LIBRO DE LOS ESPÍRITUS - CAPÍTULO VI
LEY DE DESTRUCCIÓN
VI. LEY DE DESTRUCCIÓN 279
Destrucción necesaria y destrucción abusiva 279
Calamidades destructoras 281
Guerras 283
Asesinato 284
Crueldad 285
Duelo 286
Pena de muerte 287
- Guerras. - Asesinato. - Crueldad. - Duelo - Pena de muerte.
DESTRUCCIÓN NECESARIA Y DESTRUCCIÓN ABUSIVA
728. ¿La destrucción es una ley natural?
«Es preciso que todo sea destruido para que renazca y sea regenerado, porque lo que vosotros llamáis destrucción no es más que una transformación, cuyo objeto es la renovación y mejoramiento de los seres vivientes».Nota de Frank Montañez : " Lo que vosotros llamáis destrucción no es más que una transformación Moral. Se destruye lo viejo y lo sustituye el comportamiento MORAL. La ley de Destrucción, no significa literalmente, catástrofes, ni incluyo calamidades.
-¿El instinto de destrucción ha sido, pues, dado a los seres vivientes con miras providenciales?
«Las criaturas de Dios son instrumentos de que se sirve para llegar a sus fines. Para alimentarse, los seres vivientes se destruyen entre sí, con el doble objeto de mantener el equilibrio en la reproducción, que pudiera llegar a ser excesiva, y de utilizar los restos de la envoltura exterior. Pero siempre es destruida únicamente la envoltura, envoltura que sólo es lo accesorio y no la parte esencial del ser pensante, pues este es el principio inteligente indestructible, y que se elabora en las diferentes metamorfosis que experimenta».
729. Si la destrucción es necesaria para la regeneración de los seres, ¿por qué la naturaleza los rodea de medios de preservación y de conservación?
«Para que la destrucción no tenga lugar antes del tiempo necesario. Toda destrucción anticipada estorba el desarrollo del principio inteligente, y por esto Dios ha dado a cada ser la necesidad de vivir y reproducirse».
730. Puesto que la muerte ha de conducirnos a mejor vida, nos libra de los males de ésta, y puesto que en consecuencia es más de desear que de temer, ¿por qué el hombre le tiene un horror instintivo que se la hace temer?
«Ya lo hemos dicho, el hombre debe tratar de prolongar su vida para cumplir su tarea, y por esto le ha dado Dios el instinto de conservación, instinto que le sostiene en las pruebas, y sin el cual se abandonaría a menudo al decaimiento. La voz secreta que le hace rechazar la muerte le dice, que algo puede hacer aún por su adelantamiento. Cuando le amenaza algún peligro, se le advierte con él que aproveche el tiempo que Dios le concede; pero el ingrato lo agradece con frecuencia más a su estrella que a su Creador».
731. ¿Por qué junto a los medios de conservación, la naturaleza ha colocado al mismo tiempo los agentes destructores?
«Junto al mal, el remedio. Ya lo hemos dicho, para mantener el equilibrio y para que sirva de contrapeso».
732. ¿La necesidad de destrucción es la misma en todos los mundos?
«Es proporcional al estado más o menos material de los mundos, y cesa en un estado físico y moral más depurado. En los mundos más adelantados que el vuestro, son totalmente ediferentes las condiciones de existencia».
733. ¿La necesidad de destrucción existirá siempre entre los hombres de la tierra?
«La necesidad de destrucción se debilita en el hombre a medida que el espíritu se sobrepone a la materia, y por esto veis que el horror a la destrucción sigue el desarrollo intelectual y moral».
734. En su actual estado, ¿tiene el hombre derecho ilimitado de destrucción sobre los
animales?
«Este derecho está reglamentado por la necesidad de atender a su alimentación y seguridad. El abuso nunca ha sido un derecho».
735. ¿Qué ha de pensarse de la destrucción que traspasa los límites de las necesidades y
de la seguridad, de la caza, por ejemplo, cuando no tiene otro objeto que el placer de destruir
sin utilidad?
