Allan Kardec se encargó de dejar en
claro la diferencia entre la locura patológica y la Obsesión Subyugante. En su libro ¿Qué
es el Espiritismo?, lo estableció sin lugar a dudas.
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En la locura propiamente dicha la causa del mal es interna, y hay que tratar de que el organismo vuelva a su estado normal. En cambio, en la subyugación la causa es externa, por lo que es preciso liberar al enfermo de un enemigo invisible, sin oponerle remedios, sino una fuerza moral superior a la suya.
La experiencia prueba que en ésos casos los exorcismos nunca han producido un resultado satisfactorio, sino que han agravado la situación en lugar de mejorarla. Al indicar la verdadera causa del mal, sólo el espiritismo puede ofrecer los medios para combatirlo. Es necesario, por decirlo así, efectuar la educación moral del Espíritu obsesor. A través de consejos sabiamente dirigidos se logra tornarlo mejor y que voluntariamente deje de atormentar al enfermo, que entonces queda libre.
Exorcismo, es el hazme reír de los Espíritus Inmorales Obsesores
No hay Poseídos por el Diablo, sino una confabulación del Espíritu Obsesor con el Espíritu del obsesado, sea encarnado o desencarnado.
Te invito a ver mí vídeo en YouTube, 📹 sobre éste tema "Las fórmulas de Exorcismos hacen reír a los Malos Espíritus, éstas NO FUNCIONAN, éstos Espíritus se alejan de quienes los rechazan" y no resisten que ellos sean mejores Espíritus que los Espíritus Obsesores.
Exorcismo es el hazme reír de los Espíritus Inmorales Obsesores
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Frank Montañez, okp21
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“No debe confundirse la locura patológica, con la obsesión Subyugante". Ésta no procede de ninguna lesión cerebral, sino de la subyugación ejercida por los espíritus maléficos sobre
ciertos individuos, y tiene, a veces, las apariencias de la locura
propiamente dicha. Esta afección, que es muy frecuente,
es independiente de la creencia en el Espiritismo y ha existido en todos los
tiempos. En este caso, la medicina general es impotente y hasta nociva.
El Espiritismo, haciendo conocer esta nueva causa de turbación en el estado del
ser, ofrece, al mismo tiempo, el
medio de curarla obrando no en el enfermo, sino en el Espíritu obsesor.
Es el remedio y no la causa de la enfermedad.
“S o y . E s p í r i t a” comenta: "No existen las llamadas Enfermedades del Alma. El Alma es inmortal e inmaterial, que nada la puede matar, y ninguna ENFERMEDAD puede contagiar o enfermar el Alma, por tanto no EXISTEN ENFERMEDADES DEL ALMA, pero sí existen las Obsesiones Subyugantes. La Obsesión no es una enfermedad del Alma,(1) de tipo patológica ni Orgánica.
La Mediumnidad, tampoco es orgánica o Patológica, sólo consiste en una disposición orgánica de la que puede todo hombre estar dotado, como la de ver, oír y hablar. (…). La mediumnidad no implica necesariamente relaciones habituales con los Espíritus superiores, sino que es sencillamente una "aptitud" para servir de instrumento más o menos flexible a los Espíritus en general. (…). El Evangelio Según el Espiritismo Cap. XXIV, Ítem 12, así lo especifica. El Libro ¿Qué es el Espiritismo?, escrito por Allan Kardec, separa la Obsesión de la Mediumnidad. Escollos de los médiums: #76.
Un hecho importante a considerar es que la obsesión, sea cual fuere su naturaleza, es independiente de la mediumnidad, y que se la encuentra en todos los grados, principalmente en el último, en una gran cantidad de individuos que nunca han escuchado hablar de espiritismo. En efecto, dado que los Espíritus han existido siempre, en todas las épocas han ejercido la misma influencia. La mediumnidad no es una causa, sino un modo de manifestación de la obsesión. de ahí que podamos decir con certeza que todo médium obseso ha sufrido de alguna manera, y a menudo en los actos más comunes de la vida, los efectos de esa influencia. y si no existiera la mediumnidad, se manifestaría por otros efectos, a menudo atribuidos a esas enfermedades misteriosas que escapan a todas las investigaciones de la medicina. A través de la mediumnidad, el ser maligno delata su presencia; sin ella, es un enemigo oculto del que no se sospecha."
