Aquí podemos leer la Definición de Malos Espíritus, en el Libro de los Médiums, además de lo que son llamadas Obsesiones, - " Simples", "Fascinación " y de "Subyugación" en el Espiritismo Verdadero ...
§ 241. En otro tiempo se daba el nombre de posesión alimperio ejercido por malos Espíritus, cuando su influencia llegaba hasta la aberración de las facultades. La posesión sería para nosotros sinónimo de subyugación. Sino adoptamos éste término es por dos razones: la primera, porque implica la creencia de seres creados para el mal y entregados perpetuamente a él, mientras que no hay sino seres más o menos imperfectos y que todos pueden mejorarse. La segunda, porque implica igualmente la idea de la toma de posesión de un cuerpo por un Espíritu extraño, de una especie de cohabitación, mientras que sólo hay una sujeción. La palabra "subyugación" expresa perfectamente el pensamiento. De éste modo para nosotros no hay poseídos en el sentido vulgar de la palabra: sólo hay "obcecados", "subyugados" y "fascinados".
§ 242. La obsesión, como ya lo hemos dicho, es uno de los más grandes escollos de la Mediúmnidad ; es también uno de los más frecuentes; así es que todos los cuidados serían pocos para combatirla, porque además de los inconvenientes personales que pueden resultar de ésto, es un obstáculo absoluto para la bondad y la veracidad de las comunicaciones. La obsesión, en cualquier grado que esté, es siempre el efecto de una sujeción y ésta sujeción, no pudiendo nunca ser ejercida por un Espíritu bueno, resuelta de esto que toda comunicación dada por un médium obcecado es de origen sospechoso y no merece ninguna confianza. Sí alguna vez se encuentra algo bueno, es menester tomarlo y arrojar todo lo que es simplemente dudoso.
Definicion de la Obsesión ...
§ 243. Se conoce la obsesión con los Carácteres siguientes:
1º Persistencia de un Espíritu en comunicarse contra la voluntad del médium, por la escritura, el oído, la tiptología, etc.,oponiéndose a que otros Espíritus puedan hacerlo.
2º Ilusión que, no obstante la inteligencia del médium, le impide el reconocer la falsedad y el ridículo de las comunicaciones que recibe.
3º Creencia en la infalibilidad y en la identidad absoluta de los Espíritus que se comunican y que, bajo nombres respetables y venerados, dicen cosas falsas o absurdas.
4º Confianza del Médium en los elogios que hacen de él los Espíritus que se le comunican.
5º Propensión a separarse de las personas que pueden darle avisos útiles.
6º Tomar a mal la crítica con respecto a las comunicaciones que reciben.
7º Necesidad incesante e inoportuna de escribir.
8º Sujeción física dominando la voluntad de cualquiera y forzándole a obrar o a
hablar a pesar suyo.
9º Ruidos y trastornos de cosas persistentes a su alrededor y de los que se es la causa o el objeto.
§ 244. En presencia del peligro de la obsesión se dice uno que el ser Médium será una cosa desagradable; ¿no es ésta facultad la que la provoca, en una palabra, no es ésto una prueba inconveniente de las comunicaciones espiritas?
Nuestra contestación es fácil y rogamos que se medite con cuidado. No son los Médiums ni los espiritistas los que han creado a los Espíritus, sino que los Espíritus son la causa de que haya espiritistas y médiums; no siendo los Espíritus otra cosa que las almas de los hombres, hay, pues, Espíritus desde que hay hombres, y por consiguiente han ejercido en todo tiempo su influencia saludable o perniciosa sobre la humanidad.
La facultad medianímica no es para ellos sino un medio para manifestarse; en defecto de ésta facultad lo hacen de mil maneras distintas más o menos ocultas. Sería, pues, un error creer que los Espíritus ejercen su influencia sólo por las comunicaciones escritas o verbales; ésta influencia es de todo los instantes, y aquellos que no se ocupan de los Espíritus y que ni creen en ellos, están expuestos como los otros y aún más porque no tienen contrapeso. La mediumnidad es para el Espíritu un medio de hacerse conocer; sí es malo se hace siempre traición por hipócrita que sea; puede, pues, decirse, que la Mediúmnidad permite que se vea a su enemigo frente a frente si uno puede expresarlo así, y combatirle con sus propias armas; sin ésta facultad obra en la oscuridad y al favor de su invisibilidad puede hacer, y hace en realidad, mucho mal. ¡A cuántos actos no está uno impulsado por su desgracia, y que se hubieron evitado si hubiese habido un medio de ilustrarse!
