Este tema es de mucha importancia en el Espiritismo, tiene mucho arraigo a la curiosidad y a cualquier adepto del Espiritismo.
Es muy importante conocer de los mismos Espíritus como ellos mismos se nos hacen visibles y tangibles. Espero que además de presentar este tema, motive a leer El Libro de Los Mediums como un recurso importante en el tema de las comunicaciones con los Espíritus.
Tambien se habla del tema de los Espíritus Glóbulos y la alucinaciones.
100. De todas las manifestaciones espiritistas, las más interesantes son, sin contradicción, aquellas por las cuales los Espíritus pueden hacerse visibles. Se verá por la explicación de este fenómeno que, como los otros, nada tiene de sobrenatural. A continuación ponemos las respuestas que con este objeto han dado los Espíritus.
1. ¿Los Espíritus pueden hacerse visibles?
2. Los Espíritus que se manifiestan a la vista, ¿pertenecen más bien a una clase que otra?
¿Es que hacéis un proceso verbal por cada aparición?
26. ¿De qué proviene la facultad de ver los Espíritus durante la vigilia?
101. Las manifestaciones aparentes más ordinarias tienen lugar cuando se duerme, por los sueños; estas son las visiones. No puede entrar en nuestro cuadro el examen de todas las particularidades que pueden presentar los sueños; nosotros las resumimos diciendo que pueden ser una visión actual de cosas presentes o ausentes; una visión retrospectiva del pasado, y en algunos casos excepcionales un presentimiento del porvenir. Muchas veces son también cuadros alegóricos que los Espíritus hacen pasar por nuestra vista para darnos advertencias útiles y consejos saludables, si son buenos Espíritus; o para inducirnos en error y lisonjear nuestras pasiones si son Espíritus imperfectos.
La siguiente teoría se aplica a los sueños, como a los otros casos de apariciones. (Véase El libro de los Espíritus, núms. 400 y siguientes). Creeríamos hacer injuria al buen sentido de nuestros lectores procurando refutar lo que hay de absurdo y ridículo en lo que vulgarmente se llama la interpretación de los sueños.
102. Las apariciones propiamente dichas tienen lugar en estado de vigilia, y cuando uno goza de plena y entera libertad de sus facultades. Generalmente se presentan bajo una forma vaporosa y diáfana, algunas veces vaga e indecisa; a menudo es en el primer momento una luz blanquecina cuyos contornos se dibujan poco a poco. Otras veces las formas son acentuadas con claridad y se distinguen las menores trazos del rostro, al punto de poder hacer de ellas una descripción muy precisa. Los ademanes y el aspecto son parecidos a los del Espíritu cuando vivía. Pudiendo tomar todas las apariencias, el Espíritu se presenta bajo aquella que mejor puede hacerle conocer si tal es su deseo. De este modo, aun cuando el Espíritu no tenga ningún defecto corporal, se manifestará estropeado, cojo, jorobado, herido, con cicatrices, si esto es necesario para justificar su identidad. Esopo, por ejemplo, como Espíritu no es deforme; pero si se le evoca, aunque Esopo hubiera tenido después muchas existencias aparecerá feo y jorobado, con el traje tradicional. Una cosa notable es que a menos de circunstancias particulares, las partes menos dibujadas son los miembros inferiores; mientras que la cabeza, el tronco, los brazos y las manos, se presentan siempre claramente. Tampoco casi nunca se les ve andar, sino deslizarse como sombras. En cuanto al traje, ordinariamente se compone de un ropaje terminando en largos pliegues flotantes; la apariencia de los Espíritus que no han conservado nada de las cosas terrestres, es al menos con una cabellera ondulante y graciosa; pero los Espíritus vulgares, aquellos que se han conocido, tienen generalmente el traje que tenían en el último periodo de su existencia. Muchas veces tienen atributos característicos de su elevación, como una aureola o alas para aquellos que puedan considerarse como ángeles mientras que otros llevan los que recuerdan sus ocupaciones terrestres; de este modo un guerrero podrá aparecerse con su armadura, un sabio con sus libros, un asesino con un puñal, etc. Los Espíritus superiores tienen una figura bella, noble y serena; los más inferiores tienen algo de feroz y bestial, y algunas veces llevan aún las señales de los crímenes que han cometido o de los suplicios que han sufrido. La cuestión del traje y de todos estos objetos accesorios puede que sea la que más admira; volveremos a ella en un capítulo especial, porque tiene relación con otros hechos más importantes.
103. Hemos dicho que la aparición tiene algo de vaporoso; en ciertos casos se podría compararla a la imagen reflejada en un espejo sin alinde, y que a pesar de su limpieza no impide ver al través los objetos que están por detrás. Así, es generalmente, como los distinguen los médiums videntes; los ven ir y venir, entrar y salir de una habitación, circular entre los grupos de los vivos, teniendo el aire, al menos por lo que respecta a los Espíritus vulgares, de tomar una parte activa en todo lo que se hace alrededor de ellos, de interesarse y escuchar lo que se dice. Frecuentemente se les ve acercarse a una persona, sugerirle ideas, influirla, consolarla si son buenos, ridiculizarla si son malignos, mostrarse
tristes o contentos de los resultados que obtienen; sucede, en una palabra, lo mismo que en el mundo corporal. Tal es el mundo oculto que nos rodea, en medio del cual vivimos sin que lo apercibamos, así como vivimos sin tampoco apercibirlo en medio de las miríadas del mundo microscópico. El microscopio nos ha revelado el mundo de lo infinitamente pequeño que no sospechábamos; el Espiritismo, ayudado por los médiums, nos ha revelado el mundo de los Espíritus, que es también una de las fuerzas activas de la Naturaleza. Con ayuda de los médiums videntes hemos podido estudiar el mundo invisible, iniciarnos en sus costumbres, como un pueblo de ciegos podría estudiar el mundo visible, ayudado de algunos hombres que gozasen de la vista. (Véase el capítulo XIV, De los médiums el artículo concerniente a los médiums videntes).
104. El Espíritu que quiere o puede aparecer, reviste algunas veces una forma más clara todavía, teniendo todas las apariencias de un cuerpo sólido, hasta el punto de producir una ilusión completa y hacer creer que se tiene delante de sí un ser corporal. En algunos casos, en fin, y bajo el imperio de ciertas circunstancias, la tangibilidad puede venir a ser real, esto es, que se puede tocar, palpar, sentir la misma resistencia, el mismo calor que de parte de un cuerpo vivo, lo que no impide el desvanecerse con la rapidez del rayo. Entonces ya no es por los ojos como se hace constar la presencia, sino por el tacto. Si se podía atribuir a la ilusión o a una especie de fascinación la aparición simplemente visual, la duda no puede tener lugar cuando se puede cogerla, palparla, y más aún cuando ella misma os coge y os estrecha. Los hechos de apariciones tangibles son los más raros; pero los que se han verificado en estos últimos tiempos por la influencia de médiums poderosos (1) y que tienen toda la autenticidad de testigos irrecusables, prueban y explican lo que la historia confirma en lo referente a personas que se han mostrado después de su muerte con todas las apariencias de la realidad. Por los demás, como lo hemos dicho, por extraordinarios que sean semejantes fenómenos, todo lo maravilloso desaparece cuando se conoce la manera como se producen, y se comprende que, lejos de ser una derogación de (1) Entre otros el Sr. Home. las leyes de la naturaleza, no son otra cosa que una nueva aplicación de las mismas.
105. Por su naturaleza y en su estado normal el periespíritu es invisible, así como hay una porción de fluidos que sabemos que existen y que, sin embargo, no hemos visto jamás; pero pueden también, lo mismo que ciertos fluidos, sufrir modificaciones que le hagan perceptible a la vista, ya sea por una especie de condensación, ya por un cambio en la disposición molecular; entonces nos aparece bajo una forma vaporosa. La condensación (no es necesario tomar esta palabra a letra; sólo la empleamos a falta de otra y a título de comparación), la condensación, decimos, puede ser tal que el periespíritu adquiere las propiedades de un cuerpo sólido y tangible; pero puede instantáneamente volver a tomar su estado etéreo e invisible. Podemos darnos cuenta de este efecto por el del vapor, que puede pasar de la invisibilidad al estado nebuloso, luego líquido, luego sólido y viceversa. Estos diferentes estados del periespíritu son el resultado de la voluntad del Espíritu y no de una causa física exterior como en nuestros gases. Cuando nos aparece, es porque pone su periespíritu en el estado necesario para hacerle visible; para esto su voluntad no basta, porque la modificación del periespíritu se opera por su combinación con el fluido propio del médium; pero esta combinación no es siempre posible, lo que explica por que la visibilidad de los Espíritus no es general. Así, no basta que el Espíritu quiera mostrarse; no basta tampoco que una persona quiera verle; es preciso que los dos fluidos puedan combinarse, que haya entre ellos una especie de afinidad; puede ser también que la emisión del fluido de la persona sea bastante abundante para operar la transformación del periespíritu y probablemente otras condiciones que nos son desconocidas; por fin es menester que el Espíritu tenga el permiso de hacerse ver a tal persona, lo cual no siempre se le concede o sólo se le permite en ciertas circunstancias, por motivos que no podemos apreciar.
106. Otra propiedad del periespíritu y que tiende a su naturaleza etérea, es la penetrabilidad. Ninguna materia le hace obstáculo; las atraviesa todas, como la luz atraviesa los cuerpos transparentes. Y por esto nada hay, por cerrado que esté, que pueda oponerse a la entrada de los Espíritus; estos van a visitar al prisionero en su calabozo tan fácilmente como al hombre que está en medio de los campos.
107. Las apariciones en estado de vigilia no son ni raras ni nuevas; las ha habido en todos tiempos; la historia refiere gran número de ellas; pero sin ir tan lejos, en nuestros días son muy frecuentes, y muchas personas las han tenido y en un principio las han tomado, por lo que se ha convenido en llamar alucinaciones. Son frecuentes sobre todo en los casos de muerte de personas ausentes, que vienen a visitar a sus parientes o amigos. Muchas veces no tienen objeto bien determinado, pero se puede decir que en general los Espíritus que aparecen de este modo son atraídos por la simpatía. Detengámonos a interrogar nuestros recuerdos, y veremos que hay pocas personas que no tengan conocimiento de algunos hechos de este género cuya autenticidad no podría ponerse en duda.
Veamos lo que nos tiene que decir el Libro de Los Mediums sobre estos sistemas de esferas o Glóbulos que no son Espíritus.
