La carta en la que Chico Xavier acusa a Divaldo Franco de plagio

Fuente: Obras Psicografadas
Autor: Jorge Rizzini

Plagio¡Una reliquia histórica! Finalmente se ha revelado la carta en la que Chico Xavier acusa de plagio a Divaldo Pereira Franco. El médium de Minas Gerais llega incluso a decir que Divaldo fue poseído por espíritus inferiores. Antes de la carta en sí, sin embargo, hay una introducción del escritor y médium Jorge Rizzini (ya fallecido) en la que brinda información sobre los acontecimientos de la época que culminaron en la carta.

“La acusación hecha el 29 de febrero de 2004 por TV-Globo de que Divaldo Pereira Franco había plagiado mensajes psicografiados por Chico Xavier tuvo un profundo impacto en el movimiento espírita nacional. El informe había puesto a la vista del público extractos de una carta mecanografiada de ocho páginas firmada por Chico Xavier en la que se informaba del lamentable episodio. La carta dirigida al difunto camarada Joaquim Alves está fechada el 10 de junio de 1962. Chico Xavier tenía cincuenta y dos años y era psicógrafo desde hacía más de treinta. Divaldo Franco, por su parte, era relativamente joven y gozaba de una gran reputación como orador extraordinario que es.

Me apresuro a añadir que la carta no fue la causa inicial del escándalo de 1962. Ahora, tres años antes, es decir, en 1959, Divaldo Franco había entregado a la Federación Espírita Brasileña los originales de su primer libro considerado mediúmnico. A pesar del alentador prefacio firmado por André Luiz, la obra fue rechazada por la FEB porque tenía una profunda similitud con las de este Espíritu psicografiado por Chico Xavier.

En la carta en respuesta a la consulta de Joaquim Alves, afirma: “Vi todo y me quedé en silencio. (…) Desde 1959 estoy esperando que alguno de los compañeros representativos del movimiento espírita se levante para enfrentar el grave problema. Nadie apareció”.

La primera denuncia de mensajes copiados, incluidos los títulos, de Divaldo Franco –plagio innegable, como dije en la entrevista que concedí a la Rede Globo de Televisão– se hizo pública en abril de 1962 a través del folleto “¿Adónde vamos, espíritas?” , editado por el Movimiento Universitario Espírita de São Paulo, entonces presidido por Nair Mortensen.

Un mes después, es decir, el 31 de mayo de 1962, el Grupo Espírita Emmanuel, de la ciudad de Garça, en el interior de São Paulo, distribuyó treinta mil ejemplares del folleto titulado “Estudio de los Mensajes Copiados” en todo el movimiento espírita nacional. . El grupo de Garça tenía como patrón espiritual a Emmanuel y estaba presidido por Rolando Ramaciotti, quien se convertiría en editor de las obras escritas por Chico Xavier.

El estudio fue realizado por cohermanos competentes. En la introducción leemos que: “en el estudio aquí mencionado no hay afirmaciones sobre la universalidad de la enseñanza de los espíritus, la memoria inconsciente, el enfoque literario, la coincidencia de instrucción, la afinidad temática ni tal o cual recurso a la tesis del animismo, porque las copias de ambos mensajes a que nos referimos, que se hicieron, sólo pudieron haber sido hechas con los originales delante de sus ojos”.

El plagio fue explícito. El Maestro Herculano Pires, entonces, con su profundo conocimiento doctrinal y literario, hizo pública su columna espírita en el “Diário de São Paulo” en defensa de la obra y la mediumnidad de Chico Xavier. Lo hizo porque, según sus propias palabras en una carta dirigida a Deolindo Amorim, “no soy de los que se cruzan de brazos ante las mistificaciones y abusos que se practican en el ambiente espírita”. Y en otra carta, de la que también tengo copia: “Entiendo que la función del periodista espírita es servir lealmente a la Doctrina, incluso desagradando a alguien o poniéndose en mala situación ante la mayoría”.

