El libro de Los Espíritus, nos da mucha informacionsobre éste tema. Comencemos con la introduccion, seccion VI, nos dice lo siguiente:
»Los espíritus no pertenecen perpetuamente al mismo orden, sino que todos se perfeccionan pasando por los diferentes grados de la jeraraquía espiritista. Este perfeccionamiento se realiza por medio de la encarnación, impuesta como expiación a unos, y como misión a otros. La vida material es una prueba que deben sufrir repetidas veces, hasta que alcanzan la perfección absoluta; una especie de tamiz o depuratorio del que salen más o menos purificados.
»Pero nos enseñan también que no hay faltas irremísíbies y que no pueden ser borradas por la expiación. El medio de conseguirlo lo encuentra el hombre en las diferentes existencias que le permiten avanzar, según sus deseos y esfuerzos, en el camino del progreso y hacia la perfección que es su objeto final. »
Los Espíritus Puros y Perfectos, no reencarnan más...
Primer orden. Espíritus puros
#112. Caracteres generales. Influencia de la materia, nula; superioridad intelectual y moral, absoluta con respecto a los espíritus de los otros órdenes.
#113. Primera y única clase. Han recorrido todos los giados de la escala y se han despojado de todas las impurezas de la materia. Habiendo alcanzado la suma de perfección de que es susceptible la criatura, no han de sufrir pruebas ni expiaciones, y no estando obligados a la reencarnación en cuerpos perecederos viven la vida eterna en el seno de Dios.
Gozan de una dicha inalterable, porque no sienten las necesidades ni están expuestos a las vicisitudes de la vida material; pero aquella dicha no consiste en la ociosidad monótona de una contemplación perpetua. Son mensajeros y ministros de Dios, cuyas órdenes, acerca de la conservación de la armonía universal, ejecutan; mandan a todos los espíritus que les son inferiores, les ayudan a perfeccionarse y les señalan su misión. Para ellos, es ocupación agradable la de asistir a los hombres en sus apuros y excitarlos al bien o a la expiación de las faltas que les alejan de la felicidad suprema. Se les designa a veces con los nombres de ángeles, arcángeles o serafines.
CAPÍTULO II LA ENCARNACIÓN DE LOS ESPÍRITUS Objeto de la encarnación. - Del alma. - Materialismo OBJETIVO DE LA ENCARNACIÓN 132. ¿Cuál es el objetivo de la encarnación de los espíritus? «Dios se la impone con objeto de hacerles llegar a la perfección, y para unos es una expiación, y para otros una misión. Pero para llegar a la perfección, deben su¡rir todas las ulcisitudes de la existencia corporal. En esto consiste la expiación. La encarnación tiene también otro objeto, y es el de poner el espíritu en disposición de cumplir su tarea en la obra de la creación, para cuya realización toma en cada mundo un cuerpo en armonía con la materia esencial de aquél, y ejecutar, bajo este aspecto, las órdenes de Dios; de manera, que concurriendo a la obra general. el espíritu progrese también». La acción de los seres corporales es necesaria a la marcha del universo; pero Dios en su sabiduría ha querido que esta misma acción les sirviese de medio de progreso y de aproximación a él. Asi es, como por una ley admirable de su providencia, todo se encadena y todo es solidario en la naturaleza. 133. Los espíritus que desde el principio han seguido el camino del bien, ¿necesitan la encarnación? «Todos ellos son creados sencillos e ignorantes, y se instruyen en las luchas y tribulaciones corporales. Dios, que es justo, no podía hacer a unos dichosos sin pena y sin trabajo. y sin mérito por consiguiente». -¿Y de qué sirve entonces a los espíritus haber seguido el camino del bien, si no les exime de las penas de la vida corporal? «Llegan más pronto al fin, y además, las penas de la vida son con frecuencia resultado de la imperfección del espíritu. Mientras menos imperfecto es, menos tormentos sufre, y el que no es envidioso, celoso, avaro, ni ambicioso, no sufrirá los tormentos que de estos defectos se originan».
