La Doctrina de Moisés era despótica, así lo expresaron los Espíritus a Allan Kardec en el
Libro de Génesis Espiritista. Moisés le hizo mucho daño a la humanidad, demostró que la
ignorancia espiritual o la falta de conocimiento, no permite que los hombres
activen su Adelanto Moral Individual del Espíritu, desvía al hombre de los verdaderos motivos de
la creación y del plan de Dios para todos los seres inteligentes que tienen
raciocinio.
Moisés, fue responsable de un retraso en el plan divino. Hoy
nos damos cuenta que Moisés, por su ignorancia espiritual, y por consiguiente
por sus creencias religiosas infundadas, afectó la humanidad y su progreso
espiritual, por más de 3,000 años.
Moisés logró sumergir a los habitantes del planeta tierra,
en la religiosidad y por consiguiente promoviendo la superstición que significa
ignorancia espiritual, en hacer que nadie considerara su derecho al Libre Albedrio.
Ninguna religión te
conduce a Dios, sino a la separación de los hombres. El Espiritismo indica en
el Ítem #842 del Libro de Los Espíritus, lo siguiente:
Libro Tercero –
Capítulo X – Libro de Los Espíritus
#842. Dado que todas las doctrinas abrigan la pretensión de ser la única
expresión de la verdad, ¿mediante qué señales podemos reconocer a aquella que
tiene derecho a presentarse como tal?
“Será la que haga más hombres de bien y menos hipócritas, es decir, hombres que lleven a la práctica la ley de amor y caridad en su mayor pureza y en su aplicación más amplia. Mediante esa señal reconoceréis que una doctrina es buena, pues toda doctrina cuya consecuencia sea sembrar la desunión y establecer una demarcación entre los hijos de Dios, sólo puede ser falsa y perniciosa.”
Jesús de Nazareth, y no el Cristo nacido falsamente en Belén, vino a corregir a Moisés
y sus malas enseñanzas sobre la naturaleza de Dios. Fue Jesús que anunció el Consolador
Prometido, y que se constituye en lo que hoy conocemos es el
Espiritismo Moralizador y Consolador, una revelación divina, una verdad eterna espiritual y el consuelo
para la humanidad.
Un Espiritista Verdadero es aquél que según el Libro de Obras Póstumas, de Allan Kardec lo describe:
Breve Contestación a los Detractores del Espiritismo
“Solo reconoce por adeptos suyos a
los que practican su enseñanza, es decir, a los que trabajan en su propio
mejoramiento moral, esforzándose en vencer sus malas inclinaciones, en ser
menos egoístas y orgullosos, más afables, más humildes, pacientes, benévolos,
caritativos para con el prójimo y moderados en todas las cosa, pues este es el
signo característico del espiritista verdadero…”
Observa también, lo que le dijeron los Espíritus a Kardec en el: El Libro EL CIELO Y EL INFIERNO, escrito por Allan Kardec que dice: “Los espíritus contestan a los impacientes lo siguiente:
“El primer lugar, empezad por aprender bien, comprender bien y sobre todo practicar bien lo que sabéis, a fin de que Dios os considere dignos de que se os enseñe más. Después, cuando llegue el momento, sabremos obrar y elegiremos nuestros elementos.”
PREFACIO – Evangelio según el Espiritismo.
Los
espíritus del Señor que son las virtudes de los cielos, se esparcen por toda la
superficie de la tierra como un ejército inmenso, apenas han recibido la orden;
parecidos a las estrellas que caen del cielo, vienen a iluminar el camino y a
abrir los ojos a los ciegos.
“En verdad os digo, que han llegado los
tiempos en que todas las cosas deben ser restablecidas en su verdadero sentido,
para disipar las tinieblas, confundir a los orgullosos y glorificar a los justos.”
"El Espiritismo proclama la libertad de
conciencia como un derecho natural y la reclama para los suyos como para
todo el mundo.”
Allan Kardec, Obras Póstumas
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“(…) La doctrina deMoisés es absoluta, despótica; no admite discusión y se impone al pueblo por la fuerza. La de Jesús es esencialmente consejera; se acepta libremente y sólo se impone por la persuasión; dio motivo a controversias aún en vida de su fundador, que no despreció la discusión con sus adversarios.” [Libro de Génesis, Capítulo I, Ítem #49]
49. —Las dos primeras revelaciones no podían menos de ser el resultado de una enseñanza de secta:
debían imponerse a la fé por la autoridad de la palabra del maestro, puesto que los hombres no estaban
bastante adelantados para cooperar eficazmente a la elaboracion.
