Sócrates
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Sócrates | ||
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Escultura de Sócrates, obra de arte romana del siglo I d. C.
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Nombre | Sócrates de Atenas | |
Nacimiento | Entre 470 y 469 a. C.[1] Atenas, Antigua Grecia | |
Fallecimiento | 399 a. C.[2] [3] Atenas, Antigua Grecia | |
Causa de muerte | Envenenamiento | |
Nacionalidad | Antigua Atenas | |
Ocupación | Filósofo | |
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Índice
[ocultar]Biografía
Nació en la Antigua Atenas, donde vivió durante los dos últimos tercios del siglo V a. C.,[1] [2] [3] la época más espléndida en la historia de su ciudad natal, y de toda la antigua Grecia. Fue hijo de Sofronisco —motivo por el que en su juventud lo llamaban Σωκράτης Σωφρονίσκου (Sōkrátēs Sōfronískou, ‘Sócrates hijo de Sofronisco’)—, de profesión cantero, y de Fainarate, comadrona, emparentados con Arístides el Justo.Según Plutarco, cuando Sócrates nació su padre recibió del oráculo el consejo de dejar crecer a su hijo a su aire, sin oponerse a su voluntad ni reprimirle sus impulsos.[4] [5] No obstante, ni Jenofonte ni Platón mencionan esta intervención del oráculo, lo que hace pensar que pueda ser una tradición popular muy posterior.[4]
Desde muy joven, llamó la atención de los que lo rodeaban por la agudeza de sus razonamientos y su facilidad de palabra, además de la fina ironía con la que salpicaba sus tertulias con los ciudadanos jóvenes aristocráticos de Atenas, a quienes les preguntaba sobre su confianza en opiniones populares, aunque muy a menudo él no les ofrecía ninguna enseñanza. Tuvo por maestro al filósofo Arquelao quien lo introdujo en las reflexiones sobre la física y la moral.[cita requerida]
Se casó con Xantipa (o Jantipa), que era de familia noble. Según una tradición antigua, trataba muy mal al filósofo, aunque en realidad Platón muestra, al narrar la muerte de Sócrates en el Fedón, una relación normal e incluso buena entre los dos.
Su inconformismo lo impulsó a oponerse a la ignorancia popular y al conocimiento de los que se decían sabios, aunque él mismo no se consideraba un sabio, aún cuando uno de sus mejores amigos, Querefonte, le preguntó al oráculo de Delfos si había alguien más sabio que Sócrates, y la Pitonisa le contestó que no había ningún griego más sabio que él (Apología 21a). Al escuchar lo sucedido, Sócrates dudó del oráculo, y comenzó a buscar alguien más sabio que él entre los personajes más renombrados de su época, pero se dio cuenta de que en realidad creían saber más de lo que realmente sabían. Filósofos, poetas y artistas, todos creían tener una gran sabiduría, en cambio, Sócrates era consciente tanto de la ignorancia que le rodeaba como de la suya propia. Esto lo llevó a tratar de hacer pensar a la gente y hacerles ver el conocimiento real que tenían sobre las cosas. Asumiendo una postura de ignorancia, interrogaba a la gente para luego poner en evidencia la incongruencia de sus afirmaciones; a esto se le denominó «ironía socrática», la cual queda expresada con su célebre frase «Solo sé que no sé nada» (Ἓν οἶδα ὅτι οὐδὲν οἶδα, hèn oîda hóti oudèn oîda). Su más grande mérito fue crear la mayéutica, método inductivo que le permitía llevar a sus alumnos a la resolución de los problemas que se planteaban por medio de hábiles preguntas cuya lógica iluminaba el entendimiento. Según pensaba, el conocimiento y el autodominio habrían de permitir restaurar la relación entre el ser humano y la naturaleza.[cita requerida]
La sabiduría de Sócrates no consiste en la simple acumulación de conocimientos, sino en revisar los conocimientos que se tienen y a partir de ahí construir conocimientos más sólidos.
Esto le convierte en una de las figuras más extraordinarias y decisivas de toda la historia; representa la reacción contra el relativismo y subjetivismo sofista, y es un singular ejemplo de unidad entre teoría y conducta, entre pensamiento y acción. A la vez, fue capaz de llevar tal unidad al plano del conocimiento, al sostener que la virtud es conocimiento y el vicio ignorancia.
El poder de su oratoria y su facultad de expresión pública eran su fuerte para conseguir la atención de las personas.
Sócrates no escribió ninguna obra porque creía que cada uno debía desarrollar sus propias ideas. Conocemos en parte sus ideas desde los testimonios de sus discípulos: Platón, Jenofonte, Aristipo y Antístenes, sobre todo. Tales testimonios no son convergentes, por lo que no resulta fácil conocer cuál fue el verdadero pensamiento de Sócrates.[cita requerida]
Además de los discípulos mencionados, tuvo otros discípulos y oyentes, entre los que pueden recordarse a Euclides de Megara, Fedón de Elis y Esquines de Esfeto.
