El Espiritismo esta
sostenido sobre el Contenido de Los libros Codificados, dado por los Espíritus Puros
y Perfectos presididos por el Espíritu de Verdad a partir de 1856 a Allan
Kardec.
Esta tercera revelación espiritual, fue anunciada por Jesús el Nazareno. Hoy día, los postulados del Espiritismo, son pisoteados por organismos en el Espiritismo que nunca aceptaron sus postulados, y sin ningún respeto a los que creemos en el Espiritismo, y utilizando cualquier excusa, cambian conceptos específicos en el Espiritismo. Levantamos nuestra voz de alerta, los que amamos el Espiritismo, y nos circunscribimos a los Contenidos de los Libros Codificados, como fueron revelados y validados espiritualmente a Allan Kardec.
Esta tercera revelación espiritual, fue anunciada por Jesús el Nazareno. Hoy día, los postulados del Espiritismo, son pisoteados por organismos en el Espiritismo que nunca aceptaron sus postulados, y sin ningún respeto a los que creemos en el Espiritismo, y utilizando cualquier excusa, cambian conceptos específicos en el Espiritismo. Levantamos nuestra voz de alerta, los que amamos el Espiritismo, y nos circunscribimos a los Contenidos de los Libros Codificados, como fueron revelados y validados espiritualmente a Allan Kardec.
Vídeo explicando
que la CEPA cambio el concepto reencarnación por Palingenesia sin ningún aval
Espiritual. Solo lo han justificado porque tienen derecho a pensar diferente, lo cual implica que no les importa lo que digan los Postulados del Espiritismo.
El Espiritismo es la una "Eterna Verdad" y se constituye una Verdad , ya que no se pueden cambiar lo específico sin el aval de los Espíritus.
El CAPÍTULO I – Libro de Génesis Espiritual
“Caracteres de la revelación espírita”. 1. ¿Se puede considerar el espiritismo como una revelación? En ese caso, ¿cuál es su carácter? ¿En qué se funda su autenticidad?
Sí, es la Tercera Revelación espiritual dada a la humanidad… Su carácter es el de una “Verdad Eterna”, eso sella su autenticidad, es inspiración divina. Nota de Frank: "Pero la CEPA no cree que el Espiritismo es la tercera Revelación Espirita, negando totalmente, lo expresado en el Primer Capitulo, del Libro de Genesis, escrito por Allan Kardec. Esto no se trata de tener el derecho a pensar diferente, sino de respetar las creencias del Espiritismo. Se tiene el derecho de pensar diferente, cuando los contenidos les pertenecen, pero los libros codificados y sus contenidos, le pertenecen a los Espíritus y a la humanidad. La expresión de que tienen derecho a pensar diferente, denota un derroche de orgullo como lo expuso Allan Kardec en la revista Espirita de 1866, pagina #5.
El Espiritismo no puede sostenerce en pensamientos egoístas y de orgullo.
El Espiritismo no puede sostenerce en pensamientos egoístas y de orgullo.
Veamos lo que dice el Libro de Génesis Espiritual, en su capitulo I:
Ítem #10.
Sólo los Espíritus puros reciben la palabra de Dios con la misión de transmitirla. No obstante, hoy se sabe que no todos los Espíritus son perfectos, y que existen algunos que se presentan bajo falsas apariencias, lo que llevó a san Juan a decir: “No creáis en cualquier Espíritu; ved antes si los Espíritus son de Dios”. (Primera Epístola, 4:1.)
Puede haber, pues, revelaciones serias y verdaderas, como hay revelaciones apócrifas y mentirosas. El carácter esencial de la revelación divina es el de la “eterna verdad”. Toda revelación contaminada de errores o sujeta a modificaciones no puede emanar de Dios.
Allan Kardec, Sí; tenía la Verdad Espiritual Absoluta… porque la “Verdad Eterna” de Dios no se puede cambiar…
Ítem #13,
[…] porque la doctrina no fue dictada completa, ni impuesta a una creencia ciega; porque es deducida, mediante el trabajo del hombre, de la observación de los hechos que los Espíritus colocan delante de sus ojos, así como de las instrucciones que le dan, instrucciones que él estudia, comenta, compara, a fin de que él mismo extraiga las consecuencias y aplicaciones.
Entonces, la Revelación Espírita, no puede cambiarse, y el hombre es responsable de su elaboración. Lo que nunca se completará será la elaboración de las ideas espiritistas. El Espiritismo, no tiene que contener todos los adelantos científicos, que no cambiaran el mensaje de los Espíritus. Los adelantos científicos se darán de acuerdo a la iniciativa y la elaboración que el hombre pueda hacer en querer que el espiritismo sea de conocimiento general a la humanidad.
Barcelonès
de Cultura Espirita © 2016
Los nuevos adeptos tienen la oportunidad de vetar esto, rechazándolo y no patrocinando las Casas Espiritas, que persistan en este cambio doctrinario no autorizado del Espiritismo. Amigos de la CEPA, o ustedes no leyeron e interpretaron correctamente el contenido de los Libros Codificados, o simplemente son detractores del Espiritismo, y quieren destruirlo desde sus fundamentos. La Reencarnación no es un Dogma Religioso, es una creencia fundamental del Espiritismo que se debe respetar y no puede ser cambiado sin el consentimiento de los Espíritus. El Espiritismo es una Doctrina de los Espíritus, no les pertenece a nadie en especifico. Sugiero clarificación y rectificación, si desean ser respetados como Espiritistas verdaderos.
Nuestra bella Filosofía del Espiritismo, debe permanecer intacta, sin modificación alguna. Los que como la CEPA, no estén de acuerdo a los Postulados del Espiritismo, no deben decir que son Espiritistas, pues los Espiritista Verdaderos, respetamos los postulados del Espiritismo, que no están y nunca estuvieron propensos a cambios doctrinarios tan serios, sin el aval o permiso de los Espíritus.
