Respuesta dirigida a los espíritas lioneses por ocasión del Año Nuevo.
~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~
Mís queridos hermanos y amigos de Lyon:
La carta colectiva que habéis tenido a bien enviarme por ocasión del Año Nuevo me ha causado una gran satisfacción, probando que habéis conservado de mí un buen recuerdo; pero lo que más me ha complacido en ése acto espontáneo de vuestra parte ha sido encontrar, entre las numerosas firmas que allí figuran, los representantes de casi todos los Grupos, lo que es una señal de la armonía que reina entre ellos. Me siento feliz en ver que habéis comprendido perfectamente el objetivo de esta organización, cuyos resultados ya podéis apreciar, pues ahora os debe parecer evidente que formar una Sociedad única hubiera sido casi imposible.
Mís buenos amigos: agradezco los deseos de felicidad que me habéis formulado; son muy agradables para mí porque sé que salen del corazón, y son éstos los que Dios escucha. Quedaos, pues, satisfechos, porque Él los escucha diariamente, dándome la alegría –inaudita en el establecimiento de una nueva Doctrina– de ver crecer y prosperar, con extraordinaria rapidez, a Aquélla a la cuál me he consagrado en vida. Considero como un gran favor del Cielo el ser testigo del bien que Ella ya ha hecho. Ésta certeza, de la cuál recibo diariamente los testimonios más conmovedores, me paga con creces todas las penas y todas mís fatigas; solamente pido a Dios una gracia: la de darme la fuerza física necesaria para llegar hasta el fin de mí tarea, que está lejos de terminar; pero, pase lo que pase, siempre tendré el consuelo de haber asegurado que la semilla de las ideas nuevas –ahora esparcida por todas partes– es imperecedera; más feliz que muchos otros, que no trabajan sino para el porvenir, ya me es dado ver los primeros frutos. Sólo lamento que la exigüidad de mis recursos personales no me permita poner en ejecución los planes que he concebido para su desarrollo aún más rápido; pero si Dios, en su sabiduría, ha decidido de otro modo, he de legar esos planes a mis sucesores que, sin duda, serán más felices. A pesar de la escasez de recursos materiales, el movimiento que se opera en la opinión pública superó todas las expectativas; hermanos míos, creed que vuestro ejemplo tuvo influencia en ello. Por lo tanto, recibid nuestras felicitaciones por la manera con la cuál comprendéis y practicáis la Doctrina. Sé cuán grandes son las pruebas que muchos de vosotros tenéis que soportar; sólo Dios sabe el término de las mismas, aquí en la Tierra. Pero también, ¡cuánta fuerza contra la adversidad nos da la fe en el futuro! ¡Oh! Compadeceos de los que creen en la nada después de la muerte, porque para ellos el mal presente no tiene compensación. El incrédulo infeliz es como el enfermo que no espera ninguna cura; al contrario, el espírita es como aquel que está enfermo hoy, pero que sabe que mañana estará bien.
Me pedís que continúe con mis consejos: los doy de buen grado a los que creen que necesitan de los mismos y a los que los solicitan; pero sólo a ellos. A los que piensan que saben lo suficiente y que pueden prescindir de las lecciones de la experiencia, no tengo nada que decirles; apenas les deseo que un día no se lamenten por haberse vanagloriado de sus propias fuerzas. Además, esta pretensión denota un sentimiento de orgullo, contrario al verdadero espíritu del Espiritismo; ahora bien, al pecar por la base, sólo por esto prueban que se apartan de la verdad. Amigos míos: no sois de este número, y es por eso que aprovecho la circunstancia para dirigiros algunas palabras que os demostrarán que, de cerca o de lejos, estoy a vuestra disposición.