108. Añadiremos a las condiciones precedentes el examen de algunos efectos de óptica que han dado lugar al singular sistema de los Espíritus glóbulos. El aire no tiene siempre una limpieza absoluta y hay circunstancias en que las corrientes de las moléculas aeriformes y su agitación producida por el calor se hacen perfectamente visibles. Algunas personas han tomado esto por masas de Espíritus agitándose en el espacio; basta indicar esta opinión para refutarla. Pero he aquí otro género de ilusión no menos extravagante contra la cual conviene estar prevenido. El humor acuoso del ojo ofrece puntos apenas perceptibles que han perdido su transparencia. Estos puntos son como cuerpos opacos suspendidos en el líquido cuyos movimientos siguen. Estos producen en el aire ambiente y a distancia, por efecto del aumento y de la refracción, la apariencia de pequeños discos, variando de uno a diez milímetros de diámetro, y parecen mecerse en la atmósfera. Hemos visto personas que tomaban estos discos por Espíritus que les seguían y les acompañaban por todas partes, y en su entusiasmo tomar por figuras los matices de la irisación, lo que es casi tan racional como ver una figura en la luna. Una simple observación suministrada por estas mismas personas les conducirá sobre el terreno de la realidad. Estos discos o medallones, dicen ellos, no sólo le acompañan, sino que siguen todos sus movimientos; van a derecha e izquierda, suben, bajan o se detienen según el movimiento de cabeza. Eso no debe causar admiración, puesto que si el sitio de la apariencia está en el globo del ojo, debe seguir sus movimientos. Si fueran Espíritus sería preciso convenir que estarían demasiado sujetos a un papel muy mecánico para seres inteligentes y libres, tarea harto fastidiosa, aun para Espíritus inferiores, con más fuerte razón incompatible con la idea que nos formamos de los Espíritus superiores. Es verdad que algunos toman por Espíritus malos puntos negros o moscas amauróticas. Estos discos, lo mismo que las manchas negras, tienen un movimiento ondulatorio que no se aparta jamás de la amplitud de un cierto ángulo, y lo que contribuye a la ilusión es que no siguen bruscamente los movimientos de la línea visual. La razón de esto es muy sencilla. Los puntos opacos del humor acuoso, causa primera del fenómeno, hemos dicho que están como suspendidos y tienen siempre una tendencia a descender; cuando suben están incitados por el movimiento del ojo de abajo arriba; pero llegados a cierta altura, si se fija el ojo, los discos, después de detenerse descienden por sí mismos. Su movilidad es extrema, porque basta un movimiento imperceptible del ojo para hacerles cambiar de dirección y hacerles recorrer rápidamente toda la amplitud del arco en el espacio en que se produce la imagen. Hasta tanto que no se pruebe que una imagen posee un movimiento propio, espontáneo e inteligente, no puede considerarse sino como un simple fenómeno óptico o fisiológico. Lo mismo puede decirse con respecto de las lucecitas que se producen algunas veces en gavillas o manojos más o menos compactos por la contracción de los músculos del ojo y que son probablemente debidas a la electricidad fosforescente del iris, puesto que están generalmente circunscriptas a la circunferencias del disco de este órgano. Semejantes ilusiones no pueden ser otra cosa que el resultado de una observación incompleta. Cualquiera que haya estudiado seriamente la naturaleza de los Espíritus por todos los medios que da la ciencia práctica, comprenderá todo lo pueril de estas ilusiones. Tanto como combatimos las teorías atrevidas, por las cuales se atacan las manifestaciones, cuando estas teorías están basadas sobre la ignorancia de los hechos, otro tanto debemos procurar destruir las ideas falsas que prueban más entusiasmo que reflexión, y que por esto mismo hacen más mal que bien entre los incrédulos, ya tan dispuestos a buscar la parte ridícula.
Orbs = Orbes=Glóbulos
109. Como se ve, el periespíritu es el principio de todas las manifestaciones; su conocimiento ha dado la llave de una porción de fenómenos, ha hecho dar un paso inmenso a la ciencia espiritista, y que ésta entrase en una vía nueva, quitándole todo carácter maravilloso. Por conducto de los mismos Espíritus hemos encontrado la explicación de la acción del Espíritu sobre la materia, del movimiento de los cuerpos inertes, de los ruidos y de las apariciones, pues es preciso tener muy presente que ellos mismos son los que nos han puesto en el camino para todas estas investigaciones. Encontramos en el periespíritu la explicación de muchos otros fenómenos que nos quedan por examinar antes de pasar al estudio de las comunicaciones propiamente dichas. Se les comprenderá mejor cuanto más cuenta nos demos de las causas primeras. Si se comprende bien este principio, lo aplicaremos con facilidad a los diversos hechos que podrán presentarse al observador.
110. Estamos lejos de dar la teoría que presentamos como absoluta y como si fuese la última palabra; será, sin duda, completada o rectificada más tarde por nuevos estudios, pero por incompleta o imperfecta que sea aún hoy día puede siempre ayudar a darse cuenta de la posibilidad de los hechos por causas que nada tienen de sobrenatural; sí esto es una hipótesis, sin embargo, no se le puede negar el mérito de la racionalidad y de la probabilidad, y vale más que todas las explicaciones que dan los que niegan, para probar que todo es ilusión, fantasmagoría y subterfugio en los fenómenos espiritistas.
Teoría de la alucinación
111. Los que no admiten el mundo incorporal e invisible, creen explicarlo todo con la palabra alucinación. La definición de esta palabra es conocida; esto es: un error, una ilusión de una persona que cree tener percepciones que no tiene realmente (del latín “hallucinari”; errar, formado de “ad lucem”); pero los sabios no han dado todavía la razón fisiológica, que nosotros sepamos. La óptica y la fisiología parece que no tienen ya secretos para ellos. ¿Cómo es que no han explicado aún la naturaleza y el origen de las imágenes que se presentan al Espíritu en ciertas circunstancias?
Quieren explicarlo todo por las leyes de la materia, conforme; que den, pues, por estas leyes una teoría de la alucinación; buena o mala, siempre sería una explicación.
112. La causa de los sueños no se ha explicado jamás por la ciencia; los atribuye a un efecto de la imaginación, pero no nos dice lo que es la imaginación ni cómo produce estas imágenes tan claras y tan limpias que nos aparecen algunas veces; esto es explicar una cosa que no conoce por otra que tampoco es conocida; la cuestión queda, pues, pendiente. Se dice que es un recuerdo de las preocupaciones de la víspera; pero aun cuando se admita esta solución, que no lo es, quedaría todavía por saber cual es este espejo mágico que conserva de este modo la impresión de las cosas. ¿Cómo se explican, sobre todo, estas visiones de cosas reales, que no se han visto jamás en estado de vigilia, y en las que nunca se ha pensado?
Sólo el Espiritismo podía darnos la llave de ese raro fenómeno, que pasa desapercibido a causa de su misma vulgaridad, como todas las maravillas de la naturaleza que pisoteamos. Los sabios han desdeñado ocuparse de la alucinación; que sea real o no, no deja de ser un fenómeno que la fisiología debe poder explicar, bajo pena de confesar su insuficiencia. Si algún día un sabio se empeña en dar, no una definición, entendámonos bien, sino una explicación fisiológica de ella, veremos si su teoría resuelve todos los casos; que no omita sobre todo los hechos tan comunes de apariciones de personas en el momento de su muerte; que diga de dónde viene la coincidencia de la aparición con la muerte de la persona. Si esto fuese un hecho aislado, se podría atribuir a la casualidad; pero como es muy frecuente, la casualidad no tiene estas reincidencias. Además, si aquel que ve la aparición
tenía la imaginación afectada por la idea que la persona debía morir, podría pasar; pero la que aparece es lo más a menudo aquello en que menos se piensa: luego la imaginación no toma parte en esto para nada. Por la imaginación pueden explicarse menos aún las circunstancias de la muerte de la cual no se tiene ninguna idea. Los alucinacionistas dirán, acaso, que el alma (si es que la admiten), tiene momentos de sobreexcitación en que sus facultades
están exaltadas. Estamos acordes; pero cuando lo que ve es real, no es una ilusión. Si en su exaltación el alma ve una cosa que no está presente, es, pues, que se transporta; pero si nuestra alma puede transportarse hacia una persona ausente ¿por qué el alma de esa persona no puede transportarse hacia nosotros? Que en su teoría de la alucinación tomen en cuenta estos hechos y no olviden que una teoría a la cual se pueden oponer hechos contrarios, es
necesariamente falsa e incompleta. Esperando su explicación, vamos a ensayar emitir algunas ideas con este objeto.
113. Los hechos prueban que hay verdaderas apariciones de las cuales la teoría espiritista da buena cuenta, y que sólo pueden negar los que no admiten nada fuera del organismo; ¿pero al lado de las visiones reales hay alucinaciones en el sentido aplicado a esta palabra? Esto no es dudoso. ¿Cuál es su origen? Los Espíritus nos podrán en el camino, porque la explicación nos parece del todo completa en las respuestas hechas a las preguntas siguientes:
-¿Las visiones son siempre reales y no son alguna veces el efecto de la alucinación? ¿Cuándo se ve, en sueños o de otro modo, al diablo, por ejemplo, u otras cosas fantásticas que no existen, no es esto un producto de la imaginación?
Sí, algunas veces, cuando se está afectado por ciertas lecturas, o por historias de diabluras que impresionan, se recuerda, y se cree ver lo que no existe. Pero hemos dicho también que el Espíritu, bajo su envoltura semimaterial, puede tomar toda clase de formas para manifestarse. Un Espíritu burlón puede, pues, aparecer con cuernos y garras si le place, a fin de divertirse con la credulidad, como un buen Espíritu puede mostrarse con alas y una figura radiante.
– ¿Se pueden considerar como apariciones las figuras y otras imágenes que se presentan muchas veces cuando uno está medio dormido, o simplemente cuando se nos cierran los ojos? Desde que los sentidos se embotan, el Espíritu se desprende y puede ver de lejos o de cerca lo que no podría ver con los ojos.
Estas imágenes son muchas veces visiones, pero pueden ser también un efecto de las impresiones que la vista de ciertos objetos ha dejado en el cerebro, cuyas señales conserva como conserva la de los sonidos. El espíritu desprendido ve entonces en su propio cerebro estas señales qué se han fijado en él como sobre una plancha de daguerrotipo. Su variedad y su mezcla forman conjuntos extravagantes y fugitivos que se borran casi repentinamente a pesar de los esfuerzos que se hacen para retenerlos. Es preciso atribuir a una causa semejante ciertas apariciones fantásticas que no tienen nada de real, y que se producen muchas veces en estado de enfermedad. Es un hecho constante que la memoria es el resultado de las impresiones conservadas por el cerebro; ¿por qué singular fenómeno estas impresiones tan variadas y tan múltiples no se confunden? Este es un misterio impenetrable, pero que no es más extraño que el de las ondulaciones sonoras que se cruzan en el aire y no quedan menos claras. En un cerebro sano y bien organizado estas impresiones son claras y precisas; en un estado menos favorable se borran y confunden; de ahí la pérdida de memoria o la confusión de ideas. Esto parece, además, menos extraordinario, si se admite como en frenología un destino especial a cada parte, y aun a cada fibra del cerebro. Llegadas las imágenes al cerebro por los ojos, dejan en él una impresión que hace que se recuerde un cuadro como si se tuviese delante, pero esto es sólo cuestión de memoria, porque no se le ve; pues en cierto estado de emancipación, el alma ve en el cerebro y encuentra en él estas imágenes, aquellas sobre todo que le han afectado más, según la naturaleza de las preocupaciones o las disposiciones del Espíritu; así es como encuentra en él la impresión de las escenas religiosas, diabólicas, dramáticas, mundanas, figuras de animales raros, que ha visto en pintura en otra época o aun en cuentos, porque los cuentos dejan también impresiones. De este modo el alma ve realmente pero sólo ve una imagen daguerrotipada en el cerebro. En el estado normal estas imágenes son fugitivas y efímeras, porque todas las partes cerebrales funcionan libremente, pero en el estado de enfermedad, el cerebro está siempre más o menos debilitado, el equilibrio no existe entre todos los órganos; algunos solamente conservan su actividad, mientras que otros están de algún modo paralizados; de ahí la permanencia de ciertas imágenes que no están ya borradas como en el estado normal por las preocupaciones de la vida exterior. Esa es la verdadera alucinación y la causa primera de las ideas fijas.