Es una falta de consideración y faltar el respeto a los que amamos el Espiritismo. Basta ya de permitir que organizaciones en el Espiritismo cambien el Espiritismo sin tener el permiso espiritual.
El Libro del Cielo y el Infierno, refuta por completo esta postura de sustituir la “Reencarnación” por Palingenesia.
Veamos en concreto que nos dice el Libro del Cielo y el Infierno.
14º.) Dado que la duración del castigo depende del mejoramiento del Espíritu, el culpable que nunca mejorara sufriría para siempre. Para él, la pena sería eterna.
Los nuevos adeptos del Espiritismo, deben saber que para que cambios doctrinarios se realicen en el Espiritismo, se deben seguir las instrucciones de los Espíritus y Allan Kardec en la introducción del Libro de Génesis, así se evitan malos entendidos y confusion. Cito a continuación toda la introducción del Libro de Génesis Espiritual a continuación:
En suma: lo que caracteriza a la revelación espírita es el hecho de que su origen es divino, la iniciativa es de los Espíritus, y su elaboración es fruto del trabajo del hombre.
¿Porque el hombre ha de cambiar los ingredientes espirituales de la tercera revelación espirita, que no le pertenecen; porque esto lo constituye la inspiración de Dios a la humanidad, y pretender cambiarlo por opiniones personales, o justificar el resultado de su elaboración, que le fue requerida para propagar el Espiritismo?
Ese afán de cambiar lo que no le pertenece al hombre, indica que nunca interpretó el mensaje espiritual de Dios a la humanidad. Leyó muy rápido el ítem # 13 del capítulo I de Génesis Espiritual. Creyó, que la codificación no estaba completa. O no interpretó, o simplemente quiere justificar actualizar el Espiritismo y modificar lo específico que no tiene permiso de cambiar, por sus propias ideas, alejado de los propósitos del Espiritismo para moralizar la humanidad y hacer que se active el adelantamiento espiritual de los individuos.
Tenemos muchísimos ejemplos de grandes organizaciones que ya cambiaron a su conveniencia, términos específicos del Espiritismo.
Un ejemplo importante es haber cambiado el termino “Reencarnación”, por “Palingenesia”, para evitar que se interprete que venimos a sufrir en las reencarnaciones, y que el concepto de “Palingenesia” sirve mejor a la idea de no sufrir por culpas cometidas. Esto se hizo sin el consentimiento de los Espíritus, según había establecido Allan Kardec en la introducción del Libro de Génesis. Esto lo vemos en la siguiente declaración de la CEPA de Brasil, a continuación.
DECLARACION FINAL
DEL CONGRESO XXI ESPÍRITA PANAMERICANO
CARTA DE LOS SANTOS
Declaración Final del XXI Congreso de la CEPA
Los participantes del XXI Congreso Espírita Panamericano de
CEPA, que tuvo como tema central “Perspectivas Contemporáneas de la Teoría
Espírita de la Reencarnación”, realizado en la ciudad de Santos, São Paulo,
Brasil, del 5 al 9 de septiembre de 2012, emiten la presente Declaración, a
partir de propuestas, ideas y conceptos expuestos y debatidos en el referido
evento:
DECLARACIÓN FINAL DEL XXI CONGRESO ESPÍRITA PANAMERICANO
CARTA DE SANTOS
Los participantes del XXI Congreso Espírita Panamericano de
CEPA, que tuvo como tema central “Perspectivas Contemporáneas de la Teoría
Espírita de la Reencarnación”, realizado en la ciudad de Santos, São Paulo,
Brasil, del 5 al 9 de septiembre de 2012, emiten la presente Declaración, a
partir de propuestas, ideas y conceptos expuestos y debatidos en el referido
evento:
1. Las estadísticas
demuestran que la creencia en la reencarnación o su aceptación como hipótesis
científico-filosófica gana expansión en todos los continentes,
independientemente de las tradiciones culturales y religiosas de sus
respectivos pueblos y naciones.
2.
Episodios cada vez más
frecuentes de recuerdos espontáneos de probables vidas pasadas, especialmente
en niños, así como el uso de la hipnosis regresiva y
experiencias mediúmnicas que acceden a presuntas vidas anteriores de
la actual existencia física, ofrecen hoy un rico manantial de estudios aptos
para fortalecer de forma fáctica la teoría reencarnacionista.
3.
La aceptación de la
hipótesis palingenésica, especialmente a partir de la perspectiva racional y
filosófica, apoyada en indicios y/o evidencias que se verifican en el campo de
la ciencia experimental, vienen al encuentro de las propuestas fundamentales del Espiritismo,
enunciadas en las obras básicas de Allan Kardec y en obras complementarias de
filósofos, científicos, estudiosos, escritores y pensadores que, después de él,
vienen desarrollando una teoría espírita con una perspectiva progresista, laica
y librepensadora.
4.
Como resultado de esta
seria y fecunda labor, es posible, en el presente estadio cultural de la
humanidad, presentar la teoría
reencarnacionista espírita como un nuevo paradigma filosófico y científico que
merece la valoración, el estudio, la
profundización de la investigación y la aplicación práctica en todas las áreas
del conocimiento y del hacer humano.
5. Para que la teoría espírita
de la reencarnación pueda, efectivamente, ser asimilada como un nuevo paradigma
filosófico y científico, entretanto, será necesario ofrecerlo a la cultura
humana, no como un dogma religioso, sino como un conocimiento capaz de dotar al
individuo y a la sociedad de responsabilidad personal y colectiva sobre el
progreso individual y social.
6.
Resáltese que, a partir
de la visión genuinamente espírita, la reencarnación no es un fin en sí misma.
Al contrario, es un medio idóneo, necesario, insustituible, incluido en un
proceso multifacético, dinámico, ya que es parte integrante de los mecanismos
de la evolución, principio científico consagrado por la modernidad;
7.
