"El espíritu desprendido de la materia y en estado errante, elige sus futuras existencias corporales según el grado de perfección a que ha llegado, y en ésto, como te hemos dicho, consiste especialmente su libre albedrío. Ésto es Democracia, el respeto al libre pensar..
Semejante libertad no queda anulada por la reencarnación; sí cede a la influencia de la materia, es porque sucumbe a las pruebas que él mismo ha elegido, y para que le ayuden a dominarlas, puede invocar la asistencia de Dios y de los espíritus buenos. (ítem §337)
RESUMEN TEÓRICO DEL MÓVIL DE LAS ACCIONES DEL HOMBRE... [Es decir su Libre Albedrío].
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EL LIBRO DE LOS ESPÍRITUS...
Ítem §872. La cuestión del libre albedrío puede resumirse de éste modo: El hombre no es fatalmente arrastrado al mal, los actos que realiza no están escritos de antemano: los crímenes que comete no son resultado de un fallo del destino. Como prueba y como expiación, puede elegir una existencia en la que sentirá las solicitaciones del crimen, ya a consecuencia del medio en que esté colocado, ya en virtud de las circunstancias que sobrevengan; pero siempre es libre de obrar o de no obrar.
Así pues, el libre albedrío existe en el estado de espíritu para la elección de la existencia y de las pruebas, y en estado corporal en la facultad de ceder o de resistir a las solicitudes a que voluntariamente nos hemos sometido. A la educación toca combatir ésas malas tendencias, y lo hará provechosamente cuándo esté basada en el estudio profundo de la naturaleza moral del hombre. Mediante el conocimiento de las leyes que rigen ésa naturaleza moral, se llegará a modificarla, como la inteligencia por medio de la instrucción, y el temperamento por medio de la higiene.
El espíritu desprendido de la materia y en estado errante, elige sus futuras existencias corporales según el grado de perfección a que ha llegado, y en ésto, como te hemos dicho, consiste especialmente su libre albedrío. Semejante libertad no queda anulada por la reencarnación; sí cede a la influencia de la materia, es porque sucumbe a las pruebas que él mismo ha elegido, y para que le ayuden a dominarlas, puede invocar la asistencia de Dios y de los espíritus buenos. (ítem §337)
EL LIBRO DE LOS ESPÍRITUS
ítem §337. ¿Puede ser impuesta por Dios la unión del espíritu a un cuerpo determinado?
«Puede ser impuesta lo mismo que las otras pruebas, sobre todo, cuándo el espíritu no es apto aún para elegir con conocimiento de causa. Por vía de expiación, el espíritu puede ser obligado a unirse al cuerpo de un niño que, por su nacimiento y la posición que ocupará en el
mundo, podrá ser objeto de castigo».
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Sin libre albedrío el hombre no tiene culpa del mal, ni mérito por el bien, lo cuál está de tal modo reconocido, que en el mundo se proporciona siempre la censura o el elogio a la intención, es decir, a la voluntad, y quién dice voluntad dice libertad. El hombre no puede, pues, buscar excusa a sus faltas en su organización, sin abdicar de su razón y de su condición de ser humano para asimilarse al bruto. Sí de tal manera aconteciese respecto del mal, igualmente sucedería respecto del bien; pero cuándo el hombre realiza éste, se da buen cuidado en hacerse un mérito de ello, sin atribuirlo a sus órganos, lo cuál prueba que instintivamente no renuncia, a pesar de la opinión de algunos sistemáticos, al más bello privilegio de su especie, la libertad de pensar.
La fatalidad, tal como vulgarmente se la comprende, supone la decisión anticipada e irrevocable de todos los sucesos de la vida, cualquiera que sea su importancia. Sí éste fuese el orden de las cosas, el hombre sería una máquina sin voluntad. ¿De qué le serviría su inteligencia, puesto que estaría invariablemente dominado en todos sus actos por la fuerza del destino? Sí semejante doctrina (Se refiere a la fatalidad) fuese verdadera, sería la destrucción de toda libertad moral: no existiría responsabilidad para el hombre, y por consiguiente, ni bien, ni mal, ni crímenes, ni virtudes, Dios, soberanamente justo, no podría castigar a su criatura por faltas que no dependía de ella dejar de cometer, ni recompensarla por virtudes, cuyo mérito no le correspondería. Semejante ley sería además la négación del progreso; porque el hombre que todo lo esperase de la suerte, nada intentaría para mejorar su posición, puesto que no sería ni de mejor, ni de peor condición.
La fatalidad no es, sin embargo, una palabra hueca, existe en la posición que el hombre ocupa en la tierra, y en las funciones que desempeña, a consecuencia de la clase de existencia que su espíritu ha elegido como prueba, expiación o misión.
