Las Pasiones son buenas cuándo los resultados son nobles y buenos. Tu defiendes una causa que sabes te ha hecho bien y deseas que otros puedan beneficiarse, éso tambien es "Pasion" por el Bien Comun", lo cuál nos beneficia a todos.
Tengamos "Pasión" por la doctrina, pero asegurémonos, de que sean con propósitos nobles, y nunca de perjudicar a nadie. Los que critican por criticar, desistan de hacerlo y los que amen nuestra filosofía, háganlo con cordura y respeto a todas las opiniones. No tenemos que atacar cuándo presentamos nuestros argumentos, sólo lo debemos sustentar con los hechos dados por los Espíritus.
Debemos y deseamos amar con "Pasión" a los que nos critican, porque precisamente la pasión que tenemos, incluye amar a los que no nos aman.
¡VIVA el Espiritismo!
Distinguir los Buenos de los Malos Espíritus es
sobremanera fácil: el lenguaje de los Espíritus Superiores es siempre digno y
noble, impregnado de la más alta moralidad, desprovisto de toda baja pasión.
Sus consejos resumen la más pura sabiduría, teniendo siempre por objeto nuestro
mejoramiento y el bien de la humanidad.
Éste es un pensamiento inmoral y egoísta. Es pensar en uno mismo solamente, sin considerar para nada la otra persona. Es no amar a su pareja, y es también una manera de generalizar sin fundamentos. Es faltarle el respeto a las mujeres u hombres que actúan correctamente en su relación de parejas. Eso no es pensar en el bien común. Jesús nos enseñó, "No le hagas a otro lo que no te gustaría te hagan a tí".
Ésto amigo, no es Espiritismo, no es conforme a lo que enseñamos en el Espiritismo.
Te invito a leer sobre éste tema: SENSUALIDAD, LA INFIDELIDAD Y LA LUJURIA van de la mano...
El lenguaje de los Espíritus Inferiores,
en cambio, es inconsecuente, muchas veces trivial y hasta grosero. Si es cierto
que en ocasiones expresan cosas buenas y verdaderas, no lo es menos que en la
mayoría de los casos las dicen falsas y absurdas, por malicia o ignorancia.
Bromean con la credulidad y se divierten a expensas de los que les interrogan,
halagando su vanidad y fomentando sus deseos con falaces esperanzas. En suma,
las comunicaciones serias, en la verdadera significación de la palabra, tienen
lugar sólo en los centros igualmente serios, en los cuales sus miembros se
hallan unidos por una comunión íntima de pensamientos con miras al bien.
Definamos primeramente los términos:
Sensualidad s. f.
1 Capacidad para provocar o satisfacer los
placeres de los sentidos.
2 Tendencia a buscar y satisfacer el placer de los sentidos.
Diccionario de la lengua española © 2005 Espasa-Calpe: sensualidad
f. Calidad de lo que es sensual o capacidad para serlo:
la sensualidad de una mirada.
Sensualismo, propensión o gusto exagerados por los placeres de los
sentidos:
su sensualidad es casi lujuriosa.
'sensualidad' también aparece en estas entradas
Infidelidad s. f.
1 Engaño que consiste en
tener relaciones sexuales con una persona distinta de la pareja habitual: muchos
divorcios tienen como origen la infidelidad conyugal.
2 Incumplimiento de un
juramento o de una promesa. Deslealtad.
3 Condición de la persona que
defiende ideas religiosas contrarias a los dogmas y a la fe de una doctrina
religiosa.
Lujuria
s.
f. Deseo
o apetito sexual desenfrenado o inmoderado: los
habitantes de Sodoma y Gomorra fueron castigados por su lujuria. Lascivia.
Castidad.
Diccionario Manual de la
Lengua Española Vox. © 2007 Larousse Editorial, S.L.
f. Concupiscencia de la carne.
Exceso o demasía.
Vea mi vídeo complementario de éste tema:
Xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxx Egoísmo y la Moral Espírita, no van de la mano.
El Egoísmo es una plaga, es tóxico, y es la lucha 🤼♂️ de los Espiritistas Verdaderos, para lograr activar el adelanto individual de sus Espiritus. El que no vence su Egoísmo y Orgullo, no logra delantar en el Espiritu. Los Egoístas, que no logran vencer su orgullo, nunca son felices.
