Benjamin Franklin
Benjamin Franklin y el Espiritismo... publicacion de Frank Montañez y Soy Espírita.
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En la carta dirigida a la señora Jone Mecone: Diciembre, 1770, concretó la importancia del Espiritismo en el conocimiento humano y de las ciencias.
Veamos algunas de las referencia de Benjamín Franklin en los Libros 📚 Codificados por Allan Kardec.
En la carta dirigida a la señora Jone Mecone: Diciembre, 1770, concretó la importancia del Espiritismo en el conocimiento humano y de las ciencias.
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1ra Referencias : Libro de Los Espíritus : Introducción :
"Cuando las creencias espiritistas se hayan vulgarizado; cuando sean aceptadas por las masas - y a juzgar por la rapidez con que se propagan, esa época no puede estar muy lejos-, sucederá con ésta como con todas las otras ideas nuevas que han encontrado oposición, y los sabios se rendirán a la evidencia. Hasta que ese tiempo no llegue, es intempestivo distraerlos de sus trabajos especiales, para obligarles a que se ocupen de una materia ajena a sus atribuciones y a su programa. En el ínterin, los que, sin haber estudiado profunda y anticipadamente el asunto, optan por la negativa y escarnecen a los que no siguen su parecer, olvidan que otro tanto ha acontecido con la mayor parte de los grandes descubrimientos que honran a la
humanidad, y se exponen a que sus nombres aumenten la lista de los ilustres proscriptores de ideas nuevas, y a verlos inscritos a continuación de los de aquellos miembros de la docta asamblea que, en 1752, acogió con explosiones de risa la memoria de Franklin sobre los pararrayos, juzgándola indigna de figurar en el número de las comunicaciones que le eran dirigidas, y de los de aquella otra que fue causa de que Francia perdiese la gloría de iniciar la navegación por medio del vapor, declarando que el sistema de Fulton era un sueño irrealizable, a pesar de que semejantes cuestiones eran de su competencia. Sí, pues, esas corporaciones que contaban en su seno lo más granado de los sabios del mundo, sólo burlas y sarcasmos prodigaron a las ideas que no comprendían, ideas que, algunos años después, habían de revolucionar la ciencia, las costumbres y la industria, ¿cómo podrá esperarse que les merezca mejor acogida una cuestión extraña a sus tareas?
humanidad, y se exponen a que sus nombres aumenten la lista de los ilustres proscriptores de ideas nuevas, y a verlos inscritos a continuación de los de aquellos miembros de la docta asamblea que, en 1752, acogió con explosiones de risa la memoria de Franklin sobre los pararrayos, juzgándola indigna de figurar en el número de las comunicaciones que le eran dirigidas, y de los de aquella otra que fue causa de que Francia perdiese la gloría de iniciar la navegación por medio del vapor, declarando que el sistema de Fulton era un sueño irrealizable, a pesar de que semejantes cuestiones eran de su competencia. Sí, pues, esas corporaciones que contaban en su seno lo más granado de los sabios del mundo, sólo burlas y sarcasmos prodigaron a las ideas que no comprendían, ideas que, algunos años después, habían de revolucionar la ciencia, las costumbres y la industria, ¿cómo podrá esperarse que les merezca mejor acogida una cuestión extraña a sus tareas?
Esos errores de algunos, lamentables para su memoria, no pueden privarles de los títulos que tienen adquiridos, por otro concepto, a nuestro aprecio; pero, ¿se ha de menester acaso de un diploma oficial para tener sentido común, y sólo imbéciles se encuentran por ventura fuera de las poltronas académicas?
Fijense bien los ojos en los adeptos de la doctrina espiritista, y entonces se verá sí sólo ignorantes cuenta, y sí el número inmenso de hombres de mérito que
la han abrazado permite que se la coloque en la estirpe de las creencias de las mujerzuelas. Su carácter y su ciencia valen la pena de que se diga: puesto que tales hombres afirman eso, algo, por lo menos, debe tener de cierto.
la han abrazado permite que se la coloque en la estirpe de las creencias de las mujerzuelas. Su carácter y su ciencia valen la pena de que se diga: puesto que tales hombres afirman eso, algo, por lo menos, debe tener de cierto.
