El vínculo que une el alma con el cuerpo, principio intermediario entre la materia y el Espíritu. Así pues, posee el hombre dos naturalezas: por su cuerpo, participa de la naturaleza de los animales, cuyos instintos tiene. Por su alma, participa de la naturaleza de los Espíritus.
El vínculo –o periespíritu- que une a cuerpo y Espíritu es una especie de envoltura semi-material. La muerte acarrea la destrucción de la envoltura más grosera: el cuerpo, pero el Espíritu sigue conservando la segunda: el periespíritu, que constituye para él un cuerpo etéreo, invisible para nosotros en su estado normal, pero que puede tornarse accidentalmente visible e incluso tangible, según ocurre en el fenómeno de las apariciones o materializaciones.
De manera que el Espíritu no es en modo alguno un ser abstracto e indefinido, que sólo la mente puede concebir. Es un Ser real y circunscrito, que en ciertos casos se vuelve perceptible para los sentidos de la vista, el oído y el tacto. Entendamos, tal como lo afirma con claridad que el periespíritu acompaña permanentemente al Espíritu.
· ¿Qué significa la Turbación Espírita?
163. El alma, al dejar el cuerpo, ¿tiene de inmediato conciencia de sí misma?
- Conciencia inmediata no es el término adecuado. Permanece algún tiempo en estado de turbación.
164. ¿Todos los Espíritus experimentan en el mismo grado y durante un lapso idéntico la turbación que sigue a la separación del alma y el cuerpo?
- No, ello depende de su elevación. El que está ya purificado vuelve en sí casi inmediatamente, porque se ha desprendido de la materia durante la vida del cuerpo, al paso que el hombre carnal, cuya conciencia no es pura, conserva durante mucho más tiempo la impresión de esa materia.
165. El conocimiento del Espiritismo ¿ejerce influencia sobre la duración más o menos prolongada de la turbación?
- Una influencia muy grande, por cuanto el Espíritu comprende de antemano su situación. Pero, lo que más influye es la práctica del bien y la conciencia pura.
En el momento de la muerte todo es al principio confuso. Hace falta al alma algún tiempo para recobrarse. Se halla como aturdida, al igual que el estado de un hombre que saliera de un sueño profundo y que tratará de darse cuenta de su situación. La lucidez de las ideas y el recuerdo del pasado le vuelven conforme se va borrando el influjo de la materia de que acaba de desembarazarse, y a medida que se disipa la especie de niebla que oscurece sus pensamientos.
La duración de la turbación que sigue a la muerte es muy variable. Puede ser de unas pocas horas como de varios meses, y hasta de muchos años. Aquellos en quienes es más breve son los que se han identificado en vida con su estado futuro, por cuanto comprenden de inmediato su situación.
La turbación presenta circunstancias particulares, de acuerdo con el carácter de cada individuo y, sobre todo, según el tipo de muerte experimentada. En las violentas, producidas por suicidio o suplicio, accidente, apoplejía o heridas, etcétera, el Espíritu se encuentra sorprendido, asombrado, y no cree haber muerto. Así lo sostiene con terquedad. No obstante, ve su cuerpo, sabe que ese cuerpo es el suyo, y no comprende que se haya separado de él. Acude junto a las personas a quienes profesaba afecto, les habla y no comprende por qué ellas no le oyen. Esa ilusión dura hasta que el desprendimiento del periespíritu se ha consumado. Sólo entonces el Espíritu se recobra y comprende que ya no forma parte de los vivientes. Este fenómeno se explica con facilidad.
Sorprendido de improviso por la muerte, el Espíritu está aturdido por el brusco cambio que en él se ha operado. Para él, la muerte sigue siendo sinónimo de destrucción, de aniquilamiento. Ahora bien, como quiera que piense, ve y entiende, en su opinión no está muerto. Lo que aumenta su ilusión es que se ve dueño de un cuerpo similar al anterior, por su forma, pero cuya etérea naturaleza no ha tenido todavía tiempo de estudiar. Lo cree sólido y compacto como lo era el primero, y cuando se le llama la atención sobre este punto se asombra de no poder palparlo. Este fenómeno es análogo al de los sonámbulos noveles, que no creen estar dormidos. Para ellos, el sueño es sinónimo de suspensión de las facultades. Y puesto que piensan libremente y ven, en su concepto no se hallan dormidos.