Los incrédulos no creen decir tanta verdad cuándo dicen de un hombre que se extravía con obstinación: "Un mal genio empuja hacia la perdición". De éste modo el conocimiento de Espiritismo, lejos de dar imperio a los malos Espíritus, debe tener por resultado en un tiempo más o menos próximo, y cuándo se habrá propagado, "el destruir este imperio" dando a cada uno los medios de ponerse en guardia contra sus sugestiones, y el que sucumba a nadie podrá culpar sino a sí mismo.
Regla general: cualquiera que tenga malas comunicaciones espiritistas, escritas o verbales, está bajo una mala influencia; ésta influencia se ejerce sobre él, que escriba o deje escribir, es decir, que sea o no médium, que crea o no crea. La escritura da el medio de asegurarse de la naturaleza de los Espíritus que obran sobre él y de combatirles sí son malos, lo que se hace aún con más éxito cuándo viene a conocer el motivo que les hace obrar. Sí es demasiado ciego para comprenderle, otros podrán hacerle abrir los ojos. En resumen, el peligro no está en el mismo Espiritismo, puesto que puede, por el contrario, servir de comprobante y preservarnos del que corremos sin cesar, sin que los sepamos; está en la orgullosa propensión de ciertos médiums en creerse, con demasiada ligereza, los instrumentos exclusivos de superiores, y en la especie de fascinación que no les permite comprender las tonterías de los que son los intérpretes.
Aquellos mismos que no son médiums pueden dejarse engañar. Citemos una comparación. Un hombre tiene un enemigo secreto que no conoce y que esparce contra él, por bajo mano, la calumnia y todo lo que la más negra maldad puede inventar; ve perder su fortuna, alejarse sus amigos, turbada su felicidad interior, no pudiendo descubrir la mano que le hiere, no puede defenderse y sucumbe; pero viene un día que éste enemigo secreto le escribe, y sin embargo de su astucia se hace traición. He aquí, pues, a su enemigo descubierto y puede confundirle y remontarse. Tal es el papel de los malos Espíritus, que el Espiritismo nos da la posibilidad de conocer y descubrir.
§ 245. Los motivos de la obsesión varían según el carácter del Espíritu; muchas veces es una venganza que ejerce sobre un individuo de quién ha tenido que quejarse durante su vida o en otra existencia; a menudo no tiene otra razón que el deseo de hacer mal; como sufre, quiere hacer sufrir a los demás; halla una especie de gozo en atormentarles, en vejarles; de este modo la impaciencia que se le demuestra le excita, porque tal es su objeto, mientras que se le cansa por la paciencia; irritándose, demostrando despecho, se hace precisamente lo que él quiere. Éstos Espíritus obran algunas veces por ira y por celos del bien; por ésto dirigen sobre las gentes honradas sus intenciones maléficas. Uno de ellos se ha unido como una polilla a una honrada familia conocida nuestra, que por lo demás no tiene la satisfacción de tomarla por juguete; preguntado por el motivo que tenía para atacar a las buenas gentes, más bien que a los hombres malos como él, contestó: "éstos no me causan envidia. Otros están guiados por un sentimiento de maldad que les conduce a aprovecharse de la debilidad moral de ciertos individuos que saben que son incapaces de resistirles. Uno de estos últimos que subyugaba a un joven de inteligencia muy limitada, preguntado por los motivos de la elección, nos contestó: "Tengo una necesidad muy grande de atormentar a alguno; una persona razonable me rechazaría; me arrimo a un idiota que no me opone ninguna virtud".