«Predominio de la bestialidad sobre la naturaleza espiritual. Toda destrucción que traspasa los límites de la necesidad es una violación de la ley de Dios. Los animales no destruyen más que para satisfacer sus necesidades; pero el hombre, que tiene libre albedrío,destruye sin necesidad y dará cuenta del abuso de la libertad que se le ha dado, porque cede entonces a los malos instintos».
736. Los pueblos que llevan al extremo el escrúpulo relativo a la destrucción de los
animales, ¿tienen un mérito particular?
«Es un exceso de un sentimiento laudable en sí mismo, pero que llega a ser abusivo, y cuyo mérito queda neutralizado por abusos de otras muchas clases. Mas es en ellos el miedo supersticioso que la verdadera bondad».
CALAMIDADES DESTRUCTORAS
737. ¿Con qué objeto castiga Dios a la humanidad con calamidades destructoras?
«Para hacerla adelantar con más rapidez. ¿No hemos dicho que la destrucción es necesaria para la regeneración moral de los espíritus, que adquieren en cada nueva existencia un nuevo grado de perfección? Es preciso ver el fin para apreciar los resultados. Vosotros no los juzgáismás que desde vuestro punto de vista personal, y los llamáis calamidades a consecuencia del perjuicio que os ocasionan; pero estos trastornos son necesarios a veces para hacer que se establezca más prontamente un orden de cosas mejor, y en algunos años lo que hubiese exigido muchos siglos». (744)
738. ¿No podría emplear Dios otros medios que las calamidades destructoras para el
mejoramiento de la humanidad?
«Sí, y los emplea cada día, puesto que ha dado a cada uno los medios de progresar con el conocimiento del bien y del mal. El hombre es quien no los aprovecha, y es preciso castigarle en su orgullo y hacerle comprender su debilidad».
-Pero en esas calamidades sucumbe lo mismo el hombre de bien que el perverso, ¿es esto
justo?
«Durante la vida, el hombre lo refiere todo al cuerpo; pero después de la muerte, piensa de distinto modo, y según hemos dicho, la vida del cuerpo es poca cosa. Un siglo de vuestro mundo es un relámpago en la eternidad, y los sufrimientos que llamáis de algunos meses o de algunos días no son nada, son para vosotros una enseñanza que os aprovecha en el porvenir. Los espíritus, he aquí el mundo real, preexistente y sobreviviente a todo. (85) Ellos son los hijos de Dios y objeto de toda su predilección; los cuerpos no son más que los disfraces con que aquéllos aparecen en el mundo. En las grandes calamidades que diezman a los hombres, resulta lo que un ejército que, durante la guerra, ve sus vestidos gastados, rotos o perdidos. El general cuida más de sus soldados que de sus vestidos».
-Pero las víctimas de esas calamidades, ¿no dejan de ser víctimas?
«Si se considera la vida tal como es, y cuán poca cosa es con relación al infinito, se le daría menos importancia. Esas víctimas hallarán en otras existencias la completa compensación de sus sufrimientos, si saben soportarlos sin murmurar».
Que muramos a consecuencia de una calamidad, o de una causa ordinaria, no deja de sernos indispensable morir, cuando nos toca la hora de marchar; sólo hay la diferencia de que marcha a la vez mayor número. Si pudiéramos elevarnos con el pensamiento, de modo que dominásemos la humanidad y la abrazásemos en su conjunto, esas terribles calamidades no nos parecerían más que huracanes pasajeros en el destino del mundo.
739. ¿Las calamidades destructoras tienen una utilidad físicamente consideradas a pesar
de los males que ocasionan?
«Si; pues a veces cambian el estado de una comarca; pero el bien que de ellas resulta no es apreciado con frecuencia más que por las generaciones futuras».
740. ¿No serán igualmente las calamidades pruebas morales para el hombre, que le ponen en lucha con las más duras necesidades?
«Las calamidades son pruebas que proporcionan al hombre ocasión de ejercer su inteligencia, de probar su paciencia y resignación a la voluntad de Dios, y le ponen en condición de desplegar sus sentimientos de abnegación, de desinterés y de amor al prójimo, sino está dominado por el egoísmo».
741. ¿Es dado al hombre conjurar las calamidades que le afligen?