Ese comportamiento, tóxico, choca con el sentido común, no son compatibles. El Egoísmo extremo, como es demostrado en el Presidente de Estados Unidos, Donald Trump, logra que él no pueda resistir mentir, lo convierte en antipático y peligroso, pues, ese mismo Egoísmo lo domina como un vicio, una adicción.
Los Egoísta nunca pueden ser justificados en una sociedad que se desarrolla en Bien Común. El progreso de la sociedad, no necesita del Egoísmo de los Individuos, sino de la empatia hacia el bien de los demás.
No me vengas con el cuento de que el es un hombre bueno, porque no ha demostrado que lo haya sido en sus 73 años de existencia, de que ha sido el mejor presidente, porque la historia lojuzga como el peor. No hizo nada por el bien comun, solo veló por proteger lo suyo. El que fñjustifica un Egoísta, un Orgulloso y soberbio y materialista como él, no es un Espiritista Verdadero, aun. Al justificar a los Egoístas, eso implica que tú también cogeas de esa pata.
Los Espiritistas Verdaderos no justifican el Egoismo y Orgullo de nadie... y menos la mentira 🤥.
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Cuando nos proponemos a cambiar nuestro modo de
comportarnos por medio de la Transformación Moral, nos damos cuenta que
inmediatamente se interponen innumerables obstáculos debido al modo en que
vivimos y a que no nos habíamos percatado que la mayoría, sino decir la
totalidad de nuestros problemas se deben a la interferencia de los malos
Espíritus. Tenemos un corazón tierno y con ansias de ser feliz, pero nuestras
parejas sentimentales representan en ocasiones obstáculos para que ese cambio se
realice.">Pues hay comportamientos que se han desarrollado por la
relación con la pareja que ha provocado comportamientos de Sensualidad,
infidelidad y de lujurias. Pero todos estos comportamientos su origen son
espirituales.
La Moral de los Espíritus superiores se resume, como la
de Cristo, en esta máxima evangélica:
“Hagamos a los demás lo que quisiéramos
que los demás nos hiciesen a nosotros”.
Esto es, hacer el bien y no el mal. En este principio encuentra el hombre la regla universal de conducta que
puede guiarlo hasta en sus más insignificantes acciones.
Los Espíritus Superiores nos
enseñan que egoísmo, orgullo y sensualidad son pasiones que nos acercan a la
naturaleza animal, ligándonos a la materia. Que el hombre que ya en la Tierra se desligue de
la materia por medio del desprecio hacia las futilezas mundanas y el amor al
prójimo se acerca a la naturaleza espiritual. Que cada uno de nosotros debe
hacerse útil según las facultades y recursos que Dios ha puesto en sus manos
para probarnos. Que el fuerte y el poderoso deben su protección y apoyo al
débil, porque aquel que abusa de su fuerza y de su poder oprimiendo a sus
semejantes, viola la ley de Dios. Nos enseñan, por último, que puesto que en el
Mundo de los Espíritus nada puede ser ocultado, el hipócrita será
desenmascarado y develadas todas sus torpezas. Que la presencia inevitable y
permanente de aquellos con quienes hayamos procedido mal constituye uno de los
castigos que nos están reservados. Y que a los estados de inferioridad y de
superioridad de los Espíritus corresponden penas y goces, respectivamente, que
nos son desconocidos en la Tierra.
Pero también nos enseñan que no hay faltas irremisibles
que no puedan ser borradas mediante la expiación. El hombre encuentra el medio
de hacerlo en las diversas existencias, que le permiten adelantar, conforme su
deseo y sus esfuerzos, por la senda del progreso y hacia la perfección, que es
su meta final.”
Este es el resumen de la Doctrina Espírita, tal como resulta de la
enseñanza impartida por los Espíritus superiores. Veamos ahora las objeciones
que a ellas plantean.
