La Obsesión, según el Libro de Obras
Póstumas,
7. De la Obsesión y de la Posesión
56. La obsesión es el dominio que los malos
Espíritus ejercen sobre ciertas personas, con el fin de enseñorearse de ellas y
someterlas a su voluntad por el placer que experimentan causando daño.
Cuando un
Espíritu bueno, o malo, quiere obrar sobre un individuo, lo envuelve, digámoslo así, con su periespíritu cual
si fuere una capa; entonces, penetrándose los dos fluidos, los dos pensamientos
y las dos voluntades se confunden, y el Espíritu puede entonces servirse de ese
cuerpo como del suyo propio, haciéndole obrar a su voluntad, hablando,
escribiendo o dibujando: así son los médiums.
Si el Espíritu es bueno, su
acción es dulce, benéfica y no hace hacer sino cosas buenas; si es malo, las
hace hacer malas.
Si es
perverso e inicuo, arrastra a la persona cual si la tuviera dentro de una red,
paraliza hasta su voluntad, y aún su juicio, el cual apaga bajo su fluido como cuando
se apaga el fuego con un baño de agua; le hace pensar, obrar por él; le obliga
a cometer actos extravagantes a pesar suyo; en una palabra, le magnetiza, le
produce la catalepsia moral, y entonces el individuo se convierte en ciego instrumente
de sus gustos.
Tal es la
causa de la obsesión, de la fascinación y de la subyugación vulgarmente llamada posesión.
Es
necesario observar que en este estado, el individuo tiene a menudo conciencia de que lo que hace es ridículo, pero
esta forzado a hacerlo como si un hombre más vigoroso que él, le hiciera mover
contra su voluntad, sus brazos, sus piernas y su lengua.
57. Como en todo tiempo han existido Espíritus en
todo tiempo han representado el mismo papel, porque este papel está
en la naturaleza; y la prueba es el gran número de personas obsesadas, o poseídas
si se quiere, que había antes de tratarse de los Espíritus, o que hay en
nuestros días entre quienes no han oído hablar nunca de Espiritismo ni de
médiums. La acción de los Espíritus, buena o mala, es, pues, espontánea; la de los
malos produce un sin número de perturbaciones en la economía moral y aún en la
física, porque ignorando la verdadera causa es atribuida a causas erróneas. Los
malos Espíritus son enemigos invisibles, tanto más peligrosos, cuanto menos su
acción se ha sospechado.
Habiéndolos el Espiritismo descubierto, viene a
revelar una nueva causa de ciertos males de la humanidad; conocida la causa, no
se procurará combatir el mal por medios que ya se creen inútiles para lo
sucesivo, y se buscarán otros más eficaces. ¿Qué es, pues, lo que ha hecho
descubrir esta causa? La mediumnidad; por la mediumnidad es como esos enemigos
ocultos han hecho traición a su presencia, ella ha sido para con ellos, lo que
el microscopio para los infinitamente pequeños: ha revelado todo un mundo.
El
Espiritismo no ha traído los malos Espíritus; ha descorrido el velo que los cubría
y ha dado los medios de paralizar su acción y, por consiguiente, los de alejarlos.
No ha traído, pues, el mal, puesto que éste siempre ha existido; al contrario,
ha traído el remedio al mal, al mostrar la causa. Una vez reconocida la acción
del mundo invisible, se tendrá la clave de una infinidad de fenómenos incomprensibles;
y la ciencia, enriquecida con esta nueva luz, verá abrirse delante de ella
nuevos horizontes. ¿Cuándo llegará esto? Cuando no se profese más el materialismo, pues el materialismo detiene su vuelo y le pone una barrera insuperable.
58. Habiendo malos Espíritus que obsesan y buenos que
protegen, se pregunta si los malos Espíritus son más poderosos que los
buenos.
