Génesis CAPÍTULO 1, 20 - 45,
§20. —El sólo hecho de la posibilidad de comunicar con los séres del mundo espiritual tiene consecuencias incalculables y de la mayor gravedad: es todo un mundo nuevo que se revela y que tiene tanta mayor importancia cuánto que interesa a todos sin distinción. Éste conocimiento no puede menos de producir, generalizándose, una modificación profunda en las costumbres, carácter, hábitos y creencias que tanto influyenen las relaciones sociales. Es toda una revolución que se verifica en las ideas, tanto más radical y potente,cuánto que no se limita a un pueblo o a una raza,sino que afecta en sus sentimientos más íntimos a todas las clases, a todas las nacionalidades, a todos loscultos. Por éso se considera con razón al Espiritismo como la
Tercera Gran Revelación, veamos en que se diferencian y por que lazos están unidas entre sí.
§21 . —Moisés como profeta ha revelado a los hombres el conocimiento de un sólo Dios, Soberano Señor y Creador de todas las cosas: ha promulgado la ley del Sinaí y echado los cimientos de la verdadera fé. Como hombre, ha sido el legislador del pueblo por quién ésta fé primitiva, depurándose, debía un día esparcirse por toda la haz de la Tierra.
§22. —Jesús-Cristo, tomando de la ley antigua lo que es divino y eterno, y desechando lo que era transitorio, puramente disciplinario y de concepción humana, añade la revelación de la vida futura, de que Moisés no había hablado, y la de las penas y recompensas que aguardan al hombre después de la muerte.
{Véase la Revista Espírita 1861 p.p. 90 y 280.)
§23.—La parte más importante de la revelación del Cristo, en el sentido de que es el principal distintivo y la piedra angular de toda su doctrina, es el nuevo punto de vista bajo que hace considerar a la divinidad. No es el Dios terrible, celoso y vengativo de Moisés; el Dios cruel e implacable que riega la tierra con sangre humana, y ordena la matanza y el exterminio de los pueblos, sin esceptuar a las mujeres, niños, ni ancianos, y que castiga a los que perdonan a las víctimas. No es el Dios injusto que castiga a todo un pueblo por el pecado de su rey; que se venga del culpable en la persona del inocente, y hiere a los hijos por las faltas de sus padres; sino un Dios clemente, soberanamente justo y bueno, lleno de mansedumbre y de misericordia, que perdona al pecador arrepentido y da a cada uno según sus merecimientos. No es el Dios de un sólo pueblo privilegiado, el Dios de los ejércitos que preside los combates para sostener su propia causa contra el Dios de los otros pueblos; sino el padre común del género humano que estiende su proteccion a todos sus hijos y los llama hacía él. No es tampoco el Dios que recompensa y castiga con solos los bienes de la tierra, y que hace consistir la gloria y la felicidad en la dominación y esclavitud de los pueblos rivales y en la multiplicidad de su progenie; sinó que dice a los hombres: «Vuestra verdadera patria no está en este mundo, sino en el cielo; allí es dónde los humildes de corazón serán ensalzados, y abatidos los soberbios.» No es el Dios que hace una virtud de la venganza y manda dar ojo por ojo, y diente por diente; sino el Dios de misericordia, que dice: «Perdonad las injurias, sí quereís que se os perdonen vuestros pecados: devolved bien por mal; no hagaís a otro lo que no querías que hagan con vosotros.» No es ya el Dios mezquino y meticuloso que impone bajo las más rigorosas penas la manera con que quiere ser adorado, y que se ofende por la inobservancia de una fórmula; sino el Dios grande que mira las intenciones y no se honra con las exterioridades. No es, en fin, el Dios que quiere ser temido; sino el Dios que desea ser amado.
