El tema de la Obsesión es uno de los temas más importantes que debes conocer como Espíritista adepto del Espiritismo Moralizador y Consolador al Mundo, el Verdadero Espiritismo. Te invito a leer el Libro de Los Médiums, items #237 hasta el Ítem #254. Es ahi qie encontrará la mayoroa de tús preguntas sobre éste tema ua contestadas por los Espíritus.
El
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¿Qué son las Obsesiones en el Espiritismo Moralizador y Consolador al Mundo, el Verdadero Espiritismo?
Se dividen en al menos 3 categorías o grupos:
Obsesión Subyugante, de Fascinación o Simple... Entonces, ¿Qué es una Obsesión espiritual Subyugante, Fascinante o Simple? ¿Cómo y de dónde surge o qué la provoca? y ¿Cómo puede erradicarse? Es importante que se entienda que las Obsesiones, ninguna de ellas es una ENFERMEDAD🤒, NI DEL CUERPO NI 🤒 del Alma o del Espíritu, porque SIEMPRE en la subyugación la causa del mal es exterior, y es preciso librar al enfermo de un enemigo invisible, oponiéndole no remedios, sino una FUERZA MORAL SUPERIOR a la suya.
En este artículo puedes obtener las respuestas a las preguntas sobre las Obsesiones e información sobre el tema, y los enlaces que se incluyen, te ayudarán a expandir el tema con otros escrito y vídeos que he estado confeccionando a lo largo de 11 años de estudios profundos, que he documentado en vídeos y en artículos, con la ayuda de los Buenos Espíritus.
Dios, 5, no le da Profecías a ningún Pastor que dice que es un Profeta de Dios.
237. En el número de escollos
que presenta la práctica del Espiritismo, es menester poner en primera línea
la obsesión, es decir, el imperio que algunos Espíritus saben tomar
sobre ciertas personas. Esta nunca tiene lugar sino por Espíritus inferiores
que procuran dominar; los Espíritus buenos
no hacen experimentar ninguna contrariedad; aconsejan, combaten las influencias
de los malos, y si no se les escucha se retiran. Los malos, por el
contrario, se unen a aquellos sobre los cuales pueden hacer presa; si llegan a
tomar imperio sobre alguno, se identifican con su propio Espíritu y le conducen
como a un verdadero niño.
La obsesión presenta
caracteres diversos que es muy necesario distinguir, y que resultan del grado
de opresión y de la naturaleza de los efectos que produce. La palabra obsesión
es de algún modo un término genérico por el cual se designa esta especie de
fenómeno cuyas principales variedades son: la obsesión simple, la
fascinación y la Subyugación.
238. La obsesión simple tiene
lugar cuando un Espíritu malhechor engaña a un médium, se mezcla contra su
voluntad en las comunicaciones que recibe, le impide comunicarse con otros Espíritus
y sustituye a aquellos que se evocan. No se está obseso por el sólo hecho de
ser engañado por un Espíritu mentiroso; el mejor médium está expuesto a esto,
sobre todo al principio, cuando aun la falta la experiencia necesaria, de la
misma manera que entre nosotros las gentes más honradas pueden ser engañadas
por los tunantes. Se puede, pues, ser engañado sin estar obseso; la obsesión
está en la tenacidad del Espíritu, del cual no se puede desembarazar. En la
obsesión simple, el médium sabe muy bien que tiene que habérselas con un
Espíritu mentiroso, y éste no se oculta, no disimula sus malas intenciones y su
deseo de contrariar. El médium reconoce sin pena la artimaña, y como está
preparado, rara vez es engañado. Esta especie de obsesión es simplemente
desagradable, y no tiene otro inconveniente que el oponer un obstáculo a las
comunicaciones que se
quisieron tener con espíritus formales o con aquellos por quienes se tiene
afección. Se pueden colocar en esta categoría los casos de obsesión física,
es decir, la que consiste en las manifestaciones ruidosas y
obstinadas de ciertos
Espíritus que hacen oír espontáneamente golpes u otros ruidos. Nos remitimos
sobre este fenómeno al capítulo de las “Manifestaciones físicas espontáneas”.
(Núm. 82).
CAPÍTULO V
MANIFESTACIONES FÍSICAS ESPONTÁNEAS
Ruidos, barahúndas, alborotos y perturbaciones –
Objetos lanzados. – Fenómeno de los aportes
82. Los fenómenos, de
los cuales acabamos de hablar, son provocados; pero algunas veces son, también,
espontáneos, sin que participe para nada la voluntad; todo lo contrario, puesto
que a menudo son muy importunos. Lo que excluye, por otra parte, el pensamiento
de que puedan ser efectos de la imaginación sobrexcitada por las ideas
espiritistas, es que tienen lugar entre personas que no han oído jamás hablar
de ellas en el momento que menos lo esperaban. Estos fenómenos, que se podrían
llamar Espiritismo práctico natural, son muy importantes, porque no puede haber
sospechas de connivencia; por esto invitamos a las personas que se ocupan de
los fenómenos espiritistas a que recojan todos los hechos de este género que
viniesen a su conocimiento, y sobre todo a hacer constatar con cuidado su
realidad por un estudio minucioso de las circunstancias, a fin de asegurarse
que no se es juguete de una ilusión o de una mistificación.
239. La fascinación tiene
consecuencias mucho más graves. Es una ilusión producida por la acción directa
del Espíritu sobre el pensamiento del médium, y que de algún modo paraliza su
juicio, con respecto a las comunicaciones. El médium fascinado no se cree
engañado; el Espíritu tiene la maña de inspirarle una confianza ciega que le
impide ver la superchería y comprender cuán absurdo es lo que escribe, aun
cuando todo el mundo lo conozca; la ilusión puede ir hasta hacerle ver lo
sublime en el lenguaje más ridículo. Se estaría en error si se creyera que este
género de obsesión no puede alcanzar sino a
personas sencillas, ignorantes y desprovistas de juicio; los hombres más
discretos, más instruidos y más inteligentes bajo otros conceptos no están
exentos de esto, lo que prueba que esta aberración es efecto de una causa
extraña, de la que sufren la influencia. Ya hemos dicho que las consecuencias
de la fascinación son mucho más graves; en efecto, a favor de esta ilusión que
es el resultado, el Espíritu conduce aquel a quien ha logrado dominar como lo
haría con un ciego, y puede hacerle aceptar las doctrinas más extravagantes y
las teorías más falsas como si fuesen la única expresión de la verdad; aún más:
puede excitarle a que haga acciones ridículas, de
compromiso y aun perniciosas. Se comprende fácilmente toda la diferencia que
hay entre la obsesión simple y la fascinación; se comprende también que los
Espíritus que producen estos dos efectos deben diferir de carácter. En la
primera, el Espíritu que se une a vosotros sólo es un ser importuno por su
tenacidad, y se desea con impaciencia poderse desembarazar de él. En la segunda
es otra cosa; para llegar a tales fines es necesario un Espíritu hábil, vivo y
profundamente hipócrita, porque no puede chasquear y hacerse aceptar sino con ayuda
de la máscara que sabe tomar y de un falso semblante de virtud; las grandes
palabras de caridad, humildad y de amor de Dios son para él como credenciales;
pero a través de todo esto deja penetrar las señales de inferioridad, que es
necesario estar fascinado para no ver, teme también a todas las personas
que ven demasiado claro; así es que su táctica es casi siempre la de inspirar a
su intérprete el alejamiento de cualquiera que pudiera abrirle los ojos; por
este motivo, evitando toda contradicción, siempre tiene la seguridad de tener
razón.
240. La Subyugación es
una restricción que paraliza la voluntad del que la sufre y le hace obrar a
pesar suyo. En una palabra, es su verdadero yugo.
La Subyugación puede ser moral
o corporal. En el primer caso, el subyugado es solicitado a tomar determinaciones
muchas veces absurdas y comprometidas, que por una especie de ilusión las cree
sensatas; es una especie de fascinación. En el segundo caso el Espíritu obra
sobre los órganos materiales y provoca los movimientos involuntarios. Se
traduce en el médium escribiendo por una necesidad incesante de escribir, aun
en los momentos más inoportunos. Nosotros los hemos visto que, a falta de pluma o de lápiz, escribían con
el dedo por todas partes en donde se encontraban, en las mismas calles, en las
puertas y en las paredes. La Subyugación corporal va algunas veces más lejos;
puede conducir a los actos más ridículos. Hemos conocido a un hombre que no era
joven ni hermoso, que bajo el imperio de una obsesión de esta naturaleza se
veía obligado por una fuerza irresistible a ponerse de rodillas ante una joven,
con la cual no había tenido ninguna intención y pedirla en matrimonio. Otras
veces sentía en las espaldas y en las piernas una presión enérgica, que los
forzaba contra su voluntad a pesar de la resistencia que hacía al ponerse de
rodillas y besar el suelo en los parajes públicos y en presencia de la
multitud. Este hombre pasaba por loco entre sus relaciones; pero nosotros nos
hemos convencido de que no lo era, porque tenía el pleno convencimiento del
ridículo, de lo que hacía contra su voluntad, por lo que sufría horriblemente.