A la luz de la filosofía
espírita, la rencarnación puede ser vista como un
poderoso instrumento de búsqueda de la justicia social, reduciendo,
progresivamente, las desigualdades y las injusticias sociales. Éstas, jamás deben ser interpretadas como consecuencias de una presunta
voluntad divina, sino como resultado del orgullo, del egoísmo
y del menosprecio de las leyes naturales. La propuesta ética espírita combate
estos vicios humanos y contribuye con la construcción de una sociedad más justa
y solidaria.
8.
A diferencia de antiguas
creencias, como la metempsicosis, o de algunas concepciones todavía vigentes en
doctrinas reencarnacionistas que se dicen inspiradas en el cristianismo, en el
hinduismo o en otras concepciones religiosas del mundo actual, la palingenesia espírita
defiende que el espíritu reencarna para progresar y no para pagar culpas. Por esto, la visión reencarnacionista espírita es esencialmente
pedagógica, ejerciendo un importante rol en la progresiva educación del
espíritu inmortal.
9. Plenamente identificados
con las propuestas contemporáneas de preservación de los recursos naturales
indispensables para la vida saludable presente y futura, los espíritas deben
promover constantes esfuerzos en pro de una teoría espírita reencarnacionista
sustentable, capaz de contribuir a la concientización de la Humanidad en el
sentido de evitar el consumismo excesivo y la falsa prosperidad.
10. La visión palingenésica
espírita, en fin, libera al espíritu del dogmatismo religioso y de cualquier
postura sectaria. Construidas a partir de
las propuestas contenidas en la obra de Allan Kardec y de sus interlocutores
espirituales, y permanentemente perfeccionable por la contribución progresista
y librepensadora que resulta del intercambio entre la Humanidad encarnada y
desencarnada, es, al entender de los espíritas aquí reunidos, eficiente
instrumento de auto conocimiento, de educación y de progreso ético individual y
colectivo. Identificada con las leyes naturales, especialmente con los valores
de Justicia, Amor y Caridad, que la sintetiza, la reencarnación, tal como fue
sistematizada en la teoría espírita, contiene, de esta forma, elementos de
convicción científica, filosófica y ética de carácter universal. Gracias a su
visión reencarnacionista, basada en la evolución y el progreso, puede el
espiritismo ofrecer a la humanidad, en este momento histórico, un nuevo
paradigma capaz de acercar culturas y hermanar pueblos, en favor del Progreso,
la Paz y la Fraternidad.
Santos, São Paulo, Brasil, 09 de
septiembre de 2012
Centre
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Específicamente
el articulo # 8, lee así:
8. A
diferencia de antiguas creencias, como la metempsicosis, o de algunas
concepciones todavía vigentes en doctrinas reencarnacionistas que se dicen
inspiradas en el cristianismo, en el hinduismo o en otras concepciones
religiosas del mundo actual, la palingenesia espírita defiende que el
espíritu reencarna para progresar y no para pagar culpas. Por esto, la
visión reencarnacionista espírita es esencialmente pedagógica, ejerciendo un
importante rol en la progresiva educación del espíritu inmortal.
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Este cambio de la CEPA, nunca obtuvo el aval de
los Espíritus que dictaron Los Libros
Codificados, y se constituye una “Opinión
Personal”, aislada, de la cual el Espiritismo no es responsable.
Ningún Espiritista Verdadero, deberá asumir que este cambio doctrinario
impulsado por la CEPA, ha sido cambiado en los postulados del
Espiritismo. Esta vision de la CEPA, es en contra de las creencias y enseñanzas del Espiritismo.Los nuevos adeptos tienen la oportunidad de vetar esto, rechazándolo y no patrocinando las Casas Espiritas, que persistan en este cambio doctrinario no autorizado del Espiritismo. Amigos de la CEPA, o ustedes no leyeron e interpretaron correctamente el contenido de los Libros Codificados, o simplemente son detractores del Espiritismo, y quieren destruirlo desde sus fundamentos. La Reencarnación no es un Dogma Religioso, es una creencia fundamental del Espiritismo que se debe respetar y no puede ser cambiado sin el consentimiento de los Espíritus. El Espiritismo es una Doctrina de los Espíritus, no les pertenece a nadie en especifico. Sugiero clarificación y rectificación, si desean ser respetados como Espiritistas verdaderos.
Nuestra bella Filosofía del Espiritismo, debe permanecer intacta, sin modificación alguna. Los que como la CEPA, no estén de acuerdo a los Postulados del Espiritismo, no deben decir que son Espiritistas, pues los Espiritista Verdaderos, respetamos los postulados del Espiritismo, que no están y nunca estuvieron propensos a cambios doctrinarios tan serios, sin el aval o permiso de los Espíritus.
Es una falta de consideración y faltar el respeto a los que amamos el Espiritismo. Basta ya de permitir que organizaciones en el Espiritismo cambien el Espiritismo sin tener el permiso espiritual.
El Libro del Cielo y el Infierno, refuta por completo esta postura de sustituir la “Reencarnación” por Palingenesia.
Veamos en concreto que nos dice el Libro del Cielo y el Infierno.
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Libro de Cielo y el Infierno de Allan Kardec
Capítulo VII
Las penas futuras según el Espiritismo
La carne es débil • Bases de la doctrina espírita acerca de las penas futuras • Código penal de la vida futura.
El espiritismo no viene, pues, con su autoridad específica, para formular un código fantasioso. Su ley, en lo que respecta al porvenir del alma, ha sido deducida de la observación de los hechos, y puede resumirse en los siguientes puntos:
1º.) El alma o Espíritu sufre en la vida espiritual las consecuencias de todas las imperfecciones de las que no se desembarazó durante la vida corporal. Su estado, feliz o desdichado, es inherente a su grado de pureza o de imperfección.
