Mistificaciones...
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Mistificaciones...
Libro de los Médiums, Segunda Parte – Capítulo XXVII
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303. Sí bien es desagradable equivocarse, peor todavía es ser objeto de una mistificación. Por otra parte, se trata de uno de los inconvenientes de los que resulta más fácil preservarse. Los medios para frustrar las tretas de los Espíritus embusteros ya han sido expuestos en las instrucciones precedentes, razón por la cuál poco agregaremos al respecto. Veamos las respuestas que nos han dado los Espíritus en relación con el tema:
1. Las mistificaciones son uno de los escollos más desagradables del espiritismo práctico. ¿Existe algún medio para preservarnos de ellas?
“Me parece que podéis hallar la respuesta en todo lo que se os ha enseñado. En efecto, hay un medio sencillo para preservarse: no pedir al espiritismo más de lo que puede y debe daros. Su objetivo es el mejoramiento moral de la humanidad. Mientras no os apartéis de ése objetivo, nunca seréis engañados, pues no existen dos maneras de comprender la verdadera moral, aquella que todo hombre provisto de buen sentido puede admitir.
”Los Espíritus acuden a instruiros y a guiaros en el camino del bien, y no en el de los honores y las riquezas, como tampoco acuden para servir a vuestras pasiones mezquinas. Sí nunca se les pidiera nada fútil, o que exceda sus atribuciones, nadie daría acceso a los Espíritus embusteros. De ahí debéis inferir que sólo es objeto de mistificación aquél que lo merece.
”El rol de los Espíritus no consiste en informaros acerca de las cosas de vuestro mundo, sino en guiaros con seguridad en aquello que os pueda ser útil para el otro. Cuándo os hablan de las cosas de la Tierra es porque lo juzgan necesario, y no porque vosotros lo pedís. Sí consideráis a los Espíritus como sustitutos de los adivinos y los hechiceros, sin duda seréis engañados.
”Sí los hombres no tuvieran más que dirigirse a los Espíritus para saberlo todo, ya no poseerían libre albedrío, y se apartarían del camino que Dios ha trazado a la humanidad. El hombre debe actuar por sí mismo. Dios no envía a los Espíritus para que le allanen la ruta material de la vida, sino para prepararles la del porvenir.”
[1a] – Pero hay personas que, aunque no pregunten nada, son engañadas de manera infame por Espíritus que se presentan en forma espontánea, sin que se los haya llamado.
“No preguntan nada, pero dejan que se les hable, lo que viene a ser lo mismo. Sí recibieran con reserva y desconfianza todo lo que se aparta del objetivo esencial del espiritismo, los Espíritus frívolos no las convertirían en sus víctimas con tanta facilidad.”
2. ¿Por qué Dios permite que personas sinceras, que aceptan el espiritismo de buena fe, sean engañadas? ¿No podría éso tener el inconveniente de hacer que su creencia vacile?
“Sí su creencia vacila por éso, entonces su fe no es demasiado sólida. Los que renuncian al espiritismo por una simple contrariedad, demuestran que no lo han comprendido ni se han dedicado a su aspecto serio. Dios permite las mistificaciones para poner a prueba la perseverancia de los verdaderos adeptos, así como para castigar a los que hacen del espiritismo un objeto de entretenimiento.”
EL ESPÍRITU DE VERDAD
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OBSERVACIÓN – La astucia de los Espíritus mistificadores a veces supera todo lo imaginable. El arte con que apuntan sus baterías y combinan los medios de persuasión sería un hecho curioso sí sólo consistiera en hacer algunas bromas inocentes. Sin embargo, las mistificaciones pueden tener consecuencias desagradables para aquéllos que no tomen sus precauciones. Estamos contentos de haber podido abrir a tiempo los ojos de muchas personas que nos solicitaron consejo, y de haberles ahorrado acciones ridículas y comprometedoras. Entre los medios que ésos Espíritus emplean, hay que incluir en primer lugar, por ser de los más frecuentes, los que tienen el objetivo de tentar la codicia, como la revelación de presuntos tesoros ocultos, el anuncio de herencias u otras fuentes de riqueza. Además, deben considerarse sumamente sospechosas las predicciones con fecha determinada, así como todas las indicaciones concretas relativas a intereses materiales. Es preciso abstenerse de aquéllas acciones prescritas o aconsejadas por los Espíritus, toda vez que sus fines no sean eminentemente racionales. Nunca hay que dejarse deslumbrar por los nombres que los Espíritus adoptan para dar una apariencia de verdad a sus palabras. Es necesario desconfiar de las teorías y los sistemas científicos arriesgados y, por último, de todo lo que se aparte del objetivo moral de las manifestaciones. Llenaríamos un volumen curiosísimo con la historia de todas las mistificaciones que han llegado a nuestro conocimiento.