«Por una parte, sí; pero no como generalmente se entiende. Muchas calamidades son consecuencia de su imprevisión, y a medida que adquieren conocimientos y experiencias, puede conjurarlas, es decir, prevenirlas, si sabe buscar sus causas. Pero entre los males que afligen a la humanidad, los hay generales que pertenecen a los secretos de la Providencia, y cuyas consecuencias afectan más o menos a todos los individuos. A éstos el hombre no puede oponer más que resignación a la voluntad de Dios, pero aun estos mismos males son agravados por la incuria humana».
Entre las calamidades destructoras, naturales e independientes del hombre, deben colocarse, en primer término, la peste, la carestía, las inundaciones, las intemperies fatales a los productos de la tierra. Pero en la ciencia, en los trabajos, del arte, en el perfeccionamiento de la agricultura, en las amelgas y regadíos y en el estudio de las condiciones higiénicas, ¿no ha encontrado el hombre medios de neutralizar, o por lo menos, de atenuar muchos desastres? Ciertas comarcas en otros tiempos asoladas por terribles calamidades, ¿no están hoy libres de ellas? ¿Qué no conseguirá, pues, el hombre para su bienestar, cuando sepa aprovechar todos los recursos de su inteligencia, y cuando a los cuidados de su conservación personal sepa unir el sentimiento de una verdadera caridad para con sus semejantes? (707)
GUERRAS
742. ¿Qué causa arrastra al hombre a la guerra?
«Predominio de la naturaleza animal sobre la espiritual y dominación de las pasiones. En estado de barbarie, los pueblos no conocen otro derecho que el del más fuerte, y de aquí que la guerra sea su estado normal. A medida que el hombre progresa, se hace menos frecuente aquélla; porque éste evita sus causas, y cuando la guerra es necesaria, el hombre la hace con humanidad».
743. ¿Desaparecerá algún día la guerra de la tierra?
«Sí, cuando los hombres comprendan la justicia, y practiquen la ley de Dios; entonces serán hermanos todos los pueblos».
744. ¿Cuál ha sido el objeto de la Providencia, haciendo necesaria la guerra?
«La libertad y el progreso».
Si la guerra ha de producir el efecto de llegar a la libertad, ¿a qué se debe que tenga con frecuencia por fin y resultado la dominación?
«Dominación momentánea para cansar a los pueblos, a fin de hacerles llegar más pronto».
745. ¿Qué debemos pensar del que suscita la guerra en beneficio suyo?
«Este es el verdadero culpable, y le serán precisas muchas existencias para expiar todos los asesinatos, que con su conducta habrá originado, porque responderá de cada hombre cuya muerte haya causado por satisfacer su ambición».
ASESINATO
746. ¿El asesinato es un crimen a los ojos de Dios?
«Sí, un gran crimen; porque el que quita la vida a su semejante corta una vida de expiación o de misión, y en esto consiste el mal».
747. ¿El asesinato tiene siempre el mismo grado de culpabilidad?
«Ya lo hemos dicho, Dios es justo, y juzga más la intención que el hecho».
748. ¿Dios excusa el asesinato en caso de legítima defensa?
«Sólo la necesidad puede excusarse; pero, si se puede salvar la vida sin atentar a la del agresor, debe hacerse»
749. ¿Es culpable el hombre de los asesinatos que comete en la guerra?
«No, cuando se ve obligado a ello; pero es culpable de las crueldades que comete, y le será tomada en cuenta su humanidad».
750. ¿Cuál es más culpable ante Dios, el infanticidio o el parricidio?
«Ambos lo son igualmente; porque todo crimen es un crimen».
751. ¿De dónde procede que en ciertos pueblos, ya adelantados bajo el punto de vista
intelectual, sea una costumbre el infanticidio y esté consagrado por la legislación?
«El desarrollo intelectual no lleva consigo la necesidad del bien, y el espíritu superior en inteligencia puede ser malo. Así sucede al que ha vivido mucho sin mejorarse: sabe».
CRUELDAD
752. ¿Puede referirse el sentimiento de crueldad al instinto de destrucción?
«Es el instinto de destrucción en lo que tiene de más malo; porque si la destrucción es a veces una necesidad, no lo es nunca la crueldad, que siempre es resultado de una mala naturaleza».