Divaldo Pereira Franco, sin embargo, tenía defensores, entre ellos Júlio Abreu Filho y Deolindo Amorim. Júlio envió cartas a Nair Mortensen, Grupo de Garça y Herculano Pires. Pero el argumento era débil y el plagio indefendible.

Deolindo Amorim también intercambió correspondencia con Herculano Pires y en su carta del 12 de noviembre de 1962 hizo el siguiente comentario comprometedor:

“Son, como dije, dos misioneros. Chico, en producción psicográfica; Divaldo, en la palabra hablada, trae consuelo y entusiasmo a muchas personas, en todo Brasil. Se trata de dos valores apreciables en el movimiento espírita en diferentes campos”.

El lector atento se dio cuenta de la expresión “en diferentes campos”, expresión absolutamente correcta.

Notemos ahora que trece años después (mayo de 1975), Deolindo Amorim, comentando en el periódico “Correio Fraterno do ABC” el libro “Grilhos Partidos”, de Divaldo Pereira Franco, hizo la siguiente observación:

“El autor, que recibió la obra desde el plano espiritual, tiene su estilo personal, su propia manera de decir las cosas y es natural que transmita el mensaje a través de sus expresiones, su lenguaje característico. Divaldo se expresa correctamente, como sabemos, pero tiene su carácter intelectual, que lo identifica muy bien cuando habla o escribe”.

A diferencia, por tanto, de Chico Xavier, cuya diversidad de estilos es impresionante, lo que constituye una prueba de la autenticidad de su mediumnidad.

En otras palabras: los libros atribuidos a los espíritus por Divaldo presentan un solo estilo, el suyo. Que el contenido provenga de los espíritus es posible, pero en este caso hay que admitir que los mensajes psicografiados por Chico Xavier fueron copiados y manipulados por sugerencia de espíritus juguetones y en momentos en que Divaldo se mostraba vigilante... Que espíritus oscuros intervinieran. él no se puede negar. De hecho, esta es la opinión de Chico Xavier. Leamos este extracto de la carta:

“…espíritus inferiores utilizan a nuestro querido Divaldo y atacan a nuestro movimiento espírita por detrás.”

Y Chico, perplejo, pregunta:

“¿Por qué este propósito deliberado de destruir los mensajes de nuestros Benefactores Espirituales, recibidos a través de mí, desfigurarlos, desfigurarlos, herirlos, transfigurarlos? No puedo exonerarlo, porque esto viene sucediendo desde hace mucho tiempo y tiene suficiente autocrítica para reconocer que las entidades que lo utilizan para esto están adoptando una actitud francamente abusiva e irrespetuosa con el Espiritismo y la Mediumnidad, hasta el punto de Los sacerdotes católicos-romanos ya están hablando en la prensa preguntando si soy él o yo el mistificador. No valgo nada de mí mismo y estoy dispuesto a recibir como bendición cualquier insulto que se me lance, sin embargo, en esta materia, es la Doctrina Espírita la que está siendo desacreditada y deteriorada”.

Transcribo también el siguiente extracto que revela, una vez más, la admiración que Chico Xavier tenía por Divaldo Pereira Franco. Leamos:

“Divaldo tiene un gran futuro por delante. No necesita en absoluto la psicografía para sostener la amistad y el afecto de sus amigos desencarnados y encarnados. Jesús iluminó el verbo sagrado que él, nuestro querido amigo y compañero, puede santificar cada vez más, haciendo su bandera de servicio a la Humanidad, creciendo siempre como uno de los máximos defensores de nuestra Causa en el mundo. Brasil."

