El Médium Parlante, o medianidad de Psicofonía, es una Mediúmnidad, que para poderla entender, debemos saber lo que es un Médium Psicógrafo y el Médium Intuitivo. Eso lo encontramos en el Libro de Los Médiums Ítem #166, y tiene como complemento es el Ítem #180 o Médium Intuitivo.
Por lo tanto No evaluemos en el Libro de los Médiums al Médium Parlante, solo leyendo el Ítem #166, sino añada el Ítem #180. Es aquí donde se explica que las comunicaciones son por la mente de Espíritu a Espíritu, esto no implica Incorporación de Espíritus de forma espontánea. Cada cual puede, mediante su voluntad, permitir o no, que el Espíritu que trata de manifestarse pueda usar sus órganos físicos, la voz, el oído, la vista, o la mano del Médium, y no la voz, la mano o el oido del Espíritu manifestado.
TODAS LAS COMUNICACIONES con los Espíritus son por la mente. De Espíritu a Espíritu. Veamos la definición de estas tres facultades Mediúmnicas: Médiums Parlantes (Ítem #166), Médiums Escribientes (Ítems # 178 y #179) y Médiums intuitivos (Ítem #180).
Veamos en el Libro de Los Médiums, Capítulo XIV lo siguiente:
4. Médiums parlantes
166. Los médiums auditivos, que se limitan a transmitir lo que oyen, no son, hablando con propiedad, médiums parlantes. Estos últimos la mayor parte de las veces no oyen nada. En ellos el Espíritu actúa sobre los órganos de la palabra, del mismo modo que lo hace sobre la mano en el caso de los médiums escribientes. Cuando quiere comunicarse, el Espíritu se sirve de los órganos más dóciles que encuentra en el médium. De uno, utiliza la mano; del otro, la palabra; de un tercero, el oído. El médium parlante generalmente se expresa sin tener conciencia de lo que dice, y muchas veces dice cosas que son completamente ajenas a sus ideas habituales, a sus conocimientos e, incluso, que están más allá del alcance de su inteligencia. Aunque en ese momento se encuentre perfectamente despierto y en estado normal, raramente conserva el recuerdo de lo que dijo. En suma, en él la palabra es un instrumento del que se sirve el Espíritu, con el cual una tercera persona puede comunicarse, así como lo hace a través de un médium auditivo. La pasividad del médium parlante no siempre es tan completa. Algunos tienen la intuición de lo que dicen en el momento exacto en que pronuncian las palabras. Volveremos a tratar sobre esta variedad de médiums cuando hagamos referencia a los médiums intuitivos.
Libro de Los Médiums, Capítulo XV
Médiums escribientes o psicógrafos
• Médiums mecánicos. • Médiums intuitivos. •
Médiums semimecánicos. • Médiums inspirados o
involuntarios. • Médiums de presentimientos.
#178. De todos los medios de comunicación, la escritura manual es el más simple, el más cómodo y, sobre todo, el más completo. Hacia él deben tender todos los esfuerzos, porque permite que se establezcan con los Espíritus relaciones tan continuadas y regulares como las que existen entre nosotros. Debemos dedicarnos a ese tipo de escritura tanto más cuanto que, por su intermedio, los Espíritus revelan mejor su naturaleza y el grado de perfección o de inferioridad que los caracteriza. Debido a la facilidad con que pueden expresarse, nos revelan sus más íntimos pensamientos y nos ponen así en condiciones de apreciarlos en su justo valor. Además, para el médium, la facultad de escribir es la más susceptible de ser desarrollada con el ejercicio.
Libro de Los Médiums, Capítulo XV
Médiums mecánicos
#179. Si examinamos ciertos efectos que se producen en los movimientos de la mesa, de la cesta o de la tablilla que escriben, no podemos dudar de que existe una acción ejercida directamente por el Espíritu sobre esos objetos. Algunas veces la cesta se agita con tanta violencia que escapa de las manos del médium, y no es raro que se dirija hacia ciertas personas de la concurrencia para golpearlas. En otras ocasiones, sus movimientos revelan un sentimiento afectuoso. Lo mismo sucede cuando el lápiz está colocado en la mano del médium. A menudo es arrojado lejos con fuerza, o bien la mano, como lo hacía la cesta, se agita convulsivamente y golpea en la mesa de modo colérico, incluso a pesar de que el médium se encuentre muy tranquilo y se sorprenda de no poder controlarse. Digamos, de paso, que esos efectos denotan siempre la presencia de Espíritus imperfectos. Los Espíritus realmente superiores son tranquilos, dignos y benévolos en todo tiempo. Si no son escuchados de manera conveniente, se retiran y otros toman su lugar. Así pues, el Espíritu puede expresar directamente su pensamiento, ya sea mediante el movimiento de un objeto, al que la mano del médium sirve apenas de punto de apoyo, o ejerciendo su acción sobre la mano misma. Cuando el Espíritu actúa directamente sobre la mano, le da un impulso por completo independiente de la voluntad del médium. Mientras el Espíritu tenga algo para decir, la mano se moverá sin interrupción y a pesar del médium, y se detendrá cuando el Espíritu haya concluido.
