Temas en éste artículo : "Amad a vuestros enemigos, Los enemigos desencarnados, La venganza, El odio..."
Devolver bien por mal... es Amar a tús enemigos según el libro : "El Evangelio Según El Espiritismo",
Volver bien por mal - Los enemigos desencarnados. - Sí alguno te hiere la mejilla derecha, preséntale también la otra. - Instrucciones de los espíritus: La venganza - El odio. - El duelo.
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TEMA : El Odio detiene el Adelanto y Progreso del Espíritu encarnado, aprende amar y a ser tolerante que es y debe ser una virtud, y tener paciencia para desear bien a los malos, Soy Frank Montanez, Espírita por Convicción y no por Imposición SEPC, en YouTube
https://youtu.be/wBngILHtRtA?si=SO1paQS2koccH3iL
https://youtube.com/watch?v=wBngILHtRtA&si=SO1paQS2koccH3iL
NO AL ODIO, A LA INTOLERANCIA Y AL MALTRATO O A LA TORTURA DE OTRO SEMEJANTE.
Sí aún sientes Odio o desprecio en tú Corazón, y lo demuestras con maltrato, tortura o desprecio a tús semejantes, tú Espíritu no está Adelantando ni progresando. ¿Qué esperas para dejar de Odiar? Aunque exista justificación según tu criterio, el que Odia a otro semejante, limita su capacidad de Amar y el odio, que es hijo del Orgullo, no deja que progrese tú Alma encarnada.
No importa lo que la otra persona haya hecho, el odiarlo, es un comportamiento en realidad, significa que aún eres Egoísta. Deja de Odiar y sé tolerante, ama y perdona a tús enemigos, a los que te han sido infiel en tú relación de amigo o de pareja. Pues estás perdiendo el tiempo en ésta encarnación.
Soy Frank Montanez, Espírita por Convicción y no por Imposición SEPC...
Veamos el Libro de los Espíritus...
Los Espíritus pertenecen a diferentes clases y no son iguales ni en poder ni en inteligencia, ni en saber ni en moralidad. Los de primer orden son los Espíritus Superiores, que se distinguen de los demás por su perfección, conocimientos y proximidad a Dios; por la pureza de sus sentimientos y su amor al bien; son los ángeles o Espíritus Puros. Las otras clases se alejan cada vez más de dicha perfección: los de los rangos inferiores son propensos a la mayoría de nuestras pasiones: odio y envidia, celos y orgullo, etcétera. Éstos se complacen en el mal. Entre ellos los hay asimismo que no son ni muy buenos ni muy malos: más revoltosos y embrollones que ruines; la malicia y las inconsecuencias parece ser su dote. Son los duendes, Espíritus traviesos o frívolos.
102. Décima clase: Espíritus impuros.- Son propensos al mal y éste constituye el objeto de sus preocupaciones. En cuánto Espíritus, dan consejos pérfidos, alientan la discordia y la desconfianza y adoptan todos los disfraces para engañar mejor. Se apegan a las personas de carácter lo bastante débil para ceder a sus sugestiones, y hacen ésto a fin de empujarlas hacía su perdición, satisfechos de poder retrasar su progreso haciéndolas sucumbir ante las pruebas que sufren. Durante las comunicaciones se les reconoce por su lenguaje: trivialidad y grosería de las expresiones, tanto entre los Espíritus como entre los hombres, denotan siempre inferioridad moral, sí no intelectiva. Sus comunicaciones denuncian la bajeza de sus inclinaciones, y sí quieren inducir a engaño expresándose de una manera sensata no pueden prolongar mucho tiempo su comedia y terminan siempre por dejar traslucir su origen.
Algunos pueblos han hecho de ellos sus divinidades maléficas y otros los designan con los nombres de demonios, genios malos o Espíritus del mal.
Los seres vivientes a quienes animan, cuándo se han encarnado, son propensos a cuántos vicios engendran las pasiones viles y degradantes: sensualidad y crueldad, bellaquería e hipocresía, avidez y sórdida avaricia. Practican el mal por el mero placer de hacerlo, casi siempre sin motivos para ello, y por odio al bien escogen las más de las veces a sus víctimas entre las personas honradas. Son plagas para la humanidad, sea cuál fuere su clase social a que pertenezcan, y su barniz de civilizados no les exime del oprobio y la ignominia.
