Veamos el contenido de éste artículo, en el Libro del Evangelio según el Espiritismo Verdadero.
CAPÍTULO XXVII.
PEDID Y SE OS DARÁ.
Temas incluidos : Cualidades de la Oración .—Eficacia de la Oración.—Acción de la Oración.—Transmisión del pensamiento.—Oraciones Inteligibles.—De la Oración para los muertos y para los Espíritus que sufren.—Instrucciones de los Espíritus: Modo de orar.—Felicidad de la oracion.
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Cualidades de la Oración.
1. Y cuándo orais, no seréis como los hipócritas que aman el orar en pié en las sinagogas y en las esquinas de las plazas para ser visto» de los hombres: en verdad os digo recibieron su galardon. —Más tú cuándo orares, en tra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre en secreto y tu Padre que vé en lo secreto, te recompensará. —Y cuando orareis, no hableis mucho, como los gentiles pues piensan que por mucho hablar serán oidos. —Pues no querais asemejaros á ellos, porque vuestro Padre sabe lo que habeis menester, ántes que se lo pidais. (S. Mateo, Cap. VI, v. de 5 á 8.) 2. Y cuando estuviéreis para orar, si teneis alguna cosa contra alguno, perdonadle: para que vuestro Padre que está en los cielos, os perdone tambien vuestros peca dos. —Porque si vosotros no perdonáreis, tampoco vues tro Padre que está en los cielos os perdonará vuestros pe cados. (S. Márcos, Cap. XI, v. 25 y 26.)
3. Y dijo tambien está parábola a unos que liaban en sí mismos, como si fuesen justos y despreciaban á los otros: —Dos hombres subieron al templo á orar: el uno era fa riseo y el otro publicano. —El fariseo estando en pié, ora ba en su interior de esta manera: Dios, gracias te doy por que no» soy como los otros hombres, robadores, injustos, adúlteros: asi con^p este publicano. —Ayuno dos veces ea la semana: doy diezmos de todo lo que poseo. —Más el
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publicano, estando lejos, no osaba ni aun alzar los ojos al cielo: sino que heria su pecho, diciendo: Dios, muéstrate propicio á mí, pecador. —Os digo que este, y ne aquel, descendió justificado á su casa, porque todo hombre que se ensalza, será humillado, y el que se humilla, será ensalzado. (S. Lucas, Cap. XVIII, v. de 9 a 14.)
4. Jesús definió las cualidades de la Oración claramente, diciendo: Cuándo regueis no os pongais en evidencia, rogad en secreto, no afecteis rogar mucho, porque no será por la multitud de las palabras que seréis oidos sino por la sinceridad con que sean dichas: antes de orar, si teneis alguna cosa contra álguien, perdonádsela, porque la Oración no podría ser agradable a Dios sino sale de un corazón purificado de todo sentimiento contrario a la caridad; en fin rogad con humildad, como el publicano y no con orgullo como el fariseo; examinad vuestros defectos y no vuestras cualidades y sí os comparais con otros, buscad lo que hay de malo en vosotros. (Cap. X, números 7 y 8.)
Eficacia de la oracion.
5. Por tanto os digo, que todas las cosas que pidiéreis orando, creed, que las recibiréis y os vendrán. (San Marcos, Cap. XI, v. 24.)
6. Hay gentes que niegan la eficacia de la. oración y se fundan en el principio de que conociendo Dios nuestras necesidades, es supérfluo esponerlas. Aún añaden, que encadenándose todo en el universo por leyes eternas, nuestros votos no pueden cambiar los decretos de Dios.