§24; —Siendo Dios el fundamento cardinal de toda creencia religiosa y el objeto de todo culto, el carácter de toda religión es conforme a la idea que dan de Dios. Las que hacen de Él un Dios vengativo y cruel, creen honrarle con actos de crueldad, con las hogueras y los tormentos: las que hacen de Él un Dios parcial y celoso, son intolerantes: son más o menos meticulosas, según que le creen más o menos sujeto a las pequeñeces y debilidades humanas.
§25.—Toda la doctrina del Cristo está fundada sobre el carácter que atribuye a la divinidad. Con un Dios imparcial, soberanamente justo, bueno y misericordioso, ha podido hacer del amor de Dios y de la caridad para con el prójimo, la condición única de salvación y decir: «esa es toda la ley y los profetas, y no hay otra.» Sobre ésa creencia sola ha podido basarla igualdad de los hombres ante Dios, y la fraternidad universal.
Ésta revelación de los verdaderos atributos de la divinidad unida a la de la inmortalidad del alma y de la vida futura, modificaba profundamente las relaciones mutuas de los hombres; les imponía nuevas obligaciones; les hacía mirar la vida presente bajo otro aspecto; y debía, por consecuencia, modificar profundamente las costumbres y las relaciones sociales. Éste es incontestablemente por sus consecuencias el punto más capital de la Revelación de Cristo, cuya importancia no se ha comprendido lo bastante. Sensible es decirlo, es el punto en que más se han apartado las creencias y que más se ha desconocido en la interpretación de sus enseñanzas.
§26.—En tanto, Cristo dijo: «muchas cosas de las que os digo, no podéis comprenderlas ahora, y tendría muchas otras que deciros que tampoco comprenderíais, y por éso os hablo en parábolas. Pero más tarde os enviaré el Consolador, el Espíritu de la Verdad que restablecerá todas las cosas y os las explicará.-»
Según sus palabras mismas, su enseñanza no era completa, puesto que anuncia la venida de aquel que debe completarla. Preveía, pues, que no se comprenderían bien sus palabras, que se apartarían los hombres de su enseñanza, en una palabra, que se desharía lo que Él había hecho, pues que toda cosa había de ser restablecida, y no se restablece sino lo que se ha deshecho.
§27.—¿Por qué llama al nuevo Mesías Consolador?
Éste nombre significativo y sin ambigüedad, es toda una Revelación. Preveía que los hombres tendrían necesidad de consuelos, lo que implica la insuficiencia de los que encontrarían en la creencia que iban a formarse.
En ningún caso, quizás, se explicó el Cristo con más claridad y más explícitamente que en éstas últimas palabras, en que pocas personas han fijado la atención, tal vez porque se ha evitado a propósito aclararlas y desentrañar su sentido profético.
§28. —Sí Cristo no ha podido desenvolver su enseñanza de una manera completa, es porque los hombres carecían de los conocimientos necesarios que no podían adquirir sinó con el tiempo, y sin los cuáles no podían comprenderla: hay en ella cosas que hubieran parecido absurdas y sin sentido en el estado de los conocimientos de entonces. Completar su enseñanza debe entenderse, pues, en el sentido de explicar y ampliar, más aún que en el de añadir verdades nuevas; porque todo en ella se encuentra en germen, y sólo falta la clave para comprender el sentido de sus palabras.
§29. —Pero ¿quién es osado a poner la mano en las Escrituras sagradas con ánimo de interpretarlas? ¿Quién tiene ese derecho? ¿Quién posee las luces necesarias para ello, sino los teólogos? ¿Quién ha de ser el osado?... En primer lugar la ciencia que no tiene necesidad del permiso de nadie para dar a conocer las leyes de la naturaleza, y salta a pies juntos por encima de los errores y de las preocupaciones. —¿Quién tiene ese derecho?—En éste siglo de emancipación intelectual y de libertad de conciencia, el derecho de exámen pertenece a todo el mundo, y las Escrituras no son ya el arca santa a que nadie se atrevía a tocar sin exponerse a ser consumido por el fuego del cielo. En cuánto a las luces necesarias, sin negar la competencia a los teólogos, por ilustrados que fuesen los de la edad media, y mucho menos a los Padres de la Iglesia, no lo eran ni lo son bastante aún para condenar como herejía el movimiento de la tierra y la creencia en los antípodas. Y sin volver la vista tan atrás, los de nuestros días ¿no han anatematizado la demostración de los períodos de la formación de la tierra?
