Éste
artículo cita textualmente ésta explicación de los Espíritus.
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Veamos en que difieren ésas
revelaciones, y cuál es el vínculo que las relaciona entre sí.
Items #21 al #30,
#45 - #52 - #62.
Ver "En qué difieren las 3 Revelaciones Espíritas , y como se relacionan entre sí, Soy Espirita" en YouTube, Carleen Branstetter, okp21
(…) Razón existe,
pues, para que el espiritismo sea considerado la tercera de las grandes revelaciones. Veamos en qué
difieren esas revelaciones, y cuál es el vínculo que las relaciona entre sí.
Libro de Génesis Espiritista, Capítulo 1, ítems § 21 - § 30
En qué difieren las 3 Revelaciones Espíritas, y cómo se relacionan entre sí,
Soy Espírita por Convicción...
Tres Revelaciones Espíritas y sus diferencias. En el contenido de éste artículo se establece lo siguiente: ¿En qué difieren las 3 Revelaciones Espíritas, y cómo se relacionan entre sí?. Además, se establece que el mensaje de Moisés era despótico... y que Moisés añadió juicio a la primera Revelación Espírita, dando lugar a la necesidad de una Segunda Revelación Espírita, con Jesús el Nazareno.
Soy Espírita por Convicción... :
El Libro de Génesis, escrito y publicado por Allan Kardec en el año 1868, nos establece claramente, las diferencias entre las 3 Revelaciones Espíritas. Este articulo cita textualmente esta explicación de los Espíritus. Nos ayuda a entender cuán importante es la Tercera Revelación Espírita para cada uno de los adeptos del Espiritismo. Partiendo de la premisa, que el Espiritismo de acuerdo a los contenidos del Los Libros Codificados, se constituye en que es una revelación divina, y por consiguiente una “Verdad Eterna”, una verdad absoluta espiritual, puesto que los conceptos específicos revelados por Espíritus Puros y Perfectos, que son los que tienen la encomienda de transmitir lo que es el reflejo inherente a qué es palabra de Dios para la humanidad. (Génesis capítulo 1, ítem#10).
Veamos en que difieren esas revelaciones, y cuál es el vínculo que las relaciona entre sí.
Veamos en el Libro de Génesis Espiritual, escrito por Allan Kardec, Capitulo I,
Carácteres de la Revelación Espírita,
Items #21 al #30, #45 - #52 - #62.
Ver "En qué difieren las 3 Revelaciones Espíritas , y cómo se relacionan entre sí, Soy Espírita" en YouTube, Carleen Branstetter, okp21 https://youtu.be/WRVY50VEqhA, Carleen Branstetter, okp21
https://soyespirita.blogspot.com/2016/08/el-libro-de-genesis-escrito-y-publicado.html
https://soyespirita.blogspot.com/2015/09/la-moises-no-puede-involucrar-el.html
https://soyespirita.blogspot.com/2022/09/esta-es-laexplicacion-de-lo-que-eran.html
§ 21.
Moisés, como profeta, reveló a los hombres la existencia de un Dios único,
soberano Señor y creador de todas las cosas. Promulgó la ley del Sinaí (Ley
Mosaica) o de costumbres de ese tiempo) y echó las bases de la verdadera fe.
Como hombre, fue el legislador del pueblo a través del cual esa primitiva fe,
depurada, habría de expandirse por toda la Tierra.
§ 22. Cristo, que tomó de la antigua ley lo que es eterno y divino, y desechó lo que
era transitorio, meramente disciplinario y de concepción humana, agregó
la revelación de la vida futura, de la que Moisés no
había hablado, como también la de las penas y las recompensas que aguardan al
hombre después de la muerte. (Véase la Revista
Espírita de
marzo y septiembre de 1861.)
§ 23.
La parte más importante de la revelación de Cristo, en el sentido de primera fuente, de piedra angular de toda su doctrina, es el
punto de vista absolutamente nuevo desde el cual considera a la Divinidad. Esta
ya no es el Dios terrible, celoso, vengativo de Moisés; el Dios cruel e
implacable que riega la tierra con sangre humana, que ordena la masacre y el
exterminio de pueblos, sin exceptuar a las mujeres, a los niños y a los
ancianos, y que castiga a quienes tratan con indulgencia a las víctimas; ya no
es el Dios injusto que escarmienta a todo un pueblo por la falta de su líder, que
se venga del culpable en la persona del inocente, que daña a los hijos por las
faltas de los padres; sino un Dios clemente, soberanamente justo y bueno, pleno
de mansedumbre y misericordia, que perdona al pecador arrepentido y da a cada uno según sus obras. Ya no es el Dios de un único
pueblo privilegiado, el Dios de los ejércitos que dirige los combates para
sustentar su propia causa contra el Dios de los otros pueblos, sino el Padre
común del género humano, que extiende su protección a todos sus hijos y los
convoca a todos hacia él; ya no es el Dios que recompensa y castiga sólo con los
bienes de la Tierra, que hace consistir la gloria y la felicidad en la
esclavitud de los pueblos rivales y en la multiplicidad de la progenie, sino un
Dios que dice a los hombres: “Vuestra verdadera patria no está en este mundo,
sino en el reino celestial, allí donde los humildes de corazón serán elevados y
los orgullosos serán humillados”. Ya no es el Dios que hace de la venganza una
virtud y ordena que se retribuya ojo por ojo, diente por diente; sino el Dios de misericordia que dice: “Perdonad las ofensas si queréis ser perdonados;haced el bien a cambio del mal; no hagáis a los demás lo que no queréis que oshagan”. Ya no es más el Dios mezquino y meticuloso que impone, bajo las más
rigurosas penas, el modo como quiere ser adorado, que se ofende por la falta de
observancia de una fórmula; sino el Dios grande que ve el pensamiento y al que no
se honra con la forma. En fin, ya no es el Dios que quiere ser temido, sino el
Dios que quiere ser amado.
§ 24.