No es el buen Espíritu el que es más
débil, es el médium que no es bastante fuerte para sacudir la capa que le ha
sido echada encima, para desasirse de los brazos que le oprimen y entre los
cuales, preciso es decirlo, algunas veces se halla complacido. En este caso, se
comprender que el buen Espíritu no puede ocupar este lugar, puesto que se
prefiere a otro. Admitamos ahora el deseo de desembarazarse de esa envoltura
fluídica, de la cual esta penetrada la suya, como un vestido está penetrado por
la humedad; el deseo no bastaría. La voluntad no siempre será suficiente.
Se trata
de luchar con un adversario; pues cuando dos hombres luchan cuerpo a cuerpo, el
que tiene más fuerza muscular es el que da en tierra con el otro. Con un Espíritu es
preciso luchar, no cuerpo a cuerpo, sino Espíritu a Espíritu, y en este caso
también vence el más fuerte; aquí la fuerza está en la autoridad que se puede
tomar sobre el Espíritu, y esta autoridad está subordinada a la superioridad
moral. Esta superioridad es como el sol que disipa la niebla con el poder
de sus rayos.
Esforzarse
en ser bueno, ser mejor, si se es ya bueno, purificarse de las imperfecciones, en
una palabra, elevarse moralmente lo más posible: tal es el medio de adquirir el
poder de mandar a los Espíritus inferiores para separarlos; de otro modo se
ríen de vuestros mandatos. (El Libro de los
Médiums, Nº 252 y 279).
Ahora
bien; se dirá, ¿por
que los Espíritus protectores no les mandan retirarse? Sin duda
pueden hacerlo y algunas veces lo verifican; pero permitiendo la lucha, dejan también
el mérito de la Victoria; si permiten el desembarazarse de ellos a personas merecedoras,
hasta cierto punto, de su apoyo, es para probar su perseverancia y hacerles
adquirir más fuerza en el bien, que para ellas esto es una especie de gimnasia moral.
Ciertas
personas, sin duda, preferirían otra receta más fácil para arrojar los malos
Espíritus, como por ejemplo, el decir ciertas palabras o hacer ciertos signos, lo
cual sería más cómodo que corregirse de los
defectos. Lo sentimos, pero no conocemos ningún procedimiento para
vencer a un enemigo cuyo ser es más fuerte que él. Cuando se está enfermo, es
menester resignarse a tomar una medicina, por amarga que sea; pero también
cuando se ha tenido el valor de beberla, ¡qué bien se encuentra uno y que
fuerte se es! Es necesario, pues, persuadirse de que no hay, para llegar a ese
fin, ni palabras sacramentales, ni formulas, ni talismanes, ni signo material alguno.
Los malos Espíritus se ríen de ellos y se complacen a menudo en indicarlos, y
tienen siempre cuidado de llamarlos infalibles para mejor captarse la confianza
de aquellos de quienes pretenden abusar; porque entonces, estos, confiando en
la virtud del proceder, se entregan a él sin temor. Antes de esperar dominar a los malos Espíritus,
es menester dominarse a sí mismo. De todos los medios para adquirir
fuerza para conseguirlo, el más eficaz es la
voluntad secundada por la oración; la oración de corazón, se
entiende, y no palabras en las cuales toma más parte la boca que el pensamiento.
Es menester rogar a nuestro ángel guardián y a los buenos Espíritus que nos
asistan en la lucha; pero no basta pedirles que aparten a los malos Espíritus,
es necesario acordarse de esta máxima, ‘Ayúdate,
y el cielo te ayudará’, y pedirles, sobre todo, la fuerza que nos falta
para vencer nuestras malas inclinaciones, que son para nosotros peores que los
malos Espíritus, pues estas inclinaciones
son las que los atraen, como la corrupción atrae a las aves de
rapiña.
Rogar por el Espíritu Obsesor,
es devolverle bien por mal, y esto es ya una superioridad. Con perseverancia se acaba, en las más de las veces, por guiarlo de nuevo
a mejores sentimientos y se consigue hacer de un perseguidor un agradecido.
En resumen,
la oración
ferviente y los esfuerzos serios para mejorarse, son los únicos medios de
alejar los malos Espíritus, los cuales reconocen a sus maestros, en aquellos
que practican el bien, mientras que las formulas les causan risa, la cólera y
la impaciencia los excitan. Es menester cansarlos mostrándose más paciente que
ellos.