Los hombres no han podido explicar las Escrituras sino con el auxilio de lo que sabían, de las nociones falsas e incompletas que tenían acerca de las leyes de la naturaleza reveladas posteriormente por la ciencia.
Por ésto los teólogos más ilustres han podido equivocarse de muy buena fé acerca del sentido de ciertas palabras y de ciertos hechos del Evangelio. Queriendo encontrar a toda costa la confirmación de un pensamiento preconcebido, giraban siempre en el mismo círculo sin dejar su punto de vista, de modo que no veían desde él, sino lo que querían ver; y siendo tan sabios teólogos como eran, no podían comprender las causas dependientes de leyes que no conocían.
¿Pero quién será el juez competente entre las diversas, y a veces contradictorias interpretaciones, dadas fuera de la Teología? El porvenir, la lógica y el buen sentido, los hombres cada vez más ilustrados a medida que nuevos hechos y nuevas leyes vengan a revelarse, sabrán dar lo que corresponde a los extravíos de la imaginación y a la realidad. La ciencia hace conocer ciertas leyes; el Espiritismo hace conocer otras: unas y otras son indispensables para la inteligencia de los textos sagrados de todas las religiones, desde Confucio y Buda hasta el cristianismo. En cuánto a la Teología, no le es permitido en buena ley alegar por vía de excepción y causa de incompetencia, las contradicciones de la ciencia, no estando ella misma conforme siempre consigo.
§30. —El Espiritismo, tomando su punto de partida de las palabras mismas de Cristo, como éste lo tomó de Moisés, es una continuación de su doctrina.
El define los lazos que unen el alma y el cuerpo y levanta el velo que ocultaba a los hombres los misterios del nacimiento y de la muerte. Por el Espiritismo sabe el hombre de dónde viene, a dónde va, para qué está sobre la tierra, porqué sufre en ella temporalmente y vé por todas partes la justicia de Dios. Sabe que el alma progresa sin cesar a través de una série de existencias sucesivas hasta que alcanza el grado de perfección que baste a unirla con Dios.
Sabe que teniendo todas las almas un mismo punto de partida, son creadas iguales, con la misma aptitud para progresar en virtud de su libre albedrío: que todas son de una misma esencia, y que no hay entre ellas otra diferencia que la de los progresos hechos: que todas tienen el mismo destino y han de alcanzar el mismo objetivo más o menos pronto según su trabajo y buena voluntad.
Sabe que no hay criaturas desheredadas, ni más favorecidas unas que otras; que Dios no ha creado ninguna dispensada del trabajo necesario para progresar, ni con medios que se lo faciliten a unas más que a otras; que no las hay, tampoco, condenadas perpétuamente al mal y al dolor, y que las designadas con el nombre de demonios, son espíritus aún atrasados e imperfectos que hacen el mal en estado de espíritus como lo hacían en estado de hombres, pero que han de avanzar y mejorar; que los ángeles o Puros Espíritus no son seres especiales en la creación, sino espíritus que han alcanzado su objetivo después de haber pasado por los tamices del progreso, y por tanto, que no hay creaciones múltiples de diferentes categorías entre los seres inteligentes; sinó que toda la creación depende de la gran ley de unidad que rige al Universo, y que todos los séres gravitan hácia un fin común que es la perfección, sin que los unos sean favorecidos a expensas de los otros, siendo todos hijos de sus obras.