Devo pôr ponto final nesta introdução à famosa carta de Chico Xavier. Não antes, porém, de acrescentar que declarei diante das câmeras da Rede Globo que era absurdo levantar a questão do plágio quarenta e dois anos depois do episódio. E acrescentei que Chico Xavier e Divaldo Franco somente se reencontraram em outubro de l977, ou seja, quinze anos depois. E psicografaram juntos… Mas nada disso os repórteres da TV-Globo colocaram no ar. Vejamos agora o texto integral da histórica carta de Chico Xavier. Ei-la com todas as vírgulas e pontos:”

(CARTA A JOAQUIM ALVES – EM SÃO PAULO) – Uberaba, 10 de junho de 1962

“Meu caro Jô,

Deus nos abençoe e inspire. Tenho várias notícias e lembranças para agradecer a você, querido amigo, – as cartas, os retratos, as demonstrações de carinho por intermédio dos companheiros que chegam de São Paulo e todas as gentilezas de sua bondade constante, – o que faço ao iniciar esta carta, pedindo ao nosso Divino Mestre o recompense e abençoe, sempre e sempre.

O assunto primordial desta carta, no entanto, querido Jô, é a resposta à sua missiva confidencial de 1 deste mês que apenas chegou às minhas mãos na tarde de anteontem.

Refleti muito antes de escrever para você, respondendo. Orei. Pedi a inspiração dos nossos Maiores. Não era meu intento tratar do caso doloroso suscitado por nosso caro Divaldo Franco, notadamente com vocês, amigos queridos de São Paulo, aos quais me ligo por laços muito altos do coração. 

Sua carta, entretanto, coloca seu sentimento imensamente sincero à mostra e silenciar, de minha parte, no assunto direto que você me trouxe seria desconsiderar o meu carinho para com você.

Concluí então que deveria responder ao querido Jô, abrindo igualmente toda a minh’alma.

Você diz em sua ternura infinita por mim, e que reconheço não merecer, que estimaria ouvir-me, como sendo o pastor. Você sabe, querido Jô, que não me sinto nessa condição. Estou muito longe da capacidade de dirigir.

A rigor, deveria com o seu carinhoso coração, no caso, na posição de alma irmã da sua alma, companheiros de jornada e de luta.

Mas pelo amor que nos reúne na Causa que esposamos, prefiro (embora eu não o mereça) conversar com você abraçando-o por meu filho. E ao abraçar você, nessa condição, quero que você saiba que, no pensamento, reúno igualmente o nosso Divaldo, ao seu lado, como sendo meu filho também.

Feito este preâmbulo, vamos conversar, nós dois, de alma para alma.

Em 1959, confirmando a estima que tenho por Divaldo, não vacilei receber um prefácio para o primeiro livro mediúnico, que ele se propunha lançar, através da FEB. O prefácio veio da parte do nosso André Luiz estimulando-o ao trabalho, naturalmente. De minha parte, agi tão confiante, que não cheguei a conhecer o texto, texto esse que não hesitava endossar com todo o meu coração.

Chegado o livro à FEB, sei que amigos da nossa mais alta instituição espírita do Brasil aconselharam-no a desistir da publicação, até que a mediunidade dele produzisse algo, mais original, de acordo com a elevada posição de orador espírita que ele desfruta, com merecimento justificado, em nosso meio.  Alegavam nossos amigos no Rio e isso com ele próprio, Divaldo, que o livro recebido por ele era profundamente semelhante aos livros de André Luiz.

Para mim, isso vale como advertência grave que ele não poderia esquecer.

De minha parte, ainda na última vez em que com ele estive, na Comunhão Espírita Cristã, em conversa íntima, aconselhei-o a concentrar-se sem qualquer pensamento preconcebido, sem leituras anteriores de livros determinados, sem propósito de produzir mediunicamente em tema predileto e sem criar qualquer clima condicionado por ele, mentalmente, o que seria sempre uma dificuldade por ele oposta à manifestação espontânea dos Amigos Espirituais.

Disse tudo isso com a gentileza natural que devemos uns aos outros, tentando ajudá-lo sem ferir, atento ao esforço que todos lhe devemos na divulgação da Doutrina Espírita. Entre amigos uma observação carinhosa dessa natureza vale por um aviso salutar.