P. # 360 CAPÍTULO XXVI. PEDID Y SE OS DARÁ. 361
Sin ninguna duda hay leves naturales e inmutables que Dios no puede anular a capricho de cada uno; pero de esto a creer que todas las circunstancias de la vida están sometidas a la fatalidad, es grande la distancia. Sí fuese así, el hombre sólo seria un instrumento pasivo, sin libre albedrío 3^ sin iniciativa. En ésta hipótesis, no habria más que doblar la cabeza al golpe de todos los acontecimientos sin evitarlos; no se hubiera procurado desviar el rayo. Dios no ha dado al hombre el juicio y la inteligencia para no servirse de -ellas, la voluntad para no querer, la actividad para estar en la inacción. Siendo el hombre libre para obrar en un sentido o en otro, sus actos tienen para él mismo y para otro consecuencias subordinadas a lo que hace o deja de hacer; por su iniciativa, hay acontecimientos que escapan forzosamente a la fatalidad, y que no destruyen tampoco la armonía de las leyes universales, así como sí se adelanta o retrasa la saeta de un reloj, no destruye la ley del movimiento sobre la cuál está establecido el mecanismo. Dios puede pues acceder a ciertas súplicas sin derogar a la inmutabilidad de las leyes que rigen el conjunto, quedando siempre su acción subordinada a su voluntad.
7. Sería ilógico deducir de ésta máxima: «Por tanto os digo, que todas las cosas que pidiéreis orando, creed, que las recibiréis y os vendrán,» que basta pedir para obtener, e injusto el acusar a la Providencia Sí no accede a todo lo que se le pide, porque sabe mejor que nosotros lo que nos conviene. Lo mismo sucede con un padre prudente que rehusa a su hijo las cosas contrarias al interés de éste. Generalmente el hombre sólo vé el presente; más sí el sufrimiento es útil para su futura felicidad, Dios le dejará que sufra, como el cirujano deja sufrir al enfermo en la operación que debe conducirle a la curación. Lo que Dios le concederá sí se dirige a él con confianza es valor, paciencia y resignacion.
Le concederá tambien los medios para que él mismo salga del conflicto, con ayuda de las ideas que le sugiere, por medio de los buenos Espíritus, dejándole de este modo el mérito; él asiste a los que se ayudan a sí mismo según ésta máxima: «Ayúdate y Dios te ayudará», y nó a aquéllos que todo lo esperan de un auxilio extraño sin hacer uso de sus propias facultades; pero casi siempre se preferiria el ser auxiliados por un milagro sin que nos costase ningún trabajo.
(Cap. XXV, núms. 1.° y siguientes.)
8. Pongamos un ejemplo: Un hombre se pierde en el desierto, sufre una sed horrible; se siente desfalle
cer, y se deja caer en el suelo; ruega á Dios que le
asista, y espera; pero ningun ángel viene á traerle
agua. Sin embargo, un buen Espíritu le sugiere el
pensamiento de levantarse, seguir uno de los senderos
que se presentan ante él; entónces por un movimien
to maquinal se reviste de ánimo, se levanta y marcha
á la ventura. Llega á una colina, descubre léjos, un
arroyuelo; á su vista recobra ánimo. Si tiene fé, ex
clamará: «Gracias, Dios mio, por el pensamiento que
me habeis inspirado y por la fuerza que me habeis da
do». Si no tiene fé, dirá: «¿Qué buen pensamiento he
tenido! ¡Qué suerte haber tomado el camino de la
derecha y nó el de la izquierda; la casualidad verda 26
362 CAPÍTULO XXVII.
(ñeramente nos sirve bien algunas veces! ¡Cuánto me
felicito por mi valor en no dejarme abatir!»
Pero dirán algunos «¿por qué el buen Espíritu no
le ha dicho bien claro: «Sigue esta senda y al extre
mo encontrarás lo que te hace falta? ¿Por qué no se
le ha manifestado para guiarle y sostenerle en su aba
timiento? De este modo le hubiera convencido de la
intervencion de la Providencia». En primer lugar es
para enseñarle que debe ayudarse á sí mismo y hacer
uso de sus propias fuerzas. Despues, por la incerti-
dumbre, Dios pone á prueba la confianza en él y la
sumision á su voluntad. Este hombre estaba en la si
tuacion de un niño que cae y si vé quien le mira, gri
ta y espera que le vayan á levantar; si no vé á nadie,
hace esfuerzos y se levanta solo.