§31 . —Por las relaciones que el hombre puede establecer ahora con los que han dejado la tierra, tiene no sólo la prueba de la existencia y de la individualidad del alma, sino que comprende la solidariedad que une a los vivos y a los muertos de éste mundo, y a los de éste mundo con los de los restantes. Conoce su situación en el mundo de los Espíritus; los sigue en sus emigraciones; es testigo de sus goces y de sus penas; sabe porqué son felices o desgraciados y la suerte que a él mismo le espera según el bien o el mal que haya hecho. Éstas relaciones le inician en la vida futura, que puede observar y estudiar en todas sus faces, en todas sus peripecias. El porvenir no es ya una vaga esperanza: es un hecho positivo, una certidumbre matemática; y así la muerte no tiene ya nada de espantoso, porque para él es la manumision, la puerta de la verdadera vida.
§32. —Por el estudio de la situación de los Espíritus, el hombre sabe que la felicidad y la desgracia en la vida espiritual, son inherentes al grado de perfección o imperfección en que se encuentra; que cada cuál sufre las consecuencias directas y naturales de sus faltas; dicho de otro modo, que es castigado por donde ha pecado; que éstas consecuencias duran tanto cómo la causa que las ha producido; y que el culpable sufriría eternamente, sí eternamente persistiera en el mal; pero que el mal cesa con el arrepentimiento y la reparación. Y cómo depende de cada cuál el mejorarse, puede en virtud de su libre albedrío, prolongar y acortar sus padecimientos, como el enfermo que lleva las molestías consiguientes a los excesos que ha cometido, mientras no se enmienda y no pone coto a los mismos.
§33.—Si la razón repugna, como incompatible con la bondad de Dios, la idea de las penas irremisibles, perpétuas y absolutas, impuestas a menudo por una sóla falta, las penas del infierno que no puede dulcificar el arrepentimiento más ferviente y sincero; se inclina, en cambio, ante ésa justicia distributiva e imparcial que todo lo pesa, que no cierra la puerta al arrepentimiento y tiende sin cesar la mano al náufrago en vez de rechazarle hacía el abismo.
§34. —La pluralidad de las existencias cuya idea ha indicado Cristo en el Evangelio, aunque sin definirla, como con tantas otras ha sucedido, es una de las leyes más importantes reveladas por el Espiritismo, en cuánto demuestra que era una necesidad y es una condición real del progreso. Por medio de ésa ley el hombre se explica todas las anomalías aparentes que ofrece la vida humana: las diferencias de posición social; las muertes prematuras, que sin la reencarnación
harían inútiles para el alma las existencias abreviadas; la desigualdad de las aptitudes intelectuales y morales, por la antigüedad del Espíritu que ha vivido más o ménos, aprendido o progresado poco o mucho y que aporta, al renacer, lo adquirido en sus existencias anteriores. (N.°5.)
§35. —Con la doctrina de la creación del alma a cada nacimiento, se recae en el sistema de las creaciones privilegiadas; los hombres son extraños unos a otros; nada los une; los lazos de familia son puramente carnales; no son los hombres solidarios de un pasado en que no existían. Con la idea de la NADA después de la muerte, toda relación cesa con los que viven, no son solidarios del porvenir. Por la reencarnación son solidarios de lo pasado y para lo porvenir:
sus relaciones se continúan y perpetúan, tanto en el número espiritual como en el corporal; la fraternidad tiene por base las leyes mismas de la naturaleza; el bien tiene un objeto, y el mal, sus consecuencias in evitables.
§36. —Con la reencarnación se desvanecen las preocupaciones de razas y castas, puesto que el mismo Espíritu puede renacer (reencarnar) rico o pobre, gran señor o proletario, amo o criado, libre o esclavo, hombre o mujer. Entre los argumentos aducidos contra la injusticia de la esclavitud, contra la sujeción incondicional de la mujer a la ley del más fuerte, ninguno hay tan fundado en lo lógico y decisivo como el hecho material de la reencarnacion; porque si esta funda en una ley de la naturaleza el principio de la fraternidad universal, resulta establecida sobre la misma ley el de la igualdad de las relaciones sociales y por consecuencia, el de la libertad.