El juicio
Aunque durante la primera parte de su vida fue un patriota y un hombre de profundas convicciones religiosas, Sócrates sufrió sin embargo la desconfianza de muchos de sus contemporáneos, a los que les disgustaba la nueva postura que tomó frente al Estado ateniense y la religión establecida, principalmente en contra de las creencias metafísicas de Sócrates, que planteaban una existencia etérea sin el consentimiento de ningún dios como figura explícita. Fue acusado en el 399 a. C. de despreciar a los dioses y corromper la moral de la juventud, alejándola de los principios de la democracia.La Apología de Platón recoge lo esencial de la defensa de Sócrates en su propio juicio; una valiente reivindicación de toda su vida. Fue condenado a muerte, aunque la sentencia sólo logró una escasa mayoría. Cuando, de acuerdo con la práctica legal de Atenas, Sócrates hizo una réplica irónica a la sentencia de muerte del tribunal proponiendo pagar tan sólo una pequeña multa dado el escaso valor que tenía para el Estado un hombre dotado de una misión filosófica, enfadó tanto al jurado que éste volvió a votar a favor de la pena de muerte por una abultada mayoría. Los amigos de Sócrates planearon su huida de la prisión pero prefirió acatar la ley y murió por ello. Pasó sus últimos días con sus amigos y seguidores.
Muerte
El envenenamiento por cicuta era un método empleado habitualmente por los griegos para ejecutar las sentencias de pena de muerte. Sócrates fue juzgado y, declarado culpable, cumplió esta pena en el año 399 a. C.Murió a los 70 años de edad, aceptando serenamente esta condena, método elegido por un tribunal que le juzgó por no reconocer a los dioses atenienses y corromper a la juventud. Según relata Platón en la Apología que dejó de su maestro, éste pudo haber eludido la condena, gracias a los amigos que aún conservaba, pero prefirió acatarla y morir.
A su muerte surgen las escuelas socráticas, la Academia Platónica, las menores, dos de moral y dos de dialéctica, que tuvieron en común la búsqueda de la virtud a través del conocimiento de lo bueno.[cita requerida]
Platón no pudo asistir a los últimos instantes y éstos fueron reconstituidos en el Fedón, según la narración de varios discípulos. Aquí está el paso que describe los síntomas:
Él paseó, y cuando dijo que le pesaban las piernas, se tendió boca arriba, pues así se lo había aconsejado el individuo. Y al mismo tiempo el que le había dado el veneno lo examinaba cogiéndole de rato en rato los pies y las piernas, y luego, apretándole con fuerza el pie, le preguntó si lo sentía, y él dijo que no. Y después de esto hizo lo mismo con sus pantorrillas, y ascendiendo de este modo nos dijo que se iba quedando frío y rígido. Mientras lo tanteaba nos dijo que, cuando eso le llegara al corazón, entonces se extinguiría.
Ya estaba casi fría la zona del vientre, cuando descubriéndose, pues se había tapado, nos dijo, y fue lo último que habló:
—Critón, le debemos un gallo a Asclepio. Así que págaselo y no lo descuides.
—Así se hará, dijo Critón. Mira si quieres algo más.
Pero a esta pregunta ya no respondió, sino que al poco rato tuvo un estremecimiento, y el hombre lo descubrió, y él tenía rígida la mirada. Al verlo, Critón le cerró la boca y los ojos.
Este fue el fin, Equécrates, que tuvo nuestro amigo, el mejor hombre, podemos decir nosotros, de los que entonces conocimos, y, en modo muy destacado, el más inteligente y el más justo.
El problema de las fuentes
Dado que Sócrates no escribió ninguna obra, nos podemos acercar a su figura por medio de cuatro fuentes:- Los diálogos de Platón como material más importante.
- Los escritos de Jenofonte en los que habla de Sócrates, los cuales, no obstante, contienen errores históricos y geográficos.
- La comedia de Aristófanes, Las nubes, que fue escrita cuando Sócrates tenía solamente 41 años, ridiculizándolo y colocándolo en el lugar de los sofistas.
- Y finalmente, las menciones de Aristóteles a lo largo de todas sus obras; no lo conoció directamente pero tradicionalmente se considera que su recuento es el más objetivo.[7]
Descripción
Sócrates nació en Atenas el año 470 a. C. y murió en el 399 a. C.[1] Hijo de un escultor y una comadrona, recibió una educación tradicional: literatura, música y gimnasia. Más tarde se familiarizó con la dialéctica y la retórica de los sofistas. Al principio, Sócrates siguió el trabajo de su padre; realizó un conjunto de estatuas de las tres Gracias, que estuvieron en la entrada de la Acrópolis hasta el siglo II a. C. Durante la guerra del Peloponeso contra Esparta, sirvió como hoplita con gran valor en las batallas de Potidea en el 432-430 a. C., Delio en el 424 a. C., y Anfípolis en el 422 a. C.Era de pequeña estatura, vientre prominente, ojos saltones y nariz exageradamente respingona. Su figura era motivo de chanza. Alcibíades lo comparó con los silenos, los seguidores ebrios y lascivos de Dioniso. Platón consideraba digno de ser rememorado el día en que le lavó los pies y le puso sandalias, y Antifón, el sofista, decía que ningún esclavo querría ser tratado como él se trataba a sí mismo. Llevaba siempre la misma capa, y era tremendamente austero en cuanto a comida y bebida.