Observamos entre ellas, sin embargo, una diferencia muy característica, que depende de los progresos
de las costumbres y de las ideas, aún - cuándo hechas
en un mismo pueblo y en un mismc medio, y a diez
y ocho siglos de distancia. La doctrina de Moisés es
absoluta, despótica: no consiente discusion y se impone a todo el pueblo por la fuerza; la de Jesús es
esencialmente conciliaria, se acepta o no se acepta
libremente, y no se impone sino por la persuasión :
es-controvertible, aún viviendo su fundador, que no
desceñaba discutir con sus adversarios.
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Veamos
a continuación, que dijeron los Espíritus a Allan Kardec sobre Moisés, que no
supo comprender los propósitos de su mensaje, y que lo cambió sin justificación
ni el permiso divino.
21. Moisés, como profeta, reveló a los hombres la existencia de un Dios único, soberano Señor y creador de todas las cosas. Promulgó la ley del Sinaí Ley Mosaica o de costumbres de ese tiempo) y echó las bases de la verdadera fe. Como hombre, fue el legislador del pueblo a través del cual esa primitiva fe, depurada, habría de expandirse por toda la Tierra.
22. Cristo, que tomó de la antigua ley lo que es eterno y divino, y desechó lo que era transitorio, meramente disciplinario y de concepción humana, agregó la revelación de la vida futura, de la que Moisés no había hablado, como también la de las penas y las recompensas que aguardan al hombre después de la muerte. (Véase la Revista Espírita de marzo y septiembre de 1861.)
23. La parte más importante de la revelación de Cristo, …
(Nota
de Frank: Las palabras para referirse a Cristo y Jesús tienen el mismo
significado en los Libros Codificados, pero Allan Kardec enfatizó que no confundiéramos al Cristo con el Mesías de Nazareth, pues Cristo según la religión cristiana, se refiere al que
falsamente se presenta en la Biblia como el nacido en Belén, el Mesías Prometido, el perdonador de pecados, el que su sacrificio de sangre trae Salvación. El Espiritismo, enseña a Jesus de Nazareth y no al Cristo.
Esto para hacer
creer que era el mesías prometido y linaje directo de David [Ítem #62 del Capítulo
I, Libro de Génesis)
… en el sentido de primera fuente, de piedra angular de toda su doctrina, es el punto de vista absolutamente nuevo desde el cual considera a la Divinidad. Esta ya no es el Dios terrible, celoso, vengativo de Moisés; el Dios cruel e implacable que riega la tierra con sangre humana, que ordena la masacre y el exterminio de pueblos, sin exceptuar a las mujeres, a los niños y a los ancianos, y que castiga a quienes tratan con indulgencia a las víctimas; ya no es el Dios injusto que escarmienta a todo un pueblo por la falta de su líder, que se venga del culpable en la persona del inocente, que daña a los hijos por las faltas de los padres; sino un Dios clemente, soberanamente justo y bueno, pleno de mansedumbre y misericordia, que perdona al pecador arrepentido y da a cada uno según sus obras. Ya no es el Dios de un único pueblo privilegiado, el Dios de los ejércitos que dirige los combates para sustentar su propia causa contra el Dios de los otros pueblos, sino el Padre común del género humano, que extiende su protección a todos sus hijos y los convoca a todos hacia él; ya no es el Dios que recompensa y castiga sólo con los bienes de la Tierra, que hace consistir la gloria y la felicidad en la esclavitud de los pueblos rivales y en la multiplicidad de la progenie, sino un Dios que dice a los hombres: “Vuestra verdadera patria no está en este mundo, sino en el reino celestial, allí donde los humildes de corazón serán elevados y los orgullosos serán humillados”. Ya no es el Dios que hace de la venganza una virtud y ordena que se retribuya ojo por ojo, diente por diente; sino el Dios de misericordia que dice: “Perdonad las ofensas si queréis ser perdonados; haced el bien a cambio del mal; no hagáis a los demás lo que no queréis que os hagan”. Ya no es más el Dios mezquino y meticuloso que impone, bajo las más rigurosas penas, el modo como quiere ser adorado, que se ofende por la falta de observancia de una fórmula; sino el Dios grande que ve el pensamiento y al que no se honra con la forma. En fin, ya no es el Dios que quiere ser temido, sino el Dios que quiere ser amado.