Pero
algunas veces sucede que la subyugación aumenta hasta el punto de paralizar la
voluntad del obsesado y no puede esperarse de su parte ningún concurso serio. Entonces es cuando es necesaria la intervención de un
tercero, sea por la oración, sea por la acción magnética; pero la
potencia de esta intervención depende también del ascendiente moral que los
interventores pueden adquirir sobre los Espíritus, pues si no valen más que
ellos, la acción es estéril. La acción magnética, en este caso,
tiene por objeto impregnar en el fluido del obsesado otro mejor y arrojar el
del mal Espíritu; cuando el magnetizador opera, debe tener el doble objeto de
oponer una fuerza moral a otra moral y producir sobre el individuo, una especie
de reacción química, y sirviéndonos de una comparación material, diremos, sacar
un fluido. Con esto, no solamente opera un cambio saludable, sino también, da
fuerza a los órganos debilitados por un largo, y a menudo riguroso, apoderamiento.
Se comprende, por otra parte, que la potencia de la acción fluídica está en
razón directa, no solamente de la energía de la
voluntad, sino sobre todo de la calidad del
fluido introducido, y después de lo
que hemos dicho, esta cualidad depende de la instrucción y de las cualidades
morales del magnetizador; de lo que se deduce que un magnetizador ordinario que
obrara maquinalmente para magnetizar, pura y simplemente, produciría poco o
ningún efecto: es absolutamente
necesario un magnetizador espiritista, que obra con conocimiento, con la
intención de producir, no el sonambulismo o una curación orgánica, sino los efectos
que acabamos de describir.
Por otra parte, es evidente que una acción magnética dirigida en
este sentido, no puede ser sino muy útil, en el caso de obsesión ordinaria,
porque entonces, si el magnetizador
esta secundado por la voluntad del obsesado, el Espíritu es combatido por dos
adversarios en vez de uno.
Es preciso
decir también que se achaca a Espíritus extraños malos hechos, de lo cuales son
inocentes: ciertos estados de enfermedad y ciertas aberraciones que se
atribuyen a una causa oculta, son algunas veces simplemente causa del Espíritu
del individuo. Las contrariedades que más ordinariamente se han concentrado en
sí mismo, los pesares amorosos, sobre todo, han hecho cometer muchos actos
excéntricos que se haría mal, en darles el carácter de obsesiones.
Muchas
veces se es Obsesor de sí mismo. Añadiremos, en fin, que ciertas obsesiones
tenaces, sobre todo en
personas que las merecen, forman algunas veces parte de las pruebas
a que están sometidas. "Y aun algunas veces sucede también que la
obsesión, cuando
es simple, es una tarea impuesta al obsesado, el cual debe trabajar
para el mejoramiento del Obsesor, como un padre para el de un hijo
vicioso". (Recomendamos de nuevo, para más detalles, El Libro de los Médiums).
La oración
es generalmente un poderoso medio para ayudar a libertarse los obsesados; pero
no es la oración de palabra, dicha con indiferencia y como una fórmula trivial,
que puede ser eficaz en caso semejante: es necesario una fervorosa oración, que
al mismo tiempo sea una especie de magnetización
mental; por el
pensamiento se puede dirigir sobre el paciente una corriente fluídica saludable,
cuya potencia está en razón de la intención. La oración no tiene, pues, solamente
por efecto el invocar un socorro extraño, sino también el ejercer una acción
fluídica.
Lo que una
persona no puede hacer sola, muchas personas unidas de intención en una oración
colectiva y reiterada, lo pueden casi siempre, porque la potencia de acción aumenta
con el número.
59. La ineficacia del exorcismo, en el caso de posesión, está probada
por la experiencia, y está probado que la mayor parte de las veces en lugar de
disminuir el mal, lo aumenta.