Assim procedi, por notar, há muito tempo, que diversas mensagens recebidas por mim (desculpe você, querido Jô, este “mim” tão gritante, mas a explicação minha a você é pessoal e devo assumir plena responsabilidade do que estou dizendo) vinham na imprensa Espírita, desfiguradas ou, às vezes, quase que plenamente copiadas, como tendo sido recebidas por ele, algumas até mesmo antedatadas, quando em confronto com as páginas psicografadas por mim, embora os trabalhos sob minha responsabilidade viessem a lume antes dos apresentados por ele. 

Vi tudo e calei-me.

Há muitos anos, o nosso abnegado Emmanuel me ensinou o hábito salutar de não me defender em causa própria.

As mensagens em grande número, no setor de trabalho que me foi atribuído estão na imprensa espírita e na distribuição de mensagens avulsas, bastando que os espíritas conscienciosos se disponham a estudá-las.

Os casos são às dezenas, ferindo de frente a dignidade mediúnica na Doutrina que abraçamos, sem que ninguém viesse defender a Causa em si.

Não me competia a mim efetuar um trabalho de preservação dessa ordem, de vez que sou um trabalhador que estou na ponta dos trilhos, isto é, na parte mais humilde do avanço da linha, com as mãos no atendimento aos meus deveres de dia a dia, diante do povo necessitado, devendo confiar nos engenheiros que dirigem o comboio.

Desde 1959, aguardo que se levante um dos companheiros representativos do movimento espírita a fim de tratar do grave problema.

Ninguém apareceu.

Continuei a ver as páginas a que me refiro em todos os setores ou em quase todos os setores, mas se me pronunciasse abertamente, semelhante providência partida inicialmente de mim viria situar-me num caso de defesa pessoal, o que sempre repeli, compreendendo que minha pessoa insignificante, no caso em exame como em qualquer outro caso, nada vale. Não digo isso por humildade que não tenho, mas simplesmente por sentir-me assim mesmo, sem merecimento qualquer. 

Apareceu em abril deste ano o folheto “Para onde vamos, espíritas?”.

O assunto das mensagens copiadas surgiu com enorme efervescência e você me dá notícias do nosso Divaldo, abatido e compreensivelmente abalado em São Paulo.

Entendo, sim, querido Jô, as lágrimas do nosso caro amigo e também me comovo, orando a Jesus por todos nós, a fim de que, cada um de nós se compenetre de suas responsabilidades próprias.

Entretanto, para responder à sua afetuosa consulta, peço a você permissão para tratar do assunto com a gravidade de nossos compromissos sobre o impulso de nossos sentimentos.

Comecei a lida mediúnica em 1927, quando o nosso Divaldo provavelmente deveria estar no berço.

Estou aposentando-me no terceiro emprego que tive nesta vida, no qual trabalhei 30 anos sucessivos sem licença e sem férias, embora a minha moléstia nos olhos, há mais de vinte anos, me conferisse por lei o afastamento do serviço regular.

Não digo isso como quem apresenta louros, mas para lembrar que estou no meu recanto, atendendo às minhas obscuras obrigações.

Sempre respeitei o nosso caro Divaldo em sua tarefa brilhante, como sempre respeitei a todos os companheiros do Espiritismo, na posição em que o Senhor os colocou a servir.

Nunca fui a uma cidade sequer das inúmeras em que o nosso caro Divaldo é festejado e querido, com méritos justos na palavra doutrinária, a fim de subtrair o respeito devido a ele, a pretexto de ser eu insignificante médium psicógrafo. Nem por isso, no entanto, embora reconhecendo a minha total desvalia, devo esquecer que trago nos ombros o peso de uma responsabilidade mediúnica, e espírita à qual, desde 1927, me rendi.

Será possível que meus irmãos de Doutrina Espírita possam julgar que estou recebendo os livros dos nossos Benfeitores Espirituais sem qualquer noção de compromisso moral e de amor pela Causa? Será crível que suponham esteja eu fazendo da mediunidade um esporte de quem mais nada tem a fazer? Estarei recebendo as páginas de Emmanuel, há mais de trinta anos consecutivos para brincar? Andarei dos 17 anos de idade aos 52, na tarefa mediúnica, qual se eu fosse uma criança no parque de diversões?