102. Décima clase: Espíritus impuros.- Son propensos al mal y éste
constituye el objeto de sus preocupaciones. En cuanto Espíritus, dan consejos
pérfidos, alientan la discordia y la desconfianza y adoptan todos los disfraces
para engañar mejor. Se apegan a las personas de carácter lo bastante débil para
ceder a sus sugestiones, y hacen esto a fin de empujarlas hacia su perdición,
satisfechos de poder retrasar su progreso haciéndolas sucumbir ante las pruebas
que sufren. Durante las comunicaciones se les reconoce por su lenguaje:
trivialidad y grosería de las expresiones, tanto entre los Espíritus como entre
los hombres, denotan siempre inferioridad moral, si no intelectiva. Sus
comunicaciones denuncian la bajeza de sus inclinaciones, y si quieren inducir a
engaño expresándose de una manera sensata no pueden prolongar mucho tiempo su
comedia y terminan siempre por dejar traslucir su origen. Algunos pueblos han
hecho de ellos sus divinidades maléficas y otros los designan con los nombres
de demonios, genios malos o Espíritus del mal.
Los seres vivientes a
quienes animan, cuando se han encarnado, son propensos a cuantos vicios engendran las pasiones viles y degradantes: sensualidad y crueldad, bellaquería e hipocresía, avidez y
sórdida avaricia. Practican el mal por el mero placer de hacerlo, casi siempre
sin motivos para ello, y por odio al bien escogen las más de las veces a sus
víctimas entre las personas honradas. Son plagas para la humanidad, sea cual
fuere su clase social a que pertenezcan, y su barniz de civilizados no les
exime del oprobio y la ignominia.
261. En las pruebas que debe arrostrar el Espíritu
para alcanzar la perfección ¿tiene que experimentar toda clase de tentaciones,
debe pasar por todas las circunstancias capaces de despertar en él el orgullo y
la envidia, la avaricia y la sensualidad, etcétera?
- Ciertamente que no, puesto que sabéis que hay entre ellos quienes
toman desde el comienzo una senda que los exime de muchas pruebas. Pero el que
se deje conducir por el mal camino corre todos los peligros que en el mismo
existen. Puede un Espíritu, por ejemplo, pedir riqueza, y podrá concedérsela.
Entonces, conforme a su carácter, es posible que se torne avaro o pródigo,
egoísta o generoso; o si no, se entregará a todos los goces
de la sensualidad. Pero esto no significa que deba pasar
forzosamente por la serie de pruebas de todas esas características.
III.- Obstáculos a la Reproducción
694. ¿Qué hay que pensar de los procedimientos que tienen por efecto
impedir la reproducción humana con miras a satisfacer la sensualidad?
- Ello demuestra la
predominancia del cuerpo sobre el alma y cuán sumergido en la materia está el
hombre.
701. Entre la poligamia y la monogamia, ¿cuál de las dos se halla más de
acuerdo con la ley natural?
- La poligamia es
una ley humana cuya abolición significa un progreso social. El matrimonio,
según los designios de Dios, debe basarse en el afecto de los seres que se
unen. Con la poligamia no hay afecto real, sino sólo sensualidad.
El
Libro de Los Médiums
11.
¿Cuáles son las condiciones necesarias para que la palabra de los Espíritus
superiores nos llegue pura de toda alteración?
Querer
el bien, desterrar el egoísmo y el orgullo, lo uno y lo otro es necesario.
12. Si
la palabra de los Espíritus superiores no llega a nosotros pura, sino con las
condiciones que con dificultad se encuentran ¿no es esto un obstáculo para la
propagación de la verdad?
No,
porque la luz llega siempre para aquel que quiere recibirla. El que quiere ver
claro debe huir de las tinieblas y las tinieblas están en la impureza del
corazón. Los Espíritus que vosotros miráis como la personificación de bien no
se presentan de buena gana al llamamiento de aquellos cuyo corazón está
manchado por el orgullo, la ambición y la falta de caridad. Aquellos, pues, que
quieren ver claro que se despojen de toda vanidad humana y humillen su razón
ante el poder infinito del Creador; esta será la mejor prueba de su sinceridad,
y esta condición cada uno puede llenarla.