Por ser Dios el eje de todas las creencias religiosas, y el objetivo de todos
los cultos, el carácter de todas las religiones está conforme
con la idea que estas tienen de Él. Las religiones que hacen de Dios un ser vengativo y cruel
creen honrarlo con actos de crueldad, con hogueras y torturas; las que tienen
un Dios parcial y celoso son intolerantes y, en mayor o menor medida,
meticulosas en la forma, pues lo consideran más o menos contaminado con las debilidades
y la frivolidad humanas.
§ 25.
Toda la doctrina de Cristo está fundada en el carácter que Él atribuye a la
Divinidad. Con un Dios imparcial,
soberanamente justo, bueno y misericordioso, Él hizo del amor de Dios y de la
caridad para con el prójimo la condición expresa de la salvación, y dijo: Amad a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a vosotros mismos; en
esto consiste toda la ley y los profetas; no existe otra ley. Sobre esta única
creencia asentó el principio de la igualdad de los hombres ante Dios, así como
el de la fraternidad universal. En cambio, ¿era posible amar al Dios de Moisés?
No, sólo se podía temerlo. La revelación de los verdaderos atributos de la
Divinidad, juntamente con la de la inmortalidad del alma y de la vida futura, modificaba
profundamente las relaciones mutuas entre los hombres, les imponía nuevas obligaciones,
los hacía encarar la vida presente desde otro aspecto, y por eso mismo habría
de reaccionar contra las costumbres y las relaciones sociales. Ese es,
indiscutiblemente, por sus consecuencias, el punto principal de la revelación de
Cristo, cuya importancia no fue suficientemente comprendida. Además, es
lamentable decir que también es el punto del que la humanidad más se ha
apartado, el que más ha ignorado en la interpretación de sus enseñanzas. Magistral explicacion de los Espíritus, presididos por el Espíritu de Verdad en cuánto a la justificación de las diferencias entre Jesús, nacido en Nazareth y Cristo nacido en Belén...
Génesis Espiritista, capítulo 1, ítems § 26 al § 30...
§ 26.
No obstante,
Cristo agrega: “Muchas de las cosas que os digo, todavía no las
podéis comprender, y muchas otras tendría que deciros, que no comprenderíais;
por eso os habló por parábolas; con todo, más adelante habré
de enviaros el Consolador; el Espíritu de Verdad, que restablecerá todas las
cosas y os las explicará todas”. (San Juan, 14:16; San Mateo,
17.) Si Cristo no dijo todo lo que hubiera podido decir, es porque consideró
conveniente dejar ciertas verdades en la sombra, hasta que los hombres
estuviesen en condiciones de comprenderlas. Como Él mismo lo confesó, su
enseñanza estaba incompleta, visto que anunció la llegada de aquel que debería
completarla. Había previsto, entonces, que sus palabras serían despreciadas o
mal interpretadas, y que los hombres se desviarían de su enseñanza; en suma,
que destruirían lo que Él había hecho, puesto que todas las cosas habrán de ser
restablecidas. Ahora bien, sólo se restablece aquello que ha sido
deshecho.
_______________________________
Moisés y la Ley Mosaica,
Moisés exponía los temas de la creación bajo su propia interpretación de las
cosas. No era lo que Dios quería que Moisés dijera. Aquí vemos como el Libro de
Génesis lo explica.
Génesis mosaica,
Capitulo XII.
A fin de que
comprendamos ciertas partes del Génesis, es indispensable que nos coloquemos en el
punto de vista de las ideas cosmogónicas de la época que este refleja. Capitulo
XII,
§ 10
§ 10. A partir de los
progresos de la física y la astronomía, una doctrina como esa es insostenible.54 No obstante, Moisés atribuye esas
palabras al propio Dios. Ahora bien, ya que estas expresan un hecho
notoriamente falso, tenemos dos opciones: o Dios se equivocó en el relato que
hizo de su obra, o ese relato no es una revelación divina. Como la primera
suposición no es admisible, se debe concluir que Moisés se limitó a expresar
sus propias ideas.
(Véase el Capítulo
I, § 3.)
54 Por más grosero que sea el error de esa creencia, todavía despierta
el entusiasmo de los niños de nuestro tiempo, como si se tratase de una verdad
sagrada. Tiemblan los educadores cuando osan aventurarse a una tímida
interpretación. ¿Cómo habríamos de pretender que eso no fuera más tarde a
generar incrédulos? (N. de Allan Kardec.).
Acerca de la
prohibición de evocar a los muertos
§ 5. En la ley de
Moisés existen dos partes distintas: la ley de Dios propiamente dicha,
promulgada en el monte Sinaí, y la ley civil o disciplinaria, apropiada a los
hábitos y al carácter del pueblo. La primera es invariable. La segunda, en cambio,
se modifica con el tiempo, y no pasa por la cabeza de nadie que hoy podamos ser
gobernados con los mismos métodos que se aplicaban a los judíos en el desierto,
del mismo modo que los decretos de Carlomagno no pueden aplicarse a la Francia
del siglo diecinueve. ¿Quién pensaría hoy, por ejemplo, en revivir este
artículo de la ley mosaica: “Si un buey acornea a un hombre o una mujer, y le
causa la muerte, el buey será apedreado, y nadie comerá su carne; pero el dueño
del buey será juzgado inocente”? (Éxodo, 21:28 y siguientes). Ese artículo, que
nos parece tan absurdo, no tenía por objeto castigar al buey y absolver al
dueño, sino que equivalía simplemente a la confiscación del animal causante del
accidente, a fin de obligar al propietario a una mayor vigilancia. La pérdida
del buey era el castigo para su propietario, castigo que debería de ser muy importante
para un pueblo de pastores, a tal punto que se prescindía de cualquier otro. No
obstante, ninguno podía sacar provecho de esa pérdida, razón por la cual Moisés
prohibió que se comiera la carne del animal. Otros artículos contemplan casos
en los que el dueño del buey es responsable. En la legislación de Moisés todo
tenía su razón de ser, porque todo en ella estaba previsto hasta en sus mínimos
detalles. Sin embargo, tanto la forma como el fondo se adaptaban a las
circunstancias del momento. No cabe duda de que si Moisés volviese en nuestros
días para legislar sobre una nación civilizada de Europa, no le daría un código
igual al de los hebreos.