En el punto en que hoy se encuentran las cosas, y teniéndose en cuenta la marcha del Espiritismo a través de los obstáculos sembrados en su camino, se puede decir que las principales dificultades han sido vencidas; Él ha tomado su lugar y se ha asentado en bases que en lo sucesivo desafían los esfuerzos de sus adversarios. Las personas preguntan cómo puede tener enemigos una Doctrina que nos hace felices y mejores; eso es muy natural: al principio, el establecimiento de cosas mejores siempre contraría intereses; ¿no ha sido así con todos los inventos y descubrimientos que revolucionaron la industria? ¿No tuvieron enemigos encarnizados los que hoy son considerados como beneficios y de los cuales no podríamos prescindir? Toda ley que reprime abusos, ¿no tiene en su contra a los que viven del abuso? ¿Cómo querríais que una Doctrina, que conduce al reino de la caridad efectiva, no fuese combatida por todos los que viven del egoísmo? ¡Y vos sabéis cómo éstos son numerosos en la Tierra! En su inicio esperaban matarla a través del escarnio; hoy ven que esta arma es impotente y que, bajo el fuego graneado de sarcasmos, la Doctrina continuó su camino sin vacilar. No creáis que ellos van a confesarse vencidos. No; el interés material es más tenaz; al reconocer que la Doctrina Espírita es una potencia, que ahora debe ser tomada en cuenta, ellos van a preparar ataques más serios, pero que sólo servirán para probar aún más su debilidad. Unos lo atacarán abiertamente con palabras y acciones y lo perseguirán hasta en la persona de sus adeptos, al intentar desanimarlos a fuerza de discordias, mientras que otros, de forma oculta y por caminos sinuosos, buscarán minarlo sordamente. He sido prevenido de que ellos van a intentar un supremo esfuerzo; pero no temáis, la garantía de éxito se encuentra en esta divisa, que es la de todos los verdaderos espíritas: Fuera de la Caridad no hay salvación. Levantadla bien alto, porque ella es la cabeza de Medusa para los egoístas.
La táctica ya usada por los enemigos de los espíritas, pero que ha de ser empleada con nuevo ardor, es la de intentar dividirlos al crear sistemas disidentes y al suscitar entre ellos la desconfianza y la envidia. No os dejéis caer en la trampa, y tened la certeza de que todo aquel que busque romper la buena armonía, por cualquier medio que sea, no puede tener una buena intención. Es por eso que os invito a poner la mayor circunspección en la formación de vuestros Grupos, no solamente para vuestra tranquilidad, sino en el propio interés de vuestros trabajos.
La naturaleza de los trabajos espíritas exige calma y recogimiento; ahora bien, no hay recogimiento posible si uno está distraído con discusiones o con la expresión de sentimientos malévolos. Si hubiese fraternidad no habría sentimientos malévolos; pero no puede haber fraternidad con egoístas, ambiciosos y orgullosos. Con orgullosos que se ofenden y se hieren por todo; con ambiciosos que se decepcionan si no obtienen supremacía, y con egoístas que sólo piensan en sí mismos, la cizaña no puede tardar en infiltrarse, y de ahí la disolución. Es lo que desearían los enemigos, y es lo que intentarán hacer. Si un Grupo quiere estar en las condiciones de orden, de tranquilidad y de estabilidad, es necesario que reine en él un sentimiento fraternal. Todo Grupo o Sociedad que se forme sin tener como base la caridad efectiva, no tendrá vitalidad; en cambio, los que se formen según el verdadero espíritu de la Doctrina serán considerados como miembros de una misma familia que, no pudiendo habitar todos bajo el mismo techo, viven en lugares diferentes. Entre ellos la rivalidad sería un absurdo, pues la misma no podría existir donde reina la verdadera caridad, porque la caridad no puede ser entendida de dos maneras. Por lo tanto, reconoceréis al verdadero espírita por la práctica de la caridad en pensamientos, en palabras y en acciones; y os digo que aquel que nutre en su alma sentimientos de animosidad, de rencor, de odio, de envidia o de celos, miente a sí mismo si se arroga la pretensión de comprender y de practicar el Espiritismo.
El egoísmo y el orgullo matan a las Sociedades particulares, como matan a los pueblos y a la sociedad en general. Leed la Historia y veréis que los pueblos sucumben bajo la opresión de esos dos enemigos mortales de la felicidad del hombre. Cuando los pueblos se apoyen en las bases de la caridad serán indisolubles, porque estarán en paz entre ellos y consigo mismos, cada uno respetando los derechos y los bienes de su vecino. He aquí la nueva era anunciada, de la cual el Espiritismo es el precursor, y por la cual todo espírita debe trabajar, cada uno en su esfera de actividad. Es una tarea que les compete y de la que serán recompensados según el modo como la hayan cumplido, porque Dios sabrá distinguir entre los que, en el Espiritismo, hayan buscado su satisfacción personal, de los que hayan trabajado al mismo tiempo por la felicidad de sus hermanos.