Si el ángel que acompañó á Tobías le, hubiese dicho:
«Soy el enviado de Dios para guiarte en tu viaje y
preservarte de todo peligro», Tobias no hubiera teni
do ningun mérito; confiando en su compañero, ni aún
hubiera tenido necesidad de pensar ; por esto el ángel
no se dió á conocer hasta el regreso.
Accion de la oracion. Transmision del pensamiento.
9. La oracion es una invocacion; por ella nos po
nemos con el pensamiento, en relacion con el sér á
quien nos dirigimos. Puede tener por objeto suplicar,
dar gracias, ó glorificar. Se puede orar para sí mis
mo, para otro, para los vivos y para los muertos. Las
oraciones dirigidas á Dios, son oidas por los Espíritus
encargados de la ejecucion de su voluntad; las que se
dirigen á los buenos Espíritus son transmitidas á Dios.
PEDID Y SE OS DARÁ. ,'363
Cuando se ruega á otros séres que á Dios, sólo 'es con
el título de intermediarios, de intercesores, porque
nada puede hacerse sin la voluntad de Dios.
10. El Espiritismo hace comprender la accion de
la oracion, explicando el modo de transmitir el pen
samiento, ya sea que el sér á quien se ruega venga á
nuestro llamamiento, ó que nuestro pensamiento lle
gue á él. Para formarse una idea de lo que sucede en
esta circunstancia, es menester representar á todos
los séres encarnados y desencarnados, sumergidos en
un fluido universal que ocupa el espacio, como aquí
lo estamos en la atmósfera . Este flúido recibe una im
pulsion de la voluntad; es el vehículo del pensamien
to; como el aire lo es del sonido, con la diferencia de
que las vibraciones del aire están circunscritas, mien
tras que las del flúido universal se extienden hasta el
infinito. Pues cuando el pensamiento se «iirije hácia
un sér cualquiera, que está en la tierra ó en el espa
cio, del encarnado al desencarnado ó del desencarna
do al encarnado, se establece una corriente fluídica
entre los dos, la cual transmite el pensamiento como
el aire transmute el sonido.
La energía de la corriente está en razon con la del
pensamiento y de la voluntad. Así es que la oracion
es oida por los Espíritus en cualquier parte que se en
cuentren, que los Espíritus se comunican entre sí,
que nos transmiten sus inspiraciones y que se estable
cen relaciones á distancia entre los encarnados.
Esta explicacion es sobre todo para aquellos que no
comprenden la utilidad de la oracion puramente mís
tica, no es con el objeto de materializar la oracion,
364 CAPÍTULO XXVII.
sino hacer comprensible el efecto, manifestando que
puede tener una accion directa y efectiva, sin que
por esto deje de estar ménos subordinada á la volun
tad de Dios, juez supremo de todas las cosas y el úni
co que puede hacer su accion eficaz.
1 1 . Por la oracion el hombre llama el concurso de
los buenos Espíritus que vienen á sostenerle en sus
buenas resoluciones y á inspirarle buenos pensamien
tos ; de este modo adquiere la fuerza moral necesaria
para vencer las dificultades y volver á entrar en el
camino derecho si se ha desviado; y del mismo modo
puede desviar de él los niales que adquiere por sus
propias faltas. Un hombre, por ejemplo, vé su salud
deteriorada por los excesos que ha cometido, y arras
tra hasta el fin de sus dias una vida de sufrimientos,
¿tiene acaso derecho de quejarse sino consigue la cu
racion? Nó; porque hubiera podido encontrar en la
oracion, la fuerza para resistir á las tentaciones.
12. Si los males de la vida se dividen en dos par
tes, una compuesta de aquellos que el hombre no pue
de evitar y la otra de las tribulaciones, cuya primera
causa es él mismo por su incuria y sus excesos (capí
tulo V, n.° 4), se verá que esta sobrepuja de mucho
en número á la primera. Es, pues, muy evidente que
el hombre es el autor de la mayor parte de sus aflic
ciones y que se las ahorraria si obrase siempre con
moderacion y prudencia.
