Éste es un excelente ejemplo de lo que publicó Chico Xavier en su Libro Liberación... sobre el tema de la Incorporación de Espíritus. Ésta es una prueba de que las enseñanzas y creencias de Chico Xavier, son en contra de las enseñanzas y creencias del Espiritismo Verdadero...
El siguiente es el enlace de éste contenido sobre el tema de la Incorporación de Espíritus, según el Libro Liberación, supuestamente psicografiado por Chico Xavier...
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Francisco Cándido Xavier
Libro Liberación .
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Los misioneros de la luz
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Tema:
Incorporación
En prosecución de mís estudios sobre fenómenos mediúmnicos de diferentes manifestaciones, cada vez que mís funciones habituales me lo permitían regresaba a la superficie terrestre, a fin de aprender y al mismo tiempo colaborar en el grupo en que Alexandre se desempeñaba como orientador.
Debido a las obligaciones asumidas en nuestra colonia espiritual, no podía hacerlo con la frecuencia que deseaba, razón por la cuál trataba de aprovechar las mínimas oportunidades de modo de enriquecer mís
experiencias.
En una de las reuniones en las que me hice presente, uno de los colaboradores de nuestra esfera se aproximó al compasivo instructor y
le solicitó con humildad:
-Nuestros hermanos encarnados en sucesivos pedidos insisten en que se les conceda una comunicación con el hermano Dionisio
Fernandes que, como sabe, ha recibido albergue en una organización de socorro. Alegan que la familia no tiene consuelo, André Luiz
que sería conveniente recibir su visita, que tienen gran interés en escuchar a ése antiguo compañero de luchas doctrinarias...
Mientras Alexandre oía en silencio, el simpático colaborador prosiguió después de una breve pausa:
-Estaríamos agradecidos de recibir la debida autorización para traerlo... Podría incorporarse en la organización Mediúmnica de nuestra hermana Octavia, y en cierto modo sería escuchado por sus amigos y familiares...
El mentor se concentró durante algunos momentos y respondió:
-No tengo ninguna objeción personal para lo que usted sugiere, apreciado Euclides. Sin embargo, aunque nuestro grupo de cooperadores encarnados está constituido por excelentes amigos, no los veo debidamente preparados para el aprovechamiento integral de esa
experiencia. Abunda en casi todos, tanto en investigación como en razonamiento, lo que les falta en sentimiento y comprensión. Colocan
la pesquisa muy por encima del entendimiento, y como usted bien sabe los organismos mediúmnicos no son filtros mecánicos... Por otra parte, Dionisio lleva poco tiempo en nuestra esfera y todavía ni siquiera puede ausentarse del asilo que le da amparo en nuestro medio. Agreguemos a ésos factores la intranquilidad de la familia, por su escasa atención hacía
la fe activa, la diferencia de vibraciones de la nueva esfera a la que nuestro amigo procura adaptarse actualmente, la profunda emoción que le causaría esa aproximación tal vez prematura, la inestabilidad natural del instrumento mediúmnico, y probablemente estaremos de acuerdo en que no es oportuna semejante medida.
Euclides, el interlocutor, respaldando el pedido obstinado del círculo no se desanimó y reiteró:
-Reconozco que vuestra opinión, invariablemente prudente, está inspirada por un sentimiento de amistad. Concuerdo en que no
alcanzaremos el objetivo deseado; aún así, insisto en mi solicitud, aunque el hecho no vaya más allá de una simple experiencia... Sucede
que hay algunos hermanos esforzados, a quienes mucho les debemos por el trabajo cotidiano dedicado al bien del prójimo sufriente, y nos sentiríamos felices de otorgarles el testimonio de nuestro reconocimiento y nuestra sincera estima... Alexandre sonrió con su
característica generosidad y alegó: -Sólo conozco razones para avalar
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su pedido, y ya que usted insiste en que se comunique -como una atención dedicada a los compañeros que, a la recíproca, se sienten
acreedores de su confianza y estima-, puede avisarles que Dionisio vendrá. Me encargaré de traerlo personalmente.
Euclides agradeció con inmensa alegría y Alexandre concluyó la conversación al agregar:
-Haga la promesa para mañana a la noche. Siempre es más fácil dar con alegría que recibir con sensatez.
Nos retiramos.
Entonces lo interrogué acerca del proceso del fenómeno de incorporación, a lo que el benévolo instructor respondió con buena voluntad:
-En términos de mediumnidad, las medidas son las mismas que se adoptan en los casos de la psicografía común, con el agregado de que
necesitaremos proteger con especial cuidado el centro del lenguaje en la zona motora.
Por consiguiente, hacemos reflejar nuestro auxilio magnético sobre los músculos del habla, ubicados a lo largo de la boca, de la garganta, de la laringe, del tórax y del abdomen.