Fue el verdadero iniciador de la filosofía en cuanto que le dio su objetivo primordial de ser la ciencia que busca en el interior del ser humano. El método de Sócrates era dialéctico: después de plantear una proposición analizaba las preguntas y respuestas suscitadas por la misma. Sócrates describió el alma como aquello en virtud de lo cual se nos califica de sabios o de locos, buenos o malos, una combinación de inteligencia y carácter.
Tuvo gran influencia en el pensamiento occidental, a través de la obra de su discípulo Platón.
Creía en la superioridad de la discusión sobre la escritura y, por lo tanto, pasó la mayor parte de su vida de adulto en los mercados y plazas públicas de Atenas, iniciando diálogos y discusiones con todo aquel que quisiera escucharle, a quienes solía responder mediante preguntas. Privilegió un método, al cual denominó (probablemente evocando a su madre partera) mayéutica, es decir, lograr que el interlocutor descubra sus propias verdades.
Fue obediente con las leyes de Atenas, pero evitaba la política. Creía que podría servir mejor a su país dedicándose a la filosofía. No escribió ningún libro ni tampoco fundó una escuela regular de filosofía. Todo lo que se sabe con certeza sobre sus enseñanzas se extrae de la obra de Platón, que atribuyó sus propias ideas a su maestro. Platón describió a Sócrates escondiéndose detrás de una irónica profesión de ignorancia, conocida como ironía socrática, con gran ingenio y agudeza mental.
La base de sus enseñanzas y lo que inculcó, fue la creencia en una comprensión objetiva de los conceptos de justicia, amor y virtud; y el conocimiento de uno mismo. Creía que todo vicio es el resultado de la ignorancia y que ninguna persona desea el mal; a su vez, la virtud es conocimiento y aquellos que conocen el bien actuarán de manera justa. Su lógica hizo hincapié en la discusión racional y la búsqueda de definiciones generales. En este sentido influyó en sus discípulo Platón y, a través de él, en Aristóteles.
Otro pensador y amigo influenciado por Sócrates fue Antístenes, el fundador de la escuela cínica de filosofía. Sócrates también fue maestro de Arístipo, que fundó la filosofía cirenaica de la experiencia y el placer, de la que surgió la filosofía más elevada de Epicuro. Tanto para los estoicos como el filósofo griego Epicteto, para el filósofo romano Séneca el Viejo como para el emperador romano Marco Aurelio, Sócrates representó la personificación y la guía para alcanzar una vida superior.
Pensamiento
Aristóteles señala claramente las dos grandes aportaciones de Sócrates:Dos cosas hay que atribuir con justicia a Sócrates, por un lado el argumento inductivo (επακτικοί λόγοι)[8] y por otro la definición general (ορίζεσθαι καθόλον) [9]
Metafísica M, 4; 1078b 27
Véase también
- Apología de Sócrates (Jenofonte)
- Apología de Sócrates (Platón)
- Mayéutica
- Braquiología
- Diotima de Mantinea
- Gnóthi seautón
- Intelectualismo socrático
- Jenofonte
- Juicio de Sócrates
- Platón
- Esquilo
- Las nubes, comedia de Aristófanes
Referencias
- ↑ Saltar a: a b c d Brun, Jean (1995). Sócrates. Publicaciones Cruz O., S.A. p. 21. ISBN 9789682001598. Consultado el 8 de junio de 2012. «Sócrates nació en Atenas, en el demo de Alopecia, entre 470 y 469 a.C.»
- ↑ Saltar a: a b c Giner, Salvador (2008). Historia del pensamiento social. Editorial Ariel. p. 38. ISBN 9788434434837. Consultado el 11 de junio de 2012. «Sócrates murió en 399 tras la guerra del Peloponeso».
- ↑ Saltar a: a b c Eggers Lan, Conrado (2000). Introducción histórica al estudio de Platón. Ediciones Colihue SRL. p. 114. ISBN 9789505817290. Consultado el 11 de junio de 2012. «Es sabido, en efecto, que Sócrates murió en el 399, y que la Apología o el Critón datan de ese año o muy poco más tarde.»
- ↑ Saltar a: a b The Life of Socrates, John Gilbert Cooper, London 1759, p. 15 (hay un facsímil en Googlebooks)
- Volver arriba ↑ Jean Brun: Sócrates (pág. 33). Conaculta, 1995.
- Volver arriba ↑ Platón, Diálogos. Volumen III: Fedón, Banquete, Fedro. Páginas 141-142. Biblioteca Clásica Gredos 93. Madrid: Editorial Gredos, 1986 (2004). ISBN 978-84-249-1036-5.
- Volver arriba ↑ «Del resto de la literatura socrática que se produjo en el período inmediatamente posterior a su muerte, no se ha conservado virtualmente nada, excepto unos pocos fragmentos de su seguidor Esquines, y las fuentes más tardías dicen poco que interese y que no esté tomado de Platón o de Aristóteles.» Guthrie, W. K. C. (1988/2003). Historia de la filosofía griega. Volumen III. Siglo V. Ilustración. Parte Segunda: Sócrates. XII. El problema y las fuentes. 1. Generalidades. Madrid: Editorial Gredos. p. 315. ISBN 978-84-249-1268-0.