2º.) La felicidad absoluta es inherente a la perfección, es decir, a la completa purificación del Espíritu. Toda imperfección es, al mismo tiempo, causa de sufrimiento y de privación de goces, del mismo modo que toda cualidad adquirida es causa de goces y de atenuación de los padecimientos.
3º.) No existe una sola imperfección del alma que no implique consecuencias funestas e inevitables, como no hay ninguna buena cualidad que no sea fuente de un goce. Así, la suma de las penas es proporcional a la suma de las imperfecciones, como la de los goces es proporcional a la suma de las cualidades. El alma que tiene diez imperfecciones, por ejemplo, sufre más que aquella que sólo tiene tres o cuatro. Cuando de esas diez imperfecciones sólo le queden la mitad o la cuarta parte, sufrirá menos, y cuando hayan desaparecido por completo, no sufrirá más y será absolutamente feliz. Lo mismo sucede en la Tierra: quien tiene varias enfermedades sufre más que quien sólo tiene una o no tiene ninguna. Por la misma razón, el alma que posee diez cualidades tiene más goces que la que tiene menos.
4º.) En virtud de la ley del progreso, toda alma tiene la posibilidad de adquirir el bien que le falta, así como de despojarse de lo que tiene de malo, conforme a su voluntad y sus esfuerzos. De ahí resulta que el porvenir está abierto a todas las criaturas. Dios no repudia a ninguno de sus hijos: los recibe en su seno a medida que alcanzan la perfección, y así deja a cada uno el mérito de sus obras.
5º.) El sufrimiento es inherente a la imperfección, así como el goce lo es a la perfección, de modo que el alma es portadora de su propio castigo o su propia recompensa dondequiera que se encuentre, sin necesidad de un lugar circunscrito. El Infierno está donde existen almas que sufren, así como el Cielo se encuentra en todas partes donde hay almas felices.
6º.) El bien y el mal que hacemos son el resultado de las cualidades, buenas o malas, que poseemos. No hacer el bien cuando podemos es, por lo tanto, el resultado de una imperfección. Si toda imperfección es una fuente de sufrimiento, el Espíritu debe sufrir no sólo por el mal que hizo, sino además por todo el bien que habría podido hacer y no hizo durante la vida terrenal.
7º.) El Espíritu sufre por el mal que hizo, de manera que, como su atención se mantiene constantemente dirigida hacia las consecuencias de ese mal, él comprende mejor sus inconvenientes y es impulsado a corregirse.
8º.) Dado que la justicia de Dios es infinita, tanto el bien como el mal son considerados rigurosamente. De ese modo, así como no existe una sola mala acción, un solo pensamiento malo que no dé lugar a consecuencias fatales, tampoco hay una sola acción buena, un solo impulso bondadoso del alma, un solo ínfimo mérito que se pierda, incluso en los seres más perversos, puesto que esas acciones constituyen un indicio de su progreso.
9º.) Toda falta cometida, todo mal realizado constituye una deuda contraída que deberá pagarse. Si no lo es en una existencia, lo será en la siguiente o en las siguientes, pues todas las existencias son solidarias entre sí. Aquel que salda su cuenta en una existencia no tendrá necesidad de pagar una segunda vez.
10º.) El Espíritu sufre la consecuencia de sus imperfecciones, ya sea en el mundo espiritual o en el corporal. Todas las miserias, todas las vicisitudes que se padecen en la vida corporal tienen origen en nuestras imperfecciones, son expiaciones de faltas cometidas tanto en la presente como en anteriores existencias. Por la naturaleza de los padecimientos y las vicisitudes de la vida corporal, se puede deducir la naturaleza de las faltas cometidas en una existencia anterior, así como las imperfecciones que las originaron.
11º.) La expiación varía según la naturaleza y la gravedad de la falta; de modo que la misma falta puede determinar expiaciones diferentes, según las circunstancias atenuantes o agravantes en que fue cometida.
12º.) No existe una regla absoluta ni uniforme en cuanto a la naturaleza y la duración del castigo. La única ley general es que toda falta será penada y toda buena acción será recompensada según su valor.
13º.) La duración del castigo está subordinada al mejoramiento del Espíritu culpable. No se le prescribe ninguna condena por un tiempo determinado. Lo que Dios exige para poner término
a los padecimientos es una mejora auténtica, efectiva, y un sincero regreso al bien. De ese modo, el Espíritu es siempre el árbitro de su propio destino. Puede prolongar sus padecimientos si persiste en el mal, o atenuarlos y abreviarlos si se esfuerza en la práctica del bien. Una condena por un tiempo determinado tendría el doble inconveniente de hacer que el Espíritu continúe sufriendo en vano después de que ha mejorado, o de librarlo del sufrimiento cuando todavía permanece en el mal. Dios, que es justo, sólo castiga el mal mientras el mal existe, y suprime el castigo cuando el mal no existe más.21 O bien, si se prefiere, dado que el mal moral es de por sí la causa del sufrimiento, este persistirá mientras aquel subsista, o disminuirá de intensidad a medida que el mal desaparezca.
21 Véase, en el capítulo VI, § 25, la cita del libro de Ezequiel. (N. de Allan Kardec.)
14º.) Dado que la duración del castigo depende del mejoramiento del Espíritu, el culpable que nunca mejorara sufriría para siempre. Para él, la pena sería eterna.
15º.) Una condición inherente a la inferioridad de los Espíritus es que estos no vislumbran la finalización del estado en que se encuentran, y creen que sufrirán para siempre. Eso hace que los castigos les parezcan eternos22.
22 Perpetuo es sinónimo de eterno. Se dice: ‘el límite de las nieves perpetuas’; ‘el hielo eterno de los polos’. También se dice: ‘el secretario perpetuo de la Academia’, lo que no significa que lo sea para siempre, sino únicamente por un tiempo ilimitado. Eterno y perpetuo se emplean, pues, en el sentido de indeterminado. En esta acepción, se puede afirmar que las penas son eternas si con ello se quiere expresar que no tienen una duración limitada. Son eternas para el Espíritu que no les ve un término. (N. de Allan Kardec.)