Para completar su respuesta a mís requerimientos, el instructor enunció una serie de reflexiones de orden moral alusivas al asunto, y al final, en relación con los sentimientos terrenales, hizo algunos comentarios sobre las dificultades para difundir el concepto del legítimo consuelo, en virtud de las desmedidas exigencias de la investigación intelectual. Admiraba su profunda sabiduría, que se conjugaba con la sublime comprensión de las debilidades humanas, en el momento en que llegamos a la institución de socorro donde Dionisio había recibido albergue, en plena región inferior no muy alejada de la corteza terrestre.
Se puso de acuerdo con los Espíritus del bien, consagrados a los servicios basados en el amor cristiano en tales zonas, y me condujo a la
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presencia del recién desencarnado que se mantenía bajo los efectos de una fuerte excitación.
-Dionisio -le dijo Alexandre bondadosamente después del saludo habitual-, ¿se acuerda de nuestro grupo de estudios espiritualistas?
-Por supuesto, ¡y con cuánta nostalgia! -suspiró el interlocutor-.
-Nuestros amigos del círculo reclaman su presencia, al menos por unos minutos -prosiguió el mentor con gentileza-, y resolví conducirlo hasta allá para que les hable, no sólo a ellos, también a sus familiares...
-¡Qué ventura! -exclamó Dionisio casi llorando de júbilo-.
-Pero ¡escúcheme bien, amigo! -volvió a decir Alexandre con serenidad y energía-. Es indispensable que usted medite acerca de éste
acontecimiento. Tenga presente que va a utilizar un instrumento neuromuscular que no le pertenece; nuestra amiga Octavia servirá de
intermediaria. No obstante, usted no debe ignorar las dificultades de un médium a los efectos de satisfacer los detalles técnicos para la identificación de los comunicantes, en función de las exigencias de nuestros hermanos encarnados. ¿Comprende bien?
-Sí -contestó Dionisio algo contrariado-, me encuentro en el mundo de la verdad y no debo fallar. Me acuerdo que muchas veces recibí las comunicaciones del mundo invisible a través de Octavia, y fui muy cauteloso. Alguna que otra vez dudaba, convencido de que era víctima de reiteradas mistificaciones.
Alexandre, con mucha calma, destacó:
-Pues bien, ha llegado su ocasión de examinar prácticamente el fenómeno. Y sí antiguamente a usted le era tan fácil dudar de los otros, sepa disculpar la fragilidad de nuestros hermanos encarnados sí ellos dudaran de su esfuerzo. Es posible que no alcancemos el objetivo, sin
embargo, puesto que nuestros colaboradores insisten en recibir su visita,
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no debemos poner obstáculos a la experiencia.
Antes de que Dionisio se internase en nuevos pensamientos el interlocutor concluyó:
-Concéntrese con atención en el tema, solicite la luz divina en sus oraciones y espéreme. Lo conduciré hasta la residencia de la médium
algunas horas antes, de modo de facilitarle la tarea de compatibilización.
Por último nos despedimos y recibí efusivas manifestaciones de agradecimiento de parte del interlocutor.
Éste caso me interesaba. Fue así que solicité el permiso de Alexandre para seguirlo de cerca.
Recibida la autorización, al día siguiente acompañé al instructor a la institución que amparó a Dionisio, con el propósito de prepararlo convenientemente para la visita proyectada.
Con la gentileza habitual, Alexandre nos guió hasta la vivienda de la Médium Octavia, dónde Euclides, el benévolo amigo de la víspera,
nos aguardaba con abundantes atenciones.
El servicial mentor se despidió con suma delicadeza, y me dejó en compañía de los nuevos colegas luego de que añadió:
-La reunión de los compañeros encarnados comenzará a las veinte; estaré aquí de regreso entre las dieciocho y las diecinueve, para
acompañarlos hasta el núcleo donde llevaremos a cabo nuestro trabajo.
Me miró entonces fijamente y concluyó con su característica bondad:
-Querido André, aproveche la proximidad de Euclides; un buen trabajador siempre tiene edificantes lecciones que enseñar.
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Euclides esbozó una sonrisa y agradeció conmovido. A continuación nos condujo al interior de la vivienda, mientras que
Alexandre se retiraba en otra dirección.
Llegamos a un humilde aposento.
-En éste sector de la casa -nos explicó el guía amablemente : -nuestra hermana Octavia acostumbra hacer sus meditaciones y
plegarias. A éso se debe que la atmósfera reinante sea reconfortante, liviana y balsámica. Pónganse cómodos. En vista de que hoy es uno de los días consagrados al servicio mediúmnico, terminará más temprano los quehaceres relativos a la cena, para orar y prepararse.
Consulté la esfera del enorme reloj de pared que no lejos de nosotros marcaba las dieciséis, y manifesté el deseo de ver a la hermana que iba a desempeñarse aquélla noche como intermediaria entre los dos ámbitos.