Algunos Espíritus presentan esta particularidad, aun cuando la muerte no los haya sorprendido en forma imprevista. Pero sigue siendo una particularidad más general en aquellos que, aunque enfermos, no pensaban que morirían. Se ve entonces el singular espectáculo de un Espíritu que asiste a su funeral como si se tratara del de un extraño, y hablando de él como de una cosa que no le concierne, hasta el momento en que comprende la verdad. La turbación que sigue a la muerte no tiene nada de penoso para el hombre de bien. Es tranquila y semejante en todo a la que acompaña a un despertar apacible. En cambio, para aquel cuya conciencia no es pura, está llena de ansiedad y de angustias, que aumentan a medida que va comprendiendo su situación. En los casos de muerte colectiva se ha observado que todos los que perecen al mismo tiempo no siempre se vuelven a ver de inmediato. En la turbación que sigue a la muerte, cada cual va por su lado, preocupándose tan sólo de aquellos que le interesan.
Apariciones o MaterializacionesEL LIBRO DE LOS MÉDIUMS
17. En el número de los hechos de este género es menester colocar en primera línea las apariciones, porque éstas son las más frecuentes. La de la Salette, que dividió al mismo clero, no tiene para nosotros nada de insólito. Seguramente no podemos afirmar que el hecho haya tenido lugar, porque no tenemos la prueba material; mas para nosotros es posible, atendido que millares de hechos análogos recientes nos son conocidos; creemos en ellos, no sólo porque su realidad se ha constatado por nosotros, sino, sobre todo, porque nos damos perfectamente cuenta del modo como se producen. Quien pretenda reportarse a la teoría que damos más adelante de las apariciones, verá que este fenómeno viene a ser tan sencillo y tan plausible, como una porción de fenómenos físicos que solo son prodigiosos por falta de tenerles la llave. En cuanto al personaje que se presentó a la Salette, es otra cuestión; su identidad no nos há sido demostrada de ningún modo; nosotros hacemos constar simplemente que una aparición puede haber tenido lugar, lo demás no es de nuestra competencia; cada uno puede, respecto a esto, guardar sus convicciones; el Espiritismo no tiene que ocuparse de ello; nosotros decimos solamente que los hechos producidos por el Espiritismo nos revelan leyes nuevas, y nos dan la llave de una porción de cosas que parecían sobrenaturales; si algunos de aquellos que pasaban por milagrosos encuentran en él una explicación lógica, es un motivo para no apresurarse en negar lo que no se comprende. Los fenómenos espiritistas son rechazados por ciertas personas, precisamente porque parecen salir de la ley común y por lo mismo no pueden comprenderlos. Dadles una base racional y la duda cesa. La explicación, en este siglo en que no bastan palabras, es, pues, un poderoso motivo de convicción; así vemos todos los días personas que no han sido testigos de ningún hecho, que no han visto ni girar una mesa, ni escribir a un médium, y que, están tan convencidas como nosotros, únicamente porque han leído y comprendido. Si sólo se debía creer en lo que uno ha visto con los ojos, nuestras convicciones se reducirían a muy poca cosa.
Sin embargo, creemos un deber decir en pocas palabras, en qué se apoya la opinión de aquellos que consideran el alma y el periespíritu como dos cosas distintas. Se funda en la enseñanza de los Espíritus, que jamás han variado sobre el particular; hablamos de los Espíritus ilustrados, porque entre ellos los hay que no saben ni más ni menos que los hombres, mientras que la teoría contraria es una concepción humana. Nosotros no hemos inventado ni supuesto el periespíritu para explicar los fenómenos; su existencia se nos ha revelado por los Espíritus, y la observación nos la ha confirmado (El libro de los Espíritus, número 93).
A manera de explicar un poco el tema de la materialización de Los Espíritus y como esto ocurre. Algunas de aéreas que quisiera evaluar es por ejemplo, ¿cómo se produce una materialización?, ¿Qué permite físicamente que esto ocurra? ¿Cómo pude sentir el contacto físico con la aparición de mi hijo? ¿Cómo pude sentir que su carne estaba tibia como la mía, cuando me beso como cuando estaba encarnado? Hay muchos que son escépticos y yo entiendo eso, porque para poder entender esto, lo único que es posible para entenderlo es vivirlo como yo lo viví.
Veamos que nos dijeron los Espíritus en el Libro de Los Espíritus.
El libro de los Espíritus - IV.- Periespíritu
93. El Espíritu propiamente dicho ¿se halla descubierto –como algunos pretenden- o está rodeado de una sustancia determinada?
- El Espíritu se encuentra revestido de una sustancia vaporosa para ti, pero todavía muy grosera para nosotros: lo bastante vaporosa, sin embargo, para que pueda elevarse en la atmósfera y transportarse adonde quiera.
Así como el germen de un fruto se halla circundado por el periespermo, así también el Espíritu propiamente dicho está rodeado de una envoltura que, por comparación, podemos denominarla periespíritu.
94.¿De dónde toma el Espíritu su envoltura semi-material?
- Del fluido universal de cada globo. De ahí que no sea idéntica en todos los mundos. Al pasar de un mundo a otro el Espíritu muda de envoltura, como cambiáis vosotros de vestimenta.