• El odio detiene el Adelanto Moral de tú Espíritu encarnado ......
Libro del Evangelio según el Espiritismo, CAPÍTULO XII,
1. Habéis oído que fue dicho: Amarás a tú prójimo y aborrecerás a tú enemigo. - Más yo os digo: Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os aborrecen, y rogad por los que os persiguen y calumnian: - para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos: el cual hace nacer su sol sobre buenos y malos, y llueve sobre justos y pecadores. -Porque sí amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los publicanos? - Y sí saludáis tan solamente a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de más? ¿no hacen ésto mismo los gentiles? Porque os digo, que sí vuestra justicia no fuere mayor que la de los Escribas y Fariseos, no entraréis en el reino de los cielos. (San Mateo, cap. V, v. de 43 a 47 y 20).
2. Y sí amáis a los que os aman, ¿qué mérito tendréis? porque los pecadores también aman a los que les aman a ellos. - Y sí hiciereis bien a los que os hacen bien, ¿qué mérito tendréis? porque los pecadores también hacen ésto. -Y sí prestarías a aquéllos, de quienes esperáis recibir, ¿qué mérito tendréis? Porque también los pecadores prestan unos a otros para recibir otro tanto. -"Amad, pues, a vuestros enemigos: haced bien y dad prestado"; sin esperar por ésto nada: y vuestro galardón será grande, y seréis hijos del Altísimo porque Él es bueno aún por los ingratos y malos. - Sed, pues, misericordiosos, como también vuestro padre es misericordioso. (San Lucas, cap. VI, v. 32 a 36).
3. Sí el amor del prójimo es el principio de la caridad, amar a sus enemigos es su aplicación sublime, porque ésta virtud es una de las más grandes victorias contra el egoísmo y el orgullo. Sin embargo, generalmente se equivocan sobre el sentido de la palabra "amor" en ésta circunstancia; Jesús no entendió, por ésas palabras, que se deba amar a su enemigo con el cariño que se tiene a un hermano o a un amigo; la ternura supone confianza, y no se puede tener confianza en aquél que se sabe que es capaz de hacernos mal, y no se pueden tener con él las expansiones de la amistad, porque se sabe que sería capaz de abusar de ellas; entre las personas que desconfían unas de otras, no pueden existir los arranques de simpatía que existen entre aquéllos que son de una misma comunión de pensamientos; en fin, no puede tenerse el mismo placer encontrándose con un enemigo que con su amigo. Éste sentimiento es también el resultado de una ley física: la de la asimilación y de la repulsión de los fluidos: el pensamiento malévolo dirige una corriente fluídica cuya impresión es penosa; el pensamiento benévolo nos envuelve en una emanación agradable y de aquí resulta la diferencia de sensaciones que se experimentan al aproximarse un amigo o un enemigo. Amar a sus enemigos, no puede, pues, significar que no debe hacerse ninguna diferencia entre ellos y los amigos; este precepto parece difícil y aún imposible de practicar, porque se cree falsamente que prescribe que demos a ambos el mismo puesto en el corazón. Sí la pobreza de las lenguas humanas obliga a servirse de la misma palabra para expresar diversos grados de sentimientos, la razón debe establecer la diferencia según los casos.
Amar a sus enemigos, no es tenerles un afecto que no está en la naturaleza, porque el contacto de un enemigo hacer latir el corazón de muy diferente modo que el de un amigo; es no tenerle ni odio, ni rencor, ni deseo de la venganza; es perdonarle "sin segundas intenciones y sin condiciones" el mal que nos hace, sin poner ningún obstáculo a la reconciliación; es desearles bien en vez de quererles ni alegrarse en vez de afligirse (leí bien que les acontece, tenderles una mano caritativa en caso (la necesidad, abstenerse "en palabras y en acciones" de todo lo que puede perjudicarles; es' en fin, volverles siempre bien por mal, "sin intención de humillarles". Cualquiera que haga ésto, llena las condiciones del mandamiento: "Amad a vuestros enemigos".