_____________________________
§ 27.
¿Por qué Él denomina Consolador al nuevo Mesías? Ese nombre,
significativo y sin ambigüedad, encierra toda una revelación. Así, Cristo
preveía que los hombres estarían necesitados de consuelo, lo que implica que sería
insuficiente el que hallarían en la creencia que habrían de fundar. Tal vez
nunca Cristo fue tan claro, tan explícito como en estas últimas palabras, a las
cuales pocas personas prestaron la debida atención, probablemente porque evitaron
interpretarlas y profundizar su sentido profético.
§ 28.
Si Cristo no pudo desarrollar su enseñanza de manera completa, se debió a que a
los hombres les faltaban conocimientos que sólo podrían adquirir con el tiempo,
y sin los cuales no la comprenderían; muchas cosas habrían parecido absurdas en
el estado de los conocimientos de entonces. “Completar su enseñanza” debe
entenderse en el sentido de explicarla y desarrollarla,
y no en el de agregarle verdades nuevas, pues
todo en ella se encontraba en estado de germen; sólo le faltaba la clave para
captar el sentido de sus palabras.
§ 29.
Pero ¿quién se arroga el derecho de interpretar las Escrituras sagradas? ¿Quién
tiene ese derecho? ¿Quiénes poseen las luces necesarias, si no son los
teólogos? ¿Quién se atreve? En primer lugar, la ciencia, que no pide permiso a nadie
para dar a conocer las leyes de la naturaleza, y salta por sobre los errores y
los prejuicios. ¿Quién tiene ese derecho? En este siglo de emancipación
intelectual y de libertad de conciencia, el derecho de examen pertenece a todos, y las
Escrituras ya no son el arca santa en la cual nadie se atrevía a introducir la
punta de un dedo sin que corriera el riesgo de ser fulminado. En cuanto a las
luces especiales, necesarias, sin objetar las de los teólogos, por más
iluminados que fuesen los de la Edad Media y, en particular, los Padres de la Iglesia,
ellos no lo eran lo suficiente para no haber condenado como herejía el
movimiento de la Tierra y la creencia en las antípodas. Incluso sin ir tan
lejos, los teólogos de nuestros días, ¿no han arrojado un anatema sobre la
teoría de los períodos de formación de la Tierra? Los hombres sólo pudieron
explicar las Escrituras con el auxilio de lo que sabían, de las nociones falsas o incompletas que tenían
acerca de las leyes de la naturaleza, más tarde reveladas por la
ciencia. Por esa razón los propios teólogos, de muy buena fe, se equivocaron
acerca del sentido de ciertas palabras y hechos del Evangelio. Al querer a toda
costa hallar en él la confirmación de una idea preconcebida, giraban siempre en
el mismo círculo, sin abandonar su punto de vista, de modo que sólo veían lo
que querían ver. Por más sabios que fuesen, no podían comprender las causas
dependientes de leyes que ignoraban. Pero ¿quién habrá de juzgar las diferentes
interpretaciones, muchas veces contradictorias, por fuera del campo de la
teología? El futuro, la lógica y el buen sentido. Los hombres, cada vez más esclarecidos,
a medida que nuevos hechos y nuevas leyes se vayan revelando, sabrán apartar de
la realidad los sistemas utópicos. Ahora bien, la ciencia da a conocer algunas
leyes; el espiritismo revela otras; todas son indispensables para la
comprensión de los textos sagrados de todas las religiones, desde Confucio y
Buda hasta el cristianismo. En cuanto a la teología, esta no podrá, juiciosamente,
alegar contradicciones de la ciencia, dado que no siempre es coherente consigo
misma.
§ 30.
El espiritismo, que parte de las propias palabras de Cristo, como este partió
de las de Moisés, es una consecuencia directa de la doctrina cristiana.
A
la idea vaga de la vida futura agrega la revelación de la existencia del mundo
invisible que nos rodea y puebla el espacio, y con eso determina en forma
precisa la creencia; le da un cuerpo, una consistencia, una realidad en el
pensamiento. Define los lazos que unen el alma al cuerpo, y levanta el velo que
ocultaba a los hombres los misterios del nacimiento y de la muerte. Mediante
el espiritismo el hombre sabe de dónde viene, hacia dónde va, por qué está en
la Tierra, por qué sufre transitoriamente, y ve por todas partes la justicia de Dios. Sabe que el alma progresa sin cesar, a través
de una serie de existencias sucesivas, hasta que haya alcanzado el grado de
perfección que la aproxima a Dios. Sabe que todas las almas, como tienen un
mismo punto de origen, son creadas iguales, con la misma aptitud
para
progresar, en
virtud de su libre albedrío; que todas son de la misma esencia, y
que no existe diferencia entre ellas, salvo en cuanto al progreso realizado;
que todas tienen el mismo destino y alcanzarán la misma meta, más o menos
rápidamente, conforme a su trabajo y buena voluntad.
Sabe que no existen
criaturas desheredadas, ni más favorecidas unas que otras; que Dios no privilegió la
creación de ninguna de ellas, ni a nadie dispensó del trabajo impuesto a las otras
para que progresen; que no hay seres perpetuamente consagrados al mal y al sufrimiento;
que aquellos a los que se designa con el nombre de demonios son Espíritus imperfectos y que todavía están
atrasados, que practican el mal en el estado de Espíritus como lo practicaban
cuando eran hombres, pero que adelantarán y se perfeccionarán; que los ángeles o Espíritus
puros no son seres aparte en la Creación, sino Espíritus que llegaron a
la meta, después de haber recorrido palmo a palmo el camino del progreso; que
de tal modo no hay creaciones múltiples ni diferentes categorías entre los
seres inteligentes, sino que toda creación es el resultado de la gran ley de
unidad que rige el universo; sabe, por último, que todos los seres gravitan
hacia un fin común, que es la perfección, sin que unos sean favorecidos a expensas de otros, pues
todos son hijos de sus propias obras.
§ 31.