Em 1958, como é do conhecimento público, meu pobre sobrinho Amaury Pena, talvez deslumbrado pela idéia de lucros financeiros com livros mediúnicos, sentindo-se assediado por entidades infelizes e adversárias do movimento espírita-cristão, não hesitou, quando contrariado em seus desígnios cobrir-me o rosto com a lama de profundo sarcasmo. Durante quase um mês, os jornais do País me apontaram na categoria de mistificador criminoso. Entretanto, os espíritos perturbadores, no caso de meu sobrinho, vinham pela frente, o que me permitiu responder-lhes com a única maneira digna que vi diante de meus olhos. Para não deixar em minha folha mediúnica e espírita a notícia inverídica que entrara, um dia, em rixa com os entes amados de minha família, toda ela constituída de almas afetuosas e boas, mudei-me para Uberaba, a centenas de quilômetros da casa que Deus me concedera para cultivar o jardim do amor familiar e onde eu deixava conveniência e hábitos regulares de quase cinqüenta anos. 

Não tomei semelhante atitude como quem traz uma pedra dentro do peito. O amor e o respeito à Causa Mediúnica e à Causa Espírita exigiam de mim um pronunciamento endereçado ao futuro. Preferi sair, à maneira de um ingrato aos que mais me deram amor na presente reencarnação e à maneira de um desterrado no próprio lar no conceito daqueles que não podiam entender, de pronto, o meu gesto de repulsão ao desrespeito levantado pelos espíritos inferiores, utilizando um pobre rapaz renascido na família que o Senhor me dera, desrespeito esse lançado audaciosamente às nossas fileiras e aos nossos trabalhos.

O caso, agora, é diferente. Esses mesmos espíritos inferiores se utilizam do nosso caro Divaldo e atacam o nosso movimento espírita pela retaguarda. No caso do meu pobre sobrinho, que essas mesmas entidades já levaram à desencarnação prematura, induzindo-o a alcoolizar-se até a morte do corpo em 1961, o problema era claro. Hoje, temos um labirinto porque os golpes chegam de trás.

O assunto é sutil. Tudo parece tão leve, tão superficial. Mas se os espíritas permitem que entidades menos dignas se apossem de um companheiro respeitável para adaptar, copiar, desfigurar e enxertar as páginas dos nossos Instrutores Espirituais acumuladas num esforço paciente e também respeitável de mais de trinta anos de serviço, daqui a outros trinta anos, os nossos netos e continuadores abraçarão problemas e perplexidades tendentes a desacreditar a mediunidade, de vez que, com o tempo, ninguém mais saberá quem copiou e mistificou, no assunto, se Chico Xavier ou Divaldo Franco. 

Sei que a obra é de Cristo e que n’Ele devemos todos esperar.

Não ignoramos também que na obra de Cristo cada um de nós tem responsabilidades essenciais.

Pergunto então a você, meu filho:

Posso concordar com o que está acontecendo, se estão em jogo a Doutrina Espírita e a Mediunidade e não o meu nome? Devo aplaudir uma perturbação que ameaça o serviço de minha existência inteira? Devo tratar nosso Divaldo, como se fosse uma criança irresponsável, quando tributo a ele respeitoso apreço e grande afeto, há mais de dez anos, vendo-o viajar na condição de um pregador consciente das verdades espíritas, do Amazonas ao Rio Grande do Sul, assumindo, por isso, indiscutível responsabilidade para com milhares de pessoas, talvez milhões? Devo tratá-lo à feição de um companheiro necessitado de assistência, quando o problema é interesse de uma Causa inteira, criado levianamente por ele próprio, e no qual compareço à maneira de um réu em julgamento público, sem ter saído de minha casa e sem ter abandonado os meus deveres, na consciência tranqüila?