Mediumnidad no es Orgánica ..
70. Uno de los mayores escollos de la
Mediúmnidad es
la obsesión, es decir, el dominio que pueden ejercer ciertos espíritus
sobre los médiums, imponiéndoseles con nombres apócrifos e impidiéndoles
comunicar con otros espíritus. Es al mismo tiempo un escollo para el observador
novicio e inexperto que, no conociendo los caracteres de este fenómeno, puede
ser engañado por las apariencias, como el que, no sabiendo medicina, puede
hacerse ilusiones sobre la causa y la naturaleza del mal. Si en este caso es
inútil el estudio anticipado al observador, al médium le es indispensable,
porque le proporciona medios de prevenir un inconveniente que podría tener para
él consecuencias desagradables. Por esta razón no recomendaremos nunca bastante
el estudio, antes de entregarse a la práctica. (El Libro de los Médiums, cap.
XXIII.)
71. La obsesión presenta tres grados bien caracterizados: la
obsesión simple, la fascinación y la subyugación. En la primera, el
médium tiene conciencia perfecta de que no obtiene nada bueno; no se hace
ilusión alguna sobre la naturaleza del Espíritu que se obstina en
manifestársele y de quién desea deshacerse. Este caso no ofrece ninguna gravedad:
es un sencillo contratiempo y el médium queda libre cesando de escribir momentáneamente.
El Espíritu, cansado de que no se le oiga, acaba por retirarse. La fascinación
obsesional es mucho más grave, porque el médium está completamente fascinado.
El Espíritu que le domina se apodera de su confianza hasta paralizar su propio
juicio respecto de las comunicaciones, y hasta hacerle encontrar sublime lo más
absurdo. El carácter distintivo de este género de obsesión es el de provocar en
el médium una excesiva susceptibilidad, haciéndole que no encuentre bueno,
justo y verdadero, más que lo que él escribe, y rechazar, hasta tomar con
desagrado, todo consejo u observación crítica. Le induce también a malquistarse
con sus amigos antes de convenir en que es engañado, a concebir celos de los
otros médiums, cuyas comunicaciones son juzgadas mejores que las suyas, a
querer imponerse en las reuniones espiritistas, de las que se aleja cuando no
puede dominar. Llega en fin a sufrir una dominación tal, que el Espíritu puede
arrastrarle a las más ridículas y comprometedoras determinaciones.
72.
Uno de los caracteres distintivos de los malos espíritus es el de imponerse;
dan órdenes y quieren ser obedecidos. Los buenos no se imponen nunca: dan consejos, y si no se les
escucha, se retiran. De esto resulta que la
impresión de los malos espíritus es casi siempre penosa, fatiga y produce una
especie de malestar; a menudo provoca una agitación febril, movimientos bruscos
y desenfrenados; la de los buenos
espíritus es, por el contrario, apacible, suave y produce un verdadero
bienestar.
73. La subyugación obsesional, designada en otro tiempo con el nombre de
posesión, es una coacción física producida siempre por espíritus de la peor
especie y que puede hasta neutralizar el libre albedrío. Se limita, a menudo, a simples impresiones desagradables; pero
provoca a veces movimientos desordenados; actos de insensatez, gritos y
palabras incoherentes o injuriosas cuya ridiculez conoce de vez en cuando, aunque
sin poder evitarlas, aquel que es víctima de semejante situación. Este estado difiere esencialmente de la
locura patológica, con la cual se la confunde sin motivo, porque no presentan
ninguna lesión orgánica, y siendo diferente la causa, los medios curativos
deben ser otros. Aplicando gárgolas y tratamientos corporales, se logra hacer a
menudo una verdadera locura de lo que era una causa moral.
74. En la locura propiamente dicha la causa del mal es interior. Es preciso, pues,
procurar restablecer el organismo a su estado normal; en la subyugación la
causa del mal es exterior, y es preciso librar al enfermo de un enemigo
invisible, oponiéndole no remedios, sino una fuerza moral superior a la suya.
