Es erróneo pensar
que el Espiritismo estaba incompleto cuando se terminaron de
publicar los 5 Libros
Codificados por Allan Kardec.
Resultado de una
mala interpretación del contenido de los Libros
Codificados, hemos sufrido los Espiritistas,
con la falsa creencia que el Espiritismo no
estaba completo y que Allan Kardec y
los Espíritus que por iniciativa revelaron la tercera
Revelación espiritual, contenida en los Libros
Codificados, y que se había entendido que habían indicado que el Espiritismo no
estaba completo.
"Los Espíritus sólo enseñan aquello que es necesario para guiar al hombre en el camino de la verdad, pero se abstienen de revelarle lo que el hombre puede descubrir por sí mismo, pues le dejan la incumbencia de discutir, examinar y someter todo al tamiz de la razón, dando lugar incluso, muchas veces, a que adquiera experiencia por su propia iniciativa. Los Espíritus proporcionan el principio, los elementos, y al hombre le corresponde aprovecharlos y ponerlos en acción." (Génesis item #50).
Esto es en esencia la "Elaboración del hombre, en los conceptos del Espiritismo"
Las Federaciones Espiritistas, nunca consideraron que los Libros Codificados contenían la inspiración divina, que es una “Verdad Eterna”, o sea una Verdad Espiritual Única y Absoluta, y se dejaron convencer con las “Opiniones Personales” de los espiritualistas y médiums Católicos, que durante 135 años, luego que la viuda de Allan Kardec, Amalie Gabriel de Kardec, viuda de Allan Kardec que desencarnó en el año de 1883.
Esto es en esencia la "Elaboración del hombre, en los conceptos del Espiritismo"
Las Federaciones Espiritistas, nunca consideraron que los Libros Codificados contenían la inspiración divina, que es una “Verdad Eterna”, o sea una Verdad Espiritual Única y Absoluta, y se dejaron convencer con las “Opiniones Personales” de los espiritualistas y médiums Católicos, que durante 135 años, luego que la viuda de Allan Kardec, Amalie Gabriel de Kardec, viuda de Allan Kardec que desencarnó en el año de 1883.
Muy pocos
continuaron con el legado de Allan Kardec, y
poco a poco fueron introduciendo cambios que tergiversaron el verdadero mensaje
espiritual de Dios para la humanidad.
Comenzaron a leer
por parte algunas aseveraciones y expresiones de Allan Kardec y
lo sacaron fuera de contexto.
Sin embargo, la elaboración esta
muy bien explicada en el ítem #14 del Capítulo I, del Libro
de Génesis Espiritual, (Carácteres
de la Revelación Espírita). Debemos interpretar bien la introducción del Libro de Génesis y parte del Capitulo I, para entender lo que significa la "Elaboración" del contenido de la Revelación Espirita. Que lee de la siguiente manera, y copiado
textualmente:
La Génesis - Introducción
La Génesis - Introducción
INTRODUCCIÓN A LA PRIMERA
EDICIÓN, PUBLICADA
EN
ENERO DE 1868.
Esta nueva obra
constituye un paso adelante en el terreno de las consecuencias y las
aplicaciones del espiritismo. Conforme lo indica su título, tiene como objetivo
el estudio de tres puntos hasta ahora diversamente interpretados y comentados:
la génesis, los milagros y las predicciones, en sus relaciones con las nuevas
leyes que se deducen de la observación de los fenómenos espíritas.
Dos elementos, o si
se quiere, dos fuerzas rigen el universo: el elemento espiritual y el elemento
material. De la acción simultánea de esos dos principios resultan fenómenos
especiales, que se tornan naturalmente inexplicables si se prescinde de uno de
ellos, del mismo modo que la formación del agua sería inexplicable si no se
tomara en cuenta uno de sus elementos constituyentes: el oxígeno o el
hidrógeno.
