Los desiertos del espacio
Génesis Espiritista
CAPÍTULO VI
Uranografía general 16
El espacio y el tiempo • La materia • Las leyes y las fuerzas • La creación primera • La creación universal • Los soles y los planetas • Los satélites • Los cometas • La Vía Láctea • Las
estrellas fijas • Los desiertos del espacio • Sucesión eterna de los mundos • La vida universal • Diversidad de los mundos.
Genesis, Capitulo VI...
1. Se han dado varias
definiciones del espacio, entre las cuales la principal es esta: el espacio es la
extensión que separa a dos cuerpos.
De ahí, ciertos sofistas han deducido que donde no haya cuerpos no habrá
espacio. Algunos doctores en teología se basaron en ésto para establecer que el
espacio es necesariamente finito, alegando que cierto número de cuerpos
limitados no podría formar una serie infinita, y que allí donde se acabaran los
cuerpos también se acabaría el espacio. El espacio también ha sido definido
como el lugar donde se mueven los mundos, el vacío donde actúa la materia, etc.
Dejemos todas esas definiciones, que nada definen, en los tratados donde
descansan.
16 Este capítulo ha sido extraído textualmente de una serie de comunicaciones dictadas a la Sociedad Espírita de París, en 1862 y 1863, bajo el título de “Estudios uranográficos”, firmadas por el Espíritu de Galileo. El médium fue el señor C. F. (N. de Allan Kardec.) Éstas iniciales se corresponden con las del astrónomo espírita Camille Flammarion, quien por entonces contaba con veinte años de edad. (N. del T.)
La Génesis - Capítulo VI
Espacio es una de esas palabras que representan una idea
primitiva y axiomática, evidente de por sí, y a cuyo respecto las diversas definiciones
que se puedan dar no hacen más que oscurecerla. Todos sabemos qué es el
espacio, y por mí parte sólo quiero manifestar que es infinito, a fin de que
nuestros estudios ulteriores no encuentren ninguna barrera que obstaculice las
investigaciones de nuestra mirada. Ahora bien, digo que el espacio es infinito,
por el hecho de que es imposible imaginarse un límite cualquiera para él, y
porque, a pesar de la dificultad
con que nos topamos para concebir el infinito, nos
resulta más fácil avanzar
eternamente por el espacio, con el pensamiento, que detenernos en un punto
cualquiera después del cual no encontrásemos más extensión para recorrer. Para
imaginarnos la infinitud del espacio, tanto como nos lo permitan nuestras
limitadas facultades, supongamos que, partiendo de la Tierra, pérdida en medio
del infinito, hacia un punto cualquiera del universo, con la velocidad
prodigiosa de la chispa eléctrica, que recorre millares de leguas por segundo, tras haber recorrido millones de leguas poco
después de dejar este globo, nos encontramos en un lugar desde donde apenas lo
divisamos con el aspecto de una pálida estrella. Transcurrido un instante, siguiendo siempre en la misma dirección, llegamos a esas estrellas lejanas que vosotros apenas divisáis desde vuestra estación terrestre. A partir de ahí, no sólo la Tierra desaparece por completo para nuestra mirada en las profundidades del cielo, sino que también vuestro Sol, con todo su esplendor, se ha eclipsado por la extensión que nos separa de él.
Brea Impulsados siempre por la misma velocidad del relámpago, a cada paso que avanzamos en la inmensidad trasponemos sistemas de mundos, islas de luz etérea, carreteras de estrellas, parajes fastuosos donde Dios sembró los mundos con la misma profusión con que sembró las plantas en las praderas terrestres. Ahora bien, hace apenas unos pocos minutos que andamos, y ya nos separan de la Tierra cientos de millones de millones de leguas, miles de millones de mundos han pasado delante de nuestra vista y, en la realidad –¡escuchad esto!–, no hemos avanzado un solo paso en el universo. Si
2. —El tiempo, como el espacio, es una palabra definida por sí misma; nos formamos de él una idea más justa estableciendo su relacion con el todo infinito. El tiempo es la sucesion de las cosas; está relacionado con la eternidad, de la misma manera que las cosas lo están con lo infinito. Supongámonos al principio de nuestro mundo, en aquella época primitiva en que la Tierra no se balanceaba aún al impulso de la voluntad divina, en una palabra, al principio del Génesis. Allí no ha salido aun el tiempo de la misteriosa cuna de la naturaleza, y nadie puede decir en qué época de los siglos nos encontramos puesto que el péndulo de los siglos no está aún en movimiento.
Más la primera hora de una tierra aislada suena en el timbre eterno, el planeta se mueve en el espacio, y desde entonces hay dia y noche, mañana y tarde. Del lado de allá de la Tierra la eternidad queda impasible e inmóvil aunque el tiempo marcha para muchos otros mundos. En la tierra el tiempo reemplaza a la eternidad, y durante una serie determinada de generaciones se cuentan en ella los años y los siglos.
Trasportémonos ahora con la imaginación al último dia de este mundo, a la hora en que agobiado por el peso de su vetustez, la tierra llegue a borrarse del libro de la vida para no volver a aparecer; aquí termina la sucesion de los acontecimientos, los movimientos terrestres que median el tiempo se interrumpen, y el tiempo acaba con ellos.
Ésta simple exposicion de las cosas naturales que dan nacimiento al tiempo, lo alimentan y le dejan extinguirse, basta para mostrar que visto bajo el punto de vista en que debemos colocarnos para nuestros estudios, el tiempo es una gota de agua que cae de las nubes al mar y cuya caida se mide.
Tantos mundos como hay en la vasta extensión, otros tantos tiempos diversos e incompatibles pueden contarse. Fuera de los mundos, la eternidad reemplaza esas sucesiones efímeras y llena apaciblemente con su luz inmóvil la inmensidad de los cielos. Inmensidad sin límites y eternidad sin límites ; tales son las dos grandes propiedades de la naturaleza universal.
La vista del observador que atraviesa, sin encontrar nunca donde detenerse, las distancias inconmensurables del espacio y el pensamiento del geólogo que se remonta mas allá de los límites de los tiempos o que desciende a las profundidades de la eternidad en que han de perderse un dia, funcionan de consuno, cada uno por su lado, para adquirir esta noción de lo infinito; extensión y duración.
Más insiguiendo este órden de ideas, nos será fácil concebir que no siendo el tiempo sino la relación de las cosas transitorias, y dependiendo únicamente de las cosas que se miden; si tomando los siglos terrestres por unidades, los tomamos por millares de millares hasta formar una suma colosal, ese número no representará todavía un instante en la eternidad; como los millones, billones y trillones de leguas no son más que un punto en la extension.
Así, por ejemplo, estando los siglos fuera de la vida eterna del alma, nosotros podríamos escribir una serie de números tan larga como el ecuador terrestre, y suponernos vivos desde igual número de siglos, sin que en realidad cuente nuestra alma un día más; y añadiendo a este número indefinible de siglos, una serie larga como de la tierra al sol o mucho mayor aún, e imaginándonos vivir durante la sucesión prodigiosa de períodos seculares representados por la suma de tales números; cuando llegásemos al fin, la acumulación incomprensible de siglos que pesaran sobre nuestra cabeza, seria como si no fuese; quedaría ante nosotros la eternidad toda entera.
El tiempo no es más que una medida relativa de la sucesion de las cosas transitorias: la eternidad no es susceptible de medida alguna bajo el punto de vista de la duración: para ella no hay principio ni fin, todo es presente para ella. Pues si siglos de siglos son menos de un segundo respecto a la eternidad , ¿qué es la duracion de la vida humana?
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