94 a. ¿De manera, pues, que cuando los Espíritus que moran en los mundos superiores vienen aquí, a la Tierra, toman un periespíritu más grosero?
- Precisa que se revistan con vuestra materia: lo hemos dicho ya.
95. La envoltura semi-material del Espíritu ¿adopta formas determinadas? Y ¿puede ser perceptible?
- Sí, una forma que plazca al Espíritu, y así se os aparece en ocasiones, ya sea durante vuestros sueños o cuando os halláis en estado de vigilia, y así también puede adoptar una forma visible e incluso palpable.
Se apoya además sobre el estudio de las sensaciones entre los Espíritus (El libro de los Espíritus, número 257) y sobre todo en el fenómeno de las apariciones tangibles, que implicaría, según la otra opinión, la solidificación y desagregación de las partes que constituyen el alma, y a consecuencia su desorganización. Sería menester también admitir que esta materia que puede hacerse sensible a los sentidos, es, por sí misma, el principio inteligente, lo que no es más racional que confundir el cuerpo con el alma, o el vestido con el cuerpo. En cuanto a la naturaleza íntima del alma, no es desconocida.
Cuando se dice que es inmaterial es preciso entenderlo en el sentido relativo y no absoluto, porque la inmaterialidad absoluta sería la nada; luego el alma o el Espíritu es alguna cosa; se quiere decir que su esencia es de tal modo superior que no tiene ninguna analogía con lo que nosotros llamamos materia y que así para nosotros es inmaterial..
(El libro de los Espíritus, números 23 y 82).
IV.- Ensayo teórico sobre la sensación en los Espíritus
257. El cuerpo es el instrumento del dolor. Si no su causa primera, constituye al menos su causa inmediata. El alma tiene la percepción de ese dolor. Dicha percepción es el efecto. El recuerdo que conserve ella podrá ser sobremanera penoso, pero no puede tener una acción física. En efecto, ni el frío ni el calor pueden desorganizar los “tejidos” del alma. Ésta no podrá helarse ni quemarse. ¿No vemos a diario que el recuerdo o la aprensión de un mal físico producen el mismo efecto que la realidad? ¿E inclusive ocasiona la muerte? Todo el mundo sabe que las personas a quienes se ha amputado un miembro sienten dolor en ese miembro inexistente. Seguramente que no es dicho miembro la sede del dolor, ni aun su punto de partida. Es que el cerebro conserva la impresión de él, eso es todo. Se puede creer, pues, que hay algo análogo en los sufrimientos del Espíritu después de la muerte. Un más profundo estudio del periespíritu, que desempeña un rol tan importante en todos los fenómenos espíritas -las apariciones vaporosas o tangibles, el estado del Espíritu en el instante de la muerte, la idea, tan frecuente en él, de que sigue aún vivo, el cuadro conmovedor de los suicidas y los decapitados, el de las personas que se habían entregado por entero a los goces materiales, y tantos otros hechos-, ha venido a arrojar luz sobre esta cuestión y ha dado lugar a explicaciones cuyo resumen ofrecemos aquí.
Nota de Frank: Debes ir al Ítem 257 del Libro de Los Espíritus para que continúes leyéndolo, que es un poco extenso para incluirlo aquí.
51. He aquí la respuesta que sobre este asunto dio un Espíritu:
Lo que los unos llaman periespíritu no es otra cosa que lo que los otros llaman envoltura material fluídica. Diré, para hacerme comprender de una manera más lógica, que este fluido es la perfectibilidad de los sentidos, la extensión de la vista y de las ideas: hablo de los Espíritus elevados. En cuanto a los Espíritus inferiores, los fluidos terrestres están todavía completamente inherentes a ellos, pues es materia como veis; de ahí los sufrimientos del hambre, del frío, etc., sufrimiento que no pueden padecer los Espíritus superiores, atendido a que los fluidos terrestres están depurados alrededor del pensamiento, es decir, del alma. El alma, para su progreso, tiene siempre necesidad de un agente; el alma sin agente es nada para vosotros o, por mejor decir, no la podéis concebir. El periespíritu para nosotros, Espíritus errantes, es el agente por el cual nos comunicamos con vosotros, ya sea indirectamente por vuestro cuerpo a vuestro periespíritu, o directamente con vuestra alma; de ahí la infinita variedad de médiums y de comunicaciones. Queda ahora el punto de vista científico, esto es, la esencia misma del periespíritu; este es otro asunto. Primero comprended moralmente y sólo quedará una discusión sobre la naturaleza de los fluidos, lo que es inexplicable por ahora; la ciencia no conoce bastante, pero lo conseguiremos si ésta quiere marchar con el Espiritismo. El periespíritu puede variar y cambiar hasta lo infinito; el alma es el pensamiento; no cambia de naturaleza; bajo este aspecto no vayáis más lejos, es un punto que no puede explicarse. ¿Creéis, acaso, que yo no busco como vosotros? Vosotros buscáis el periespíritu: nosotros ahora buscamos el alma. Esperad, pues. – LAMENNAIS.