Volvemos a repetir que sí los hechos que nos ocupan se hubiesen concretado al
movimiento mecánico de los cuerpos, la investigación de la causa física del fenómeno entraba en el dominio de la ciencia; pero tratándose de una manifestación que se substrae a las leyes de la humanidad, no es competente la ciencia material, porque no puede ser explicada ni por medio de los números, ni por medio de la potencia mecánica. Cuando surge un nuevo hecho que no se desprende de ninguna de las ciencias conocidas, el sabio debe, para estudiarlo, hacer abstracción de su ciencia, y convencerse de que constituye para él un nuevo estudio que no puede hacerse con ideas ya preconcebidas.
movimiento mecánico de los cuerpos, la investigación de la causa física del fenómeno entraba en el dominio de la ciencia; pero tratándose de una manifestación que se substrae a las leyes de la humanidad, no es competente la ciencia material, porque no puede ser explicada ni por medio de los números, ni por medio de la potencia mecánica. Cuando surge un nuevo hecho que no se desprende de ninguna de las ciencias conocidas, el sabio debe, para estudiarlo, hacer abstracción de su ciencia, y convencerse de que constituye para él un nuevo estudio que no puede hacerse con ideas ya preconcebidas.
El hombre que cree infalible a su razón está muy cercano del error, pues hasta los que patrocinan las ideas más falsas se apoyan en su razón, y en virtud de ella rechazan todo lo que les parece imposible. Los que en otras épocas han rechazado los admirables descubrimientos con que se honra la humanidad, apelan para hacerlo, a la razón. Lo que se llama tal, con frecuencia, no es más que orgullo, y aquél que se cree infalible pretende igualarse a Dios. Nos dirigimos, pues, a los que son bastante prudentes para dudar de lo que no han visto, y que, juzgando del porvenir por el pasado, no creen que el hombre ha llegado a su apogeo, ni que la
naturaleza le haya presentado ya la última página de su libro.
naturaleza le haya presentado ya la última página de su libro.
Mencionado como uno de los que fueron partí de dictar como Espiritus en la introducción del libro de los Espíritus, el Prolegómenos o introducción del libro de los Espíritus.
SAN JUAN EVANGELISTA, SAN AGUSTÍN, SAN VICENTE DE PAÚL, SAN LUIS, EL ESPÍRITU DE VERDAD, SÓCRATES, PLATÓN, FENELÓN, FRANKLIN, SWENDENBORG, etcétera.
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3ra Mencion, de Benjamín Franklin, ahora en el Libro de Los Médiums :
Primera Parte – Capítulo II
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3ra Mencion, de Benjamín Franklin, ahora en el Libro de Los Médiums :
Primera Parte – Capítulo II
(...) Si un físico, en pleno campo, soltara una cometa eléctrica y provocara la caída de un rayo sobre un árbol, ese nuevo Prometeo sería considerado, con certeza, dueño de un poder diabólico. Dicho sea de paso, Prometeo nos parece especialmente un precursor de Franklin. Pero Josué, al detener el movimiento del Sol, o más bien de la Tierra, habría producido un verdadero milagro, porque no conocemos a ningún magnetizador que esté dotado de un poder tan grande como para realizar semejante prodigio. Entre los fenómenos espíritas, uno de los más extraordinarios es, indiscutiblemente, el de la escritura directa, y uno de los que demuestran del modo más patente la acción de las inteligencias ocultas. Con todo, el hecho de que ese fenómeno esté producido por seres ocultos no significa que sea más milagroso que los demás fenómenos causados por agentes invisibles, porque esos seres ocultos, que pueblan el espacio, constituyen uno de los poderes de la naturaleza, poder cuya acción es incesante sobre el mundo material tanto como sobre el mundo moral.
Al instruirnos acerca de ese poder, el espiritismo nos da la clave de una infinidad de fenómenos que son inexplicables por cualquier otro medio, y que a falta de explicación pasaron por prodigios en tiempos remotos. Del mismo modo que el magnetismo, el espiritismo nos revela una ley que, sí bien no es desconocida, al menos no ha sido debidamente comprendida; o mejor dicho, una ley de la que sólo se conocían sus efectos, razón por la cual se generó la superstición.
Al conocerse la ley, lo maravilloso desaparece, y los fenómenos ingresan en el orden de las cosas naturales. Por ese motivo, cuando los espíritas hacen que una mesa se mueva o que los difuntos escriban, no producen un milagro mayor que aquél al que da lugar el médico cuando devuelve la vida a un moribundo, o el físico cuando hace que caiga un rayo. (Mension subliminal de Benjamin Franklin)
Aquél que, con la ayuda de esta ciencia, pretendiera hacer milagros, sería un ignorante del tema o un embaucador.
Aquél que, con la ayuda de esta ciencia, pretendiera hacer milagros, sería un ignorante del tema o un embaucador.