No es ménos cierto que estas miserias son resulta
do de nuestras infracciones á las leyes de Dios, y que
si las observásemos puntualmente seríamos felices. Si
PEDID Y SE OS DARÁ. 365
no traspasáramos el límite de lo necesario en la sa
tisfaccion de nuestras necesidades , no tendríamos las
enfermedades que son consecuencia de los excesos y
las vicisitudes que conducen á ell«s; si pusiéramos lí
mites á nuestra ambicion, no temeríamos la ruina; si
no quisiéramos subir mas alto de lo que podemos, no
temeríamos caer; si fuésemos humildes, no sufriríamos
los desengaños del orgullo rebajado; si practicáramos
la ley de caridad, no maldeciríamos ni seríamos envi
diosos, ni celosos, y evitaríamos las querellas y las
disensiones; si no hiciéramos mal á nadie, no teme
ríamos las venganzas, etc., etc.
Admitamos que el hombre no pueda nada sobre los
otros males; que todas las oraciones son supérfluas
para preservarse de ellos: ¿No seria ya bastante el
que pudiéramos evitar todo lo que proviene de sus
hechos? Pues aquí la accion de la oracion se concibe
perfectamente, porque tiene por efecto solicitar la ins
piracion saludable de los buenos Espíritus, pedirles
fuerza para resistir á los malos pensamientos cuya
ejecucion puede sernos funesta. En este caso, no des
vian el mal, sino que nos desvian á nosotros mis
mos del pensamiento que puede causar el mal;
en nada embarazan los decretos de Dios, no sus
penden el curso de las leyes de la naturaleza;
nos impiden con todo el infringir estas leyes, di
rigiendo nuestro libre albedrio; pero lo hacen sin
saberlo nosotros, de una manera oculta para no en
cadenar nuestra voluntad. El hombre se encuentra
entonces en la posicion de aquel que solicita buenos
consejos y los pone en práctica, pero que siempre es
libre de seguirlos ó dejarlos de seguir. Dios quiere que
366 CAPÍTULO XXVII.
asi suceda para, que tenga la responsabilidad de sus
actos y dejarle el mérito de la eleccion entre el bien y
el mal. Esto es lo que el hombre siempre está seguro
de obtener si lo pide con fervor y á lo que sobre todo
pueden aplicarse estas palabras: «Pedid y se os dará.»
La eficacia de la oracion aún reducida á esta pro
porcion, ¿no tendria acaso un resultado inmenso? Es
taba reservado al Espiritismo el probarnos su accion
por la revelacion de las relaciones que existen entre
el mundo invisible y el mundo visible. Pero no se li
mitan únicamente á esto sus efectos.
La oracion está recomendada por todos los Espíri
tus; renunciar á la oracion es desconocer la bondad
da Dios; es renunciar por sí mismo á su asistencia y
para los otros al bien que puede hacérseles.
13. Dios, accediendo á la súplica que se le dirige,
tiene la mira de recompensar la intencion, la sinceri
dad y la fé del que ruega; este es el motivo porque la
oracion del hombre de bien tiene mas mérito á los
ojos de Dios y siempre mas eficacia, porque el hom
bre vicioso y malo no puede rogar con el fervor y la
confianza que solo dá el sentimiento de la verdadera
piedad. Del corazon del egoista, de aquel que ruega
solo con la articulacion de la palabra, no podrian sa
lir los impulsos de caridad que dan á la oracion todo
su poder. Se comprende de tal modo que, por un mo
vimiento instintivo, nos recomendamos con preferen
cia á las oraciones de aquellos cuya conducta se cree
ser agradable á Dios, porque son mas escuchados.
14.. Si la oracion ejerce una especie de accion mag
PEDID Y SE OS DARÁ. 367
nética, se podria creer que el efecto estaba subordi
nado al poder flúidico, pero no es de este modo. Pues
to que los Espíritus ejercen esta accion sobre los hom
bres, suplen, cuando es necesario, la insuficiencia del
que ruega, ya sea obrando directamente en su nom
bre, ya. sea dándole momentáneamente una fuerza
excepcional, cuando se le juzga digno de este favor,
ó cuando la cosa puede ser útil.