En esta circunstancia, lo que caracteriza al fenómeno es que el médium no tiene la menor conciencia de lo que escribe. En ese caso, el desconocimiento absoluto determina que se lo llame médium pasivo o mecánico. Se trata de una facultad valiosa, porque no da lugar a dudas acerca de la independencia del pensamiento del Espíritu que escribe.
Pero para poder entender la facultad de médium Parlante o psicofónico, es necesario leer y entender el Ítem #180 del Libro de los Médiums.
Médiums escribientes o psicógrafos
Médiums intuitivos
#180. La transmisión del pensamiento también se produce por intermedio del Espíritu del médium, o mejor dicho, de su alma, ya que designamos con ese nombre al Espíritu encarnado. En este caso, el Espíritu comunicante no actúa sobre la mano del médium para hacer que escriba; no la toma ni la guía. Actúa sobre el alma, con la cual se identifica. Bajo ese impulso, el alma del médium dirige la mano, y esta dirige el lápiz. Señalemos ahora algo que es importante saber: el Espíritu que se comunica no sustituye al alma del médium, visto que no podría desplazarla, sino que la domina sin que esta lo sepa, y le imprime su propia voluntad. En el tipo de Mediúmnidad que nos ocupa, el rol del alma no es enteramente pasivo, pues recibe el pensamiento del Espíritu comunicante y lo transmite. En esa situación, el médium tiene conocimiento de lo que escribe, aunque no se trate de su propio pensamiento. Es lo que se denomina médium intuitivo. En este caso –se dirá–, nada prueba que sea otro Espíritu el que escribe, en vez del alma del médium. De hecho, algunas veces es bastante difícil hacer la distinción, aunque es probable que eso no importe demasiado. Con todo, el pensamiento sugerido por el Espíritu se puede reconocer por el hecho de que nunca es preconcebido. Surge a medida que el médium escribe, y muchas veces es contrario a la idea que este tenía previamente acerca del tema. Incluso, ese pensamiento puede ser ajeno a los conocimientos y a la capacidad del médium. El rol del médium mecánico es el de una máquina. El médium intuitivo actúa como lo haría un intérprete. De hecho, para transmitir el pensamiento, el médium intuitivo necesita comprenderlo y, en cierto modo, apropiarse de él para traducirlo fielmente. Sin embargo, ese pensamiento no es suyo, sino que sólo atraviesa su cerebro. Ese es exactamente el rol del médium intuitivo.
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Entonces, se puede concluir que el Médium Parlante, obedece a su facultad con el permiso de su Alma encarnada, que recibe el deseo del espíritu manifestado a querer utilizar el oído, la palabra articulada o la mano del que está disponible para estas comunicaciones Mediúmnicas.
El Médium Natural que cae en trance y no puede reaccionar para dirigir el espíritu manifestado, es que mediante la incorporación del espíritu, este toma control de sus facultades, esto es lo que se debe evitar, pues interfiere con el libre pensar y actuar o Libre Albedrio.
Un Médium Natural, deberá ser convertido inmediatamente a Médium Facultativo.
Libro de Los Médiums, Capítulo XIV
Acerca de los médiums
• Médiums de efectos físicos. • Personas eléctricas. • Médiums sensitivos o impresionables. • Médiums auditivos. • Médiums parlantes. • Médiums videntes. • Médiums sonámbulos. • Médiums curativos. • Médiums pneumatógrafos.
#159. Toda persona que siente, con mayor o menor intensidad, la influencia de los Espíritus es médium. Esa facultad es inherente al hombre, de modo que no constituye un privilegio exclusivo, y son pocos los que no poseen algunos rudimentos de ella. Por consiguiente, se puede decir que todas las personas, poco más o menos, son médiums. Sin embargo, en la práctica, esa calificación sólo se aplica a aquellos en quienes la facultad Mediúmnica está netamente caracterizada y se pone de manifiesto mediante efectos patentes, cuya intensidad es indudable, lo que depende de una organización más o menos sensitiva. Hay que señalar, además, que esta facultad no se revela en todos de la misma manera. Por lo general, cada médium tiene una aptitud especial para tal o cual orden de fenómenos, de modo que existen tantas variedades de médiums como especies de manifestaciones. Los principales son: médiums de efectos físicos, médiums sensitivos o impresionables, médiums auditivos, médiums parlantes, médiums videntes, médiums sonámbulos, médiums curativos, médiums pneumatógrafos, médiums escribientes o psicógrafos.