16º.) El arrepentimiento es el primer paso hacia el mejoramiento; pero no es suficiente, pues aún son necesarias la expiación y la reparación. Arrepentimiento, expiación y reparación son las tres condiciones necesarias para borrar las huellas de una falta y sus consecuencias. El arrepentimiento atenúa los dolores de la expiación, y abre a través de la esperanza el camino hacia la rehabilitación. No obstante, sólo la reparación puede anular el efecto, al destruir la causa. De lo contrario, el perdón sería una gracia y no una anulación de las faltas cometidas.
17º.) El arrepentimiento puede producirse en todas partes y en cualquier momento. Si es tardío, el culpable sufrirá durante mucho más tiempo. La expiación consiste en los padecimientos físicos y morales que son la consecuencia de la falta cometida, sea en la vida presente o después de la muerte, en la vida espiritual, o bien en una nueva existencia corporal, hasta que los últimos vestigios de la falta hayan desaparecido. La reparación consiste en hacer el bien a aquel a quien se había hecho daño. Quien no repara sus errores en esta vida, por debilidad o mala voluntad, en una existencia posterior volverá a ponerse en contacto con las mismas personas a quienes perjudicó, y en condiciones elegidas por él mismo, a fin de demostrarles su dedicación y hacerles tanto bien como mal les haya hecho. No todas las faltas acarrean un perjuicio directo y efectivo. En ese caso, la reparación se verifica si se lleva a cabo lo que debía hacerse y no se hizo, si se cumplen los deberes que se descuidaron o despreciaron, y las misiones en las que se fracasó; si se practica el bien que compense el mal que se hizo, es decir, cuando se es humilde si se ha sido orgulloso, amable si se ha sido cruel, caritativo si se ha sido egoísta, benévolo si se ha sido perverso, trabajador si se ha sido ocioso, útil si se ha sido inútil, mesurado si se ha sido disoluto, ejemplar si se ha sido rebelde, etc. Así progresa el Espíritu, aprovechando su propio pasado.23
23 La necesidad de la reparación es un principio de rigurosa justicia, y se puede considerar como la verdadera ley de rehabilitación moral de los Espíritus. Hasta el momento, es una doctrina que ninguna religión ha proclamado. Con todo, algunas personas la rechazan porque encuentran más cómodo librarse de sus malas acciones con un simple arrepentimiento, mediante la ayuda de algunas fórmulas que sólo cuestan unas pocas palabras. Como creen que con eso han cumplido, sólo más adelante verán que no era suficiente. Podríamos preguntarles si el principio del que se valen también ha sido consagrado por la ley humana, y si la justicia de Dios puede ser inferior a la de los hombres. Más aún, les preguntaríamos si se darían por satisfechas en caso de que un individuo que abusó de su confianza se limitara a decirles que lo lamenta infinitamente. ¿Por qué retrocederían ante una obligación que todo hombre honesto se impone como deber, y que cumple en la medida de sus fuerzas?
18º.) Los Espíritus imperfectos son excluidos de los mundos felices, en los que perturbarían la armonía. Permanecen en los mundos inferiores, donde expían sus faltas mediante las tribulaciones de la vida, y se purifican de sus imperfecciones hasta que merezcan encarnar en mundos más adelantados, moral y físicamente. Si se puede concebir un lugar de castigo circunscripto, ese lugar se encuentra en los mundos de expiación, pues alrededor de esos mundos pululan los Espíritus imperfectos desencarnados, a la espera de nuevas existencias que, al permitirles reparar el mal que han hecho, los ayuden a progresar.
19º.) Como el Espíritu conserva siempre el libre albedrío, en algunas ocasiones su mejoramiento es lento, y muy tenaz su obstinación en el mal. En ese estado puede persistir durante años y siglos. No obstante, llega por fin un momento en el que su obstinación en desafiar la justicia de Dios se doblega ante el sufrimiento, y en el que reconoce, a despecho de su soberbia, el poder superior que lo domina. Entonces, a partir de que se manifiestan en él los primeros indicios de arrepentimiento, Dios le hace vislumbrar la esperanza. Ningún Espíritu se halla en la condición de no mejorar nunca. De otro modo, estaría fatalmente destinado a una eterna inferioridad, así como excluido de la ley del progreso, que rige providencialmente a todas las criaturas.
20º.) Sea cual fuere el grado de inferioridad y la perversidad de los Espíritus, Dios nunca los abandona. Todos tienen un ángel de la guarda que vela por ellos, que vigila los movimientos de sus almas y se esfuerza por infundirles buenos pensamientos, así como el deseo de progresar y reparar, en una nueva existencia, el mal que han cometido. Sin embargo, el guía protector a menudo interviene de una manera encubierta, y no ejerce ninguna presión. El Espíritu debe progresar por efecto de su propia voluntad, y no por algún tipo de coacción. Procede bien o mal en virtud de su libre albedrío, sin que sea fatalmente impulsado en un sentido u otro. Si persiste en el mal, sufrirá las consecuencias tanto tiempo como siga en ese camino. A partir del instante en que dé un paso en dirección al bien, experimentará de inmediato sus efectos bienhechores.
Cuando la perspectiva de reparación sea inculcada en la creencia de las masas, constituirá un freno mucho más poderoso que el del Infierno y las penas eternas, porque atañe a la vida en su plena actualidad, y porque el hombre comprenderá la razón de ser de las circunstancias penosas que atraviesa. (N. de Allan Kardec.)