Al demostrar la
existencia del mundo espiritual y sus relaciones con el mundo material, el
espiritismo proporciona la explicación de una inmensidad de fenómenos que no se
han comprendido, y que por eso mismo han sido considerados inadmisibles por
parte de cierta clase de pensadores. Esos hechos abundan en las Escrituras,
pero sus comentadores no han conseguido llegar a una solución racional, pues
ignoraban la ley que los rige. Ubicados en dos campos opuestos, han girado
siempre dentro del mismo círculo de ideas: los unos menospreciando los datos
positivos de la ciencia, los otros sin considerar el principio espiritual.
Esa solución se
encuentra en la acción recíproca del espíritu y la materia. Es verdad que ella
quita a la mayoría de esos hechos su carácter sobrenatural. Pero ¿qué vale más:
admitirlos como resultado de las leyes de la naturaleza, o rechazarlos por
completo? Su rechazo absoluto acarrea la negación de la base misma del
edificio, mientras que, admitidos de ese modo, apenas suprimiendo lo accesorio,
la base queda intacta. Por eso el espiritismo conduce a tantas personas a la
creencia en verdades que no hace mucho consideraban meras utopías.
Esta obra es, pues,
como ya lo hemos dicho, un complemento de las aplicaciones del espiritismo,
desde un punto de vista especial. Los materiales estaban listos, o al menos
elaborados desde hace mucho tiempo, pero aún no había llegado el momento de que
fueran publicados. Era preciso, en primer lugar, que las ideas que debían
servirles de base llegaran a la madurez y, además, que se tomara en cuenta la
oportunidad de las circunstancias. El espiritismo no tiene misterios ni teorías
secretas; todo en él debe ser dicho con claridad, a fin de que todos puedan
juzgarlo con conocimiento de causa. No obstante, cada cosa debe llegar a su
tiempo, para que llegue con seguridad. Una solución dada a la ligera, antes de
que la cuestión se elucide por completo, sería más una causa de retroceso que
de avance. En la que aquí tratamos, la importancia del asunto nos imponía el
deber de evitar toda precipitación.
Antes de que
entremos en materia, nos ha parecido necesario definir claramente los roles
respectivos de los Espíritus y de los hombres en la elaboración de la nueva
doctrina. Esas consideraciones preliminares, que apartan de ella toda idea de
misticismo, constituyen el objeto del primer capítulo, titulado: Caracteres de la revelación espírita. Solicitamos que se atienda con seriedad ese punto, porque
en cierto modo allí está el nudo de la cuestión.
Sin perjuicio de la
parte que toca a la actividad humana en la elaboración de esta doctrina, la
iniciativa pertenece a los Espíritus, pero no constituye la opinión personal de
ninguno de ellos. La doctrina no es, ni puede dejar de ser, más que el
resultado de la enseñanza colectiva y concordante de los Espíritus. Sólo bajo
esta condición podemos denominarla doctrina de los Espíritus. De lo contrario,
sería apenas la doctrina de un Espíritu, y sólo tendría el valor de una opinión
personal.
Generalidad y
concordancia en la enseñanza, tal es el carácter esencial de la doctrina
espírita, la condición misma de su existencia, de donde resulta que todo
principio que no haya recibido la consagración del control de la generalidad no
puede ser considerado parte integrante de esa misma doctrina, sino una simple
opinión aislada cuya responsabilidad el espiritismo no puede asumir.
Esa concordancia
colectiva de la opinión de los Espíritus, sometida además al criterio de la
lógica, constituye la fuerza de la doctrina espírita y asegura su perpetuidad.
Para que ella cambiara, sería necesario que la universalidad de los Espíritus
cambiara de opinión, y que ellos acudieran un día para decir lo contrario de lo
que dijeron anteriormente. Dado que la doctrina tiene su fuente de origen en la
enseñanza de los Espíritus, para que desapareciera sería necesario que los
Espíritus dejaran de existir. Eso es también lo que hará que el espiritismo
prevalezca sobre los sistemas personales, pues estos no poseen raíces en todas
partes.