La razón
de esto es que la influencia esta enteramente en el ascendiente moral ejercido
sobre los malos Espíritus y no en un acto exterior, cuya virtud consiste en
palabras y signos. El exorcismo consiste en ceremonias y formulas de las cuales
se ríen los malos Espíritus, mientras que ceden ante la superioridad moral que
se les impone; ven que se les quiere dominar por medios impotentes, que se
figuran intimarlo con un vano aparato, y por lo mismo se empeñan en hacerse mas
fuertes, y así redoblan sus esfuerzos; son como el caballo asombradizo que
arroja por el suelo al jinete inhábil y se rinde cuando encuentra uno firme y
experto; aquí pues, el fuerte es el hombre de más puro corazón, porque a él, le
oyen más los buenos Espíritus.
60. Lo que un buen Espíritu puede hacer sobre un
individuo, muchos Espíritus pueden hacerlo simultáneamente sobre varios
individuos y dar a la obsesión, un carácter epidémico. Una nube de Espíritus
puede invadir una localidad y manifestarse en ella de diversos modos.
En una
epidemia de esta especie se encontraban en Judea en tiempo de Cristo; pues
Cristo, por su inmensa superioridad moral, tenía sobre los demonios, o malos
Espíritus, tal autoridad que le bastaba mandarles retirar para que lo hicieran,
y no empleaba para esto ni signos ni formulas.
61. El Espiritismo está fundado en la observación
de hechos, resultado de las relaciones entre el mundo visible y el invisible.
Estos hechos, como están en la naturaleza, se han producido en todas las pocas;
y donde sobre todo abundan, es en los libros sagrados de todas las religiones,
porque han servido de base a la mayor parte de las creencias.
Sí la
Biblia y los Evangelios ofrecen tantos pasajes obscuros, es por falta de comprensión,
los cuáles han sido interpretados en sentidos tan diferentes; el Espiritismo es
la clave que debe facilitar su comprensión.
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Veamos la definición de la "Obsesión", según el Libro de Génesis Espiritista, codificado, escrito y publicado por Allan Kardec el 6 de enero de 1868, capitulo XIV, que habla de los Fluidos Cósmicos Universales y Vitales :
44.—Es
fenómeno muy frecuente en la mediumnidad, la aptitud de ciertos médiums para
escribir en idiomas que les son desconocidos, y tratar sea de palabra o por
escrito materias que están enteramente fuera del círculo de sus conocimientos.
No es raro ver algunos que escriben de corrido sin saber escribir, otros que
componen poesías sin haber sabido hacer un verso en toda su vida; y otros que
dibujan, pintan, tallan y esculpen, componen música y tocan algún instrumento
sin haber tenido nociones de dibujo, pintura, escultura ni música. Es muy
frecuente que un médium escribiente reproduzca con una semejanza tal que puedan
llegar a confundirse, el carácter de letra y la firma que era propia al
Espíritu que por él se comunica, aunque no le hubiera jamás conocido.
Éstos fenómenos no son más maravillosos, que
el ver escribir a un niño cuándo se le guía la mano; por cuyo medio se le puede
hacer ejecutar lo que se quiera, así como se puede hacer escribir a cualquiera
en un idioma desconocido para él, haciéndole trazar letra por letra las
palabras que se desea.
Se comprende que puede suceder lo mismo en
la mediumnidad, sí
se atiende a la manera con que los Espíritus se comunican con los médiums, los
cuales no son para ellos en realidad, más que instrumentos pasivos. Pero si el
médium posee el mecanismo, si ha vencido
las dificultades prácticas, si las expresiones le son familiares, si en fin,
hay en su cerebro elementos de lo que el Espíritu le quiere hacer ejecutar, se
encuentra en el caso del hombre que sabe leer y escribir corrientemente;
el trabajo es más fácil y más rápido, el Espíritu no tiene
que hacer otra cosa que transmitir el pensamiento, y su intérprete lo reproduce
por los medios de que dispone.
La aptitud de un médium para cosas que le
son extrañas depende a veces de los conocimientos que ha poseído en otra
existencia, y de los cuales su Espíritu conserva la intuición; Si ha sido poeta
o músico, por ejemplo,
le será más fácil asimilarse el pensamiento musical y poético que se le quiere
hacer reproducir.