Dejé a Dionisio en el aposento donde nos encontrábamos, y Euclides me condujo a la pequeña cocina. Allí, una señora de avanzada
edad preparaba con esmero algunos platos sencillos. Todo era limpieza, orden y armonía doméstica. La noté algo pálida y abatida...
Al oír el discreto comentario el compañero me informó:
-Octavia es una excelente colaboradora de nuestros servicios espirituales, pero por fuerza de las pruebas necesarias para su redención
se halla unida a un hombre ignorante y casi cruel. Mientras el brutal compañero está ausente, durante las horas en que debe “ganarse el pan”, la casa está tranquila y feliz porque nuestra amiga no ofrece hospedaje
a las entidades perturbadoras de la oscuridad. Sin embargo, cuándo el desventurado Leonardo penetra en éste pequeño territorio, la situación
se modifica, porque el pobre esposo representa a un auténtico “cantero de espinos” en el jardín que es éste hogar, además de que tiene por
acompañantes a peligrosos elementos de las zonas más bajas...
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-¿No consiguió identificarse con la misión espiritual de su esposa? -pregunté con curiosidad-,
-No, de ningún modo -explicó Euclides sin titubeos-. Para él no es una novedad la comprensión elevada, pero está obstinado en sus propios errores. Permite que la consorte nos ayude en vista de la insistencia de unos parientes consanguíneos de él, dedicados a nuestra causa, y que influenciados por nosotros no le permiten apartarla. Aún así la tarea no es muy sencilla, porque tanto como Octavia es dócil a los Espíritus del bien, su esposo es obediente a los cultores del mal. A veces
alcanza con que esbocemos un programa constructivo con la participación de ella para que Leonardo, acosado por los portadores de
tinieblas, perturbe nuestra labor al crearnos graves dificultades.
Como notaba que el abatimiento de la médium no me pasaba desapercibido, Euclides añadió:
-Tan pronto que llevado por el entusiasmo prometí ayer la visita de Dionisio, con el deseo de incentivar el buen ánimo de los amigos
encarnados y contando con el concurso Mediúmnico de nuestra hermana, empeoró la situación psíquica del esposo imprudente.
Leonardo amaneció hoy más nervioso que de costumbre, se emborrachó poco antes del almuerzo, insultó a su humilde compañera y llegó incluso a infligirle tormentos físicos. Asustada, la bondadosa señora sufrió un tremendo conflicto nervioso que le afectó el hígado, al punto que en éste momento se encuentra con una intensa alteración
gastrointestinal. En consecuencia, durante el día su alimentación ha sido muy escasa, y no ha podido mantener la necesaria armonía de la mente para atender con eficiencia a nuestros propósitos. Ya implementé diversos recursos de asistencia, inclusive la colaboración magnética de competentes enfermeros espirituales para elevarle el nivel de energías en la medida de lo necesario, y gracias a éso la pobrecita aún no cayó en cama. Pese a toda la asistencia que se le dispensó se encuentra bastante debilitada.
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Un tanto decepcionado Euclides consideró, luego de permanecer unos instantes en silencio:
-Como usted sabe, la armonía no es un producto que se improvise, y sí nosotros, los desencarnados consagrados al bien, estamos en lucha frecuente por conservar nuestra iluminación íntima, los médiums son seres humanos expuestos a los acontecimientos y a los desequilibrios propios de la esfera carnal...
-¡Oh! -exclamé, mirando a la pobre mujer-. ¿No tendremos a alguién que la sustituya? Está casi tambaleante...
-Todas las tareas requieren una preparación, un entrenamiento -alegó mí interlocutor sensatamente-, y de un momento para otro no
podemos traer a alguién que reemplace a Octavia -¿Cree que sí ella fuera feliz colaboraría con mayor eficiencia? -indagué-.
-¿Quién sabe? -respondió Euclides deliberadamente-. La práctica de la Mediúmnidad como una misión no es incompatible con el bienestar y, con ése criterio, todas las personas que gozan de un relativo
confort material podrían aspirar a excelentes oportunidades de servicio, en sus respectivos sectores de trabajo moralizador. No obstante, cuándo las almas encarnadas son favorecidas por la calma natural en la existencia física, se mantienen en la región de servicio habitual que
corresponde a sus necesidades individuales y, como el cumplimiento del deber con regularidad ya representa un gran esfuerzo, rara vez
trasponen la frontera de las obligaciones genuinas en busca del campo divino de la renuncia. No obstante, la lucha intensa amplía las aspiraciones del alma. Cuándo el sufrimiento está iluminado por la fe
viva, incita a la resignación y de tal modo se convierte en una fuente creadora de alas espirituales.
A ésa altura de las explicaciones fraternas, el compañero sonrió y manifestó:
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-Cuándo enunciamos semejantes conceptos, no queremos decir que la Mediumnidad constructiva sea una condición exclusiva de los
corazones sometidos al dolor. De ningún modo.