OBSERVACIÓN – Sería un error suponer que, en virtud de la ley del progreso, la certeza de que tarde o temprano se alcanzará la perfección y la felicidad podría estimular al Espíritu a perseverar en el mal, toda vez que se arrepintiera posteriormente. En primer lugar, porque el Espíritu inferior no divisa el término de su situación. En segundo lugar, porque el Espíritu, como es el artífice de su propia desdicha, acaba por comprender que de él depende hacerla cesar; que será tanto más desdichado cuanto más tiempo persevere en el mal, y que el sufrimiento nunca cesará si él mismo no le pone un límite. Por consiguiente, aquella suposición constituiría un cálculo equivocado, de cuyas consecuencias el Espíritu sería la primera víctima. Por otra parte, de acuerdo con el dogma de las penas irremisibles, si al Espíritu le está vedada definitivamente toda esperanza, no tendrá ningún interés en retornar al bien, pues no le significaría ningún beneficio. Ante esa ley fracasa también la objeción basada en la presciencia divina. Es cierto que, al crear un alma, Dios sabe si esta, en virtud de su libre albedrío, elegirá o no el camino del bien, y sabe que será castigada si comete el mal; pero sabe también que ese castigo temporario es un medio para hacer que comprenda su error y para conducirla al camino del bien, al que tarde o temprano ingresará. En cambio, según la doctrina de las penas eternas, Dios sabe que esa alma fracasará, de modo que es condenada por anticipado a torturas que no tendrán fin.
21º.) Cada uno es responsable de sus propias faltas. Nadie padece a consecuencia de las faltas ajenas, a no ser que las haya causado, sea porque las provocó mediante el ejemplo, o porque no las impidió cuando pudo haberlo hecho. Así, por ejemplo, el suicida siempre es castigado; pero aquel que, por su crueldad, empujó a alguien a la desesperación y luego al suicidio, sufre una pena aún mayor.
22º.) Aunque la diversidad de las penas sea infinita, hay algunas que son inherentes a la inferioridad de los Espíritus, y cuyas consecuencias, salvo ciertos detalles, conservan alguna similitud. Sobre todo para quienes se apegan a la vida material en detrimento del progreso espiritual, la pena más inmediata consiste en la lentitud con que el alma se separa del cuerpo, en la angustia que acompaña a la muerte y al despertar en la otra vida, y en el tiempo que dura la turbación, que puede prolongarse durante meses e incluso años. Por el contrario, en quienes tienen la conciencia limpia, porque desde la vida corporal se identificaron con la vida espiritual y se desligaron de los objetos materiales, la separación es rápida y sin conmociones, el despertar es apacible y la turbación resulta casi nula.
23º.) Un fenómeno muy frecuente entre los Espíritus de cierta inferioridad moral consiste en la creencia de que aún están vivos. Esa ilusión puede prolongarse por años, durante los cuales habrán de experimentar todas las necesidades, todos los tormentos y todas las perplejidades inherentes a la vida corporal.
24º.) Para el criminal, la presencia incesante de sus víctimas y de las circunstancias del crimen constituye un suplicio cruel.
25º.) Algunos Espíritus están sumergidos en densas tinieblas; otros se encuentran en un aislamiento absoluto en el espacio, atormentados por la ignorancia de su situación y del destino que les aguarda. Los más culpables padecen torturas mucho más agudas, debido a que no vislumbran el término de las mismas. Muchos están privados de ver a los seres que aman. En general, todos soportan con relativa intensidad los males, los dolores y las privaciones que causaron a los demás, hasta que el arrepentimiento y el deseo de reparar atenúen los tormentos y les permitan descubrir la posibilidad de que ellos mismos pongan un término a esa situación.
26º.) Los suplicios son variados. El orgulloso sufre al ver ubicados por encima de él, en la gloria y rodeados de todas las atenciones, a aquellos a quienes había despreciado en la Tierra, mientras que él es relegado a los últimos puestos. El hipócrita se ve traspasado por la luz que devela sus más secretos pensamientos, que todo el mundo lee, sin que él pueda ocultarlos o disimularlos. El sensual siente el acoso de todas las tentaciones, de todos los deseos, sin que pueda saciarlos. El avaro ve cómo es dilapidada su fortuna, sin que pueda impedirlo. El egoísta padece el abandono de quienes lo rodean y sufre lo mismo que otros sufrieron por su culpa: tiene sed, pero nadie le da de beber; tiene hambre, pero nadie le da de comer; no tiene una mano amiga que se acerque a estrechar la suya; ninguna voz compasiva le brinda consuelo. Sólo pensó en sí mismo durante la vida, de modo que nadie piensa en él ni lo extraña después de la muerte.
27º.) La única manera de evitar o atenuar las consecuencias que esos defectos generan en la vida futura consiste en desprenderse de ellos cuanto antes, desde la vida presente, así como en reparar aquí mismo el mal practicado, para no tener que hacerlo más tarde y de manera más difícil. Cuanto más nos demoremos en combatir esos defectos, tanto más penosas serán las consecuencias, y más rigurosa será la reparación que debamos llevar a cabo.
28º.) La situación del Espíritu, a partir de que ingresa a la vida espiritual, es la que él mismo preparó para sí; durante la vida corporal. Más tarde se le concederá otra encarnación para que expíe y repare mediante nuevas pruebas. Con todo, el mayor o menor beneficio que extraiga de esa encarnación dependerá de su libre albedrío. Si no supo aprovecharla, tendrá que recomenzar otra, y cada vez en condiciones más penosas. Así pues, podemos decir que quien sufre mucho en la Tierra tenía mucho que expiar. Por su parte, quienes gozan de una felicidad aparente, a pesar de sus vicios y su inutilidad, habrán de pagarla muy caro en una existencia posterior. En ese sentido, Jesús manifestó: “Bienaventurados los afligidos, porque ellos serán consolados”. (Véase El Evangelio según el Espiritismo, capítulo V.)
29º.) No cabe duda de que la misericordia de Dios es infinita, pero no es ciega. El culpable, a quien Él perdona por un tiempo, no ha sido exonerado, de modo que deberá padecer las consecuencias de sus faltas hasta que haya satisfecho a la justicia. Por misericordia infinita debemos entender que Dios no es inexorable, pues siempre deja abierta la puerta que conduce al bien.