753. ¿De dónde procede que la crueldad es el carácter dominante de los pueblos
primitivos?
«En los pueblos primitivos, como tú los llamas, la materia predomina sobre el espíritu; se entregan a los instintos del bruto, y como no tienen otras necesidades que las de la vida del cuerpo, sólo piensan en su conservación personal, y esto es lo que les hace generalmente crueles. Y además los pueblos, cuyo desarrollo es imperfecto, están bajo el dominio de los espíritus igualmente imperfectos, que les son simpáticos, hasta que otros pueblos más adelantados destruyen o amenguan esa influencia».
754. ¿La crueldad no se origina en la ausencia del sentido moral?
«Di que el sentido moral no está desarrollado; pero no que está ausente, puesto que existe en principio en todos los hombres, y este sentido moral es el que más tarde los convierte en seres buenos y humanitarios. Existe, pues, el salvaje; pero reside en él como el principio del perfume está en el germen de la flor antes de que ésta se abra».
Todas las facultades existen en el hombre en estado rudimentario o latente, y se desarrollan según que las circunstancias les son más o menos favorables. El desenvolvimiento excesivo de las unas contiene o neutraliza el de las otras. La sobreexcitación de los instintos materiales ahoga, por decirlo así, el sentido moral, como el desarrollo de éste debilita poco a poco las facultades puramente animales.
755 ¿A qué se debe que en el seno de la más adelantada civilización, se encuentren seres
tan crueles a veces como los salvajes?
«Como en un árbol cargado de buen fruto se encuentran abortos. Esos tales son, si así lo quieres, salvajes que sólo tienen la capa de la civilización, lobos extraviados en medio de los corderos. Espíritus de un orden inferior y muy atrasados pueden encarnarse entre hombres adelantados con la esperanza de progresar; pero, si la prueba es muy pesada, la índole primitiva domina».
756. ¿La sociedad de los hombres de bien estará purificada algún día de esos seres
malhechores?
«La humanidad progresa. Esos hombres dominados por el instinto del mal y que están fuera de su centro, hallándose entre las gentes de bien, desaparecerán poco a poco, como el grano malo es separado del bueno, cuando éste ha sido echado; pero para renacer bajo otra envoltura y como tendrán más experiencias, comprenderán mejor el mal y el bien. Tienes un ejemplo en las plantas y los animales que el hombre tiene el arte de perfeccionar, y en los cuales desarrolla nuevas cualidades. Pues bien, el perfeccionamiento no es completo hasta después de muchas generaciones. Esta es la imagen de las diferentes existencias del hombre».
DUELO
757. ¿El duelo puede considerarse como un caso de legítima defensa?
«No; es un asesinato y una costumbre absurda digna de bárbaros. Con una civilización más avanzada y moral, el hombre comprenderá que el duelo es tan ridículo como los combates, que en otros tiempos se; miraban como juicios de Dios».
758. ¿El duelo puede ser considerado como un asesinato por parte de aquel que,
conociendo su propia debilidad, está casi seguro de sucumbir?
«Es un suicidio».
-Y cuando son Iguales las probabilidades, ¿es un asesinato o un suicidio?
«Lo uno y lo otro».
En todos los casos, aun en aquel que son iguales las probabilidades, el duelista es culpable, antetodo, porque atenta fríamente y de intento deliberado a la vida de su semejante, y después, porque expone su propia vida inútilmente y sin provecho de nadie.
759. ¿Qué valor tiene lo que en materia de duelo se llama el punto de honor?
«Orgullo y vanidad; dos plagas de la humanidad».
-¿Pero no hay casos en que verdaderamente se encuentra comprometido el honor, y en los
cuales sería una cobardía no aceptar el duelo?
«Eso depende de los usos y costumbres; cada país y cada siglo tienen sobre el particular distinta manera de ver. Cuando los hombres sean mejores y estén más adelantados en Moral, comprenderán que el verdadero punto de honor está por encima de las pasiones terrestres, y que no se reparan agravios matando o haciéndose matar».
Hay más grandeza y verdadero honor en confesarse culpable si uno lo es, o en perdonar, si se tiene
razón; y en todos los casos, en despreciar los insultos que no pueden alcanzarnos.