La experiencia prueba que en semejante caso los exorcismos
no han producido nunca ningún resultado satisfactorio, y que más bien han
agravado que mejorado la situación. Indicando la verdadera causa del mal, sólo el Espiritismo
puede dar los medios para combatirlos. Es preciso, en cierto modo, educar
moralmente al espíritu obsesor, y por consejos sabiamente dirigidos se logra
hacerle mejor y renunciar voluntariamente a atormentar al enfermo, quedando así
libre el paciente. (El Libro de los Médiums,
núm. 279.)
279. El ascendiente
sobre los Espíritus inferiores sólo se ejerce a través de la superioridad
moral. Los Espíritus perversos reconocen la autoridad de los hombres
de bien. En cambio, contra quien sólo les opone la energía de la voluntad, que
es una especie de fuerza bruta, los Espíritus perversos luchan y suelen ser los
más fuertes. En cierta ocasión, alguien trataba de dominar a un Espíritu rebelde
mediante la exclusiva acción de su
voluntad, y recibió la siguiente respuesta: Déjame en paz con esos aires de
fanfarrón, pues no vales más que yo. ¿Qué se diría de un ladrón que predicase moral
a otro ladrón? Algunos se asombran de que el nombre de Dios, invocado contra
los Espíritus malos, por lo general no produzca ningún efecto.
San Luis explicó
la causa de ese hecho en la respuesta siguiente:
“El nombre de Dios
sólo ejerce influencia sobre los Espíritus imperfectos
cuando aquel que lo pronuncia puede valerse de ese nombre con autoridad, en
función de las virtudes que posee. Cuando
lo pronuncia alguien que no tiene ninguna superioridad moral, es una palabra como cualquier otra. Lo mismo sucede con las cosas
sagradas, con las que se trata de dominar a esos Espíritus. El arma más poderosa
se vuelve inofensiva en manos inexpertas o incapaces de manejarla.”
75. Ordinariamente
la subyugación obsesional es individual; pero cuando una muchedumbre de malos
espíritus se cierne sobre una población, puede tener un carácter epidémico. Un
fenómeno de esta naturaleza tuvo lugar en tiempo de Cristo. Sólo una poderosa
superioridad moral podía abatir aquellos seres malhechores, designados entonces
con el nombre de demonios, y devolver la calma a sus víctimas. (1)
1. Una epidemia semejante se cebó durante muchos años en un lugar de la Alta Saboya.
76. Un hecho importante, que debemos considerar, es que la obsesión
es independiente de la Mediúmnidad, y que se la encuentra en todos los
grados, principalmente en el último, en una multitud de individuos que nunca
han oído hablar de Espiritismo. En efecto, habiendo existido en todo tiempo los
espíritus, han debido ejercer en todo tiempo la misma influencia. La
Mediúmnidad no es una causa, sino una manera de manifestarse aquélla, por
lo cual puede decirse con certeza, que todo el médium obsesado ha debido sufrir
de algún modo, y a menudo en los actos más vulgares de la vida, los resultados
de esta influencia, y que sin la Mediúmnidad se traduciría por otros efectos
atribuidos a menudo a esas enfermedades misteriosas, que resisten a todas las
investigaciones de la medicina. Por la Mediúmnidad el Espíritu malhechor
descubre su presencia; sin la Mediúmnidad es un enemigo oculto del que no se
sospecha.
77. Los que no admiten nada fuera de la
materia no pueden admitir causas ocultas; pero cuando la ciencia haya salido de
la vía materialista, reconocerá en la acción del mundo invisible que nos rodea y en
medio del cual vivimos, una potencia que reacciona tanto sobre las cosas
físicas como sobre las morales. Este
será un nuevo sendero abierto al progreso y la clave de una multitud de
fenómenos mal comprendidos.
78. Como la obsesión no puede ser nunca
producto de un buen Espíritu, es punto esencial el de saber conocer la naturaleza
de los que se presentan. El médium no instruido puede ser engañado por las
apariencias, mientras que el que está prevenido espía las señales menos
sospechosas, y el Espíritu concluye por alejarse cuando ve que nada consigue.