Como se ve, hemos dado cuenta de esta anomalía por una ley enteramente fisiológica bien conocida, la de las impresiones cerebrales, pero nos ha sido siempre preciso hacer intervenir el alma; pues si los materialistas no han podido dar todavía una solución satisfactoria de este fenómeno, consiste en que no quieren admitir el alma. También dirán que nuestra explicación es mala, porque ponemos por principio lo que se ha cuestionado. ¿Por quién? Por ellos, pero admitido por la inmensa mayoría desde que hay hombres sobre la tierra, y la negación de algunos no puede hacer ley. ¿Nuestra explicación es buena? La damos por lo que pueda valer a falta de otra, y si se quiere a título de simple hipótesis, esperándola mejor. Tal como es, ¿da razón de todos los casos de visión? Ciertamente que no, y desafiamos a todos los fisiologistas a que den una sola a su punto de vista exclusivo que los resuelva todos; porque cuando han pronunciado sus palabras sacramentales de sobre excitación y de exaltación no han dicho nada; luego si todas las teorías de la alucinación son insuficientes para explicar todos los hechos, es que hay otra cosa más que la alucinación propiamente dicha. Nuestra teoría sería falsa si la aplicábamos a todos los casos de visión, porque habría algunos de estos que vendrían a contradecirla; puede ser justa si se concreta a ciertos hechos.
Pero se debe tener claro que las Manifestaciones Espontáneas no son aceptadas en el Espiritismo:
Es muy importante conocer de los mismos Espíritus como ellos mismos se nos hacen visibles y tangibles. Espero que además de presentar este tema, motive a leer El Libro de Los Mediums como un recurso importante en el tema de las comunicaciones con los Espíritus.
Tambien se habla del tema de los Espíritus Glóbulos y la alucinaciones.
CAPÍTULO VI
MANIFESTACIONES VISUALES
Preguntas sobre las apariciones. –Ensayo teórico sobre las
apariciones. – Espíritus glóbulos. – Teoría de la alucinación.
100. De todas las manifestaciones espiritistas, las más interesantes son, sin contradicción, aquellas por las cuales los Espíritus pueden hacerse visibles. Se verá por la explicación de este fenómeno que, como los otros, nada tiene de sobrenatural. A continuación ponemos las respuestas que con este objeto han dado los Espíritus.
1. ¿Los Espíritus pueden hacerse visibles?
Sí, sobre todo durante el sueño; sin embargo, ciertas personas los ven también durante la vigilia, pero es más raro.
(1)Véase para más detalles sobre el estado del Espíritu durante el sueño. El libro de los Espíritus, cap. “Emancipación del alma”, núm. 409.Observación. – Mientras que el cuerpo descansa, el Espíritu se desprende de los lazos materiales; es más libre y puede más fácilmente ver a los otros Espíritus con los cuales entra en comunicación. El sueño no es más que el recuerdo de este estado; cuando uno no se acuerda de nada, se dice que no ha soñado, pero el alma no ha dejado de ver y gozar de su libertad. Nosotros nos ocupamos más especialmente aquí de las apariciones en estado de vigilia. (1)
2. Los Espíritus que se manifiestan a la vista, ¿pertenecen más bien a una clase que otra?
No, pueden pertenecer a todas las clases, a las más elevadas como a las más inferiores.3. ¿Es dado a todos los Espíritus el manifestarse visiblemente?
Todos lo pueden; pero para esto no tienen siempre el permiso ni la voluntad.4. ¿Cuál es el fin de los Espíritus que se manifiestan visiblemente?
Esto depende de su naturaleza; el fin puede ser bueno o malo.5. ¿Cómo puede darse este permiso cuando el fin es malo?
Entonces es para probar a aquellos a quienes se aparecen. La intención del Espíritu puede ser mala, pero el resultado puede ser bueno.6. ¿Cuál puede ser el fin de los Espíritus que tienen mala intención haciéndose ver?
Asustar y muchas veces vengarse.– ¿Cuál es el de los Espíritus que vienen con buena intención? Consolar a las personas que lamentan su ausencia, probar que existen y están cerca de vosotros, dar consejos y algunas veces reclamar asistencia para ellos mismos.7. ¿Qué inconveniente habría en que la posibilidad de ver los Espíritus fuese permanente y general? ¿No sería esto un medio de quitar las dudas de los más incrédulos?
Estando el hombre constantemente rodeado de Espíritus, su visión incesante le alteraría, le mortificaría en sus acciones y le quitaría la iniciativa en la mayor parte de los casos, mientras que creyéndose solo obra más libremente. En cuando a los incrédulos, bastantes medios tienen de convencerse si quieren aprovecharse y si no les ciega el orgullo. Sabéis muy bien que hay personas que han visto y que por esto no creen más, puesto que dicen que son ilusiones. No os inquietéis por estas gentes; Dios se encarga de ellas.
8. Si la visión de los Espíritus tiene inconvenientes, ¿por qué se permite en ciertos casos?Observación. – Habría tanto inconveniente en verse constantemente en presencia de los Espíritus, como en ver el aire que nos rodea, o los millares de animales microscópicos que pululan alrededor de nosotros y sobre nosotros. De donde debemos deducir que lo que Dios hace está bien hecho y que sabe mejor que nosotros lo que nos conviene.
Con el fin de dar una prueba de que todo no muere con el cuerpo, y que el alma conserva su individualidad después de la muerte. Esta visión pasajera basta para dar esta prueba y atestiguar la presencia de Espíritus amigos a vuestro lado; pero no tiene los inconvenientes de la permanencia.9. ¿En los mundos más avanzados que el nuestro la visión de los Espíritus es más frecuente?
Cuanto, más se acerca el hombre a la naturaleza espiritual, más fácil entra en relación con los Espíritus; lo grosero de vuestra envoltura es lo que hace más difícil y rara la percepción de los seres etéreos.10. ¿Es racional asustarse por la aparición de un Espíritu?
El que reflexiona debe comprender que un Espíritu, cualquiera que sea, es menos peligroso que un viviente. Por lo demás, los Espíritus van por todas partes y no hay necesidad de verlos para saber que podéis tenerlos a vuestro lado. El Espíritu que quisiera dañar puede hacerlo sin dejarse ver y quizás más aún; no es peligroso porque sea Espíritu, sino más bien por la influencia que puede ejercer sobre el pensamiento desviando del bien e induciendo al mal.11. Aquel a quien aparece un Espíritu, ¿podría tener una conversación con él?
Observación. – Las personas que tienen miedo en la soledad o en la obscuridad, raras veces se dan cuenta de la causa de su espanto; no podrían decir de qué tienen miedo, pero seguramente deberían temer más el encuentro de los hombres que el de los Espíritus, porque un malhechor es más peligroso vivo que después de su muerte. Una señora conocida nuestra tuvo una noche en su cuarto una aparición tan bien caracterizada, que creyó en la presencia de alguien, y su primer movimiento fue de espanto. Habiéndose asegurado que no había nadie, dijo para sí: “Parece que esto no es más que un Espíritu; puedo, pues, dormir tranquila”.
Perfectamente, y es lo que debe hacerse siempre en semejante caso preguntando al Espíritu quién es, lo que desea y lo que puede hacerse por él y serle útil. Si el Espíritu es desgraciado y padece, la conmiseración que se le demuestra le alivia; si es un Espíritu benévolo puede venir con la intención de dar buenos consejos.– ¿En este caso el Espíritu cómo puede responder?Lo hace algunas veces por sonidos articulados, como lo haría una persona viva; lo más a menudo hay transmisión de pensamientos.12. ¿Los Espíritus que aparecen con alas, las tienen realmente o solo son una apariencia simbólica?
Los Espíritus no tienen alas, no tienen necesidad de ellas, pues pueden transportarse por todas partes como Espíritus. Aparecen según el modo con el que quieren afectar a la persona a la cual se muestran: los unos aparecerán con el traje vulgar, otros envueltos en ropajes, algunos con alas, como atributo de la categoría de los Espíritus que representan.13. Las personas que se ven en sueños, ¿son siempre aquellas cuyo aspecto tienen?
Casi siempre son aquellas personas que vuestro Espíritu ya a encontrar, o que vienen a encontraros.14. Los Espíritus burlones ¿no podrían tomar la apariencia de las personas que nos son queridas para inducirnos al error?
No toman apariencias fantásticas sino para divertirse a vuestra costa; pero hay cosas con las que no les es permitido divertirse.15. Siendo el pensamiento una especie de evocación se comprende que provoque la presencia del Espíritu; pero, ¿cómo es que muchas veces las personas en las cuales se piensa más, que se desea ardientemente volver a ver, nunca se presentan en sueño, mientras que se ven gentes indiferentes y en las cuales no se piensa de ningún modo?
Los Espíritus, no tienen siempre la posibilidad de manifestarse a la vista, aun en sueño, y a pesar del deseo que se tiene de verles; causas independientes de su voluntad pueden impedirlo. Muchas veces esto es también una prueba, de la que el deseo más ardiente no puede librar. En cuanto a las personas indiferentes, si vosotros no pensáis en ellas, es posible que ellas piensen en vosotros. Por lo demás vosotros no podéis formaros una idea de las relaciones del mundo de los Espíritus; encontraréis allí una porción de conocimientos íntimos, antiguos o nuevos, de los cuales no tenéis ninguna idea en estado de vigilia.
16. ¿Por qué ciertas visiones son más frecuentes en estado de enfermedad?Observación. – Cuando no hay ningún medio de comprobar las visiones o apariciones, se puede, sin duda, ponerlas en la cuenta de las alucinaciones; pero cuando son confirmadas por los acontecimientos, no podrán atribuirse a la imaginación; tales son, por ejemplo, las apariciones en el momento de su muerte, en sueño o en estado de vigilia, de personas con las cuales no se piense de ningún modo, y que por diversas señales viene a revelar circunstancias del todo inesperadas a su objeto. Se ha visto muchas veces a los caballos encabritarse y rehusar avanzar ante apariciones que espantaban a aquellos que los conducían. Si la imaginación produce algún efecto en los hombres, seguramente no existe entre los animales. Por otra parte, si las imágenes que se ven en sueños fueran siempre un efecto de las preocupaciones de la vigilia, nada explicaría por qué acontece a menudo que no se sueña jamás en las cosas que más se piensa.
También tienen lugar en estado de perfecta salud: pero en la enfermedad los lazos materiales están relajados; la debilidad del cuerpo deja más libertad al Espíritu, quien entra con más facilidad en comunicación con los otros Espíritus.17. Las apariciones espontáneas parecen ser más frecuentes en ciertos lugares. ¿Será que algunos pueblos están mejor dotados que otros para tener esta clase de manifestaciones.?
¿Es que hacéis un proceso verbal por cada aparición?
Las apariciones, los ruidos, todas las manifestaciones, en fin, están igualmente extendidas por toda la Tierra, pero presentan caracteres distintos según los pueblos en los cuales tienen lugar. Por ejemplo, en aquellos donde la escritura está poco extendida, no hay médiums escribientes; en los otros abundan. En otra parte hay ruidos más a menudo y movimientos que comunicaciones inteligentes, porque éstas son menos estimadas y buscadas.18. ¿Por qué las apariciones tienen más bien lugar por la noche? ¿No sería esto un efecto del silencio y de la obscuridad sobre la imaginación?
Por la misma razón que la oscuridad os hace ver durante la noche las estrellas que no veis en pleno día. La gran claridad puede borrar una aparición ligera; pero es un error creer que la noche sirva en cuanto a eso para alguna cosa. Preguntad a todos aquellos que las han tenido y veréis que la mayor parte las han visto de día.19. ¿La visión de los Espíritus se produce en estado normal o solamente en un estado extático?