PENA DE MUERTE
760. ¿La pena de muerte desaparecerá algún día de la legislación humana?
«La pena de muerte desaparecerá incuestionablemente, y su supresión marcará un verdadero progreso en la humanidad. Cuando los hombres estén más ilustrados, la pena de muerte será completamente abolida en la tierra, y los hombres no tendrán necesidad de ser juzgados por los hombres. Hablo de un tiempo que aún está bastante lejano de vosotros».
El progreso social deja sin duda mucho que desear aún; pero sería uno injusto respecto de la sociedad moderna, si no viese un progreso de las restricciones puestas a la pena de muerte en los pueblos más adelantados, y en la naturaleza de los crímenes a los cuales se limita su aplicación. Si se comparan las garantías de que en esos mismos pueblos, se esfuerza la justicia en rodear al acusado, la humanidad con que le trata, aun cuando le considera culpable, con lo que se practicaba en tiempos que todavía no están muy lelos, no puede desconocerse el camino progresivo porque marcha la humanidad.
761. ¿La ley de conservación da al hombre derecho de preservar su propia vida, y no usa de él cuando quita de la sociedad un miembro peligroso?
«Hay otros medios de preservarse del peligro sin matarle. Es preciso, además abrir al criminal la puerta del arrepentimiento, y no cerrársela».
762. Si la pena de muerte puede ser desterrada de las sociedades civilizadas, ¿no ha sido necesaria en tiempos menos adelantados?
«Necesaria no es la palabra. El hombre cree siempre necesaria una cosa, cuando no encuentra nada mejor. A medida que se ilustra, comprende mejor lo justo y lo injusto y repudia los excesos cometidos a nombre de la justicia en épocas de ignorancia».
763. La restricción de casos en que se aplica la pena de muerte, ¿es un indicio de
progreso en la civilización?
«¿Puedes dudarlo? ¿No se subleva tu espíritu, leyendo el relato de las carnicerías humanas, realizadas en otros tiempos a nombre de la justicia, y con frecuencia en honor de la divinidad, de los tormentos que se imponían al condenado, y hasta al acusado para arrancarle, con el exceso de sufrimientos, la confesión de un crimen que a menudo no había cometido? Pues bien, si tú hubieses vivido en aquellos tiempos, todo eso lo hubieses encontrado muy natural, y quizá como juez hubieras hecho lo mismo. Así es como lo que parecía justo en un tiempo, parece bárbaro en otro. Sólo las leyes divinas son eternas, las humanas cambian con el progreso. y cambiarán aún hasta que estén armonizadas con las divinas».
764. Jesús lo dijo: El que matase con espada morirá por espada. ¿No son estas palabras la consagración de la pena del talión, y la muerte impuesta al asesino no es la aplicación de aquella pena?
«Andad con cuidado; porque os habéis equivocado acerca de estas palabras como acerca de otras muchas. La pena del talión es la justicia de Dios, y él es quien la aplica. Todos vosotros la sufrís a cada instante; porque sois castigados por donde habéis pecado en esta o en otra vida. El que ha hecho sufrir a sus semejantes, se encontrará en posición en que sufrirá lo mismo que ha hecho sufrir. Tal es el sentido de las palabras de Jesús; pero también os dijo:Perdonad a vuestros enemigos y os enseño a pedir a Dios que os perdone vuestras ofensas como vosotros las habréis perdonado, es decir en la misma proporción en que hayáis perdonado. Entended bien esto».
765. ¿Qué ha de pensarse de la pena de muerte impuesta a nombre de Dios?
«Eso es hacer las veces de Dios respecto de la justicia. Los que así obran demuestran cuán lejos están de comprender a Dios, y que han de espiar aún muchas cosas. La pena de muerte, aplicada a nombre de Dios, es un crimen, y a los que la imponen se les imputarán las veces que lo hagan, como otros tantos asesinatos».
Tema "Destrucción"
Libro de Los Espíritus,
P. 19
»El lazo o periespíritu que une el cuerpo y el espíritu es una especie de envoltura semi material. La muerte es la destrucción de la envoltura más grosera; pero el espíritu conserva la segunda, que le constituye un cuerpo etéreo, invisible para nosotros en estado normal y que puede hacer visible accidentalmente, y hasta tangible. como sucede en el fenómeno de las apariciones.