4. Amar a sus enemigos es un despropósito para los incrédulos; aquel para quien la vida presente es el todo, sólo ve en su enemigo un ser pernicioso que turba su reposo y del que sól0 la muerte puede desembarazarle. De aquí viene el deseo de venganza. No tiene ningún interés en perdonar si no es para satisfacer su orgullo a los ojos del mundo; aún perdonar, en ciertos casos, le parece una debilidad indigna de él; si no se venga, no deja por éso de conservar rencor y un secreto deseo de perjudicarle. Para el creyente, pero sobre todo para el espiritista, la manera de ver es muy diferente, porque dirige sus miradas al pasado y al porvenir, entre los que la vida presente sólo es un punto; sabe que por el mismo destino de la tierra, debe esperar encontrar en ella hombres malvados y perversos, que las maldades a que está expuesto forman parte de las pruebas que debe sufrir, y el punto de vista elevado en que se coloca hace que las vicisitudes le sean menos amargas, ya provengan de los hombres o de las cosas; "Sí no murmura de las pruebas, tampoco debe murmurar de los que son instrumentos de aquellas"; sí en vez de quejarse da gracias a Dios porque le prueba, "debe también dar gracias a la mano que le proporciona ocasión de manifestar su paciencia y su resignación". Éste pensamiento le dispone naturalmente al perdón; siente, además, que cuánto más generoso es, más se engrandece a sus propios ojos y se encuentra fuera del alcance de los tiros malévolos de su enemigo. El hombre que ocupa un puesto elevado en el mundo, no se considera ofendido por los insultos de aquél a quién mira como inferior, lo mismo sucede con el que se eleva en el mundo moral sobre la humanidad material; comprende que el odio y el rencor le envilecerían y le rebajarían; luego, para ser superior a su adversario, es preciso que tenga el alma más grande, más noble y más generosa.
Los enemigos desencarnados
5. El espiritista tiene aún otros motivos de indulgencia para con sus enemigos. En primer lugar, sabe que la maldad no es el estado permanente de los hombres; que es una imperfección momentánea, y de que de la misma manera que el niño se corrige de sus defectos, el hombre malo reconocerá un día sus malas obras y se volverá bueno. Sabe también que la muerte sólo le libra de la presencia material de su enemigo, pero que éste puede perseguirle con su odio aún después de haber dejado la tierra; que de este modo la venganza no consigue su objeto, sino que, al contrario, tiene por efecto el producir una irritación más grande y que puede continuarse de una existencia a otra. Pertenecía al Espiritismo probar por la experiencia y la ley que rige las relaciones del mundo visible con el mundo invisible, por la expresión "Ahogar en sangre la ira", es radicalmente falsa y que la verdad es que la sangre conserva a el odio hasta más allá de la tumba, dando, por consiguiente, una razón de ser efectiva y una utilidad práctica del perdón y a la sublime máxima de Cristo: "Amad a vuestros enemigos". No hay corazón, por perverso que sea, que no se conmueva con los buenos procederes, aun sin darse cuenta de ello; con los buenos procederes se quita, por lo menos, todo pretexto de represalias; de un enemigo puede hacerse un amigo antes y después de la muerte. Con los malos procederes se le irrita, y entonces es cuando él mismo sirve de instrumento a la justicia de Dios para castigar al que no ha perdonado".
6. Pueden, pues, tenerse enemigos entre los desencarnados y entre los encarnados; los enemigos del mundo invisible, manifiestan su malevolencia por las obsesiones y las subyugaciones, a las que están sujetas tantas gentes, y que son una variedad en las pruebas de la vida; tanto estas pruebas como las otras ayudan al adelantamiento y deben ser aceptadas con resignación y como consecuencia de la naturaleza inferior del globo terrestre; si no hubiese hombres malos en la tierra no habría tampoco espíritus malos a su alrededor. Sí, pues, debemos indulgencia para con los enemigos encarnados, debe tenerse la misma para con los que están desencarnados. En otro tiempo se sacrificaban víctimas sangrientas para apaciguar a los dioses infernales, que eran los espíritus malos. A los dioses infernales han sucedido los demonios, que son la misma cosa. El Espiritismo viene a probar que esos demonios no son más que las almas de los hombres perversos que aun no se han despojado de los instintos materiales: "que no se apaciguan sino por el sacrificio de su odio, es decir, por la caridad"; que la caridad no tiene sólo por efecto el impedir que hagan el mal, sino el de conducirles al camino del bien y contribuir a su salvación. Así es que la máxima: "Amad a vuestros enemigos", no está circunscrita al círculo estrecho de la tierra y de la vida presente, sino que entra en la grande ley de la solidaridad y de la fraternidad universal.
