Éste es el capítulo 1, del Libro de Génesis Espiritista, codificado, escrito y publicado por Allan Kardec el 6 de enero del 1868. Es una referencia confiable de traducción Barcelonesa del año 1871, de Francisco Colavidas. Ésta traducción es confiable de acuerdo al libro en el idioma Original, Francés. Sugiero que guardes ésta referencia.
5. EL GÉNESIS SEGÚN EL ESPIRITISMO, CAPÍTULO PRIMERO.
Carácteres de la Revelación Espírita.
Capítulo 1...
1 . —¿Puede considerarse el Espiritismo como una revelación ? En la afirmativa ¿Cuál es su carácter? ¿En qué se funda su autenticidad? ¿Es la doctrina espírita una revelación en el sentido litúrgico de la palabra, es decir, el producto en todas sus partes de una enseñanza venida de lo alto? ¿Es absoluta o susceptible de modificarse? Aportando a los hombres la verdad ya descifrada ¿No tendría por resultado la tal revelación impedir al hombre hacer uso de sus facultades, puesto que le excusa del trabajo de la investigación? ¿Cuál puede ser la autoridad de la enseñanza de los Espíritus sino son infalibles y superiores a la humanidad? ¿Cuál es la utilidad de la Moral que predican, sino es diferente de la cristiana ya conocida? ¿Qué verdades nuevas nos enseñan? ¿Tiene el hombre necesidad de una revelación, teniendo en sí mismo y en su conciencia cuánto necesita para conducirse? Tales son las cuestiones sobre que conviene formarse desde luego una idea fija.
2.—Por lo pronto empecemos por fijar el sentido de la palabra revelación. Revelar derivado de la palabra velo (en latin ve. 6. 2 CAPÍTULO I. lum) significa literalmente quitar el velo, y en sentido figurado, descubrir, hacer conocer una cosa secreta o desconocida. En su acepción vulgar más general, se dice de toda cosa ignorada que es dada a luz, de toda idea nueva que pone en camino de encontrar lo que estaba oculto.
Bajo éste punto de vista, todas las ciencias que nos hacen conocer los misterios de la naturaleza, son revelaciones, y puede decirse que hay para nosotros revelaciones incesantes.
La Astronomía nos ha revelado el mundo astral que no conociamos; La Geología, la formación de la Tierra; la Química, la ley de las afinidades; la Fisiología, las funciones del organismo, etc. Copérnico, Galileo, Newton, Laplace, Lavoisier son otros tantos reveladores.
3.—El carácter esencial de toda revelación debe ser la verdad. Revelar un secreto es hacer conocer un hecho: sí la cosa es falsa, no es un hecho y por consecuencia no hay revelación. Toda revelación desmentida por los hechos, deja de serlo, o mejor dicho no es revelación. Sí la tal revelación se ha atribuido a Dios, cómo que ni puede engañarse ni engañarnos, no puede proceder de él: hay que considerarla como producto de una concepción humana.
4. —¿Cuál es el papel de un profesor respecto a sus discípulos, sino el de un revelador? Les enseña lo que no saben, lo que no tendrían tiempo ni facultades para descubrir por sí mismos; porque la ciencia es la obra en común de los siglos y de multitud de hombres, cada uno de los cuáles ha aportado su contingente de observaciones, de que se aprovechan los que vienen en pos de ellos. La enseñanza es por tanto la revelación de ciertas verdades científicas o morales, físicas o metafísicas, dada por hombres que las conocen, a los que las ignoran, y que sin éso las hubieran siempre ignorado o tardado muchísimo tiempo e invertido mucho trabajo en descubrirlas.
5. —Más el profesor no enseña sino lo que él mismo ha aprendido: es un revelador de segundo orden. El hombre de genio enseña lo que él mismo ha descubierto, y es el revelador primitivo: trae la luz que pasa de mano en mano, se vulgariza y se extiende. ¿Dónde estaría aún la humanidad, o mejor dicho; cómo se concibe la humanidad sin la revelación de los hombres de génio que aparecen en ella de tiempo en tiempo para ilustrarla?
Pero ¿qué son los hombres de génio? ¿Porqué son hombres de génio? ¿De dónde vienen? ¿Qué se hace de ellos cuándo desaparecen? Obsérvese que la mayor parte de entre ellos traen consigo al nacer facultad es trascendentales, y conocimientos innatos que un poco de trabajo basta para desarrollar.
Pertenecen sin duda alguna, como nosotros, a la humanidad, puesto que cómo nosotros se forman, nacen, viven y mueren como los demás hombres. ¿Pero de dónde han sacado ésos conocimientos que no han podido adquirir en su vida? ¿Dirémos con los materialistas, que la casualidad les ha dado masa cerebral más abundante y de mejor calidad? En ése caso, no tendrían más mérito que una hortaliza más sabrosa y de mayor tamaño que las demás de su clase. Se dirá con ciertos espiritualistas, que Dios los ha dotado de un alma más favorecida que la del común de las gentes? Ésta suposición no es menos ilógica, por cuánto implicaría en Dios parcialidad e inmotivada preferencia.