[Libro del Cielo y el Infierno, codificado, escrito y publicado por Allan Kardec en el año 1865]., define la Expiacion de la siguiente manera: 'La expiación consiste en los padecimientos físicos y morales que son la consecuencia de la falta cometida, sea en la vida presente o después de la muerte, en la vida espiritual, o bien en una nueva existencia corporal, hasta que los últimos vestigios de la falta hayan desaparecido... '
16º.) El arrepentimiento es el primer paso hacia el mejoramiento; pero no es suficiente, pues aún son necesarias la expiación y la reparación. Arrepentimiento, expiación y reparación son las tres condiciones necesarias para borrar las huellas de una falta y sus consecuencias. El arrepentimiento atenúa los dolores de la expiación, y abre a través de la esperanza el camino hacia la rehabilitación. No obstante, sólo la reparación puede anular el efecto, al destruir la causa. De lo contrario, el perdón sería una gracia y no una anulación de las faltas cometidas.
17º.) El arrepentimiento puede producirse en todas partes y en cualquier momento. Si es tardío, el culpable sufrirá durante mucho más tiempo. La expiación consiste en los padecimientos físicos y morales que son la consecuencia de la falta cometida, sea en la vida presente o después de la muerte, en la vida espiritual, o bien en una nueva existencia corporal, hasta que los últimos vestigios de la falta hayan desaparecido. La reparación consiste en hacer el bien a aquél a quién se había hecho daño. Quién no repara sus errores en esta vida, por debilidad o mala voluntad, en una existencia posterior volverá a ponerse en contacto con las MISMAS personas a quienes perjudicó, y en condiciones elegidas por él mismo, a fin de demostrarles su dedicación y hacerles tanto bien como mal les haya hecho. No todas las faltas acarrean un perjuicio directo y efectivo. En ese caso, la reparación se verifica si se lleva a cabo lo que debía hacerse y no se hizo, si se cumplen los deberes que se descuidaron o despreciaron, y las misiones en las que se fracasó; si se practica el bien que compense el mal que se hizo, es decir, cuando se es humilde si se ha sido orgulloso, amable si se ha sido cruel, caritativo si se ha sido egoísta, benévolo si se ha sido perverso, trabajador si se ha sido ocioso, útil si se ha sido inútil, mesurado si se ha sido disoluto, ejemplar si se ha sido rebelde, etc. Así progresa el Espíritu, aprovechando su propio pasado.23 Comentario 23. La necesidad de la reparación es un principio de rigurosa justicia, y se puede considerar como la verdadera ley de rehabilitación moral de los Espíritus. Hasta el momento, es una doctrina que ninguna religión ha proclamado. Con todo, algunas personas la rechazan porque encuentran más cómodo librarse de sus malas acciones con un simple arrepentimiento, mediante la ayuda de algunas fórmulas que sólo cuestan unas pocas palabras. Como creen que con eso han cumplido, sólo más adelante verán que no era suficiente. Podríamos preguntarles si el principio del que se valen también ha sido consagrado por la ley humana, y si la justicia de Dios puede ser inferior a la de los hombres. Más aún, les preguntaríamos si se darían por satisfechas en caso de que un individuo que abusó de su confianza se limitara a decirles que lo lamenta infinitamente. ¿Por qué retrocederían ante una obligación que todo hombre honesto se impone como deber, y que cumple en la medida de sus fuerzas? 18º.) Los Espíritus imperfectos son excluidos de los mundos felices, en los que perturbarían la armonía. Permanecen en los mundos inferiores, donde expían sus faltas mediante las tribulaciones de la vida, y se purifican de sus imperfecciones hasta que merezcan encarnar en mundos más adelantados, moral y físicamente. Si se puede concebir un lugar de castigo circunscripto, ese lugar se encuentra en los mundos de expiación, pues alrededor de esos mundos pululan los Espíritus imperfectos desencarnados, a la espera de nuevas existencias que, al permitirles reparar el mal que han hecho, los ayuden a progresar. 