241. En otro tiempo se daba el
nombre de posesión al imperio ejercido por malos
Espíritus, cuando su influencia llegaba hasta la aberración
de las facultades. La posesión sería para nosotros sinónima de Subyugación Si no adoptamos este término es por dos razones:
la primera porque implica la creencia de seres creados para el
mal entregados perpetuamente a él, mientras que solo hay seres
más o menos imperfectos y que todos pueden mejorarse. La
segunda, porque implica igualmente la idea da la toma de posesión
de un cuerpo por un Espíritu extraño, de una especie de
cohabitación, mientras que sólo hay una sujeción, La palabra Subyugación expresa perfectamente el pensamiento. De este modo
para nosotros no hay poseídos en el sentido vulgar de la
palabra: sólo hay obsesos, subyugados y
fascinados.
242. La obsesión, como ya lo
hemos dicho, es uno de los más grandes escollos de la
Mediúmnidad; es también uno de los más frecuentes; así es que
todos los cuidados serían pocos para combatirla, porque además
de los inconvenientes personales que pueden resultar de esto, es
un obstáculo absoluto para la bondad y la veracidad de las
comunicaciones. La obsesión, en cualquier grado que esté, es siempre
el efecto de una sujeción y esta sujeción, no pudiendo nunca ser
ejercida por un Espíritu bueno, resulta de
esto que toda comunicación
dada por un médium obseso es de origen sospechoso y no
merece ninguna confianza. Si alguna vez se encuentra algo bueno, es
menester tomarlo y arrojar todo lo que es simplemente dudoso.
243. Se conoce la obsesión con
los caracteres siguientes:
1.º Persistencia de un
Espíritu en comunicarse contra la
voluntad del médium, por la
escritura, el oído, la typtología, etc.,
oponiéndose a que otros
Espíritus puedan hacerlo.
2.º Ilusión, que no
obstante la inteligencia del médium, le
impide reconocer la
falsedad y la ridiculez de las comunicaciones
que recibe.
3.º Creencia en la
infalibilidad y en la identidad absoluta de
los Espíritus que se
comunican y que, bajo nombres respetables y
venerados, dicen cosas
falsas o absurdas.
4.º Confianza del médium en
los elogios que hacen de él
los Espíritus que se le
comunican.
5.º Propensión a separarse
de las personas que pueden darle
avisos útiles.
6.º Tomar a mal la crítica
con respecto a las comunicaciones
que reciben.
7.º Necesidad incesante e
inoportuna de escribir.
8.º Sujeción física
dominando la voluntad de cualquiera y
forzándole a obrar o a
hablar a pesar suyo.
9.º Ruidos y trastornos de
cosas persistentes a su alrededor
y de los que se es la causa
o el objeto.
244. En presencia del peligro de
la obsesión se dice uno que el ser médium será una cosa desagradable; ¿no es
esta facultad la que la provoca, en una palabra, no es esto una prueba inconveniente
de las comunicaciones espíritas? Nuestra contestación es fácil y rogamos que se
medite con cuidado. No son los médiums ni los espiritistas los que han creado a los Espíritus, sino que los
Espíritus son la causa de que haya espiritistas y médiums; no siendo los
Espíritus otra cosa que las almas de los hombres, hay, pues, Espíritus desde
que hay hombres, y por consiguiente han ejercido en todo tiempo su influencia saludable
o perniciosa sobre la Humanidad. La facultad medíanímica solo es para ellos un
medio para manifestarse; en defecto de esta facultad lo
hacen de mil maneras distintas más o menos ocultas. Sería, pues, un error creer
que los Espíritus ejercen su influencia sólo por las comunicaciones escritas o
verbales; esta influencia es de todos los instantes, y aquellos que no se
ocupan de los Espíritus que ni creen en ellos están expuestos como los otros y
aún más porque no tienen contrapeso. La Mediúmnidad es para el Espíritu un
medio de hacerse conocer; si es malo se hace siempre traición por hipócrita que
sea; puede, pues, decirse, que la Mediúmnidad permite que se vea a su enemigo
frente a frente si uno puede expresarlo así, y combatirle con sus propias
armas; sin esta facultad obra en la
oscuridad y al favor de su invisibilidad puede hacer, y hace en realidad, mucho
mal. ¡A cuántos actos no está uno impulsado por su desgracia, y que se hubieron
evitado si hubiese habido un medio de ilustrarse! Los incrédulos no creen decir
tanta verdad cuando dicen de un hombre que se extravía con obstinación: “Un mal
genio le empuja hacia la perdición”. De este modo el conocimiento del
Espiritismo, lejos de dar imperio a los malos Espíritus, debe tener por
resultado en un tiempo más o menos próximo, cuando se
habrá propagado, el destruir este imperio dando a cada uno los medios de
ponerse en guardia contra sus sugestiones, y el que sucumba a nadie podrá
culpar sino sí mismo. Regla general: cualquiera que tenga malas comunicaciones espiritistas,
escritas o verbales, está bajo una mala influencia; esta influencia se ejerce
sobre él, que escriba o deje escribir, es decir, que sea o no médium, que crea
o no crea. La escritura da el medio de asegurarse de la naturaleza de los
Espíritus que obran sobre él y de combatirles si son
malos, lo que se hace aún con más éxito cuando viene a conocer el motivo que
les hace obrar. Si es demasiado ciego para comprenderle, otros podrán hacerle
abrir los ojos. En resumen, el peligro no está en el mismo Espiritismo, puesto
que puede, por el contrario, servir de comprobante y preservarnos del que
corremos sin cesar, sin que los sepamos; está en la orgullosa propensión de
ciertos médiums en creerse,
con demasiada ligereza, los
instrumentos exclusivos de Espíritus superiores, y en la especie de fascinación
que no les permite comprender las tonterías de las que son los intérpretes.
Aquellos mismos que no son médiums pueden dejarse engañar. Citemos una
comparación. Un hombre tiene un enemigo secreto que no conoce y que esparce
contra el, por bajo mano, la calumnia y todo lo que la más negra maldad puede
inventar; ve perder su fortuna,
alejarse sus amigos,
turbada su felicidad interior, no pudiendo descubrir la mano que le hiere, no
puede defenderse y sucumbe; pero viene un día que este enemigo secreto le
escribe, y a pesar de su astucia se hace traición. He aquí, pues, a su enemigo
descubierto y puede confundirle y remontarse. Tal es el papel de los malos Espíritus,
que el Espiritismo nos da la posibilidad de conocer y descubrir.
245. Los motivos de la obsesión
varían según el carácter del Espíritu; muchas veces es una venganza que ejerce
sobre un individuo de quien ha tenido que quejarse durante su vida o en otra
existencia; a menudo no tienen otra razón que el deseo de hacer mal; como
sufre, quiere hacer sufrir a los demás; halla una especie de gozo en
atormentarles, en vejarles; de este modo la impaciencia que se demuestra le
excita, porque tal es su objeto, mientras que se le cansa por la paciencia;
irritándose, demostrando despecho, se hace
precisamente lo que él quiere. Estos Espíritus obran algunas veces por ira y
por celos del bien; por esto dirigen sobre las gentes honradas sus intenciones
maléficas. Uno de ellos se ha unido como una polilla a una honrada familia
conocida nuestra, que por lo demás no tiene la satisfacción de tomarla por juguete;
preguntando por el motivo que tenía para atacar a las buenas gentes, más bien
que a los hombres malos como él, contestó: estos no me causan envidia. Otros
están guiados por un sentimiento de maldad que les conduce a aprovecharse de la
debilidad moral de ciertos individuos que saben que son incapaces de
resistirles. Uno de estos últimos que subyugaba a un joven de inteligencia muy
limitada, preguntando por los motivos de la elección, nos contestó: Tengo
una necesidad muy grande de atormentar a alguno; una persona razonable me
rechazaría; me arrimo a un idiota que no me opone ninguna virtud.