Si alguno te hiere en la mejilla derecha, preséntale también la otra ...
7. Habéis oído que fué dicho: Ojo por ojo y diente por diente. - Más yo os digo que no resistáis al mal, antes "si alguno te hiere en la mejilla derecha, preséntale también la otra". - Y aquél que quiere ponerte a pleito, y tomarte la túnica, déjale también la capa. - Y al que te precisare a ir cargado mil pasos, ve con él otros dos mil más. - Da al que te pidiere; y al que te quiere pedir prestado, no le vuelvas la espalda. (San Mateo, capítulo V, v. de 38 a 42).
8. Las preocupaciones del mundo sobre lo que se llama entre los hombres punto de honor, dan esa susceptibilidad sombría, nacido del orgullo y de la exaltación de la personalidad que conduce al hombre a volver injuria por injuria, herida por herida, lo que parece justo a aquel cuyo sentido moral no se eleva sobre las pasiones terrestres; por esto la ley mosaica decía: Ojo por ojo, diente por diente; ley en armonía con el tiempo en que vivía Moisés. Cristo vino y dijo: Volved bien por mal. Dijo más: "No os resistáis al mal que os quieran hacer; "sí os hieren en una mejilla presentadles la otra". Para el orgulloso, esta máxima parece una cobardía, porque no comprende que se necesita más valor para soportar un insulto que para vengarse, y ésto siempre por la razón de que su vista no alcanza más allá del presente. ¿Pero se ha de tomar literalmente esta máxima? No, lo mismo que la que dice que nos arranquemos el ojo si nos es ocasión de escándalo. Llevada adelante con todas sus consecuencias, seria condenar toda represión, aún cuándo fuese legal, y dejar el campo libre a los malos quitándoles todo miedo; sí no se pusiera un freno a sus agresiones, muy pronto serían víctimas suyas todos los buenos. El mismo instinto de conservación, que es una ley de la naturaleza, dice que no debe uno presentar voluntariamente el cuello al asesino. Con estas palabras, pues, Jesús no prohibió la defensa; sino que "condenó la venganza". Diciendo que se presenta una mejilla cuando se ha herido la otra, es decir, bajo otra forma, que no debe volverse nunca mal por mal, que el hombre debe aceptar con humildad todo lo que tiende a rebajar su orgullo; que es más glorioso para él ser herido que herir, sobrellevar con paciencia una injusticia que cometerla él mismo; que vale más ser engañado que engañar y ser arruinado que arruinar a los demás. Es, al mismo tiempo, la condenación del duelo que no es otra cosa que un alarde de orgullo. La fe en la vida futura y en la justicia de Dios, que nunca deja el mal impune, puede sólo dar la fuerza para soportar con paciencia los tiros dirigidos a nuestros intereses y a nuestro amor propio y por esto decimos sin cesar: Dirigid vuestras miradas al porvenir, pues cuanto más os elevéis con el pensamiento sobre la vida material, menos os atormentarán las cosas de la tierra.
INSTRUCCIONES DE LOS ESPÍRITUS
La venganza
9. La venganza es el último resto abandonado por las costumbres bárbaras que tienden a borrarse de entre los hombres, así como el duelo es uno de los últimos vestigios de las costumbres salvajes, entre las cuales se retorcía la humanidad al principio de la era cristiana. Por esto la venganza es un indicio cierto del estado atrasado de los hombres que se entregan a ella, y de los espíritus que la inspiran aún. Así, pues, amigos míos, ese sentimiento nunca debe hacer vibrar el corazón del que se llama y se afirma espiritista. Vengar-se, ya lo sabéis, es tan contrario a esta prescripción de Cristo.