El conocimiento anticipado de los medios de distinguir los buenos de los malos
espíritus es, pues, indispensable al médium que no quiere exponerse a ser
cogido en el lazo. No lo es menos para el simple observador, que puede por este
medio apreciar el valor de lo que ve u oye. (El Libro de los Médiums, cap.
XXIV.)
Cualidades de los médiums.
Nociones elementales de espiritismo
79. La facultad mediúmnica depende del organismo. Es independiente de las cualidades morales del médium, y se la encuentra desarrollada tanto en los más indignos como en los más dignos. No sucede lo mismo con la preferencia que los Espíritus buenos conceden al médium.
80. Los Espíritus buenos se comunican con mayor o menor buena voluntad a través de tal o cual médium, según la simpatía que este les inspire. Lo que constituye la cualidad de un médium no es la facilidad con la cual obtiene comunicaciones, sino su aptitud para recibir solamente las buenas y para no ser juguete de Espíritus livianos y embusteros.
Cualidades de los médiums.
Nociones elementales de espiritismo
79. La facultad mediúmnica depende del organismo. Es independiente de las cualidades morales del médium, y se la encuentra desarrollada tanto en los más indignos como en los más dignos. No sucede lo mismo con la preferencia que los Espíritus buenos conceden al médium.
80. Los Espíritus buenos se comunican con mayor o menor buena voluntad a través de tal o cual médium, según la simpatía que este les inspire. Lo que constituye la cualidad de un médium no es la facilidad con la cual obtiene comunicaciones, sino su aptitud para recibir solamente las buenas y para no ser juguete de Espíritus livianos y embusteros.
81. Los médiums que más dejan que desear desde el punto de vista moral reciben algunas veces muy buenas comunicaciones, que no pueden provenir más que de Espíritus buenos. Esto no debe ser motivo de asombro, pues a menudo sucede para bien del médium y con el fin de trasmitirle sabios consejos. Si este no los aprovecha, mayor será su culpa, porque de ese modo redacta su propia condena. Dios, cuya bondad es infinita, no puede negar asistencia a aquellos que más la necesitan. El virtuoso misionero que moraliza a los criminales hace lo mismo que los Espíritus buenos con los médiums imperfectos.
Por otra parte, los Espíritus buenos, al querer impartir una enseñanza útil a todos, se sirven del instrumento que tienen a
su alcance, pero lo dejan tan pronto como encuentran otro que les es más afín y que aprovecha sus lecciones. cuando los Espíritus buenos se retiran, queda entonces el campo libre para los inferiores, a quienes poco les importan las cualidades morales,
que los fastidian de ahí resulta que los médiums moralmente imperfectos y que no procuran enmendarse, tarde o temprano son víctimas de los Espíritus Malos, que muchas veces los conducen a la ruina y a
las mayores desgracias incluso en la vida terrenal. En cuanto a su facultad, tan hermosa que era, y que así debía conservarse, se pervierte debido a que los Espíritus buenos los abandonaron, y acaba por desaparecer.
82. Los médiums más meritorios no están libres de las mistificaciones de los Espíritus embusteros. En primer lugar, porque no existe una persona suficientemente perfecta que no tenga algún lado débil por el cual brinde acceso a los Espíritus malos. En segundo, porque los Espíritus buenos permiten eso, algunas veces, a fin de que ejercitemos nuestra razón, aprendamos a distinguir la verdad del error y no nos confiemos, para no aceptar nada ciegamente y sin control. No obstante, el engaño nunca procede de un Espíritu bueno, y todo nombre respetable con el que se firme un error, es necesariamente apócrifo.
Esas mistificaciones además pueden ser una prueba para la paciencia y la perseverancia del espírita, sea médium o no. El quese desanimara por algunas decepciones demostraría a los Espíritus buenos que no pueden contar con él.
83. no es asombroso ver Espíritus malos que obsesionan a personas meritorias, pues también vemos en la Tierra sujetos malvados que se ensañan con hombres de bien.