Las misiones de la espiritualidad superior, pertenecen a todos los seres humanos de buena voluntad. Sólo ponemos de manifiesto nuestra convicción de que existen almas que abrazan fervorosamente el ideal del bien y de la
verdad, y que se valen de los obstáculos para escalar con mayor constancia la montaña de la redención divina.
La dueña de la casa había concluido la tarea de elaboración de la humilde cena y, antes de que el esposo regresase al hogar, se dirigió al
cuarto íntimo en el que conforme a lo informado por Euclides acostumbraba realizar sus oraciones previas a la reunión.
Penetramos en el aposento en su compañía.
Euclides acomodó a Dionisio junto a ella.
Mientras la médium se concentraba en oración, el dedicado amigo le aplicaba pases magnéticos fortalecedores de los nervios de las visceras y, por lo que percibí, le suministró una considerable cantidad de energía, no sólo a las fibras nerviosas sino también a las células gliales.
Doña Octavia le pedía a Jesús suficiente energía para el cumplimiento de la tarea. Su ruego silencioso, sencillo y sincero nos conmovió. Meditó acerca de la promesa que los amigos espirituales habían hecho la víspera, relativa a la comunicación del recientemente
desencarnado Dionisio. Procuraba predisponerse para una colaboración
Mediúmnica eficiente, y en tal sentido intentaba conservar la mente aislada de las contrariedades de naturaleza material. De a poco, bajo la influencia de Euclides, se formó un lazo fluídico que unió a la Médium con el comunicante que estaba junto a ella. El compañero que organizaba el trabajo recomendó al amigo desencarnado que hablase a Doña Octavia con todas sus energías mentales, de modo de preparar un ambiente favorable para el servicio de la noche.
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Dionisio comenzó a hablarle a la Médium de sus necesidades espirituales. Hizo comentarios sobre la esperanza de que, además de los
antiguos compañeros de aprendizaje espiritualista, lo reconociera su familia de la corteza. Noté, por mí parte, que ella registraba su presencia y su mensaje en forma de imágenes y recuerdos, aparentemente
brotados de la esfera de su pensamiento.
Analicé minuciosamente la extensión de la frontera vibratoria que nos separa de los Espíritus encarnados. Sí bien nos encontrábamos frente a frente con una
organización mediúmnica habituada a la práctica, era necesario que iniciáramos el trabajo para establecer el contacto como sí ella estuviese a una enorme distancia, a fin de ir trasponiendo gradualmente los densos círculos de resistencia.
El singular diálogo se prolongó por largo tiempo hasta que finalmente constaté, cuándo concluyó la interesante conversación previa entre la Médium y el comunicante -charla que en todos sus detalles fue sugerida por la prudencia fraternal de Euclides-, que Doña Octavia parecía más familiarizada con el asunto y adhería claramente a las intenciones de Dionisio.
Todo iba bien, y no dejaba de sentirme sorprendido por aquél inusitado trabajo de preparación Mediúmnica, hasta que ocurrió algo
muy grave. Regresó el dueño de la casa y quebró violentamente las armoniosas vibraciones en que estábamos sumergidos. Tan pronto entró, se puso a vociferar, lo que hizo que su esposa se desconcentrara. El
infortunado ser puso en evidencia su brutalidad y sus características de tirano doméstico, seguido por un séquito de entidades burlonas y
perversas.
Doña Octavia sirvió la cena haciendo una prodigiosa ejercitación de la paciencia evangélica.
Finalizada la sencilla reflección, de la que participó el esposo y dos hijos mayores, la digna señora se dirigió al marido en particular.
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-Leonardo, como sabes hoy iré a la reunión, de modo que saldré antes de las ocho.
-¿Qué? -exclamó el interlocutor encharcado en vino, al mismo tiempo que alisaba sus bigotes entrecanos-. ¡Hoy no vas a salir! ¡Nada de sesiones! ¡Hoy, no!. Impresionado con aquélla actitud intempestiva le pregunté a Euclides, que presenciaba la escena con absoluta calma:
-¿Y ahora?
-Ya preveía ésta reacción -me respondió con manifiesta tristeza en la mirada-, por consiguiente, le pedí a una de nuestras hermanas que trajese hasta aquí a una tía del agresivo Leonardo. Ella intercederá a favor de nuestros fines. No tardarán en llegar; se trata de una persona a la que se rendirá sin esfuerzo.
En efecto, mientras Doña Octavia enjugaba silenciosamente su llanto y despejaba la mesa del comedor, se oyeron palmadas en la puerta
de calle.
Leonardo fue a atender, y poco después una entidad desencarnada que irradiaba mucha simpatía penetraba en el interior, acompañando a una anciana de semblante bondadoso y risueño.