La única solución racional de éste problema está en la pre-existencia del alma y en la pluralidad de las existencias. El hombre de génio es un Espíritu que ha -vivido más largo tiempo, y que, por consecuencia, ha adquirido y progresado más que los que se hallan menos avanzados. Al encarnarse, aporta lo que sabe; y como sabe mucho más que los otros sin tener necesidad de aprender, es lo que se llama un hombre de genio. Lo que sabe, es, en realidad de verdad producto de un trabajo anterior y no el resultado de un privilegio. Antes de renacer era un Espíritu avanzado, y se reencarna ya con el objeto de enseñar a los demás, ya con el de adelantar todavía más en su carrera, sino fuese con uno y otro objeto.
Los hombres progresan incontestablemente por sí mismos y por los esfuerzos de su inteligencia; más abandonados a sus propias fuerzas, sus progresos son lentos y penosos, al paso que mucho más pronto y fáciles, sí son auxiliados por buenos maestros, ni más ni menos que sucede a los escolares.
Todos los pueblos han tenido sus genios que han venido en diversas épocas a dar inpulso a su educación y desarrollo y a sacarlos de su inercia o impotencia.
6.—Cuándo se admite la solicitud y amor de Dios a sus criaturas, no hay porque negar que Espíritus capaces por su energía (Nota de Frank Montañez : Energía significa intenciones) y por la superioridad de sus conocimientos, de hacer avanzar a la humanidad, pueden encarnarse por la voluntad de Dios con objeto de ayudar al progreso en un sentido determinado, recibiendo al efecto una misión, a la manera que sucede a un embajador respecto de su soberano. Éste es el destino de los grandes genios en el mundo. ¿Qué vienen a hacer más que ha enseñar a los hombres verdades que se ignoran y que se hubieran ignorado por mucho tiempo a fin de poner la escala sin cuyo auxilio no podrán salvarse ciertas dificultades?
Éstos genios que aparecen a través de los siglos como estrellas radiantes, dejan tras sí un rastro luminoso que guía a la humanidad, y son misioneros, o sí se quiere, Mesías que significa, como todos saben, enviados. Sino enseñaran a los hombres sino lo que éstos saben, su presencia sería completamente inútil.
Más las cosas nuevas que enseñan, sea en el orden físico, sea en el orden filosófico, son revelaciones. Sí Dios sucita reveladores para las cosas científicas, con más razón puede suscitarlos para las verdades morales que son uno de los elementos escenciales del progreso. Tales son los filósofos cuyas ideas han sobrevivido a través de los siglos y de los acontecimientos más extraños.
7. —En el sentido especial de la fé religiosa, la revelación se dice más particularmente de las cosas espirituales que el hombre no puede aprender por sí mismo, que no puede descubrir por medio de sus sentidos, y cuyo conocimiento le es dado por Dios o por sus mensajeros ya por medio de la palabra directa, ya por la Inspiración. En éste caso la revelación se ha hecho siempre a hombres privilegiados, designados con el nombre de profetas o Mesías, es decir, enviados, misioneros, que tienen misión de trasmitirla a los hombres: considerada bajo éste punto de vista, la revelación implica la pasividad absoluta: se la acepta sin exámen, sin comprobación, sin discusion.
8. —Todas las religiones tienen sus reveladores; y aunque éstos estén lejos de haber conocido toda la verdad, tenían su razón de ser providencial; porque eran apropiadas al tiempo y al medio en que vivían, al genio particular de los pueblos a que hablaban y a que eran relativamente superiores. No obstante los errores de sus doctrinas, han removido los espíritus y sembrado gérmenes que más tarde habían de desarrollarse o se desarrollarán al calor del sol del cristianismo. Sin razón, por tanto, se las anatematiza en nombre de la ortodoxia; porque ha de llegar el día en que todas ésas creencias, tan diversa en la forma, pero que descansan en realidad sobre un mismo principio fundamental, han de fundirse en una grande y amplísima unidad, cuándo la razón haya triunfado de todas las preocupaciones. Ése fundamento común es la existencia de Dios y la inmortalidad del alma.
Desgraciadamente todas las religiones se han hecho siempre instrumentos de dominacion: el papel de profeta ha tentado a ambiciosos de baja estofa y se ha visto surgir una multitud de supuestos reveladores o Mesías que, a favor del prestigio de éste nombre, han explotado la credulidad de la muchedumbre en provecho desu orgullo, de su codicia o de su pereza, encontrandomás cómodo que el trabajar, vivir a espensas de sus fanatizados secuaces.
La religión cristiana no se ha visto más que las otras al abrigo de ésta plaga de parásitos impostores, sobre cuyo particular nos remitimos y llamamos muy particularmente la atención de nuestros lectores, al capítulo XXI de El Evangelio según el Espiritismo; «Habrá falsos Cristos yfalsos profetas.»
