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Identidad de los Espíritus
El libro ¿Que es el Espiritismo?, escrito Por Allan Kardec, artículo 72,
dice que Los Espíritus no pueden imponer su criterio nunca, porque se les
considera Espíritus Obsesores o
Malos Espíritus.
Allan Kardec se encargó de dejar en claro la diferencia
entre la Locura Patológica y la Obsesión Subyugante. En su
libro ¿Qué es el Espiritismo?, lo estableció sin lugar a dudas. “No debe
confundirse la locura patológica, con la obsesión Subyugante".
Ésta no procede de ninguna lesión cerebral, sino de
la subyugación ejercida por los espíritus maléficos sobre ciertos
individuos, y tiene, a veces, las apariencias de la locura propiamente
dicha. Esta afección, que es muy frecuente, es independiente de la creencia
en el Espiritismo y ha existido en todos los tiempos. En este
caso, la medicina general es impotente y hasta nociva. El Espiritismo,
haciendo conocer ésta nueva causa de turbación en el estado del ser, ofrece, al
mismo tiempo, el medio de curarla obrando no en el enfermo, sino en
el Espíritu Obsesor. Es el remedio y no la causa de la enfermedad.
70. Uno de los mayores escollos de la Mediúmnidad es la
obsesión, es decir, el dominio que pueden ejercer ciertos espíritus sobre los
Médiums, imponiéndoseles con nombres apócrifos e impidiéndoles comunicar con
otros espíritus. Es al mismo tiempo un escollo para el observador novicio e
inexperto que, no conociendo los Carácteres de éste fenómeno, puede ser
engañado por las apariencias, como el que, no sabiendo medicina, puede hacerse
ilusiones sobre la causa y la naturaleza del mal. Sí en éste caso es inútil el
estudio anticipado al observador, al médium le es indispensable, porque le
proporciona medios de prevenir un inconveniente que podría tener para él
consecuencias desagradables. Por ésta razón no recomendaremos nunca bastante el
estudio, antes de entregarse a la práctica. (El Libro de los Médiums, cap.
XXIII.)
71. La obsesión presenta tres grados bien
caracterizados: la obsesión simple, la fascinación y la subyugación. En la
primera, el médium tiene conciencia perfecta de que no obtiene nada bueno; no
se hace ilusión alguna sobre la naturaleza del Espíritu que se obstina en manifestársele
y de quién desea deshacerse. Éste caso no ofrece ninguna gravedad: es un
sencillo contratiempo y el Médium queda libre cesando de escribir momentáneamente. El Espíritu, cansado de que no se le oiga, acaba por
retirarse. La fascinación obsesional es mucho más grave, porque el médium está
completamente fascinado. El Espíritu que le domina se apodera de su confianza
hasta paralizar su propio juicio respecto de las comunicaciones, y hasta
hacerle encontrar sublime lo más absurdo. El carácter distintivo de éste género
de obsesión es el de provocar en el médium una excesiva susceptibilidad,
haciéndole que no encuentre bueno, justo y verdadero, más que lo que él
escribe, y rechazar, hasta tomar con desagrado, todo consejo u observación
crítica. Le induce también a malquistarse con sus amigos antes de convenir en
que es engañado, a concebir celos de los otros médiums, cuyas comunicaciones
son juzgadas mejores que las suyas, a querer imponerse en las reuniones
espiritistas, de las que se aleja cuándo no puede dominar. Llega en fin a
sufrir una dominación tal, que el Espíritu puede arrastrarle a las más
ridículas y comprometedoras determinaciones.
72. Uno de los carácteres distintivos de los malos espíritus
es el de imponerse; dan órdenes y quieren ser obedecidos. Los buenos no se
imponen nunca: dan consejos, y sí no se les escucha, se retiran. De ésto
resulta que la impresión de los malos espíritus es casi siempre penosa, fatiga
y produce una especie de malestar; a menudo provoca una agitación febril, movimientos
bruscos y desenfrenados; la de los buenos espíritus es, por el contrario,
apacible, suave y produce un verdadero bienestar.
73. La subyugación obsesional, designada en otro tiempo
con el nombre de posesión, es una coacción física producida siempre por
espíritus de la peor especie y que puede hasta neutralizar el libre
albedrío. Se limita, a menudo, a simples impresiones desagradables; pero
provoca a veces movimientos desordenados; actos de insensatez, gritos y
palabras incoherentes o injuriosas cuya ridiculez conoce de vez en cuando,
aunque sin poder evitarlas, aquel que es víctima de semejante
situación. Este estado difiere esencialmente de la locura patológica, con
la cual se la confunde sin motivo, porque no presentan ninguna lesión orgánica,
y siendo diferente la causa, los medios curativos deben ser otros. Aplicando
gárgolas y tratamientos corporales, se logra hacer a menudo una verdadera
locura de lo que era una causa moral.