Por las relaciones que ahora puede establecer con aquellos que dejaron la
Tierra, el hombre posee no sólo la prueba material de la existencia y de la
individualidad del alma, sino que también comprende la solidaridad que vincula
a los vivos con los muertos de este mundo, y a los de este mundo con los de
otros planetas. Conoce la situación de ellos en el mundo de los Espíritus; los
acompaña en sus migraciones; es testigo de sus alegrías y sus penas; sabe por
qué son felices o desdichados, y conoce la suerte que a él mismo le está
reservada, según el bien o el mal que haya hecho. Esas relaciones lo inician en
la vida futura, a la que puede observar en todas sus fases, en todas sus
peripecias; el porvenir ya no es una vaga esperanza, sino un hecho positivo,
una certeza matemática. A partir de entonces, la muerte ya no tiene nada de
aterrador para él, porque significa la liberación, la puerta de la verdadera
vida.
§ 32.
A través del estudio de la situación de los Espíritus, el hombre sabe que la
felicidad y la desdicha en la vida espiritual son inherentes al grado de
perfección o de imperfección; que cada uno sufre las consecuencias directas y
naturales de sus faltas o, dicho de otra manera, que es castigado según haya
pecado; que esas consecuencias duran tanto como la causa que las produjo; que,
por consiguiente, el culpable sufriría eternamente si persistiera siempre en el
mal, pero que el sufrimiento cesa con el arrepentimiento y la reparación. Ahora
bien, como el perfeccionamiento depende de cada uno, todos pueden, en virtud de
su libre albedrío, prolongar o abreviar sus padecimientos, del mismo modo que
el enfermo sufre por sus excesos hasta tanto no les pone término.
§ 33.
Así como la razón rechaza, por considerarla incompatible con la bondad de Dios,
la idea de las penas irremisibles, perpetuas y absolutas, a menudo infligidas
por una única falta, al igual que la idea de los suplicios del Infierno, que ni
siquiera pueden ser atenuados por el arrepentimiento más ardiente y más
sincero, la misma razón se inclina delante de esa justicia distributiva e imparcial
que toma todo en cuenta, que nunca cierra la puerta al arrepentimiento y tiende
constantemente la mano al náufrago, en vez de empujarlo hacia el abismo.
§ 34.
La pluralidad de las existencias, cuyo principio Cristo estableció en el
Evangelio, aunque no lo definió más que como lo hizo con muchos otros, es una
de las leyes más importantes reveladas por el espiritismo, dado que este
demuestra su realidad y su necesidad para el progreso. Con esta ley, el hombre
explica todas las aparentes anomalías de la vida humana; las diferencias de
posición social; las muertes prematuras que, sin la reencarnación, tornaría inútiles para el alma las vidas de corta duración; la desigualdad de aptitudes
intelectuales y morales, que se deben al grado de antigüedad del Espíritu, que
ha aprendido y progresado en mayor o menor medida y que trae, al renacer, lo
que conquistó en sus existencias anteriores. (Véase el § 5.)
§ 35.
Con la doctrina de la creación del alma en el instante del nacimiento, se cae
en el sistema de las creaciones privilegiadas. Los hombres son extraños unos a
otros, nada los une, los lazos de familia son puramente carnales; no son de
ningún modo solidarios con un pasado en el que no existían. Con la doctrina de
la nada después de la muerte, todas las relaciones cesan con la vida y, de ese
modo, los hombres no son solidarios en el porvenir. Mediante la reencarnación, en
cambio, son solidarios en el pasado y en el porvenir. Como sus relaciones se
perpetúan tanto en el mundo espiritual como en el corporal, la fraternidad se
basa en las leyes mismas de la naturaleza. El bien tiene un objetivo; y el mal,
consecuencias inevitables.
§ 36.
Con la reencarnación desaparecen los prejuicios de razas y de castas, pues el
mismo Espíritu puede volver a nacer rico o pobre, gran señor o proletario, jefe
o subordinado, libre o esclavo, hombre o mujer. De todos los argumentos
invocados contra la injusticia de la servidumbre y la esclavitud, contra la
sujeción de la mujer a la ley del más fuerte, ninguno hay que aventaje en lógica
al hecho material de la reencarnación. De ese modo, así como la reencarnación fundamenta en una ley de la naturaleza el principio de la
fraternidad universal, también fundamenta en la misma ley el de la igualdad de
los derechos sociales y, por consiguiente, el de la libertad.
§ 37.
Quitad al hombre el Espíritu libre e independiente, que sobrevive a la materia,
y haréis de él una simple máquina organizada, sin una meta, sin
responsabilidad, sin otro freno aparte de la ley civil, y lista para ser explotada como un animal inteligente. Como no espera nada después de
la muerte, hace de todo para aumentar los goces del presente; si sufre, sólo
tiene la perspectiva de la desesperación y la nada como refugio. Con la certeza
del porvenir, con la convicción de encontrar nuevamente a aquellos a quienes
amó, y con el temor de volver a ver a quienes ofendió, todas sus ideas
cambian. Aunque el espiritismo sólo sirviera para liberar al hombre de la duda
acerca de la vida futura, ya habría hecho más por su perfeccionamiento moral
que todas las leyes disciplinarias, que a veces le ponen freno pero que no lo
transforman.
§ 38.
Sin la preexistencia del alma, la doctrina del pecado original no solamente
sería inconciliable con la justicia de Dios, sino que haría a todos los hombres
responsables de la falta de uno solo; sería un contrasentido, y tanto menos
justificable porque, según esa doctrina, el alma no existía en la época a la
que se pretende hacer remontar su responsabilidad. En cambio, con la
preexistencia, el hombre trae al renacer el germen de sus imperfecciones,
de los defectos de los que no se ha corregido y que se traducen en los
instintos naturales, en las inclinaciones hacia tal o cual vicio. Ese es su verdadero
pecado original, cuyas consecuencias sufre naturalmente, pero con la diferencia
capital de que sufre la pena de sus propias faltas, y no la pena de las faltas
cometidas por otros. Además, existe otra diferencia, al mismo tiempo
consoladora, animadora y soberanamente equitativa, según la cual cada
existencia le ofrece los medios para redimirse mediante la reparación, así como
para progresar, ya sea despojándose de alguna imperfección o adquiriendo nuevos
conocimientos, hasta que, al hallarse suficientemente purificado, el hombre ya
no necesite la vida corporal y pueda vivir exclusivamente la vida espiritual,
eterna y bienaventurada. Por la misma razón, aquel que ha progresado moralmente
trae, al renacer, cualidades naturales, así como quien ha progresado intelectualmente
es portador de ideas innatas. Identificado con el bien, lo practica sin
esfuerzo, sin cálculo y, por así decirlo, sin pensar en ello. Aquel que está
obligado a combatir sus malas tendencias vive todavía en lucha; el primero ya
triunfó, el segundo está a punto de triunfar. Existe, pues, la virtud original, como existe el saber original, y el pecado o,
mejor dicho, el vicio original.