9.—¿Hay revelaciones directas de Dios a los hombres? Cuestión es ésta que no nos atrevemos a resolver de una manera absoluta en sentido afirmativo ni negativo. La cosa no es esencialmente imposible; pero no hay de ella una prueba evidente. Más no puede dudarse que hay Espíritus allegados a Dios por su perfección que se penetran de su pensamiento y pueden comunicarlo. Por lo que hace a los reveladores encarnados, pueden tomar sus instrucciones en sí mismos, a recibirlas de Espíritus más elevados, y aún ser mensajeros inmediatos de Dios, según el órden jerárquico a que pertenecen los últimos, hablando en nombre de Dios, han podido a veces ser mirados como Dios mismo, a causa de la ingenua piedad de sus admiradores.
Ésta clase de comunicaciones no tienen nada de extraño para los que conozcan los fenómenos Espíritas y la manera con que se establecen las relaciones entre los encarnados y los desencarnados. Las instrucciones pueden trasmitirse por diferentes medios, a saber: la Inspiración pura y simple, por el oido o la audición de la palabra, por la vista de los Espíritus instructores en las visiones y apariciones, ya en sueños, ya en vigilia, como se vé en muchos ejemplos tanto en la Biblia y en los evangelios, como en los libros sagrados de todos los pueblos.
Es pues, rigorosamente exacto decir que la mayor parte de los reveladores son Médiums Inspirados, Auditivos o Videntes: lo cuál no quiere decir que todos los médiums sean reveladores, y mucho menos intermediarios directos de la Divinidad o de sus mensajeros.
10. —Los Espíritus puros son los únicos que reciben directamente la Palabra de Dios con encargo de trasmitirla. Pero se sabe ahora que no todos los Espíritus son perfectos ni mucho menos, y que los hay que revisten falsas apariencias; lo cuál ha hecho decir a San Juan: «No creais a todo Espíritu; más ver antes si son de Dios.» (Epís. 1.a cap. IV n.° 4.).
Puede haber revelaciones serias y verdaderas, como las hay apócrifas y engañosas. El carácter esencial de la revelación Divina es el de la eterna verdad. Ninguna revelación tachada de error o sujeta a mudanza puede proceder de Dios. Así es como el Decálago tiene todos los caracteres de su origen; mientras que las otras leyes mosaicas, esencialmente transitorias y frecuentemente en contradicción con la ley del Sinaí, son obra personal y política del legislador hebreo. Las costumbres del pueblo al dulcificarse, han hecho caer en desuso esas leyes, mientras que el Decálogo ha quedado en pie como el faro de la humanidad. Cristo ha hecho de él la base de su doctrina, mientras que ha abolido las otras leyes, lo que no hubiera hecho, sí hubiesen sido obra de Dios. Cristo y Moisés han sido los grandes reveladores que han cambiado la faz del mundo, y ésa es la prueba de su misión divina: una ubra puramente humana nunca hubiera tenido tal poder.
11. —Una revelación n importante tiene lugar en la época presente, y es la que nos muestra la posibilidad de comunicar con los séres del mundo espiritual. Éste conocimiento no es nuevo en verdad; pero ha quedado hasta ahora en estado de letra muerta, es decir, sin ser de provecho alguno para la humanidad. La ignorancia de las leyes que rigen ésta clase de relaciones, lo había ahogado bajo el peso de la supersticion: el hombre era incapaz de sacar deducción alguna saludable. Estaba reservado a nuestra época desembarazarla de sus accesorios ridículos, comprender su alcance y hacer salir de ella la luz que debía alumbrar el camino del porvenir.
12. —El Espiritismo que nos ha hecho conocer el mundo invisible que nos rodea, y en medio del cuál vivíamos sin darnos cuenta de ello; las leyes por que se rige; sus relaciones con el mundo visible; la natuialeza y estado de los seres que lo habitan, y por consecuencia, el destino del hombre después de la muerte, es una verdadera Revelación en la acepción científica de la palabra.
13. —La Revelación Espírita tiene un doble carácter a causa de su naturaleza: tiene el de Revelación divina y el de Revelación científica a un mismo tiempo. De la primera, en cuánto su advenimiento es providencial y no el resultado de la iniciativa y del designio premeditado del hombre y que los puntos fundamentales de la doctrina son los hechos de la enseñanza dada por los Espíritus encargados por Dios de instruir a los hombres sobre cosas que ignoraban, que no podían aprender por sí mismos y que les importa hoy conocer por estár ya preparados para comprenderlas. Participa de la segunda especie de Revelación, en cuánto ésta enseñanza no es privilegio de ningún individuo, sí no que es dada a todos por el mismo medio; y que los que la transmiten y los que la reciben no son seres pasivos dispensados del trabajo de observacion y de investigación; que no hacen abstracción de su juicio y de su libre arbitrio; que no les está prohibida la comprobación, y sí por el contrario muy recomendada; y en fin, que la doctrina no ha sido dictada de una vez ni impuesta a la credulidad; que es una deducción de la observación de los hechos que los Espíritus ponen a la vista de todos, y de las instrucciones que acerca de ellos dan: hechos e instrucciones que el hombre estudia, comenta, examina y compara, y de que el mismo saca las consecuencias y aplicaciones. En una palabra, lo que caracteriza la revelacion espirita es que el origen es divino, que la inicia tiva pertenece á los Espíritus, y que la elabora cion es el producto del trabajo del hombre.