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Nota de Frank: Notaran que este espíritu tiene conocimiento limitado. No todo está explicado aún en el nivel espiritual, excepto para los Espíritus Puros y Perfectos. El Espiritismo, es una Filosofía de mucha lógica y razón. Nos permite abrir nuestros ojos espirituales para saber el orden de las cosas a través de lo que nos manifiestan los Espíritus errantes que continúan en su proceso de evolución y de adelantamiento espiritual. No se quejen lo científicos por no tener todas las respuestas, pero no sean orgullos al no aceptar que así lo quiso Dios. Quiero citar lo que dice el Libro de Los Espíritus en el ítem 49 en el recuadro derecho en esta sección, sobre esto que menciono aquí: "El principio de las cosas permanece entre los secretos de Dios". Termina mi comentario.______________________________________
Continua de antes de mi comentario:
“Pues si los Espíritus que pueden considerarse como avanzados no han podido aún sondear la naturaleza del alma, ¿cómo podríamos hacerlo nosotros mismos? Es, pues, perder el tiempo en querer escudriñar el principio de las cosas, que así como hemos dicho en El libro de los Espíritus (números 17 y 49) está en los secretos de Dios.
El Libro de Los Espíritus, este libro es la recopilación de sus enseñanzas. Ha sido escrito por orden y bajo el dictado de Espíritus superiores, para asentar los cimientos de una filosofía racional, libre de los prejuicios del sectarismo17
17 El autor utiliza aquí la expresión esprit de système, que los traductores se contentan con verter literalmente: “espíritu de sistema”. Por nuestra parte, creemos que “sectarismo” se acerca más, en este caso, a la intención de la frase. [N. del T. al cast.]
49. Si el germen de la especie humana se hallaba entre los elementos orgánicos del globo, ¿por qué no se forman hombres por generación espontánea, como en su origen?
- El principio de las cosas permanece entre los secretos de Dios. Mas, sin embargo, se puede afirmar que los hombres, una vez dispersados por el mundo, han absorbido en sí los elementos requeridos para su formación, a fin de transmitirlos según las leyes de la reproducción. Lo propio acontece con las diversas especies de seres vivientes.
Pretender ojear con ayuda del Espiritismo lo que aún no es competencia de la Humanidad, es separarle de su verdadero objeto; es hacer como el niño que quisiere saber tanto como el anciano. Que el hombre haga servir el Espiritismo para su mejoramiento moral, es lo esencial; lo demás es sólo una curiosidad estéril y muchas veces orgullosa, cuya satisfacción no le hará hacer ningún paso, el sólo medio de avanzar es volverse mejor. Los Espíritus que han dictado el libro que lleva su nombre, han probado su sabiduría encerrándose, por lo que concierne al principio de las cosas, en los límites que Dios nos permite penetrar, dejando a los Espíritus sistemáticos y presuntuosos la responsabilidad de las teorías anticipadas y erróneas, más seductoras que sólidas, y que caerán un día ante la razón como tantas otras salidas de los cerebros humanos. Sólo han dicho precisamente lo necesario para hacer comprender al hombre el porvenir que le espera, y por tanto animarle al bien. (Véase a continuación, en la Segunda Parte, el capítulo Primero: Acción de los Espíritus sobre la materia).
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Para poder entender la aparición o la materialización de Los Espíritus, veamos lo que el Libro de Los Espíritus tiene que decir sobre este tema:
El libro de los Espíritus CAPÍTULO I
SEGUNDA PARTE DE LAS MANIFESTACIONES ESPÍRITAS
ACCIÓN DE LOS ESPÍRITUS SOBRE LA MATERIA
El periespíritu no es una de esas hipótesis a las cuales se han recurrido algunas veces en la ciencia para la explicación de un hecho; su existencia revelada por los Espíritus, es también resultado de observaciones, como tendremos ocasión para demostrarlo. Por el momento y para no anticiparnos sobre los hechos que tenemos que relatar, nos limitaremos a decir que durante su unión con el cuerpo, o aun después de su separación, el alma no está nunca separada de su periespíritu.
55. Se ha dicho que el Espíritu es una llama, una chispa: ésta debe entenderse del Espíritu propiamente dicho, como principio intelectual y moral, y al cual no se podría atribuir una forma determinada; pero en cualquier grado que se encuentre, está siempre revestido de una envoltura o periespíritu cuya naturaleza se va haciendo más etérea a medida que se purifica y se eleva en la jerarquía; de tal suerte, que para nosotros la idea de forma es inseparable de la de espíritu, y que no concebimos la una sin la otra. El periespíritu forma, pues, parte integrante de hombre; pero el periespíritu solo no es el Espíritu como el cuerpo solo no es el hombre, porque el periespíritu no piensa; es al Espíritu lo que el cuerpo es al hombre; esto es, el agente o instrumento de su acción.