74. En la locura propiamente dicha la causa del mal es
interior. Es preciso, pues, procurar restablecer el organismo a su estado
normal; en la subyugación la causa del mal es exterior, y es preciso librar al
enfermo de un enemigo invisible, oponiéndole no remedios, sino una fuerza moral
superior a la suya. La experiencia prueba que en semejante caso los
exorcismos no han producido nunca ningún resultado satisfactorio, y que más
bien han agravado que mejorado la situación. Indicando la verdadera causa
del mal, sólo el Espiritismo puede dar los medios para combatirlos. Es preciso,
en cierto modo, educar moralmente al espíritu Obsesor, y por consejos
sabiamente dirigidos se logra hacerle mejor y renunciar voluntariamente a
atormentar al enfermo, quedando así libre el paciente. (El Libro de los
Médiums, núm. 279.)
279. El ascendiente sobre los Espíritus inferiores sólo se
ejerce a través de la superioridad moral. Los Espíritus perversos
reconocen la autoridad de los hombres de bien. En cambio, contra quien sólo les
opone la energía de la voluntad, que es una especie de fuerza bruta, los
Espíritus perversos luchan y suelen ser los más fuertes. En cierta ocasión,
alguien trataba de dominar a un Espíritu rebelde mediante la exclusiva
acción de su voluntad, y recibió la siguiente respuesta: Déjame en paz con esos
aires de fanfarrón, pues no vales más que yo. ¿Qué se diría de un ladrón
que predicase moral a otro ladrón? Algunos se asombran de que el nombre de
Dios, invocado contra los Espíritus malos, por lo general no produzca ningún
efecto. San Luis explicó la causa de ese hecho en la respuesta siguiente: “El
nombre de Dios sólo ejerce influencia sobre los
Espíritus imperfectos cuando aquel que lo pronuncia puede valerse de
ese nombre con autoridad, en función de las virtudes que posee. Cuando lo
pronuncia alguien que no tiene ninguna superioridad moral, es una palabra
como cualquier otra. Lo mismo sucede con las cosas sagradas, con las que se
trata de dominar a esos Espíritus. El arma más poderosa se vuelve inofensiva en
manos inexpertas o incapaces de manejarla.”
75. Ordinariamente la subyugación obsesional es
individual; pero cuándo una muchedumbre de malos espíritus se cierne sobre una
población, puede tener un carácter epidémico. Un fenómeno de ésta naturaleza
tuvo lugar en tiempo de Cristo. Sólo una poderosa superioridad moral podía
abatir aquellos seres malhechores, designados entonces con el nombre de
demonios, y devolver la calma a sus víctimas. (1)
(1). Una epidemia semejante se cebó
durante muchos años en un lugar de la Alta Saboya.
76. Un hecho importante, que debemos considerar, es que
la obsesión es independiente de la Mediúmnidad, y que se la encuentra en
todos los grados, principalmente en el último, en una multitud de individuos
que nunca han oído hablar de Espiritismo. En efecto, habiendo existido en todo
tiempo los espíritus, han debido ejercer en todo tiempo la misma
influencia. La Mediúmnidad no es una causa, sino una manera de
manifestarse aquélla, por lo cual puede decirse con certeza, que todo el médium
obsesado ha debido sufrir de algún modo, y a menudo en los actos más vulgares
de la vida, los resultados de esta influencia, y que sin la Mediúmnidad se
traduciría por otros efectos atribuidos a menudo a esas enfermedades
misteriosas, que resisten a todas las investigaciones de la medicina. Por
la Mediúmnidad el Espíritu malhechor descubre su presencia; sin la Mediúmnidad
es un enemigo oculto del que no se sospecha.
77. Los que no admiten nada fuera de la materia no pueden
admitir causas ocultas; pero cuando la ciencia haya salido de la vía
materialista, reconocerá en la acción del mundo invisible que nos rodea y en
medio del cual vivimos, una potencia que reacciona tanto sobre las cosas
físicas como sobre las morales. Este será un nuevo sendero abierto al
progreso y la clave de una multitud de fenómenos mal comprendidos.
78. Como la obsesión no puede ser nunca producto de un buen
Espíritu, es punto esencial el de saber conocer la naturaleza de los que se
presentan. El médium no instruido puede ser engañado por las apariencias, mientras que el que está prevenido espía las señales menos sospechosas, y el
Espíritu concluye por alejarse cuando ve que nada consigue. El
conocimiento anticipado de los medios de distinguir los buenos de los malos
espíritus es, pues, indispensable al médium que no quiere exponerse a ser cogido
en el lazo. No lo es menos para el simple observador, que puede por éste medio
apreciar el valor de lo que ve u oye. (El Libro de los Médiums, cap. XXIV.)
RESUMEN: En la locura propiamente dicha la causa del mal
es interior. Es preciso, pues, procurar restablecer el organismo a su
estado normal; en la subyugación la causa del mal es exterior, y es
preciso librar al enfermo de un enemigo invisible, oponiéndole no
remedios, sino una fuerza moral superior a la suya.