El Libro de los Espíritus ha visto consolidado su prestigio porque es la expresión de un
pensamiento colectivo general. En abril de 1867 cumplió su primer decenio. En
ese lapso, los principios fundamentales, cuyas bases había asentado, fueron
sucesivamente completados y desarrollados en virtud de la enseñanza progresiva de
los Espíritus. Ninguno ha sido desmentido por la experiencia. Todos, sin excepción,
han permanecido en pie, más vivos que nunca, mientras que de las ideas
contradictorias que algunos han intentado oponerle, ninguna prevaleció,
precisamente porque en todas partes se enseñaba lo contrario. Ese es un
resultado característico que podemos proclamar sin vanidad, pues jamás nos
hemos atribuido el mérito de ello.
Los mismos
escrúpulos han regido la redacción de nuestras demás obras, de modo que con
absoluta verdad pudimos incluir en sus títulos la expresión según el
espiritismo, porque estábamos seguros de su conformidad con la enseñanza
general de los Espíritus. Lo mismo ocurre con esta, que por motivos semejantes
podemos presentar como complemento de las precedentes, con excepción, sin
embargo, de algunas teorías aún hipotéticas, que hemos tenido cuidado de
indicar como tales, y que deben ser consideradas simples opiniones personales,
hasta tanto sean confirmadas o rechazadas, a fin de que no pese sobre la
doctrina espírita la responsabilidad de ninguna de ellas.
Asimismo, los
lectores asiduos de la Revista Espírita ya deben de haber notado, bajo la forma
de esbozos, la mayoría de las ideas desarrolladas en esta obra, conforme lo
hemos hecho con las anteriores. A menudo la Revista representa para nosotros un
terreno de ensayo, destinado a sondear la opinión de los hombres y de los Espíritus
sobre algunos principios, antes de admitirlos como partes constitutivas de la
doctrina.
Allan Kardec
La Génesis - Parte del contenido del Capítulo I
10. Sólo los Espíritus puros reciben la palabra de Dios con la misión de transmitirla. No obstante, hoy se sabe que no todos los Espíritus son perfectos, y que existen algunos que se presentan bajo falsas apariencias, lo que llevó a san Juan a decir: “No creáis en cualquier Espíritu; ved antes si los Espíritus son de Dios”. (Primera Epístola, 4:1.)
Puede haber, pues, revelaciones serias y verdaderas, como hay revelaciones apócrifas y mentirosas. El carácter esencial de la revelación divina es el de la "eterna verdad". Toda revelación contaminada de errores o sujeta a modificaciones no puede emanar de Dios. Es por eso que la ley del Decálogo tiene todos los caracteres de su origen, mientras que las otras leyes mosaicas, esencialmente transitorias, muchas veces en contradicción con la ley del Sinaí, son obra personal y política del legislador hebreo. Con el ablandamiento de las costumbres del pueblo, esas leyes cayeron en desuso por sí mismas, mientras que el Decálogo permaneció siempre en pie como faro de la humanidad. Cristo hizo de él la base de su edificio, y abolió las otras leyes. Si estas fuesen obra de Dios, las habría conservado intactas. Cristo y Moisés son los dos Caracteres de la revelación espírita grandes reveladores que cambiaron la faz del mundo, y en eso está la prueba de su misión divina. Una obra puramente humana no habría tenido ese poder.
11. Una importante revelación se produce en la época actual: la que nos muestra la posibilidad de que nos comuniquemos con los seres del mundo espiritual. No cabe duda de que ese conocimiento no es nuevo; pero hasta ahora, en cierto modo, había permanecido como letra muerta, es decir, sin provecho para la humanidad. La ignorancia de las leyes que rigen esas relaciones lo había ahogado bajo la superstición; el hombre era incapaz de extraer de allí alguna deducción saludable. Estaba reservado a nuestra poca desembarazarlo de los accesorios ridículos, comprender su alcance y hacer surgir la luz destinada a iluminar el camino del porvenir.
12. El espiritismo, al darnos a conocer el mundo invisible que nos rodea y en medio del cual vivimos sin que lo sospecháramos, así como las leyes que lo rigen, sus relaciones con el mundo visible, la naturaleza y el estado de los seres que habitan en él y, por consiguiente, el destino del hombre después de la muerte, constituye una verdadera revelación en el sentido científico de la palabra.