56. La forma del periespíritu es la forma humana y cuando nos aparece es generalmente aquella bajo la cual hemos conocido al Espíritu en su vida. Se podría creer, según esto, que el periespíritu, separado de todas las partes del cuerpo, se amolda de algún modo sobre él y conserva su tipo, pero no parece que sea así. La forma humana, con algunas diferencias de detalle y salvo las modificaciones orgánicas necesarias para el centro en el cual el ser está llamado a vivir, se encuentra en los habitantes de todos los globos; al menos ésto es lo que dicen los Espíritus; es igualmente la forma de todos los Espíritus no encarnados y que no tienen más que el periespíritu; es aquella bajo la que en todo tiempo se han representado los ángeles o Espíritus puros; de donde debemos deducir que la forma humana es la forma tipo de todos los seres humanos a cualquier grado que pertenezcan. Pero la materia sutil del periespíritu no tiene la tenacidad ni la rigidez de la materia compacta del cuerpo; es, si podemos expresarnos así, flexible y expansible por esto la forma que toma, aunque calcada sobre la del cuerpo, no es absoluta; se pliega a voluntad del Espíritu, quien puede darle tal o cual apariencia a su gusto, mientras que la envoltura sólida le ofrece una resistencia insuperable. Desembarazado de esa traba que le comprimía el periespíritu se extiende o se estrecha, se transforma, en una palabra, se presta a todas las metamorfosis, según la voluntad que obra sobre él. A consecuencia de esta propiedad de su envoltura fluídica, es como el Espíritu que quiere hacerse reconocer, puede, cuando esto es necesario, tomar la exacta apariencia que tenía en vida, hasta la de los accidentes corporales que pueden ser signos de reconocimiento. Los Espíritus, como se ve, son, pues, seres semejantes a nosotros, formando a nuestro alrededor toda una población invisible en el estado normal; decimos en el estado normal porque, como lo veremos, esta invisibilidad no es absoluta.
57. Volvamos a la naturaleza del periespíritu, porque esto es esencial para la explicación que vamos a dar. Hemos dicho que, aunque fluídica, no deja de ser una especie de materia, y esto resulta del hecho de las apariciones tangibles, sobre las cuales volveremos a tratar. Se ha visto, bajo la influencia de ciertos médiums, aparecer manos teniendo todas las propiedades de manos vivientes que tienen calor, que se pueden tocar, que ofrecen la resistencia de un cuerpo sólido que os agarran, y que de repente se desvanecen como una sombra. La acción inteligente de estas manos, que obedecen evidentemente a una voluntad, ejecutando ciertos movimientos, aun tocando aires sobre un instrumento prueba que son la parte visible de un ser inteligente invisible. Su tangibilidad, su temperatura, en una palabra, la impresión que hacen sobre los sentidos, puesto que se ha visto que han dejado señales sobre la piel, dar golpes dolorosos o acariciar delicadamente prueban que son de alguna materia. Su desaparición instantánea prueba también que esta materia es eminentemente sutil y se modifica como ciertas sustancias que pueden alternativamente pasar del estado sólido al estado fluídico y recíprocamente.
58. La naturaleza íntima del Espíritu propiamente dicho, esto es, del ser pensador, nos es enteramente desconocida; solo se nos revela por sus actos, y sus actos no pueden afectar a nuestros sentidos materiales sino a través de un intermediario material. El Espíritu tiene, pues, necesidad de materia para obrar sobre la materia. Tiene por instrumento directo su periespíritu, como el hombre tiene su cuerpo, pues su periespíritu es materia, como acabamos de verlo. Tiene en seguida por agente intermediario el fluido universal, especie de vehículo sobre el cual obra, como nosotros obramos sobre el aire para producir ciertos efectos con ayuda de la dilatación, de la comprensión, de la propulsión o de las vibraciones.
Considerada de esta manera la acción del espíritu sobre la materia, se concibe fácilmente; se comprende desde luego que todos los efectos que de esto resultan entran en el orden de los hechos naturales, y no tienen nada de maravilloso. Sólo han parecido sobrenaturales, porque no se conocía la causa; conocida ésta lo maravilloso desaparece y esta causa está toda entera en las propiedades semi-materiales del periespíritu. Este es un nuevo orden de hecho que una nueva ley viene a explicar, y de la cual nadie se maravillará dentro algún tiempo, lo mismo que sucede hoy día con la correspondencia a larga distancia en algunos minutos por la electricidad.