16. Los fenómenos espíritas, así como los magnéticos, fueron tomados por prodigios antes de que se conociera su causa.
Ahora bien, del mismo modo que los escépticos, los espíritus fuertes, es decir, los que gozan del privilegio exclusivo de la razón y del buen sentido, no admiten que una cosa sea posible mientras no la comprendan. Por esa razón, todos los hechos considerados prodigiosos son objeto de sus burlas; y dado que la religión contiene una gran cantidad de hechos de esa índole, no creen en ella. De ahí a la incredulidad absoluta, no hay más que un paso. Al explicar la mayoría de esos hechos, el espiritismo les da una razón de ser. Además, acude en auxilio de la religión, pues demuestra la posibilidad de ciertos hechos que, al no tener ya un carácter milagroso, no por eso dejan de ser menos extraordinarios, como tampoco Dios es menos grande ni menos poderoso por no haber derogado sus propias leyes. ¡De cuántas bromas no fueron objeto las levitaciones de San José de Cupertino! Ahora bien, la suspensión de los cuerpos pesados en el aire es un hecho que la ley espírita explica. Hemos sido testigos oculares de ese hecho, y el señor Home, al igual que otras personas de nuestro conocimiento, repitieron en muchas ocasiones el fenómeno que producía aquel santo. Por consiguiente, ese fenómeno pertenece al orden de las cosas naturales.
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3ra Referencias : Tomado de la Revista Espirita, diciembre de 1867.
Carta de Benjamin Franklin a la señora Jone Mecone:
Diciembre, 1770.
En mi primera estadía en Londres, hace cerca de cuarenta y cinco años, conocí a una persona que tenía una opinión casi semejante a la de vuestro autor. Su nombre era Hive, era viuda de un impresor. Murío poco depués de mi partida. En su testamento, obligó a su hijo a leer publicamente, en Salter’s-Hall, un discurso solemne, cuyo objetivo era probar que la Tierra es el verdadero infierno, el lugar de punición para los Espíritus que hayan pecado en un mundo mejor. En expiación de sus faltas, son enviados hacia acá, bajo formas de toda especie. Hace mucho tiempo vi ese discurso, que fue impreso. Recuerdo las citas de la Escritura que allí no faltaban; se suponía que, aunque hoy no guardásemos ningún recuerdo de nuestra preexistencia, de ella tomaríamos conocimiento después de nuestra muerte y recordaríamos los castigos sufridos, de manera que fueran corregidos.
En cuanto a los que aún no hubiesen pecado, la vista de nuestros sufrimientos debía servirles de advertencia.
De hecho, aquí vemos que cada animal tiene su enemigo, y ese enemigo tiene instintos, facultades, armas para aterrorizar, herir, destruir. En cuanto al hombre, que está en elo primer grado de la escala, es un demonio para su semejante. En la doctrina recibida de la bondad y de la justicia del gran Creador, parece que es preciso una hipótesis como la de la senhora Hive, para conciliar con la honra de la divinidad ese estado aparente del mal general y sistemático. Pero en ausencia de la historia y de los hechos, nuestra razón no puede ir más lejos cuando queremos descubrir lo que fuimos antes de nuestra existencia terrestre, o lo que seremos más tarde. (Magazin pittoresque, octubre de 1867, pág. 340).
En la Revista de agosto de 1865 vemos el epitáfio de Franklin, escrito por él msmo y que dice así:
Aquí yace el cuerpo de Benjamín Franklin, impresor (como la cubierta de un libro viejo, con su interior rasgado, despojada de su texto y sus dorados), como alimento para los gusanos; Pero la obra no se perderá, Porque (como él creyó) aparecerá de nuevo, en una edición nueva y más elegante, revisada y corregida por el Autor.
Una de las grandes doctrinas del Espiritismo, la pluralidad de las existencias, era profesada hace más de un siglo por un hombre considerado con toda razón como una de las luces de la Humanidad. Sin embargo esta idea es tan lógica, tan evidente por los hechos que diariamente vemos a nuestros ojos, que está en el estado de intuición en una multitud de criaturas. De hecho, hoy es admitida por la élite de las inteligencias, como princípio filosófico, fuera del Espiritismo. El Espiritismo no la inventó, pero la demostro y probó; y, del estado de simple teoría, pasó a un hecho positivo. Es una de las numerosas puertas abiertas a las ideas espíritas, porque, conforme explicamos en otra circunstancia, admitido ese punto de partida, de deducción en deducción se llega forzozamente a todo lo que enseña el Espiritismo.
Tomado de la Revista Espirita, diciembre de 1867.
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