Desprendimiento de los bienes terrestres
No seáis depositarios infieles haciéndolos servir
para la satisfacción de vuestro orgullo y de vuestra Sensualidad;
no os creáis con el derecho de disponer únicamente para vosotros de lo que sólo
es un préstamo y no un don. Si no sabéis devolver, no tenéis el derecho de
pedir, y acordáos que el que da a los pobres paga la deuda que ha contraído con
Dios. (Lacordaire. Constantina, 1863.)
Génesis
Por el contrario, lo
que distingue a los espíritus atrasados es, en primer lugar, su rebelión contra
Dios y negativa a reconocer ningún poder superior al del hombre. Y en segundo
término, sus propensiones instintivas a las pasiones degradantes, a los sentimientos
anti fraternas del egoísmo, el orgullo, la envidia y los celos, y, finalmente,
su apego a los bienes materiales y a todo lo que ata al mundo corpóreo,
representado por la sensualidad, la
rapacidad y la avaricia.
El Cielo y el Infierno o la Justicia Divina según el Espiritismo - Allan
Kardec
CAPÍTULO VII
Las penas
futuras según el Espiritismo
La carne es
débil
Hay inclinaciones viciosas que son
evidentemente inherentes al espíritu, porque tienen más relación con la gran
parte moral que con la física. Otras más bien parecen consecuencia del organismo,
y por este motivo, uno se cree menos responsable, por ejemplo: las
predisposiciones a la cólera, a la indolencia, a la sensualidad, etc.
Se reconoce hoy perfectamente por los
filósofos espiritualistas que los órganos cerebrales, correspondiendo a las
diversas aptitudes, deben su desarrollo a la actividad de su espíritu, y que
así este desarrollado es un efecto y no una causa. Un hombre no es músico
porque tenga la protuberancia de la música, sino que tiene esta protuberancia
porque su espíritu es músico.
Si la actividad del espíritu obra sobre el
cerebro, debe obrar igualmente sobre las otras partes del organismo. De este
modo, el espíritu es el artífice que arregla su propio cuerpo, por decirlo así,
a fin de amoldarlo a sus necesidades y a la manifestación de sus tendencias.
Sentado esto, la perfección del cuerpo de las razas adelantadas no será
producto de creaciones distintas, sino resultado del trabajo del espíritu, que
perfecciona su instrumento a medida que aumenta sus facultades.
Por una consecuencia natural de este
principio, las disposiciones morales del espíritu deben modificar las
cualidades de la sangre, darle más o menos actividad, provocar secreciones más
o menos abundantes de bilis u otros fluidos. Así es, por ejemplo, que al glotón
se le hace la boca agua a la vista de un bocado apetitoso. En este caso, no es
el bocado el que puede sobreexcitar el órgano del gusto, puesto que no hay
contacto, sino el espíritu, que obra en virtud de la sensibilidad que se le ha
despertado, con la acción del pensamiento, sobre este órgano, mientras que en
otro, la vista de aquel bocado no produce ningún efecto. Por la misma razón una
persona sensible derrama lágrimas fácilmente. La abundancia de las lágrimas no
da la sensibilidad al espíritu, sino que la sensibilidad del espíritu provoca
la secreción abundante de las lágrimas. El organismo, bajo el impulso de la
sensualidad, se ha apropiado esta disposición normal del espíritu, como se ha
apropiado la del espíritu del glotón.
Siguiendo este orden de ideas, se comprende
que un espíritu iracundo debe propender al temperamento bilioso. De esto se
deduce que un hombre no es colérico porque sea bilioso, sino que es bilioso
porque es colérico. Lo mismo sucede en cuanto a las otras disposiciones
instintivas. Un espíritu perezoso e indolente dejará su organismo en un estado
de atonía en relación con su carácter, mientras que si es activo y enérgico,
dará a su sangre y a sus nervios cualidades muy diferentes. Es tan evidente la
acción del espíritu sobre la parte física que se ven a menudo producirse graves
desórdenes por efecto de violentas conmociones morales. La expresión común: La emoción le ha cambiado la
sangre, no está tan carente
de sentido como podría creerse. ¿Pero qué ha podido cambiar la sangre, sino las
disposiciones morales del espíritu?