59. Quizá nos preguntarán cómo el Espíritu, con la ayuda de una materia tan sutil, puede obrar sobre cuerpos pesados y compactos, levantar mesas, etcétera. Seguramente no sería un hombre de ciencia quien pudiera hacer semejante objeción; porque sin hablar de las propiedades desconocidas que puede tener este nuevo agente, ¿no tenemos nosotros bajo nuestros ojos ejemplos análogos? ¿Acaso la industria no encuentra sus más poderosos motores en los gases más rarificados y en los fluidos imponderables? Cuando se ve que el aire derriba los edificios, que el vapor arrastra masas enormes, que la pólvora gasificada levanta rocas, que la electricidad rompe árboles y agujerea murallas, ¿es extraño admitir que el Espíritu, con ayuda de su periespíritu, pueda levantar una mesa, sobre todo, cuando se sabe que este periespíritu puede venir a ser visible, tangible y obrar como un cuerpo sólido?
Incluyo la siguiente sección del Libro de Los Espíritus, pues algo esencial conocer:
VI.- Expiación y arrepentimiento
(El Libro de Los Espíritus)
990. El arrepentimiento ¿tiene lugar en el estado corporal o en el espiritual?
- En este último. Pero puede también sobrevenir en el estado corpóreo, cuando comprendéis bien la diferencia existente entre el bien y el mal.
991. ¿Qué consecuencia tiene el arrepentimiento en el estado espiritual?
- El deseo de una nueva encarnación con el objeto de purificarse. El Espíritu comprende las imperfecciones que lo privan de la dicha, de ahí que aspire a una nueva vida, en la que podrá reparar sus faltas. (Véanse los parágrafos 332 y 975).
- 332. ¿Puede adelantar o retrasar el Espíritu el instante de su reencarnación? -Podrá adelantarlo mediante sus oraciones, y alejarlo si retrocede ante la perspectiva de la prueba que le aguarda, porque entre los Espíritus los hay también cobardes e indiferentes; pero no queda impune si lo hace, sino que sufre por ello, así como el que se rehúsa a tomar un medicamento que podrá curarlo.
- 975. ¿Comprenden los Espíritus inferiores la dicha del justo? - Sí, y es precisamente lo que les atormenta. Porque comprenden que por su propia culpa están privados de ella. De ahí que el Espíritu desprendido de la materia aspire después a una nueva existencia corpórea, porque cada vida, si es bien empleada, puede acortar la duración de ese suplicio. Entonces escoge las pruebas mediante las cuales podrá expiar sus faltas. Porque, sabedlo bien, el Espíritu sufre a causa de todo el mal que ha hecho o del que fue causante voluntario, así como por todo el bien que hubiera podido realizar y no hizo, y todo el mal que resulta del bien que no ha hecho. El Espíritu errante no tiene ya el velo de la materia. Está como si hubiera salido de en medio de la niebla y ve lo que le aleja de la felicidad. Entonces padece más, porque comprende cuán culpable ha sido. Para él no existe ya ilusión: ve la realidad de las cosas. El Espíritu en estado errante abarca, por un lado, todas sus pasadas existencias; ve, por el otro, el porvenir prometido, y comprende lo que le falta para alcanzarlo. Así como un viajero que, llegado a la cumbre de una montaña, contempla la ruta que ha hecho y la que le falta recorrer para alcanzar su destino.
992. Y ¿qué resultado reporta el arrepentimiento en el estado corporal?
- Adelantar, ya en la vida presente, si se tiene tiempo de rescatar culpas. Cuando la conciencia formula un reproche y muestra una imperfección, puede siempre mejorarse.
993. ¿No hay seres humanos que sólo poseen el instinto del mal y son inaccesibles al arrepentimiento?
- Te dije que se debe progresar sin tregua. El que en la presente existencia no tiene más que el instinto del mal, poseerá el del bien en una vida futura, y por esto precisamente renace muchas veces. Porque es menester que todos adelanten y alcancen la meta; sólo que unos lo harán en más corto lapso, otros, en cambio, en un período más prolongado, conforme a sus deseos. El que sólo posee el instinto del bien ya está depurado, pues ha podido tener el del mal en una existencia
994. El hombre perverso, que no ha reconocido de ninguna manera sus faltas en el transcurso de su vida ¿las admite siempre después de su muerte?
- Sí, siempre las reconoce, y entonces sufre más porque siente todo el mal que ha hecho o del que ha sido causante voluntario. Sin embargo, no en todos los casos el arrepentimiento es inmediato. Hay Espíritus que se empecinan en seguir el falso camino a despecho de sus sufrimientos. Pero, tarde o temprano admitirán haber tomado por una ruta equivocada, y sobrevendrá en ellos el arrepentimiento. Para iluminarlos trabajan los buenos Espíritus, y también podéis hacerlo vosotros mismos.