Não será mais justo e recomendável entregá-lo à assistência de que se encontra realmente necessitado, invocando o amparo dos Mensageiros de Jesus que suplico para mim mesmo e esperando serenamente o juízo sereno dos espíritas responsáveis pela orientação do nosso movimento, a fim de que ele seja aconselhado e dirigido, como devo, de minha parte, estar igualmente pronto a receber os avisos e instruções dos companheiros na fé e no trabalho a fim de que eu não me transforme em instrumento de perturbação para os nossos serviços?

Diz o nosso caro Divaldo que me ama, e eu tenho dado provas de imenso apreço afetivo a ele, entretanto, por que motivo não me respeita o nosso amigo como respeito a ele? Porque razão esse propósito deliberado de arrasar com as mensagens dos nossos Benfeitores Espirituais, recebidas por meu intermédio, desfigurando-as, descaracterizando-as, ferindo-as, transfigurando-as? 

Não posso inocentá-lo, porque isso acontece há muito tempo e ele possui bastante auto-crítica para reconhecer que as entidades que se valem dele para isso estão entrando numa atitude, francamente abusiva por desrespeitosa ao Espiritismo e à Mediunidade, a ponto de sacerdotes católicos-romanos já estarem se manifestando pela imprensa indagando se sou eu ou ele o mistificador. De mim mesmo, nada valho e estou pronto a receber por bênçãos quaisquer injúrias que sejam assacadas contra a minha pessoa, entretanto, no assunto, é a Doutrina Espírita que está sendo desprestigiada e dilapidada.

Soube que o nosso Divaldo tem dito, onde vai, que está sofrendo em demasia, sentindo-se por vezes desejoso de renunciar à tarefa, o que seria lamentável por encontrarmos nele um orador digno e um arauto digno de nosso movimento espírita, o que realmente me comove e me confrange, mas devo tratar somente com as minhas emoções um problema em que milhões de pessoas amanhã procurarão a verdade?

Devo deixar que a minha comoção embargue o meu raciocínio, largando a mediunidade embaciada e desrespeitada, com evidente menosprezo aos companheiros que virão depois de nós?

Depois do impresso “Para onde vamos, espíritas?”, surgem aqui e ali alguns poucos amigos decididamente interessados em estudar a realidade dos fatos e apresentarem, de público, o resultado de suas observações, o que não poderia impedir de minha parte.

E caber-me-ia desencorajá-los, acobertando a intromissão gradativa dos espíritos das sombras, em nossas fileiras, a título de caridade, que é carinho mas é também ensinamento, se até agora nenhum companheiro de responsabilidade nas instituições espíritas se lembrou de que a obra de Emmanuel deve ser digna de respeito? 

Afirma o nosso Divaldo, reiteradamente, que me ama e me deseja todo o bem, mas porque age assim, permitindo que entidades irresponsáveis o manejem dessa forma? Eu também amo Allan Kardec e admiro-lhe imensamente a obra sublime, entretanto, por isso, estaria eu autorizado a tomar-lhe essa ou aquela página da Codificação Espírita, alterando-a e lançando-a com o nome dos amigos desencarnados que me assistem, para uso dos meus irmãos na fé?

Aparecem os companheiros que afirmam será o movimento espírita dividido com semelhante questão, contudo, querido Jô, minha consciência está tranqüila. Não desencandeei o problema. Permaneço onde vocês todos me conhecem. Por ser médium dos livros dos nossos Amigos Espirituais, o que julgo tão natural como se a mediunidade psicográfica fosse outro campo qualquer de atividade espírita, nunca esperei qualquer consideração.

Há mais de trinta anos, entrego aos companheiros do Espiritismo as páginas dos nossos Amigos Espirituais, com a profunda veneração de quem não deseja conspurcá-las com as próprias deficiências e imperfeições que carrega, sem jamais conservar a idéia de remuneração dessa ou daquela natureza. Sempre recebi as demonstrações dos amigos queridos, quais vocês, os afetos queridos de São Paulo como quem recolhe tesouros que não merece e rogando a Deus me torne digno da confiança e da ternura com que me tratam. No íntimo, porém, tenho pedido ao Senhor me ajude a viver conforme a simplicidade a que me sinto jungido por imposições naturais de minha condição pequenina, e assim, meu querido Jô, devo desencarnar coerente com o que tenho acreditado, sem desejar para mim outra cousa que não sejam a Vontade do Senhor e o dever bem cumprido. 