§ 39.
El espiritismo experimental estudió las propiedades de los fluidos espirituales
y su acción sobre la materia. Ha demostrado la existencia del periespíritu,
sobre el cual había sospechas desde la Antigüedad, y que san Pablo denominó cuerpo espiritual, es decir, cuerpo fluídico del alma después de la
destrucción del cuerpo tangible. Se sabe hoy que esa envoltura es inseparable
del alma; que forma uno de los elementos constitutivos del ser humano; que es
el vehículo de la transmisión del pensamiento y que, durante la vida del
cuerpo, sirve de lazo entre el Espíritu y la materia. El periespíritu representa
un rol tan importante en el organismo y en una cantidad de afecciones, que se
liga a la fisiología tanto como a la psicología.
§ 40.
El estudio de las propiedades del periespíritu, de los fluidos espirituales y
de los atributos fisiológicos del alma, abre nuevos horizontes a la ciencia y
aporta la clave de una infinidad de fenómenos incomprensibles hasta hoy, pues
faltaba el conocimiento de la ley que los rige; fenómenos que el materialismo
niega, debido a que se hallan vinculados con la espiritualidad, y que otras
creencias califican como milagros o sortilegios. Tales son, entre otros, el
fenómeno de la doble vista, la visión a distancia, el sonambulismo natural y artificial,
los efectos físicos de la catalepsia y la letargia, la presciencia, los
presentimientos, las apariciones, las transfiguraciones, la transmisión del
pensamiento, la fascinación, las curas instantáneas, las obsesiones y
posesiones, etc. Al demostrar que esos fenómenos reposan en leyes tan naturales
como las de los fenómenos eléctricos, y en qué condiciones normales se pueden
reproducir, el espiritismo destruye el
imperio de lo maravilloso y lo sobrenatural y, por consiguiente, la fuente de
la mayor parte de las supersticiones. Así como lleva a la creencia en la
posibilidad de ciertas cosas que algunos consideran quiméricas, también impide
que se crea en muchas otras, pues comprueba su imposibilidad e irracionalidad.
§ 41.
Lejos de negar o destruir el Evangelio, el espiritismo viene, por el contrario,
a confirmar, explicar y desarrollar, por medio de las nuevas leyes de la
naturaleza, que él revela, todo lo que Cristo dijo e hizo. El espiritismo
elucida los puntos oscuros de la enseñanza cristiana, de tal manera que, con su
auxilio, aquellos para quienes eran ininteligibles ciertas partes del
Evangelio, o parecían inadmisibles, las comprenden y admiten sin
dificultad; ven mejor su alcance y pueden distinguir entre la realidad y la
alegoría; Cristo les parece más importante: ya no es simplemente un filósofo,
sino un Mesías divino.
§ 42.
Además, si se considera el poder moralizador del espiritismo, por la finalidad
que confiere a todas las acciones de la vida; por las consecuencias del bien y
del mal que hace tangibles; por la fuerza moral, el coraje y el consuelo que da
en las aflicciones, mediante una inalterable confianza en el porvenir; por la
idea de que cada uno tiene cerca de sí a los seres a quienes amó, así como la
certeza de volver a verlos y la posibilidad de conversar con ellos; en fin, por
la convicción de que todo cuanto hemos hecho, cuánto hemos conquistado en
inteligencia, sabiduría y moralidad, hasta la última hora de la vida, no se ha perdido,
sino que beneficia al adelanto del Espíritu,
se reconoce que el espiritismo realiza todas las promesas de Cristo respecto
del Consolador anunciado. Ahora bien, como el Espíritu de Verdad es quien preside el gran movimiento regenerador, la promesa
de su advenimiento se encuentra de esa forma cumplida, porque, de hecho, él es
el verdadero Consolador 2.
2 Muchos padres de familia deploran la muerte prematura de
sus hijos, para cuya educación realizaron grandes sacrificios, y se dicen a sí
mismos que nada de eso les aprovechó. Con el espiritismo, sin embargo, no
lamentan esos sacrificios, y estarían dispuestos a volver a hacerlos, incluso
con la certeza de que verían morir a sus hijos, porque saben que si estos no la
aprovechan en la vida presente, esa educación servirá, primero que todo, para su
adelanto como Espíritus; además de eso, serán conquistas nuevas para otra
existencia y, cuando regresen a este mundo, tendrán un patrimonio intelectual
que los hará más aptos para adquirir nuevos conocimientos. Tales son esos niños
que al nacer traen ideas innatas, que saben, por así decirlo, sin necesidad de
aprender. Si los padres no tienen la satisfacción inmediata de ver que sus
hijos aprovechan la educación que les han dado, lo gozarán por cierto más
adelante, sea como Espíritus o como hombres. Tal vez sean ellos de nuevo los
padres de esos mismos hijos, que se presentan como afortunadamente dotados por
la naturaleza, y que deben sus aptitudes a una educación precedente. Así
también, si los hijos se desvían hacia el mal por la negligencia de los padres,
estos pueden sufrir más tarde los disgustos y pesares que aquellos les
suscitarán en una nueva existencia. Véase El Evangelio
según el espiritismo,
Capítulo V, § 21: “Muertes prematuras”. (N. de Allan Kardec.)
§ 43.
