido, demuestra que tiene en más la estima de los hombres que la de Dios, porque va a rein-gresar a la vida espiritual cargado de sus iniquidades, y se ha privado de los medios de rescatarlas en esta misma existencia. Muchas veces Dios es menos inexorable que los hombres. Perdona el arrepentimiento sincero y toma en cuenta la reparación. Pero el suicidio nada repara…
950. ¿Qué pensaremos de aquel que se quita la vida con la esperanza de llegar más pronto a una existencia mejor?
- ¡Otra locura! Practique el bien y estará más seguro de alcanzarla. Porque de aquella manera retrasa su entrada en un mundo mejor y él mismo pedirá después volver aquí para terminar esa existencia que tronchó debido a una idea falsa. Una culpa, sea cual fuere, no abre jamás el santuario de los elegidos.
951. El sacrificio de la propia vida ¿no es meritorio, a veces, cuando se propone el fin de salvar la de otros o de ser útil a sus semejantes?
- Esto es sublime, según la intención, y el sacrificio de su vida no constituye un suicidio. Pero Dios se opone a un sacrificio inútil y no puede verlo con agrado si está manchado por el orgullo. Un sacrificio sólo es meritorio por el desinterés, y el que lo realiza tiene a veces una segunda intención que menoscaba su valor a los ojos de Dios.
- Kardec Comentó: Todo sacrificio hecho a expensas de la propia felicidad es un acto soberanamente meritorio a los ojos de Dios, porque representa la práctica de la ley de caridad. Ahora bien, siendo la vida el bien terreno que el hombre más aprecia, el que renuncie a ella en pro de sus semejantes no comete atentado: cumple un sacrificio. Pero, antes de realizarlo, debe reflexionar sobre si su vida no puede ser más útil que su muerte.
952. El hombre que perece víctima del abuso de pasiones que sabe que acelerarán su fin, pero a las cuales no puede dominar, porque el hábito las ha convertido en él en verdaderas necesidades físicas, ¿comete suicidio?
- Es un suicidio moral. ¿No comprendéis que en esa circunstancia el hombre resulta doblemente culpable? Hay en él falta de valor tanto como bestialidad y, además, olvido de Dios.
952 a. ¿Es culpable en mayor o menor grado que aquel otro que se quita la vida por desesperación?
- Culpable en grado mayor, por cuanto ha tenido tiempo de razonar su suicidio. En aquel que lo comete instantáneamente hay a veces una especie de extravío que se asemeja a la locura. El otro, en cambio, será castigado mucho más, pues las penas están siempre proporcionadas a la conciencia que se tenga de las faltas cometidas.
953. Cuando una persona ve ante sí una muerte inevitable y terrible, ¿es culpable de abreviar en algunos instantes sus padecimientos apelando a un fin voluntario?
- Siempre se es culpable de no aguardar el término fijado por Dios. Pero, además, ¿se está enteramente seguro de que haya llegado ese término, a pesar de las apariencias? ¿No se podría recibir un inesperado socorro en el instante postrero?
953 a. Se concibe que en circunstancias ordinarias sea censurable el suicidio, pero, supongamos un caso en que la muerte sea inevitable y la vida sólo es acortada en unos pocos momentos…
- Se trata siempre de una falta de resignación y de sumisión a la voluntad del Creador.
953 b. En tal caso, ¿qué consecuencias tiene esa acción?
- Una expiación proporcionada a la gravedad de la falta, según las circunstancias, como siempre.
954. Una imprudencia que comprometa innecesariamente la vida ¿es reprobable?
- No existe culpabilidad cuando no ha habido intención o conciencia positiva de hacer el mal.
955. Las mujeres que en ciertos países se inmolan voluntariamente arrojándose al fuego en que arden los despojos de sus difuntos maridos, ¿pueden ser conceptuadas suicidas, y sufrirán las consecuencias de tal acto? la mayoría de ellas, así como en su ignorancia. Con la civilización irán desapareciendo esas costumbres bárbaras y estúpidas. Allan Kardec cuenta todavía en el número de lo vivientes. (Ver parágrafos 155 y 165).