§ 246. Hay Espíritus obsesores sin malicia, que son algo buenos, pero que tienen el orgullo del falso saber; tienen sus ideas y sus sistemas sobre la ciencia, la economía social, la moral, la religión, la filosofía; quieren hacer prevalecer su
opinión y al efecto buscan médiums bastante crédulos para que les acepten con los ojos cerrados, a quienes fascinan para impedirles que puedan distinguir lo verdadero de lo falso. Éstos son los más perjudiciales, porque los sofismas no les cuestan nada y de este modo pueden acreditar las utopías más ridículas; como conocen el prestigio de los grandes nombres no tienen ningún escrúpulo en servirse de aquellos ante los cuáles uno se inclina con respeto, y tampoco retroceden por el sacrilegio de nombrarse Jesús, Virgen María o un santo venerado. Procuran deslumbrar por un lenguaje pomposo, más pretencioso que profundo, erizado de términos técnicos y adornado de grandes palabras de caridad y de moral: se guardarán de dar un mal consejo, porque saben bien que serían despedidos; además, los que son sus víctimas les defienden porfiadamente diciendo: ya veis que nada dicen de malo. Pero la moral no es para ellos sino un pase; es el menor de sus cuidados; lo quieren ante todo es dominar e imponer sus ideas aunque estén desprovistas de razón.
§ 247. Los Espíritus sistemáticos generalmente son bastante aficionados a escribir; por ésto buscan los médiums que escriben con facilidad y de los que procuran hacerse instrumentos dóciles y sobre todo entusiastas, fascinándoles. Son casi siempre habladores, muy prolijos, procurando compensar la calidad por la cantidad. Se complacen en dictar a sus intérpretes escritos voluminosos e indigestos y a menudo poco inteligibles, que felizmente tienen por antídoto la imposibilidad material de ser leídos por las masas. Los Espíritus verdaderamente superiores son sobrios de palabras; escriben poco y dicen mucho; además ésta prodigiosa fecundidad debe ser siempre sospechosa. No podríamos ser bastante circunspectos cuándo se trata de publicar éstos escritos; las utopías y las excentricidades, de las que abundan mucho, y que chocan con el buen sentido, producen una molesta impresión sobre las personas novicias, dándoles una idea falsa del Espiritismo, sin contar que éstas son armas de las cuáles se sirven sus enemigos para ponerlo en ridículo. Entre estas publicaciones las hay que sin ser malas y sin dimanar de una obsesión pueden ser miradas como imprudentes, "intempestivas" o poco hábiles.
§ 248. Acontece muchas veces que un médium no puede comunicarse sino con un solo Espíritu, que se une a él y responde por aquellos que son llamados por su mediación. Ésta no es siempre una obsesión, porque puede dimanar de una falta de flexibilidad del médium y de una afinidad especial de su parte por tal o cuál Espíritu. No hay obsesión propiamente dicha sino cuándo el Espíritu impone y aleja a los otros por su
voluntad; lo que nunca es el hecho de un Espíritu bueno.
Generalmente el Espíritu que se apodera del médium con la idea de dominarle, no sufre el examen crítico de sus comunicaciones; cuándo ve que no son aceptadas y que se discuten, no se retira pero inspira al médium el pensamiento de aislarse y muchas veces se lo manda. Todo médium que se resiente de la crítica de las comunicaciones que recibe es el eco del Espíritu que le domina, y este Espíritu no puede ser bueno desde el momento que le inspira un pensamiento ilógico, el de rehusar su examen. El aislamiento del médium es siempre una cosa mala para él, porque no tiene ninguna comprobación para sus comunicaciones. No solamente debe cerciorarse por el aviso de un tercero, sino que le es necesario el estudiar
todas las clases de comunicaciones para compararlas; aislándose en las que obtiene, por muy buenas que le parezcan, se expone a hacerse ilusión sobre su valor sin contar que no puede conocerlo todo y que versan siempre, poco más o menos, sobre un mismo asunto. (Núm. 192; "Médiums exclusivos").
Libro de los Médiums :
§ 249. Los medios de combatir la obsesión varían según el carácter que reviste. El peligro, realmente, no existe para todo médium que está bien convencido de que debe habérselas con un Espíritu mentiroso, como ésto tiene lugar en la obsesión simple; para él no es más que una cosa desagradable. Pero por lo mismo que ésto le es desagradable, con tanta más razón el Espíritu se encarniza con él para vejarle. Dos cosas esenciales deben hacerse en este caso.