Se puede, pues, admitir que el temperamento
es, al menos en parte, determinado por la naturaleza del espíritu, que es la
causa y no el efecto. Decimos en parte, porque hay casos en que lo físico
influye ciertamente sobre lo moral. Esto sucede cuando un estado mórbido o
anormal se determina por una causa externa accidental, independiente del
espíritu, como la temperatura, el clima, los vicios hereditarios de constitución,
un malestar pasajero, etc. Entonces, puede estar afectada la moral del espíritu
en sus manifestaciones por el estado patológico, sin que su naturaleza intrínseca se modifique.
Excusarse de sus defectos por la debilidad de la carne no es más que un subterfugio para eludir la responsabilidad. La carne sólo es débil porque el espíritu es débil, lo cual destruye la excusa y deja al espíritu la responsabilidad de sus actos. La carne no tiene pensamiento ni voluntad. No prevalece jamás sobre el espíritu, que es el ser pensante y voluntario. El espíritu es quien da a la carne las cualidades correspondientes a sus instintos, como un artista imprime a su obra material el sello de su genio. El espíritu, emancipado de los instintos de la bestialidad, se compone un cuerpo que no es un tirano para sus aspiraciones hacia la espiritualidad de su ser. Entonces es cuando el hombre come para vivir, porque vivir es una necesidad, pero no vive para comer.
Así pues, sobre el espíritu recae la responsabilidad moral de sus propios actos. Pero la razón manifiesta que las consecuencias de esta responsabilidad deben estar en relación con el desarrollo intelectual del espíritu. Cuanto más ilustrado es, menos excusa tiene, porque con la inteligencia y el sentido moral nacen las nociones del bien y del mal, de lo justo y de lo injusto.
Esta ley explica el mal resultado de la medicina en ciertos casos. Desde luego que el temperamento es un efecto y no una causa, y los esfuerzos hechos para modificarlo se hallan necesariamente paralizados por las disposiciones morales del espíritu, que opone una resistencia inconsciente y neutraliza la acción terapéutica. Dad, si es posible, ánimo al medroso, y veréis cesar los efectos fisiológicos del miedo.
Es prueba, repito, la necesidad que tiene la medicina convencional de tener en cuenta la acción del elemento espiritual sobre el organismo (Revue Spirite, marzo 1866, p. 65).
Lo vemos nuevamente en el Libro Obras Póstumas
otra vez mejor definido, veamos
La Carne es
Débil – Estudio Fisiológico y Moral
(Este estudio se ha
publicado en la Revue Spirite de París, en 1866, – Sociedad Anónima Propagadora del Espiritismo)
Hay pensamientos viciosos
que evidentemente son inherentes al Espíritu, porque tienden más a lo moral que
a lo físico: otros más bien parecen la consecuencia del organismo y por esta
razón, se cree que en ellos hay menos responsabilidad. Tales son las
predisposiciones a la cólera, a la malicie, a la sensualidad, etc.
Esta perfectamente reconocido hoy por los filósofos
espiritualistas que los órganos cerebrales, correspondiendo a las diversas
aptitudes, deben su desarrollo a la actividad del Espíritu; que este desarrollo
es, pues, un efecto y no una causa. Un hombre no es músico porque tiene la
protuberancia de la música, sino que tiene la protuberancia de la música porque
su Espíritu es músico.
Si la actividad del Espíritu obra sobre el cerebro, debe
obrar igualmente sobre las demás partes del organismo. El Espíritu es así el
artista de su propio cuerpo, que amolda, por decirlo así, con objeto de
apropiarlo a sus necesidades y a la manifestación de sus tendencias. Dado esto,
la perfección del cuerpo en las razas adelantadas sería el resultado del
trabajo del Espíritu, que perfecciona su organismo a medida que aumenta sus
facultades. (El Génesis según él-Espiritismo, Cáp. II; Génesis Espiritual).
Por una consecuencia natural de este principio, las
disposiciones morales del Espíritu deben modificar las cualidades de la sangre,
darle más o menos actividad, provocar una secreción más o menos abundante de
bilis o de otros fluidos. Así es, por ejemplo, como el glotón se siente venir
la saliva o, como vulgarmente se dice, el agua a la boca, al ver un manjar
apetitoso. No es el manjar quien puede sobrexcitar el órgano del gusto, puesto
que no hay contacto: es, pues, el Espíritu, cuya sensualidad se ha
despertado, quien obra por el pensamiento sobre este órgano,
mientras que la vista de este manjar no produce efecto alguno .en otro Espíritu.