246. Hay Espíritus obsesores sin
malicia, que son algo buenos, pero que tienen el orgullo del falso saber;
tienen sus ideas y sus sistemas sobre la ciencia, la economía social, la moral,
la religión, la filosofía; quieren hacer prevalecer su opinión y al efecto buscan
médiums bastante crédulos para que les acepten con los ojos cerrados, a quienes
fascinan para impedirles que puedan distinguir lo verdadero de lo falso. Estos
son los más perjudiciales, porque los sofismas no les cuestan nada y de este
modo pueden acreditar las utopías más ridículas; como conocen el prestigio de los grandes nombres no
tienen ningún escrúpulo en servirse de aquellos ante los cuales uno se inclina
con respeto, y tampoco retroceden por el sacrilegio de nombrarse Jesús, Virgen
María o un santo venerado. Procuran deslumbrar por un lenguaje pomposo, más
pretencioso que profundo, erizado de términos técnicos y adornado de grandes
palabras de caridad y de moral: se guardarán de dar un mal consejo, porque
saben bien que serían despedidos; además, los que son sus víctimas les
defienden porfiadamente diciendo: ya veis que nada dicen de malo. Pero la moral
no es para ellos sino un pase; es
el menor de sus cuidados; lo que quieren ante todo es dominar e imponer sus
ideas aunque estén desprovistas de razón.
247. Los Espíritus sistemáticos
generalmente son bastante aficionados a escribir; por esto buscan los médiums
que escriben con facilidad y de los que procuran hacerse instrumentos dóciles y
sobre todo entusiastas, fascinándoles. Son casi siempre habladores, muy
prolijos, procurando compensar la calidad por la cantidad. Se complacen en
dictar a sus intérpretes escritos voluminosos e indigestos y a menudo poco
inteligibles, que felizmente tienen por antídoto la imposibilidad material de
ser leídos por las masas. Los Espíritus verdaderamente superiores son sobrios
de palabras; escriben poco y dicen mucho; además esta prodigiosa fecundidad
debe ser siempre sospechosa. No
podríamos ser bastante circunspectos cuando se trata de publicar estos
escritos; las utopías y las excentricidades, de las
que abundan mucho, y que
chocan con el buen sentido, producen una molesta impresión sobre las personas
novicias, dándoles una idea falsa del Espiritismo, sin contar que estas son
armas de las cuales se sirven sus enemigos para ponerlo en ridículo. Entre
estas publicaciones las hay que sin ser malas y sin dimanar de una obsesión
pueden ser miradas como imprudentes, intempestivas o poco hábiles.
248. Acontece muchas veces que
un médium solo puede comunicarse con un Espíritu, que se une a él y responde
por aquellos que son llamados por su mediación. Esta no es siempre una
obsesión, porque puede dimanar de una falta de flexibilidad del médium y de una
afinidad especial de su parte por tal o cual Espíritu. No hay obsesión
propiamente dicha sino cuando el Espíritu impone y aleja a los otros por su
voluntad; lo que nunca es el hecho de un Espíritu bueno. Generalmente el
Espíritu que se apodera del médium con la idea de dominarle, no sufre el examen
crítico de sus comunicaciones; cuando ve que no son aceptadas y que se
discuten, no se retira pero inspira al médium el pensamiento de aislarse y
muchas veces se lo manda. Todo médium que se resiente de la crítica de las
comunicaciones que recibe es el eco del Espíritu que le domina, y este Espíritu
no puede ser bueno desde el momento que le inspira un pensamiento ilógico, el
de rehusar su examen. El aislamiento del médium es siempre una cosa mala para
él, porque no tiene ninguna comprobación para sus comunicaciones. No solamente
debe cerciorarse por el aviso de un tercero, sino que le es necesario estudiar
todas las clases de comunicaciones para compararlas; aislándose en las que
obtiene, por muy buenas que les parezcan, se expone a hacerse ilusión
sobre su valor sin contar
que no puede conocerlo todo y que versan siempre, poco más o menos, sobre un
mismo asunto. (Núm. 192; “Médiums exclusivos”).
EL LIBRO DE LOS MÉDIUMS 219
197. Buenos médiums
Médiums formales: los que solo se sirven de
su facultad para hacer el bien y para cosas verdaderamente útiles; creerían profanarla
haciéndola servir para la satisfacción de los curiosos y de los indiferentes o
para fruslerías.
Médiums modestos: los que no se hacen ningún
mérito de las comunicaciones que reciben por buenas que sean; se consideran como
extraños a ellas y no se creen al abrigo de las mistificaciones. Lejos de huir
de los consejos desinteresados, los solicitan.
Médiums desinteresados: los que comprenden que el verdadero
médium tiene una misión que cumplir, y debe, cuando sea necesario, sacrificar
sus gustos, sus costumbres, sus placeres, su tiempo y aun sus intereses
materiales al bien de los otros.
Médiums seguros: los que además de la
facilidad de ejecución merecen la mayor confianza por su propio carácter, la naturaleza
elevada de los Espíritus por quienes están asistidos, y que son los menos
expuestos a ser engañados. Veremos más adelante que esta seguridad no depende de ningún modo de
los nombres más o menos respetables que toman los Espíritus. Bien conocéis
que es incontestable que el censurar así las cualidades y las irregularidades
de los médiums, suscitará contrariedades y aun animosidades en algunos; ¿pero qué importa?
la Mediúmnidad se extiende de día en día más y el médium que tomara a mal estas
reflexiones, probaría que no es buen médium; esto es, que está asistido por
malos Espíritus. Por otra parte, como lo he dicho, todo esto sólo durará algún
tiempo, y los malos médiums, los que abusan o hacen mal uso de sus facultades,
sufrirán tristes consecuencias, como esto ha acontecido ya para algunos;
aprenderán a sus costas lo que cuesta el hacer volver en provecho de sus
pasiones terrestres un don que Dios no les había concedido sino para su
adelantamiento moral. Si no podéis volverles a conducir al buen camino,
compadecedles, que, puedo decíroslo, son réprobos de Dios. – ERASTO.
Este cuadro es de gran importancia, no solamente para los
médiums sinceros que buscarán de buena fe, leyéndole, se preservarán de los
escollos a que están expuestos; también para todos aquellos que se sirven de
médiums, porque él les dará la medida de lo que pueden racionalmente esperar de
ellos. Debería estar constantemente bajo la vista de cualquiera que se
ocupe de las manifestaciones, lo mismo que la Escala Espírita, de la
cual es el complemento; estos dos cuadros resumen todos los principios de la
doctrina, y contribuirán más de lo que creéis a conducir al Espiritismo a su
verdadero camino. – SÓCRATES.
249. Los medios de combatir la
obsesión varían según el carácter que reviste. El peligro, realmente, no existe
para todo médium que está bien convencido de que debe habérselas con un Espíritu
mentiroso, como esto tiene lugar en la obsesión simple; para él no es más que
una cosa desagradable. Pero por lo mismo que esto le es desagradable con tanta
más razón el Espíritu se encarniza con él para vejarle. Dos cosas esenciales
deben hacerse en este caso. Primero, probar al Espíritu que uno no es su
juguete, y que le es imposible el engañarnos; segundo, gastar su paciencia, mostrándose más paciente
que él; si está bien convencido que pierde el tiempo, concluirá por retirarse,
como lo hacen los importunos cuando no se les escucha. Pero no siempre basta
esto, y el proceso puede ser largo porque los hay que son tenaces, y para ellos
los meses y los años son poca cosa. En tal caso el médium debe hacer una
evocación ferviente a su buen ángel guardián, lo mismo que a los buenos Espíritus
que le son simpáticos, y rogarles que le asistan. Con respecto al Espíritu
obsesor, por malo que sea, es menester tratarle con severidad, pero con
benevolencia, y vencerle con buenos procederes, rogando por él. Si realmente es
perverso, se burlará al principio; pero
moralizándole con perseverancia, finalizará por enmendarse: es la empresa de
una conversión, tarea muy a menudo penosa, ingrata, aun repugnante, pero cuyo
mérito está en la dificultad, y que si se cumple bien queda siempre la
satisfacción de haber llenado un deber de caridad y muchas veces el haber conducido
al buen camino a un alma perdida.
Conviene igualmente
interrumpir toda comunicación escrita desde el momento que se reconoce que
viene de un Espíritu malo que no quiere entender la razón, a fin de no darle el
placer de ser escuchado. Aun en ciertos casos puede ser útil el dejar de
escribir por algún tiempo; cada uno debe conducirse según las circunstancias.