14. —Como asunto de elaboracion, el Espiritismo procede exactamente lo mismo que las ciencias positi vas, es decir, que aplica el método experimental yana lítico. Se presentan hechos de un orden nuevo que no pueden esplicarse por medio de las leyes comunes: los observa, los compara, los analiza, y remontando de los efectos á las causas, inquiere la ley á que obedecen , y luego deduce las consecuencias é investiga sus apli caciones útiles. No establece á priore ninguna teo ría preconcebida el Espiritismo : no sienta como hipótesis, ni la existencia ni la intervencion de los Es píritus, ni el perispíritu, ni la reencarnacion, ni nin guno de los principios fundamentales de la doctrina. Ha deducido la existencia de los Espíritus cuando es ta existencia ha resultado con evidencia de la obser vacion de los hechos, y lo mismo ha sucedido res pecto á los demás principios. No son los hechos los que han venido á confirmar la teoría; mas la teoría ha venido á resultar, como consecuencia indeclina ble! para explicar y resumir los hechos. Puede por tanto, decirse con toda exactitud que el Espiritismo es una ciencia de observacion y no el producto de la imaginacion ó de una alucinacion.
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15. —Citemos un ejemplo. Se ofrece en el mundo de los Espíritus un hecho muy singular y que nadie hubiera podido figurarse, y es, que hay Espíritus que no se creen muertos, es decir, desencarnados. Pues bien, los Espíritus superiores, que los conocen perfec tamente, no han venido á decirnos anticipadamente que hay Espíritus que se figuran vivir todavía la vi da terrestre, y que conservan sus gustos, sus costumbres y sus instintos; más han provocado la manifestación de Espíritus de ésta categoría para hacérnoslos observar. Habiendo visto Espíritus inciertos de su estado, o que afirmaban pertenecer aún a éste mundo creyéndose ocupados de sus tareas acostumbradas, hemos deducido del ejemplo la regla. Multitud de hechos análogos han probado que ésto no era una excepcion, sino una de las fases de la vida Espírita : nos han permitido estudiar todas las variedades y causas de ésta singular ilusión, y reconocer que ésta situación es peculiar de Espíritus poco adelantados moralmente y subsecuente a ciertos géneros de muerte: que ésta ilusión es pasajera, pero que puede durar dias, meses y aún años. De éste modo ha nacido la teoría de la observación, y lo mismo decimos de todas los demás principios de la doctrina.
16. —Así como la ciencia propiamente dicha tiene por objeto el estudio de las leyes del principio mate rial, el objeto principal del Espiritismo es el conoci miento de las leyes del principio espiritual. Pero co mo este principio es una de las fuerzas de la natura leza que reacciona incesantemente sobre el principio material, y recíprocamente, se deduce que el conocimiento del uno no puede ser completo sin el cono
12 CAPÍTULO I.
cimento del otro: que el Espiritismo y la ciencia se completan mutuamente: que la ciencia sin el Espiritismo no puede explicar ciertos fenómenos por las solas leyes de la matería, y que por haber hecho abstracción del principio espiritual, se vé detenida en multitud de casos ante dificultades insuperables. A su vez, el Espiritismo sin la ciencia carecería de apoyo y de contraprueba y podría estraviarse y degenerar en groseras ilusiones. El Espiritismo, venido antes de los descubrimientos científicos, hubiera sido o una monstruosidad o una obra abortiva, como todo lo que viene antes de tiempo o fuera de sazón.
17. —Todas las ciencias se eslabonan o dan la mano, y se suceden en un orden racional: nacen unas de otras, a medida que encuentran un punto de apoyo en las ideas y en los conocimientos anteriores. La Astronomía, una de las primeras que han sido cultivadas, ha vivido en los limbos de la infancia hasta el momento en que la Física ha venido a revelar la ley de las fuerzas de los agentes naturales: no pudiendo la Química nada sin el auxilio de la Física, debía seguirla de cerca, para luego marchar de consuno apoyándose la una en la otra. La Anatomía, la Fisiología, la Zoología, la Botánica, la Mineralogía no se han constituido como ciencias propiamente dichas, sino con el auxilio de las nociones aportadas por la Física y la Química. La Geología, nacida ayer, como quien dice, hubiera carecido de sus elementos naturales de viabilidad sin la Astronomía, la Física, la Química y demás ciencias naturales men cionadas; por lo cual debia venir indefectiblemente despues de todas.