Los hombres no nacen inferiores y subordinados sino por el cuerpo: por el Espíritu son iguales y libres; y de ahí el deber de tratar a los inferiores con bondad, benevolencia y humanidad; porque el que es nuestro subordinado hoy, puede haber sido nuestro igual o nuestro superior, tal vez un pariente o un amigo, y nosotros a nuestra vez los dependientes o subordinados de aquél a quién mandamos.
§37. —Sí se quita al hombre el Espíritu libre, independiente, progresivo y sobreviviendo a la materia, se hará de él una máquina organizada sin objeto propio, sin responsabilidad, sin otro freno que el de la ley civil, y bueno para ser explotado cómo un animal inteligente. Cómo que nada espera para despues de la muerte, nada le contiene para aumentar los goces del presente; sí sufre, no tiene otra perspectiva que la desesperación y para el porvenir, la nada. Con la certidumbre del porvenir, la de encontrar a los que ha amado y con el temor de volver a ver a los que ha ofendido, todas sus ideas cambian. Aún cuándo el Espiritismo no hubiera hecho más que sacar al hombre de la duda respecto a la vida futura, habría hecho, más para su mejoramiento moral, que todas las leyes disciplinarias, que le contienen tal vez, pero no le mejoran.
§ 38.—Sin la preexistencia del alma, la doctrina del pecado original, no sólo es inconciliable con la justicia de Dios, que hace a todos los hombres responsables de la culpa de uno sólo, sinó que seria un absurdo incomprensible, tanto menos justificable cuánto que el alma no existía en la época a que se pretende hacer subir su responsabilidad. Con la preexistencia y la reencarnación, el hombre aporta al nacer el germen de sus imperfecciones pasadas, de los defectos de que no se ha corregido y que se traducen por sus inclinaciones nativas y sus tendencias a tal o cual vicio. Ése es su pecado original verdadero, cuyas consecuencias sufre, aunque con ésta diferencia capital: que sufre la pena de sus propias faltas, y no las <te! "
la falta; de otro; y además, esta circunstancia, a un mismo tiempo consoladora, estimulante y eminentemente equitativa de que cada existencia le ofrece los medios de redimirse por la enmienda y la reparación de los daños que hubiere hecho, y de progresar, ya despojándose de alguna imperfección, ya adquiriendo nuevos conocimientos y virtudes, y ésto, hasta que
suficientemente purificado, no tenga necesidad de la vida corporal, y pueda vivir esclusivamente la vida espiritual, eterna y bienaventurada del Espíritu.
Por la misma razón el que ha progresado moralmente, aporta al renacer cualidades nativas, como el que ha progresado intelectualmente aparta ideas innatas: está identificado con el bien, lo practica sin esfuerzo, sin mira ulterior, y por decirlo así, sin pensar en ella. El que está obligado a combatir sus tendencias, está todavía en guerra: el primero ha vencido ya, el segundo se encuentra en disposición de vencer. Hay, pues, virtud original, como hay saber original; y pecado, o mejor dicho, vicio original, es decir, inclinación, disposición, tendencia natural.
§39.—El Espiritismo experimental ha estudiado las propiedades de los fluidos espirituales y su acción sobre la materia: ha demostrado la existencia del perispiritu, sospechado desde la antigüedad, y designado por San Pablo con el nombre de Cuerpo Espiritual (Se refiere al Periespíritu), es decir, de cuerpo fluídico del alma, después de la destrucción del Cuerpo tangible. Se sabe hoy que ésta envoltura es inseparable del alma, que es uno de los elementos constitutivos del ser humano, el vehículo para la transmisión del pensamiento, y que durante su unión con el cuerpo, sirve de lazo entre el espíritu y la materia. El perispíritu hace un papel tan importante en el organismo y en multitud de afecciones, que se relaciona con la Fisiología tanto como con la Psicología.