P. 101
155. ¿Cómo se opera la separación del alma y del cuerpo?
«Rotos los lazos que la detenían, se separa del cuerpo».
-¿La separación se opera bruscamente y en virtud de una transición brusca? ¿Existe una línea de demarcación claramente trazada entre la vida y la muerte?
«No; el alma se separa gradualmente, y no vuela como un pájaro prisionero al que de súbito se deja en libertad. Los dos estados se tocan y confunden, de modo, que el espíritu se desprende poco a poco de los lazos, que se sueltan y no se rompen».
Durante la vida, el espíritu está ligado al cuerpo por la envoltura semi material o espíritu, y la muerte no es más que la destrucción del cuerpo; pero no la de la segunda envoltura que se separa de aquél, cuando cesa en él la vida orgánica. La observación prueba que en el instante de la muerte, el desprendimiento del periespíritu no es súbitamente completo; sino que se opera gradualmente y con lentitud muy variable según los individuos. En unos es bastante rápida, y puede decirse que con pocas horas de diferencia, el momento de la muerte es también el de la emancipación; pero en otros, sobre todo en aquellos cuya vida ha sido completamente material y sensual, el desprendimiento es mucho menos rápido, y dura a veces días, semanas y hasta meses, lo que no implica en el cuerpo la menor vitalidad, ni la posibilidad del regreso a la vida, sino una simple afinidad entre el cuerpo y el espíritu, la cual está siempre en proporción de la preponderancia que, durante la vida, ha dado el espíritu a la materia. Es, en efecto, racional el concebir que cuanto más se ha identificado el espíritu con la materia, tanto más trabajo ha de tener en separarse, al paso que la actividad intelectual y moral, y la elevación de pensamientos, operan un principio de separación hasta en la duración de la vida del cuerpo, de modo, que al llegar la muerte, es casi instantánea. Tal es el resultado de los estudios hechos en todos los individuos observados en el momento de morir. Estas observaciones prueban también que la afinidad. que en ciertos individuos persiste entre el alma y el cuerpo, es muy penosa a veces, porque el espíritu puede experimentar el horror consiguiente a la descomposición. Este caso es excepcional y peculiar de ciertas clases de vidas y de muertes, y se observa en algunos suicidas.
p. 103
TURBACIÓN ESPIRITISTA
163. ¿El alma, al abandonar el cuerpo, tiene inmediatamente conciencia de si misma?
«Conciencia inmediata no es la palabra, pues por algún tiempo está turbada».
164. ¿Todos los espíritus experimentan con la misma intensidad y duración la turbación, que sigue a la separación del alma y el cuerpo?
«No, puesto que depende de su elevación. El que está ya purificado se reconoce inmediatamente; porque se ha separado de la materia, durante la vida del cuerpo, al paso que el hombre carnal, cuya conciencia no es pura, conserva por mucho más tiempo la impresión de la materia».
165. ¿El conocimiento del espiritismo tiene alguna influencia en la duración más o menos larga de la turbación?