- Kardec Comentó: La relación que persiste entre el Espíritu y el cuerpo produce en algunos suicidas una especie de repercusión del estado del cuerpo sobre el Espíritu, el cual siente así, a pesar suyo, los efectos de la descomposición de la materia, que le hacen experimentar una sensación llena de angustias y de horror, y ese estado podrá prolongarse por tanto tiempo cuanto debiera haber durado la vida que ellos han interrumpido. Tal efecto no es general. Pero en ningún caso el suicida se halla libre de las consecuencias de su falta de valor, y tarde o temprano expiará su culpa, de una manera u otra. Así pues, ciertos Espíritus, que habían sido muy infelices en la Tierra, declararon haberse suicidado en su existencia anterior, y también haberse sometido voluntariamente a nuevas pruebas para intentar sobrellevarlas con más resignación. En algunos, se trata de una especie de apego a la materia, de la que en balde tratan de desembarazarse para volar hacia mundos mejores, pero cuyo acceso les está impedido. En la mayoría de ellos sobreviene la pena de haber hecho algo inútil, puesto que no experimentan con eso más que desilusión.
155. ¿Cómo se opera la separación del alma y el cuerpo?
- Habiéndose roto los vínculos que la retenían, ella se desprende.
155 a. La separación ¿se lleva a efecto de manera instantánea, por una transición brusca? Entre la vida y la muerte ¿hay una línea de demarcación netamente trazada?
- No. El alma se desprende en forma gradual, no escapa como un pájaro cautivo que ha sido devuelto súbitamente a la libertad. Los dos estados se tocan, confundiéndose. Así, el Espíritu se desprende poco a poco de sus ataduras: éstas se sueltan, no se quiebran.
Durante la vida el Espíritu se halla ligado al cuerpo por su envoltura semi-material, o periespíritu. La muerte destruye sólo al cuerpo y no a esa segunda envoltura, la cual se separa del cuerpo cuando cesa en éste la vida orgánica. La observación ha probado que en el proceso de la muerte el desprendimiento del periespíritu no se opera súbitamente por completo. Sólo se realiza en forma gradual y en un plazo muy variable, según los individuos. En algunos es bastante rápido, y se puede afirmar que tal proceso de liberación, se cumple en unas pocas horas. Pero en otros –sobre todo en aquellos cuya vida ha sido enteramente material y sensual- el desprendimiento es mucho menos rápido y en ocasiones se prolonga por días, semanas y hasta meses, lo que no implica que haya en el cuerpo la menor vitalidad ni la posibilidad de un retorno a la vida, sino que persiste una simple afinidad entre el cuerpo y el Espíritu, afinidad que siempre se halla en relación con la preponderancia que el Espíritu dio a la materia en el transcurso de la vida. En efecto, es razonable pensar que cuanto más se haya identificado el Espíritu con la materia tanto más laborioso le será el separarse de ella, mientras que la actividad intelectiva y moral y la elevación de pensamientos operan un principio de desprendimiento, incluso durante la vida del cuerpo, y cuando llega la muerte, la separación es rápida. Este es el resultado de los estudios hechos sobre todos los individuos observados en el momento de la muerte. Esas observaciones prueban, inclusive, que la afinidad que en algunas personas subsiste entre el alma y el cuerpo es a veces sobremanera penosa, por cuanto el Espíritu puede sentir el horror de la descomposición de la materia. Este caso es excepcional y propio de ciertos géneros de vida y de algunos tipos de muerte. Se presenta en ciertos suicidas.
165. El conocimiento del Espiritismo ¿ejerce influencia sobre la duración más o menos prolongada de la turbación?
- Una influencia muy grande, por cuanto el Espíritu comprende de antemano su situación. Pero, lo que más influye es la práctica del bien y la conciencia pura.
En el momento de la muerte todo es al principio confuso. Hace falta al alma algún tiempo para recobrarse. Se halla como aturdida, al igual que el estado de un hombre que saliera de un sueño profundo y que tratara de darse cuenta de su situación. La lucidez de las ideas y el recuerdo del pasado le vuelven conforme se va borrando el influjo de la materia de que acaba de desembarazarse, y a medida que se disipa la especie de niebla que oscurece sus pensamientos.
La duración de la turbación que sigue a la muerte es muy variable. Puede ser de unas pocas horas como de varios meses, y hasta de muchos años. Aquellos en quienes es más breve son los que se han identificado en vida con su estado futuro, por cuanto comprenden de inmediato su situación.