Sufre fatalmente todas las vicisitudes de ésa existencia, y todas las tendencias buenas o malas que le son inherentes; pero hasta aquí llega la fatalidad; porque depende de su voluntad el ceder o no a aquellas tendencias. Los detalles de los acontecimientos están subordinados a las circunstancias que el hombre provoca por sí mismo con sus actos, y en los cuáles pueden influir los espíritus por medio de los pensamientos que le sugieren. (ítem §459).
INFLUENCIA OCULTA DE LOS ESPÍRITUS EN NUESTROS PENSAMIENTOS Y ACCIONES...
ítem §459. ¿Influyen los espíritus en nuestros pensamientos y acciones?
«Bajo éste aspecto su influencia es mayor de lo que creéis; porque a menudo son ellos quienes os dirigen».
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La fatalidad consiste, pues, en los sucesos que se presentan, puesto que son consecuencia de la elección de la existencia hecha por el espíritu. No puede consistir en el resultado de aquéllos sucesos, puesto que puede depender del hombre el modificar su curso con su prudencia, y no consiste nunca en los hechos de la vida moral.
Respecto de la muerte, sí que está el hombre sometido de un modo absoluto a la inexorable ley de la fatalidad; porque no puede substraerse al fallo que fija el término de su existencia, ni al género de muerte que debe interrumpir su curso.
Según la doctrina vulgar, el hombre toma en sí mismo todos sus instintos; éstos provienen, ora de su organización física, de la que no puede ser responsable, ora de su propia naturaleza en la cuál puede buscar una excusa, diciéndose que no es culpa suya el ser como es.
Evidentemente es más natural la doctrina espiritista : admite en el hombre el libre albedrío en toda su plenitud, y al decirle que, sí hace mal, cede a una mala sugestión extraña, le abandona toda la responsabilidad, puesto que le reconoce fuerza para resistirla, lo que es evidentemente más fácil que sí tuviese que luchar con su propia naturaleza. Así, según la doctrina espiritista, no existe solicitación irresistible; el hombre puede negar siempre oídos a la voz oculta que en su fuero interno le solicita al mal, como puede negarlos a la voz material del que habla, y lo puede en virtud de su voluntad, pidiendo a Dios la fuerza necesaria y reclamando a éste efecto la asistencia de los espíritus buenos. Ésto es lo que nos enseña Jesús en la sublime súplica de la Oración dominical, cuándo nos hace decir: «Y no nos dejes caeren la tentación, mas líbranos de mal».
Ésta teoría de la causa excitante de nuestros actos se desprende evidentemente de toda la enseñanza dada por los espíritus. No sólo es sublime por su moralidad, sino que añadimos que ensalza al hombre: lo presenta libre de sacudir un yugo obsesor, como libre es de cerrar su casa a los importunios; no es ya una máquina que obra por un impulso independiente de su voluntad, sino un ser, dotado de razón que escucha, que juzga y escoge libremente entre dos consejos.
Añadamos que, a pesar de ésto, el hombre no queda privado de iniciativa, y no deja
de obrar por movimiento propio, puesto que en definitiva no es más que un espíritu
encarnado que conserva bajo la envoltura corporal, las cualidades buenas o malas que poseía como espíritu. Las faltas que cometemos tienen, pues, su primer origen en la imperfección denuestro espíritu, que no ha conseguido aún la superioridad moral que tendrá un día; pero queno carece por ello de libre albedrío. La vida corporal le es dada para que se purgue de sus imperfecciones por medio de las pruebas que sufre, y precisamente las mismas imperfecciones son las que le hacen más débil y accesible a las sugestiones de los otros espíritus imperfectos, que de ellas se aprovechan para procurar que sucumba en la lucha queha emprendido. Sí de ella sale victorioso, se eleva; sí sucumbe, se queda como era, ni mejor,ni peor. Habrá de empezar una nueva prueba, lo que puede prolongarse durante mucho tiempo. Mientras más se purifica, más disminuyen sus lados vulnerables y menos pie dá a los que le solicitan al mal. Su fuerza moral crece en proporción de su elevación, y los malos espíritus se alejan de él.
Todos los espíritus. más o menos buenos, una vez encarnados, constituyen la especie humana, y como nuestra tierra es uno de los mundos menos adelantados, se encuentran más espíritus malos que buenos, y he aquí por qué vemos en ella
tanta perversidad. Esforcémonos, pues, por no volver a éste mundo, después de la presente residencia, y por merecer ir a descansar en otro mejor, en uno de ésos mundos privilegiados
donde el bien reina sin rival, y en el cuál no recordamos nuestro tránsito por la Tierra más que cómo un período de destierro.
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