Pero si el médium escribiente puede evitar estas conversaciones, absteniéndose
de escribir, no sucede lo mismo con el médium auditivo que el Espíritu obsesor
persigue algunas veces a cada momento con
sus palabras groseras u obscenas, y que ni siquiera tiene el recurso de taparse
los oídos. Por lo demás es menester reconocer que ciertas personas se divierten
con el lenguaje trivial de esta clase de Espíritus, que animan y provocan, riéndose
de sus necesidades en lugar de imponerles silencio y moralizarles. Nuestros
consejos no pueden aprovechar a los que quieren perderse.
250. No hay, pues, peligro, sino
fastidio, para todo médium que no se deja dominar, porque no puede ser
engañado; todo lo contrario sucede en la fascinación, porque entonces el
imperio que toma el Espíritu sobre aquel de quien se apodera no tiene límites.
Lo único que puede hacerse con él es procurar convencerle porque está
supeditado, y hacer que su obsesión venga a ser simple; pero esto no es siempre
fácil, y algunas veces es imposible. El ascendiente del Espíritu puede ser tal
que haga sordo al fascinado a toda clase de reflexiones y puede llegar hasta
hacerle dudar, cuando el Espíritu comete
alguna grosera herejía científica, si no se engaña la ciencia. Como lo hemos
dicho ya, generalmente acoge muy mal los consejos; la crítica le fastidia, le
irrita y le hace aborrecer a los que no toman parte en su admiración. Sospechar
de su Espíritu es casi una profanación a sus ojos y esto es, precisamente, lo
que quiere el Espíritu; porque lo que él desea es que doblen la rodilla ante su
palabra. Uno de ellos ejercía una fascinación extraordinaria sobre una persona
de nuestras relaciones; lo evocamos, y
luego después de algunas farsas, viendo que no podía negar o disfrazar su
identidad, concluyó por confesar que no era aquel cuyo nombre tomaba.
Habiéndole preguntado por qué abusaba de esta persona, contestó estas palabras
que pintan claramente el carácter de esta clase de Espíritus: Buscaba un hombre
que pudiera conducir; lo he encontrado y me quedo con él. – Pero si se le
hace ver claro os echará fuera. - ¡Esto lo veremos” Como no hay peor
ciego que aquel que no quiere ver, cuando se reconoce la inutilidad de toda
tentativa para abrir los ojos del fascinado, lo mejor es
dejarle en sus ilusiones. No puede curarse un enfermo que se obstina en
conservar su enfermedad y se complace en ella.
251. La subyugación corporal
quita a menudo al obseso la energía necesaria para dominar al Espíritu malo; por esto es necesaria la
intervención de una tercera persona, obrando sea por el magnetismo, sea por el
imperio de su voluntad. En defecto del concurso del obseso, esta persona debe
tomar el ascendiente sobre el Espíritu; pero como este ascendiente no puede ser
sino moral, sólo es dado el ejercerlo a un ser moralmente superior al
Espíritu, y su poder será tanto más grande cuanto mayor será su superioridad moral,
porque impone al Espíritu que se ve forzado a inclinarse ante él; por esto
Jesús tenía tan grande poder para sacar lo que entonces llamaban demonios, es
decir, los malos Espíritus obsesores. Nosotros
no podemos dar aquí sino consejos generales, porque no hay ningún proceder
material, sobre todo ninguna fórmula, ni menos ninguna palabra sacramental que
tenga el poder de echar a los Espíritu obsesores. Lo que le falta muchas veces
al obseso, es una fuerza
fluídica suficiente; en este caso la acción magnética de un buen magnetizador
puede serle útil y servirle de ayuda. Por otra parte, siempre es bueno tomar
por la mediación de un médium seguro, los consejos de un Espíritu superior o de
su ángel de la guarda.
252. Las imperfecciones morales
del obseso son, a menudo, un obstáculo para su libertad. He aquí un ejemplo
notable que puede servir de instrucción
para todos: Hacía ya
algunos años que varias hermanas eran víctimas
de depredadores muy
desagradables. Dispersados sin cesar sus vestidos por todos los rincones de la
casa, hasta por el tejado, cortados, rotos y acribillados de agujeros, por más
que tuviesen buen cuidado de encerrarlos bajo llave. Estas señoras, relegadas en
una pequeña localidad de provincia, nunca habían oído hablar de Espiritismo.
Naturalmente su primer pensamiento fue que eran el blanco de burlas de mal
género; pero esta persistencia y las precauciones que tomaban les quitaron esta
idea. Después de mucho tiempo, con motivo de algunas indicaciones, creyeron oportuno
dirigirse a nosotros para conocer la causa de estas desgracias y los medios de
remediarlas si era posible. La causa no era dudosa; el remedio era más difícil.
El Espíritu que se manifestaba por actos semejantes era evidentemente malévolo. Se
mostró en la evocación de una grande perversidad e inaccesible a todo buen
sentimiento. La oración pareció, sin embargo, ejercer una influencia saludable;
pero después de algún tiempo de descanso, el pillaje empezó
de nuevo. Aquí está el consejo que con este motivo dio un Espíritu superior. Lo mejor que pueden hacer estas señoras es
rogar a sus Espíritus protectores que no las abandonen; no tengo otro consejo mejor
para darles; que examinen su conciencia para confesarse a sí mismas y ver si han
practicado siempre el amor al prójimo y la caridad; no quiero decir la caridad
que da y distribuye, sino la caridad de la lengua; porque desgraciadamente
ellas no saben retener la suya, y no justifican, por su actos piadosos, el
deseo que tienen de quedar libres del que les atormenta. Les gusta mucho decir
mal del prójimo, y él Espíritu que les obsesa se venga, porque le hicieron
padecer mucho cuando vivía. Que repasen su memoria y verán muy pronto con quién
tienen que habérselas. Sin embargo, si consiguen
mejorarse, sus ángeles guardianes se les acercarán, y su sola presencia bastará
para echar fuera al Espíritu malo que se ha apoderado de una de ellas sobre
todo, porque su ángel de la guarda ha tenido que alejarse en vista de los actos
reprensibles o de los pensamientos malos. Lo que les falta son fervientes
oraciones por los que sufren, y sobre todo la práctica de las virtudes
impuestas por Dios a cada uno, según su condición. Sobre la observación que
hicimos de que estas palabras nos parecían un poco severas, y que quizá sería
necesario endulzarlas para transmitirlas, el Espíritu añadió: Yo debo decir
lo que he dicho y del modo como lo digo, porque las personas en cuestión tienen
la costumbre de creer que no hacen mal con la lengua, y hacen mucho. Por esto
es menester impresionar su Espíritu de manera que sea para ellos una
advertencia formal. De esto se desprende una
enseñanza de una gran importancia, y es que las imperfecciones morales dan
lugar a los Espíritus obsesores, y que el medio más seguro de desembarazarse de
ellos es el atraer a los buenos por la práctica del bien. Los Espíritus buenos
tienen, sin duda, más poder que los malos, y su voluntad basta para alejarlos;
pero solo asisten a los que les secundan por los esfuerzos que hacen para
mejorarse; de otro modo se alejan y dejan el campo libre a los Espíritus malos
que vienen a ser de este modo, en ciertos casos, instrumentos de castigo, porque
los buenos les dejan obrar con este fin.
253. Por lo demás, es menester
guardarse de atribuir a la acción directa de los Espíritus todos los disgustos
que pueden ocurrir; estos disgustos son, a menudo, la consecuencia de la incuria
o de la imprevisión. Un labrador nos hizo escribir que hacía doce años era
víctima de toda suerte de desgracias con respecto a su ganado; tan pronto se le
morían las vacas como no daban leche; lo mismo le sucedía con los caballos, los
carneros o los cerdos. Hizo muchos novenarios que no remediaron el mal, lo mismo
que las misas que hizo celebrar, ni los exorcismos que hizo practicar.
Entonces, según las preocupaciones de los campesinos, se persuadió que se había
echado una maldición sobre sus animales. Creyéndonos, sin duda, dotados de un
poder para conjurar, mayor que el del sacerdote de su lugar, nos consultó. Aquí
está la contestación que obtuvimos: La mortalidad o las enfermedades de los
ganados de este hombre provienen de que sus cuadras están infestadas y no las hace
reparar porque esto cuesta dinero.
254. Terminaremos este capítulo
con las respuestas dadas por los Espíritus a algunas preguntas, viniendo en
apoyo de lo que hemos dicho.
254.1.