Nota de Frank: “Vuestra verdadera patria no está en este mundo, sino en el reino celestial, allí donde los humildes de corazón serán elevados y los orgullosos serán humillados”. No está en ningun país del Mundo. El decir que Brasil es la patria del Evangelio, nunca debe confundirse con la verdadera patria del Espiritu.
24. Por ser Dios el eje de todas las creencias religiosas, y el objetivo de todos los cultos, el carácter de todas las religiones está conforme con la idea que estas tienen de Él. Las religiones que hacen de Dios un ser vengativo y cruel creen honrarlo con actos de crueldad, con hogueras y torturas; las que tienen un Dios parcial y celoso son intolerantes y, en mayor o menor medida, meticulosas en la forma, pues lo consideran más o menos contaminado con las debilidades y la frivolidad humanas.
25. Toda la doctrina de Cristo está fundada en el carácter que Él atribuye a la Divinidad. Con un Dios imparcial, soberanamente justo, bueno y misericordioso, Él hizo del amor de Dios y de la caridad para con el prójimo la condición expresa de la salvación, y dijo: Amad a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a vosotros mismos; en esto consiste toda la ley y los profetas; no existe otra ley. Sobre esta única creencia asentó el principio de la igualdad de los hombres ante Dios, así como el de la fraternidad universal. En cambio, ¿era posible amar al Dios de Moisés? No, sólo se podía temerlo. La revelación de los verdaderos atributos de la Divinidad, juntamente con la de la inmortalidad del alma y de la vida futura, modificaba profundamente las relaciones mutuas entre los hombres, les imponía nuevas obligaciones, los hacía encarar la vida presente desde otro aspecto, y por eso mismo habría de reaccionar contra las costumbres y las relaciones sociales. Ese es, indiscutiblemente, por sus consecuencias, el punto principal de la revelación de Cristo, cuya importancia no fue suficientemente comprendida. Además, es lamentable decir que también es el punto del que la humanidad más se ha apartado, el que más ha ignorado en la interpretación de sus enseñanzas.
26. No obstante, Cristo agrega: “Muchas de las cosas que os digo, todavía no las podéis comprender, y muchas otras tendría que deciros, que no comprenderíais; por eso os hablo por parábolas; con todo, más adelante habré de enviaros el Consolador; el Espíritu de Verdad, que restablecerá todas las cosas y os las explicará todas”. (San Juan, 14:16; San Mateo, 17.) Si Cristo no dijo todo lo que hubiera podido decir, es porque consideró conveniente dejar ciertas verdades en la sombra, hasta que los hombres estuviesen en condiciones de comprenderlas. Como Él mismo lo confesó, su enseñanza estaba incompleta, visto que anunció la llegada de aquel que debería completarla. Había previsto, entonces, que sus palabras serían despreciadas o mal interpretadas, y que los hombres se desviarían de su enseñanza; en suma, que destruirían lo que Él había hecho, puesto que todas las cosas habrán de ser restablecidas. Ahora bien, sólo se restablece aquello que ha sido deshecho.
27. ¿Por qué Él denomina Consolador al nuevo Mesías? Ese nombre, significativo y sin ambigüedad, encierra toda una revelación. Así, Cristo preveía que los hombres estarían necesitados de consuelo, lo que implica que sería insuficiente el que hallarían en la creencia que habrían de fundar. Tal vez nunca Cristo fue tan claro, tan explícito como en estas últimas palabras, a las cuales pocas personas prestaron la debida atención, probablemente porque evitaron interpretarlas y profundizar su sentido profético.
28. Si Cristo no pudo desarrollar su enseñanza de manera completa, se debió a que a los hombres les faltaban conocimientos que sólo podrían adquirir con el tiempo, y sin los cuales no la comprenderían; muchas cosas habrían parecido absurdas en el estado de los conocimientos de entonces. “Completar su enseñanza” debe entenderse en el sentido de explicarla y desarrollarla, y no en el de agregarle verdades nuevas, pues todo en ella se encontraba en estado de germen; sólo le faltaba la clave para captar el sentido de sus palabras.