El hombre que no se crée bastante bueno para ejer
cer una influencia saludable, no debe abstenerse de
rogar por otro, con el pensamiento de que no es dig
no de ser escuchado. La conciencia de su inferioridad
es una prueba de la humildad siempre agradable á
Dios que toma en cuenta la intencion caritativa que
le anima. Su fervor y su confianza en Dios, son el
primer paso de la vuelta al bien, y los buenos Espí
ritus son felices en poderle alentar. La oracion que
no se escucha es la del orgulloso que tiene fe en su
poder y sus méritos y crée poder substituirse d
la voluntad del Eterno.
15. El poder de la oracion está en el pensamien
to ; no se concreta á las palabras, ni al lugar, ni al
momento en que se hace. Se puede, pues, rogar en
todas partes y á todas horas, estando solo 6 acompa
ñado. La influencia del lugar ó del tiempo está en re
lacion de las circunstancias que pueden favorecer el
recogimiento. La oracion en comun tiene una ac
cion más poderosa cuando todos aquellos que oran
se asócian de corazon á un mismo pensamiento
y tienen un mismo objeto, porque es como si mu
chos levantasen la TOZ juntos y unísonos, pero ¡qué
368 CAPÍTULO XXVII.
importa estar reunidos en gran número, si cada uno
obra aisladamente y por su propia cuenta personal!
Cien personas reunidas pueden orar como egoistas,
miéntras que dos ó tres, unidas en una comun aspi
racion, rogarán como verdaderos hermanos en Dios
y su oracion tendrá más poder que la de los otros
ciento. (Cap. XXVIII. núm. 4 y 5.)
Oraciones inteligibles.
16. Pues si yo no entendiere el vplor de la voz, seré bárbaro para aquel a quien hablo: y el que habla, lo será para mí. —Porque si orare en una lengua, mi espíritu ora, mas mi mente queda sin fruto. —Mas si bendijeres con el Espíritu: el que ocupa lugar del simple pueblo, ¿cómo dirá Amen sobre tu bendicion? puesto que no en tiende lo que tú dices. —Verdad es que tú das bien las gracias: mas el otro no es edificado. (S. Pablo, Epísto la 1." á los CorinJ;., cap. XIV, v. 11, 14, 16 y 17.)A
17. La oracion solo tiene valor por el pensamien
to que se une á ella, y es imposible unir el pensa
miento á lo que no se comprende, porque lo que no
se comprende no puede conmover al corazon. Para
la inmensa mayoría, las oraciones en un lenguaje in
comprensible sólo son un conjunto de palabras que
nada dicen al Espíritu. Para que la oracion conmue
va es preciso que cada palabra dispierte una idea, y
si no se comprende no puede dispertar ninguna. Se
repite como una simple fórmula que tiene más ó mé
nos virtud segun el número de veces que se repite;
muchos oran por deber, y otros por conformarse con
los usos; por esto creen haber cumplido cuando han
dicho una oracion un número de veces determinado
siguiendo tal ó cual orden. Dios lee en el fondo del
PEDID Y SE OS DAEÁ. 369
corazon, vé el pensamiento y la sinceridad; seria re
bajarle creerle más sensible á la forma que al fondo.
(Cap. XXVIII, núm. 2.)
De la oracion por loa muertos y por lo» Espirita» que sufren.
18. La oracion es solicitada por los Espíritus que
sufren; les es útil, porque viendo que se acuerdan de
ellos, se sienten ménos abandonados y son ménos des
graciados. Pero la oracion tiene sobre ellos una ac
cion más directa; aumenta su ánimo, excita en ellos
el deseo de elevarse por el arrepentimiento y la repa
racion, y puede desviarles del pensamiento del mal;
en este sentido es como puede, no sólo aligerarse sino
abreviarse sus sufrimientos. (Véase Cielo é Infier no, 2.a parte: Ejemplos.)
i
19. Ciertas personas no admiten la oracion para
los muertos; porque en su creencia sólo hay para el
alma dos alternativas, ser salvada ó condenada á las
penas eternas, y en uno y otro caso la oracion es inútil.