"¡ Perdonad a vuestros enemigos!", que el que rehúsa perdonar, no sólo no es espiritista, sino que tampoco es cristiano. La venganza es una inspiración tanto más funesta, cuánto que la falsedad y la bajeza son sus asiduas compañeras; en efecto; el que se abandona a esa fatal y ciega pasión, casi nunca se venga a cara descubierta. Cuándo es el más fuerte, se echa como una fiera sobre el que llama su enemigo, apenas la vista de éste inflama su pasión, su cólera y su odio. Pero lo más a menudo, reviste una apariencia hipócrita: disimulando en lo más íntimo de su corazón los malos sentimientos que le animan, toma caminos extraviados, sigue en la sombra a su enemigo, que no abriga desconfianza, y espera el momento propicio para herirle sin peligro; se oculta de él espiándole sin cesar: le tiende lazos odiosos, y cuando tiene ocasión, derrama el veneno en su copa. Cuándo su odio no llega a tales extremos, entonces le ataca en su honor y en sus afectos, no retrocede ante la calumnia, y sus insinuaciones pérfidas, hábilmente sembradas por todas partes, van engrandeciéndose siguiendo su camino. Así es que, cuándo aquél a quién persigue se presenta en las reuniones por dónde ha pasado su aliento envenenado, se maravilla de encontrar semblantes fríos en dónde otras veces los encontraba amigos y benévolos; queda estupefacto cuando las manos que buscaban la suya se niegan a apretarla; en fin, queda anonadado cuándo sus más queridos amigos y compañeros se desvían y huyen de él. ¡Ah! el cobarde que se venga de ése modo, es cien veces más culpable que el que va derecho a su enemigo y le insulta cara a cara. ¡Atrás, pues, ésas costumbres salvajes! ¡Atrás ésos usos de otro tiempo! Todo espiritista que pretendiese hoy tener aún el derecho de vengarse, sería indigno de figurar por más tiempo en la falange que ha tomado por divisa: "¡Sin caridad, no hay salvación !" Pero no, no debo abrigar la idea de que un miembro de la gran familia espiritista pueda nunca, en lo sucesivo, ceder al impulso de la venganza más que para perdonar. (Julio Olivier. París, 1862).
El odio...
10. Amaós unos a otros y seréis felices. Procurad, sobre todo, amar a los que os inspiran indiferencia, odio o desprecio. Cristo, vuestro modelo, os dió ése ejemplo de abnegación; misionero de amor, amó hasta dar su sangre y su vida. El sacrificio que os obliga a amar a los que os ultrajan y os persiguen, es penoso; pero ésto es precisamente lo que os hace superiores; si los aborrecieseis como ellos os aborrecen, no valdríais más que ellos; es la hostia sin mancha ofrecida a Dios en el altar de vuestros corazones, hostia de agradable aroma cuyos perfumes suben hasta El. Aunque la ley de amor quiera que indistintamente se ame a todos los hermanos, no endurece el corazón contra los malos procederes; por el contrario, la prueba es más penosa, lo sé, puesto que durante mí última existencia terrestre, experimenté ese tormento; pero Dios existe y castiga en ésta vida y en la otra a los que faltan a la ley de amor. No olvidéis, queridos hijos, que el amor os aproxima a Dios y que el odio os aleja de Él. (Fenelón, Bordeaux, 1861).
"AMA A TU HERMANO, PERDONA A Tús ENEMIGOS Y AMALOS, Ésas ES LA LEY DE JUSTICIA DE DIOS, Y EL REQUISITO MAYOR PARA LOGRAR ACTIVAR EL ADELANTAMIENTO ESPIRITUAL AL Cuál TODOS LOS ESPÍRITAS ANHELAMOS"
Te invito a ver mí vídeo sobre el siguiente tema : "El odio detiene tú Adelantamiento Espírita, aprende amar y a ser tolerante. Aunque tal vez no has reconocido aún, que mientras seas orgullo (a), y no emane de tú ser el hacer el bien, porque eres orgulloso (a), no sabrás la diferencia en odiar o no a tús semejantes. Ésto lo digo siendo objetivo, por que ningún Espíritu bueno le agrada odiar a los demás, ... Odiar a los demás, lo único bueno que tiene es que descubre a los Espíritus inferiores, que no han dejado de odiar a los demás, Soy Espírita", en YouTube ....
https://youtu.be/wBngILHtRtA?si=QhgQj7_mejOizYtA
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Estás son enseñanzas del Espiritismo Verdadero que es Moralizador y el Consuelo de los afligidos al Mundo...
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