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18. —La ciencia moderna ha desvanecido los cuatro elementos primitivos de los antiguos, y de observación en observación, ha llegado a la concepción de un solo elemento generador de todas las transformaciones de la materia. Pero la materia por sí misma es inerte: no tiene ni vida, ni pensamiento, ni sensibilidad: le es indispensable su unión con el principio espiritual. El Espiritismo no ha inventado ni aún descubierto éste principio; más sí, es el primero que lo ha demostrado con pruebas irrecusables: lo ha estudiado, lo ha analizado y hecho su acción evidente. Al elemento material ha venido a agregar el elemento espiritual. Elemento material y elemento espiritual: éstos son los dos principios, las dos fuerzas vivas de la naturaleza. Por la unión indisoluble de éstas dos fuerzas, de éstos dos elementos, se explican sin gran pena multitud de hechos hasta ahora inexplicables. Por su esencia misma, y porque tiene por objeto el estudio de uno de los dos elementos constitutivos del universo, el Espiritismo se roza forzosamente con casi todas las ciencias: no podia venir útilmente, sino des pues de su elaboración y sobre todo cuándo hubieran probado su impotencia para explicarlo todo sólo por las leyes de la materia.
19.—Se acusa al Espiritismo de cierto parentesco con la Mágia y la Hechicería; más se olvida de que la Astronomía es la hermana menor de la Astrología judiciaria que no está tan lejana de nosotros; que la Química es hija de la Alquimia, de que ningun hombre sensato se ocuparía hoy. Nadie niega, sin embargo, que existian en la Astrología y en la Alquimia, los gér menes de las verdades de que proceden las ciencias
14 CAPÍTULO I.
actuales. A pesar de sus fórmulas ridiculas, la Alqui mia ha puesto al hombre en el camino de los cuerpos simples y de la ley de las afinidades. La Astrología se apoyaba en la posicion y movimiento de los astros que habia estudiado; más en la ignorancia de las ver daderas leyes que rigen el mecanismodel universo, los astros eran para el vulgo seres misteriosos á que la supersticion atribuía una influencia moral y un senti do revelador. Cuando Galileo, Kepler y Newton hu bieron hecho conocer estas leyes, y que el telescopio hubo rasgado el velo y dejado penetrar en las profun didades de los cielos, por esta mirada que ciertas gen tes calificaron de indiscreta, los planetas nos aparecie ron como simples mundos parecidos al nuestro, y to do el andamiaje de lo maravilloso se vino al suelo. Lo mismo sucede al Espiritismo respecto á la Mágia y á la Hechicería. Estas se apoyaban tambien en la • manifestacion de los Espíritus, como la Astrología en el movimiento de los astros; más en la ignorancia de las leyes por que se rige el mundo espiritual, mezcla ban á estas relaciones, prácticas y creencias ridiculas, de que el Espiritismo moderno, fruto de la experien cia y de la observacion, haya juzgado. Sin exage racion ninguna, es mucho mayor la distancia que separa al Espiritismo de la Mágia y de la Hechicería, que la que hay entre la Alquimia y la Química, entre la Astronomía moderna y la Astrologia judiciaria, y querer confundirlas, es demostrar que no se conoce ni una palabra de ellas.
20. —El sólo hecho de la posibilidad de comunicar con los séres del mundo espiritual tiene consecuencias incalculables y de la mayor gravedad: es todo un mun
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do nuevo que se revela y que tiene tanta mayor im portancia cuanto que interesa á todos sin distincion. Este conocimiento no puedemenos de producir, gene ralizándose, una modificacion profunda en las costumbres, carácter, hábitos y creencias que tanto influyen en las relaciones sociales. Es toda una revolucion que se verifica en las ideas, tanto más radical y potente, cuánto que no se limita a un pueblo ó a una raza, sino qué afecta en sus sentimientos mas íntimos á todas las clases, a todas las nacionalidades, a todos los cultos. Por éso se considera con razon al Espiritismo como la tercera gran Revelación, veamos en que se diferencian y por que lazos están unidas entre sí.
21 . —Moisés como profeta ha revelado á los hom bres el conocimiento de un solo Dios, Soberano Señor y Creador de todas las cosas: ha promulgado la ley del Sinaí y echado los cimientos de la verdadera fé. Como hombre, ha sido el legislador del pueblo por quien esta fé primitiva, depurándose, debia un dia esparcirse por toda la haz de la Tierra.
22. —Jesü-Cristo, tomando de la ley antigua lo que es divino y eterno, y desechando lo que era tran sitorio, puramente disciplinario y de concepcion hu mana, añade la revelacion de la vida futura, de que Moisés no habia hablado, y la de las penas y recom pensas que aguardan al hombre despues de la muerte. {Véase la Revsta Espirita 1861 p.p. 90 y 280.)
23.—La parte más importante de la revelacion del Cristo, en el sentido de que es el principal distintivo y la\piedra angular de toda su doctrina , es el nuevo punto de vista bajo que hace considerar á la divinidad.