13. Por su naturaleza, la revelación espírita tiene un doble carácter: participa al mismo tiempo de la revelación divina y de la revelación científica. Participa de la primera, porque su aparición es providencial, y no el resultado de la iniciativa o de un deseo premeditado del hombre; y porque los puntos fundamentales de la doctrina provienen de la enseñanza que han impartido los Espíritus encargados por Dios de ilustrar a los hombres sobre cosas que ellos ignoraban, que no podían aprender por sí mismos, y que les importa conocer, ya que hoy son aptos para comprenderlas. Participa de la segunda, porque esa enseñanza no es privilegio de ningún individuo, sino que es impartida a todos del mismo modo; porque los que la transmiten y los que la reciben no son seres pasivos, dispensados del trabajo de la observación y la investigación; porque no han renunciado al razonamiento y al libre albedrío; porque no se les ha prohibido el examen, sino que, por el contrario, se les ha recomendado; en fin, porque la doctrina no fue dictada completa, ni impuesta a una creencia ciega; porque es deducida, mediante el trabajo del hombre, de la observación de los hechos que los Espíritus colocan delante de sus ojos, así como de las instrucciones que le dan, instrucciones que él estudia, comenta, compara, a fin de que él mismo extraiga las consecuencias y aplicaciones. En suma: lo que caracteriza a la revelación espírita es el hecho de que su origen es divino, la iniciativa es de los Espíritus, y su elaboración es fruto del trabajo del hombre.
14. Como medio de elaboración, el espiritismo procede exactamente de la misma manera que las ciencias positivas, es decir, aplica el método experimental. Cuando se presentan hechos nuevos que no se pueden explicar a través de las leyes conocidas, él los observa, los compara y analiza, y remontándose de los efectos a las causas, llega a la ley que los rige; después deduce sus consecuencias y busca las aplicaciones útiles. No establece ninguna teoría preconcebida; por eso no presentó como hipótesis la existencia y la intervención de los Espíritus, como tampoco del periespíritu, la reencarnación ni ningún otro principio de la doctrina. Concluyó por la existencia de los Espíritus cuando esa existencia resultó evidente a partir de la observación de los hechos, y ha procedido de igual manera en cuanto a los otros principios. No han sido los hechos los que vinieron con posterioridad a confirmar a la teoría, sino que la teoría vino a continuación para explicar y resumir los hechos. Es, pues, rigurosamente exacto que se diga que el espiritismo es una ciencia de observación y no un producto de la imaginación. Las ciencias sólo hicieron progresos importantes después de que sus estudios se basaron en el método experimental; hasta entonces se creía que ese método sólo era aplicable a la materia, mientras que también se aplica a las cosas metafísicas.La Génesis - Capítulo I
45. La primera revelación estuvo personificada por Moisés, la segunda por Cristo, pero la tercera no está personificada por ningún individuo. Las dos primeras son individuales, la tercera es colectiva; ese es un carácter esencial de suma importancia. Es colectiva en el sentido de que no fue hecha como privilegio para nadie en particular; nadie, por consiguiente, puede atribuirse la condición de ser su profeta en exclusividad. Ha sido esparcida simultáneamente por sobre toda la Tierra, a millones de personas de todas las edades y condiciones, desde la más baja hasta la más alta de la escala, según esta predicción registrada por el autor de los Hechos de los Apóstoles: “En los últimos tiempos, dijo el Señor, derramaré de mi espíritu sobre toda carne; vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán; vuestros jóvenes tendrán visiones, y vuestros ancianos soñarán” (Hechos, 2:17 y 18). No provino de ningún culto en especial, a fin de que un día sirva a todos de punto de unión 3.