Sin discutir el valor de esta creencia, admitamos por un
instante la realidad de las penas eternas é irremisibles,
y que nuestras oraciones sean impotentes para poner
las un término. Nosotros preguntamos si en esta hi
pótesis, ¿es lógico, caritativo, cristiano, el desechar
la «oracion por los réprobos? Estas oraciones, por im
potentes que sean para salvarles, ¿no son para ellos
una señal de piedad que puede aliviar sus sufrimien
tos? En la tierra, cuando un hombre está condenado
para siempre, aún cuando no tenga ninguna esperan
za de obtener gracia, ¿se prohibe á una persona cari
370 CAPÍTULO XXVII.
tativa el ir á sostener sus cadenas para aligerarle de
su peso? Cuando ajguno es atacado por un mal incu
rable, porque no ofrece ninguna esperanza de curacion,
¿ha de abandonársele sin ningun consuelo? Pensad que
entre los réprobos, puede encontrarse una persona á
quien habeis amado, un amigo, quizás un padre, una
madre ó un hijo, y ¿por qué, segun vosotros, no po-
dria esperar gracia, le rehusais un vaso de agua para
calmar su sed? un bálsamo para curar sus llagas? ¿No
hariais por él lo que hariais por un presidiario? ¿No le
dariais un testimonio de amor, un consuelo? Nó; esto
no seria cristiano. Una creencia que seca el corazon
no puede aliarse con la de un Dios que coloca en el
primer lugar de los deberes, el amor al prójimo.
La no eternidad de las penas, no implica la nega
cion de una penalidad temporal, porque Dios en su
justicia, no puede confundir el bien con el mal; así,
pues, negar en este caso la eficacia de la oracion, se
ria negar la eficacia del consuelo, de la reanimacion
y de los buenos consejos; seria negar la fuerza que
logramos de la asistencia moral de los que nos quie
ren bien .
20. Otros se fundan en una razon más especiosa:
la inmutabilidad de los decretos divinos, y dicen: Dios
no puede cambiar sus decisiones por la demanda de
sus criaturas, pues sinó, nada habria estable en el
mundo. El hombre, pues, nada tiene que pedir á Dios;
sólo tiene que someterse y adorarle.
En esta idea hay una falsa aplicacion de la inmu
tabilidad de la ley divina, ó mas bien, ignorancia de
la ley en lo que concierne á la penalidad futura. Esta.
PEDID Y SE OS DARÁ. 371
Jey está revelada por los Espíritus del Señor, hoy que
el hombre está en disposicion de comprender lo que
tocante á la fé es conforme ó contrario á los atribu
tos divinos.
Segun el dogma de la eternidad absoluta de las pe
nas, no se le toma en cuenta al culpable, ni sus pesa
res ni su arrepentimiento; para ¿1 todo deseo de me
jorarse es supérfluo, puesto que está condenado al
mal perpétuamente. Si está condenado por un tiempo
determinado, la pena cesará cuando el tiempo haya
espirado. ¿Pero quién dice que entónces tendrá mejo
res sentimientos? ¿Quién dice que á ejemplo de mu
chos de los condenados de la tierra á su salida de la
cárcel , no será tan malo como antes? En el primer
caso seria tener en el dolor del castigo á un hombre
que se volviera bueno; en el segundo, agraciar al que
continuase culpable. La ley de Dios es mas previsora
que esto; siempre justa, equitativa y misericordiosa,
no fija ninguna duracion en la pena, cualquiera que
sea se resume de este modo:
\
21. «El hombre sufre siempre la consecuencia de
«sus faltas, no hay una sola infraccion á la ley de
«Dios que no tenga su castigo.»
._ «La severidad del castigo es proporcionada á la
«gravedad de la falta.»
«La duracion del castigo por cualquier falta que
«sea, es indetermidada; está subordinada al ar- .