Entendo que o nosso Divaldo possui legiões e legiões de amigos, muitos deles influentes e poderosos no campo econômico e social, por merecimento natural dele, operário brilhante da palavra espírita e, sem dúvida, raro missionário da assistência à infância desvalida em Salvador, mas isso não pode interferir com a minha obrigação de ser fiel a mim mesmo, nas responsabilidades que abracei na Doutrina Espírita e na Mediunidade, na presente reencarnação. Não posso iludir-me. Todos estamos caminhando para a Espiritualidade e se eu aqui posso enganar aos meus irmãos de ideal, abusando dessa ou daquela qualidade que o Senhor me emprestou, amanhã não poderei enganar aos que nos seguem de uma Vida Maior, e à cuja existência desde agora me sinto entrosado. É preferível que eu seja sozinho, mas com a tranqüilidade de quem cumpre o próprio dever diante daqueles que me puseram esse mesmo dever nas mãos por título de confiança, do qual não poderei abusar sem graves conseqüências.

Por tudo o que exponho a você, querido amigo, com sinceridade e carinho, porque não é sem carinho e sem sinceridade que escrevo esta carta, não desejo receber a visita pessoal do nosso Divaldo presentemente, conquanto, não tenha de minha parte qualquer mágoa e esteja em prece pela felicidade e saúde, fortalecimento e tranqüilidade dele. Acontece que se nos encontrarmos agora, estaria na posição estranha de quem nada pode dizer. Se vier a censurá-lo seria crueldade de minha parte, porque devo acreditar que ele está sendo instrumento da perturbação sem perceber. E, por outro lado se vier a tratá-lo com ternura, dou a impressão errônea de que estou aprovando a leviandade em andamento. Como vê, você, querido Jô, há momentos, em que o testemunho nosso é doloroso, de vez que não podemos trair a nós próprios. 

Se ele, porém, recorrer a você para saber o que penso das ocorrências em curso, autorizo seu carinho a mostrar-lhe esta carta, na qual exponho todos os meus sentimentos e pensamentos, no assunto, depois de rogar a assistência dos nossos Instrutores Espirituais, a fim de escrever a você com serenidade entre o coração e o cérebro, coerente com a Doutrina Espírita e comigo mesmo. Divaldo tem largo futuro à frente. Ele não precisa absolutamente da psicografia para sustentar a amizade e o carinho dos amigos desencarnados e encarnados. Jesus colocou-lhe um facho de luz no verbo sagrado que ele, nosso amigo e companheiro tão querido, pode santificar, cada vez mais, dele fazendo a sua bandeira de serviço à Humanidade, crescendo sempre como um dos mais altos paladinos de nossa Causa no Brasil e fora do Brasil.

Mostrei esta carta aos amigos que me partilham a convivência e sendo de seu desejo pode mostrá-la aos nossos queridos companheiros daí. Poucas vezes terei oportunidade de me deter no caso com tanta clareza, de vez que o assunto é agressivo e doloroso e realmente só escreveria o que escrevi nesta carta em me comunicando com aqueles que mais amo.

Deus nos abençoe, querido Jô, e perdoe a franqueza carinhosa de quem igualmente o ama por abençoado filho espiritual.

(ass.) Chico 

Terminada a carta datilografada Chico Xavier, fazendo uso da caneta-tinteiro acrescentou a seguinte observação:

“Peço reserva sobre esta carta que deve ser lida somente para os que possam compreendê-la com espírito de compreensão fraternal.”

E assinou: “Chico”.

Fim.

Obs1: Todos os negritos são meus.

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