La colaboradora de Euclides se acercó a nosotros y nos saludó sonriente. Profundamente sorprendido, en vista de que eran necesarios tantos trabajos para implementar una simple tarea de consuelo, me
concentré en la conversación que se desarrolló entre los encarnados:
-En cuánto finalicé mís tareas diarias -dijo la respetable matrona dirigiéndose a la Médium, después de los saludos-, vine hasta aquí para
que vayamos juntas.
Octavia procuró esconder su amargura; con esfuerzo intentó
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sonreír y le respondió:
-Querida Georgina, hoy no puedo... Leonardo está descompuesto y se propone acostarse más temprano que de costumbre.
-Ya comprendo, ya comprendo -manifestó la visitante, con un tono de afecto en las palabras y de severidad en las actitudes, al mismo
tiempo que observaba la reacción del jefe de la casa-. ¡Octavia, tú tienes un compromiso y no puedes faltar!
Mientras así decía se puso de pie y tocó los hombros de su sobrino, que se había recostado en un sofá, y le dijo con franqueza:
-Hijo mío, no puedo impedir que tú te regales con placeres y postergues tús realizaciones espirituales por imprudencia y falta de
voluntad. Pero, te advierto en cuánto a los deberes de tú esposa en nuestro núcleo de iluminación, y te ruego que no te interpongas entre ella y los designios superiores. Octavia es una esposa ejemplar; ha tolerado tús impertinencias durante toda su vida y, además, te ha entregado dos hijos, ya mayores, educados con rigor tanto en lo intelectual como en lo afectivo. No le impidas que atienda el servicio divino. Podría rebelarme contra tí e inducirla a que se resista, pero prefiero advertirte que tú acción en contra del bien no quedará impune. [Nota añadida por Frank Montañez : "Ésta es una amenaza, ésto no es conforme a las enseñanzas y creencias del Espiritismo Verdadero ]
Observé que las palabras de la venerada señora eran emitidas conjuntamente con importantes emisiones de energía magnética, que
envolvieron a Leonardo y lo indujeron a que razonara con sensatez. Él meditó durante algunos segundos, hasta que respondió derrotado:
-Octavia puede ir cuándo quiera, siempre que sea en tú compañía.
La matrona le expresó su agradecimiento, y le trasmitió también
palabras para estimularlo al estudio de las cuestiones relativas a la
espiritualidad. Cuando ambas señoras se disponían a encaminarse hacia
el local donde se reunía el grupo de estudios, regresó Alexandre,
dispuesto a acompañarnos.
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Advertí que con una sola mirada el instructor había percibido el
estado de abatimiento de la médium, y comprendía cuáles eran las
dificultades que se interponían con la prometida comunicación de
Dionisio. Sin embargo, lejos de hacer alusión a las advertencias del día
anterior era él mismo quien se mostraba con mayor optimismo, y noté,
también, que por reflejo Euclides se predisponía más entusiastamente a
prestar su colaboración en el servicio del bien.
Llegamos al amplio salón de aquel taller reservado para
actividades espirituales, cuando faltaban quince minutos para que
dieran las veinte.
Como siempre, los trabajadores de nuestro ámbito eran
numerosísimos, y se distribuían en los múltiples trabajos de asistencia,
preparación y vigilancia. La familia del comunicante constituida por la
esposa y los hijos, junto con algunos ansiosos amigos, aguardaban la
palabra de Dionisio. Entre tanto, nuestro esfuerzo para mejorar las
condiciones receptivas de Octavia era considerable.
Tal como lo había hecho en otras ocasiones, Alexandre se
esmeraba en dar ejemplo de una cooperación eficiente. Determinó que
algunos de los colaboradores desencarnados activasen el sistema
endocrino en general, y proporcionasen al hígado mejores recursos para
lograr la normalización inmediata de sus funciones, de modo de
establecer un cierto equilibrio en el estómago y en los intestinos en
virtud de las necesidades del momento. El objetivo era que el
instrumento mediúmnico se desempeñase con tanto equilibrio como
fuera posible.
A las veinte en punto estaba congregada una reducida cantidad
de hermanos encarnados, y se dio comienzo al servicio con la
conmovedora plegaria del compañero que dirigía la casa.
Gracias a la colaboración magnética que se le había brindado, era
evidente que la médium se sentía más fuerte.
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Una vez más contemplaba con admiración el fenómeno luminoso
de la epífisis y estaba atento al importante trabajo de Alexandre, de
acuerdo con la técnica de preparación del intermediario. Observé que
en esa oportunidad el tenaz instructor ponía el mayor cuidado en la tarea
de prestar asistencia a las células de la corteza cerebral, en especial al
centro del lenguaje, aunque también extendía su procedimiento a los
componentes y músculos involucrados en la emisión de la palabra.