- Volver arriba ↑ Que con algunas reservas puede interpretarse como proceso de inducción necesario que permite pasar de los casos particulares al concepto general. Puede considerarse así siempre y cuando no introduzcamos en el pensamiento de Sócrates los matices modernos que el problema de la inducción supone.
- Volver arriba ↑ Que viene a querer significar tal como señala Aristóteles en Tópicos /A, 18, la idea de concepto universal aplicado a la definición.
Bibliografía
- Fuentes secundarias
- Apuleyo, Lucio (1984). La metamorfosis o El asno de oro; Las floridas; El demonio de Sócrates. Barcelona: Omega. ISBN 978-84-7082-261-2.
- Aristófanes (2002). Las nubes. Madrid: Ediciones Clásicas. ISBN 978-84-7882-489-2.
- Aristóteles (1988/2005). Obras completas. Madrid: Gredos.
- Jenofonte (1993). Recuerdos de Sócrates; Económico; Banquete; Apología de Sócrates. Madrid: Gredos. ISBN 978-84-249-1619-0.
- Máximo de Tiro (2005). Disertaciones filosóficas. Volumen I. Disertaciones I-XVII: disertación III: Si Sócrates hizo bien en no defenderse, disertación VIII: Sobre el demon de Sócrates I, y disertación IX: Sobre el demon de Sócrates II. Madrid: Gredos. ISBN 978-84-249-2748-6.
- – (2005). Disertaciones filosóficas. Volumen II. Disertaciones XVIII- XLI: disertación XVIII: Sobre el arte amatoria de Sócrates, disertación XIX: Sigue sobre el amor, II, disertación XX: Sigue sobre el arte amatoria de Sócrates, III, y disertación XXI: Sobre el amor, IV. Madrid: Gredos. ISBN 978-84-249-2750-9.
- Platón (2003). Diálogos. Obra completa. Madrid: Gredos. ISBN 978-84-249-1487-5.
- Plutarco (1996). Obras morales y de costumbres (Moralia). Volumen VIII: Sobre el amor a la riqueza; Sobre la falsa vergüenza; Sobre la envidia y el odio; De cómo alabarse sin despertar envidia; De la tardanza de la divinidad en castigar; Sobre el hado; Sobre el demon de Sócrates; Sobre el destierro; Escrito de consolación a su mujer. Madrid: Gredos. ISBN 978-84-249-1804-0.
- Sobre Sócrates
- Guthrie, William Keith Chambers (1994). Historia de la Filosofía griega. Volumen III: Siglo V. Ilustración. Madrid: Gredos. ISBN 978-84-249-1268-0.
Enlaces externos
- Wikimedia Commons alberga contenido multimedia sobre Sócrates. Commons
- Wikiquote alberga frases célebres de o sobre Sócrates. Wikiquote
- Diógenes Laercio: Vidas, opiniones y sentencias de los filósofos más ilustres, II, 18 - 47 (Sócrates).
- Texto español en la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes.
- Texto español en Wikisource.
- Texto inglés, con índice electrónico, en el Proyecto Perseus. En la parte superior derecha se encuentran los rótulos activos "focus" (para cambiar al texto griego) y "load" (para el texto bilingüe).
- Texto griego en Wikisource.
- Texto inglés, con índice electrónico, en el Proyecto Perseus. En la parte superior derecha se encuentran los rótulos activos "focus" (para cambiar al texto griego) y "load" (para el texto bilingüe).
- Jenofonte: Recuerdos de Sócrates (Απομνημονεύματα; en latín, Memorabilia).
- Texto español, con introducción, en Scribd; la obra, a partir de la pág. 8 de la reproducción electrónica. Empléese el recurso "zoom".
- Texto inglés en el Proyecto Perseus, con las características indicadas antes.
- Texto griego en Wikisource.
- Texto inglés en el Proyecto Perseus, con las características indicadas antes.
- Texto español, con introducción, en Scribd; la obra, a partir de la pág. 8 de la reproducción electrónica. Empléese el recurso "zoom".
- Jenofonte: El banquete (Συμπόσιον; en latín, Symposium).
- Texto español, en Scribd, con introducción a partir de la pág. 146 de la reproducción electrónica (la obra, a partir de la 153). Empléese el recurso "zoom".
- Texto inglés en el Proyecto Perseus, con las características indicadas antes.
- Texto griego en Wikisource.
- Texto inglés en el Proyecto Perseus, con las características indicadas antes.
- Texto español, en Scribd, con introducción a partir de la pág. 146 de la reproducción electrónica (la obra, a partir de la 153). Empléese el recurso "zoom".
- Apuleyo: Tratado del dios de Sócrates.
- Sobre Sócrates: texto inglés en el Proyecto Perseus, con las características indicadas antes.