3 Nuestro rol personal, en el gran movimiento de ideas que se prepara mediante el espiritismo y que comienza a producirse, es el de un observador atento, que estudia los hechos para descubrir su causa y extraer de ellos las consecuencias. Hemos confrontado todos los hechos que nos ha sido posible reunir; comparamos y comentamos las instrucciones dadas por los Espíritus en todos los puntos del globo, y después coordinamos metódicamente el conjunto; en suma, hemos estudiado y dimos al público el fruto de nuestras investigaciones, sin que atribuyéramos a nuestra tarea mayor valor que el de una obra son la fuente de donde proviene. Ahora bien, como los Espíritus están en todas partes y existirán siempre, si por una eventualidad consiguiesen reprimirlo en todo el globo, reaparecería poco tiempo después, porque se basa en un hecho que está en la naturaleza, y las leyes de la naturaleza no se pueden reprimir. De esto deben convencerse aquellos que sueñan con el aniquilamiento de la doctrina espírita. (Véase la Revista Espírita, febrero de 1865: “Perpetuidad del espiritismo”.)
46. Las dos primeras revelaciones, por ser fruto de una enseñanza personal, quedaron forzosamente localizadas, es decir, aparecieron en un solo punto, en torno al cual la idea se propagó poco a poco; pero fueron necesarios muchos siglos para que alcanzasen los extremos del mundo, y aun así no lo invadieron por completo. La tercera revelación tiene una particularidad: no está personificada en un solo individuo, sino que surgió simultáneamente en millares de puntos diferentes, que se convirtieron en centros o focos de irradiación. Al multiplicarse esos centros, sus rayos se reúnen poco a poco, como los círculos formados por una enorme cantidad de piedras lanzadas al agua; de tal manera que, en un plazo determinado, acabarán por cubrir toda la superficie del globo. Esa es una de las causas de la rápida propagación de la doctrina. Si esta hubiese surgido en un solo punto, si fuese obra exclusiva de un hombre, se habrían formado sectas alrededor suyo, y tal vez habría trascurrido medio siglo sin que se hubieran alcanzado los límites del país donde hubiera comenzado, en tanto que después de diez años ya ha plantado jalones de un polo al otro.
47. Esa circunstancia, nunca vista en la historia de las doctrinas, otorga al espiritismo una fuerza excepcional y un poder de acción irresistible. De hecho, aunque lo persigan en un punto, en un determinado país, será materialmente imposible que lo hagan en todas partes y en todos los países. Por cada lugar donde obstaculicen su marcha, habrá otros mil donde florecerá. Más aún, si lo atacan en un individuo, no podrán hacerlo en los Espíritus, que filosófica deducida de la observación y la experiencia, sin que nunca nos hayamos considerado el jefe de la doctrina, ni procuráramos imponer nuestras ideas a nadie. Al publicarlas, hemos hecho uso de un derecho común, y aquellos que las aceptaron lo han hecho libremente. Si esas ideas encontraron numerosas simpatías, se debe a que tuvieron la ventaja de corresponder a las aspiraciones de un importante número de personas, y de eso no nos envanecemos de ningún modo, ya que su origen no nos pertenece. Nuestro mayor mérito es el de la perseverancia y la dedicación a la causa que hemos abrazado. En todo eso, hemos hecho lo que cualquier otro podría haber hecho en nuestro lugar, razón por la cual nunca hemos tenido la pretensión de considerarnos profeta o mesías ni, menos aún, de presentarnos como tal. (N. de Allan Kardec.)
48. Sin embargo, a pesar de la diseminación de esos centros de irradiación, estos podrían aún permanecer aislados por mucho tiempo unos de otros, o confinados en países lejanos, como sucede con algunos de ellos. Faltaba entre esos centros una conexión que los pusiera en comunión de pensamientos con sus hermanos de creencia, para mantenerlos informados de lo que ocurría en otros lugares. Ese lazo de unión, que en la antigüedad podría haber faltado al espiritismo, hoy existe entre las publicaciones que van a todas partes, y que condensan en una forma única, concisa y metódica, la enseñanza que se brinda en todas partes de múltiples maneras,y en diversas lenguas.