Primero, probar al Espíritu que uno no es su juguete, y que le es "imposible" el engañarnos; segundo, gastar su paciencia, mostrándose más paciente que él; sí está bien convencido que pierde el tiempo, concluirá por retirarse, como lo hacen los importunos cuándo no se les escucha. Pero no siempre basta esto, y puede ser largo porque los hay que son tenaces, y para ellos los meses y los años son poca cosa. En tal caso el médium debe hacer una evocación ferviente a su buen ángel guardián, lo mismo que a los buenos Espíritus que le son simpáticos, y rogarles que le asistan. Con respecto al Espíritu obsesor, por malo que sea, es menester tratarle con severidad, pero con benevolencia, y vencerle con buenos procederes, rogando por él. Sí realmente es perverso, se burlará al principio; pero moralizándole con perseverancia, finirá por enmendarse: es la empresa de una conversión, tarea muy a menudo penosa, ingrata, aún repugnante, pero cuyo mérito está en la dificultad, y que si se cumple bien queda siempre la satisfacción de haber llenado un deber de caridad y muchas veces el haber conducido al buen camino un alma perdida. Conviene igualmente interrumpir toda comunicación escrita desde el momento que se reconoce que viene de un Espíritu malo que no quiere entender la razón, a fin de no darle el placer de ser escuchado. Aún en ciertos casos puede ser útil el dejar de escribir por algún tiempo; cada uno debe conducirse según las circunstancias. Pero sí el médium escribiente puede evitar éstas conversaciones, absteniéndose de escribir, no sucede lo mismo con el médium auditivo que el Espíritu obsesor persigue algunas veces a cada momento con sus palabras groseras u obscenas, y que ni siquiera tiene el recurso de taparse los oídos. Por los demás es menester reconocer que ciertas personas se divierten con el lenguaje trivial de ésta clase de Espíritus, que anima y provocan, riéndose de sus necesidades en lugar de imponerles silencio y moralizarles. Nuestros consejos no pueden aprovechar a los que quieren perderse.
§ 250. No hay, pues, peligro, sino fastidio, para todo médium que no se deja dominar, porque no puede ser engañado; todo lo contrario sucede en la "fascinación", porque entonces el imperio que toma el Espíritu sobre aquél de quién se apodera no tiene límites. Lo único que puede hacerse con él es procurar convencerle porque está supeditado, y hacer que su obsesión venga a ser simple; pero ésto no es siempre fácil, y algunas veces es imposible. El ascendiente del Espíritu puede ser tal que haga sordo al fascinado a toda clase de reflexiones y puede llegar hasta hacerle dudar, cuando el Espíritu comete alguna grosera herejía científica, si no se engaña la ciencia.
Cómo lo hemos dicho ya, generalmente acoge muy mal los consejos; la crítica le fastidia, le irrita y le hace aborrecer a los que no toman parte en su admiración. Sospechar de su Espíritu es casi una profanación a sus ojos y ésto es, precisamente, lo que quiere el Espíritu; porque lo que él desea es que doblen la rodilla ante su palabra. Uno de ellos ejercía una fascinación extraordinaria sobre una persona de nuestras relaciones; lo evocamos, y luego después de algunas farsas, viendo que no podía negar o disfrazar su identidad, concluyó por confesar que no era aquél cuyo nombre tomaba. Habiéndole preguntado por qué abusaba de esta persona, contestó estas palabras que pintan claramente el carácter de ésta clase de Espíritus:
"Buscaba un hombre que pudiera conducir; lo he encontrado y me quedo con él". Pero sí se le hace ver claro os echará fuera.
"¡Esto lo veremos!" Como no hay peor ciego que aquél que no quiere ver, cuándo se reconoce la inutilidad de toda tentativa para abrir los ojos del fascinado, lo mejor es dejarle en sus ilusiones. No puede curarse un enfermo que se obstina en conservar su enfermedad y se complace en ella.