Si a estos resultados agregamos la rapidez extraordinaria con que se propaga el
espiritismo, a pesar de todo lo que se ha hecho para demolerlo, no se podrá
negar que su llegada es providencial, visto que triunfa por encima de todas las
fuerzas y de toda la mala voluntad de los hombres. La facilidad con que lo
acepta tan grande número de personas, sin obligación alguna, apenas por el
poder de la idea, prueba que responde a una necesidad: la de que el hombre crea
en algo para llenar el vacío abierto por la incredulidad, y que, por lo tanto,
ha venido en el momento preciso.
§ 44.
Los afligidos existen en gran número. No es, pues, para sorprenderse que tantas
personas elijan una doctrina que consuela, de preferencia a las que llevan a
que se pierda la esperanza, porque a los desheredados, más que a los felices
del mundo, se dirige el espiritismo. El enfermo ve llegar al médico con mayor
satisfacción que quien está bien de salud; ahora bien, los afligidos son los
enfermos, y el Consolador es el médico. Vosotros, que combatís al espiritismo,
si queréis que lo abandonemos para seguiros, dadnos más y mejor que él; curad
con mayor seguridad las heridas del alma. Dad más consuelo, más satisfacciones al
corazón, esperanzas más legítimas, mayores certezas; haced del porvenir un
panorama más racional, más seductor. Con todo, no supongáis que habréis de
derrotarlo con la perspectiva de la nada, con la alternativa de las llamas del
Infierno, o con la plácida e inútil contemplación perpetua.
§ 45.
La primera revelación estuvo personificada por Moisés, la segunda por Cristo,
pero la tercera no está personificada por ningún individuo. Las dos primeras
son individuales, la tercera es colectiva; ese es un carácter esencial de suma
importancia. Es colectiva en el sentido de que no fue hecha como privilegio
para nadie en particular; nadie, por consiguiente, puede atribuirse la condición
de ser su profeta en exclusividad. Ha sido esparcida simultáneamente por sobre
toda la Tierra, a millones de personas de todas las edades y condiciones, desde
la más baja hasta la más alta de la escala, según esta predicción registrada
por el autor de los Hechos de los Apóstoles: “En los últimos tiempos, dijo
el Señor, derramaré de mi espíritu sobre toda carne; vuestros hijos y vuestras hijas
profetizarán; vuestros jóvenes tendrán visiones, y vuestros ancianos soñarán” (Hechos,
2:17 y 18). No provino de ningún culto en especial, a fin de que un día sirva a
todos de punto de unión 3.
3 Nuestro rol
personal, en el gran movimiento de ideas que se prepara mediante el espiritismo
y que comienza a producirse, es el de un observador atento, que estudia los
hechos para descubrir su causa y extraer de ellos las consecuencias. Hemos
confrontado todos los hechos que nos ha sido posible reunir; comparamos y
comentamos las instrucciones dadas por los Espíritus en todos los puntos del
globo, y después coordinamos metódicamente el conjunto; en suma, hemos
estudiado y dimos al público el fruto de nuestras investigaciones, sin que
atribuyéramos a nuestra tarea mayor valor que el de una obra filosófica
deducida de la observación y la experiencia, sin que nunca nos hayamos
considerado el jefe de la doctrina, ni procuráramos imponer nuestras ideas a
nadie. Al publicarlas, hemos hecho uso de un derecho común, y aquellos que las
aceptaron lo han hecho libremente. Si esas ideas encontraron numerosas
simpatías, se debe a que tuvieron la ventaja de corresponder a las aspiraciones
de un importante número de personas, y de eso no nos envanecemos de ningún modo,
ya que su origen no nos pertenece. Nuestro mayor mérito es el de la
perseverancia y la dedicación a la causa que hemos abrazado. En todo eso, hemos
hecho lo que cualquier otro podría haber hecho en nuestro lugar, razón por la
cual nunca hemos tenido la pretensión de considerarnos profeta o mesías ni,
menos aún, de presentarnos como tal. (N. de Allan Kardec.)
§ 46.Las dos primeras revelaciones, por ser fruto de una enseñanza personal, quedaron forzosamente localizadas, es decir, aparecieron en
un solo punto, en torno al cual la idea se propagó poco a poco; pero fueron necesarios muchos
siglos para que alcanzasen los extremos del mundo, y aun así no lo invadieron
por completo. La tercera revelación tiene una particularidad: no está
personificada en un solo individuo, sino que surgió simultáneamente en millares
de puntos diferentes, que se convirtieron en centros o focos de irradiación.
Al multiplicarse esos centros, sus rayos se reúnen poco a poco, como los
círculos formados por una enorme cantidad de piedras lanzadas al agua; de tal
manera que, en un plazo determinado, acabarán por cubrir toda la superficie del
globo.
Ésa
es una de las causas de la rápida propagación de la doctrina. Si esta hubiese
surgido en un solo punto, si fuese obra exclusiva de un hombre, se habrían
formado sectas alrededor suyo, y tal vez habría trascurrido medio siglo sin que
se hubieran alcanzado los límites del país donde hubiera comenzado, en tanto
que después de diez años ya ha plantado jalones de un polo al otro.
§ 47. Ésa circunstancia, nunca vista en la historia
de las doctrinas, otorga al espiritismo una fuerza excepcional y un poder de acción
irresistible. De hecho, aunque lo persigan en un punto, en un determinado país,
será materialmente imposible que lo hagan en todas partes y en todos los
países. Por cada lugar donde obstaculicen su
marcha, habrá otros mil donde florecerá. Más aún, si lo atacan en un individuo,
no podrán
hacerlo en los Espíritus, que son la fuente de donde proviene. Ahora
bien, como los Espíritus están en todas partes y existirán siempre, si por una
eventualidad consiguiesen reprimirlo en todo el globo, reaparecería poco tiempo
después, porque se basa en un hecho que está en la naturaleza, y las leyes de
la naturaleza no se pueden reprimir. De esto deben convencerse aquellos que
sueñan con el aniquilamiento de la doctrina espírita. (Véase la Revista
Espírita, febrero de 1865: “Perpetuidad del espiritismo”.)