Finalizada la oración, con el aporte de numerosos servidores de
nuestro ámbito, se consiguió el equilibrio vibratorio del ambiente. Con
sumo cuidado, Octavia fue apartada parcialmente de su envoltorio
físico y entonces se aproximó Dionisio, que también de manera parcial
comenzó a valerse de las aptitudes que la médium le ofrecía. La
esforzada intermediaria se mantenía a corta distancia, con la posibilidad
de regresar al cuerpo en el momento que se lo propusiera y conservando
relativa conciencia de lo que ocurría. Dionisio, por su parte, se hacía oír
mediante el empleo de órganos que no le pertenecían, a los que debía
usar cuidadosamente bajo el control directo de la legítima propietaria y
mediante la afectuosa vigilancia de amigos y benefactores que
verificaban sus acciones con la mirada, a fin de que mantuviera un
adecuado equilibrio emotivo. Reconocí que el proceso de la
incorporación común guardaba similitud con el injerto de un árbol
frutal. La planta extraña revela sus características y ofrece sus frutos
específicos, mientras que el árbol que recibió el injerto no pierde su
naturaleza y sigue activo sustentado por su propia vitalidad. En el
fenómeno mediúmnico que estudiábamos, Dionisio era un elemento
que se ligaba a las facultades de Octavia y las empleaba para producir
las expresiones que caracterizaban a su propio Espíritu. Naturalmente
estaba subordinado a la médium, pues sin su desarrollo mental, su
fortaleza y su receptividad, el comunicante no hubiera podido poner de
relieve ante los encarnados presentes las cualidades de su personalidad.
Lógicamente, ése era el motivo por el cual era imposible aislar por
completo la influencia de Octavia, que permanecía vigilante. La casa
física era al mismo tiempo el templo de su ser, al que debía defender de
toda manifestación que pusiera en riesgo su equilibrio. Por tal motivo
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ninguno de nosotros, los desencarnados presentes, tenía el derecho de
exigirle una separación mayor, pues le competía resguardar su potencial
fisiológico y preservarlo de todo posible daño, ya fuera cerca de
nosotros o a distancia de nuestra asistencia afectiva.
Con todo, nuestra atmósfera impregnada de armonía no
alcanzaba para apaciguar la perturbadora expectativa de los
compañeros encarnados.
Entre nosotros prevalecían el control, la disciplina, el
autodominio; entre ellos se propagaban el desequilibrio y la inquietud.
Exigían que Dionisio, con las características del hombre al que habían
conocido, se manifestara por la boca de Octavia. En cambio, nuestro
ámbito les imponía un Dionisio cuyo Espíritu era el que se daba a
conocer mediante las manifestaciones de la médium. La familia humana
aguardaba a un padre emocionado, sometido aún a arrebatos poco
edificantes; al mismo tiempo, nosotros auxiliábamos al hermano para
que su alma mantuviera la calma y la sobriedad en beneficio de sus
familiares terrestres.
El comunicante se expresaba bajo el influjo de una intensa
emoción. No obstante, Alexandre y Euclides, que se ocupaban
respectivamente de él y de la intermediaria, ejercían un control sobre
sus actitudes y sus palabras a fin de que se refiriese tan sólo a los asuntos
convenientes para la instrucción de todos. Por su parte, Dionisio era el
responsable de las imágenes mentales nocivas que su palabra pudiera
crear en el cerebro y en el corazón de los oyentes.
En consecuencia, el comunicante se condujo con admirable
dignidad espiritual en todos los conceptos de la comunicación oral, si
bien debió realizar verdaderos prodigios de disciplina interior, para no
mencionar ciertas situaciones familiares y simultáneamente contener
las lágrimas que estaban estancadas en su corazón.
Después de hablar durante casi cuarenta minutos en alusión a la
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familia y a los compañeros de la lucha humana, Dionisio trasmitió una
conmovedora oración de despedida con un mensaje de agradecimiento
dictado por Alexandre, que también estaba visiblemente conmovido.
Nuestra colaboración había transcurrido en absoluta armonía. El
manifestante ofreció los posibles elementos de identificación personal,
pero la reducida concurrencia de encarnados no recibió la dádiva como
hubiera sido de desear. Cuando a continuación del cierre se interrumpió
la concentración mental, comenzaron las evaluaciones. Entonces se
pudo verificar que cuatro de cada cinco de los presentes no admitían la
veracidad de la manifestación. Solamente la esposa de Dionisio y unos
escasos amigos sintieron efectivamente su palabra vivaz y vibrante. Sus
propios hijos se internaron en el terreno de la duda y la negación.
Interpelado por uno de los compañeros, el mayor expresó:
-Imposible. No puede ser mi padre. Si él fuese el comunicante
sin duda habría aludido a la difícil situación de nuestra familia...
Otro de los hijos de Dionisio agregó irreflexivamente:
-No creo en semejante manifestación. Si fuese nuestro papá
habría respondido a mis preguntas íntimas. ¿Será que en el otro mundo
los padres ya no se acuerdan del cariño debido a sus hijos?