¿Por qué ciertos médiums no pueden desembarazarse de los Espíritus malos que se
unen a ellos, y cómo los Espíritus buenos que evocan no son bastante poderosos
para alejar a los otros y comunicarse directamente?
No es el poder el que falta al Espíritu bueno; muchas
veces es el médium que no es bastante fuerte para secundarle; su naturaleza se
presta mejor a ciertas relaciones; su fluido se identifica más bien con un
Espíritu que con otro; esto es lo que da mucho imperio a los que quieren
mortificar.
254.2.
¿Nos parece, sin embargo, que hay personas muy meritorias, de una moralidad
irreprochable, y con todo se ven imposibilitadas de comunicarse con los
Espíritus buenos?
Esta es una prueba; ¿y quién os ha dicho que su corazón
no esté manchado con un poco de mal, que el orgullo no domine un poco la apariencia
de bondad? Estas pruebas, mostrando al obseso su debilidad, deben conducirle a
la humildad. ¿Hay alguno sobre la Tierra que pueda llamarse perfecto? Habrá
quien tenga todas las apariencias de la virtud, y aun puede tener muchos
defectos ocultos, un antiguo germen de imperfección. Por ejemplo, vosotros
decís de aquel que no hace mal y que es leal en sus relaciones sociales: es un
hombre bueno y digno. ¿Pero sabéis vosotros si sus buenas cualidades están
empañadas por el orgullo, si no hay en él un fondo de egoísmo, si es avaro,
celoso, rencoroso, maldiciente y cien otras cosas que vosotros no apercibís,
porque vuestras relaciones con él no os han puesto en este caso? El medio más poderoso para poder combatir la influencia
de los Espíritus malos es el acercarse todo lo posible a la naturaleza de los
buenos.
254.3. La
obsesión que se opone a que un médium obtenga las comunicaciones
que desea, ¿es siempre una señal de ser indignopor su
parte?
Yo no he dicho que esta fuese una señal de poca dignidad,
sino que puede ponerse un obstáculo a ciertas comunicaciones; lo que debe
procurar es quitar el obstáculo que está en él; sin esto, sus oraciones y sus
súplicas nada hacen. No basta que un enfermo diga a su médico: Dadme la salud,
yo quiero estar bueno; el médico no puede nada si el enfermo no hace lo que es necesario.
254.4. ¿La
privación de comunicarse con ciertos Espíritus sería, acaso, una especie de
castigo?
En ciertos casos esto podría ser un verdadero castigo,
así como la posibilidad de comunicarse con ellos es una recompensa que debéis
esforzaros en merecer. (Véase “Pérdida y suspensión de la Mediúmnidad”,
número 220).
Pérdida y suspensión de la Mediúmnidad
220. La facultad Mediúmnica está
sujeta a intermitencias y a suspensiones momentáneas, ya sea para las
manifestaciones físicas, ya sea para la escritura. He aquí las contestaciones
de los Espíritus dadas a algunas preguntas hechas con este
objeto.
1. ¿Los médiums pueden
perder su facultad?
Esto sucede a menudo, cualquiera que sea el género de esta
facultad; pero muchas veces sólo es una interrupción momentánea que cesa con la
causa que ha producido.
2. ¿La causa de la pérdida
de la Mediúmnidad está en la extinción del fluido?
Cualquiera que sea la facultad del médium nada puede hacer
sin el concurso simpático de los Espíritus, cuando ya no se recibe nada, no es
porque le falte siempre la facultad; muchasveces los Espíritus son los que no quieren o no pueden
servirse de él.
3. ¿Qué causa puede
provocar en un médium el abandono de los Espíritus?
El uso que hace de su facultad es la más poderosa para
los buenos Espíritus. Podemos abandonarle cuando se sirve de ella para cosas
frívolas o con miras ambiciosas; cuando rehúsaparticipar nuestra palabra o nuestros hechos a los
encarnados que lo desean o que lo necesitan ver para estar convencidos. Este don
de Dios no se concede al médium para que se divierta, y aun menos para servir
su ambición, sino para su propia mejora y para hacer conocer la verdad a los
hombres. Si el Espíritu ve que el médium no corresponde a sus miras y no
aprovecha las instrucciones y las advertencias que le da, se retira
para buscar un protegido más digno.
4. El Espíritu que se
retira, ¿puede ser reemplazado y en este caso no comprenderíamos la suspensión
de la facultad?
No faltan Espíritus que lo que más desean es comunicarse y
están prontos a reemplazar a los que se retiran; pero cuando es un buen
Espíritu el que abandona al médium, puede muy bien no dejarle sino
momentáneamente y privarle por cierto tiempo de toda comunicación, a fin de que
le sirva de lección y probarle que su facultad no depende de él y no debe
envanecerse por tenerla. Esta impotencia momentánea es también para dar una prueba
al médium de que escribe bajo una influencia extraña; de otro modo no habría
intermitencia. Por otra parte, la interrupción de la facultad no es siempre un
castigo; acredita algunas veces el cuidado del Espíritu por el médium a quien
estima; quiere procurarle un reposo material que juzga necesario y en este caso
no permite que le reemplacen otros Espíritus.
5. Se ven, sin embargo,
médiums muy meritorios, moralmente hablando, que no tienen ninguna necesidad de
reposo, y son muy contrariados por las interrupciones cuyo objeto no comprender.
Esto es con el fin de poner su paciencia a prueba y
juzgar de su perseverancia; por lo mismo los Espíritus no señalan en general
ningún término a esta suspensión; quieren ver si el médium se impacientará.
Muchas veces también es para dejarles el tiempo de meditar las instrucciones
que les han dado, y en esta meditación de nuestras enseñanzas reconocemos a los
espiritistas verdaderamente formales; no podemos dar este nombre a aquellos que
en realidad sólo son aficionados a las comunicaciones.
6. ¿En este caso es preciso
que el médium continúe sus tentativas para escribir?
Si el Espíritu lo aconseja, sí; si le dice que se
abstenga, debe hacerlo.
7. ¿Y habría un medio de
abreviar esta prueba?
La resignación y la oración. Por lo demás, basta hacer
cada día una tentativa de algunos minutos, porque sería inútil perder el tiempo
ensayando infructuosamente; la tentativa no tiene otro objeto que el de
asegurarse si la facultad se ha recobrado.
8. ¿La suspensión supone el
alejamiento de los Espíritus que tienen la costumbre de comunicarse?Nada de eso; el médium está entonces en la posición de una
persona que perdiera momentáneamente la vista, y por eso no dejaría de estar
rodeada de sus amigos, aun cuando no los viese. El médium, pues, puede y aun
debe continuar conversando con el pensamiento con sus Espíritus familiares, y
estar persuadido que se le oye. Si la falta de la Mediúmnidad puede privar las comunicaciones
materiales con ciertos Espíritus, no puede privar las comunicaciones morales.
9. ¿Así es que la
interrupción de la facultad Mediúmnica no implica siempre una censura de parte
de los Espíritus?
Sin duda que no, puesto que puede ser una prueba de benevolencia.
10. ¿Cómo podríamos conocer
que esta interrupción sea causada por una censura?
Que consulte el médium su conciencia y vea el uso que ha hecho
de su facultad, el bien que de ella ha resultado para los otros, el provecho que ha sacado
de los consejos que se le han dado, y tendrá la respuesta.
11. ¿El médium que no puede
escribir, tampoco puede valerse de otro médium?
Eso depende de la causa de la interrupción; muchas veces sólo
tiene por motivo el dejaros algún tiempo sin comunicaciones, después de haberos
dado consejos, a fin de que no os acostumbréis a hacer nada sin nosotros; en este caso tampoco le
servirá el valerse de otro médium; esto tiene también por objeto el probaros que
los Espíritus son libres y no depende de vosotros el gobernarlos a vuestro
gusto. Por igual razón los que no son médiums no siempre tienen todas las
comunicaciones que desean.
Observación. – En efecto; debe observarse que aquel que
recurre a un tercero para las comunicaciones, teniendo la cualidad de médium,
muchas veces no obtiene nada satisfactorio, mientras que en otras ocasiones las
respuestas son muy explícitas. Esto depende de tal modo de la voluntad del Espíritu,
que nada se adelanta cambiando de médium: parece con respecto a ésto, que los
mismos Espíritus se ponen de acuerdo, porque lo que no se obtiene de uno,
tampoco se obtiene de otro. Entonces es preciso abstenerse, no insistir ni
impacientarse, si no se quiere ser el juguete de los Espíritus mentirosos, que responderán si tanto se desea, y los
buenos les dejarán hacer para castigar nuestra impaciencia.
