Libre Albedrío no es lo mismo y es contrario al Determinismo. La cuestión del Libre Albedrío puede resumirse de éste modo, según el Item § 872 del Libro de los Espíritus que lo establece firmemente.
RESUMEN TEÓRICO DEL MÓVIL DE LAS ACCIONES DEL HOMBRE
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EL LIBRO DE LOS ESPÍRITUS
872. La cuestión del libre albedrío puede resumirse de éste modo: El hombre no es
fatalmente arrastrado al mal, los actos que realiza no están escritos de antemano: los crímenesque comete no son resultado de un fallo del destino. Como prueba y como expiación, puedeelegir una existencia en la que sentirá las solicitaciones del crimen, ya a consecuencia del medio en que esté colocado, ya en virtud de las circunstancias que sobrevengan;pero siempre es libre de obrar o de no obrar. Así pues, el libre albedrío existe en el estado deespíritu para la elección de la existencia y de las pruebas, y en estado corporal en la facultadde ceder o de resistir a las solicitudes a que voluntariamente nos hemos sometido. A laeducación toca combatir ésas malas tendencias, y lo hará provechosamente cuando estébasada en el estudio profundo de la naturaleza moral del hombre.
Mediante el conocimientode las leyes que rigen ésa naturaleza moral, se llegará a modificarla, como la inteligencia pormedio de la instrucción, y el temperamento por medio de la higiene.
El espíritu desprendido de la materia y en estado errante, elige sus futuras existenciascorporales según el grado de perfección a que ha llegado, y en ésto, como tenemos dicho,consiste especialmente su libre albedrío.
Semejante libertad no queda anulada por lareencarnación; sí cede a la influencia de la materia, es porque sucumbe a las pruebas que élmismo ha elegido, y para que le ayuden a dominarlas, puede invocar la asistencia de Dios yde los espíritus buenos. (337)
(337)
EL LIBRO DE LOS ESPÍRITUS
337. ¿Puede ser impuesta por Dios la unión del espíritu a un cuerpo determinado?
«Puede ser impuesta lo mismo que las otras pruebas, sobre todo, cuándo el espíritu no esapto aún para elegir con conocimiento de causa. Por vía de expiación, el espíritu puede serobligado a unirse al cuerpo de un niño que, por su nacimiento y la posición que ocupará en el
mundo, podrá ser objeto de castigo».
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Sin libre albedrío el hombre no tiene culpa del mal, ni mérito por el bien, lo cual está detal modo reconocido, que en el mundo se proporciona siempre la censura o el elogio a laintención, es decir, a la voluntad, y quién dice voluntad dice libertad. El hombre no puede,pues, buscar excusa a sus faltas en su organización, sin abdicar de su razón y de su condiciónde ser humano para asimilarse al bruto.
Sí de tal manera aconteciese respecto del mal,igualmente sucedería respecto del bien; pero cuándo el hombre realiza éste, se da buencuidado en hacerse un mérito de ello, sin atribuirlo a sus órganos, lo cual prueba queinstintivamente no renuncia, a pesar de la opinión de algunos sistemáticos, al más belloprivilegio de su especie, la libertad de pensar.
La fatalidad, tal como vulgarmente se la comprende, supone la decisión anticipada eirrevocable de todos los sucesos de la vida, cualquiera que sea su importancia. Si este fuese elorden de las cosas, el hombre sería una máquina sin voluntad. ¿De qué le serviría suinteligencia, puesto que estaría invariablemente dominado en todos sus actos por la fuerza deldestino? Sí semejante doctrina fuese verdadera, sería la destrucción de toda libertad moral: no existiría responsabilidad para el hombre, y por consiguiente, ni bien, ni mal, ni crímenes, ni virtudes,Dios, soberanamente justo, no podría castigar a su criatura por faltas que no dependía de elladejar de cometer, ni recompensarla por virtudes, cuyo mérito no le correspondería.
Semejante ley sería además la négación del progreso; porque el hombre que todo lo esperase de la suerte,nada intentaría para mejorar su posición, puesto que no seria ni de mejor, ni de peorcondición.