En un grupo que se formó en uno de los rincones de la sala
comenzó la charla con una insinuación maliciosa. Sólo la viuda y otros
tres hermanos de ideal se mantenían junto a la médium incentivando su
espíritu de servicio, a través de palabras y pensamientos de
comprensión y de alegría.
En el grupo donde los hijos exteriorizaban ingratas impresiones,
uno de los amigos que adhería al cientificismo afirmaba solemne:
-No podemos admitir la pretendida incorporación de Dionisio.
Octavia conoce todos los pormenores de su vida pasada, está casi a
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diario en contacto con la familia, y el Espíritu comunicante no reveló
ninguna particularidad por la que pudiese ser identificado.
Y después de arrojar la ceniza del cigarrillo en un cenicero
próximo, agregaba, con mordacidad:
-El problema de la mediumnidad es una cuestión muy
complicada en la doctrina. El animismo es una hierba dañina que
prolifera en todas partes. En nuestro intercambio con el mundo invisible
abundan los lamentables engaños.
Uno de los jóvenes presentes lo miró con los ojos desorbitados y
le preguntó de inmediato:
-¿Usted considera que Doña Octavia sería capaz de engañarnos?
-No conscientemente -respondió el cientificista con una sonrisa
de superioridad-, pero sí inconscientemente. La mayoría de los
médiums son víctimas de sus propias alucinaciones emotivas. Las
personalidades comunicantes, en sentido general, constituyen
creaciones mentales de los sensitivos. He estudiado pacientemente el
tema para no caer, como le sucede a muchos, en conclusiones
fantasiosas. Debemos evitar el ridículo, amigos.
Soltó entonces una risa sarcástica mientras remarcaba en tono
triunfal:
-Las manifestaciones que emergen del subconsciente en las
hipnosis profundas logran desorientar a los más valientes
investigadores.
Y, como si las palabras difíciles y las referencias importantes
constituyesen la solución definitiva para el asunto, proseguía, enfático:
-Para corregir los desbordes de la imaginación en el espiritismo
se creó la metapsíquica, a fin de dar una orientación a nuestras
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investigaciones intelectuales, y no podemos olvidar que el propio
Richet murió en la duda. No fueron suficientes las decenas de años
consecutivos que dedicó al estudio sistemático de los fenómenos.
Incluso, las materializaciones no le infundieron la certeza de la
supervivencia. Por lo tanto...
La reducida asamblea seguía atenta a su palabra enjundiosa,
como si escuchara a un oráculo infalible.
En otro ángulo del salón se comentaba el mismo asunto
discretamente.
-No creo en la veracidad de la manifestación -afirmaba en voz
baja una señora relativamente joven, dirigiéndose a su marido y a sus
amigas-. Al fin de cuentas, en la comunicación prevaleció la
banalidad... No aportó nada nuevo. Para mí, las palabras de Octavia
provienen de ella misma. No percibí ninguna señal convincente con
respecto a la posible presencia de nuestro viejo amigo. La esfera de los
desencarnados carecería de atractivo si sólo proporcionase a los que nos
preceden las frivolidades que el supuesto Dionisio nos trajo.
-Tal vez haya habido alguna perturbación -dijo el esposo de la
misma señora-. No estamos libres de los mistificadores del mundo
invisible...
El grupo no ocultaba la risa espontánea.
Nunca experimenté tanta decepción como en esos instantes en
que analizaba el proceso de la incorporación mediúmnica.
Nadie evaluaba las dificultades que debió enfrentar Euclides, el
buen colaborador espiritual, para llevar a esa casa el consuelo de aquella
noche. Nadie tenía en cuenta el desafío que el acontecimiento
representaba para la propia médium, animada por el propósito de servir
con amor a la causa del bien. Los compañeros encarnados se sentían
con absoluto derecho a dudar y criticar. Los benefactores espirituales,
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según la apreciación de los presentes, no eran más que simples
servidores de sus caprichos, que regresaban del más allá de la tumba
para satisfacer exclusivamente el placer que les causaban las
novedades. Con rarísimas excepciones nadie pensó acerca del consuelo,
de los méritos o del aprovechamiento de la experiencia realizada. En
vez del agradecimiento, del comentario positivo, se cultivaba la
desconfianza y la maledicencia.
Alexandre percibió que Euclides, atento a la escena, estaba
afectado por una justificada decepción agravada por las advertencias de
la víspera. No obstante, aplicando el culto del amor y la gentileza, el
instructor le recomendó que se apartase y confió a sus cuidados a la
entidad comunicante que debería regresar sin pérdida de tiempo a su
lugar de origen.
El instructor se acercó a mí, y comprendiendo mi asombro dijo:
-No se sorprenda, André. Nuestros hermanos encarnados
padecen complicadas limitaciones.