- Academia Sócrates
- Buscador de Frases: Sócrates
- Pérez de Laborda, M., Sócrates, en Fernández Labastida, F. – Mercado, J. A (editores), Philosophica: Enciclopedia filosófica on line
- Web sobre Filosofía y Psicología. Sócrates, Método socrático, Ética socrática, Imágenes.
- Thomas R. Martin: An Overview of Classical Greek History from Mycenae to Alexander (Panorama de la historia de la Grecia Antigua desde la época micénica hasta la de Alejandro); texto inglés con índice electrónico en el Proyecto Perseus.
- Véanse este apartado y los siguientes: Socrates (Sócrates).
IV.
- Sócrates y Platón
PRECURSORES DE LA IDEA CRISTIANA Y DEL ESPIRITISMO
De que Jesús conociera la secta de los
essenienses, no se sigue por esto que tomase de ellos su doctrina, y que si
hubiese vivido en otro centro, hubiera profesado otros principios. Las grandes
ideas nunca se desarrollan súbitamente; las que tienen por base la verdad
tienen siempre precursores que parcialmente preparan el camino, y después,
cuando llega su tiempo, Dios manda a un hombre con misión para resumir, coordinar
y completar estos elementos esparcidos y formar con ellos un cuerpo; de este modo,
no llegando la idea bruscamente, a su aparición, encuentra espíritus dispuestos
para aceptarla. Así ha sucedido con la idea cristiana, que fué presentida
muchos siglos antes de Jesús y los essenienses, y cuyos principales precursores
fueron Sócrates y Platón.
Sócrates, lo mismo que Cristo, no escribió
o al menos no ha dejado ningún escrito; lo mismo que El, murió como los
criminales, víctima del fanatismo, por haber atacado las creencias vulgares y
por haber sobrepuesto la virtud real a la hipocresía y a las formas externas;
en una palabra, por haber combatido las preocupaciones religiosas. Así como
Jesús fué acusado por los fariseos de corromper al pueblo con sus enseñanzas, también
fué Sócrates acusado por los fariseos de su tiempo, pues, los ha habido en
todas épocas, de corromper a la juventud, proclamando el Dogma de la unidad de
Dios, de la inmortalidad del alma y de la vida futura. Del mismo modo que no
conocemos la doctrina de Jesús más que por los escritos de sus discípulos,
tampoco conocemos la de Sócrates más que por los escritos de su discípulo
Platón. Creemos de utilidad el resumir aquí sus puntos más culminantes, para
demostrar su concordancia con los principios del Cristianismo.
A los que acaso viesen
en este paralelo como una profanación y pretendieran que no puede haber paridad
entre la doctrina de un pagano y la de Cristo, contestaremos que la de Sócrates
no era pagana, puesto que tenía por objeto combatir el paganismo; que la doctrina
de Jesús, más completa y más depurada que la de Sócrates, no pierde nada en la
comparación; que la grandeza de la misión divina de Cristo no puede ser
aminorada por ello, y que, por otra parte, estos son hechos históricos que no
pueden negarse, El hombre ha llegado a la época en que la luz por sí misma sale
de debajo del celemín y está bien dispuesto para mirarla de frente: tanto peor
para los que no se atreven a abrir los ojos. Ha llegado el tiempo de mirar las
cosas con libertad y de muy alto, y no desde el punto de vista mezquino y
reducido de los intereses de secta y de casta. Por otra parte, estas citas
probarán que si Sócrates y Platón presintieron la idea cristiana, se encuentran
igualmente en su doctrina los principios fundamentales del Espiritismo.
RESUMEN DE LA
DOCTRINA DE SOCRATES Y PLATÓN
I. El
hombre es un alma encarnada. Antes de su encarnación existía unida a los tipos primordiales,
a las ideas de lo verdadero, del bien y de lo bello, de las que se separa
encarnándose, y recordando su pasado, está más o menos
atormentada por el deseo de volver a él.
No
puede enunciarse más claramente la distinción y la independencia del principio
inteligente y del principio material; además, es la doctrina de la preexistencia del alma, de la vaga
intuición que conserva de otro mundo al cual aspira de su supervivencia al
cuerpo, de su salida del mundo espiritual para encarnarse y de su vuelta a este
mundo después de la muerte; es, en fin, el germen de la doctrina de los ángeles caídos.
II. El
alma se desvía y se turba cuando se sirve del cuerpo para considerar algún
objeto; tiene vértigos como si estuviera ebria, porque se une a cosas que están
por su naturaleza sujetas a cambios, en vez de que, cuando contempla su propia
esencia, se dirige hacia lo que es puro, eterno, inmortal, y siendo de la misma
naturaleza, permanece allí tanto tiempo como puede; entonces sus extravíos
cesan, porque está unida a lo que es inmutable, y este estado del alma es lo
que se llama sabiduría.
De
este modo el hombre que considera las cosas de la tierra desde el punto de vista
material, se hace ilusiones; para apreciarlas con exactitud, es menester verlas
desde arriba, es decir, desde el punto de vista espiritual. El verdadero sabio debe, pues, aislar hasta
cierto punto, el alma del cuerpo, para ver con los ojos del espíritu.
Esto es lo que nos enseña el Espiritismo. (Cap. II, número 5).