«repentimienio del culpable y á su vuelta al bien;
«la pena dura tanto como la obstinacion en el mal;
«seria perpétua, si la obstinacion fuese perpétua; es
«de corta duracion, si el arrepentimiento es pronto.»
372 CAPÍTULO xxvn.
«Desde el momento ea que el culpable pide miseri
cordia, Dios le oye y le envia la esperanza. Pero el
«simple remordimiente de haber hecho mal no basta;
«falta la reparacion; por esto el culpable está some
tido á nuevas pruebas en las cuales puede, siempre
«por su voluntad, hacer bien reparando el mal que
«ha heoho.»
«El hombre, de este modo es constantemente árbi-
«tro de su propia suerte; puede abreviar su suplicio ó
«prolongarlo indefinidamente; su felicidad ó su des-
« gracia depende de su voluntad en hacer bien.»
Tal es la ley: ley inmutable y conforme á la bon
dad y á la justicia de Dios.
El Espíritu culpable y desgraciado, puede de este
modo salvarse á sí mismo: la ley de Dios le dice con
que condicion puede hacerlo. Lo que mas á menudo'
le falta es voluntad, fuerza y valor; si con nuestras
oraciones le inspiramos esta voluntad, si le sostene
mos y le animamos, y si con nuestros consejos le da
mos las luces que le faltan, ea lugar de solicitar á
Dios el que derogue su ley, venimos á ser los instru
mentos para la ejecucion de su ley de amor y de ca
ridad, lo que nos permite practicarla de este modo,
dando nosotros mismos una prueba de caridad. (Véase Cielo é Infierno, 1.a parte, Cap. IV, VII y VIII.)
INSTRUCCIONES DE LOS ESPÍRITUS.
Modo de orar.
22. El primer deber de toda criatura humana, el
primer acto que debe señalar para ella la vuelta á la
vida activa de cada dia, es la oracion. Casi todos vo
sotros rezais, ¡pero cuan pocos saben orar! Nada im
PEDID Y SE OS DARÁ. 373
portan al Señor las frases que juntais maquiaalmente,
porque teneis esa costumbre, que es un deber que lle
nais y que como todo deber os molesta.
La oracion del cristiano, del espiritista de cualquier
culto que sea, debe ser hecha desde que el Espíritu ha
Tuelto á tomar el yago de la carne; debe elevarse á
los piés dela Magestad divina, con humildad; debe ser
profunda, alentada por el conocimiento de todos los
bienes recibidos hasta el dia; por la noche que se ha
pasado, durante lo cual os lia sido permitido, aunque
sin saberlo vosotros el volver al lado de vuestros ami
gos, de vuestros guias, para que con su contacto os
den mas fuerza y perseverancia. Debe elevarse humil
de á los piés del Señor, para recomendarle vuestra
debilidad, pedirle su apoyo, su indulgencia y su mise
ricordia. Debe ser profunda, porque vuestra alma es
la que debe elevarse hácia el Criador, la que debe
transfigurarse como Jesús en el monte Tabor, y vol
verse blanca y radiante de esperanza y de amor.
Vuestra oracion debe encerrar la súplica de las
gracias que os sean necesarias, pero de una necesidad
real. Es pues inútil pedir al Señor el que abrevie vues
tras pruebas, el que os dé los goces y las riquezas;
pedidle que os conceda los bienes mas preciosos de la
paciencia, de la resignacion y de la fé. No digais lo
que muchos de entre vosotros: «No vale la pena de
orar porque Dios no me escucha.» La mayor parte del
tiempo ¿qué es lo que pedís á Dios? ¿Habeis pensado
muchas veces en pedirle vuestro mejoramiento moral?