Lo mismo sucede con todos los apetitos, con todos los deseos provocados por la
vista.
La diversidad de las emociones no puede explicarse
en muchos casos sino por la diversidad de las cualidades del Espíritu. Tal es
la razón porque una persona sensible vierte fácilmente lágrimas: no es la
abundancia de las lágrimas la que da la sensibilidad al Espíritu, sino la
sensibilidad del Espíritu es la que provoca la secreción abundante de lágrimas.
Bajo el imperio de la sensibilidad se ha modelado el organismo sobre esta
disposición normal del Espíritu, como se ha modelado sobre la del Espíritu
glotón.
Siguiendo este orden de ideas, se comprende que un
Espíritu irascible debe infundirse en un temperamento bilioso: de donde se
deduce que un hombre no es colérico porque es bilioso, sino que es bilioso
porque es colérico. Lo mismo sucede con todas las demás disposiciones
instintivas. Un Espíritu débil e indolente dejará a su organismo en un estado
de atonía en relación con su carácter, en tanto que si es activo y enérgico,
dará a su sangre y a sus nervios cualidades completamente distintas. La acción
del Espíritu sobre el físico es de tal modo evidente, que se ve con frecuencia
producirse por el efecto de violentas conmociones morales grandes desórdenes
orgánicos. La expresión vulgar: La emoción le ha vuelto la sangre, no es tan desnuda de sentido como pudiera
creerse; luego, ¿Quién ha podido volver la sangre sino las disposiciones
morales del Espíritu?
Este efecto es sensible, especialmente en los
grandes dolores, las grandes alegrías y los grandes sustos, cuya reacción puede
hasta causar la muerte. Se ven gentes que mueren de miedo de morir; ¿qué
relación existe, pues, entre el cuerpo del individuo y el objeto que causa su
espanto, objeto que, con frecuencia, no tiene realidad alguna? Se dice: es
efecto de la imaginación: sea; pero, ¿qué es la imaginación sino un atributo,
un modo de sensibilidad del Espíritu? Difícil parece atribuir la imaginación a
los músculos y a los nervios, porque entonces no se explicaría por qué estos
músculos. Y estos nervios no tienen siempre imaginación; porque no la tienen ya
después de la muerte; porque lo que en unos causa un espanto mortal, excita el
valor en otros, etc.
De cualquier sutileza que se use para explicar los
fenómenos morales por las solas propiedades de la materia, se cae
inevitablemente en un laberinto, en cuyo fondo se percibe, en toda su evidencia
y como única solución posible, el ser espiritual independiente, para quien el
organismo no es sino un medio de manifestación, como el piano es el instrumento
de las manifestaciones del pensamiento del músico. Del mismo modo que el músico
armoniza su piano, puede decirse que el Espíritu armoniza su cuerpo para
ponerlo al diapasón de sus disposiciones morales.
Es curioso, en verdad, ver al materialismo hablar
incesantemente de la necesidad de levantar la dignidad del hombre, cuando se
esfuerza por reducirlo a un pedazo de carne que se pudre y desaparece sin dejar
ningún vestigio; reivindicar para él la libertad como un derecho natural,
cuando le considera solo un mecanismo sin responsabilidad de sus actos.
Con el
ser espiritual independiente, preexistente y sobreviviendo al cuerpo, la responsabilidad
es absoluta; pues, para la mayoría, el primero, el principal móvil de la
creencia en la nada, es el espanto que causa esta responsabilidad, fuera de la ley
humana, y a la cual creen escapar cerrando los ojos. Hasta hoy ninguna buena definición
tenía esta responsabilidad: no era más que un terror vago, fundado, es preciso
reconocerlo, en creencias no siempre admisibles por la razón: el Espiritismo la
demuestra como una realidad patente, efectiva, sin restricción, como una
consecuencia natural de la espiritualidad del ser; por eso ciertas gentes
tienen miedo al Espiritismo, que les turbaría en su inquietud, colocando frente
a ellos el terrible tribunal del porvenir. Probar que el hombre es responsable
de todos sus actos, es probar su libertad de acción, y probar su libertad, es
elevar su dignidad. La perspectiva de la responsabilidad fuera de la
ley humana es el elemento moralizador más poderoso; a este fin conduce el
Espiritismo por la fuerza de las cosas.