III. Mientras
que tengamos nuestro cuerpo y el alma se encuentre sumergida en esta corrupción,
nunca poseeremos el objeto de nuestros deseos: la verdad. En efecto, el cuerpo
nos suscita mil obstáculos por la necesidad que tenemos de cuidarle; además,
nos llena de deseos, de apetito, de temores, de mil quimeras y de mil
tonterías, de manera que con él es imposible ser prudente ni un instante. Pero
si es imposible conocer nada con pureza mientras el alma está unida al cuerpo,
es necesario que suceda una de estas dos cosas: o que nunca jamás se conozca la
verdad o que se conozca después de la muerte. Desembarazados de la locura del
cuerpo, entonces conversaremos, es de esperar, como hombres igualmente libres,
y conoceremos por nosotros mismos la esencia de las cosas. Por esto los
verdaderos filósofos se preparan a morir, y la muerte no les parece espantosa.
("Cielo e Infierno", 1ª parte, cap. II; 2ª parte, cap. I).
Este
es el principio de las facultades del alma, obscurecidas por el intermediario de
los órganos corporales y de la expansión de sus facultades después de la
muerte; pero aquí se trata de las almas escogidas, ya purificadas, pues no
sucede lo mismo con las almas impuras.
IV. El
alma impura, en este estado, es arrastrada e impelida de nuevo hacia el mundo visible
por el horror que tiene a lo invisible e inmaterial: entonces está errante, se
dice, alrededor de los monumentos y de los sepulcros, cerca de los cuales se han
visto a veces tan tenebrosas, como deben ser las imágenes de las almas que han
dejado el cuerpo sin estar enteramente purificadas, y que conservan algo de la forma
material, lo que hace que puedan verse. Estas no son las almas de los buenos,
si la de los malos, que están obligadas a permanecer errantes en estos parajes,
adonde llevan consigo la pena de su primera vida y en donde permanecen errantes
hasta que los apetitos inherentes a la forma material que ellas se han dado,
las conducen a un cuerpo, y entonces vuelven, sin duda, a tomar las mismas
costumbres que durante su primera vida eran objeto de sus predilecciones.
No
solamente se explica aquí el principio de la reencarnación con claridad, sino que
está descrito, del mismo modo que lo demuestra el Espiritismo en las
evocaciones, del estado de las almas que aún están bajo el imperio de la
materia. Hay más, y es que dice que la reencarnación en un cuerpo material es
consecuencia de la impureza del alma, mientras que las almas purificadas están
dispensadas de hacerlo. El Espiritismo no dice otra cosa; añade solamente que
el alma que ha tomado buenas resoluciones en el estado errante, y que se halla
en conocimientos adquiridos, tiene, al renacer, menos defectos, más virtudes y
más ideas intuitivas que no tenía en su precedente existencia; y que de este
modo, cada existencia implica para ella un progreso intelectual y moral.
(Cielo
e Infierno, 2ª parte: Ejemplos).
V. Después
de la muerte, el genio (Daimón, demonio) que nos ha sido destinado durante nuestra
vida, nos lleva a un paraje, en donde se reúnen todos aquellos que deben ser
conducidos a las Hadas para ser juzgados. Las
almas, después de haber permanecido en las Hadas el tiempo necesario, vuelven a
ser conducidas a esta vida "en numerosos y largos períodos.".
Esta
es la doctrina de los ángeles guardianes y espíritus protectores, y de las reencarnaciones
sucesivas después de intervalos más o menos largos de erraticidad.
VI. Los
demonios llenan el intervalo que separa el cielo de la tierra; son el lazo que
une el gran todo con el mismo. No entrando nunca la Divinidad en comunicación
directa con el hombre, por la mediación de los demonios es como los dioses se
comunican y hablan con él, sea en estado de vela o durante el sueño.
La
palabra Daimón, de la que se ha formado demonio, no se tomaba en
mal sentido en la antigüedad, como entre los modernos; no se aplicaba exclusivamente a los espíritus
malhechores, sino a todos los espíritus en general, entre los cuales
se distinguían a los espíritus superiores, llamándoles dioses;
y a los espíritus menos elevados o demonios, propiamente dichos, que
comunicaban directamente con los hombres. El Espiritismo dice también que los
espíritus pueblan el espacio; que
Dios no se comunica con los hombres sino por mediación de los espíritus puros,
encargados de transmitir su voluntad; y que los espíritus comunican con ellos
durante la vela y durante el sueño. Substituid la palabra demonio por espíritu,
y tendréis la doctrina espiritista; poned la palabra ángel, y tendréis
la doctrina cristiana.
VII. La
preocupación constante del filósofo (tal como la comprendía Sócrates y Platón),
es la de tener muchísimo cuidado con el alma, menos por esta vida, que sólo
dura un instante, que por la eternidad. Si el alma es inmortal, ¿no es acaso
más prudente el vivir para alcanzar la eternidad?
El
Cristianismo y el Espiritismo enseñan esto mismo.