§40.—El estudio de las cualidades del perispíritu, de los fluidos espirituales, y de los atributos fisiológicos del alma, abre nuevos horizontes a la ciencia, y dá la clave de multitud de fenómenos inexplicables hasta ahora por no conocerse las leyes que los rigen: fenómenos negados por los materialistas, porque se refieren a la espiritualidad, y calificados por otros de milagros o sortilegios, según sus creencias. Tales son entre otros, los fenómenos de la doble vista, de la vista telescópica, del sonambulismo natural y artificial, de los efectos psíquicos de la catalepsia y de la letargía, de la presciencia, del presentimiento, de las apariciones, de las transfiguraciones, de la transmisión del pensamiento, de la fascinación, de las curaciones instantáneas, de las obsesiones y posesiones, etc. Al demostrad que éstos fenómenos descansan sobre leyes tan naturales como los fenómenos eléctricos, y las condiciones normales en que pueden reproducirse, el Espiritismo destruye el imperio de lo maravilloso y sobre natural, y por consecuencia, la fuente de las supersticiones. Se hace creer en la posibilidad de ciertas cosas reputadas por algunos cómo quiméricas, impide creer en muchas otras supersticiosas, cuya imposibilidad e irracionalidad demuestra.
§41.—El Espiritismo lejos de negar o destruir él
Evangelio, viene por el contrario a explicar, confirmar y desenvolver por las nuevas leyes naturales que revela, todo lo que el Cristo ha dicho y hecho; esclarece los pasajes oscuros de sa enseñanza, de modo que aquellos para quienes ciertos pasajes del Evangelio
eran ininteligibles e inadmisibles, los comprenden fácilmente con auxilio del Espiritismo y los admiten; ven mejor su alcance, y saben distinguir lo que es real de lo que es puramente alegórico: Cristo aparece más grande; deja de ser un filósofo, y resulta un Mesías divino.
§42. —Sí por otra parte se considera el poder moralizador del Espiritismo, por el objeto que asigna a todas las acciones de la vida, por las consecuencias de bien y de mal, que hace palpables, por la fuerza moral, el valor y los consuelos que proporciona en las aflicciones; por una inalterable confianza en el porvenir; por el pensamiento de tener a su lado las personas
amadas, por la seguridad de volverlas a ver, por la posibilidad de conversar con ellas; en fin, por
la certidumbre de que todo lo que se hace, todo lo que se adquiere, en inteligencia, en saber, en moralidad hasta la última hora de la vida, queda adquirido, y aprovecha al adelantamiento, se reconoce que el Espiritismo realiza todas las promesas de Cristo relativas al consolador anunciado. Pero cómo es el Espíritu de verdad el que preside al gran movimiento de la regeneracion, la promesa de su advenimiento se
encuentra asimismo realizada, porque de hecho él es el verdadero consolador (1).
(1) Muchos padres de familia deploran la muerte prematura de hijos por cuya educación han hecho grandes sacrificios, y se dicen que todo ha sido en pura perdida. Con el Espiritismo no tienen que sentir éstos sacrificios y se sentirían dispuestos a hacerlos aún con la certidumbre de ver morir a sus hijos; porque saben que, sí no aprovechan ésta educación por el momento, les ha de servir sin embargo, primero para su adelantamiento como Espíritus, porque otro tanto llevarán para su nuevo estado, y segundo, porque tendrán una provisión intelectual que los hará más aptos para adquirir nuevos conocimientos. Tales son ésos niños que traen ideas innatas, que saben por decirlo así y aprenden sin necesidad casi de que se les enseñe. Sí como padres no tienen la satisfacción inmediata de ver a sus hijos aprovecharse de la educación que les han procurado, saben sin embargo que les ha de servir muchísimo, ya como Espíritus ya también como hombres.
Quizás sean de nuevo padres de ésos mismos niños de quienes se dice felizmente dotados por la naturaleza, yque de en sus aptitudes y felices disposiciones a una educación precedente. Del mismo modo, sí los jovenes se pervierten o malogran por negligencia de los padres, éstos tal vez tendrán que sufrir después los disgustos y pesares que les susciten en otra existencia. (Evang. según el Espiritismo, cap. V, n." 21. Muertes prematuras).