Observación. – Los hechos de apariciones son mucho más frecuentes y generales de lo que se cree; pero muchas personas no los confiesan por temor al ridículo, otros los atribuyen a la ilusión. Si parecen más multiplicados en ciertos pueblos, esto proviene de que se conservan en ellos más cuidadosamente las tradiciones verdaderas o falsas, casi siempre abultadas por el atractivo de lo maravilloso, a que se presta más o menos el aspecto de las localidades; la credulidad hace entonces ver efectos sobrenaturales en los fenómenos más vulgares; el silencio de la soledad, la escabrosidad de los torrentes, el mugido del bosque, las ráfagas de la tempestad, el eco de las montañas, la forma fantástica de las nubes, las sombras, las ilusiones ópticas, todo, en fin, se presta para ilusionar a imaginaciones sencillas y cándidas, que cuentan de buena fe lo que han visto, o lo que han creído ver. Pero al lado de la ficción hay la realidad; el estudio formal del Espiritismo conduce a separar de la realidad todos los accesorios ridículos de la superstición.
Puede tener lugar en las condiciones perfectamente normales; sin embargo, las personas que los ven están muchas veces en un estado particular muy cerca del éxtasis que les da una especie de doble vista (El libro de los Espíritus, núm. 447).20. Aquellos que ven a los Espíritus ¿los ven por los ojos?
Ellos lo creen; pero en realidad el alma es la que ve, y lo que lo prueba es que pueden verse con los ojos cerrados.21. ¿Cómo puede el Espíritu hacerse visible?
El principio es el mismo que el de todas las manifestaciones, tiende a las propiedades del periespíritu, que puede sufrir diversas modificaciones a gusto del Espíritu.22. El Espíritu propiamente dicho ¿puede hacerse visible o bien no lo puede sino con la ayuda del periespíritu?
En vuestro estado material, los Espíritus solo pueden manifestarse con la ayuda de su envoltura semi-material; es el intermediario por el cual obran sobre vuestros sentidos. Bajo esta envoltura aparecen algunas veces con una forma humana o cualquier otra, ya sea en sueños, ya sea en estado de vigilia, lo mismo a la luz que en la obscuridad.23. ¿Se podría decir que es por condensación del fluido del periespíritu que el Espíritu se hace visible?
Condensación no es la palabra; más bien es una comparación que puede ayudar a haceros comprender el fenómeno, porque realmente no hay condensación. Por la combinación de los fluidos, se produce en el periespíritu una disposición particular que no tiene analogía para vosotros y que lo hace perceptible.24. Los Espíritus que aparecen ¿no pueden tocarse nunca y son siempre inaccesibles al tacto?
En su estado normal son impalpables, como cuando se sueña. Sin embargo pueden hacer impresión en el tacto y dejar trazas de su presencia, y aun en ciertos casos venir a ser momentáneamente tangibles, lo que prueba que entre ellos y vosotros hay una materia.25. ¿Todos son aptos para ver los Espíritus?
Durante el sueño, sí, pero no en estado de vigilia. En el sueño el alma ve sin intermediario; en la vigilia está siempre más o menos sujeta a la influencia de los órganos; por esto las condiciones no son siempre las mismas.
Definición de Un Médium
26. ¿De qué proviene la facultad de ver los Espíritus durante la vigilia?
Esta facultad depende del organismo; proviene de la facilitad más o menos grande que tiene el fluido del vidente para combinarse con el del Espíritu. Así no basta al Espíritu querer mostrarse; es preciso, además, que encuentre en la persona a la cual quiere hacerse ver, la aptitud necesaria.
– ¿Esta facultad puede desenvolverse con el ejercicio? Lo puede como todas las otras facultades; pero es una de aquellas de las cuales vale más esperar el desenvolvimiento natural que provocarle, por el temor de sobreexcitar la imaginación. La visión general y permanente de los Espíritus es excepcional, y no está en las condiciones normales del hombre.27. ¿Se puede provocar la aparición de los Espíritus?
Se puede algunas veces, pero muy raramente; es casi siempre espontánea. Para esto es menester estar dotado de una facultad especial.28. ¿Los Espíritus pueden hacerse visibles bajo otra apariencia que la forma humana?
La forma humana es la forma normal; el espíritu puede variar su apariencia, pero siempre es el tipo humano.–¿No pueden manifestarse bajo la forma de una luz? Pueden producir llamas, luces, como cualesquiera otros efectos, para atestiguar su presencia; pero estas cosas no son los mismos Espíritus. La llama muchas veces sólo es una ilusión ópitica o una emanación del periespíritu; en todos los casos no es más que una parte de éste; el periespíritu no aparece entero sino en las visiones.29. ¿Qué pensaremos de la creencia que atribuye los fuegos fatuos a la presencia de almas o Espíritus?
Superstición producida por la ignorancia. La causa física de los fuegos fatuos es bien conocida.– La llama azul que apareció, según se dice, sobre la cabeza del niño Servius Tullius, ¿es una fábula o una realidad? Era real; fue producida por el Espíritu familiar que quería advertir a la madre. Esta madre, médium vidente, había apercibido un rayo del Espíritu protector de su hijo. Todos los médiums videntes no ven al mismo grado, así como vuestros médiums escribientes no escriben todos la misma cosa. Mientras que esta madre sólo veía una llama, otro médium hubiese podido ver el mismo cuerpo del Espíritu.30. ¿Los Espíritus podrían presentarse bajo la forma de animales?
Puede suceder; pero los que tomen estas apariencias son siempre Espíritus muy inferiores. En todos los casos esto sólo sería una apariencia momentánea; porque sería absurdo el creer que un animal cualquiera pudiese ser la encarnación real de un Espíritu. Los animales son siempre animales y no otra cosa.
Ensayo teórico sobre las aparicionesObservación. – Sólo la superstición puede hacer creer que ciertos animales están animados por Espíritus; es preciso una imaginación muy complaciente, o bien afectada, para ver alguna cosa sobrenatural en circunstancias un tanto extravagantes, con las cuales se presentan algunas veces; pero el miedo hace ver con frecuencia lo que no existe. El miedo no siempre es el origen de esta idea; hemos conocido una señora muy inteligente por cierto, que se aficionó más de lo regular a un gatazo negro, porque le creía de una naturaleza “sobreanimal”; pero no había oído jamás hablar del Espiritismo; si lo hubiera conocido, le habría hecho comprender lo ridículo de la causa de su predilección, probándole la imposibilidad de semejante metamorfosis.
101. Las manifestaciones aparentes más ordinarias tienen lugar cuando se duerme, por los sueños; estas son las visiones. No puede entrar en nuestro cuadro el examen de todas las particularidades que pueden presentar los sueños; nosotros las resumimos diciendo que pueden ser una visión actual de cosas presentes o ausentes; una visión retrospectiva del pasado, y en algunos casos excepcionales un presentimiento del porvenir. Muchas veces son también cuadros alegóricos que los Espíritus hacen pasar por nuestra vista para darnos advertencias útiles y consejos saludables, si son buenos Espíritus; o para inducirnos en error y lisonjear nuestras pasiones si son Espíritus imperfectos.
La siguiente teoría se aplica a los sueños, como a los otros casos de apariciones. (Véase El libro de los Espíritus, núms. 400 y siguientes). Creeríamos hacer injuria al buen sentido de nuestros lectores procurando refutar lo que hay de absurdo y ridículo en lo que vulgarmente se llama la interpretación de los sueños.
102. Las apariciones propiamente dichas tienen lugar en estado de vigilia, y cuando uno goza de plena y entera libertad de sus facultades. Generalmente se presentan bajo una forma vaporosa y diáfana, algunas veces vaga e indecisa; a menudo es en el primer momento una luz blanquecina cuyos contornos se dibujan poco a poco. Otras veces las formas son acentuadas con claridad y se distinguen las menores trazos del rostro, al punto de poder hacer de ellas una descripción muy precisa. Los ademanes y el aspecto son parecidos a los del Espíritu cuando vivía. Pudiendo tomar todas las apariencias, el Espíritu se presenta bajo aquella que mejor puede hacerle conocer si tal es su deseo. De este modo, aun cuando el Espíritu no tenga ningún defecto corporal, se manifestará estropeado, cojo, jorobado, herido, con cicatrices, si esto es necesario para justificar su identidad. Esopo, por ejemplo, como Espíritu no es deforme; pero si se le evoca, aunque Esopo hubiera tenido después muchas existencias aparecerá feo y jorobado, con el traje tradicional. Una cosa notable es que a menos de circunstancias particulares, las partes menos dibujadas son los miembros inferiores; mientras que la cabeza, el tronco, los brazos y las manos, se presentan siempre claramente. Tampoco casi nunca se les ve andar, sino deslizarse como sombras. En cuanto al traje, ordinariamente se compone de un ropaje terminando en largos pliegues flotantes; la apariencia de los Espíritus que no han conservado nada de las cosas terrestres, es al menos con una cabellera ondulante y graciosa; pero los Espíritus vulgares, aquellos que se han conocido, tienen generalmente el traje que tenían en el último periodo de su existencia. Muchas veces tienen atributos característicos de su elevación, como una aureola o alas para aquellos que puedan considerarse como ángeles mientras que otros llevan los que recuerdan sus ocupaciones terrestres; de este modo un guerrero podrá aparecerse con su armadura, un sabio con sus libros, un asesino con un puñal, etc. Los Espíritus superiores tienen una figura bella, noble y serena; los más inferiores tienen algo de feroz y bestial, y algunas veces llevan aún las señales de los crímenes que han cometido o de los suplicios que han sufrido. La cuestión del traje y de todos estos objetos accesorios puede que sea la que más admira; volveremos a ella en un capítulo especial, porque tiene relación con otros hechos más importantes.
103. Hemos dicho que la aparición tiene algo de vaporoso; en ciertos casos se podría compararla a la imagen reflejada en un espejo sin alinde, y que a pesar de su limpieza no impide ver al través los objetos que están por detrás. Así, es generalmente, como los distinguen los médiums videntes; los ven ir y venir, entrar y salir de una habitación, circular entre los grupos de los vivos, teniendo el aire, al menos por lo que respecta a los Espíritus vulgares, de tomar una parte activa en todo lo que se hace alrededor de ellos, de interesarse y escuchar lo que se dice. Frecuentemente se les ve acercarse a una persona, sugerirle ideas, influirla, consolarla si son buenos, ridiculizarla si son malignos, mostrarse
tristes o contentos de los resultados que obtienen; sucede, en una palabra, lo mismo que en el mundo corporal. Tal es el mundo oculto que nos rodea, en medio del cual vivimos sin que lo apercibamos, así como vivimos sin tampoco apercibirlo en medio de las miríadas del mundo microscópico. El microscopio nos ha revelado el mundo de lo infinitamente pequeño que no sospechábamos; el Espiritismo, ayudado por los médiums, nos ha revelado el mundo de los Espíritus, que es también una de las fuerzas activas de la Naturaleza. Con ayuda de los médiums videntes hemos podido estudiar el mundo invisible, iniciarnos en sus costumbres, como un pueblo de ciegos podría estudiar el mundo visible, ayudado de algunos hombres que gozasen de la vista. (Véase el capítulo XIV, De los médiums el artículo concerniente a los médiums videntes).
104. El Espíritu que quiere o puede aparecer, reviste algunas veces una forma más clara todavía, teniendo todas las apariencias de un cuerpo sólido, hasta el punto de producir una ilusión completa y hacer creer que se tiene delante de sí un ser corporal. En algunos casos, en fin, y bajo el imperio de ciertas circunstancias, la tangibilidad puede venir a ser real, esto es, que se puede tocar, palpar, sentir la misma resistencia, el mismo calor que de parte de un cuerpo vivo, lo que no impide el desvanecerse con la rapidez del rayo. Entonces ya no es por los ojos como se hace constar la presencia, sino por el tacto. Si se podía atribuir a la ilusión o a una especie de fascinación la aparición simplemente visual, la duda no puede tener lugar cuando se puede cogerla, palparla, y más aún cuando ella misma os coge y os estrecha. Los hechos de apariciones tangibles son los más raros; pero los que se han verificado en estos últimos tiempos por la influencia de médiums poderosos (1) y que tienen toda la autenticidad de testigos irrecusables, prueban y explican lo que la historia confirma en lo referente a personas que se han mostrado después de su muerte con todas las apariencias de la realidad. Por los demás, como lo hemos dicho, por extraordinarios que sean semejantes fenómenos, todo lo maravilloso desaparece cuando se conoce la manera como se producen, y se comprende que, lejos de ser una derogación de (1) Entre otros el Sr. Home. las leyes de la naturaleza, no son otra cosa que una nueva aplicación de las mismas.