1. Médiums de efectos físicos
160. Los médiums de efectos físicos son más especialmente aptos para producir fenómenos materiales, como los movimientos de cuerpos inertes, los ruidos, etc. Pueden ser divididos en médiums facultativos y médiums involuntarios. (Véase la Segunda Parte, Capítulos II y IV.)
Los médiums facultativos son los que tienen conciencia de su poder y producen fenómenos espíritas mediante un acto de su voluntad. Aunque inherente a la especie humana, conforme ya hemos dicho, esta facultad está lejos de existir en todos con la misma intensidad. No obstante, si bien son pocas las personas en las que es absolutamente nula, más raras aún son las que tienen aptitud para producir los grandes efectos, como la suspensión de cuerpos pesados en el espacio, la traslación aérea y, sobre todo, las apariciones. Los efectos más simples son la rotación de un objeto, los golpes producidos mediante el levantamiento de ese objeto, o en su propia sustancia. A pesar de que no atribuimos una gran importancia a esos fenómenos, recomendamos que no se los descuide, porque pueden dar lugar a observaciones interesantes y contribuir al convencimiento de quienes los presencien. De todos modos, conviene notar que la facultad de producir efectos materiales raramente existe en los que disponen de medios de comunicación más perfectos, como la escritura y la palabra. En general, la facultad disminuye en un sentido a medida que se desarrolla en otro.
161. Los médiums involuntarios o naturales son aquellos cuya influencia se ejerce sin que ellos lo sepan. No tienen conciencia de su poder y, a menudo, lo que sucede de anormal alrededor suyo no les parece en modo alguno extraordinario, pues forma parte de ellos mismos, como en el caso de las personas dotadas de doble vista, que ni siquiera lo sospechan. Esos sujetos son muy dignos de observación, y no debemos dejar de reunir y estudiar los hechos de esa clase que lleguen a nuestro conocimiento. Se manifiestan a cualquier edad, y muchas veces en niños pequeños. (Véase el capítulo V, “Manifestaciones físicas espontáneas”.)
Esta facultad no constituye, de por sí, el indicio de un estado patológico, ya que no es incompatible con una salud perfecta. Si aquel que la posee está enfermo, eso se debe a una causa ajena a la Mediúmnidad. Por eso los recursos terapéuticos empleados son impotentes para hacerla desaparecer. En algunos casos, puede surgir después de una cierta debilidad orgánica, pero esta nunca es su causa eficiente. No existe, por lo tanto, desde el punto de vista de la salud, ninguna razón para inquietarnos. La Mediúmnidad sólo podría causar algún problema si el sujeto que la posee abusara de ella después de haberse convertido en médium facultativo, porque en ese caso podría haber una emisión demasiado abundante de fluido vital, con el consecuente debilitamiento del organismo.
162. La razón se revela ante la imagen de las torturas morales y corporales a que la ciencia ha sometido a veces a personas débiles y delicadas, con el fin de asegurarse de que no existía engaño de parte de ellas. Esas experimentaciones, hechas con mala intención la mayoría de las veces, son siempre perjudiciales para las organizaciones sensitivas, e incluso pueden ocasionar graves desordenes en la economía orgánica. Realizar semejantes pruebas es jugar con la vida. El observador de buena fe no necesita emplear esos medios. Aquel que está familiarizado con fenómenos de esa especie sabe, además, que corresponden al orden moral más que al físico, y que sería inútil buscar su solución en nuestras ciencias exactas.