§43.—Si a éstos resultados se añade la rapidez inaudita de la propagación del Espiritismo a pesar de todo lo que se ha hecho por desacreditado, no se puede menos de convenir en que su advenimiento es providencial, puesto que triunfa de todas las fuerzas y obstáculos que le oponen las malas voluntades. La facilidad con que es aceptado por tan gran número sin coacción de ningún género, sin otros medios que el poder de la idea, prueba que responde a una necesidad: la de creer en algo despues del vacío abierto por la incredulidad, y por consecuencia, que ha venido a su tiempo.
§44. —Muchos son los afligidos: no es sorprendente, pues, que tantas gentes acojan una doctrina que consuela, con preferencia a otras que desesperan; porque es a los desheredados más que a los felices de la tierra
a quienes se dirige el Espiritismo. El enfermo ve venir al médico con más alegría que el que se siente bueno.
Más los afligidos son los enfermos y el consolador el médico.
O vosotros, los detractores del Espiritismo, si quereis que se le abandone y os sigan sus partidarios,dadles más y mejor que él: curad con más certidumbre, prontitud y dulzura las incertidumbres del alma. Dadles más consuelos, más satisfacciones, esperanzas más legitimas, afirmaciones más racionales yatractivas. Haced del porvenir un cuadro más seductor y más racional, no penseis prevalecer contra élcon la perspectiva de la nada los unos, y los otros, con la alternativa de las penas del infierno o de unabeatitud inútil y de una contemplación eterna.
§45. —La primera revelación estuvo personificada en Moisés; la segunda en Cristo; la tercera no lo está en individuo alguno: las dos primeras son individuales; la tercera es colectiva, lo que le dá un carácter distintivo de suma importancia. Es colectiva, porque no se ha confiado por privilegio a nadie, y nadie; por consecuencia puede decirse el profeta de ella. Ha sido hecha simultáneamente en toda la tierra, a millares de personas de toda edad, de toda condición, estado y sexo, desde lo más humilde hasta lo más elevado de la escala social, con arreglo a la profecía de Micheas, citada por el autor de los actos de los apóstoles: «En aquellos días, dice el Señor, esparciré mí Espíritu sobre toda carne: profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas; los jóvenes tendrán visiones y los ancianos sueños.»
Además, no ha salido de ningún culto especial: todos, por el contrario, la rechazan, y así debía ser para que pueda servir a todos de campo de conciliacion (1).
(1) Nuestro papel personal en el gran movimiento que se prepara por el Espiritismo, y que principia ya a verificarse, es el de un observador atento que estudia los hechos para investigar la causa y deducir las consecuencia. Hemos confrontado y comprobado todos los que hemos podido recoger, hemos parado y comentado las instrucciones dadas por los Espíritus en todos los puntos del globo y luego los hemos coordinado metódicamente. En una palabra, hemos estudiado y dado al público el fruto de nuestras investigaciones sin atribuir a nuestros trabajos otro valor que el de una obra filosófica deducida de la observación y de la experiencia, sin pretensión alguna, ni aspiracion a pasar por jefe de escuela ni a imponer a nadie nuestras ideas. Al publicarlas, hemos usado de un derecho comun a todos, y los que las han aceptado, lo han hecho libremente. Sí éstas ideas han encontrado muchas simpatías, es porque han tenido la ventaja de responder a las aspiraciones de muchos, de lo cuál haríamos muy mal en envanecernos, porque, en su origen, no nos pertenecen. Nuestro único mérito, sí puede serlo, es el de la perseverancia y la adhesion y la causa que hemos abrazado. Hemos hecho lo que otros muchos hubieran podido hacer del mismo modo, y por tanto jamás ha pasado por nuestra mente la idea de ser tenidos por profetas o mesías y muchísimo menos, la de atribuirnos éste carácter. (Nota del autor.)
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