105. Por su naturaleza y en su estado normal el periespíritu es invisible, así como hay una porción de fluidos que sabemos que existen y que, sin embargo, no hemos visto jamás; pero pueden también, lo mismo que ciertos fluidos, sufrir modificaciones que le hagan perceptible a la vista, ya sea por una especie de condensación, ya por un cambio en la disposición molecular; entonces nos aparece bajo una forma vaporosa. La condensación (no es necesario tomar esta palabra a letra; sólo la empleamos a falta de otra y a título de comparación), la condensación, decimos, puede ser tal que el periespíritu adquiere las propiedades de un cuerpo sólido y tangible; pero puede instantáneamente volver a tomar su estado etéreo e invisible. Podemos darnos cuenta de este efecto por el del vapor, que puede pasar de la invisibilidad al estado nebuloso, luego líquido, luego sólido y viceversa. Estos diferentes estados del periespíritu son el resultado de la voluntad del Espíritu y no de una causa física exterior como en nuestros gases. Cuando nos aparece, es porque pone su periespíritu en el estado necesario para hacerle visible; para esto su voluntad no basta, porque la modificación del periespíritu se opera por su combinación con el fluido propio del médium; pero esta combinación no es siempre posible, lo que explica por que la visibilidad de los Espíritus no es general. Así, no basta que el Espíritu quiera mostrarse; no basta tampoco que una persona quiera verle; es preciso que los dos fluidos puedan combinarse, que haya entre ellos una especie de afinidad; puede ser también que la emisión del fluido de la persona sea bastante abundante para operar la transformación del periespíritu y probablemente otras condiciones que nos son desconocidas; por fin es menester que el Espíritu tenga el permiso de hacerse ver a tal persona, lo cual no siempre se le concede o sólo se le permite en ciertas circunstancias, por motivos que no podemos apreciar.
106. Otra propiedad del periespíritu y que tiende a su naturaleza etérea, es la penetrabilidad. Ninguna materia le hace obstáculo; las atraviesa todas, como la luz atraviesa los cuerpos transparentes. Y por esto nada hay, por cerrado que esté, que pueda oponerse a la entrada de los Espíritus; estos van a visitar al prisionero en su calabozo tan fácilmente como al hombre que está en medio de los campos.
107. Las apariciones en estado de vigilia no son ni raras ni nuevas; las ha habido en todos tiempos; la historia refiere gran número de ellas; pero sin ir tan lejos, en nuestros días son muy frecuentes, y muchas personas las han tenido y en un principio las han tomado, por lo que se ha convenido en llamar alucinaciones. Son frecuentes sobre todo en los casos de muerte de personas ausentes, que vienen a visitar a sus parientes o amigos. Muchas veces no tienen objeto bien determinado, pero se puede decir que en general los Espíritus que aparecen de este modo son atraídos por la simpatía. Detengámonos a interrogar nuestros recuerdos, y veremos que hay pocas personas que no tengan conocimiento de algunos hechos de este género cuya autenticidad no podría ponerse en duda.
Veamos lo que nos tiene que decir el Libro de Los Mediums sobre estos sistemas de esferas o Glóbulos que no son Espíritus.
108. Añadiremos a las condiciones precedentes el examen de algunos efectos de óptica que han dado lugar al singular sistema de los Espíritus glóbulos. El aire no tiene siempre una limpieza absoluta y hay circunstancias en que las corrientes de las moléculas aeriformes y su agitación producida por el calor se hacen perfectamente visibles. Algunas personas han tomado esto por masas de Espíritus agitándose en el espacio; basta indicar esta opinión para refutarla. Pero he aquí otro género de ilusión no menos extravagante contra la cual conviene estar prevenido. El humor acuoso del ojo ofrece puntos apenas perceptibles que han perdido su transparencia. Estos puntos son como cuerpos opacos suspendidos en el líquido cuyos movimientos siguen. Estos producen en el aire ambiente y a distancia, por efecto del aumento y de la refracción, la apariencia de pequeños discos, variando de uno a diez milímetros de diámetro, y parecen mecerse en la atmósfera. Hemos visto personas que tomaban estos discos por Espíritus que les seguían y les acompañaban por todas partes, y en su entusiasmo tomar por figuras los matices de la irisación, lo que es casi tan racional como ver una figura en la luna. Una simple observación suministrada por estas mismas personas les conducirá sobre el terreno de la realidad. Estos discos o medallones, dicen ellos, no sólo le acompañan, sino que siguen todos sus movimientos; van a derecha e izquierda, suben, bajan o se detienen según el movimiento de cabeza. Eso no debe causar admiración, puesto que si el sitio de la apariencia está en el globo del ojo, debe seguir sus movimientos. Si fueran Espíritus sería preciso convenir que estarían demasiado sujetos a un papel muy mecánico para seres inteligentes y libres, tarea harto fastidiosa, aun para Espíritus inferiores, con más fuerte razón incompatible con la idea que nos formamos de los Espíritus superiores. Es verdad que algunos toman por Espíritus malos puntos negros o moscas amauróticas. Estos discos, lo mismo que las manchas negras, tienen un movimiento ondulatorio que no se aparta jamás de la amplitud de un cierto ángulo, y lo que contribuye a la ilusión es que no siguen bruscamente los movimientos de la línea visual. La razón de esto es muy sencilla. Los puntos opacos del humor acuoso, causa primera del fenómeno, hemos dicho que están como suspendidos y tienen siempre una tendencia a descender; cuando suben están incitados por el movimiento del ojo de abajo arriba; pero llegados a cierta altura, si se fija el ojo, los discos, después de detenerse descienden por sí mismos. Su movilidad es extrema, porque basta un movimiento imperceptible del ojo para hacerles cambiar de dirección y hacerles recorrer rápidamente toda la amplitud del arco en el espacio en que se produce la imagen. Hasta tanto que no se pruebe que una imagen posee un movimiento propio, espontáneo e inteligente, no puede considerarse sino como un simple fenómeno óptico o fisiológico. Lo mismo puede decirse con respecto de las lucecitas que se producen algunas veces en gavillas o manojos más o menos compactos por la contracción de los músculos del ojo y que son probablemente debidas a la electricidad fosforescente del iris, puesto que están generalmente circunscriptas a la circunferencias del disco de este órgano. Semejantes ilusiones no pueden ser otra cosa que el resultado de una observación incompleta. Cualquiera que haya estudiado seriamente la naturaleza de los Espíritus por todos los medios que da la ciencia práctica, comprenderá todo lo pueril de estas ilusiones. Tanto como combatimos las teorías atrevidas, por las cuales se atacan las manifestaciones, cuando estas teorías están basadas sobre la ignorancia de los hechos, otro tanto debemos procurar destruir las ideas falsas que prueban más entusiasmo que reflexión, y que por esto mismo hacen más mal que bien entre los incrédulos, ya tan dispuestos a buscar la parte ridícula.
Orbs = Orbes=Glóbulos
De Wikipedia, la enciclopedia libre
El término orbs (del inglés orb) es el nombre popular dado a anomalías visuales inesperadas que aparecen en fotografías y vídeos; el término técnico es artefacto. Estas anomalías suelen ser redondas y luminosas, y sus causas más habituales son la suciedad en la lente o sensor de la cámara, el efecto retrorreflector de un flash o de luces en alguna partícula en suspensión (polen, gotas de agua, polvo, insectos...) que provoca que la luz reverbere provocando aberraciones ópticas.
Un gran número de fotos de "orbes" comparten algunas características comunes:
Los orbs aparecen también en vídeo como imágenes esféricas luminosas que a veces dejan un trazo o rastro luminoso tras de si. Desde posturas pseudocientíficas se interpretan como plasmaciones de auras, ángeles, espíritus o energías.[1]
Explicación
La aparición de orbes se debe al efecto de backscatter o retrodispersión de los flashes utilizados en cámaras fotográficas, en especial cámaras compactas, que lo tienen demasiado cerca del objetivo. No son más que partículas en suspensión desenfocadas, y su forma es circular debido a la difracción y la forma del objetivo; el fenómeno se produce más fácilmente con las cámaras compactas digitales, que tienen el flash más cerca del ojo de la cámara (más en el eje), mientras que en cámaras SLR los orbes aparecen con mayor dificultad. Ningún tipo de cámara (digital o no) es totalmente inmune a este fenómeno.Un gran número de fotos de "orbes" comparten algunas características comunes:
- Son tomadas con cámaras digitales compactas
- Se disparan en ambiente oscuro
- Se emplea flash
- Se obtienen en entornos con polvo, polen, insectos, nieve, o gotas finas o partículas líquidas en suspensión invisibles para el ojo humano.
Los orbs aparecen también en vídeo como imágenes esféricas luminosas que a veces dejan un trazo o rastro luminoso tras de si. Desde posturas pseudocientíficas se interpretan como plasmaciones de auras, ángeles, espíritus o energías.[1]
Ejemplos
Ejemplos de orbs reflejando partículas sólidas y líquidas:- Esferas de la lluvia con coma y aberración cromática
110. Estamos lejos de dar la teoría que presentamos como absoluta y como si fuese la última palabra; será, sin duda, completada o rectificada más tarde por nuevos estudios, pero por incompleta o imperfecta que sea aún hoy día puede siempre ayudar a darse cuenta de la posibilidad de los hechos por causas que nada tienen de sobrenatural; sí esto es una hipótesis, sin embargo, no se le puede negar el mérito de la racionalidad y de la probabilidad, y vale más que todas las explicaciones que dan los que niegan, para probar que todo es ilusión, fantasmagoría y subterfugio en los fenómenos espiritistas.
Teoría de la alucinación
111. Los que no admiten el mundo incorporal e invisible, creen explicarlo todo con la palabra alucinación. La definición de esta palabra es conocida; esto es: un error, una ilusión de una persona que cree tener percepciones que no tiene realmente (del latín “hallucinari”; errar, formado de “ad lucem”); pero los sabios no han dado todavía la razón fisiológica, que nosotros sepamos. La óptica y la fisiología parece que no tienen ya secretos para ellos. ¿Cómo es que no han explicado aún la naturaleza y el origen de las imágenes que se presentan al Espíritu en ciertas circunstancias?
Quieren explicarlo todo por las leyes de la materia, conforme; que den, pues, por estas leyes una teoría de la alucinación; buena o mala, siempre sería una explicación.
112. La causa de los sueños no se ha explicado jamás por la ciencia; los atribuye a un efecto de la imaginación, pero no nos dice lo que es la imaginación ni cómo produce estas imágenes tan claras y tan limpias que nos aparecen algunas veces; esto es explicar una cosa que no conoce por otra que tampoco es conocida; la cuestión queda, pues, pendiente. Se dice que es un recuerdo de las preocupaciones de la víspera; pero aun cuando se admita esta solución, que no lo es, quedaría todavía por saber cual es este espejo mágico que conserva de este modo la impresión de las cosas. ¿Cómo se explican, sobre todo, estas visiones de cosas reales, que no se han visto jamás en estado de vigilia, y en las que nunca se ha pensado?