30º.) Dado que las penas son temporarias y están subordinadas al arrepentimiento y a la reparación, que dependen de la libre voluntad del hombre, constituyen al mismo tiempo castigos y remedios que ayudan a curar las heridas del mal. Los Espíritus castigados no son, pues, esclavos condenados a trabajos forzados, sino enfermos internados en un hospital, que padecen enfermedades que muchas veces son la consecuencia de su propia negligencia, las cuales requieren tratamientos dolorosos. La curación será tanto más rápida cuanto más estrictamente cumplan las prescripciones del médico que los asiste con solicitud. Si los enfermos, por su propio descuido, permiten que sus padecimientos se prolonguen, el médico nada tendrá que ver con eso.
31º.) A las penas que el Espíritu sufre en la vida espiritual vienen a sumarse las de la vida corporal, que son la consecuencia de las imperfecciones del hombre, de sus pasiones, del mal empleo de sus facultades, y la expiación de sus faltas presentes y pasadas. En la vida corporal, el Espíritu repara el mal que ha realizado en existencias anteriores, y pone en práctica las resoluciones que adoptó en la vida espiritual. Así se explican las miserias y vicisitudes que, a primera vista, parecen carentes de justificación, cuando en realidad son justas, pues han sido determinadas en el pasado y sirven para nuestro adelanto.24
24 Véase el capítulo V, “El Purgatorio”, § 3 y siguientes; y más adelante, en la Segunda Parte, el capítulo VIII, “Expiaciones Terrestres”. Véase también El Evangelio según el Espiritismo, capítulo V, “Bienaventurados los afligidos”. (N. de Allan Kardec.)
32º.) Hay quienes plantean esta pregunta: ¿No habría dado Dios una prueba mayor de amor a sus criaturas si las hubiese creado infalibles y, por consiguiente, exentas de las vicisitudes inherentes a la imperfección?
En ese caso, habría sido necesario que Él creara seres perfectos, que no tuvieran que adquirir nada, tanto en conocimientos como en moralidad. No cabe duda de que Dios habría podido hacerlo, pero si no lo hizo se debe a que, en su sabiduría, dispuso que el progreso constituyera una ley general. Los hombres son imperfectos y, como tales, están sujetos a vicisitudes más o menos penosas. Ese es un hecho que debemos admitir, pues es real. Inferir de ahí que Dios no es bueno ni justo significaría rebelarse contra Él. Sería una injusticia que Dios creara algunos seres privilegiados, más favorecidos que otros, para que gocen sin ningún esfuerzo de la felicidad que estos solamente alcanzan mediante el trabajo, o que nunca alcanzan. En cambio, Su justicia resplandece en la igualdad absoluta que preside la creación de todos los Espíritus. Todos tienen el mismo punto de partida. Ninguno de ellos, en su formación, resulta más favorecido que los otros; ninguno recibe en su marcha ascendente facilidades excepcionales. Los que llegan a la meta han pasado, igual que los demás, por la serie de las pruebas y de la inferioridad. Admitido esto, ¿qué puede ser más justo que la libertad de acción concedida a cada uno? El camino de la felicidad está abierto para todos. Todos tienen la misma meta, y poseen las mismas condiciones para alcanzarla. La ley, grabada en las conciencias, se les enseña a todos. Dios hizo que la felicidad sea el premio al trabajo y no un favor, a fin de que cada uno tenga su mérito. Todos son libres de trabajar o de no hacer nada en favor de su adelanto. El que trabaja mucho y con rapidez recibe antes la recompensa. El que se extravía en el camino o pierde el tiempo retarda la llegada, y de ello no puede responsabilizar a nadie más que a sí mismo. La acción del bien y la del mal son voluntarias y facultativas. Puesto que es libre, el hombre no es impulsado fatalmente hacia una ni hacia otra.
33º.) A pesar de la diversidad de clases y grados de sufrimiento de los Espíritus, el código penal de la vida futura puede resumirse en estos tres principios:
1. El sufrimiento es inherente a la imperfección.
2. Toda imperfección, así como toda falta que de ella deriva, es portadora de su propio castigo, a través de sus consecuencias naturales e inevitables, así como la enfermedad deriva de los excesos, y el tedio de la ociosidad, sin que haya necesidad de una condena especial para cada falta e individuo.
3. Como todo hombre puede liberarse de las imperfecciones mediante su voluntad, también puede anular los males que derivan de ellas, y de ese modo asegurarse la felicidad futura. Esta es la justicia divina: a cada uno según sus obras, tanto en el Cielo como en la Tierra.
INTRODUCCIÓN A LA PRIMERA
EDICIÓN, PUBLICADA EN
ENERO DE 1868.
Esta nueva obra constituye un paso adelante en el
terreno de las consecuencias y las aplicaciones del espiritismo. Conforme lo
indica su título, tiene como objetivo el estudio de tres puntos hasta ahora
diversamente interpretados y comentados: la génesis,
los milagros y las predicciones, en sus relaciones con las nuevas leyes
que se deducen de la observación de los fenómenos espíritas.
Dos elementos, o si se quiere, dos fuerzas rigen el
universo: el elemento espiritual y el elemento material. De la acción
simultánea de esos dos principios resultan fenómenos especiales, que se tornan
naturalmente inexplicables si se prescinde de uno de ellos, del mismo modo que
la formación del agua sería inexplicable si no se tomara en cuenta uno de sus
elementos constituyentes: el oxígeno o el hidrógeno.
Al demostrar la existencia del mundo espiritual y sus
relaciones con el mundo material, el espiritismo proporciona la explicación de
una inmensidad de fenómenos que no se han comprendido, y que por eso mismo han
sido considerados inadmisibles por parte de cierta clase de pensadores. Esos
hechos abundan en las Escrituras, pero sus comentadores no han conseguido
llegar a una solución racional, pues ignoraban la ley que los rige. Ubicados en
dos campos opuestos, han girado siempre dentro del mismo círculo de ideas: los
unos menospreciando los datos positivos de la ciencia, los otros sin considerar
el principio espiritual.