Es digno de notar que, después de la publicación de El libro de los médiums, la cantidad de médiums obsesos disminuyó mucho, porque al estar prevenidos se mantienen vigilantes y descubren las menores señales que pudieran denunciar la presencia de un Espíritus engañador. La mayoría de los que están obsesos no han hecho el estudio previo recomendado, o no aprovecharon los consejos que recibieron.
84. Lo que constituye al Médium propiamente dicho es la facultad. En ese aspecto puede estar más o menos formado, más o menos desarrollado. Lo que constituye al médium seguro, a aquel
que puede realmente ser calificado de buen médium, es la aplicación de la facultad, la aptitud para servir de intérprete a los Espíri-
tus buenos. Si se deja de lado la facultad, el poder del médium para atraer a los Espíritus buenos y rechazar a los malos está en razón de su superioridad moral; esa superioridad es proporcional a la suma de las cualidades que hacen al hombre de bien. Por ella se gana la simpatía de los buenos y ejerce ascendiente sobre los malos.
85. Por el mismo motivo, la suma de las imperfecciones morales del médium, al aproximarlo a la naturaleza de los Espíritus malos, le quita la influencia necesaria para apartarlos de sí. En vez de imponerse a ellos, ellos se imponen a él. Esto se aplica no sólo a los médiums, sino a todas las personas indistintamente, dado que no hay nadie que no esté sometido a la influencia de los Espíritus. (véanse los §§ 74 y 75.)
86. Para imponerse al médium, los Espíritus malos saben explotar hábilmente todos sus defectos morales. Se aprovechan preferentemente del orgullo, sentimiento que predomina en la mayoría de los médiums obsesos, y sobre todo en los fascinados.
El orgullo los lleva a que se consideren infalibles y a rechazar las advertencias. Ese sentimiento es, lamentablemente, excitado por los elogios de que son objeto; basta que un médium presente una facultad un tanto trascendente para que las personas lo busquen y lo adulen. Entonces acaban por considerarse importantes y juzgarse indispensables, lo que constituye su perdición.
87. Mientras que el médium imperfecto se enorgullece de los nombres ilustres -por lo general apócrifos- que ostentan las comunicaciones que recibe, y que lo llevan a que se considere un intérprete privilegiado de las potencias celestiales, el buen Médium nunca se cree suficientemente digno de semejante favor: tiene siempre una saludable desconfianza acerca de la calidad de lo que recibe, y no se fía de su propio juicio. como no es más que un instrumento pasivo, comprende que una buena comunicación no es fruto de su mérito personal, como tampoco es responsable si lo que recibe es malo, y que sería ridículo confiar en la identidad absoluta de los Espíritus que se manifiestan a través de él. deja que terceros desinteresados juzguen la cuestión, sin que su amor propio se ofenda por alguna opinión desfavorable, del mismo modo que un actor no sufre por la censura dirigida a la pieza que interpreta. El carácter distintivo del buen médium es la simplicidad y la modestia. Se considera feliz con la facultad que posee, no para envanecerse de ella, sino porque le ofrece un medio de ser útil, lo que hace de buen grado cuando se le da la ocasión; y nunca se molesta cuando no lo ubican en primera fila, como los médiums son intermediarios e intérpretes de los
Espíritus, corresponde al evocador, e incluso al simple observador, apreciar el mérito del instrumento.
88. La facultad mediúmnica es un don de dios, como todas las otras facultades, que se puede emplear tanto para el bien
como para el mal, y de la cual se puede abusar. Tiene por objeto ponernos en relación directa con las almas de los que han vivido, a fin de que recibamos sus enseñanzas y seamos iniciados en la vida
futura. Así como la vista nos pone en relación con el mundo visible, la mediumnidad nos pone en relación con el mundo invisible.
Aquel que se vale de ella con un fin útil, para su propio adelanto y el de sus semejantes, cumple una verdadera misión, por la que será recompensado. El que abusa de esa facultad y la emplea en cosas fútiles o para satisfacer intereses materiales, la desvía de su fin providencial, y tarde o temprano sufrirá su castigo, como todo aquel que hace mal uso de cualquier otra facultad.