La turbación presenta circunstancias particulares, de acuerdo con el carácter de cada individuo y, sobre todo, según el tipo de muerte experimentada. En las violentas, producidas por suicidio o suplicio, accidente, apoplejía o heridas, etcétera, el Espíritu se encuentra sorprendido, asombrado, y no cree haber muerto. Así lo sostiene con terquedad. No obstante, ve su cuerpo, sabe que ese cuerpo es el suyo, y no comprende que se haya separado de él. Acude junto a las personas a quienes profesaba afecto, les habla y no comprende por qué ellas no le oyen. Esa ilusión dura hasta que el desprendimiento del periespíritu se ha consumado. Sólo entonces el Espíritu se recobra y comprende que ya no forma parte de los vivientes. Este fenómeno se explica con facilidad. Sorprendido de improviso por la muerte, el Espíritu está aturdido por el brusco cambio que en él se ha operado. Para él, la muerte sigue siendo sinónimo de destrucción, de aniquilamiento. Ahora bien, como quiera que piense, ve y entiende, en su opinión no está muerto. Lo que aumenta su ilusión es que se ve dueño de un cuerpo similar al anterior, por su forma, pero cuya etérea naturaleza no ha tenido todavía tiempo de estudiar. Lo cree sólido y compacto como lo era el primero, y cuando se le llama la atención sobre este punto se asombra de no poder palparlo. Este fenómeno es análogo al de los sonámbulos noveles, que no creen estar dormidos. Para ellos, el sueño es sinónimo de suspensión de las facultades. Y puesto que piensan libremente y ven, en su concepto no se hallan dormidos. Algunos Espíritus presentan esta particularidad, aun cuando la muerte no los haya sorprendido en forma imprevista. Pero sigue siendo una particularidad más general en aquellos que, aunque enfermos, no pensaban que morirían. Se ve entonces el singular espectáculo de un Espíritu que asiste a su funeral como si se tratara del de un extraño, y hablando de él como de una cosa que no le concierne, hasta el momento en que comprende la verdad.
La turbación que sigue a la muerte no tiene nada de penoso para el hombre de bien. Es tranquila y semejante en todo a la que acompaña a un despertar apacible. En cambio, para aquel cuya conciencia no es pura, está llena de ansiedad y de angustias, que aumentan a medida que va comprendiendo su situación.
En los casos de muerte colectiva se ha observado que todos los que perecen al mismo tiempo no siempre se vuelven a ver de inmediato. En la turbación que sigue a la muerte, cada cual va por su lado, preocupándose tan sólo de aquellos que le interesan.
La religión, la moral y todas las filosofías condenan el suicidio como contrario a la ley natural. Todas ellas nos dicen, en principio, que no nos asiste el derecho de abreviar voluntariamente nuestra propia vida. Pero, ¿por qué no tenemos ese derecho? ¿Por qué no somos libres de poner término a nuestros sufrimientos?
Estaba reservado al Espiritismo demostrar, con el ejemplo de los que sucumbieron a él, que el suicidio no es sólo una falta en cuanto constituye infracción a una ley moral, consideración ésta que para algunos individuos es de poco peso, sino un acto estúpido, pues nada se gana con él, sino todo lo contrario. Y no es la teoría la que nos lo enseñe, son los hechos que el Espiritismo pone ante nuestros propios ojos. 127
127 El argumento espírita contra el suicidio no es sólo moral, como se observará, sino también biológico, afirmándose en el principio de ligazón entre el Espíritu y el cuerpo. La muerte, como fenómeno natural, tiene sus leyes, las cuales el Espiritismo descubrió por medio de una rigurosa investigación. El sufrimiento del suicida se produce por la arbitraria violación de esas leyes: Es como arrancar por la fuerza una fruta verde del árbol. Las estadísticas demuestran que la incidencia del suicidio es mayor en los países y las épocas en que la ambición y el materialismo se acentúan, provocando más abusos y la excitación de las pasiones. La falta de una organización social justa y de una educación para todos es la causa de los crímenes y los suicidios. Véase al final de parágrafo 949: “… abolid los abusos de vuestra sociedad y vuestros prejuicios, y no tendréis ya suicidios”. [N. de J. H. Pires.]
Definido bien el asunto del Suicidio de acuerdo a la Codificación Espírita, me reitero en que aquellas personas que optan por privarse de la vida por un acto suicida, deberán acarrear su culpa mediante la expiación de sus almas inmortales de acuerdo al proceso reencarnatorio. Pero bajo ninguna circunstancias estarán destinados a sufrir un tormento eterno en un lugar definido por los sistemas religiosos como el infierno eterno. Eso ni es cierto ni tiene base en el concepto de un Dios inmensamente bueno y perfecto.