12. ¿Con qué fin la
Providencia ha dotado a ciertos individuos de la Mediúmnidad de una manera
especial?
Es una misión que se les ha encargado y por lo que son dichosos;
estos son los intérpretes entre los Espíritus y los hombres.
13. ¿Hay, sin embargo,
médiums que no emplean su facultad sino con repugnancia?
Son médium imperfectos; no conocen la importancia del favor
que se les ha concedido.
14. Si es una misión, ¿por
qué no es el privilegio de los hombres de bien y no que se dé esta facultad a
personas que no merecen ninguna estimación y que pueden abusar de ella?
Se les da porque tienen necesidad de su propio
mejoramiento y a fin de que ellos mismos estén en disposición de recibir buenas
enseñanzas; si no se aprovechan de ellas sufrirán las consecuencias. ¿Jesús no dirigía con preferencia su
palabra a los pecadores, diciendo que es preciso dar a aquel que no tiene?
15. Las personas que tienen
un gran deseo de escribir como médiums, sin conseguirlo, ¿pueden creer por esto
mismo falta de benevolencia de los Espíritus hacia ellos, por alguna causa?
No, porque Dios puede haberles rehusado esta facultad, como
puede haberles rehusado el don de la poesía o de la música; pero si no gozan de
este favor pueden tener otros.
16. ¿Cómo puede
perfeccionarse el hombre con la enseñanza de los Espíritus, cuando no tienen
los medios de recibir esta enseñanza directa por sí mismo ni por otros médiums?
¿Acaso no tiene libros como el cristiano tiene el
Evangelio? Para practicar la moral de Jesús el cristiano no necesita oír las palabras
de su boca.
254.5.
¿Pueden combatirse las influencias de los Espíritus malos, moralizándoles?
Sí, esto es lo que no se hace y es lo que no debe
olvidarse de hacer, porque a menudo es una tarea que se os ha dado y que vosotros
debéis cumplir caritativa y religiosamente. Por sabios consejos puede excitarse
al arrepentimiento y activar su adelantamiento.
— ¿Cómo puede un hombre,
con relación a esto, tener una influencia que no tienen los mismos Espíritus?
Los Espíritus perversos se aproximan más bien a los hombres
que procuran atormentar, que a los Espíritus, de los que se alejan todo lo
posible. En este contacto con los humanos, cuando encuentran quien los moraliza,
en un principio no le escuchan, se ríen; después, si se les sabe conducir,
concluyen por dejarse conmover. Los Espíritus elevados no pueden hablarle sino
en nombre de Dios, y esto les asusta. El hombre no tiene, ciertamente, más poder
que los Espíritus superiores, pero su lenguaje se identifica mejor con su
naturaleza, y viendo el ascendiente que puede ejercer en los Espíritus
inferiores, comprende mejor la solidaridad que existe entre el Cielo y la
Tierra. Por lo demás, el ascendiente que el hombre puede ejercer sobre los
Espíritus está en razón de su superioridad moral. No domina a los Espíritus
superiores, ni aun a aquellos que, sin ser superiores, son buenos o benévolos,
pero puede dominar a los Espíritus que le son inferiores en moralidad. (Véase número 279).
279. El ascendiente sólo se ejerce sobre los Espíritus
inferiores por la superioridad moral. Los Espíritus perversos reconocen
a los hombres de bien como sus señores; frente a frente de aquellos que no les
oponen sino la energía de la voluntad, especie de fuerza brutal, luchan y a
menudo son los más fuertes. Uno que quería de este modo dominar a un Espíritu
rebelde, por su voluntad, el Espíritu le contestó: Déjame tranquilo
con tu aspecto de matamoros; tú, que no vales más que yo, ¿no se diría que un
ladrón moraliza a otro ladrón? Nos asombramos de que el nombre de Dios que
se invoca contra ellos sea, a menudo, impotente; San Luis ha dado
la razón en la respuesta siguiente: El nombre de Dios no tiene influencia
sobre los Espíritus imperfectos sino en la boca de aquel que puede servirse
de él con autoridad por sus virtudes; en la boca del hombre que no tuviera sobre
el Espíritu ninguna superioridad moral, es una palabra como otra cualquiera. Lo
mismo sucede con las cosas santas que se les opone. El arma más terrible es
inofensiva cuando está en manos inhábiles para poderse servir de ella o
incapaces de llevarla.
254.6. ¿La Subyugación corporal, llevada hasta cierto grado, podría tener por consecuencia
la locura?
Sí, una especie de locura cuya causa no es conocida de la
gente, pero que no tiene relación con la locura ordinaria. Entre los que se
tienen por locos hay muchos que no son más que subyugados; les sería necesario
un tratamiento moral, mientras que se les vuelve verdaderamente locos con los
tratamientos corporales. Cuando los médicos conozcan bien el Espiritismo, sabrán
hacer esta distinción y curarán más enfermos que con los baños de chorro (221).
CAPÍTULO XVIII
INCONVENIENTES Y PELIGROS DE LA MEDIÚMNIDAD.
Influencia del ejercicio de la Mediúmnidad
sobre la salud. – Ídem sobre el cerebro. – Ídem sobre los niños
221. 1. ¿La facultad Mediúmnica
es indicio de un estado patológico cualquiera o simplemente anómalo?Anómalo algunas veces, pero no patológico; hay médiums de
una salud robusta; los que están enfermos lo están por otras causas.
221.2. ¿El ejercicio de la
facultad Mediúmnica puede ocasionar fatiga?
El ejercicio demasiado prolongado de cualquiera facultad causa
fatiga; la Mediúmnidad está en el mismo caso principalmente la que se aplica a
los efectos físicos; ocasiona necesariamente un gasto de fluido que produce la
fatiga y se repara con el descanso.
3. ¿El ejercicio de la Mediúmnidad
puede tener inconvenientes para sí mismo desde el punto de vista higiénico, abstracción
hecha del abuso?
Hay casos en que es prudente y aun necesario el
abstenerse de ese ejercicio, o al menos moderarlo; eso depende del estado físico
y moral del médium. Por otra parte el médium lo conoce generalmente: cuando se
fatiga debe abstenerse.
4. ¿Hay personas para las
cuales este ejercicio tiene más inconvenientes que para otras?
He dicho que esto depende del estado físico y moral del médium.
Hay personas que deben evitar toda causa de sobre excitación, y esta es una de
ella. (Números 188
y 194).
188. Variedades comunes a
todas las clases de Mediúmnidad
Médiums sensitivos: personas susceptibles de
sentir la presencia de los Espíritus por una impresión general o local, vaga o
material. La mayor parte distingue los Espíritus buenos o malos en la
naturaleza de la impresión. (Núm. 164).
2. Médiums sensitivos o impresionables
164. Se designan así las personas
susceptibles de sentir la presencia de los Espíritus por una vaga impresión,
una especie de rozamiento sobre todos los miembros, de lo cual no pueden darse cuenta.
Esta variedad no tiene carácter bien marcado; todos los médiums son
necesariamente impresionables; la impresionabilidad es antes una cualidad
general que especial; es la facultad elemental indispensable para el desarrollo
de todas las otras; difiere de la impresionabilidad puramente física y nerviosa, con la que es preciso no
confundirla; porque hay personas que no tienen los nervios delicados y que
sienten más o menos el efecto de la presencia de los Espíritus, de la misma
manera que otros muy irritables no lo sienten. Esta facultad se desenvuelve por
la práctica, y puede adquirir tal sutileza que aquel que esté dotado de ella
reconoce en la impresión que siente no solamente la naturaleza buena o mala del
Espíritu que está a su lado, sino también su individualidad, como el ciego
reconoce por cierto instinto la aproximación de tal o cual persona; viene a ser
con relación a los Espíritus un verdadero sensitivo. Un buen Espíritu hace
siempre una impresión dulce y agradable; la de un mal Espíritu al contrario, es
penosa, ansiosa y desagradable; hay como un olor de impureza. “Los médiums delicados y muy sensitivos deben abstenerse de
comunicaciones con los Espíritus violentos, cuya impresión es penosa a causa de
la fatiga que de ello resulta”. Médiums naturales o inconscientes: los
que producen los fenómenos espontáneamente, sin ninguna participación de la voluntad,
y lo más a menudo sin saberlo. (Núm. 161).