«Muy grande; porque el espíritu comprende de antemano su situación; pero la práctica del bien y la pureza de la conciencia son las que más influyen».En el momento de la muerte, todo es al principio confuso, y el alma necesita algún tiempo para reconocerse, pues está como aturdida y en el mismo estado del hombre que, despertándose de un sueño profundo, procuro explicarse su situación, La lucidez de las ideas y la memoria del pasado le vuelven a medida que se extingue la influencia de la materia, de que acabo de separarse. y se disipa la especie de bruma que anubla sus pensamientos. La duración de la turbación subsiguiente a la muerte es muy variable, puede ser de algunas horas, de muchos meses y hasta de muchos años. Es menos larga en las personas que, desde esta vida, se han identificado con su estado futuro; porque entonces comprenden inmediatamente su posición. La turbación presenta circunstancias especiales, según el carácter de los individuos, y sobre todo según la clase de muerte. En las violentas, ocasionadas por suicidio, suplicio, accidente, apoplejía, heridas, etc., el espíritu está sorprendido, admirado y no cree estar muerto; lo sostiene con terquedad; ve, sin embargo. su cuerpo, sabe que es el suyo, y no comprende que esté separado de él; se acerca a las personas a quienes aprecia, y no comprende por qué no le oyen. Semejante ilusión duro hasta la completa separación del periespíritu, y hasta entonces no se reconoce el espíritu, ni comprende que ha dejado de pertenecer a los vivos. Este fenómeno se explica fácilmente. Sorprendido de improviso por la muerte, el espíritu queda aturdido con el cambio brusco que en él se ha verificado; para él la muerte continúa siendo sinónimo de destrucción, de anonadamiento, y como piensa, ve y oye, no se considera muerto. Lo que aumenta su ilusión es el verse con un cuerpo semejante al anterior, en cuanto a la forma, cuya naturaleza etérea no ha tenido tiempo de estudiar aun; lo cree sólido y compacto como el primero que tenia, y cuando sobre este punto se llama su atención, se sorprende de no poderse palpar. Este fenómeno es semejante al de los sonámbulos novicios que creen que no duermen. Para ellos el sueño es sinónimo de suspensión de facultades, y como piensan libremente y ven, se figuran estar despiertos. Ciertos espíritus ofrecen esta particularidad, aunque la muerte no haya sobrevenido repentinamente; pero siempre es más general en los que, aunque estaban enfermos, no creían morirse. Vese entonces el raro espectáculo de un espíritu que asiste a su entierro como al de un extraño, y que habla de él como si no le incumbiera; hasta que comprende la realidad. La turbación subsiguiente a la muerte no es nada penosa para el hombre honrado; sino tranquila y semejante en todo al que se despierta apaciblemente. Para el que no es puro de conciencia, la turbación abunda en congojas y angustias, que aumentan a medida que se reconoce. En los casos de muerte colectiva, se ha observado que todos los que mueren a un mismo tiempo no se vuelven a ver inmediatamente. En la turbación subsiguiente a la muerte, cada uno toma por su lado, o no se ocupa más que de lo que le interesa.
P. 224
LOS ESPÍRITUS DURANTE LAS BATALLAS
541. ¿En una batalla hay espíritus que asisten a ella y sostienen a cada bando?
«Sí, y estimulan su valor».
Así en otros tiempos nos representaban los antiguos a los dioses tomando parte a favor de tal o cual pueblo. Estos dioses no eran más que espíritus representados bajo figuras alegóricas.
542. En una guerra siempre está la justicia de parte de uno de los beligerantes, ¿cómo los espíritus se interesan por el que no tiene razón?
«Ya sabes perfectamente que hay espíritus que sólo procuran la discordia y la destrucción. Para ellos la guerra es la guerra, y poco se curan de la justicia de la causa».
P. 253
638. El mal parece a veces ser una consecuencia de la fuerza de las cosas, y tal sucede, por ejemplo, en ciertos casos, cuando es necesaria la destrucción hasta de nuestro prójimo. ¿Puede decirse entonces que hay infracción de la ley de Dios?
«Aunque necesario, no deja de ser un mal; pero semejante necesidad desaparece a medida que el alma se purifica pasando de una existencia a otra, y entonces el hombre es más culpable, cuando falta, porque comprende mejor».
P. 255
648. ¿Qué pensáis de la división de la ley moral en diez partes, comprendiendo las leyes sobre la adoración, el trabajo, la reproducción, la conservación, la destrucción, la sociedad, el progreso, la igualdad, la libertad, y en fin, las leyes de justicia, amor y caridad?
«Esta división de la ley de Dios en diez partes es la de Moisés, y puede abarcar todas las circunstancias de la vida, lo cual es esencial. Puedes, pues, adoptarla, sin que por ello tenga nada de absoluto lo mismo que todos los otros sistemas de clasificación, que dependen del aspecto bajo el cual se considera una cosa. La última ley es la más importante, y por su medio es como más puede adelantar el hombre en la vida espiritual, porque las resume todas».
P. 264
SACRIFICIOS
669. El uso de los sacrificios humanos data de la más remota antigüedad. ¿Cómo pudo el hombre ser inducido a creer que semejantes cosas pudiesen ser gratas a Dios?