19º.) Como el Espíritu conserva siempre el libre albedrío, en algunas ocasiones su mejoramiento es lento, y muy tenaz su obstinación en el mal. En ese estado puede persistir durante años y siglos. No obstante, llega por fin un momento en el que su obstinación en desafiar la justicia de Dios se doblega ante el sufrimiento, y en el que reconoce, a despecho de su soberbia, el poder superior que lo domina. Entonces, a partir de que se manifiestan en él los primeros indicios de arrepentimiento, Dios le hace vislumbrar la esperanza. Ningún Espíritu se halla en la condición de no mejorar nunca. De otro modo, estaría fatalmente destinado a una eterna inferioridad, así como excluido de la ley del progreso, que rige providencialmente a todas las criaturas. 20º.) Sea cual fuere el grado de inferioridad y la perversidad de los Espíritus, Dios nunca los abandona. Todos tienen un ángel de la guarda que vela por ellos, que vigila los movimientos de sus almas y se esfuerza por infundirles buenos pensamientos, así como el deseo de progresar y reparar, en una nueva existencia, el mal que han cometido. Sin embargo, el guía protector a menudo interviene de una manera encubierta, y no ejerce ninguna presión. El Espíritu debe progresar por efecto de su propia voluntad, y no por algún tipo de coacción. Procede bien o mal en virtud de su libre albedrío, sin que sea fatalmente impulsado en un sentido u otro. Si persiste en el mal, sufrirá las consecuencias tanto tiempo como siga en ese camino. A partir del instante en que dé un paso en dirección al bien, experimentará de inmediato sus efectos bienhechores. Cuando la perspectiva de reparación sea inculcada en la creencia de las masas, constituirá un freno mucho más poderoso que el del Infierno y las penas eternas, porque atañe a la vida en su plena actualidad, y porque el hombre comprenderá la razón de ser de las circunstancias penosas que atraviesa. (N. de Allan Kardec.) OBSERVACIÓN – Sería un error suponer que, en virtud de la ley del progreso, la certeza de que tarde o temprano se alcanzará la perfección y la felicidad podría estimular al Espíritu a perseverar en el mal, toda vez que se arrepintiera posteriormente. En primer lugar, porque el Espíritu inferior no divisa el término de su situación. En segundo lugar, porque el Espíritu, como es el artífice de su propia desdicha, acaba por comprender que de él depende hacerla cesar; que será tanto más desdichado cuanto más tiempo persevere en el mal, y que el sufrimiento nunca cesará si él mismo no le pone un límite. Por consiguiente, aquella suposición constituiría un cálculo equivocado, de cuyas consecuencias el Espíritu sería la primera víctima. Por otra parte, de acuerdo con el dogma de las penas irremisibles, si al Espíritu le está vedada definitivamente toda esperanza, no tendrá ningún interés en retornar al bien, pues no le significaría ningún beneficio. Ante esa ley fracasa también la objeción basada en la presciencia divina. Es cierto que, al crear un alma, Dios sabe si esta, en virtud de su libre albedrío, elegirá o no el camino del bien, y sabe que será castigada si comete el mal; pero sabe también que ese castigo temporario es un medio para hacer que comprenda su error y para conducirla al camino del bien, al que tarde o temprano ingresará. En cambio, según la doctrina de las penas eternas, Dios sabe que esa alma fracasará, de modo que es condenada por anticipado a torturas que no tendrán fin. 21º.) Cada uno es responsable de sus propias faltas. Nadie padece a consecuencia de las faltas ajenas, a no ser que las haya causado, sea porque las provocó mediante el ejemplo, o porque no las impidió cuando pudo haberlo hecho. Así, por ejemplo, el suicida siempre es castigado; pero aquel que, por su crueldad, empujó a alguien a la desesperación y luego al suicidio, sufre una pena aún mayor.
http://soyespirita.blogspot.com/2016/03/codigo-penal-de-la-vida-futura.html
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»Los espíritus no pertenecen perpetuamente al mismo orden, sino que todos se perfeccionan pasando por los diferentes grados de la jeraraquía espiritista. Este perfeccionamiento se realiza por medio de la encarnación, impuesta como expiación a unos, y como misión a otros. La vida material es una prueba que deben sufrir repetidas veces, hasta que alcanzan la perfección absoluta; una especie de tamiz o depuratorio del que salen más o menos purificados.