16 CAPÍTULO 1.
No es el Dios terrible, celoso y vengativo de Moisés; el Dios cruel é implacable que riega la tierra con sangre humana, y ordena la matanza y el exterminio de los pueblos, sin esceptuar á las mujeres, niños, ni ancia nos, y que castiga á los que perdonan á las víctimas. No es el Dios injusto que castiga á todo un pueblo por el pecado de su rey; que se venga del culpable en la persona del inocente, y hiere á los hijos por las faltas de sus padres; sino un Dios clemente, soberanamente justo y bueno, lleno de mansedumbre y de misericor dia, que perdona al pecador arrepentido y da á cada uno segun sus merecimientos. No es el Dios de un solo pueblo privilegiado, el Dios de los ejércitos que preside los combates para sostener su propia causa contra el Dios de los otros pueblos ; sino el padre co mun del género humano que estiende su proteccion á todos sus hijos y los llama hacia él. No es tampoco el Dios que recompensa y castiga con solos los bienes de la tierra, y que hace consistir la gloria y la felicidad en la dominacion y esclavitud de los pueblos rivales y en la multiplicidad de su progenie; sinó que dice á los hombres: «Vuestra verdadera patria no está en este mundo, sinó en el cielo; allí es donde los humildes de corazon serán ensalzados, y abatidos los soberbios.» No es el Dios que hace una virtud de la venganza y manda dar ojo por ojo, ydiente por diente; sino el Dios de misericordia, que dice: «Perdonadlas injurias, si quereis que se os perdonen vuestros pecados: devolved bien por mal; no hagais á otro lo que no querais que hagan con vosotros.» No es ya el Dios mezquino y meticuloso que impone bajo las mas rigorosas penas la manera con que quiere ser adorado, y que se ofende
CARACTERES DE LA REVELACION ESPIRÍTA. 17 por la inobservancia de una fórmula ; sioó el Dios grande que mira las intenciones y no se honra con las exterioridades. No es, en fin, el Dios que quiere ser temido; sinó el Dios que desea ser amado.
24; —Siendo Dios el fundamento cardinal de toda creencia religiosa y el objeto de todo culto, el carác ter de toda religion es conforme á la idea que dan de Dios. Las que hacen de él un Dios vengativo y cruel, creen honrarle con actos de crueldad, con las hogueras y los tormentos: las que hacen de él un Dios parcial y celoso, son intolerantes: son mas ó menos meticulosas, segun que le creen mas ó menos sujeto á las pequeneces y debilidades humanas.
25.—Toda la doctrina del Cristo está fundada sobre el carácter que atribuye á la divinidad. Con un Dios imparcial, soberanamente justo, bueno y misericor dioso, ha podido hacer del amor de Dios y de la car i dad para con el prógimo, la condicion única de salva cion y decir: «esa es toda la ley y los profetas, y no hay otra.» Sobre esa creencia sola ha podido basar la igualdad de los hombres anteDios, y la fraternidad universal. Esta revelacion de los verdaderos atributos de la divinidad unida á la de la inmortalidad del alma y de la vida futura, modificaba profundamente las relacio nes mutuas de los hombres; les imponía nuevas obli gaciones; les hacia mirar la vida presente bajo otro aspecto; y debia, por consecuencia, modificar profun damente las costumbres y las relaciones sociales. Este es incontestablemente por sus consecuencias el punto más capital de la revelacion de Cristo, cuya importancia no se ha comprendido lo bastante. Sensi
18 CAPÍTULO I.
ble es decirlo, es el punto en que mas se han apartado las creencias y que mas se ha desconocido en la in terpretacion de sus enseñanzas.
26.—En tanto, Cristo dijo: «muchas cosas de las que os digo, no podeis comprenderlas ahora, y ten dría muchas otras que deciros que tampoco compren deríais, y por eso os hablo en parábolas. Pero más tarde os enviaré el Consolador, el Espíritu de la verdad que restablecerá todas las cosas y os las explicará.-» Si Jesucristo no ha dicho todo lo que hubiera podido decir, es porque ha creido deben quedar ciertas verdades Teladas hasta que los hombres se encontrarán en es tado de comprenderlas. Segun sus palabras mismas, su enseñanza no era completa, puesto que anuncia la venida de aquel que debe completarla. Preveia, pues, que no se comprenderían bien sus palabras, que se apartarían los hombres de su enseñanza, en una pala bra, que se desharía lo que él habia hecho, pues que toda cosa habia de ser restablecida, y no se restablece sino lo que se ha deshecho.
27.—¿Por qué llama al nuevo Mesías Consolador? Este nombre significativo y sin ambigüedad, es toda una revelacion. Preveia que los hombres tendrían ne cesidad de consuelos, lo que implica la insuficiencia de los que encontrarían en la creencia que iban áformarse. En ningun caso, quizás, se explicó el Cristo con mas claridad y mas explícitamente que en estas últimas palabras, en que pocas personas han fijado la atencion, tal vez porque se ha evitado á propósito aclararlas y desentrañar su sentido profético.