Según las precedentes .observaciones fisiológicas,
puede, pues, admitirse, que el temperamento es, en parte al menos, determinado
por la naturaleza del Espíritu, que es causa y no es efecto. Decimos en parte,
porque hay casos en que el físico influye evidentemente sobre lo moral; por
ejemplo, cuando un estado mórbido o anormal está determinado por una causa
externa accidental, independiente del Espíritu, como la temperatura, el clima,
los vicios hereditarios de constitución, un mal pasajero, etc. La moral del
Espíritu puede entonces estar afectada en sus manifestaciones por el estado
patológico, sin que su naturaleza intrínseca sea modificada.
Excusarse de las malas acciones por la debilidad de
la carne, no es, pues, más que un pretexto para escapar a la responsabilidad.
La carne no es débil sino porque el Espíritu es débil, lo que cambia la
cuestión y deja al Espíritu la responsabilidad de todos sus actos. La carne,
que no tiene pensamiento ni voluntad, no prevalece nunca sobre el ser pensador y que quiere; el Espíritu es quien da a la carne las cualidades
correspondientes a sus instintos, como un artista imprime a su obra material el
sello de su genio. El Espíritu, libre de los instintos de la bestialidad, se
amolda un cuerpo que ya no es un tirano para sus aspiraciones hacia la
espiritualidad de su ser: entonces es cuando el hombre come para vivir, porque
vivir es una necesidad, pero no vive ya para comer.
La responsabilidad moral de los actos de la vida,
queda, pues íntegra; pero la razón dice que las consecuencias de esta
responsabilidad deben ser proporcionadas al desarrollo intelectual del
Espíritu; cuanto más ilustrado, le es menos excusable, porque con la
inteligencia y el sentido moral nacen las nociones del bien y del mal, de lo
justo y de lo injusto. El salvaje, muy próximo todavía a la animalidad, que
cede al instinto del bruto comiéndose a su semejante, es, sin duda, menos
culpable que el hombre civilizado que comete simplemente una injusticia.
También en la medicina encuentra esta ley su
aplicación y da la razón del mal éxito de aquella en ciertos casos. Desde el
momento que el temperamento es un efecto y no una causa, los esfuerzos
intentados para modificarlo pueden ser paralizados por las disposiciones
morales del Espíritu, que opone una resistencia inconsciente y neutraliza la
acción terapéutica. Es, pues, preciso obrar sobre la causa principal: si se
consigue cambiar las disposiciones morales del Espíritu, el temperamento se
modificará él mismo bajo, el imperio de una voluntad diferente o, por lo menos,
la acción del tratamiento médico será secundada en vez de ser contrarrestada.
Dad, si es posible, valor al poltrón y veréis cesar los efectos fisiológicos
del miedo: lo mismo sucede con las demás disposiciones.
Sin embargo, ¿se dirá, el médico del cuerpo, puede
hacerse médico del alma? ¿Está en sus atribuciones hacerse el moralizador de
sus enfermos? Si, indudablemente, hasta cierto punto; es hasta un deber que un
buen médico no desatiende nunca, desde el instante que ve en el estado del alma
un obstáculo al restablecimiento de la salud del cuerpo; lo esencial es aplicar
el remedio moral con prudencia, tacto y oportunidad, según las circunstancias.
Desde este punto de vista, su acción es forzosa- mente circunscrita, porque,
además de no tener el médico sobre el enfermo más que un ascendiente moral, una
transformación del carácter es difícil en cierta edad: a la educación primera
es a quien incumbe esta clase de cuidados. Cuando desde la cuna la educación se dirija en este
sentido, cuando se trate de ahogar en su germen las imperfecciones morales,
como se hace para las imperfecciones físicas, el médico no encontrará ya en el temperamento
un obstáculo contra el cual es impotente su ciencia las más de las veces.