»Pero nos enseñan también que no hay faltas irremísíbies y que no pueden ser borradas por la expiación. El medio de conseguirlo lo encuentra el hombre en las diferentes existencias que le permiten avanzar, según sus deseos y esfuerzos, en el camino del progreso y hacia la perfección que es su objeto final. »
Los Espíritus Puros y Perfectos, no reencarnan más...
Primer orden. Espíritus puros
#112. Caracteres generales. Influencia de la materia, nula; superioridad intelectual y moral, absoluta con respecto a los espíritus de los otros órdenes.
#113. Primera y única clase. Han recorrido todos los giados de la escala y se han despojado de todas las impurezas de la materia. Habiendo alcanzado la suma de perfección de que es susceptible la criatura, no han de sufrir pruebas ni expiaciones, y no estando obligados a la reencarnación en cuerpos perecederos viven la vida eterna en el seno de Dios.
Gozan de una dicha inalterable, porque no sienten las necesidades ni están expuestos a las vicisitudes de la vida material; pero aquella dicha no consiste en la ociosidad monótona de una contemplación perpetua. Son mensajeros y ministros de Dios, cuyas órdenes, acerca de la conservación de la armonía universal, ejecutan; mandan a todos los espíritus que les son inferiores, les ayudan a perfeccionarse y les señalan su misión. Para ellos, es ocupación agradable la de asistir a los hombres en sus apuros y excitarlos al bien o a la expiación de las faltas que les alejan de la felicidad suprema. Se les designa a veces con los nombres de ángeles, arcángeles o serafines.
CAPÍTULO II LA ENCARNACIÓN DE LOS ESPÍRITUS Objeto de la encarnación. - Del alma. - Materialismo OBJETIVO DE LA ENCARNACIÓN 132. ¿Cuál es el objetivo de la encarnación de los espíritus? «Dios se la impone con objeto de hacerles llegar a la perfección, y para unos es una expiación, y para otros una misión. Pero para llegar a la perfección, deben su¡rir todas las ulcisitudes de la existencia corporal. En esto consiste la expiación. La encarnación tiene también otro objeto, y es el de poner el espíritu en disposición de cumplir su tarea en la obra de la creación, para cuya realización toma en cada mundo un cuerpo en armonía con la materia esencial de aquél, y ejecutar, bajo este aspecto, las órdenes de Dios; de manera, que concurriendo a la obra general. el espíritu progrese también». La acción de los seres corporales es necesaria a la marcha del universo; pero Dios en su sabiduría ha querido que esta misma acción les sirviese de medio de progreso y de aproximación a él. Asi es, como por una ley admirable de su providencia, todo se encadena y todo es solidario en la naturaleza. 133. Los espíritus que desde el principio han seguido el camino del bien, ¿necesitan la encarnación? «Todos ellos son creados sencillos e ignorantes, y se instruyen en las luchas y tribulaciones corporales. Dios, que es justo, no podía hacer a unos dichosos sin pena y sin trabajo. y sin mérito por consiguiente». -¿Y de qué sirve entonces a los espíritus haber seguido el camino del bien, si no les exime de las penas de la vida corporal? «Llegan más pronto al fin, y además, las penas de la vida son con frecuencia resultado de la imperfección del espíritu. Mientras menos imperfecto es, menos tormentos sufre, y el que no es envidioso, celoso, avaro, ni ambicioso, no sufrirá los tormentos que de estos defectos se originan».