28. —Si Jesucristo no ha podido desenvolver su en
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señanza de una «lanera completa, es porque los hom bres carecían de los conocimientos necesarios que no podian adquirir sinó con el tiempo, y sin los cuales no podian comprenderla: hay en ella cosas que hubieran parecido absurdas y sin sentido en el estado de los co nocimientos de entonces. Completar su enseñanza debe entenderse, pues, en el sentido de explicar y am pliar, mas aun que eu el de añadir verdades nuevas; porque todo en ella se encuentra en germen, y sólo fal ta la clave para comprender el sentido de sus palabras.
29. —Pero quién es osado á poner la mano en las Escrituras sagradas con ánimo de interpretarlas? ¿Quién tiene ese derecho? ¿Quién posee las luces nece sarias para ello, sino los teólogos? Quién ha de ser el osado?... En primer lugar la ciencia que no tiene necesidad del permiso de nadie para dar á conocer las leyes de la naturaleza, y salta á piés juntos por encima de los errores y delas preocu paciones. —Quién tiene ese derecho?—En este siglo de emancipacion intelectual y de libertad de conciencia, el derecho de exámen pertenece á todo el mundo, y las Escrituras no son ya el arca santa á que nadie se atrevia á tocar sin exponerse á ser consumido por el fuego del cielo. En cuanto á las luces necesarias, sin negar la competencia á los teólogos, por ilustrados que fuesen los de la edad media, ymucho menos á los Pa dres de la Iglesia, no lo eran ni lo son bastante aun para condenar como heregía el movimiento de la tier ra y la creencia en los antípodas. Y sin volver ia vis ta tan atrás, los de nuestros dias ¿no han anatematiza do la demostracion de los períodos de la formacion de la tierra?
CAPÍTULO. I.
Los hombres no han podido explicar las Escrituras sino con el auxilio de lo que sabian , de las nociones falsas é incompletas que tenian acerca de las leyes de la naturaleza reveladas posteriormente por la ciencia. Por esto los teólogos mas ilustres han podido equivo carse de muy buena fé acerca del sentido de ciertas palabras yde ciertos hechos del Evangelio. Queriendo encontrar á toda costa la confirmacion de un pensa miento preconcebido , giraban siempre en el mismo círculo sin dejar su punto de vista, de modo que no veian desde él sino lo que querían ver; y siendo tan sabios teólogos como eran, no podían comprender las causas dependientes de leyes que no conocían. ¿Pero quién será el juez competente entre las diver sas, y á veces contradictorias interpretaciones, dadas fuera de la Teología? El porvenir, la lógica y el buen sentido, los hombres cada vez mas ilustrados á medida que nuevos hechos y nuevas leyes vengan á revelarse, sabrán dar lo que corresponde á los extravíos de la imaginacion y á la realidad. La ciencia hace conocer ciertas leyes; el Espiritismo hace conocer otras: unas y otras son indispensables para la inteligencia de los textos sagrados de todas las religiones, desde Confucio y Buda hasta el cristianismo. En cuanto á la Teo logía, no le es permitido en buena ley alegar por vía de excepcion y causa de incompetencia, las contra dicciones de la ciencia, no estando ella misma confor me siempre consigo.
30. —El Espiritismo, tomando su punto de partida de las palabras mismas de Jesucristo, como éste lo tomó de Moisés, es una continuacion de su doctrina. El define los lazos que unen el alma y el cuerpo y le
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vanta el velo que ocultaba á los hombres los miste rios del nacimiento y de la muerte. Por el Espiritismo sabe el hombre de donde viene, a donde va, para qué está sobre la tierra, porque sufre en ella temporal mente y vé por todas partes la justicia de Dios. Sabe que el alma progresa sin cesar al través de una série de existencias sucesivas hasta que alcanza el grado de perfeccion que baste á unirla con Dios. Sabe que teniendo todas las almas un mismo punto departida, son creadas iguales, con la misma aptitud para progresar en virtud de su libre albedrío: que to das son de una misma esencia, yque no hay entre ellas otra diferencia que la de los progresos hechos: que todas tienen el mismo destino y han de alcanzar el mismo objeto mas ó menos pronto segun su trabajo y buena voluntad. Sabe que no hay criaturas desheredadas, ni mas favorecidas unas que otras; que Dios no ha creado nin guna dispensada del trabajo 'necesario para progresar, ni con medios que se lo faciliten á unas mas que á otras; que no las hay, tampoco, condenadas perpétua- mente al mal y al dolor, y que las designadas con el nombre de demonios , son espíritus aun atrasados é imperfectos que hacen el mal en estado de espíritus como lo hacian en estado de hombres, pero que han de avanzar y mejorar; que los ángeles ó puros Espíritus no son seres especiales en la creacion , sino espíritus que han alcanzado su objeto despues de haber pasado por los tamices del progreso, y por tanto, que no hay creaciones múltiples de diferentes categorías entre los seres inteligentes; sinó que toda la creacion depende de la gran ley de unidad que rige al Universo , y que
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todos los séres gravitan hácia un fin comun que es la perfeccion, sin que los unos sean favorecidos á expen sas de los otros, siendo todos hijos de sus obras.