Precisamente porque esos fenómenos son de orden moral, se debe evitar con un cuidado no menos escrupuloso todo lo que pueda sobrexcitar la imaginación. Como se sabe, el miedo puede ocasionar muchos accidentes, de modo que se cometerían menos imprudencias si se conocieran todos los casos de locura y epilepsia cuyo origen se encuentra en las leyendas de lobisones y de cucos. ¿Qué sucedería, pues, si las personas fueran convencidas de que detrás de esos fenómenos está el diablo? Quienes propagan semejantes ideas no saben la responsabilidad que asumen, pues pueden matar. Ahora bien, el peligro no existe sólo para el sujeto, sino también para los que lo rodean, que pueden quedar aterrorizados al pensar que la casa donde viven se ha convertido en una guarida de demonios. Esta creencia funesta fue la que causó tantos actos de atrocidad en los tiempos de ignorancia. Con todo, si los responsables de esos actos hubiesen tenido un poco más de discernimiento, deberían haber pensado que, por más que quemaran los cuerpos supuestamente poseídos por el diablo, no podrían quemar al propio diablo. Si lo que querían era librarse de él, a él debían dar muerte. La doctrina espírita, al ilustrarnos acerca de la verdadera causa de los fenómenos mediúmnico, le dio al diablo el golpe de gracia. Así pues, lejos de estimular aquella creencia, todas las personas –y este es un deber moral y humanitario– deben combatirla, dondequiera que exista.
Lo que se debe hacer cuando una facultad de esa naturaleza se desarrolla espontáneamente en un individuo, es dejar que el fenómeno siga su curso natural: la naturaleza es más prudente que los hombres. Por otra parte, la Providencia tiene sus planes, y el más humilde de los seres puede servir de instrumento a los designios más importantes. No obstante, debemos convenir en que algunas veces ese fenómeno asume proporciones agobiantes e inoportunas para todo el mundo. Veamos el modo como hay que proceder en todos los casos. En el capítulo V, “Manifestaciones Físicas Espontáneas”, ya dimos algunos consejos al respecto, y hemos manifestado la necesidad de entrar en comunicación con el Espíritu, para saber lo que desea. El siguiente método también se basa en la observación.
Los Seres invisibles que revelan su presencia por medio de efectos sensibles son, por lo general, Espíritus de orden inferior, que pueden ser dominados mediante el ascendiente moral. Ese ascendiente es el que debemos tratar de adquirir. Para lograrlo, es necesario hacer que el sujeto pase del estado de médium natural al de médium facultativo. Se produce, entonces, un efecto análogo al que se observa en el sonambulismo. Como se sabe, el sonambulismo natural cesa generalmente cuando es sustituido por el sonambulismo magnético. No se interrumpe la facultad que permite al alma emanciparse, sino que se le da otro curso. Lo mismo sucede con la facultad Mediúmnica. Con ese fin, en vez de obstaculizar los fenómenos –lo que raramente se consigue y que no siempre está exento de peligro–, es preciso estimular al médium a que los produzca según su voluntad, imponiéndose al Espíritu.
De ese modo, el médium llega a someterlo, haciendo de ese dominador, a veces tiránico, un ser subordinado y a menudo muy dócil. Un hecho digno de nota, confirmado por la experiencia, es que en ese caso un niño tiene tanta autoridad como un adulto, y a veces más que este. Esa es otra prueba a favor de un punto fundamental de la doctrina espírita: el Espíritu sólo es niño a causa de su cuerpo, y posee un desarrollo necesariamente anterior a su encarnación actual, desarrollo que le puede dar ascendiente sobre los Espíritus que son inferiores a él. La moralización del Espíritu a través de los consejos de una tercera persona influyente y experimentada, en caso de que el médium no se encuentre en condiciones de hacerlo, constituye a menudo un recurso muy eficaz. Más adelante volveremos a tratar este asunto.
163. Por lo que parece, en esta categoría de médiums se deberían incluir las personas dotadas de cierta dosis de electricidad natural, verdaderos peces torpedo humanos, que producen mediante el simple contacto todos los efectos de la atracción y la repulsión. Sería una equivocación, sin embargo, considerarlas médiums, porque la verdadera Mediúmnidad supone la intervención directa de un Espíritu. Ahora bien, en el caso del que hablamos, experiencias concluyentes han probado que la electricidad es el único agente de esos fenómenos. Esta extraña facultad, que casi se podría considerar una enfermedad, puede en ocasiones estar relacionada con la Mediúmnidad, como se verifica en la crónica del “Espíritu golpeador de Bergzabern”, aunque a menudo es completamente independiente. Conforme hemos dicho, la única prueba de la intervención de los Espíritus es el carácter inteligente de las manifestaciones.
Toda vez que ese carácter no exista, estamos autorizados a atribuirlas a una causa puramente físicas. La cuestión es saber si las personas eléctricas poseen mayor aptitud para convertirse en médiums de efectos físicos. Creemos que sí, pero sólo la experiencia podrá demostrarlo.
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Esta facultad Mediúmnica, se presta mucho para el engaño y el fraude. Los "Charlatanes", en el Espiritismo, pueden ser fácilmente detectados. A continuación vemos la exhortación de lo que se debe hacer con los Mediums "Charlatanes" que sean cogidos con la mano en la masa.