[Libro del Cielo y el Infierno, codificado, escrito y publicado por Allan Kardec en el año 1865]., define la Expiacion de la siguiente manera: 'La expiación consiste en los padecimientos físicos y morales que son la consecuencia de la falta cometida, sea en la vida presente o después de la muerte, en la vida espiritual, o bien en una nueva existencia corporal, hasta que los últimos vestigios de la falta hayan desaparecido... '
16º.) El arrepentimiento es el primer paso hacia el mejoramiento; pero no es suficiente, pues aún son necesarias la expiación y la reparación. Arrepentimiento, expiación y reparación son las tres condiciones necesarias para borrar las huellas de una falta y sus consecuencias. El arrepentimiento atenúa los dolores de la expiación, y abre a través de la esperanza el camino hacia la rehabilitación. No obstante, sólo la reparación puede anular el efecto, al destruir la causa. De lo contrario, el perdón sería una gracia y no una anulación de las faltas cometidas.
17º.) El arrepentimiento puede producirse en todas partes y en cualquier momento. Si es tardío, el culpable sufrirá durante mucho más tiempo. La expiación consiste en los padecimientos físicos y morales que son la consecuencia de la falta cometida, sea en la vida presente o después de la muerte, en la vida espiritual, o bien en una nueva existencia corporal, hasta que los últimos vestigios de la falta hayan desaparecido. La reparación consiste en hacer el bien a aquél a quién se había hecho daño. Quién no repara sus errores en esta vida, por debilidad o mala voluntad, en una existencia posterior volverá a ponerse en contacto con las MISMAS personas a quienes perjudicó, y en condiciones elegidas por él mismo, a fin de demostrarles su dedicación y hacerles tanto bien como mal les haya hecho. No todas las faltas acarrean un perjuicio directo y efectivo. En ese caso, la reparación se verifica si se lleva a cabo lo que debía hacerse y no se hizo, si se cumplen los deberes que se descuidaron o despreciaron, y las misiones en las que se fracasó; si se practica el bien que compense el mal que se hizo, es decir, cuando se es humilde si se ha sido orgulloso, amable si se ha sido cruel, caritativo si se ha sido egoísta, benévolo si se ha sido perverso, trabajador si se ha sido ocioso, útil si se ha sido inútil, mesurado si se ha sido disoluto, ejemplar si se ha sido rebelde, etc. Así progresa el Espíritu, aprovechando su propio pasado.23 Comentario 23. La necesidad de la reparación es un principio de rigurosa justicia, y se puede considerar como la verdadera ley de rehabilitación moral de los Espíritus. Hasta el momento, es una doctrina que ninguna religión ha proclamado. Con todo, algunas personas la rechazan porque encuentran más cómodo librarse de sus malas acciones con un simple arrepentimiento, mediante la ayuda de algunas fórmulas que sólo cuestan unas pocas palabras. Como creen que con eso han cumplido, sólo más adelante verán que no era suficiente. Podríamos preguntarles si el principio del que se valen también ha sido consagrado por la ley humana, y si la justicia de Dios puede ser inferior a la de los hombres. Más aún, les preguntaríamos si se darían por satisfechas en caso de que un individuo que abusó de su confianza se limitara a decirles que lo lamenta infinitamente. ¿Por qué retrocederían ante una obligación que todo hombre honesto se impone como deber, y que cumple en la medida de sus fuerzas? 18º.) Los Espíritus imperfectos son excluidos de los mundos felices, en los que perturbarían la armonía. Permanecen en los mundos inferiores, donde expían sus faltas mediante las tribulaciones de la vida, y se purifican de sus imperfecciones hasta que merezcan encarnar en mundos más adelantados, moral y físicamente. Si se puede concebir un lugar de castigo circunscripto, ese lugar se encuentra en los mundos de expiación, pues alrededor de esos mundos pululan los Espíritus imperfectos desencarnados, a la espera de nuevas existencias que, al permitirles reparar el mal que han hecho, los ayuden a progresar. 