995. ¿Existen Espíritus que, sin ser malos, sean indiferentes en lo que toca a su suerte?
- Espíritus hay que no se ocupan en nada útil. Permanecen a la expectativa. Pero padecen, en tal caso, en forma proporcional. Y como quiera que en todo debe operarse un progreso, éste es impul-sado en ellos por medio del dolor.
995 a. ¿No experimentan el deseo de acortar sus sufrimientos?
- Sí, sin lugar a dudas, pero no poseen energía bastante para querer aquello que podría aliviarlos. ¿Cuántas personas tenéis, entre vosotros, que prefieren morir en la miseria antes que trabajar?
996. Puesto que los Espíritus ven el mal que resulta para ellos de sus imperfecciones ¿cómo se explica que haya entre ellos quienes agraven su situación y prolonguen su estado de inferioridad cometiendo el mal mientras son Espíritus desencarnados, y apartando a los hombres del camino recto?
- Los que así se comportan son aquellos cuyo arrepentimiento es tardío. El Espíritu arrepentido puede más tarde dejarse arrastrar de nuevo a la senda del mal por otros Espíritus todavía más atrasados que él. (Ver párrafo 971).
997. Vemos que ciertos Espíritus, cuya inferioridad es notoria, son accesibles a los buenos sentimientos y se conmueven por las plegarias que se hacen en su beneficio. ¿Cómo explicar, entonces, que otros Espíritus, que debiéramos suponer más esclarecidos, manifiesten un empedernimiento y un cinismo a toda prueba?
- La oración sólo produce efecto cuando se pronuncia en favor del Espíritu que se ha arrepentido. Aquellos otros que, impulsados por el orgullo, se sublevan contra Dios y persisten en sus extravíos, exagerándolos incluso, como algunos Espíritus desventurados lo hacen, ningún beneficio obtienen con la plegaria, y no lo tendrán hasta el día en que un atisbo de arrepentimiento se haya manifestado en ellos. (Véase el parágrafo 664).
664. ¿Es útil orar por los difuntos y por los Espíritus sufrientes? Y en caso afirmativo, ¿cómo pueden nuestras preces llevarles alivio y abreviar sus padecimientos? ¿Tienen ellas el poder de hacer que ceda o se apiade la justicia de Dios?
- La oración no puede tener por efecto el cambiar los designios de Dios, pero el alma por la cual se está orando experimenta alivio con ello, porque es un testimonio de interés que se le ofrece, y a causa de que el desdichado se alivia siempre que encuentra almas caritativas que se compadecen de sus dolores. Por otra parte, mediante la plegaria se le induce al arrepentimiento y al deseo de hacer lo necesario para ser dichoso. En este sentido se puede abreviar su pena, si por su lado ayuda con su buena voluntad. Ese deseo de mejorar, intensificado por la oración, atrae junto al Espíritu sufriente a otros Espíritus más evolucionados que acuden a instruirlo, confortarlo e infundirle esperanzas. Jesús oraba por las ovejas descarriadas. Con esto os mostró que seríais culpables si no lo hicierais vosotros por aquellos que más lo necesitan.
Comentario A.K. -No debemos echar al olvido que el Espíritu, después de la muerte del cuerpo, no se transforma de súbito. Si su vida ha sido censurable, ello se debe a que era imperfecto, y la muerte no lo torna perfecto en forma inmediata. Puede persistir en sus yerros, en sus falsas opiniones, en sus prejuicios, hasta que se haya esclarecido mediante el estudio, la reflexión y el dolor.
998. La expiación ¿se cumple en el estado corporal, o en el de Espíritu?
- Se cumple durante la existencia corpórea por medio de las pruebas a que se ha sometido el Espíritu, y en la vida espiritual, por los padecimientos morales propios de su estado de inferioridad.
999. El arrepentimiento sincero en el curso de la vida ¿es suficiente para borrar las culpas y obtener la gracia de Dios?
- El arrepentimiento ayuda al Espíritu a mejorarse, pero el pasado debe ser expiado.
999 a. Según esto, si un criminal argumenta que, visto que de cualquier modo debe expiar su pasado no necesita arrepentirse, ¿qué resultaría de ello para él?
- Si se endurece en la idea del mal, su expiación será prolongada y penosa.
1000. ¿Podemos, ya en la vida presente, rescatar nuestras culpas?
- Sí, reparándolas. Pero no creáis que las rescataréis tan sólo con unas pocas privaciones pueriles o legando a los demás vuestros bienes, para después de vuestra desencarnación, cuando ellos no los necesitéis. Dios no toma en cuenta en manera alguna un arrepentimiento estéril, siempre fácil y que no cuesta otro esfuerzo que el de golpearse el pecho. Perder el dedo meñique mientras se presta un servicio borra más culpas que el tormento del cilicio sufrido a lo largo de los años, sin otro objetivo que el bien de sí mismo. (Ver párrafo 726).