Hablarles a esos espíritus desencarnados, orar por ellos e indicarle que deben arrepentirse es lo correcto en cuanto a compasión y también como cura de las tristezas ocasionadas por este acto, en familiares y amigos. Es además, nuestra responsabilidad en cuanto a la Moralización de los Espíritus se refiere que es parte de la práctica del Bien Común. Hablo de esto por las experiencias vividas.
Tuve la oportunidad, hace varios años atrás con una persona que acaba de conocer y parte de una familia de amigos que quiero mucho. Compartí con él en una navidad hasta unos días antes que decidiera quitarse la vida. En los últimos momentos, a escasamente días de tomar esta terrible decisión, Dedique varias horas donde me mostró rasgos de su vida que me parecieron como unos gritos de expresar los logros que había obtenido, como fruto de sus manos.
Observe su trabajos manuales que para el eran de mucho valor, pinturas hechas por él mismo. Dedique varias horas a ver lo que él tenía que compartir conmigo. Notaba que a pesar de pertenecer a una familia muy jovial y numerosa, en donde la soledad aparentaba no ser un problema, sí; él estaba solo con sus pensamientos. Cada cual tenía sus intereses, sus parejas, sus hijos para disfrutar y él de frente con sus fracasos sentimentales y sus frustraciones.
Un cuadro típico y muy común que los suicidas se encuentra, que son los grandes fracasos y decepciones en la vida y que no los saben canalizar. Cada cual vive su vida, sin considerar el entorno, sin considerar que a veces debemos pensar un poquito más en aquellos que son nuestros familiares y amigos que pasan en silencio muchas luchas, que los espíritus impuros aprovechan para obsesionar a que sus víctimas, opten por privarse de sus vidas. El poder visualizar estas situaciones, es actuar en Bien Común, también. La última noche que compartí con él, pude ver lo tierno de su corazón y sus ansias de decir a todos, estoy aquí. Bueno, pasados 3 días después de ese encuentro, me llamaron y me notificaron que él se había privado de su vida.
Con mucha tristeza, acompañe la familia en su pesar. En los momentos de reunión familiar, Andrés, el director de la Escuela Espírita a la cual pertenezco había sido invitado a que le hablara a la familia, fue en ese instante que conocí esta noble Filosofía de Vida. El mensaje sencillo de Andrés se limitó a consolar la familia y a indicar que si podíamos hacer mucho en estos momentos con el espíritu de la víctima, y era hablarle e indicarle que lo que había cometido no había sido lo correcto, que ese acto de suicidio además de ocasionar tristeza a los familiares le ocasionaban a él muchos más problemas en su desarrollo espiritual, pero era posible que esa Alma desencarnada y perturbada lograra arrepentirse y continuar hacia la luz. Aprendí lo que era la compasión por primera vez dirigida a los espíritus desencarnados. Aprendí que esos espíritus desencarnados, aún se les podía hablar y orientar. Que un acto de amor era el no olvidarlos, pero tratarlos con decoro y mucha compasión. Me dí cuenta que lo que las religiones me habían presentado, era un velo de dogmas y de acusaciones a los que cometían suicidio. No sabía qué pasaría con su alma, si iba a ser dirigida a un Valle de personas Suicidas, como se ha estado diciendo, pero que no aparece descrito en nuestra Codificación Espírita.
Solo sabía, que no era cuestión de rezos y ni letanías, ni lloros, sino de hablarle a esa alma desencarnada y EDUCARLA, eso es la esencia de lo que significa la Moralización de los espíritus desencarnados. Me dió tanta alegría saber que el Alma era Inmortal y que la vida no se extinguía al momento de la muerte orgánica. Varios días después de este suceso, me tocó regresar a Estados Unidos, a mi casa. Casi me olvidé del asunto, excepto en saber que los padres desconsolados no podían superar la gran tristeza de la pérdida de su hijo, y tal vez los pensamientos de culpa los asediaban y era en ocasiones tema de discusión familiar. ¡Si hubiera estado cerca de él, tal vez!!!! , todos sollozaban todavía al cabo de varios meses de este suceso.