Debo aún señalaros otra táctica de nuestros adversarios: la de buscar comprometer a los espíritas, instigándolos a que se aparten del verdadero objetivo de la Doctrina, que es el de la moral, para hacerlos abordar cuestiones que no son de su incumbencia y que podrían –a justo título– despertar sombrías susceptibilidades. Tampoco os dejéis caer en esta celada; alejad cuidadosamente de vuestras reuniones todo lo que se relacione con la política y con cuestiones irritantes; al respecto, las discusiones no llevarían a nada y os causarían dificultades, en tanto que nadie podrá criticar la moral, cuando ésta es buena. Buscad en el Espiritismo aquello que puede mejoraros: esto es lo esencial; cuando los hombres sean mejores, las reformas sociales verdaderamente útiles serán una consecuencia natural. Al trabajar por el progreso moral, estableceréis los verdaderos y más sólidos fundamentos de todas las mejoras; dejad a Dios el cuidado de hacer que las cosas lleguen a su debido tiempo. Por lo tanto, en el propio interés del Espiritismo –que aún es joven, pero que madura rápidamente–, oponed una inquebrantable firmeza contra los que intentan arrastrarlo por un camino peligroso.
Con el propósito de desacreditar al Espiritismo, algunos alegan que Él va a destruir la religión. Es exactamente lo contrario, ya que la mayoría de vosotros, que apenas creíais en Dios y en el alma, ahora saben; quien no conocía lo que era orar, lo hace ahora con fervor; quien no ponía más los pies en las Iglesias, ahora van a las mismas con recogimiento. Por lo demás, si la religión debiera ser destruida por el Espiritismo, ella sería destruible y el Espiritismo sería más poderoso: decirlo sería una falta de habilidad, porque sería confesar la debilidad de una y la fuerza del otro. El Espiritismo es una Doctrina moral que fortalece los sentimientos religiosos, en general, y se aplica a todas las religiones; Él es de todas y, en particular, no es de ninguna. Es por eso que no dice a nadie que cambie de religión; Él deja que cada uno sea libre para adorar a Dios a su manera, observando las prácticas que le dicta su conciencia, porque Dios tiene más en cuenta la intención que el hecho. Id, pues, cada uno de vosotros a los templos de vuestro culto, y probad con esto que os calumnian cuando os acusan de impiedad.
En la imposibilidad material en que me encuentro de mantener contacto con todos los Grupos, he solicitado a uno de vuestros compañeros que consienta en representarme más especialmente en Lyon, como lo hice en otros lugares; se trata del Sr. Villon, cuya dedicación y abnegación conocéis muy bien, así como la pureza de sus sentimientos. Además, su posición independiente le da más disponibilidad para la tarea a la que consintió encargarse, tarea seria, pero ante la cual no ha de retroceder. El Grupo que él ha formado en su casa lo ha sido bajo mis auspicios y conforme mis instrucciones, por ocasión de mi último viaje; encontraréis allí excelentes consejos y saludables ejemplos. Es con gran satisfacción, por lo tanto, que veré a todos los que me honran con su confianza, vincularse a él como a un Centro común. Si algunos desean aislarse, evitad verlos con malos ojos; y si os arrojan piedras, no las recojáis ni las devolváis: entre ellos y vosotros, Dios será el juez de los sentimientos de cada uno. Que aquellos que creen estar en la verdad –con exclusión de los otros–, lo prueben por una mayor caridad y por una mayor renuncia de su amor propio, porque la verdad no podría estar al lado de los que no cumplen con el primer precepto de la Doctrina. Si estáis en duda, haced siempre el bien: en la balanza de Dios, los errores de la razón pesan menos que los errores del corazón.