«Ante todo, porque no comprendía a Dios como origen de toda bondad. En los pueblos primitivos la materia se sobrepone al espíritu; se entregan a los instintos del bruto, y de aquí que sean generalmente crueles; porque aún no se ha desarrollado en ellos el sentimiento moral. Además, los hombres primitivos debían creer naturalmente que una criatura animada era de mucho más valor a los ojos de Dios que un cuerpo material. Esto fue lo que les indujo a inmolar en un principio animales y más tarde hombres, puesto que, siguiendo su falsa creencia, creían que el valor del sacrificio estaba en relación con la importancia de la víctima. En la vida material, tal como la practicáis la mayor parte. si hacéis un regalo a alguien, lo elegís siempre de tanto más valor cuanta más simpatía y consideración queréis demostrar a la persona. Lo mismo, con respecto de Dios, hacían los hombres ignorantes»
-¿De modo que los sacrificios de animales precedieron a los humanos?
«No es dudoso».
-Según esta explicación, ¿los sacrificios humanos no tienen su origen en un sentimiento de crueldad?
«No, sino en una idea falsa de agradar a Dios. Contemplad a Abraham. Con el tiempo los hombres abusaron inmolando a sus enemigos, hasta a sus enemigos particulares. Por lo demás, Dios nunca ha exigido sacrificios, ni de animales, ni de hombres, y no puede honrársele con la destrucción inútil de su propia criatura».
P. 270
OBSTÁCULOS DE LA REPRODUCCIÓN
693. Las leyes que tienen por objeto o producen el efecto de crear obstáculos a la reproducción, ¿son contrarias a la ley natural?
«Todo lo que entorpece a la naturaleza en su marcha es contrario a la ley general».
-Hay, no obstante, especies de seres vivientes, animales y plantas, cuyá reproducción indefinida sería perjudicial a otros, y de los cuales sería víctima el mismo hombre en poco tiempo, ¿comete un acto reprensible, conteniendo esa reproducción?
«Dios ha dado al hombre sobre todos los seres vivientes un poder del cual debe usar para el bien, pero no abusar. Puede reglamentar la reproducción según las necesidades, más no debe entorpecer sin necesidad. La acción inteligente del hombre es un contra peso establecido por Dios a fin de equilibrar las fuerzas de la naturaleza, y esto también le distingue de los animales, porque lo hace con conocimiento de causa; pero los mismos animales concurren a este equilibrio; porque el instinto de destrucción que les ha sido dado hace que, al mismo tiempo que atienden a su propia conservación, contienen el desarrollo excesivo, y acaso peligroso, de las especies animales y vegetales de que se alimentan».
P. 279
Cataclismo
Un cataclismo (en latín: cataclysmus, y este en griego: κατακλυσμός [kataklysmós], ‘inundación’?) es la transformación o destrucción de gran parte de un determinado biotopo. Se cree que la extinción de los dinosaurios fue producto de un suceso cataclísmico de magnitudes enormes. En un se pueden producir diferentes sucesos como: maremotos, erupciones volcánicas, desplazamientos de grandes masas de tierra, avalanchas, aluviones, impacto de un cuerpo menor, etc.
Desastre
Un desastre es un hecho natural o provocado por el ser humano que afecta negativamente a la vida, al sustento o a la industria y desemboca con frecuencia en cambios permanentes en las sociedades humanas y a los animales que habitan en ese lugar; en los ecosistemas y en el medio ambiente. Una catástrofe es un suceso que tiene consecuencias desastrosas. Los desastres ponen de manifiesto la vulnerabilidad del equilibrio necesario para sobrevivir y prosperar .1
La definición de desastre, por las implicaciones prácticas que trae consigo es generalmente reglamentada por ley, por ejemplo:
Se entiende por desastre el daño grave o la alteración grave de las condiciones normales de vida en un área geográfica determinada, causado por fenómenos naturales y por efectos catastróficos de la acción del hombre en forma accidental, que requiera por ello de la especial atención de los organismos del estado y de otras entidades de carácter humanitario o de servicio social.Artículo 18 del Decreto 919 de 19892
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