81. Los médiums que más dejan que desear desde el punto de vista moral reciben algunas veces muy buenas comunicaciones, que no pueden provenir más que de Espíritus buenos. Ésto no debe ser motivo de asombro, pues a menudo sucede para bien del médium y con el fin de trasmitirle sabios consejos. Si este no los aprovecha, mayor será su culpa, porque de ese modo redacta su propia condena. Dios, cuya bondad es infinita, no puede negar asistencia a aquellos que más la necesitan. El virtuoso misionero que moraliza a los criminales hace lo mismo que los Espíritus buenos con los médiums imperfectos.
Por otra parte, los Espíritus buenos, al querer impartir una enseñanza útil a todos, se sirven del instrumento que tienen a
su alcance, pero lo dejan tan pronto como encuentran otro que les es más afín y que aprovecha sus lecciones. cuando los Espíritus buenos se retiran, queda entonces el campo libre para los inferiores, a quienes poco les importan las cualidades morales, que los fastidian de ahí resulta que los médiums moralmente imperfectos y que no procuran enmendarse, tarde o temprano son víctimas de los Espíritus Malos, que muchas veces los conducen a la ruina y a las mayores desgracias incluso en la vida terrenal. En cuanto a su facultad, tan hermosa que era, y que así debía conservarse, se pervierte debido a que los Espíritus buenos los abandonaron, y acaba por desaparecer.
82. Los médiums más meritorios no están libres de las mistificaciones de los Espíritus embusteros. En primer lugar, porque no existe una persona suficientemente perfecta que no tenga algún lado débil por el cual brinde acceso a los Espíritus malos. En segundo, porque los Espíritus buenos permiten eso, algunas veces, a fin de que ejercitemos nuestra razón, aprendamos a distinguir la verdad del error y no nos confiemos, para no aceptar nada ciegamente y sin control. No obstante, el engaño nunca procede de un Espíritu bueno, y todo nombre respetable con el que se firme un error, es necesariamente apócrifo.
Ésas mistificaciones además pueden ser una prueba para la paciencia y la perseverancia del espírita, sea médium o no. El que se desanimara por algunas decepciones demostraría a los Espíritus buenos que no pueden contar con él.
83. no es asombroso ver Espíritus malos que obsesionan a personas meritorias, pues también vemos en la Tierra sujetos malvados que se ensañan con hombres de bien.
Es digno de notar que, después de la publicación de El libro de los médiums, la cantidad de médiums obsesos disminuyó mucho, porque al estar prevenidos se mantienen vigilantes y descubren las menores señales que pudieran denunciar la presencia de un Espíritus engañador. La mayoría de los que están obsesos no han hecho el estudio previo recomendado, o no aprovecharon los consejos que recibieron.
84. Lo que constituye al Médium propiamente dicho es la facultad. En ese aspecto puede estar más o menos formado, más o menos desarrollado. Lo que constituye al médium seguro, a aquel
que puede realmente ser calificado de buen médium, es la aplicación de la facultad, la aptitud para servir de intérprete a los Espíritus buenos. Si se deja de lado la facultad, el poder del médium para atraer a los Espíritus buenos y rechazar a los malos está en razón de su superioridad moral; ésa superioridad es proporcional a la suma de las cualidades que hacen al hombre de bien. Por ella se gana la simpatía de los buenos y ejerce ascendiente sobre los malos.
85. Por el mismo motivo, la suma de las imperfecciones morales del médium, al aproximarlo a la naturaleza de los Espíritus Malos, le quita la influencia necesaria para apartarlos de sí. En vez de imponerse a ellos, ellos se imponen a él. Esto se aplica no sólo a los médiums, sino a todas las personas indistintamente, dado que no hay nadie que no esté sometido a la influencia de los Espíritus.
(véanse los §§ 74 y 75.)
86. Para imponerse al médium, los Espíritus malos saben explotar hábilmente todos sus defectos morales. Se aprovechan preferentemente del orgullo, sentimiento que predomina en la mayoría de los médiums obsesos, y sobre todo en los fascinados.