VIII. Si el
alma es inmaterial, debe pasar después de esta vida a un mundo igualmente invisible
e inmaterial, del mismo modo que el cuerpo, cuando se descompone vuelve a la
materia. Sólo que conviene mucho distinguir bien el alma pura, verdaderamente
inmaterial, que se alimenta como Dios de la ciencia y de los pensamientos, del
alma más o menos manchada de impurezas materiales, que la impiden elevarse
hacia lo divino y la retienen en los lugares de su morada terrestre.
Sócrates
y Platón, como se ve, comprendían perfectamente los diferentes grados de
desmateríalización del alma, e insisten sobre la diferencia de situación que
resulta para ella de su mayor o menor pureza. Lo que ellos decían
por intuición, el Espiritismo lo prueba con numerosos ejemplos que pone a
nuestra vista. (Cielo e Infierno, 2ª parte).
IX. Si la
muerte fuese la completa disolución del hombre, sería una ventaja para los malos,
después de su muerte, el quedar libres, al mismo tiempo, de sus cuerpos, de sus
almas y de sus vicios. Aquél que adornaba su alma no con una compostura
extraña, sino con la que le es propia, sólo aquél podrá esperar tranquilamente
la hora de su partida para el otro mundo.
Esto
es decir, en otros términos, que el materialismo que proclama la nada para
después de la muerte, sería la anulación de toda responsabilidad moral
ulterior, y por consiguiente, un excitante del mal; que el malo cree ganarlo
todo con la nada; que sólo el hombre que se ha despojado de sus vicios y se ha
enriquecido de virtudes, puede esperar tranquilamente el despertar a la otra
vida. El Espiritismo nos enseña con los ejemplos que pone todos los días a
nuestra vista, cuán penoso es para el malo el tránsito de
una vida a otra y la entrada en la vida futura. (Cielo
e Infierno, 2ª parte, cap. I).
X. El
cuerpo conserva los vestigios bien marcados de los cuidados que se han tenido
por él o de los accidentes que ha experimentado; lo mismo sucede con el alma;
cuando se despoja del cuerpo, lleva las señales evidentes que cada uno de los
actos de su vida le han dejado. De este modo la mayor desgracia que puede
sucederle al hombre, es el irse al otro mundo con un alma cargada de crímenes.
Ya ves Callicles, que ni tú, ni Polus, ni Gorgias, podríais probar que debe
seguirse otra conducta que nos sea útil para cuando estemos allá. De tantas opiniones
diversas, la única inquebrantable es la de que "vale más recibir una
injusticia que cometerla", y que ante todo debe uno dedicarse, no a
parecer hombre de bien, sino a serlo. (Conversaciones de Sócrates con sus
Discípulos
en la prisión).
Aquí
se encuentra este punto capital, confirmado hoy por la experiencia, es a saber;
que el alma no purificada, conserva las ideas, las tendencias, el carácter y
las pasiones que tenía en la tierra. La máxima: "Vale más recibir una
injusticia que cometerla", ¿no es enteramente cristiana? Es el mismo
pensamiento que Jesús expresa con esa figura: "Si alguno os hiere en una
mejilla, presentadle la otra". (Cap. XII, núms. 7 y 8).
XI. Una
de dos: o la muerte es una destrucción absoluta, ó es el tránsito del alma a
otro paraje. Si debe aniquilarse todo, la muerte será como una de esas noches
raras que pasames sin soñar y sin ninguna conciencia de nosotros mismos. Pero
si la muerte sólo es un cambio de morada, el tránsito a un lugar en que los
muertos deben reunirse, ¡qué diera volver a encontrar a los que hemos conocido!
Mi mayor placer fuera poder examinar de cerca los habitantes de esa morada y
distinguir en ellos, como aquí, a los que son sabios, de aquellos que creen
serlo, y no lo son. Pero ya es hora de separarnos, yo para morir y vosotros
para vivir. (Sócrates a sus Jueces).
Según
Sócrates los hombres que han vivido en la tierra, se vuelven a encontrar después
de la muerte y se reconocen. El Espiritismo nos lo ofrece continuando las relaciones
que tuvieron de tal modo, que la muerte no es ni una interrupción, ni una cesación
de la vida, sino una transformación sin solución de continuidad. Si Sócrates y Platón hubiesen conocido las
enseñanzas que Cristo dió 500 años después, y las que dan ahora los espíritus,
hubieran dicho lo mismo. No debe sorprendernos esto si consideramos que las
grandes verdades son eternas, que los espíritus adelantados debieron conocerlas
antes de venir a tierra, a donde los trajeron; que Sócrates, Platón y los
grandes filósofos de su tiempo, pudieron ser más tarde del número de aquellos
que sécundaron a Cristo en su divina misión, siendo elegidos precisamente
porque estaban más que los otros en disposición de comprender sus sublimes enseñanzas,
y que, finalmente, pueden hoy formar parte del número de los espíritus
encargados de venir a enseñar a los hombres las mismas verdades.
XII. "Nunca
debe volverse injusticia por injusticia, ni hacer mal a nadie por daño que nos
haya hecho". Pocas personas, sin embargo, admitirán este principio y las
gentes que sobre este punto están divididas, se desprecian las unas a las
otras.