Este es, como se ve, todo un estudio pero un
estudio completamente estéril, en tanto que no se cuide de la acción del
elemento espiritual en el organismo. Participación
incesantemente activa del elemento espiritual en los fenómenos de la vida: tal
es la clave de la mayor parte de los problemas contra los que se estrella la ciencia;
cuando la ciencia haga tener en cuenta la acción de este principio, verá abrirse
ante ella horizontes completamente nuevos. El Espiritismo demuestra esta verdad.
Lujuria, segun aparece en: Obras Póstumas de Allan Kardec:
Se distingue, por el contrario, a los Espíritus atrasados, por su rebelión
desde el primer instante contra Dios, negando la providencia y todo poder
superior a la humanidad; y después, por la propensión instintiva a las pasiones
degradantes, a los sentimientos anti fraternales del orgullo, la malevolencia,
los celos, la lujuria, en fin, por el predominio, por el deseo vehemente en
ellos hacia todo lo que es material.
Reflexión Final:
Todo comportamiento Sensual, infiel o de Lujuria pueden ser erradicados de
nuestras vidas, pues he demostrado que son comportamientos inducidos por los
Espíritus, es estos casos claramente son adjudicados a bajos espíritus o
Espíritus Impuros. Jamás un buen
espíritu inducirá ningún comportamiento sensual que pueda inducir a la
sensualidad o a la lujuria.
Todo comportamiento humano que no cumpla
con la ley de reproducción o que provoque sensualidad o lujuria puede ser
modificado, pues son comportamientos inducidos por bajos espíritus, y estos si
pueden ser erradicados con una voluntad férrea, el Libre Albedrio y con la
ayuda de los buenos y elevados espíritus. Aunque la gente famosa acostumbra a desplegar estos comportamientos aberrados, no significa que estén bien hacerlo, aunque sea el Presidente de Estados Unidos.
Cualquier comportamiento que sea
motivado por la sensualidad provoca que el espíritu encarnado no pueda activar
su adelantamiento espiritual, entonces se estará perdiendo el tiempo en una
existencia. Los Espíritus Superiores nos enseñan que egoísmo, orgullo y sensualidad son
pasiones que nos acercan a la naturaleza animal, ligándonos a la materia. Que el hombre que ya en la
Tierra se desligue de la materia por medio del desprecio hacia las
futilezas mundanas y el amor al prójimo se acerca a la naturaleza espiritual.
Si una
persona cuyo comportamiento en lo relacionado a las relaciones sexuales
lujuriosas y promiscuas no logra vencerlos y erradicarlos, absteniéndose de
ello, no logra adelantar su espíritu encarnado y continuará sin progresar en el
espíritu hasta que no decida abstenerse de hacerlo.
Ningún
argumento o justificación activa el adelantamiento espiritual que no sea como
consecuencia de la Transformación Moral. Nada que fuera de esto se justifica.
¡Es que no puedo controlar mis deseos, y no puedo hacerlo!, La contestación es
que si es posible controlarlo, y es posible erradicar esos comportamientos con
la Voluntad de querer hacerlo, el Libre Albedrio y la ayuda de los Buenos
Espíritus. Ese ha sido el mensaje de los
Espíritus Superiores y por lo tanto si es posible modificar comportamientos.
Si sientes
que no tienes la fuerza de Voluntad para lograr hacerlo, trata de ver el
mensaje espiritual dado por Espíritus Superiores, y lograras encontrar que si
es posible doblegar a ese espíritu obsesor y hacer que se retire y no te toque
más. Así, tu vida podrá lograr activar tu espíritu en esta existencia.
Infidelidad, película exhibida en el 2002, vea la promoción a continuación
REFERENCIAS PARA ESCRIBIR ESTA REFLEXIÓN
- El Evangelio Según El Espiritismo, Allan Kardec
- El Libro de Los Espíritus, Allan Kardec
- Obras Póstumas, Allan Kardec
- Génesis – Allan Kardec
- El Cielo Y el Infierno – Allan Kardec
- El Libro de Los Médiums – Allan Kardec
Frank Montañez
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