Repetiré aquí lo que ya os he dicho en otras ocasiones: en caso de divergencia de opiniones, un medio fácil para salir de esa incertidumbre es ver cuál es la opinión que reúne la mayor cantidad de seguidores, porque hay en las masas un sentido común innato que no se deja engañar. El error solamente puede seducir a algunos Espíritus, cegados por el amor propio y por un falso juicio, pero la verdad termina siempre por prevalecer. Por lo tanto, tened la certeza de que el error abandona a los que desean instruirse, y que hay una obstinación irracional en creer que uno solo tenga la razón contra todos. Si los principios que profeso no encontrasen más que algunos ecos aislados, y si fueran rechazados por la opinión general, yo sería el primero en reconocer que podría haberme equivocado; pero al ver crecer sin cesar el número de adeptos, en todos los estratos de la sociedad y en todos los países del mundo, debo creer en la solidez de las bases en que dichos principios reposan. He aquí por qué os digo con toda seguridad que marchéis con paso firme en el camino que os ha sido trazado; decid a vuestros antagonistas, si quieren que los sigáis, que os ofrezcan una doctrina más consoladora, más clara, más inteligible, que mejor satisfaga a la razón, y que al mismo tiempo sea una garantía mejor para el orden social. A través de vuestra unión, desbaratad las maquinaciones de aquellos que quieran dividiros; en fin, probad con el ejemplo que la Doctrina nos vuelve más moderados, más afables, más pacientes, más indulgentes, y ésta será la mejor respuesta a los detractores, al mismo tiempo que la apreciación de los resultados benéficos es el medio más poderoso de propaganda.
Amigos míos, he aquí los consejos que os doy y a los cuales sumo mis deseos de Feliz Año Nuevo. No sé qué pruebas Dios nos destina para este año; pero sé que –sean cuales fueren– las soportaréis con firmeza y resignación, pues sabed que para vosotros, como para el soldado, la recompensa es proporcional al coraje.
En cuanto al Espiritismo, por el cual os interesáis más que por vosotros mismos, y cuyo progreso –por mi posición– puedo evaluar mejor que nadie, tengo la felicidad de deciros que el año comienza bajo los más favorables auspicios, y que indudablemente verá crecer el número de adeptos en una proporción imposible de prever; algunos años más como los que acabaron de pasar y el Espiritismo tendrá a su favor tres cuartas partes de la población. Dejad que os cite un hecho entre millares.
En un Departamento vecino a París hay una pequeña ciudad donde el Espiritismo ha penetrado hace apenas seis meses. En algunas semanas Él se ha desarrollado considerablemente; de inmediato una fuerte oposición fue organizada contra sus adeptos, amenazando hasta sus propios intereses privados. Ellos enfrentaron todo con un coraje y un desinterés dignos de los mayores elogios; con confianza, ellos se entregaron a la Providencia, y la Providencia no les faltó. Esta ciudad cuenta con una numerosa población obrera, entre la cual las ideas espíritas se manifiestan con rapidez, gracias a la oposición que le han hecho. Ahora bien, un hecho digno de señalar es que las mujeres y las jóvenes esperaron recibir sus bonificaciones de fin de año para adquirir las obras necesarias a su instrucción y, sólo para esta ciudad, un librero tuvo que expedir centenas de dichas obras. ¿No es prodigioso ver a simples obreros reservar sus economías para comprar libros de moral y de filosofía, en lugar de novelas y de baratijas? ¿Ver a hombres que prefieren aquella lectura a las ruidosas y embrutecedoras alegrías del cabaret? ¡Ah! Es que esos hombres y esas mujeres, que sufren como vosotros, ahora comprenden que no es en este mundo que se cumple su destino; al levantarse el telón, ellos vislumbran los espléndidos horizontes del futuro. Esta pequeña ciudad es Chauny, en el Departamento del Aisne. Al ser nuevos hijos de la gran familia espírita, ellos os saludan –hermanos de Lyon– como a sus hermanos mayores, y de aquí en adelante forman uno de los eslabones de la cadena espiritual que ya une a París, a Lyon, a Metz, a Sens, a Burdeos y a otras poblaciones, y que en breve unirá a todas las ciudades del mundo en un sentimiento de mutua fraternidad, porque en todas partes el Espiritismo ha lanzado semillas fecundas, y sus hijos ya se dan las manos por encima de las barreras de los prejuicios de sectas, de castas y de nacionalidades.
Vuestro dedicado hermano y amigo,
No hay comentarios:
Publicar un comentario