El orgullo los lleva a que se consideren infalibles y a rechazar las advertencias. Ese sentimiento es, lamentablemente, excitado por los elogios de que son objeto; basta que un médium presente una facultad un tanto trascendente para que las personas lo busquen y lo adulen. Entonces acaban por considerarse importantes y juzgarse indispensables, lo que constituye su perdición.
87. Mientras que el médium imperfecto se enorgullece de los nombres ilustres -por lo general apócrifos- que ostentan las comunicaciones que recibe, y que lo llevan a que se considere un intérprete privilegiado de las potencias celestiales, el buen Médium nunca se cree suficientemente digno de semejante favor: tiene siempre una saludable desconfianza acerca de la calidad de lo que recibe, y no se fía de su propio juicio. como no es más que un instrumento pasivo, comprende que una buena comunicación no es fruto de su mérito personal, como tampoco es responsable si lo que recibe es malo, y que sería ridículo confiar en la identidad absoluta de los Espíritus que se manifiestan a través de él. deja que terceros desinteresados juzguen la cuestión, sin que su amor propio se ofenda por alguna opinión desfavorable, del mismo modo que un actor no sufre por la censura dirigida a la pieza que interpreta. El carácter distintivo del buen médium es la simplicidad y la modestia. Se considera feliz con la facultad que posee, no para envanecerse de ella, sino porque le ofrece un medio de ser útil, lo que hace de buen grado cuando se le da la ocasión; y nunca se molesta cuando no lo ubican en primera fila, como los médiums son intermediarios e intérpretes de los
Espíritus, corresponde al evocador, e incluso al simple observador, apreciar el mérito del instrumento.
88. La facultad mediúmnica es un don de dios, como todas las otras facultades, que se puede emplear tanto para el bien como para el mal, y de la cual se puede abusar. Tiene por objeto ponernos en relación directa con las almas de los que han vivido, a fin de que recibamos sus enseñanzas y seamos iniciados en la vida futura. Así como la vista nos pone en relación con el mundo visible, la mediumnidad nos pone en relación con el mundo invisible.
Aquél que se vale de ella con un fin útil, para su propio adelanto y el de sus semejantes, cumple una verdadera misión, por la que será recompensado. El que abusa de esa facultad y la emplea en cosas fútiles o para satisfacer intereses materiales, la desvía de su fin providencial, y tarde o temprano sufrirá su castigo, como todo aquel que hace mal uso de cualquier otra facultad.
____________________
RESUMEN: En la locura
propiamente dicha la causa del mal es interior. Es preciso, pues, procurar restablecer el organismo a su
estado normal; en la subyugación la causa del mal es exterior, y es
preciso librar al enfermo de un enemigo invisible, oponiéndole no remedios,
sino una fuerza moral superior a la suya.
Nota de Frank:
“El mejor
antidepresivo es hacer ejercicio, así que levántese de su silla y haga
ejercicio que ese es el mejor antidepresivo. No cuesta nada, es saludable y no
tiene efectos secundarios. Nos han engañado toda la vida, Has malgastado tu
dinero, y hoy estas peor tomando pastillas anti depresivos. Mira lo que dice
una profesional de la Salud, Doctora que trabajó por 15 años con la industria
farmacéutica, exponiendo el fraude. No seas más una víctima. Haz ejercicio y
cúrate tu mismo.”
Frank Montañez, Espiritísmo, Espirítista, Spiritism, Allan Kardec,
Frank Te consulto:
·
Los amuletos...como la cruz de
san benito ...la cruz de caravaca...la cruz orlada ....y el pentagrama... Es
verdad que estos talismanes ahuyentan a los malos espíritus...es que con tu
voluntad fuerte en dios y en uno más la magnetización esto se puede lograr
alejar a estos espíritus.....Te consulto necesito levantar mi voluntad y creer
fuerte en dios ...
Contestación de Frank:
Los amuletos, crucifijos o talalismanes,
ahuyentan a los Buenos Espíritus, y atrae a los malos Espíritus.
“Los Espíritus Buenos no se acercan a los
amuletos o ritos, pues ellos ya saben que esas actividades supersticiosas
intervienen con el Libre Albedrio”
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