§ 251. La subyugación corporal quita a menudo al obcecado la energía necesaria para dominar al Espíritu malo; por ésto es necesaria la intervención de una tercera persona, obrando sea por el magnetismo, sea por el imperio de su voluntad. En defecto del concurso del obcecado, ésta persona debe tomar el ascendiente sobre el Espíritu; pero como este ascendiente no puede ser sino moral, sólo es dado el ejercerlo a un ser "moralmente superior" al Espíritu, y su poder será tanto más grande cuanto mayor será su superioridad moral, porque impone al Espíritu que se ve forzado a inclinarse ante él; por ésto Jesús tenía tan grande poder para sacar lo que entonces llamaban demonios, es decir, los malos Espíritus obsesores.
Nosotros no podemos dar aquí sino consejos generales, porque no hay ningún proceder material, sobre todo ninguna fórmula, ni menos ninguna palabra sacramental que tenga el poder de echar a los Espíritus obsesores. Lo que le falta muchas veces al obcecado, es una fuerza fluídica suficiente; en éste caso la acción magnética de un buen magnetizador puede serle útil y servirle de ayuda. Por otra parte, siempre es bueno tomar por la mediación de un médium seguro, los consejos de un Espíritu superior o de su ángel de la guarda.
§ 252. Las imperfecciones morales del obcecado son, a menudo, un obstáculo para su libertad. He aquí un ejemplo notable que puede servir de instrucción para todos: Hacía ya algunos años que varias hermanas eran víctimas de pillajes
muy desagradables. Dispersados sin cesar sus vestidos por todos los rincones de la casa, hasta por el tejado, cortados, rotos y acribillados de agujeros, por más que tuviesen buen
cuidado de encerrarlos bajo llave. Éstas señoras, relegadas en una pequeña localidad de provincia, nunca habían oído hablar de Espiritismo. Naturalmente su primer pensamiento fue que eran el blanco de burlas de mal género; pero esta persistencia y las precauciones que tomaban les quitaron esta idea. Después de mucho tiempo, con motivo de algunas indicaciones, creyeron oportuno dirigirse a nosotros para conocer la causa de estas desgracias y los medios de remediarlas si era posible. La causa no era dudosa; el remedio era más difícil. El Espíritu que se manifestaba por actos semejantes era evidentemente malévolo.
Se mostró en la evocación de una grande perversidad e inaccesible a todo buen sentimiento. La oración pareció, sin embargo, ejercer una influencia saludable; pero después de algún tiempo de descanso, el pillaje empezó de nuevo. Aquí está el consejo que con éste motivo dio un Espíritu superior. "Lo mejor que pueden hacer estas señoras es rogar a sus Espíritus protectores que no las abandonen; no tengo otro consejo mejor para darles; que examinen su conciencia para confesarse a sí mismas y ver sí han practicado siempre el amor del prójimo y la caridad; no quiero decir la caridad que da y distribuye, sino la caridad de la lengua; porque desgraciadamente ellas no saben retener la suya, y no justifican, por sus actos piadosos, el deseo que tienen de quedar libres del que les atormenta. Les gusta mucho decir mal del prójimo, y el Espíritu que les obceca se venga, porque le hicieron padecer mucho cuándo vivía. Que repasen su memoria y verán muy pronto con quién tienen que habérselas. "Sin embargo, si consiguen mejorarse, sus ángeles guardianes se les acercarán, y su sola presencia bastará para echar fuera al Espíritu malo que se ha apoderado de una de ellas sobre todo, porque su ángel de la guarda ha tenido que alejarse en vista de los actos reprensibles o de los pensamientos malos. Lo que les falta son fervientes oraciones por los que sufren, y sobre todo la práctica de las virtudes impuestas por Dios a cada uno, según su condición".
Sobre la observación que hicimos de que estas palabras nos parecían un poco severas, y que quizá sería necesario endulzarlas para transmitirlas, el Espíritu añadió: "Yo debo decir lo que he dicho y del modo como lo digo, porque las personas en cuestión tienen la costumbre de creer que no hacen mal con la lengua, y hacen mucho. Por esto es menester impresionar su Espíritu de manera que sea para ellos una advertencia formal".