Bueno yo estaba empezando en el Espiritismo, me había introducido de lleno en las lecturas de los libros y las disfrutaba como no tienes idea. Una madrugada, en una de mis meditaciones, este amigo se me presentó en un sueño, aún no he podido determinar cómo fue, pero claramente de una manera muy jovial y con mucha alegría me dijo, “Frank estoy bien, quiero que le des este mensaje a Papi y a Mami, dile que me disculpen por haberlos hecho sufrir tanto este ano, pero que no lloren más porque me dirijo a la luz.” Noté una sonrisa muy linda y mucho entusiasmo. Precisamente en una semana yo planeaba regresar de vacaciones a Puerto Rico, pero me motivó mucho más el saber que tenía un mensaje para esa familia aun desconsolada. Lleve mi mensaje con mucho regocijo, pero me quede muy sorprendido, porque la familia, primero no podían creer que a mí, a un desconocido había recibido ese mensaje que no era acorde con lo que todos decían que él se suponía estuviera, que era en otro lugar penando y sufriendo, pues esa es la posición como sabemos lo ven los religiosos. Nada de compasión por el alma desencarnada, pues nada se podía hacer según la iglesia.
Presente mi mensaje, y logré captar la atención de la familia, y cuando me argumentaban que eso no era posible, porque se les había dicho que él tenía que pagar por haberse suicidado, yo les conteste lo siguiente: ¿Y quiénes somos nosotros para juzgar algo que le toca a Dios decidir? ¿Por qué teníamos que dudar que a través de esas conversaciones con esta alma desencarnada, se había podido lograr que encontrará la luz? No me refería en mis argumentos a la familia si el Alma desencarnada tenía que pagar o no por su falta, pues se sabe que lo hizó mal. Yo les estaba hablando de que este espíritu desencarnada me dio un mensaje de esperanza, y que hacia lógica a que nuestros esfuerzos de Moralizar su espíritu, hablándole y aconsejándolo, había dado sus frutos.
Di mi mensaje, y efectivamente todo mejoró, ya no tenían tan cercano su recuerdo. Pude entender que el motivo de tanta tristeza que duró un año, se debía a que el espíritu había estado en los entornos durante todo ese tiempo, y que esto ocasionaba que la familia no se pudiera reponer de esta tragedia. Doy gracias a Dios, por haber tenido esta experiencia, que a pesar de que surgió con una pérdida humana de un ser querido, su alma pudo elevarse.
Ahora, bien en este articulo no pretendo bajo ninguna circunstancia justificar la acción de un suicida, ni tampoco pretendo intervenir sobre lo que muchos consideran debe ser el camino de un suicida en el mundo espiritual, no soy quien para evaluar eso. Si va o no a un Valle, llamado el Valle de los Suicidas, No es mi propósito poner en duda eso.
Pero creo firmemente en la Moralización de los Espíritus Desencarnados, y mientras yo pueda utilizar mis facultades Mediúmnicas y que logre tener contacto con cualquier espíritu sufriente, siempre lo trataré de moralizar. Ese es el fruto del Bien Común que he aprendido por medio de mi moralización. El consolar a los deudos, el mostrar un lado compasivo y de apoyo a los familiares y amigos, logrará un cambio radical en el concepto del arrepentimiento, que siempre tendrá lugar como parte del proceso evolutivo de las almas encarnadas o desencarnadas.
Concluyo definiendo el arrepentimiento tanto en el mundo corpóreo como en el espiritual, para lo cual incluyo lo que nos dice El Libro de Los Espíritus:
El Libro de Los Espíritus
VI.- Expiación y Arrepentimiento
990. El arrepentimiento ¿tiene lugar en el estado corporal o en el espiritual?
- En este último. Pero puede también sobrevenir en el estado corpóreo, cuando comprendéis bien la diferencia existente entre el bien y el mal.
991. ¿Qué consecuencia tiene el arrepentimiento en el estado espiritual?
- El deseo de una nueva encarnación con el objeto de purificarse. El Espíritu comprende las imperfecciones que lo privan de la dicha, de ahí que aspire a una nueva vida, en la que podrá reparar sus faltas. (Véanse los parágrafos 332 y 975).
992. Y ¿qué resultado reporta el arrepentimiento en el estado corporal?
- Adelantar, ya en la vida presente, si se tiene tiempo de rescatar culpas. Cuando la conciencia formula un reproche y muestra una imperfección, puede siempre mejorarse.
993. ¿No hay seres humanos que sólo poseen el instinto del mal y son inaccesibles al arrepentimiento?