Oh! nó, muy pocas; mas bien pensais en pedirle el
buen éxito de vuestras empresas terrestres, y habeis
exclamado: «Dios no se ocupa de nosotros; si se ocu
374 CAPÍTULO XXVII. t
para no habria tantas injusticias.» Insensatos! ingra
tos! si descendiéseis al fondo de vuestra conciencia,
casi siempre encontraríais en vosotros mismos el ori
gen de los males de que os quejais; pedid, pues, ante
todo, vuestro mejoramiento y veréis que torrente de
gracias y consuelos se esparcirá entre vosotros. (Ca
pítulo V, núm. 4.)
Debeis rogar sin cesar, sin que por esto os retiréis
á vuestro oratorio ó que os pongais de rodillas en las
plazas públicas. La oracion del dia es el cumplimiento
de vuestros deberes, de vuestros deberes sin excepcion,
cualquiera que sea su naturaleza. ¿No es un acto de
amor hácia el Señor, el que asistais á vuestros her
manos en cualquiera necesidad moral ó física? ¿No es
hacer un acto de reconocimiento, elevar vuestra alma
hácia él, cuando sois felices, cuando se evita un per
cance, cuando una contrariedad pasa rozando con
vosotros, si decís con el pensamiento: «¡Bendecido
seais, Padre mio!» ¿Nó es un acto de contricion el hu
millaros ante el Juez supremo cuando sentís que ha
beis faltado, aunque solo sea de pensamiento, y decir
le: ¡Perdonadme, Dios mio, porque he pecado,
(por orgullo, por egoismo, ó por falta de cari
dad;) dadme fuerza para que no falte más y el
valor necesario para reparar la falta!»
Esto es independiente de las oraciones regulares de
la mañana y de la noche, y de los dias consagrados;
pero como veis la oracion puede hacerse siempre sin
interrumpir en lo mas mínimo vuestros trabajos; de
cid, por el contrario, que los santifica. Y creed bien,
que uno solo de estos pensamientos, saliendo del co
razon, es mas escuchado de vuestro Padre celestial,
que largas oraciones dichas por costumbre, á menudo
sin causa determinada y á las cuales os conduce
maquinalmente la hora convenida. (V. Monod.
Burdeos, 1862.)
PEDID Y SE OS DARÁ. 375
Felicidad de la oración.
23. Venid los que quereis creer: los Espíritus ce
lestes corren y tienen á deciros cosas grandes; Dios,
hijos mios, abre su ancho pecho para daros sus bienes.
¡Hombres incrédulos! si supiéseis de que modo la fé
hace bien al corazon y conduce el alma al arrepenti
miento, á la oracion! La oracion, ah! cuán tiernas
son las palabras que salen de la boca en el momento
de orar! La oracion es el rocío divino que destruye el
excesivo calor de las pasiones; hija primogénita de la
fé, nos lleva al sendero que conduce á Dios. En el re
cogimiento y la soledad, estais con Dios; para vosotros
no hay ya misterio; él se os descubre. Apóstoles del
pensamiento, para vosotros es la vida, vuestra alma
se desprende de la materia y recorre esos mundos in
finitos y etéreos que los pobres humanos desconocen.
Marchad, marchad por el sendero de la oracion y
oireis las voces de los ángeles. ¡Qué armonía! Estas
no son el murmullo confuso de los acentos chillones
de la tierra; son las liras de los arcángeles; son las
voces dulces y suaves de los serafines, mas ligeras
que las brisas de la mañana, cuando juguetean en el
follage de vuestros grandes bosques. ¡Entre cuántas
delicias marcharéis! Vuestra lengua no podrá definir,
esta felicidad; cuanto mas entre por todos los poros,
tanto mas vivo y refrescante es el manantial en don
de se bebe! Dulces voces, embriagadores perfumes que
el alma siente y saborea, cuando se lanza á esas es
feras desconocidas y habitadas por la oracion! Sin
mezcla de carnales deseos, todas las aspiraciones son
divinas. Tambien vosotros orad, como Cristo llevando
su cruz desde el Gólgota al Calvario; llevad vuestra
cruz, y sentireis las dulces emociones que pasaban por
su alma, aunque cargado con un leño infamante; iba
á morir; pero para vivir de la vida celeste en la mo
rada de su Padre. (S. Agustín. París, 1361.)