¿Acaso
no es este el principio de caridad que nos enseña no volver mal por mal y perdonar
a nuestros enemigos?
XIII. "Por
el fruto se conoce el árbol". Es preciso calificar cada acción según el
fruto que resulta de ella; llamarla mala, cuando de ella proviene el mal, y
buena, cuando de ella nace el bien.
Esta
máxima: "Por el fruto se conoce el árbol", se halla repetida
textualmente en muchos parajes del Evangelio.
XIV. La
riqueza es un gran peligro. Todo aquel que ama la riqueza, no se ama a sí mismo
ni a lo que está en él, sino a una cosa que le es más extraña que lo que está
en él. (Capítulo XVI).
XV. Las
más hermosas oraciones y los más bellos sacrificios, agradan menos a la Divinidad
que una alma virtuosa que se esfuerza en parecérsele. Sería muy grave que los
dioses aceptasen más bien nuestras ofrendas que nuestras almas: por este medio,
las más culpables podrían hacérselos propicios. Pero sólo son verdaderamente
justos y prudentes aquellos que por sus palabras y por sus actos cumplen con lo
que deben a los dioses y a los hombres. (Cap. X, números 7 y 8).
XVI. Yo
llamo hombre vicioso a este amante vulgar que prefiere el cuerpo al alma. El amor
está en todas partes: en la naturaleza, invitándonos a ejercer nuestra
inteligencia; hasta se encuentra en el movimiento de los astros. El amor es el
que adorna a la naturaleza con sus ricos tapices y pasa y fija su mirada en
donde encuentra flores y perfumes; también es el que da paz a los hombres,
calma al mar, silencio a los vientos y tregua al dolor.
El
amor que debe unir a los hombres como un lazo fraternal, es una consecuencia de
esta teoría de Platón sobre el amor universal como ley de la naturaleza. Habiendo
dicho Sócrates que "el amor no es un Dios, ni un mortal, sino un gran demonio",
es decir, un gran espíritu que preside el amor universal, esta palabra, sobre todo,
fué la que se le imputó como un crimen.
XVII. La
virtud no puede enseñarse; viene como un don de Dios a los que la poseen.
Con poca diferencia es
la doctrina cristiana sobre la gracia; pero si la virtud es un don de Dios, es
un favor y puede preguntarse por qué no se concede a todos; por otra parte, si
es un don, no tiene mérito para el que la posee. El Espiritismo es más
explícito; dice que el que posee la virtud, la ha adquirido por sus esfuerzos
en sus existencias sucesivas, despojándose poco a poco de sus imperfecciones.
La gracia es la fuerza con que Dios favorece a todo hombre de buena voluntad
para despojarse del mal y hacer el bien.
XVIII. Hay
una disposición naturai en cada uno de nosotros, y es que nos apercibimos menos
de nuestros defectos que de los ajenos.
El
Evangelio dice: "Veis la paja en el ojo de vuestro vecino y no veis la
viga en el vuestro". (Cap. X, números 9 y 10).
XIX. Si
los médicos fracasan en la mayor parte de las enfermedades, "es porque
tratan al cuerpo sin el alma", y no estando el todo en buena disposición,
es imposible que la parte esté buena.
El
Espiritismo da la clave de las relaciones que hay entre el alma y el cuerpo, y prueba
que existe una reacción continua entre una y otro; de este modo abre un camino nuevo
a la ciencia, enseñándole la verdadera causa de ciertas afecciones y proporcionándole
los modios de combatirlas. Cuando la ciencia conozca mejor la acción del
elemento espiritual sobre la economía, fracasará con menos frecuencia.
XX. Todos
los hombres a contar desde la infancia, hacen mucho más mal que bien.
Estas palabras de
Sócrates tocan la grave cuestión del predominio del mal en la tierra, cuestión
irresoluble sin el conocimiento de la pluralidad de mundos y del destino de la
tierra, en la que sólo habita una fracción muy pequeña de la humanidad. Sólo el
Espiritismo da la solución que se desarrolla más adelante en los capítulos II,
III y V.
XXI. La
verdadera sabiduría está en no creer saber lo que no se sabe.
Esto
se dirige a las gentes que critican aquello de que a menudo no saben ni una palabra.
Platón completa este pensamiento de Sócrates diciendo: "Procuremos antes,
si es posible, hacerles más circunspectos en palabras; sino, no nos ocupemos de
ellos y no busquemos sino la verdad. Procuremos instruirnos, pero no
injuriemos". Así es como deben obrar los espiritistas con respecto a sus
contradictores de buena o de mala fe. Si Platón viviese hoy, encontraría las
cosas poco más o menos como en su tiempo y podría usar el mismo lenguaje.
Sócrates encontraría también quien se burlase de su creencia en los espíritus y
le tratase de loco, lo mismo que a su discípulo Platón. A causa de haber
profesado Sócrates estos principios, cayó en el ridículo primero, después fué
acusado de impío y condenado a beber la cicuta; tan cierto es que las grandes
verdades nuevas, sublevando contra ellas los intereses y las preocupaciones que
destruyen, no puede establecerse sin lucha y sin hacer mártires.