161. Los médiums
involuntarios o naturales son aquellos cuya influencia se ejerce sin
saberlo ellos mismos. No tienen ninguna conciencia de su poder, y muchas veces
lo anómalo que pasa a su alrededor no les parece de ningún modo extraordinario;
esto forma parte de sí mismos, absolutamente como las personas que están
dotadas de la doble vista y ellas mismas no lo saben. Estos sujetos son muy
dignos de observación y deben recogerse y estudiarse los hechos de este género
que vengan a nuestra noticia; éstos se manifiestan en cualquier edad y a menudo
en niños muy jóvenes. (Véase el capítulo V, “Manifestaciones espontáneas”). Esta
facultad no es por sí misma el indicio de un estado patológico, porque no es
incompatible con una salud perfecta. Si el que la posee sufre, es por razón de
una causa extraña; así los medios terapéuticos son impotentes para hacerla
cesar. Puede, en algunos casos, ser consecuencia de cierta debilidad orgánica,
pero nunca es causa eficiente. No se podría, pues, razonablemente, concebir
ninguna inquietud al punto de vista higiénico; no podrá tener ningún
inconveniente, a no ser que si el sujeto que ha llegado a ser médium
facultativo, abuse de la facultad, porque entonces habría en él emisión
demasiado abundante de fluido vital, y a consecuencia debilidad de los órganos.
Médiums facultativos o voluntarios: los que tienen el poder de
provocar los fenómenos por un acto de su voluntad. (Núm. 160).
“Cualquiera que sea esta voluntad nada pueden si los Espíritus se niegan; lo
que prueba la intervención de un poder extraño”.
1. Médiums de efectos físicos
160. Los médiums de efectos
físicos son más especialmente aptos para producir fenómenos materiales, tales
como los movimientos de los cuerpos inertes, los ruidos, etc.. Se pueden dividir en médiums facultativos y médiums
involuntarios. (Véase en la Segunda Parte, los capítulos II y IV). Los médiums
facultativos son aquellos que tienen la conciencia de su poder y que producen los fenómenos
espíritas por un acto de su voluntad. Esta facultad, aunque es inherente a la especie
humana, como ya lo hemos dicho, está lejos de existir en todos en el mismo
grado; pero si hay pocas personas en que es absolutamente nula las que son
aptas para producir los grandes efectos, tales como la suspensión de los
cuerpos graves en el espacio, la traslación aérea y sobre todo las apariciones,
son más raras aún. Los efectos más sencillos son los de la rotación de un objeto,
los golpes que da levantándose este objeto, o en su misma sustancia. Sin dar
más importancia capital a estos fenómenos, aconsejamos que no se desprecien,
pueden dar lugar a observaciones interesantes y ayudar a la convicción. Pero es
de notar que la facultad de producir efectos materiales existe rara vez entre
aquellos que tienen medios más perfectos de comunicación como la escritura o la
palabra. Generalmente la facultad disminuye en un sentido a medida que se
desenvuelve en otro.194. 4º Según las cualidades físicas
del médium.
Médiums tranquilos: escriben siempre con cierta lentitud y sin
probar la menor agitación.
Médiums veloces: escriben con una rapidez más grande que
podrían hacerlo voluntariamente en el estado ordinario. Los Espíritus se
comunican a ellos con la prontitud del rayo; se diría que hay en los mismos una
superabundancia de fluido que les permite identificarse instantáneamente con el
Espíritu. Esta cualidad tiene algunas veces su inconveniente, y es que la
rapidez de la escritura hace a ésta muy difícil de leerse por cualquier otro que
no sea el médium. Es también muy fatigosa, porque hace gastar demasiado fluido
inútilmente.
Médiums convulsivos: están en un estado de sobreexcitación casi
febril; su mano, y algunas veces toda su persona, está agitada de un temblor
que no pueden dominar. La primera causa de esto se halla, sin duda, en la organización,
pero depende también mucho de la naturaleza de los Espíritus que se comunican
con ellos; los Espíritus buenos y benévolos hacen siempre una impresión dulce y
agradable; los malos, al contrario, la hacen penosa. Es preciso que estos
médiums solo se sirvan raras veces de su facultad Mediúmnica, cuyo uso
demasiado frecuente podría afectar su sistema nervioso. (Capítulo de “La
Identidad”, distinción de los buenos y de los malos Espíritus).
5. ¿La Mediúmnidad podría
producir la locura?
Menos que cualquiera otra cosa, cuando no hay predisposición
por la debilidad del cerebro. La Mediúmnidad no producirá la locura cuando el
principio no existe; pero si el principio existe, lo que es fácil reconocer en
el estado moral, el buen sentido dice que es menester usar de miramientos bajo todos
los aspectos, porque toda causa de conmoción puede ser dañosa.
6. ¿Hay inconveniente en
desarrollar la Mediúmnidad en los niños?
Ciertamente, y sostengo que es muy peligroso; porque
estas organizaciones tiernas y delicadas se conmoverían demasiado y su joven
imaginación se sobreexcitaría; por lo mismo los padres discretos les alejarán
de estas ideas o al menos solo les hablarán desde el punto de vista de las
consecuencias morales.
7. Sin embargo, hay niños
que son médiums naturalmente, ya sea para los efectos físicos, ya para la
escritura y las visiones, ¿tiene esto el mismo inconveniente?
No; cuando la facultad es espontánea en un niño, es que está
en su naturaleza y que su constitución se presta a ella; eso no es lo mismo que
cuando es provocado y sobreexcitado. Observad que el niño que tiene visiones,
se impresiona generalmente poco por ellas; le parece una cosa muy natural, en la
cual solo se fija débilmente, y a menudo olvida; más tarde el hecho se le presenta en la memoria y se lo explica
fácilmente si conoce el Espiritismo.
8. ¿Cuál es la edad en la
cual se puede, sin inconveniente, ocuparse de la Mediúmnidad?
No hay edad precisa; eso depende enteramente del desarrollo
físico y aún más del moral; hay niños de doce años que se afectarán menos que
ciertas personas adultas. Hablo de la Mediúmnidad en general, pero la que se
aplica a los efectos físicos fatiga más corporalmente; la escritura tiene otro
inconveniente que se refiere a la inexperiencia del niño, en el caso que
quisiera ocuparse a solas y hacer de ello un juego.
7.
¿Qué debemos pensar de aquellos que, viendo algún peligro en el Espiritismo,
creen que el medio de evitarlos es prohibir las comunicaciones espiritistas?
Si pueden impedir a ciertas personas el comunicarse con los
Espíritus, no pueden impedir las manifestaciones espontáneas, hechas a estas
mismas personas, porque no pueden suprimir los Espíritus ni impedir su
influencia oculta. Esto se parece a los niños que se tapan los ojos y creen que
nadie les ve. Sería locura el querer suprimir una cosa que ofrece grandes
ventajas, porque los imprudentes pueden abusar; el medio de evitar estos inconvenientes,
es al contrario, el hacer conocer el fondo de esta cosa.
Del Libro: QUÉ ES EL ESPIRITISMO
Allan Kardec se encargo de dejar en
claro la diferencia entre la locura patológica y la obsesión. En si libro ¿Qué
es el Espiritismo?, lo estableció sin lugar a dudas.
“No debe confundirse la locura patológica, con la obsesión. Ésta no procede de ninguna lesión cerebral, sino de la subyugación ejercida por los espíritus maléficos sobre
ciertos individuos, y tiene, a veces, las apariencias de la locura
propiamente dicha. Esta afección, que es muy frecuente,
es independiente de la creencia en el Espiritismo y ha existido en todos los
tiempos. En este caso, la medicina general es impotente y hasta nociva.
El Espiritismo, haciendo conocer esta nueva causa de turbación en el estado del
ser, ofrece, al mismo tiempo, el
medio de curarla obrando no en el enfermo, sino en el Espíritu obsesor.
Es el remedio y no la causa de la enfermedad.
Escollos de los médiums
70. Uno de los mayores escollos de la
Mediúmnidad es
la obsesión, es decir, el dominio que pueden ejercer ciertos
espíritus sobre los médiums, imponiéndoseles con nombres apócrifos e
impidiéndoles comunicar con otros espíritus. Es al mismo tiempo un escollo para
el observador novicio e inexperto que, no conociendo los caracteres de este fenómeno,
puede ser engañado por las apariencias, como el que, no sabiendo medicina, puede
hacerse ilusiones sobre la causa y la naturaleza del mal. Si en este caso es
inútil el estudio anticipado al observador, al médium le es indispensable,
porque le proporciona medios de prevenir un inconveniente que podría tener para
él consecuencias desagradables. Por esta razón no recomendaremos nunca bastante
el estudio, antes de entregarse a la práctica. (El Libro de los Médiums, cap.
XXIII.)