El
idioma que ignora hoy, puede haberle sido familiar en otra existencia, y de ahí
para él una aptitud mayor para escribir medianimicamente en este idioma. (1).
(1) La aptitud de ciertas personas para
aprender idiomas que pronto les son tan familiares, como si fueran el suyo propio, no reconoce otra causa que un recuerdo intuitivo de lo
que supieron en otra existencia. El ejemplo del poeta Mery referido en la Revue Spirite de Noviembre de 1864 es
una prueba palmaria de esto. Es evidente que si Mery hubiese sido médium en su
juventud, hubiera escrito en latín también como en francés, y se hubiera tenido
por un prodigio.
45.—Los
malos Espíritus pululan sobre la tierra a causa de la inferioridad moral de sus
habitantes; su acción maléfica es causa en parte de las miserias a que la
humanidad está sujeta. La obsesión que es uno de los efectos de esta acción,
así como las enfermedades y tantas otras tribulaciones de la vida, deben
considerarse como una prueba o una expiación, y aceptarse como tal.
La obsesión,
que es la acción persistente que un Espíritu malo ejerce sobre una persona;
presenta caracteres muy diferentes, desde la simple influencia moral sin
señales exteriores sensibles hasta la turbación completa
del organismo y de las facultades mentales.
La obsesión oblitera todas las facultades
medianímicas; en la mediumnidad auditiva y psicográfica se traduce por la obstinación
de un Espíritu en manifestarse con exclusión de todos los demás.
46
—Del mismo modo que las enfermedades son el resultado de las imperfecciones
físicas que hacen al cuerpo accesible a las influencias externas perniciosas, así
la obsesión lo es de una imperfección moral que suministra asidero, por decirlo
así, a un mal Espíritu. A una causa física se opone una fuerza física, y a una causa
moral hay que oponerle una fuerza moral. Para preservarse de las enfermedades,
se robustece o conforta el cuerpo; para preservarse de la obsesión hay que
confortar y robustecer el alma, y de ahí para él obsesado la necesidad de
trabajar en su mejoramiento; lo cual basta a menudo para desembarazarse del Espíritu
Obsesor sin necesidad de intervención de personas extrañas. Esta intervención
es precisa cuando la obsesión degenera en subyugación y posesión, porque en
estos casos el paciente suele perder la voluntad y el libre albedrío.
La obsesión suele ser efecto de la venganza
de un Espíritu, y la mayor parte de las veces tienen su origen en las
relaciones que el paciente ha tenido con él en otra existencia.
En los casos de obsesión grave, el paciente
está como envuelto e impregnado por un fluido pernicioso que neutraliza la acción
de los fluidos saludables y los repele, y es de este fluido de lo que hay que
desembarazarle. Un fluido malo no puede ser expulsado por otro
de la misma clase, y por una acción idéntica a la del médium
curativo en los casos de enfermedad, hay que expeler el fluido malo con el
auxilio de un fluido mejor.
Esta acción casi mecánica no es siempre
suficiente; es preciso también, y aún preferente influir sobre el ser inteligente,
por quien tenga autoridad para hacerlo; esta autoridad sólo la da la superioridad
moral, y cuanto mayor es esta superioridad, mayor es la autoridad y fuerza que
puede desplegar sobre el Espíritu Obsesor.
No es esto todo: para asegurar la emancipación
del obsesado, conviene inducir al Espíritu perverso a renunciar a sus malos
designios; conducirle al arrepentimiento y al deseo del bien por medio de
hábiles exhortaciones y en evocaciones hechas ex profeso para procurar su educación
moral, procurándose de este modo la doble satisfacción de libertar a un
encarnado y de convertir al bien a un Espíritu imperfecto.
La tarea es mucho más fácil cuando el
obsesado, comprendiendo su situación, concurre con su voluntad y con la oración.
No es así cuando el obsesado por un Espíritu falaz tiene en gran concepto las
cualidades de su
dominador y se complace en los errores
que este le sugiere; porque entonces en vez de secundar , rehúye o rechaza todo
auxilio. Este es el caso de la fascinación, siempre mucho más rebelde que la subyugación más
violenta. (Libro de los Médiums, Cap. XXIII.).