§ 48.
Sin embargo, a pesar de la diseminación de esos centros de irradiación, estos
podrían aún permanecer aislados por mucho tiempo unos de otros, o confinados en
países lejanos, como sucede con algunos de ellos. Faltaba entre esos centros
una conexión que los pusiera en comunión de pensamientos con sus hermanos de creencia,
para mantenerlos informados de lo que ocurría en otros lugares. Ése lazo de
unión, que en la antigüedad podría haber faltado al espiritismo, hoy existe
entre las publicaciones que van a todas partes, y que condensan en una forma
única, concisa y metódica, la enseñanza que se brinda en todas partes de
múltiples maneras,
y
en diversas lenguas.
§ 49.
Las dos primeras revelaciones sólo podían ser el resultado de una enseñanza
directa. Como los hombres no estaban todavía suficientemente adelantados a fin
de que cooperaran para su elaboración, debían ser impuestas por la fe mediante
la autoridad de la palabra de un maestro.
No
obstante, se percibe entre las dos una muy sensible diferencia, debida al
progreso de las costumbres y las ideas, aunque fueran hechas al mismo pueblo y
en el mismo medio, pero con dieciocho siglos de intervalo. La doctrina de Moisés es absoluta, despótica;
no admite discusión y se impone al pueblo por la fuerza. La de Jesús es esencialmente
consejera; se acepta
libremente y sólo se impone por la persuasión; dio motivo a controversias aun
en vida de su fundador, que no despreció la discusión con sus adversarios.
§ 50.
La tercera revelación llega en una época de emancipación y madurez intelectual,
cuando la inteligencia, ya desarrollada, no se conforma con representar un rol
meramente pasivo, y cuando el hombre ya no acepta nada a ciegas, sino que
quiere ver a dónde lo conducen, quiere saber el porqué y el cómo de cada cosa.
Por eso, esta revelación tenía que ser al mismo tiempo el producto de una
enseñanza y el fruto del trabajo, de la investigación y el libre examen. Los Espíritus sólo enseñan aquello que es necesario para guiar al
hombre en el camino de la verdad, pero se abstienen de revelarle lo que el
hombre puede descubrir por sí mismo, pues le dejan la incumbencia de discutir, examinar y someter
todo al tamiz de la razón, dando lugar incluso, muchas veces, a que adquiera
experiencia por su propia iniciativa. Los Espíritus proporcionan el principio,
los elementos, y al hombre le corresponde aprovecharlos y ponerlos en acción.
(Véase el § 15.)
§ 51.
Dado que los elementos de la revelación espírita fueron suministrados
simultáneamente y en muchos puntos, a hombres de todas las condiciones sociales
y de diversos grados de instrucción, es evidente que las observaciones no
podían ser hechas en todas partes con el mismo resultado; que las consecuencias
a extraer, la deducción de las leyes que rigen ese orden de fenómenos, en suma,
la conclusión sobre la que debían asentarse las ideas, no podían surgir sino
del conjunto y de la correlación de los hechos. Ahora bien, cada centro
aislado, circunscripto a un círculo restringido, al no ver con frecuencia más
que un orden particular de hechos, algunas veces contradictorios en apariencia,
tratando generalmente con la misma categoría de Espíritus y, además de eso, limitado
por influencias locales y partidarias, se encontraba en la imposibilidad
material de abarcar el conjunto y, por eso mismo, de unificar las observaciones
aisladas en un principio común. Como cada uno apreciaba los hechos según el
punto de vista de sus conocimientos y creencias previos, o según la opinión
particular de los Espíritus que se manifestaban, pronto habrían aparecido
tantas teorías y sistemas como cantidad de centros, todos incompletos por falta
de elementos de comparación y examen. En una palabra, cada uno se habría
quedado con su revelación parcial, convencido de poseer toda la verdad e
ignorando que en otros cien lugares se conseguía más y mejor.
§ 52.
Por otra parte, es conveniente señalar que en ningún lugar la enseñanza
espírita ha sido dada de manera completa. Abarca una cantidad tan grande de
observaciones, de asuntos tan diferentes –que requieren conocimientos y
aptitudes Mediúmnicas especiales–, que sería imposible que estuvieran reunidas en
el mismo punto todas las condiciones necesarias. La enseñanza debía ser
colectiva, no individual, de modo que los Espíritus dividieron el trabajo y
distribuyeron los temas de estudio y observación, del mismo modo que en algunas
fábricas la realización de cada parte de un mismo objeto es repartida entre
diferentes obreros. De ese modo, la revelación se hizo de manera parcial, en diferentes
lugares y mediante una multitud de intermediarios, y de esa manera prosigue
todavía, pues no todo ha sido revelado. Cada centro encuentra, en los otros
centros, el complemento de lo que obtiene, y ha sido el conjunto, la
coordinación de todas las enseñanzas parciales,
lo que constituyó la doctrina espírita. Era preciso, pues, agrupar los
hechos dispersos, para verificar su correlación, así como reunir los diversos
documentos, las instrucciones suministradas por los Espíritus acerca de todos
los asuntos, a fin de compararlas, analizarlas, estudiar sus analogías y
diferencias. Como las comunicaciones provienen de Espíritus que
pertenecen a todas las categorías y son portadores de mayor o menor
ilustración, era necesario apreciar el grado de confianza que la razón podía
concederles, distinguir las ideas sistemáticas individuales o aisladas de
aquellas que tenían la sanción de la enseñanza general de los Espíritus,
distinguir las utopías de las ideas prácticas, apartar las que eran evidentemente
desmentidas por los datos de la ciencia positiva y de la lógica, y utilizar
también los errores, las informaciones suministradas incluso por los Espíritus
de la más baja categoría, para tomar conocimiento del estado del mundo
invisible y crear con ello un todo homogéneo. Era necesario, en síntesis, un centro
de elaboración independiente de las ideas preconcebidas, de los prejuicios de
secta, dispuesto a aceptar la verdad convertida en
evidencia, aunque fuera contraria a las opiniones personales. Ese centro se formó
por sí mismo, por la fuerza de las circunstancias y sin un
designio premeditado 4.