- Te dije que se debe progresar sin tregua. El que en la presente existencia no tiene más que el instinto del mal, poseerá el del bien en una vida futura, y por esto precisamente renace muchas veces. Porque es menester que todos adelanten y alcancen la meta; sólo que unos lo harán en más corto lapso, otros, en cambio, en un período más prolongado, conforme a sus deseos. El que sólo posee el instinto del bien ya está depurado, pues ha podido tener el del mal en una existencia anterior. (Ver párrafo 894).
994. El hombre perverso, que no ha reconocido de ninguna manera sus faltas en el transcurso de su vida ¿las admite siempre después de su muerte?
- Sí, siempre las reconoce, y entonces sufre más porque siente todo el mal que ha hecho o del que ha sido causante voluntario. Sin embargo, no en todos los casos el arrepentimiento es inmediato. Hay Espíritus que se empecinan en seguir el falso camino a despecho de sus sufrimientos. Pero, tarde o temprano admitirán haber tomado por una ruta equivocada, y sobrevendrá en ellos el arrepentimiento. Para iluminarlos trabajan los buenos Espíritus, y también podéis hacerlo vosotros mismos.
995. ¿Existen Espíritus que, sin ser malos, sean indiferentes en lo que toca a su suerte?
- Espíritus hay que no se ocupan en nada útil. Permanecen a la expectativa. Pero padecen, en tal caso, en forma proporcional. Y como quiera que en todo debe operarse un progreso, éste es impulsado en ellos por medio del dolor.
995 a. ¿No experimentan el deseo de acortar sus sufrimientos?
- Sí, sin lugar a dudas, pero no poseen energía bastante para querer aquello que podría aliviarlos. ¿Cuántas personas tenéis, entre vosotros, que prefieren morir en la miseria antes que trabajar?
996. Puesto que los Espíritus ven el mal que resulta para ellos de sus imperfecciones ¿cómo se explica que haya entre ellos quienes agraven su situación y prolonguen su estado de inferioridad cometiendo el mal mientras son Espíritus desencarnados, y apartando a los hombres del camino recto?
- Los que así se comportan son aquellos cuyo arrepentimiento es tardío. El Espíritu arrepentido puede más tarde dejarse arrastrar de nuevo a la senda del mal por otros Espíritus todavía más atrasados que él. (Ver párrafo 971).
997. Vemos que ciertos Espíritus, cuya inferioridad es notoria, son accesibles a los buenos sentimientos y se conmueven por las plegarias que se hacen en su beneficio. ¿Cómo explicar, entonces, que otros Espíritus, que debiéramos suponer más esclarecidos, manifiesten un empedernimiento y un cinismo a toda prueba?
- La oración sólo produce efecto cuando se pronuncia en favor del Espíritu que se ha arrepentido. Aquellos otros que, impulsados por el orgullo, se sublevan contra Dios y persisten en sus extravíos, exagerándolos incluso, como algunos Espíritus desventurados lo hacen, ningún beneficio obtienen con la plegaria, y no lo tendrán hasta el día en que un atisbo de arrepentimiento se haya manifestado en ellos. (Véase el parágrafo 664).
Comentario: No debemos echar al olvido que el Espíritu, después de la muerte del cuerpo, no se transforma de súbito. Si su vida ha sido censurable, ello se debe a que era imperfecto, y la muerte no lo torna perfecto en forma inmediata. Puede persistir en sus yerros, en sus falsas opiniones, en sus prejuicios, hasta que se haya esclarecido mediante el estudio, la reflexión y el dolor.
998. La expiación ¿se cumple en el estado corporal, o en el de Espíritu?
- Se cumple durante la existencia corpórea por medio de las pruebas a que se ha sometido el Espíritu, y en la vida espiritual, por los padecimientos morales propios de su estado de inferioridad.
999. El arrepentimiento sincero en el curso de la vida ¿es suficiente para borrar las culpas y obtener la gracia de Dios?
- El arrepentimiento ayuda al Espíritu a mejorarse, pero el pasado debe ser expiado.
999 a. Según esto, si un criminal argumenta que, visto que de cualquier modo debe expiar su pasado no necesita arrepentirse, ¿qué resultaría de ello para él?
- Si se endurece en la idea del mal, su expiación será prolongada y penosa.
1000. ¿Podemos, ya en la vida presente, rescatar nuestras culpas?