Y manifestó a continuación, dando muestras de confianza y
alegría en su rostro:
-Por otra parte, como usted ha podido observar, la mayoría tiene
el cerebro hipertrofiado y el corazón endurecido. En general, nuestros
amigos de la corteza terrena critican muy a menudo y aprueban muy
difícilmente; aprecian la comprensión ajena, sin embargo, rara vez están
dispuestos a comprender a los otros... Pese a todo, el trabajo es una
concesión del Señor y confiados en la providencia del Padre nos cabe
perseverar incansablemente en nuestra labor, en busca del mejor
resultado.
Seguidamente, hizo algunas recomendaciones a varios amigos
que iban a permanecer en el pabellón de las realizaciones espirituales,
y luego dijo:
Los misioneros de la luz
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-Vámonos.
Al retirarnos, cerca de la puerta oímos que un caballero le decía
al director de los servicios:
-Todos tenemos el derecho de dudar.
No oí la respuesta del interlocutor encarnado, pero Alexandre
opinó con el semblante de un padre optimista y bondadoso: -Casi todas
las personas terrestres que se valen de nuestra cooperación se sienten
con derecho a dudar. Es muy raro que haya un compañero que se sienta
con el deber de ayudar.
El Espíritu que desencarna no escoge ir a "Ciudades Espirituales", diferentes a los "Mundos Transitorios", definidos en el libro de Los Espíritus, Ítems 234 al 236.Vida Espírita
234. ¿Existen, como se ha dicho, mundos que sirven a los Espíritus errantes como estaciones y lugares de descanso?“Sí, hay mundos particularmente destinados a los seres errantes, mundos en los que pueden residir por algún tiempo, especies de vivaques o campamentos donde descansar durante una prolongada erraticidad, estado que siempre es un tanto penoso. Son posiciones intermedias entre los otros mundos, graduadas conforme a la naturaleza de los Espíritus que pueden ir allí, los cuales gozan de un bienestar más o menos intenso.”
[234a] – Los Espíritus que residen en esos mundos, ¿pueden dejarlos a voluntad?“Sí, los Espíritus que se encuentran en esos mundos pueden alejarse de ellos para ir adonde les corresponde. Imaginadlos como aves de paso que se detienen en una isla mientras recobran fuerzas para dirigirse a su destino.”
235. ¿Progresan los Espíritus durante su estancia en los mundos transitorios?“Sin ninguna duda. Los que se reúnen de tal modo lo hacen con el objetivo de instruirse y obtener, con mayor facilidad, el permiso para dirigirse a lugares mejores y llegar a la posición que alcanzan los elegidos.”
236. Los mundos transitorios, por su naturaleza especial, ¿están perpetuamente destinados a los Espíritus errante“No, su posición es sólo temporaria.”
[236a] – ¿Están habitados al mismo tiempo por seres corporales?“No, su superficie es estéril. Quienes habitan en ellos no tienen necesidad de nada.”
Libro Segundo – Capítulo VI 196
[236b] – Esa esterilidad, ¿es permanente y proviene de su naturaleza especial?“No, son estériles de manera transitoria.”
[236c] – Esos mundos, en tal caso, deben de estar desprovistos de bellezas naturales.“La naturaleza se traduce en las bellezas de la inmensidad, que no son menos admirables que lo que vosotros llamáis bellezas naturales.”
[236d] – Puesto que el estado de esos mundos es transitorio, ¿nuestra Tierra estará algún día en esa situación?“Ya lo estuvo.”
[236e] – ¿En qué época?“Durante su formación.”_________________________"NO EXISTEN niveles de Conciencias que justifiquen las Ciudades Espirituales, eso no es Espiritismo. NO EXISTEN: Colonias Espirituales, UMBRAL como Ciudad Espiritual, Nosso Lar, Nuestro Hogar, Casa Astral, Alfa 1, Alborada Nueva y miles más. NINGUNO DE ESTOS CONCEPTOS EXISTEN EN EL Mundo Espiritista, y lo peor o lo mejor, nada se puede probar como cierto. Justificar la existencia de Ciudades Espirituales, con niveles de conciencia, es indicio de ignorancia del mundo Espiritista y una negación a las enseñanzas del Espiritismo.
Los que predican de la existencia de Ciudades Espirituales, no son adeptos del Espiritismo. Tampoco existen Estados de Conciencias, ni niveles dimensionales donde se esconden estas Ciudades, ni se justifican con Estados de Conciencias, es que simplemente no se puede probar.
. No son por seguro enseñanzas del Espiritismo Moralizador y Consolador al Mundo, el Verdadero Espiritismo. Todos estos conceptos son términos Espiritualistas y no es Espiritismo. LAS CIUDADES ESPIRITUALES SON "BASURA Literaria" EN EL ESPIRITISMO Verdadero."
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