4 El Libro de los Espíritus, la primera obra que condujo al
espiritismo hacia el camino de la filosofía, mediante la deducción de las
consecuencias morales a partir de los hechos, y que abordó todas las partes de
la doctrina, pues trató las cuestiones más importantes que ella suscita, fue
desde su aparición el punto hacia el cual convergieron espontáneamente los trabajos
individuales. Es notorio que de la publicación de ese libro data la era del
espiritismo filosófico, pues hasta entonces el espiritismo se conservaba en el
dominio de las experiencias curiosas. Si ese libro conquistó las simpatías de
la mayoría, se debió a que expresaba los sentimientos de dicha mayoría y
correspondía a sus aspiraciones, y a que representaba también la confirmación y
la explicación racional de lo que cada uno obtenía de modo particular. Si
hubiera estado en desacuerdo con la enseñanza general de los Espíritus, de inmediato
habría caído en el descrédito y en el olvido. Ahora bien, ¿cuál ha sido ese
punto de convergencia? Por cierto, no fue el hombre, que no vale nada por sí
mismo, que muere y desaparece, sino la idea, que no perece cuando emana de una
fuente superior al hombre. Esa espontánea concentración de fuerzas dispersas
suscitó una amplísima correspondencia, monumento único en el mundo, panorama
vivo de la verdadera historia del espiritismo moderno, donde se reflejan al
mismo tiempo los trabajos parciales, los sentimientos múltiples que la doctrina
ha dado a luz, las consecuencias morales, la dedicación y las deserciones;
archivos valiosos para la posteridad, que podrá juzgar a los hombres y las cosas
a través de documentos auténticos. Ante esos testimonios irrecusables, ¿a qué
se reducirán con el tiempo los falsos alegatos, las difamaciones de la envidia
y de los celos? (N. de Allan Kardec.)
§ 53.
De todas esas cosas resultó una doble corriente de ideas: las unas,
dirigiéndose desde los extremos hacia el centro; las otras, encaminándose desde
el centro hacia la periferia. De ese modo, la doctrina avanzó rápidamente hacia
la unidad, a pesar de la diversidad de las fuentes en que se originó; los
sistemas discordantes se derrumbaron poco a poco, debido al aislamiento en que
quedaron en relación con el ascendiente de la opinión de la mayoría, pues no hallaron
una repercusión afín. A partir de entonces, se estableció una comunión de
pensamientos entre los diferentes centros parciales. Como hablan el mismo
lenguaje espiritual, se comprenden y se estiman de un extremo al otro del
mundo. Los espíritas se sintieron fortalecidos y lucharon con más valor, caminaron
con paso más firme a partir de que ya no se vieron aislados y sintieron que
existía un punto de apoyo, un lazo que los unía a la gran familia. Los
fenómenos que presenciaban ya no les parecían extraños, ni tampoco anormales o
contradictorios, puesto que pudieron asociarlos con las leyes generales de
armonía, abarcaron la totalidad del edificio y descubrieron una finalidad
trascendente y humanitaria en el conjunto 5.
5 Un testimonio significativo, tan notable como conmovedor,
de esa comunión de pensamientos que se estableció entre los espíritas por la
conformidad de sus creencias, son los pedidos de plegarias que nos llegan de
las regiones más distantes, desde el Perú hasta los límites de Asia, formulados
por personas de religiones y nacionalidades diferentes, y a las cuales nunca
hemos visto. ¿No es eso un preludio de la gran unificación que se prepara? ¿No
es la prueba de que por todas partes el espiritismo echa raíces sólidas?
Es
digno de hacer notar que, de todos los grupos que se han formado con la
intención premeditada de provocar una escisión mediante la proclama de
principios divergentes, así como de todos aquellos que, apoyados en razones de
amor propio u otras cualesquiera para no parecer que se someten a la ley común,
se consideran suficientemente fuertes para caminar solos, dotados de las luces
necesarias para prescindir de los consejos, ninguno llegó a elaborar una idea
que fuese preponderante y viable. Todos se extinguieron o vegetaron en la
sombra. No podía ser de otro modo, visto que para encumbrarse, en vez de
esforzarse por proporcionar la mayor suma de satisfacciones, rechazaron
precisamente los principios de la doctrina que resultan más atrayentes, más
consoladores y racionales. Si hubiesen comprendido la fuerza de los elementos morales
que constituyen la unidad, no se habrían engañado con ilusiones quiméricas. En
cambio, al confundir con el universo el reducido círculo que constituían, no
vieron en los adeptos más que una camarilla que fácilmente podía ser derribado
por otra camarilla. Se equivocaron de modo singular en lo atinente a los
caracteres esenciales de la doctrina, y ese error sólo podía acarrear
decepciones. En lugar de romper la unidad, quebraron el único vínculo que podía
darles fuerza y vitalidad. (Véase la Revista Espírita, abril de 1866: “El
espiritismo sin los Espíritus” y “El espiritismo independiente”.) (N. de Allan
Kardec.)
Sin embargo, ¿cómo
podemos saber si un principio se enseña en todas partes o si sólo es el
resultado de una opinión individual? Dado que los grupos aislados no
estaban en condiciones de saber lo que se sostenía fuera de ellos, era
necesario que un centro reuniese todas las instrucciones, para proceder a una
especie de depuración de las voces y transmitir a todos la opinión de la
mayoría 6.
6 Ese es el objetivo de nuestras publicaciones, que pueden ser
consideradas como el resultado de dicha depuración. En ellas todas las
opiniones son discutidas, pero las cuestiones solamente son presentadas en
forma de principios después de que han recibido la consagración de todos los
exámenes, pues sólo ellos pueden otorgar a esos principios fuerza de
ley y dar lugar a afirmaciones categóricas. Por esa razón no preconizamos
apresuradamente ninguna teoría, y es precisamente por eso que la doctrina, al
ser consecuencia de la enseñanza general, no representa el producto de
un sistema preconcebido. También es eso lo que la hace fuerte y garantiza su
porvenir. (N. de Allan Kardec.).
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