29. Pero ¿quién se arroga el derecho de interpretar las Escrituras sagradas? ¿Quién tiene ese derecho? ¿Quiénes poseen las luces necesarias, si no son los teólogos? ¿Quién se atreve? En primer lugar, la ciencia, que no pide permiso a nadie para dar a conocer las leyes de la naturaleza, y salta por sobre los errores y los prejuicios. ¿Quién tiene ese derecho? En este siglo de emancipación intelectual y de libertad de conciencia, el derecho de examen pertenece a todos, y las Escrituras ya no son el arca santa en la cual nadie se atrevía a introducir la punta de un dedo sin que corriera el riesgo de ser fulminado. En cuanto a las luces especiales, necesarias, sin objetar las de los teólogos, por más iluminados que fuesen los de la Edad Media y, en particular, los Padres de la Iglesia, ellos no lo eran lo suficiente para no haber condenado como herejía el movimiento de la Tierra y la creencia en las antípodas. Incluso sin ir tan lejos, los teólogos de nuestros días, ¿no han arrojado un anatema sobre la teoría de los períodos de formación de la Tierra? Los hombres sólo pudieron explicar las Escrituras con el auxilio de lo que sabían, de las nociones falsas o incompletas que tenían acerca de las leyes de la naturaleza, más tarde reveladas por la ciencia. Por esa razón los propios teólogos, de muy buena fe, se equivocaron acerca del sentido de ciertas palabras y hechos del Evangelio. Al querer a toda costa hallar en él la confirmación de una idea preconcebida, giraban siempre en el mismo círculo, sin abandonar su punto de vista, de modo que sólo veían lo que querían ver. Por más sabios que fuesen, no podían comprender las causas dependientes de leyes que ignoraban. Pero ¿quién habrá de juzgar las diferentes interpretaciones, muchas veces contradictorias, por fuera del campo de la teología? El futuro, la lógica y el buen sentido. Los hombres, cada vez más esclarecidos, a medida que nuevos hechos y nuevas leyes se vayan revelando, sabrán apartar de la realidad los sistemas utópicos. Ahora bien, la ciencia da a conocer algunas leyes; el espiritismo revela otras; todas son indispensables para la comprensión de los textos sagrados de todas las religiones, desde Confucio y Buda hasta el cristianismo. En cuanto a la teología, ésta no podrá, juiciosamente, alegar contradicciones de la ciencia, dado que no siempre es coherente consigo misma.
30. El espiritismo, que parte de las propias palabras de Cristo, como éste partió de las de Moisés, es una consecuencia directa de la doctrina cristiana.
A la idea vaga de la vida futura agrega la revelación de la existencia del mundo invisible que nos rodea y puebla el espacio, y con eso determina en forma precisa la creencia; le da un cuerpo, una consistencia, una realidad en el pensamiento. Define los lazos que unen el alma al cuerpo, y levanta el velo que ocultaba a los hombres los misterios del nacimiento y de la muerte.
Mediante el espiritismo el hombre sabe de dónde viene, hacia dónde va, por qué está en la Tierra, por qué sufre transitoriamente, y ve por todas partes la justicia de Dios. Sabe que el alma progresa sin cesar, a través de una serie de existencias sucesivas, hasta que haya alcanzado el grado de perfección que la aproxima a Dios. Sabe que todas las almas, como tienen un mismo punto de origen, son creadas iguales, con la misma aptitud para progresar, en virtud de su libre albedrío; que todas son de la misma esencia, y que no existe diferencia entre ellas, salvo en cuanto al progreso realizado; que todas tienen el mismo destino y alcanzarán la misma meta, más o menos rápidamente, conforme a su trabajo y buena voluntad.
Sabe que no existen criaturas desheredadas, ni más favorecidas unas que otras; que Dios no privilegió la creación de ninguna de ellas, ni a nadie dispensó del trabajo impuesto a las otras para que progresen; que no hay seres perpetuamente consagrados al mal y al sufrimiento; que aquellos a los que se designa con el nombre de demonios son Espíritus imperfectos y que todavía están atrasados, que practican el mal en el estado de Espíritus como lo practicaban cuando eran hombres, pero que adelantarán y se perfeccionarán; que los ángeles o Espíritus puros no son seres aparte en la Creación, sino Espíritus que llegaron a la meta, después de haber recorrido palmo a palmo el camino del progreso; que de tal modo no hay creaciones múltiples ni diferentes categorías entre los seres inteligentes, sino que toda creación es el resultado de la gran ley de unidad que rige el universo; sabe, por último, que todos los seres gravitan hacia un fin común, que es la perfección, sin que unos sean favorecidos a expensas de otros, pues todos son hijos de sus propias obras.
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