19º.) Como el Espíritu conserva siempre el libre albedrío, en algunas ocasiones su mejoramiento es lento, y muy tenaz su obstinación en el mal. En ese estado puede persistir durante años y siglos. No obstante, llega por fin un momento en el que su obstinación en desafiar la justicia de Dios se doblega ante el sufrimiento, y en el que reconoce, a despecho de su soberbia, el poder superior que lo domina. Entonces, a partir de que se manifiestan en él los primeros indicios de arrepentimiento, Dios le hace vislumbrar la esperanza. Ningún Espíritu se halla en la condición de no mejorar nunca. De otro modo, estaría fatalmente destinado a una eterna inferioridad, así como excluido de la ley del progreso, que rige providencialmente a todas las criaturas. 20º.) Sea cual fuere el grado de inferioridad y la perversidad de los Espíritus, Dios nunca los abandona. Todos tienen un ángel de la guarda que vela por ellos, que vigila los movimientos de sus almas y se esfuerza por infundirles buenos pensamientos, así como el deseo de progresar y reparar, en una nueva existencia, el mal que han cometido. Sin embargo, el guía protector a menudo interviene de una manera encubierta, y no ejerce ninguna presión. El Espíritu debe progresar por efecto de su propia voluntad, y no por algún tipo de coacción. Procede bien o mal en virtud de su libre albedrío, sin que sea fatalmente impulsado en un sentido u otro. Si persiste en el mal, sufrirá las consecuencias tanto tiempo como siga en ese camino. A partir del instante en que dé un paso en dirección al bien, experimentará de inmediato sus efectos bienhechores. Cuando la perspectiva de reparación sea inculcada en la creencia de las masas, constituirá un freno mucho más poderoso que el del Infierno y las penas eternas, porque atañe a la vida en su plena actualidad, y porque el hombre comprenderá la razón de ser de las circunstancias penosas que atraviesa. (N. de Allan Kardec.) OBSERVACIÓN – Sería un error suponer que, en virtud de la ley del progreso, la certeza de que tarde o temprano se alcanzará la perfección y la felicidad podría estimular al Espíritu a perseverar en el mal, toda vez que se arrepintiera posteriormente. En primer lugar, porque el Espíritu inferior no divisa el término de su situación. En segundo lugar, porque el Espíritu, como es el artífice de su propia desdicha, acaba por comprender que de él depende hacerla cesar; que será tanto más desdichado cuanto más tiempo persevere en el mal, y que el sufrimiento nunca cesará si él mismo no le pone un límite. Por consiguiente, aquella suposición constituiría un cálculo equivocado, de cuyas consecuencias el Espíritu sería la primera víctima. Por otra parte, de acuerdo con el dogma de las penas irremisibles, si al Espíritu le está vedada definitivamente toda esperanza, no tendrá ningún interés en retornar al bien, pues no le significaría ningún beneficio. Ante esa ley fracasa también la objeción basada en la presciencia divina. Es cierto que, al crear un alma, Dios sabe si esta, en virtud de su libre albedrío, elegirá o no el camino del bien, y sabe que será castigada si comete el mal; pero sabe también que ese castigo temporario es un medio para hacer que comprenda su error y para conducirla al camino del bien, al que tarde o temprano ingresará. En cambio, según la doctrina de las penas eternas, Dios sabe que esa alma fracasará, de modo que es condenada por anticipado a torturas que no tendrán fin. 21º.) Cada uno es responsable de sus propias faltas. Nadie padece a consecuencia de las faltas ajenas, a no ser que las haya causado, sea porque las provocó mediante el ejemplo, o porque no las impidió cuando pudo haberlo hecho. Así, por ejemplo, el suicida siempre es castigado; pero aquel que, por su crueldad, empujó a alguien a la desesperación y luego al suicidio, sufre una pena aún mayor.
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