En todos los casos de obsesión, la oración
es el más poderoso auxiliar para influir sobre el Espíritu Obsesor.
47—En la obsesión, el Espíritu obra exteriormente con
auxilio del periespíritu que identifica con el del encarnado, el cual se
encuentra de este modo enlazado o como cogido en una red, y precisado a obrar
contra su voluntad.
En la posesión, en vez de obrar exteriormente, el Espíritu
libre se sustituye, por decirlo así, al Espíritu encarnado, se domicilia en su
cuerpo sin que el de éste sea desalojado enteramente , puesto que esto sólo tiene
lugar a la muerte del individuo. La posesión es siempre temporal e intermitente,
porque un Espíritu desencarnado no puede ocupar definitivamente el lugar y
puesto de un encarnado, por cuanto la unión molecular del periespíritu y del
cuerpo no puede verificarse sino en el momento de la concepción. (Cap. XI,18.)
El Espíritu, en posesión momentánea del cuerpo, se sirve
de él como si fuera el suyo propio; habla por su boca, ve con sus ojos y se
sirve de sus brazos, como pudiera hacerlo si viviera vida carnal. No sucede lo que
en la mediumnidad parlante en que el Espíritu encarnado transmite el
pensamiento de un Espíritu libre; es este mismo el que habla y acciona; y si se
le hubiera conocido en vida, se le reconocería por su lenguaje, por su voz, por
sus actitudes y hasta por la expresión de su fisonomía.
48.—La
obsesión
es producida siempre por un Espíritu maligno; la
posesión
es a veces producida por un buen Espíritu que quiere
hablar, y para hacer más impresión en sus oyentes, toma el cuerpo de un
encarnado que éste
le presta, como pudiera prestarse un vestido. Esto se verifica sin turbación ni malestar,
y durante este tiempo el poseído se encuentra en libertad como en el estado de emancipación,
y las más de las veces se queda al lado del posesor para escucharle.
Cuándo el Espíritu posesor es malo, las
cosas no pasan de este modo, sino que se apodera del cuerpo del individuo si
este no tiene la fuerza moral suficiente para
resistirle. Lo hace por malignidad y encono hacía
éste, a quién atormenta y martiriza de mil maneras, hasta querer hacerle morir
ya por la estrangulación, ya arrojándole al fuego ya contra otros sitios peligrosos.
Sirviéndose de los miembros y de los órganos del desgraciado paciente, blasfema, injuria y maltrata a los que le rodean y se permite excentricidades y
actos que tienen todos los caractéres de una locura furiosa.
Los hechos de ésta clase en diferentes
grados de intensidad son muy numerosos, y muchos casos de locura no reconocen
otra causa. A veces se complican con desórdenes patológicos que son
consecutivos, y contra los
cuales son importantes los tratamientos médicos, mientras subsiste la causa. El
Espiritismo, al dar a conocer este origen de una parte de las miserias humanas,
indica el medio de remediarlas; el cual consiste en obrar contra el autor del
mal, que siendo un ser inteligente, debe ser tratado por la inteligencia (1).
La obsesión y la posesión son las más de las
veces individuales, pero a veces son también epidémicas. Cuándo una legión de
Espíritus malos se deja caer sobre una población, ocurre lo que cuándo es invadida por
un ejército de enemigos, y en este caso el número de los atacados puede ser
considerable (2).
(1) Ejemplos de curación
de obsesiones y posesiones. Revue Spirite. Diciembre de 1863
Enero de 1864. Junio de 18j4.—Enero de 1865.—Junio de 18
S. Febrero de 1866. Junio de 1867.
(2) Una epidemia
de este género es la que se ensaño hace algunos años en el pueblo de Morzine en
Saboya, cuya historia completa puede verse en la Revue Spirite de Diciembre de 1862, Enero, Febrero, Abril y Mayo de
1863.
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Con mucho honor les presento este tema que nos indica un resumen que sí; es posible la Cura de la Obsesión.