La fatalidad no es, sin embargo, una palabra hueca, existe en la posición que el hombreocupa en la tierra, y en las funciones que desempeña, a consecuencia de la clase de existenciaque su espíritu ha elegido como prueba, expiación o misión. Sufre fatalmente todas lasvicisitudes de ésa existencia, y todas las tendencias buenas o malas que le son inherentes;pero hasta aquí llega la fatalidad; porque depende de su voluntad el ceder o no a aquellastendencias. Los detalles de los acontecimientos están subordinados a las circunstancias queel hombre provoca por sí mismo con sus actos, y en los cuáles pueden influir los espíritus pormedio de los pensamientos que le sugieren. (459)
(459)
INFLUENCIA OCULTA DE LOS ESPÍRITUS EN NUESTROSPENSAMIENTOS Y ACCIONES
459. ¿Influyen los espíritus en nuestros pensamientos y acciones?
«Bajo éste aspecto su influencia es mayor de lo que creéis; porque a menudo son ellosquienes os dirigen».
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La fatalidad consiste, pues, en los sucesos que se presentan, puesto que son consecuenciade la elección de la existencia hecha por el espíritu. No puede consistir en el resultado deaquellos sucesos, puesto que puede depender del hombre el modificar su curso con su
prudencia, y no consiste nunca en los hechos de la vida moral.
Respecto de la muerte, sí que está el hombre sometido de un modo absoluto a lainexorable ley de la fatalidad; porque no puede substraerse al fallo que fija el término de suexistencia, ni al género de muerte que debe interrumpir su curso.
Según la doctrina vulgar, el hombre toma en sí mismo todos sus instintos; éstos
provienen, ora de su organización física, de la que no puede ser responsable, ora de su propianaturaleza en la cuál puede buscar una excusa, diciéndose que no es culpa suya el ser comoes.
Evidentemente es más natural la doctrina espiritista: admite en el hombre el libre albedríoen toda su plenitud, y al decirle que, sí hace mal. cede a una mala sugestión extraña, leabandona toda la responsabilidad, puesto que le reconoce fuerza para resistirla, lo que es evidentemente más fácil que sí tuviese que luchar con su propia naturaleza. Así, según la doctrina espiritista, no existe solicitación irresistible; el hombre puede negar siempre oídos a la vozoculta que en su fuero interno le solicita al mal, como puede negarlos a la voz material delque habla, y lo puede en virtud de su voluntad, pidiendo a Dios la fuerza necesaria y reclamando a éste efecto la asistencia de los espíritus buenos. Ésto es lo que nos enseña Jesús
en la sublime súplica de la Oración dominical, cuándo nos hace decir: «Y no nos dejes caeren la tentación, mas líbranos de mal».
Ésta teoría de la causa excitante de nuestros actos se desprende evidentemente de toda laenseñanza dada por los espíritus. No sólo es sublime por su moralidad, sino que añadimosque ensalza al hombre: lo presenta libre de sacudir un yugo obsesor, como libre es de cerrarsu casa a los importunios; no es ya una máquina que obra por un impulso independiente de suvoluntad, sino un ser, dotado de razón que escucha, que juzga y escoge libremente entre dosconsejos.
Añadamos que, a pesar de ésto, el hombre no queda privado de iniciativa, y no deja
de obrar por movimiento propio, puesto que en definitiva no es más que un espíritu
encarnado que conserva bajo la envoltura corporal, las cualidades buenas o malas que poseíacomo espíritu. Las faltas que cometemos tienen, pues, su primer origen en la imperfección de nuestro espíritu, que no ha conseguido aún la superioridad moral que tendrá un día; pero queno carece por ello de libre albedrío. La vida corporal le es dada para que se purgue de sus
imperfecciones por medio de las pruebas que sufre, y precisamente las mismas
imperfecciones son las que le hacen más débil y accesible a las sugestiones de los otrosespíritus imperfectos, que de ellas se aprovechan para procurar que sucumba en la lucha queha emprendido. Sí de ella sale victorioso, se eleva; sí sucumbe, se queda como era, ni mejor, ni peor. Habrá de empezar una nueva prueba, lo que puede prolongarse durante mucho tiempo.
Mientras más se purifica, más disminuyen sus lados vulnerables y menos pie dá a los
que le solicitan al mal. Su fuerza moral crece en proporción de su elevación, y los malosespíritus se alejan de él.
Todos los espíritus. más o menos buenos, una vez encarnados, constituyen la especie
humana, y como nuestra tierra es uno de los mundos menos adelantados, se encuentran másespíritus malos que buenos, y he aquí por qué vemos en ella
tanta perversidad.
Esforcémonos, pues, por no volver a este mundo, después de la presenteresidencia, y por merecer ir a descansar en otro mejor, en uno de ésos mundos privilegiados
donde el bien reina sin rival, y en el cuál no recordamos nuestro tránsito por la Tierra más quecomo un período de destierro.
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