49. Las dos primeras revelaciones sólo podían ser el resultado de una enseñanza directa. Como los hombres no estaban todavía suficientemente adelantados a fin de que cooperaran para su elaboración, debían ser impuestas por la fe mediante la autoridad de la palabra de un maestro. No obstante, se percibe entre las dos una muy sensible diferencia, debida al progreso de las costumbres y las ideas, aunque fueran hechas al mismo pueblo y en el mismo medio, pero con dieciocho siglos de intervalo. La doctrina de Moisés es absoluta, despótica; no admite discusión y se impone al pueblo por la fuerza. La de Jesús es esencialmente consejera; se acepta libremente y sólo se impone por la persuasión; dio motivo a controversias aún en vida de su fundador, que no despreció la discusión con sus adversarios.
50. La tercera revelación llega en una época de emancipación y madurez intelectual, cuando la inteligencia, ya desarrollada, no se conforma con representar un rol meramente pasivo, y cuando el hombre ya no acepta nada a ciegas, sino que quiere ver a dónde lo conducen, quiere saber el porqué y el cómo de cada cosa. Por eso, esta revelación tenía que ser al mismo tiempo el producto de una enseñanza y el fruto del trabajo, de la investigación y el libre examen. Los Espíritus sólo enseñan aquello que es necesario para guiar al hombre en el camino de la verdad, pero se abstienen de revelarle lo que el hombre puede descubrir por sí mismo, pues le dejan la incumbencia de discutir, examinar y someter todo al tamiz de la razón, dando lugar incluso, muchas veces, a que adquiera experiencia por su propia iniciativa. Los Espíritus proporcionan el principio, los elementos, y al hombre le corresponde aprovecharlos y ponerlos en acción. (Véase el § 15.).
15. Citemos un ejemplo. En el mundo de los Espíritus ocurre un hecho muy singular, que seguramente nadie había sospechado: el que haya Espíritus que no se consideran muertos. ¡Pues bien! Los Espíritus superiores, que conocen perfectamente ese hecho, no vinieron a decirnos previamente: “Hay Espíritus que suponen que viven todavía la vida terrenal, que han conservado sus gustos, sus costumbres y sus instintos”. En lugar de eso, han provocado la manifestación de Espíritus de esa categoría para que los observáramos. Así pues, luego de haber visto Espíritus inseguros en cuanto a su estado, o que afirman que todavía pertenecen a este mundo, o que se consideran dedicados a sus ocupaciones habituales, del ejemplo se dedujo la regla.
La multiplicidad de sucesos análogos ha probado que el hecho no era excepcional, sino una de las fases de la vida espírita. Entonces ha sido posible estudiar todas las variedades y las causas de tan singular ilusión, y reconocer que esa situación es sobre todo inherente a Espíritus poco adelantados moralmente, y característica de determinados tipos de muerte; que sólo es transitoria, pero puede durar días, meses y años. Así, la teoría nació de la observación. Ocurrió lo mismo en relación con los demás principios de la doctrina espírita.
51. Dado que los elementos de la revelación espírita fueron suministrados simultáneamente y en muchos puntos, a hombres de todas las condiciones sociales y de diversos grados de instrucción, es evidente que las observaciones no podían ser hechas en todas partes con el mismo resultado; que las consecuencias a extraer, la deducción de las leyes que rigen ese orden de fenómenos, en suma, la conclusión sobre la que debían asentarse las ideas, no podían surgir sino del conjunto y de la correlación de los hechos. Ahora bien, cada centro aislado, circunscrito a un círculo restringido, al no ver con frecuencia más que un orden particular de hechos, algunas veces contradictorios en apariencia, tratando generalmente con la misma categoría de Espíritus y, además de eso, limitado por influencias locales y partidarias, se encontraba en la imposibilidad material de abarcar el conjunto y, por eso mismo, de unificar las observaciones aisladas en un principio común. Como cada uno apreciaba los hechos según el punto de vista de sus conocimientos y creencias previos, o según la opinión particular de los Espíritus que se manifestaban, pronto habrían aparecido tantas teorías y sistemas como cantidad de centros, todos incompletos por falta de elementos de comparación y examen. En una palabra, cada uno se habría quedado con su revelación parcial, convencido de poseer toda la verdad e ignorando que en otros cien lugares se conseguía más y mejor.