Sólo el Espiritismo podía darnos la llave de ese raro fenómeno, que pasa desapercibido a causa de su misma vulgaridad, como todas las maravillas de la naturaleza que pisoteamos. Los sabios han desdeñado ocuparse de la alucinación; que sea real o no, no deja de ser un fenómeno que la fisiología debe poder explicar, bajo pena de confesar su insuficiencia. Si algún día un sabio se empeña en dar, no una definición, entendámonos bien, sino una explicación fisiológica de ella, veremos si su teoría resuelve todos los casos; que no omita sobre todo los hechos tan comunes de apariciones de personas en el momento de su muerte; que diga de dónde viene la coincidencia de la aparición con la muerte de la persona. Si esto fuese un hecho aislado, se podría atribuir a la casualidad; pero como es muy frecuente, la casualidad no tiene estas reincidencias. Además, si aquel que ve la aparición
tenía la imaginación afectada por la idea que la persona debía morir, podría pasar; pero la que aparece es lo más a menudo aquello en que menos se piensa: luego la imaginación no toma parte en esto para nada. Por la imaginación pueden explicarse menos aún las circunstancias de la muerte de la cual no se tiene ninguna idea. Los alucinacionistas dirán, acaso, que el alma (si es que la admiten), tiene momentos de sobreexcitación en que sus facultades
están exaltadas. Estamos acordes; pero cuando lo que ve es real, no es una ilusión. Si en su exaltación el alma ve una cosa que no está presente, es, pues, que se transporta; pero si nuestra alma puede transportarse hacia una persona ausente ¿por qué el alma de esa persona no puede transportarse hacia nosotros? Que en su teoría de la alucinación tomen en cuenta estos hechos y no olviden que una teoría a la cual se pueden oponer hechos contrarios, es
necesariamente falsa e incompleta. Esperando su explicación, vamos a ensayar emitir algunas ideas con este objeto.
113. Los hechos prueban que hay verdaderas apariciones de las cuales la teoría espiritista da buena cuenta, y que sólo pueden negar los que no admiten nada fuera del organismo; ¿pero al lado de las visiones reales hay alucinaciones en el sentido aplicado a esta palabra? Esto no es dudoso. ¿Cuál es su origen? Los Espíritus nos podrán en el camino, porque la explicación nos parece del todo completa en las respuestas hechas a las preguntas siguientes:
-¿Las visiones son siempre reales y no son alguna veces el efecto de la alucinación? ¿Cuándo se ve, en sueños o de otro modo, al diablo, por ejemplo, u otras cosas fantásticas que no existen, no es esto un producto de la imaginación?
Sí, algunas veces, cuando se está afectado por ciertas lecturas, o por historias de diabluras que impresionan, se recuerda, y se cree ver lo que no existe. Pero hemos dicho también que el Espíritu, bajo su envoltura semimaterial, puede tomar toda clase de formas para manifestarse. Un Espíritu burlón puede, pues, aparecer con cuernos y garras si le place, a fin de divertirse con la credulidad, como un buen Espíritu puede mostrarse con alas y una figura radiante.
– ¿Se pueden considerar como apariciones las figuras y otras imágenes que se presentan muchas veces cuando uno está medio dormido, o simplemente cuando se nos cierran los ojos? Desde que los sentidos se embotan, el Espíritu se desprende y puede ver de lejos o de cerca lo que no podría ver con los ojos.
Estas imágenes son muchas veces visiones, pero pueden ser también un efecto de las impresiones que la vista de ciertos objetos ha dejado en el cerebro, cuyas señales conserva como conserva la de los sonidos. El espíritu desprendido ve entonces en su propio cerebro estas señales qué se han fijado en él como sobre una plancha de daguerrotipo. Su variedad y su mezcla forman conjuntos extravagantes y fugitivos que se borran casi repentinamente a pesar de los esfuerzos que se hacen para retenerlos. Es preciso atribuir a una causa semejante ciertas apariciones fantásticas que no tienen nada de real, y que se producen muchas veces en estado de enfermedad. Es un hecho constante que la memoria es el resultado de las impresiones conservadas por el cerebro; ¿por qué singular fenómeno estas impresiones tan variadas y tan múltiples no se confunden? Este es un misterio impenetrable, pero que no es más extraño que el de las ondulaciones sonoras que se cruzan en el aire y no quedan menos claras. En un cerebro sano y bien organizado estas impresiones son claras y precisas; en un estado menos favorable se borran y confunden; de ahí la pérdida de memoria o la confusión de ideas. Esto parece, además, menos extraordinario, si se admite como en frenología un destino especial a cada parte, y aun a cada fibra del cerebro. Llegadas las imágenes al cerebro por los ojos, dejan en él una impresión que hace que se recuerde un cuadro como si se tuviese delante, pero esto es sólo cuestión de memoria, porque no se le ve; pues en cierto estado de emancipación, el alma ve en el cerebro y encuentra en él estas imágenes, aquellas sobre todo que le han afectado más, según la naturaleza de las preocupaciones o las disposiciones del Espíritu; así es como encuentra en él la impresión de las escenas religiosas, diabólicas, dramáticas, mundanas, figuras de animales raros, que ha visto en pintura en otra época o aun en cuentos, porque los cuentos dejan también impresiones. De este modo el alma ve realmente pero sólo ve una imagen daguerrotipada en el cerebro. En el estado normal estas imágenes son fugitivas y efímeras, porque todas las partes cerebrales funcionan libremente, pero en el estado de enfermedad, el cerebro está siempre más o menos debilitado, el equilibrio no existe entre todos los órganos; algunos solamente conservan su actividad, mientras que otros están de algún modo paralizados; de ahí la permanencia de ciertas imágenes que no están ya borradas como en el estado normal por las preocupaciones de la vida exterior. Esa es la verdadera alucinación y la causa primera de las ideas fijas.
Como se ve, hemos dado cuenta de esta anomalía por una ley enteramente fisiológica bien conocida, la de las impresiones cerebrales, pero nos ha sido siempre preciso hacer intervenir el alma; pues si los materialistas no han podido dar todavía una solución satisfactoria de este fenómeno, consiste en que no quieren admitir el alma. También dirán que nuestra explicación es mala, porque ponemos por principio lo que se ha cuestionado. ¿Por quién? Por ellos, pero admitido por la inmensa mayoría desde que hay hombres sobre la tierra, y la negación de algunos no puede hacer ley. ¿Nuestra explicación es buena? La damos por lo que pueda valer a falta de otra, y si se quiere a título de simple hipótesis, esperándola mejor. Tal como es, ¿da razón de todos los casos de visión? Ciertamente que no, y desafiamos a todos los fisiologistas a que den una sola a su punto de vista exclusivo que los resuelva todos; porque cuando han pronunciado sus palabras sacramentales de sobre excitación y de exaltación no han dicho nada; luego si todas las teorías de la alucinación son insuficientes para explicar todos los hechos, es que hay otra cosa más que la alucinación propiamente dicha. Nuestra teoría sería falsa si la aplicábamos a todos los casos de visión, porque habría algunos de estos que vendrían a contradecirla; puede ser justa si se concreta a ciertos hechos.
Libro de Obras
Póstumas y las Manifestaciones de los Espíritus.
Carácter y
Consecuencias Religiosas de las Mismas
Preliminares
1. Las
almas o Espíritus de los que han vivido constituyen el mundo invisible que
puebla el espacio y en medio del cual vivimos. De aquí resulta que desde que existen
hombres, existen Espíritus, y que si éstos tienen el poder de manifestarse, han
debido hacerlo en todas las épocas. Así lo patentizan la historia y las
religiones de todos los pueblos. En estos últimos tiempos, empero, las
manifestaciones de los Espíritus han adquirido un gran desenvolvimiento y un
carácter de mayor autenticidad, porque estaba en las miras de la Providencia
poner término a la plaga de la incredulidad y del materialismo con pruebas
evidentes, permitiendo a los que han dejado la tierra, venir a atestiguar su
existencia y revelar su situación feliz o desgraciada.
2.
Viviendo el mundo visible en medio del invisible, con el que está en perpetuo
contacto, resulta que incesantemente reacciona el uno con el otro. Esta
reacción es origen de una multitud de fenómenos que se han considerado como sobrenaturales
por ignorarse su causa.
La acción
del mundo invisible sobre el visible y viceversa, es una de las leyes, una de
las fuerzas de la naturaleza, necesaria a la armonía universal como la ley de
atracción; si cesara de funcionar se perturbaría la armonía, como si se
separase una rueda de las de un mecanismo.
Estando
semejante acción fundada en una ley de la naturaleza, se deduce que todos los
fenómenos por ella producidos, nada tienen de sobrenaturales. Sólo han parecido
tales, porque no se conocía su causa, como así ha sucedido con ciertos efectos
de la electricidad, de la luz, etc.
3. Todas
las religiones tienen por base la existencia de Dios y por objeto el porvenir
del hombre después de la muerte. Este porvenir, que es para el hombre de
capital interés, está necesariamente enlazado con la existencia del mundo invisible.
Por esta razón, el conocimiento de semejante mundo ha sido en todo tiempo
objeto de las investigaciones y preocupaciones de aquel. Su atención ha sido
naturalmente atraída hacia los fenómenos que tienden a probar la existencia del
mundo invisible, y no los había más concluyentes que los de la manifestación
de los Espíritus, por cuyo medio sus mismos
habitantes revelaban su existencia.
He aquí
porque, los tales fenómenos han constituido la base de la mayor parte de los
dogmas de todas las religiones.
4.
Teniendo naturalmente el hombre intuición de un poder superior, ha sido inducido,
en todos los tiempos, a atribuir a su acción directa, los fenómenos cuya causa
le era desconocida, y que eran para él prodigios y efectos sobrenaturales.
Esta
tendencia es considerada por los incrédulos como consecuencia del apego del hombre
a lo maravilloso, pero no inquieren la causa de tal apego, que reside sencillamente
en la intuición mal definida de un orden de cosas extra corporal. Con el
progreso de la ciencia y el conocimiento de las leyes de la naturaleza, esos fenómenos
han pasado poco a poco del dominio de lo maravilloso, al de los efectos
naturales, de tal modo, que lo que en otro tiempo parecía sobrenatural, no lo
es en la actualidad, y lo que hoy lo es, no lo será mañana.
Los
fenómenos que dependen de la manifestación de los Espíritus, han
debido proporcionar, por su misma naturaleza, un
abundante contingente a los hechos tenidos por maravillosos; pero había de
llegar un tiempo en que, siendo conocida la ley que los rige, entrarían, como
los otros, en el orden de los hechos naturales. Ha llegado el tiempo y, dando a
conocer semejante ley, el Espiritismo ofrece la clave de la mayor parte de los
pasajes incomprensibles de las sagradas Escrituras que a él hacen alusión y de
los hechos considerados como milagrosos.
5. El carácter
del hecho milagroso, es el de ser insólito y excepcional, es una derogación de
las leyes de la naturaleza. Desde el momento en que un fenómeno se produce en
condiciones idénticas, es porque está sometido a una ley y no es milagroso.
Esta ley puede ser desconocida, pero no deja por ello de existir; el tiempo se
encarga de darla a conocer.
El
movimiento del sol, o mejor de la tierra, detenido por Josué, sería un verdadero
milagro, porque fuera una derogación manifiesta a la ley que rige el movimiento
de los astros; pero si el hecho pudiera reproducirse en condiciones dadas,
sería porque estaba sometido a una ley y dejaría, por consiguiente, de ser milagroso.
6. Sin
razón, se sobrecoge la Iglesia al ver que se estrecha el circulo de los hechos
milagrosos, puesto que Dios prueba mejor su grandeza y poderío por el admirable
conjunto de sus leyes, que por algunas infracciones de las mismas, tanto más
cuanto que ella atribuye al demonio el poder de hacer prodigios, lo que implicaría
que, pudiendo el demonio interrumpir el curso de las leyes divinas, sería tan
poderoso como Dios.