Libro de Los Mediums, Charlatanismo y artimañas
316. En todas las situaciones, las personas a las que se engaña con mayor facilidad son aquellas que no pertenecen al oficio. Lo mismo ocurre con el espiritismo. Las que no lo conocen se dejan engañar fácilmente por las apariencias, mientras que un estudio previo y atento las inicia no sólo en las causas de los fenómenos, sino también en las condiciones normales en que suelen producirse, proveyéndoles de ese modo los medios para reconocer el fraude, en caso de que exista.
317. Los médiums embusteros son condenados, como lo merecen, en la siguiente carta que hemos publicado en la Revista Espírita del mes de agosto de 1861:
“París, 21 de julio de 1861. “Señor, “Se puede estar en desacuerdo sobre ciertos puntos, así como en perfecto acuerdo sobre otros. Acabo de leer, en la página 213 del último número de vuestra revista, algunas reflexiones acerca del fraude en materia de experiencias espiritualistas (o espíritas), a las cuales tengo la satisfacción de adherir con todas mis fuerzas. Allí, las disidencias a propósito de teorías y doctrinas desaparecen como por encanto.
“Tal vez no soy tan severo como vos lo sois en relación con los médiums que, en una forma digna y decente, aceptan un pago como indemnización por el tiempo que consagran a las experiencias, a menudo prolongadas y cansadoras. Pero sí lo soy, tanto como vos –y nadie lo sería más– en lo atinente a los que, en un caso semejante, cuando se les presenta la ocasión, suplen con trampas y fraude la ausencia o la insuficiencia de los resultados prometidos y esperados. (Véase el § 311.)
“Mezclar lo falso con lo verdadero, cuando se trata de fenómenos obtenidos mediante la intervención de los Espíritus, es simplemente una infamia, y el médium que considere que puede hacerlo sin escrúpulo tiene anulado el sentido moral. Conforme lo habéis observado con exactitud, eso significa lanzar el descrédito sobre la cuestión en el espíritu de los indecisos, a partir del momento en que el fraude se descubre. Agregaré que eso significa comprometer del modo más deplorable a los hombres honrados, que prestan a los médiums el apoyo desinteresado de sus conocimientos y sus luces, y que se constituyen en garantes de la buena fe de esos médiums, a quienes en cierta forma patrocinan. También significa cometer para con ellos una verdadera traición. “El médium que sea sorprendido en maniobras fraudulentas; que sea descubierto, para valerme de una expresión un tanto trivial, con las manos en la masa, merecería ser proscripto por todos los espiritualistas o espíritas del mundo, para quienes constituye un riguroso deber desenmascararlos o reprobarlos. “Si considerase conveniente, señor, insertar estas breves líneas en vuestra revista, quedan a vuestra entera disposición. “Recibid, etc. – Mathieu”
318. No todos los fenómenos espíritas son igualmente fáciles de imitar. No cabe duda de que hay algunos que desafían la habilidad de los prestidigitadores. Tales son, evidentemente, el movimiento de objetos sin contacto, la suspensión de cuerpos pesados en el espacio, los golpes en diferentes lugares, las apariciones, etc., que requieren el empleo de trucos y cómplices. Por eso decimos que en esos casos es necesario observar atentamente las circunstancias y, sobre todo, tener en cuenta el carácter y la posición de las personas, el objetivo y el interés que pudieran tener en engañar. Ese es el mejor de los controles, pues hay circunstancias que disipan cualquier motivo de sospecha. Consideramos, pues, en principio, que se debe desconfiar de cualquiera que convierta a esos fenómenos en un espectáculo, o en un objeto de curiosidad y entretenimiento, y que pretenda producirlos a voluntad y en una fecha determinada, conforme ya lo explicamos. Nunca estará de más repetir que las inteligencias ocultas que se manifiestan tienen su susceptibilidad e insisten en demostrarnos que gozan también de libre albedrío, de modo que no se someten a nuestros caprichos. (Véase el § 38.)
Basta con que señalemos algunos subterfugios que se emplean, o que es posible emplear en ciertos casos, a fin de prevenir contra el fraude a los observadores de buena fe. En cuanto a las personas que se obstinan en juzgar sin antes haber profundizado en el asunto, sería tiempo perdido que tratáramos de modificar su opinión.
Los mediums "Charlatanes" descubiertos, merecería ser proscripto por todos los espiritistas o espíritas del mundo, para quienes constituye un riguroso deber desenmascararlos o reprobarlos.