Esa solución se encuentra en la acción recíproca del
espíritu y la materia. Es verdad que ella quita a la mayoría de esos hechos su
carácter sobrenatural. Pero ¿qué vale más: admitirlos como resultado de las
leyes de la naturaleza, o rechazarlos por completo? Su rechazo absoluto acarrea
la negación de la base misma del edificio, mientras que, admitidos de ese modo,
apenas suprimiendo lo accesorio, la base queda intacta. Por eso el espiritismo
conduce a tantas personas a la creencia en verdades que no hace mucho
consideraban meras utopías.
Esta obra es, pues, como ya lo hemos dicho, un
complemento de las aplicaciones del espiritismo, desde un punto de vista
especial. Los materiales estaban listos, o al menos elaborados desde hace mucho
tiempo, pero aún no había llegado el momento de que fueran publicados. Era
preciso, en primer lugar, que las ideas que debían servirles de base llegaran a
la madurez y, además, que se tomara en cuenta la oportunidad de las
circunstancias. El espiritismo no tiene
misterios ni teorías secretas; todo en él debe ser dicho con claridad, a fin de
que todos puedan juzgarlo con conocimiento de causa. No obstante, cada cosa
debe llegar a su tiempo, para que llegue con seguridad. Una solución dada a
la ligera, antes de que la cuestión se elucide por completo, sería más una causa
de retroceso que de avance. En la que aquí tratamos, la importancia del asunto
nos imponía el deber de evitar toda precipitación.
Antes de que entremos en materia, nos ha parecido
necesario definir claramente los roles respectivos de los Espíritus y de los
hombres en la elaboración de la nueva doctrina. Esas consideraciones
preliminares, que apartan de ella toda idea de misticismo, constituyen el
objeto del primer capítulo, titulado: Caracteres
de la revelación espírita.
Solicitamos que se atienda con seriedad ese punto, porque en cierto modo allí
está el nudo de la cuestión.
Sin perjuicio de la parte que toca a la actividad
humana en la elaboración de esta doctrina, la iniciativa pertenece a los
Espíritus, pero no constituye la opinión personal de ninguno de ellos. La
doctrina no es, ni puede dejar de ser, más que el
resultado de la enseñanza colectiva y concordante de los Espíritus. Sólo bajo
esta condición podemos denominarla doctrina de los
Espíritus. De lo contrario, sería apenas la doctrina
de un Espíritu, y sólo tendría el valor de una opinión personal.
Generalidad y
concordancia en la enseñanza, tal es el carácter esencial de la doctrina
espírita, la condición misma de su existencia, de donde resulta que todo
principio que no haya recibido la consagración del control de la generalidad no
puede ser considerado parte integrante de esa misma doctrina, sino una simple
opinión aislada cuya responsabilidad el espiritismo no puede asumir.
Esa concordancia colectiva de la opinión de los
Espíritus, sometida además al criterio de la lógica, constituye la fuerza de la
doctrina espírita y asegura su perpetuidad. Para que ella cambiara, sería
necesario que la universalidad de los Espíritus cambiara de opinión, y que
ellos acudieran un día para decir lo contrario de lo que dijeron anteriormente.
Dado que la doctrina tiene su fuente de origen en la enseñanza de los
Espíritus, para que desapareciera sería necesario que los Espíritus dejaran de
existir. Eso es también lo que hará que el espiritismo prevalezca sobre los
sistemas personales, pues estos no poseen raíces en todas partes.
El Libro de los Espíritus ha visto consolidado su prestigio porque es la
expresión de un pensamiento colectivo general. En abril de 1867 cumplió su
primer decenio. En ese lapso, los principios fundamentales, cuyas bases había
asentado, fueron sucesivamente completados y desarrollados en virtud de la
enseñanza progresiva de los Espíritus. Ninguno ha sido desmentido por la
experiencia. Todos, sin excepción, han permanecido en pie, más vivos que nunca,
mientras que de las ideas contradictorias que algunos han intentado oponerle,
ninguna prevaleció, precisamente porque en todas partes se enseñaba lo
contrario. Ese es un resultado característico que podemos proclamar sin
vanidad, pues jamás nos hemos atribuido el mérito de ello.
Los mismos escrúpulos han regido la redacción de
nuestras demás obras, de modo que con absoluta verdad pudimos incluir en sus
títulos la expresión según el espiritismo,
porque estábamos seguros de su conformidad con la enseñanza general de los
Espíritus. Lo mismo ocurre con esta, que por motivos semejantes podemos
presentar como complemento de las precedentes, con excepción, sin embargo, de
algunas teorías aún hipotéticas, que hemos tenido cuidado de indicar como
tales, y que deben ser consideradas simples opiniones personales, hasta tanto
sean confirmadas o rechazadas, a fin de que no pese sobre la doctrina espírita
la responsabilidad de ninguna de ellas.
Asimismo, los lectores asiduos de la Revista Espírita ya deben de haber notado, bajo la
forma de esbozos, la mayoría de las ideas desarrolladas en esta obra, conforme
lo hemos hecho con las anteriores. A menudo la Revista representa para nosotros
un terreno de ensayo, destinado a sondear la opinión de los hombres y de los
Espíritus sobre algunos principios, antes de admitirlos como partes
constitutivas de la doctrina.
Allan Kardec
Carácter de la Revelación Espiritista POR Allan
Kardec Traducción del original en francés por Jordi Canals, énfasis añadido en toda las partes de la introducción. (Estamos evaluando esta traducción del Francés, porque hemos encontrado que ha sufridos cambios del Original Francés, lo cual notificare, tan pronto se concluya la verificación del Libro de Génesis Espiritual)
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