52. Por otra parte, es conveniente señalar que en ningún lugar la enseñanza espírita ha sido dada de manera completa. Abarca una cantidad tan grande de observaciones, de asuntos tan diferentes –que requieren conocimientos y aptitudes Mediúmnicas especiales–, que sería imposible que estuvieran reunidas en el mismo punto todas las condiciones necesarias. La enseñanza debía ser colectiva, no individual, de modo que los Espíritus dividieron el trabajo y distribuyeron los temas de estudio y observación, del mismo modo que en algunas fábricas la realización de cada parte de un mismo objeto es repartida entre diferentes obreros. De ese modo, la revelación se hizo de manera parcial, en diferentes lugares y mediante una multitud de intermediarios, y de esa manera prosigue todavía, pues no todo ha sido revelado. Cada centro encuentra, en los otros centros, el complemento de lo que obtiene, y ha sido el conjunto, la coordinación de todas las enseñanzas parciales, lo que constituyó la doctrina espírita. Era preciso, pues, agrupar los hechos dispersos, para verificar su correlación, así como reunir los diversos documentos, las instrucciones suministradas por los Espíritus acerca de todos los asuntos, a fin de compararlas, analizarlas, estudiar sus analogías y diferencias. Como las comunicaciones provienen de Espíritus que pertenecen a todas las categorías y son portadores de mayor o menor ilustración, era necesario apreciar el grado de confianza que la razón podía concederles, distinguir las ideas sistemáticas individuales o aisladas de aquellas que tenían la sanción de la enseñanza Carácteres de la revelación espírita general de los Espíritus, distinguir las utopías de las ideas prácticas, apartar las que eran evidentemente desmentidas por los datos de la ciencia positiva y de la lógica, y utilizar también los errores, las informaciones suministradas incluso por los Espíritus de la más baja categoría, para tomar conocimiento del estado del mundo invisible y crear con ello un todo homogéneo. Era necesario, en síntesis, un centro de elaboración independiente de las ideas preconcebidas, de los prejuicios de secta, dispuesto a aceptar la verdad convertida en evidencia, aunque fuera contraria a las opiniones personales. Ese centro se formó por sí mismo, por la fuerza de las circunstancias y sin un designio premeditado. 4
4 El Libro de los Espíritus, la primera obra que condujo al espiritismo hacia el camino de la filosofía, mediante la deducción de las consecuencias morales a partir de los hechos, y que abordó todas las partes de la doctrina, pues trató las cuestiones más importantes que ella suscita, fue desde su aparición el punto hacia el cual convergieron espontáneamente los trabajos individuales. Es notorio que de la publicación de ese libro data la era del espiritismo filosófico, pues hasta entonces el espiritismo se conservaba en el dominio de las experiencias curiosas. Si ese libro conquistó las simpatías de la mayoría, se debió a que expresaba los sentimientos de dicha mayoría y correspondía a sus aspiraciones, y a que representaba también la confirmación y la explicación racional de lo que cada uno obtenía de modo particular. Si hubiera estado en desacuerdo con la enseñanza general de los Espíritus, de inmediato habría caído en el descrédito y en el olvido. Ahora bien, ¿cuál ha sido ese punto de convergencia? Por cierto, no fue el hombre, que no vale nada por sí mismo, que muere y desaparece, sino la idea, que no perece cuando emana de una fuente superior al hombre. Esa espontánea concentración de fuerzas dispersas suscitó una amplísima correspondencia, monumento único en el mundo, panorama vivo de la verdadera historia del espiritismo moderno, donde se reflejan al mismo tiempo los trabajos parciales, los sentimientos múltiples que la doctrina ha dado a luz, las consecuencias morales, la dedicación y las deserciones; archivos valiosos para la posteridad, que podrá juzgar a los hombres y las cosas a través de documentos auténticos. Ante esos testimonios irrecusables, ¿a qué se reducirán con el tiempo los falsos alegatos, las difamaciones de la envidia y de los celos?(N. de Allan Kardec.)
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