71. La obsesión presenta tres grados bien caracterizados: la
obsesión simple, la fascinación y la subyugación. En la primera, el
médium tiene conciencia perfecta de que no obtiene nada bueno; no se hace
ilusión alguna sobre la naturaleza del Espíritu que se obstina en
manifestársele y de quién desea deshacerse. Este caso no ofrece ninguna gravedad:
es un sencillo contratiempo y el médium queda libre cesando de escribir momentáneamente.
El Espíritu, cansado de que no se le oiga, acaba por retirarse. La fascinación
obsesional es mucho más grave, porque el médium está completamente fascinado.
El Espíritu que le domina se apodera de su confianza hasta paralizar su propio
juicio respecto de las comunicaciones, y hasta hacerle encontrar sublime lo más
absurdo. El carácter distintivo de este género de obsesión es el de provocar en
el médium una excesiva susceptibilidad, haciéndole que no encuentre bueno,
justo y verdadero, más que lo que él escribe, y rechazar, hasta tomar con
desagrado, todo consejo u observación crítica. Le induce también a malquistarse
con sus amigos antes de convenir en que es engañado, a concebir celos de los
otros médiums, cuyas comunicaciones son juzgadas mejores que las suyas, a
querer imponerse en las reuniones espiritistas, de las que se aleja cuando no
puede dominar. Llega en fin a sufrir una dominación tal, que el Espíritu puede
arrastrarle a las más ridículas y comprometedoras determinaciones.
72.
Uno de los caracteres distintivos de los malos espíritus es el de imponerse;
dan órdenes y quieren ser obedecidos. Los buenos no se imponen nunca: dan consejos, y si no se les
escucha, se retiran. De esto resulta que la
impresión de los malos espíritus es casi siempre penosa, fatiga y produce una
especie de malestar; a menudo provoca una agitación febril, movimientos bruscos
y desenfrenados; la de los buenos
espíritus es, por el contrario, apacible, suave y produce un verdadero
bienestar.
73. La subyugación obsesional, designada en otro tiempo con el nombre de
posesión, es una coacción física producida siempre por espíritus de la peor
especie y que puede hasta neutralizar el libre albedrío. Se limita, a menudo, a simples impresiones desagradables; pero
provoca a veces movimientos desordenados; actos de insensatez, gritos y
palabras incoherentes o injuriosas cuya ridiculez conoce de vez en cuando, aunque
sin poder evitarlas, aquel que es víctima de semejante situación. Este estado difiere esencialmente de la
locura patológica, con la cual se la confunde sin motivo, porque no presentan
ninguna lesión orgánica, y siendo diferente la causa, los medios curativos
deben ser otros. Aplicando gárgolas y tratamientos corporales, se logra hacer a
menudo una verdadera locura de lo que era una causa moral.
74. En la locura propiamente dicha la causa del mal es interior. Es preciso, pues,
procurar restablecer el organismo a su estado normal; en la subyugación la
causa del mal es exterior, y es preciso librar al enfermo de un enemigo
invisible, oponiéndole no remedios, sino una fuerza moral superior a la suya.
La experiencia prueba que en semejante caso los
exorcismos no han producido nunca ningún resultado satisfactorio, y que más
bien han agravado que mejorado la situación. Indicando la verdadera causa del mal, sólo el
Espiritismo puede dar los medios para combatirlos. Es preciso, en cierto modo,
educar moralmente al espíritu obsesor, y por consejos sabiamente dirigidos se
logra hacerle mejor y renunciar voluntariamente a atormentar al enfermo,
quedando así libre el paciente. (El Libro de
los Médiums, núm. 279.)
279. El ascendiente
sobre los Espíritus inferiores sólo se ejerce a través de la superioridad
moral. Los Espíritus perversos reconocen la autoridad de los hombres
de bien. En cambio, contra quien sólo les opone la energía de la voluntad, que
es una especie de fuerza bruta, los Espíritus perversos luchan y suelen ser los
más fuertes. En cierta ocasión, alguien trataba de dominar a un Espíritu rebelde
mediante la exclusiva acción de su
voluntad, y recibió la siguiente respuesta: Déjame en paz con esos aires de
fanfarrón, pues no vales más que yo. ¿Qué se diría de un ladrón que predicase moral
a otro ladrón? Algunos se asombran de que el nombre de Dios, invocado contra
los Espíritus malos, por lo general no produzca ningún efecto.
San Luis explicó
la causa de ese hecho en la respuesta siguiente:
“El nombre de
Dios sólo ejerce influencia sobre los Espíritus imperfectos cuando aquel que lo pronuncia puede valerse de ese
nombre con autoridad, en función de las virtudes que posee. Cuando lo pronuncia alguien que no tiene
ninguna superioridad moral, es una palabra como
cualquier otra. Lo mismo sucede con las cosas sagradas, con las que se trata de
dominar a esos Espíritus. El arma más poderosa se vuelve inofensiva en manos
inexpertas o incapaces de manejarla.”
75. Ordinariamente
la subyugación obsesional es individual; pero cuando una muchedumbre de malos
espíritus se cierne sobre una población, puede tener un carácter epidémico. Un
fenómeno de esta naturaleza tuvo lugar en tiempo de Cristo. Sólo una poderosa
superioridad moral podía abatir aquellos seres malhechores, designados entonces
con el nombre de demonios, y devolver la calma a sus víctimas. (1)
76. Un hecho importante, que debemos considerar, es que la obsesión
es independiente de la Mediúmnidad, y que se la encuentra en todos los
grados, principalmente en el último, en una multitud de individuos que nunca
han oído hablar de Espiritismo. En efecto, habiendo existido en todo tiempo los
espíritus, han debido ejercer en todo tiempo la misma influencia. La
Mediúmnidad no es una causa, sino una manera de manifestarse aquélla, por
lo cual puede decirse con certeza, que todo el médium obsesado ha debido sufrir
de algún modo, y a menudo en los actos más vulgares de la vida, los resultados
de esta influencia, y que sin la Mediúmnidad se traduciría por otros efectos
atribuidos a menudo a esas enfermedades misteriosas, que resisten a todas las
investigaciones de la medicina. Por la Mediúmnidad el Espíritu malhechor
descubre su presencia; sin la Mediúmnidad es un enemigo oculto del que no se
sospecha.
77. Los que no admiten nada fuera de la
materia no pueden admitir causas ocultas; pero cuando la ciencia haya salido de
la vía materialista, reconocerá en la acción del mundo invisible que nos rodea y en
medio del cual vivimos, una potencia que reacciona tanto sobre las cosas
físicas como sobre las morales. Este
será un nuevo sendero abierto al progreso y la clave de una multitud de
fenómenos mal comprendidos.
78. Como la obsesión no puede ser nunca
producto de un buen Espíritu, es punto esencial el de saber conocer la
naturaleza de los que se presentan. El médium no instruido puede ser engañado por las
apariencias, mientras que el que está prevenido espía las señales menos
sospechosas, y el Espíritu concluye por alejarse cuando ve que nada consigue.
El conocimiento anticipado de los medios de distinguir los buenos de los malos
espíritus es, pues, indispensable al médium que no quiere exponerse a ser
cogido en el lazo. No lo es menos para el simple observador, que puede por este
medio apreciar el valor de lo que ve u oye. (El Libro de los Médiums, cap.
XXIV.)
1. Una epidemia semejante se
cebó durante muchos años en un lugar de la Alta Saboya.
RESUMEN: En la locura propiamente
dicha la causa del mal es interior. Es
preciso, pues, procurar restablecer el organismo a su estado normal; en la
subyugación la causa del mal es exterior, y es preciso librar al enfermo de
un enemigo invisible, oponiéndole no remedios, sino una fuerza moral
superior a la suya.
Nota de Frank:
“El mejor
antidepresivo es hacer ejercicio, así que levántese de su silla y haga
ejercicio que ese es el mejor antidepresivo. No cuesta nada, es saludable y no
tiene efectos secundarios. Nos han engañado toda la vida, Has malgastado tu
dinero, y hoy estas peor tomando pastillas anti depresivos. Mira lo que dice
una profesional de la Salud, Doctora que trabajó por 15 años con la industria
farmacéutica, exponiendo el fraude. No seas más una víctima. Haz ejercicio y
cúrate tu mismo.”
Esta ha sido toda la sección con sus referencias de la Obsesión en el Libro
de Los Médiums. Es muy práctico tener esta sección con todos sus referencias,
hace más fácil llegar a la información. Ha sido copiada literalmente sin
cambios y sin ningún comentario al calce.
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