Atreverse
a decir que el Espíritu del mal, puede suspender la acción de las leyes de
Dios, es una blasfemia y un sacrilegio.
La religión, lejos de perder su autoridad,
porque hechos tenidos por
milagrosos pasen al orden de los hechos naturales,
no puede menos que ganar.
Ante todo,
porque si un hecho es tenido sin razón por milagroso, es un error y la religión
no puede dejar de perder, apoyándose en un error, sobre todo si se obstina en
mirar como un milagro lo que no lo es. En segundo lugar, no admitiendo muchas
personas la posibilidad de los milagros, niegan los hechos reputados
milagrosos, y por consiguiente, la religión que en ellos se apoya. Si, por el
contrario, la posibilidad de tales hechos es demostrada como consecuencia de
las leyes naturales, no hay lugar a rechazarlos, como tampoco a la religión que
los proclama.
7. Los
hechos evidenciados por la ciencia de un modo perentorio, no pueden ser
impugnados por ninguna creencia religiosa contraria. La religión no puede menos
de ganar en autoridad, siguiendo el progreso de los conocimientos científicos,
y de perder, quedándose rezagada o protestando contra esos mismos conocimientos
en nombre de los dogmas; porque ninguno de estos podrá prevalecer contra las
leyes de la naturaleza ni anularlas. Un dogma, fundado en la negación de una
ley de la naturaleza, no puede ser expresión de la verdad.
El
Espiritismo, fundado en el conocimiento de las leyes no comprendidas hasta
ahora, no viene a destruir los hechos religiosos, sino a sancionarlos, dando de
ellos una explicación racional. Solo viene a destruir las falsas consecuencias que
han sido deducidas a causa de la ignorancia de aquellas leyes o de su errónea
interpretación.
8.
Induciendo al hombre la ignorancia de las leyes de la naturaleza a buscar causas
fantásticas a los fenómenos que no comprende, es el origen de las ideas supersticiosas,
de las que son algunas debidas a los fenómenos espiritistas mal comprendidos.
El conocimiento de las leyes que los rigen, destruye las ideas supersticiosas,
reduciendo las cosas a su realidad y demostrando el límite de lo posible.
1. El Periespíritu -
Principio de las Manifestaciones
9. Los
Espíritus, según hemos dicho, tienen un cuerpo fluídico al que se da el nombre
de periespíritu. Su sustancia es tomada en el fluido universal o cósmico, que
lo forma y alimenta, como el aire forma y alimenta el cuerpo material del
hombre. El periespíritu es más o menos etéreo según los mundos y el grado de depuración
del Espíritu. En los mundos y en los Espíritus inferiores, su naturaleza es más
grosera y se acerca mucho a la materia bruta.
10. En la
encarnación, el Espíritu conserva su periespíritu, que es el órgano de
transmisión de todas las sensaciones. Para las que vienen del exterior, puede decirse
que el cuerpo recibe la impresión, el periespíritu la transmite, y el Espíritu,
el ser sensible e inteligente, la siente. Cuando el acto parte de la iniciativa
del Espíritu, puede decirse que este quiere, el periespíritu transmite y el
cuerpo ejecuta.
11. El
periespíritu no está encerrado en los límites del cuerpo como en una caja. Por
su naturaleza fluídica es expansible; irradia al exterior y forma alrededor del
cuerpo una especie de atmósfera, que el pensamiento y la fuerza de voluntad pueden
extender más o menos. De aquí se sigue, que personas que no están en contacto
corporal, pueden estarlo por medio del periespíritu y transmitirse, aún a pesar
suyo, las impresiones y a veces hasta la intuición de sus pensamientos.
12. Siendo
el periespíritu uno de los elementos constitutivos del hombre, desempeña un
papel importante en todos los fenómenos psicológicos, y hasta cierto punto en
los fisiológicos y patológicos. Cuando las ciencias médicas tomen en
consideración la influencia del elemento espiritual en la economía, habrán dado
un gran paso y nuevos horizontes se abrirán ante ellas; muchas causas de las enfermedades
serán explicadas entonces y se encontrarán poderosos medios de
combatirlas.
13. Por
medio del periespíritu obran los Espíritus sobre la materia inerte y producen
los diferentes fenómenos de las manifestaciones. Su naturaleza etérea, no
podría ser obstáculo para ello, puesto que se sabe que los más poderosos
motores se hallan en los fluidos más rarificados y en los imponderables. No
hay, pues, que maravillarse de ver que con ayuda de semejante palanca, los
Espíritus producen ciertos efectos físicos, tales como golpes y ruidos de toda
clase; elevación, transporte, lanzamiento de objetos en el espacio, etc. Para
explicarse esto, ninguna necesidad hay de acudir a lo maravilloso a los efectos
sobrenaturales.
14.
Obrando los Espíritus sobre la materia, pueden manifestarse de
muchas maneras diferentes: por medio de efectos
físicos, tales como los ruidos y movimientos de objetos; por la transmisión del
pensamiento, por la vista, el oído, la palabra, el tacto, la escritura, el dibujo,
la música, etc., en una palabra, por todos los medios que pueden servir para
ponerles en relación con los hombres.
15. Las
manifestaciones de los Espíritus pueden ser espontáneas o provocadas. Las
primeras tienen lugar inopinadamente y de improviso; con frecuencia se producen
en las personas más extrañas a las ideas espiritistas. En ciertos casos y bajo
la acción de ciertas circunstancias, las manifestaciones pueden ser provocadas
por la voluntad, bajo la influencia de las personas dotadas al efecto de
facultades especiales.
Las
manifestaciones espontáneas han tenido lugar en todas las épocas y países. Sin
duda alguna el medio de provocarlas era también conocido en la antigüedad, pero
constituía el privilegio de ciertas castas que no lo revelaban más que a
escasos iniciados bajo rigurosas condiciones, ocultándolo al vulgo a fin de dominarlo
con el prestigio de una fuerza oculta. Se ha perpetuado, empero, a través de
las edades, hasta nosotros, en algunos individuos; pero desfigurado casi siempre
por la superstición o confundido con las prácticas ridículas de la magia, lo que
había contribuido a desacreditarlo. Hasta entonces, no habían pasado de ser gérmenes
plantados aquí o allá. La Providencia había reservado a nuestra época el
conocimiento completo y la vulgarización de esos fenómenos, para purificarlos
de la mala liga y hacerlos servir en pro del mejoramiento de la humanidad, en disposición
hoy de comprenderlos y deducir sus consecuencias.
2. Manifestaciones visuales
16. Por su
naturaleza y estado normal el periespíritu es invisible, lo que tiene de común
con una porción de fluidos que sabemos que existen y que nunca, sin embargo,
hemos visto. Pero, lo mismo que ciertos fluidos, puede también sufrir modificaciones
que le hacen perceptible a la vista, sea por una especie de condensación, sea
por un cambio en su disposición molecular. Hasta puede adquirir las propiedades
de un cuerpo sólido y tangible, pero puede súbitamente volver a su estado
etéreo o invisible. Se puede formar idea de este efecto, por el del vapor, que
es susceptible de pasar de la invisibilidad al estado brumoso, después liquido,
luego sólido y viceversa.
Estos
diferentes estados del periespíritu son resultado de la voluntad del Espíritu,
no de una causa física exterior, como en el gas. Cuando un Espíritu aparece, es
porque pone su periespíritu en el estado referido para hacerlo visible.
Más no
basta siempre su voluntad; se necesita, para que pueda operarse esta modificación
del periespíritu, un concurso de circunstancias independientes de él.
Se
necesita, además, que el Espíritu tenga permiso para hacerse ver por una determinada
persona, lo que no siempre le es concedido, o no lo es más que en ciertas
circunstancias por motivos que no podemos apreciar. (Véase El Libro de los
Médiums, cap. VI).
Otra
propiedad del periespíritu que depende de su naturaleza etérea, es la penetrabilidad.
Ninguna materia le es obstáculo, las atraviesa todas, como atraviesa la luz los
cuerpos transparentes. De aquí que no haya clausura que pueda oponerse a la
entrada de los Espíritus, quienes van a visitar al prisionero en su calabozo
con la misma facilidad que al hombre que está en medio del campo.
17. Las
manifestaciones visuales más comunes tienen lugar durante el sueño; estas son
las visiones. Las apariciones propiamente dichas tienen lugar en estado de
vigilia, cuando se disfruta de la plenitud y completa libertad de las
facultades. Se presentan generalmente bajo una forma vaporosa, diáfana, a veces
vaga e indecisa; al principio, se ofrecen con frecuencia como un reflejo
blanquecino cuyos contornos se dibujan poco a poco; otras veces, las formas
están claramente acentuadas y se distinguen los más tenues rasgos de la cara,
hasta el extremo de poder dar una muy precisa descripción. Los movimientos y el
aspecto son
semejantes a los del Espíritu durante su vida.
18.
Pudiendo tomar todas las apariencias, el Espíritu se presenta bajo aquella que
mejor pueda darle a conocer, si tal es su deseo. Así es que, aunque como Espíritu
no tenga ningún defecto corporal, se presenta defectuoso, cojo, herido, con
cicatrices, si esto es menester para patentizar su identidad. Otro tanto sucede
con el vestido. El de los Espíritus, que nada han conservado de los apetitos
terrenales, se compone ordinariamente de un ropaje de largos pliegues flotantes
y su cabellera es ondulante y graciosa.
Los
Espíritus se presentan a menudo con los atributos característicos de su elevación,
como una aureola, alas los que pueden considerarse como ángeles, un aspecto
luminoso y resplandeciente, mientras otros tienen los que recuerdan sus ocupaciones
terrestres. Así, un guerrero podrá aparecer con su armadura, un sabio con un
libro, un asesino con un puñal, etc. Los Espíritus superiores tienen una
fisonomía hermosa, noble y tranquila; los más inferiores tienen algo de feroz y
bestial, y en ciertas ocasiones conservan las huellas de los crímenes que han cometido
o de los suplicios que han sufrido. Esta apariencia es real para ellos, es decir,
que se creen ser lo que parecen, lo cual es un castigo.
19. El
Espíritu que quiere o puede aparecerse, toma a veces una forma mas precisa aún,
teniendo todas las apariencias de un cuerpo sólido, hasta el punto de producir
una ilusión completa y de hacer creer que se tiene delante un ser corporal.
En ciertos
casos y bajo el influjo de ciertas circunstancias, la tangibilidad puede
hacerse real, es decir, que se puede tocar, palpar, sentir la misma resistencia,
el mismo calor de un cuerpo vivo, lo que no es óbice a que desaparezca con la rapidez
del rayo. Se podría pues, estar en presencia de un Espíritu con el que se
cambiase palabras y actos de la vida, creyendo tratar con un mortal, sin
sospechar que es un Espíritu.
20.
Cualquiera que sea el aspecto bajo el que se presente un espíritu, aún bajo la
forma tangible, puede en el mismo instante, no ser visible más que para unos
cuantos. En una reunión, podría, pues, presentarse solo a uno o varios
miembros; y de dos personas que estuviesen juntas, puede una verle y tocarle y
la otra no ‘ver ni sentir nada’.
El
fenómeno de la aparición a una sola persona entre muchas que se hallan reunidas,
se explica por la necesidad de una combinación entre el fluido periespiritual
del Espíritu y el de la persona, para que se produzca. Para esto es preciso que
haya entre esos fluidos una especie de afinidad que favorezca la combinación.