- Sí, reparándolas. Pero no creáis que las rescataréis tan sólo con unas pocas privaciones pueriles o legando a los demás vuestros bienes, para después de vuestra desencarnación, cuando ellos no los necesitéis. Dios no toma en cuenta en manera alguna un arrepentimiento estéril, siempre fácil y que no cuesta otro esfuerzo que el de golpearse el pecho. Perder el dedo meñique mientras se presta un servicio borra más culpas que el tormento del cilicio sufrido a lo largo de los años, sin otro objetivo que el bien de sí mismo. (Ver párrafo 726).
726. Si los sufrimientos de este mundo nos elevan según el modo como los soportemos, ¿nos elevamos también por aquellos otros que nos creamos voluntariamente?
- Los únicos padecimientos que elevan son los naturales, porque proceden de Dios. Los sufrimientos voluntarios no sirven para cosa alguna cuando no hacen nada por el bien de los demás. ¿Crees que los que acortan su vida mediante rigores sobrehumanos, como lo hacen los bonzos, faquires y algunos fanáticos de tantas sectas, adelantan en su camino? ¿Por qué no trabajan, más bien, en pro de sus semejantes? Vistan al indigente, consuelen al que llora, ayuden al enfermo, soporten privaciones para alivio de los desdichados, y entonces sí su vida será útil y agradable a Dios. Cuando, en los dolores voluntarios que arrastramos, sólo pensamos en nosotros mismos, es egoísmo. Si se sufre por el prójimo, en cambio, es caridad. Tales los preceptos de Cristo.
El mal sólo es rescatado por el bien, y la reparación no reviste ningún mérito si no afecta al hombre ni en su orgullo ni en sus intereses materiales.
¿De qué le vale, para su justificación, el restituir después de su muerte los bienes mal habidos, cuando ya le son inútiles y les ha sacado provecho?
¿De qué le vale privarse de algunos placeres fútiles y unas pocas cosas superfluas, si la injusticia que ha cometido contra otros sigue siendo la misma? ¿De qué le vale, por último, humillarse ante Dios si sigue siendo orgulloso ante los hombres? (Véanse los parágrafos 720 y 721).
1001. ¿No hay ningún mérito en asegurarnos de que, después de nuestra muerte, los bienes que hayamos dejado tengan un destino útil?
- “Ningún mérito” no constituye la expresión exacta. Siempre es mejor proceder así que no hacer nada al respecto. Pero la desgracia estriba en que, aquel que sólo da al morir, con frecuencia es más egoísta que generoso. Quiere tener el honor de haber hecho bien, sin tomarse el trabajo necesario para ello. En cambio, quien se prive en vida tiene un doble beneficio: el mérito de haberse sacrificado y el placer de ver a los que son felices merced a él. Mas el egoísmo, presente siempre, le dice: “Lo que das es otro tanto que quitas a tus goces”. Y como el egoísmo grita con más fuerza que el desinterés y la caridad, el hombre se guarda para sí sus bienes con el pretexto de que ha de proveer a sus necesidades y a las existencias propias de su posición. ¡Ah!, ¡deplorad a aquel que no conoce el placer de dar! Porque en verdad ha sido desheredado de uno de los más puros y dulces deleites que existan. Al someterlo Dios a la prueba de la fortuna, tan resbaladiza y peligrosa para su porvenir, ha querido otorgarle a título de compensación la dicha de la generosidad, de la que puede disfrutar ya en la Tierra. (Ver párrafo 814).
1002. ¿Qué debe hacer aquel que, in articulo mortis131, reconoce sus culpas pero no tiene tiempo de repararlas? En tal caso, ¿basta con que se arrepienta?
- El arrepentimiento acelera su rehabilitación, pero no lo absuelve. ¿No tiene ante él lo por venir, que no le es cerrado jamás?
131 “In articulo mortis”, locución latina que significa “antes de morir”. [N. del copista]
Los Espiritas logramos realizarnos como seres humanos sensibles al dolor humano y nos identificamos con los pesares de los demás. Logramos activar la compasión humana y a pesar de nuestra convicción que nuestras almas son inmortales y que los pesares de hoy son pasajeros, no nos podemos desprender la humanidad inherente.
Entonces si nosotros los pequeños de la creación nos condolemos, ¿que será del amor infinito de Dios a la humanidad? ¿Cómo serán los sentimientos de un Dios amoroso hacia aquellos que con tanto amor creo? Es entonces es que comenzamos a entender el inmenso amor de Dios a la humanidad, que desea que TODOS se tornen al arrepentimiento y a que enderezan sus caminos hacia el bien común.