I.- Estado natural
776. El estado natural y la ley natural ¿son una misma cosa?
- No. El estado natural es el primitivo. La civilización es incompatible con el estado natural, mientras que la ley natural contribuye al progreso de la humanidad.
Comentario A.K. El estado natural es la infancia de la humanidad y el punto de partida de su desarrollo intelectual y moral. Puesto que el hombre es perfectible y lleva en sí el germen de su mejoramiento, en modo alguno puede estar destinado a vivir a perpetuidad en el estado natural, como tampoco ha sido destinado a vivir perpetuamente en la infancia. El estado natural es transitorio y el hombre sale de él mediante el progreso y la civilización. La ley natural, por el contrario, rige a la humanidad entera, y el hombre va mejorando conforme comprende y practica mejor esta ley.
El mal sólo es rescatado por el bien, y la reparación no reviste ningún mérito si no afecta al hombre ni en su orgullo ni en sus intereses materiales.
¿De qué le vale, para su justificación, el restituir después de su muerte los bienes mal habidos, cuando ya le son inútiles y les ha sacado provecho?
¿De qué le vale privarse de algunos placeres fútiles y unas pocas cosas superfluas, si la injusticia que ha cometido contra otros sigue siendo la misma?
¿De qué le vale, por último, humillarse ante Dios si sigue siendo orgulloso ante los hombres? (Véanse los parágrafos 720 y 721).
720. Las privaciones voluntarias, con miras a una expiación voluntaria también, ¿son meritorias a los ojos de Dios?
- Haced bien a los demás y tendréis más mérito.
720 a. ¿Hay, entre esas privaciones voluntarias, algunas que sean meritorias?
- Sí: la privación de los placeres inútiles, porque desliga al hombre de la materia y eleva su alma. Lo meritorio es resistir a la tentación que induce a los excesos o al disfrute de cosas inútiles; quitar parte de lo que nos es necesario para dar a aquellos que no poseen bastante. En cambio, cuando la privación voluntaria no es más que un vano simulacro, constituye una irrisión.
721. La vida de mortificaciones ascéticas ha sido practicada desde la más remota antigüedad y en diferentes pueblos. ¿Es meritoria, desde algún punto de vista?
- Preguntaos para quién sirve y obtendréis la respuesta. Si sólo aprovecha al que la práctica, y en cambio le impide hacer el bien, significa egoísmo, sea cual fuere el pretexto con que se la hermosee. Privarse y trabajar para los demás es la verdadera mortificación, según la caridad cristiana.
1001. ¿No hay ningún mérito en asegurarnos de que, después de nuestra muerte, los bienes que hayamos dejado tengan un destino útil?
- “Ningún mérito” no constituye la expresión exacta. Siempre es mejor proceder así que no hacer nada al respecto. Pero la desgracia estriba en que, aquel que sólo da al morir, con frecuencia es más egoísta que generoso. Quiere tener el honor de haber hecho bien, sin tomarse el trabajo necesario para ello. En cambio, quien se prive en vida tiene un doble beneficio: el mérito de haberse sacrificado y el placer de ver a los que son felices merced a él. Mas el egoísmo, presente siempre, le dice: “Lo que das es otro tanto que quitas a tus goces”. Y como el egoísmo grita con más fuerza que el desinterés y la caridad, el hombre se guarda para sí sus bienes con el pretexto de que ha de proveer a sus necesidades y a las existencias propias de su posición. ¡Ah!, ¡deplorad a aquel que no conoce el placer de dar! Porque en verdad ha sido desheredado de uno de los más puros y dulces deleites que existan. Al someterlo Dios a la prueba de la fortuna, tan resbaladiza y peligrosa para su porvenir, ha querido otorgarle a título de compensación la dicha de la genero-sidad, de la que puede disfrutar ya en la Tierra. (Ver párrafo 814).
V.- Pruebas de la riqueza y de la miseria
814. ¿Por qué ha concedido Dios a unos riqueza y poder, y miseria a otros?
- Con el propósito de probar a cada cual de una manera diferente. A más de esto, ya lo sabéis, tales pruebas han sido escogidas por los mismos Espíritus, quienes con frecuencia caen vencidos por ellas.
1002. ¿Qué debe hacer aquel que, in articulo mortis131
- El arrepentimiento acelera su rehabilitación, pero no lo absuelve. ¿No tiene ante él lo por venir, que no le es cerrado jamás?
131 “In articulo mortis”, locución latina que significa “antes de morir”. [N. del copista]
Todo lo anterior reafirma mi punto en esta reflexión. Pero quisiera darle un tono menos solemne, cuando se trata de un ser querido, debe ser mas familiar y una conversación con el espíritu desencarnado es ideal.
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