Si el Espíritu no encuentra la aptitud orgánica necesaria, dicho fenómeno no
puede producirse; pero si existe, el Espíritu es libre de aprovecharla o no, de
donde resulta que, si dos personas igualmente favorecidas bajo este aspecto se
encentran juntas, el Espíritu puede realizar la combinación fluídica con aquella
a quien quiere presentarse; no haciéndolo con la otra, esta no lo verá. Lo
mismo pasaría con dos individuos que tuviesen un velo ante los ojos. Si un
tercer individuo quiere hacerse ver solo a uno de los dos, solo a él levantaría
el velo; pero si el tal individuo fuera ciego, ya podría levantársele el velo,
que no le sería por ello dada la facultad de ver.
21. Las
apariciones tangibles son muy raras, pero las vaporosas son frecuentes, sobre
todo en el momento de la muerte. Parece que el Espíritu libre se apresura a
volver a ver a sus parientes y amigos como para advertirles que acaba de dejar
la tierra, y decirles que vive a pesar de ello. Evoque cada cual sus recuerdos,
y se verá cuantos hechos auténticos de este género, de los cuales no se daba
cuenta, han tenido lugar no solo de noche, durante el sueño, sino en pleno día
y en estado de la mis completa vigilia.
______________________________________________
Las comunicaciones o manifestaciones espontáneas
no son aceptadas como para ser permitidas como parte de las enseñanzas del
Espiritismo en las actividades Mediúmnicas. Por lo tanto permitir que espíritus
inferiores e impuros, se manifiesten sin permiso, puede ser una garantía de que
el Espiritismo que dice ser, no lo es. Es apropiado advertirles que esas
comunicaciones no aportan nada, y no son apropiadas en cuanto a las Evocaciones
de Espíritus.
Los Espíritus que se manifiestan
espontáneamente, no les importa introducirse sin permiso, y violan el libre
albedrio de los demás. Que lo que hacen
es imponer sus criterios sin que se les haya autorizado. Los Espiritistas religiosos de Brasil,
aceptaron una comunicación del Espíritu Ismael en el ano de 1888, donde este
falso Espíritu se contradijo con las enseñanzas del Espiritismo, y le indico a
los que lo escucharon y lo convirtieron en una regla u "Opinión
Personal", aislada, que el Espiritismo no se responsabilizaría.
Veamos
cómo este tema es tratado en el Libro de Los Médiums y en el libro de obras
Póstumas.
Comunicaciones Espontaneas
Consideraciones generales
Libro de Los
Médiums
Segunda Parte –
Capítulo XXV
269. Los
Espíritus pueden comunicarse en forma espontánea,
o bien en respuesta a nuestro llamado, es decir, presentándose
mediante la evocación. Algunas personas piensan que no debemos
evocar a ningún Espíritu, sino que es preferible esperar la llegada de
cualquiera que desee comunicarse. Se basan en la opinión de que, cuando
llamamos a un Espíritu determinado, no podemos tener la certeza de que sea él
mismo quien se presenta, mientras que aquel que acude espontáneamente, por su
propia iniciativa, prueba mejor su identidad, puesto que de ese modo manifiesta
el deseo que tiene de conversar con nosotros. Por
nuestra parte, opinamos que eso es un error. Primero, porque
siempre estamos rodeados de Espíritus, la mayoría de las veces de condición
inferior, que no desean otra cosa que comunicarse. En segundo lugar, y precisamente
por esa razón, el hecho de que no llamemos
a ningún Espíritu en particular equivale a abrir la puerta a todos los que
quieran entrar. En una asamblea, no ceder la palabra a nadie implica dejarla
libre a cualquiera, y se sabe lo que de ahí puede resultar. El llamado directo
que se hace a un Espíritu determinado establece un vínculo entre él y nosotros.
Lo convocamos porque es nuestro deseo, y de ese modo
oponemos una especie de barrera a los intrusos. Si no existiera
un llamado directo, la mayoría de las veces un Espíritu no
tendría motivo alguno para acercarse a nosotros, a menos que fuera nuestro Espíritu familiar.
Ambas maneras de
actuar tienen sus ventajas, y el único inconveniente radicaría en que alguna de
ellas fuera excluida de manera absoluta. Las
comunicaciones espontáneas no acarrean ningún inconveniente si mantenemos el
control de los Espíritus y estamos seguros de que los malos no lograrán
dominarnos.
En ese caso, por
lo general es útil aguardar la buena voluntad de los que están dispuestos a
manifestarse, porque su pensamiento no sufre ninguna presión, y de esa manera
se pueden obtener cosas admirables. En cambio, puede suceder que el Espíritu a quien
se llama no esté dispuesto a hablar, o no sea capaz de hacerlo en el sentido
deseado. El análisis escrupuloso que hemos aconsejado
es, además, una garantía contra las malas comunicaciones.
En las reuniones
regulares, sobre todo en aquellas en las que se realiza un trabajo continuado,
siempre hay Espíritus habituados a concurrir sin que se los llame, justamente
porque están prevenidos a causa de la regularidad de las sesiones. A menudo
toman la palabra de manera espontánea, para tratar un tema cualquiera,
desarrollar una proposición o prescribir lo que se debe hacer, en cuyo caso son
fácilmente reconocibles, sea por la forma del lenguaje, que es siempre
idéntico, sea por la escritura, o bien por ciertos hábitos que les son
peculiares.
270. Cuando
deseamos entrar en comunicación con un Espíritu determinado, es absolutamente
necesario que lo evoquemos (Véase el § 203). Si ese Espíritu puede venir, la
respuesta
generalmente es Sí, o Estoy aquí, o también: ¿Qué queréis
de mí?
Otras veces, entra directamente en tema respondiendo por
anticipado a las preguntas que nos proponíamos hacerle.
Cuando se evoca a un Espíritu por primera vez, conviene designarlo
con cierta precisión. En las preguntas que le hacemos, corresponde
evitar las fórmulas bruscas e imperativas, que constituirían para él un motivo
de alejamiento.
Las fórmulas
empleadas deben ser afectuosas o respetuosas,
según el Espíritu, y en todos los casos el evocador debe dar muestra de
benevolencia.
271. Muchas
veces es sorprendente la celeridad con que un Espíritu evocado se presenta,
incluso desde la primera vez. Se diría que estaba prevenido de que lo
evocaríamos y, de hecho, eso es lo que sucede cuando tenemos previamente la
intención de hacerlo. Esa intención es una especie de evocación anticipada, y
como siempre tenemos a nuestros Espíritus familiares, que se identifican con nuestro
pensamiento, ellos preparan el camino para que, si no surge ningún obstáculo,
el Espíritu al que deseamos llamar ya se encuentre presente en el momento de la
evocación. En caso contrario, quien va a buscarlo es el Espíritu familiar del
médium, o el del interrogador, o incluso el de uno de los que frecuentan las reuniones,
y para eso no necesita mucho tiempo. Si el Espíritu
evocado no puede acudir de inmediato, el mensajero –los
paganos dirían Mercurio– establece un plazo, a veces de cinco minutos, un cuarto
de hora, una hora y hasta de varios días. Cuando el Espíritu llega, el
mensajero dice: Aquí está. Entonces podemos comenzar a hacerle las preguntas
que queramos.
El mensajero no
siempre es un intermediario indispensable, pues el Espíritu puede oír directamente
el llamado del evocador, conforme está explicado en el § 282, pregunta 5, que
trata acerca del modo en que se transmite el pensamiento.
Cuando
recomendamos que la evocación se haga en el nombre de Dios, confiamos en que nuestra
recomendación sea tomada con seriedad, no a la ligera. Quienes apenas vean en eso
el empleo de una fórmula sin consecuencia, será mejor que se abstengan.
272. A menudo,
las evocaciones ofrecen a los médiums más dificultades que los dictados
espontáneos, especialmente cuando se trata de obtener respuestas precisas a
preguntas detalladas.
Para eso se
requieren médiums especiales, flexibles y positivos a la vez. Ya hemos visto
(en el § 193) que esos médiums son bastante raros, porque, según dijimos, las
relaciones fluídicas no siempre se establecen, de manera instantánea, con el
primer Espíritu que se presenta. Conviene, pues, que los médiums sólo se
entreguen a las evocaciones minuciosas después de que estén
seguros del desarrollo de sus facultades, así como de la
naturaleza de los Espíritus que los asisten, pues en aquellos médiums que están
mal acompañados las evocaciones no pueden reunir
ningún carácter de autenticidad.
273. Por lo
general, a los médiums se los busca mucho más para las evocaciones de interés privado
que para las comunicaciones de interés general. Esto se explica por el muy
natural deseo que todos tenemos de conversar con los seres que nos son
queridos. Al respecto, consideramos que es preciso hacer varias recomendaciones
importantes a los médiums. En primer término, que sólo respondan a ese deseo
con mucha reserva cuando se trate de personas de cuya sinceridad no
estén completamente seguros, y que estén precavidos
contra las trampas que personas malintencionadas podrían tenderles.
En segundo
término, que no se presten a esas evocaciones bajo ningún pretexto si perciben
que el objetivo es la curiosidad o el interés, y no una intención seria de
parte del evocador. Además, que se nieguen a hacer preguntas improductivas o
que excedan el ámbito de las que racionalmente se pueden dirigir a los
Espíritus. Las preguntas deben ser formuladas con claridad y precisión, sin
segundas intenciones, a fin de que se obtengan respuestas categóricas. Por consiguiente,
es necesario descartar todas las preguntas que tengan carácter insidioso,
porque sabemos que a los Espíritus no les satisfacen aquellas cuyo objetivo es
ponerlos a prueba. Insistir en preguntas de esa naturaleza significa que uno
mismo busca ser engañado. El evocador debe dirigirse con franqueza y
abiertamente a su objetivo, sin subterfugios ni rodeos. Si teme ser explícito,
será mejor que se abstenga.
También es
conveniente actuar con mucha prudencia cuando se hacen evocaciones sin que
estén presentes las personas que las han solicitado, e incluso muchas veces es preferible
no hacerlas en esos casos, dado que solamente esas personas están en
condiciones de analizar las respuestas, juzgar acerca de la identidad del
Espíritu que se comunica, pedir aclaraciones si fuera necesario, y formular las
preguntas adicionales que las circunstancias requieran.
Además, su
presencia constituye un lazo que atrae al Espíritu, que por lo general se halla
poco dispuesto a comunicarse con extraños, que no le inspiran ninguna simpatía.
El
médium, en una palabra, debe evitar todo aquello que pueda convertirlo en un
agente de consultas, puesto que, desde el punto de vista de muchas personas,
eso equivale a actuar como un decidor de la buenaventura.
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REFERENCIAS PARA ESCRIBIR ESTA REFLEXIÓN
- El Evangelio Según El Espiritismo, Allan Kardec
- El Libro de Los Espíritus, Allan Kardec
- Obras Póstumas, Allan Kardec
- Génesis – Allan Kardec
- El Cielo Y el Infierno – Allan Kardec
- El Libro de Los Médiums – Allan Kardec
Revisado en: 2/7/14
Despues q fallecio mi esposa la sentia conmigo durante 3 años quiza porque le preocupaba nuestra hija , a pesar q le dije q veria por ella luegoun dia se me presento en forma de esfera dorada q irradiaba dotas doradas , puse mis manos en contacto con ellas i senti q era ella le indique q fuera hacia la luz donde encontraria con sus padres q la quisieron mucho y q yo veria por nustra hija, dicho esto desaparecio y no la he vuelto a sentir .me podrian dar uba explicacion gracias
ResponderEliminarProbablemente era ella. No siempre aparecen con su forma humana, tal vez por ser mejor o más conveniente al que los ve. Probablemente al decirle que tu cuidarías de la niña, ella aceptó el encuentro con los suyos, sabiendo que definitivamente quedaba la hija en buenas manos. Si no has vuelto a tener noticias de ella, creo que es buena señal; aquí si se puede decir eso de que la mejor noticia es no tener noticia. Un abrazo
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