31 . —Por las relaciones que el hombre puede esta blecer ahora con los que han dejado la tierra, tiene no sólo la prueba de la existencia y de la individualidad del alma, sino que comprende la solidariedad que une á los vivos y á los muertos de este mundo, y a los de este mundo con los de los restantes. Conoce su situa cion en el mundo de los Espíritus; los sigue en sus emi graciones; es testigo de sus goces y de sus penas ; sa be porque son felices ó desgraciados y la suerte que á él mismo le espera segun el bien ó el mal que hayahe- cho. Estas relaciones le inician en la vida futura, que puede observar y estudiar en todas sus faces, en todas sus peripecias. El porvenir no es ya una vaga espe ranza: es un hecho positivo, una certidumbre matemá tica; y así la muerte no tiene ya nada de espantoso, porque para él es la manumision, la puerta de la ver dadera vida.
32. —Por el estudio de la situacion de los Espíritus, el hombre sabe que la felicidad y la desgracia en la vida espiritual, son inherentes al grado de perfeccion ó imperfeccion en que se encuentra; que cada cual sufre las consecuencias directas y naturales de sus faltas; dicho de otro modo, que es castigado por don de ha pecado; que estas consecuencias duran tanto como la causa que las ha producido; y que el culpable sufriría eternamente, si eternamente persistiera en el mal; pero que el mal cesa con el arrepentimiento y la reparacion. Y como depende de cada cual el mejorar se, puede en virtud de su libre albedrío , prolongaré
CARACTERES DE LA REVELACION ESPIRITA. 23
acortar sus padecimientos, como el enfermo que lleva las molestias consiguientes á los excesos que ha come tido, mientras no se enmienda y no pone coto á los mismos.
33.—Si la razon repugna, como incompatible con la bondad de Dios, la idea de las penas irremisibles, perpétuas y absolutas, impuestas á menudo por una sóla falta, las penas del infierno que no puede dulci ficar el arrepentimiento mas ferviente y sincero; se inclina, en cambio, ante esa justicia distributiva é imparcial que todo lo pesa, que no cierra la puerta al arrepentimiento y tiende sin cesar la mano al náufra go en vez de rechazarle hacia el abismo.
34. —La pluralidad de las existencias cuya idea ha indicado Jesucristo en el Evangelio, aunque sin defi nirla, como con tantas otras ha sucedido, es una de las leyes mas importantes reveladas por el Espiritismo, en cuanto demuestra que era una necesidad y es una condicion real del progreso. Por medio de esa ley el hombre se explica todas las anomalías aparentes que ofrece la vida humana: las diferencias de posicion so cial; las muertes prematuras, que sin la reencarnacion harían inútiles para el alma las existencias abrevia das; la desigualdad de las aptitudes intelectuales y morales, por la antigüedad del Espíritu que ha vivido más ó ménos, aprendido ó progresado poco ó mucho y que aporta, al renacer, lo adquirido en sus existen cias anteriores. (N.°5.)
35. —Con la doctrina de la creacion del alma á ca da nacimiento, se recae en el sistema de las creacio nes privilegiadas; los hombres son extraños unos á otros; nada los une; los lazos de familia son pura-
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mente carnales; no son los hombres solidarios de un pasado en que no existian. Con la idea de la nada despues de la muerte, toda relacion cesa con los que viven, no son solidarios del porvenir. Por la reencar nacion son solidarios de lo pasado y para lo porvenir: sus relaciones se continúan y perpetúan, tanto en el número espiritual como en el corporal; la fraternidad tiene por base las leyes mismas de la naturaleza; el bien tiene un objeto, y el mal, sus consecuencias in evitables.
36. —Con la reencarnacion se desvanecen las preo cupaciones de razas y castas, puesto que el mismo Espíritu puede renacer rico ó pobre, gran señor ó proletario, amo ó criado, libre ó esclavo, hombre ó mujer. Entre los argumentos aducidos contra la in justicia de la esclavitud, contra la sujecion incondi cional de la mujer a la ley del mas fuerte, ninguno hay tan fundado en lo lógico y decisivo como el hecho material de la reencarnacion; porque si esta funda en una ley de la naturaleza el principio de la fraternidad universal, resulta establecida sobre la misma ley el de la igualdad de las relaciones sociales y por conse cuencia, el de la libertad. Los hombres no nacen inferiores y subordinados sinó por el cuerpo: por el Espíritu son iguales y li bres; y de ahí el deber de tratar á los inferiores con bondad, benevolencia y humanidad; porque el que es nuestro subordinado hoy, puede haber sido nuestro igual ó nuestro superior, tal vez un pariente ó un amigo, y nosotros á nuestra vez los dependientes ó subordinados de aquel á quien mandamos.
37. —Si se quita al hombre el Espíritu libre, inde
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