De ésto se desprende una enseñanza de una gran importancia, y es que las imperfecciones morales dan lugar a los Espíritus obsesores, y que el medio más seguro de desembarazarse de ellos es el atraer a los buenos por la práctica del bien. Los Espíritus buenos tienen, sin duda, más poder que los malos, y su voluntad basta para alejarlos; pero no asisten sino a los que les secundan por los esfuerzos que hacen para mejorarse; de otro modo se alejan y dejan el campo libre a los Espíritus malos que vienen a ser de este modo, en ciertos casos, instrumentos de castigo, porque los buenos les dejan obrar con este fin.
§ 253. Por lo demás, es menester guardarse de atribuir a laacción directa de los Espíritus todos los disgustos que pueden ocurrir; estos disgustos son, a menudo, la consecuencia de la incuria o de la imprevisión. Un labrador nos hizo escribir que hacía doce años era la víctima de toda suerte de desgracias con respecto a su ganado; tan pronto se le morían las vacas como no daban leche; lo mismo le sucedía con los caballos, los carneros o los cerdos. Hizo muchos novenarios que no remediaron el mal, lo mismo que las misas que hizo celebrar, ni los exorcismos que hizo practicar. Entonces, según las preocupaciones de los campesinos, se persuadió que se había echado una maldición sobre sus animales. Creyéndonos, sin duda, dotados de un poder para conjurar, mayor que el del cura de su lugar, nos consultó. Aquí está la contestación que
obtuvimos:
"La mortalidad o las enfermedades de los ganados de este hombre provienen de que sus cuadras están infestadas y no las hace reparar porque esto 'cuesta dinero' ".
§ 254. Terminaremos éste capítulo con las respuestas dadas por los Espíritus a algunas preguntas, viniendo en apoyo de lo que hemos dicho.
§ 254.1. ¿Por qué ciertos médiums no pueden desembarazarse de los Espíritus malos que se unen a ellos, y cómo los Espíritus buenos que evocan no son bastante poderosos para alejar a los otros y comunicarse directamente?
"No es el poder el que falta al Espíritu bueno; muchas veces es el médium que no es bastante fuerte para secundarle; su naturaleza se presta mejor a ciertas relaciones; su fluido se identifica más bien con un Espíritu que con otro; ésto es lo que da mucho imperio a los que quieren mortificar."
§ 254.2. ¿Nos parece, sin embargo, que hay personas muy meritorias, de una moralidad irreprochable, y con todo se ven imposibilitadas de comunicarse con los Espíritus buenos?
"Ésta es una prueba; ¿y quién os ha dicho que su corazón no esté manchado con un poco de mal, que el orgullo no domine un poco la apariencia de la bondad? Éstas pruebas, mostrando al obcecado su debilidad, deben conducirle a la humildad. ¿Hay alguno sobre la Tierra que pueda llamarse perfecto? Habrá quién tenga todas las apariencias de la virtud, y aún puede tener muchos defectos ocultos, un antiguo germen de
imperfección. Por ejemplo, vosotros decís de aquel que no hace mal y que es leal en sus relaciones sociales: es un hombre bueno y digno. ¿Pero sabéis vosotros si sus buenas cualidades están empañadas por el orgullo, sí hay en él un fondo de egoísmo, sí es avaro, celoso, rencoroso, maldiciente y cien otras cosas que vosotros no apercibís, porque vuestras relaciones con él no os han puesto en este caso? El medio más poderoso para poder combatir la influencia de los Espíritus malos es el acercarse todo lo posible a la naturaleza de los buenos."
§ 254.3. La obsesión que se opone a que un médium obtenga las comunicaciones que desea, ¿es siempre una señal de ser indigno por su parte?
"Yo no he dicho que ésta fuese una señal de poca dignidad, sino que puede ponerse un obstáculo a ciertas comunicaciones; lo que debe procurar es quitar el obstáculo que está en él; sin ésto , sus oraciones y sus súplicas nada hacen. No basta que un enfermo diga a su médico: Dadme la salud, yo quiero estar bueno; el médico no puede nada sí el enfermo no hace lo que es necesario."
§ 254. 4. ¿La privación de comunicarse con ciertos Espíritus sería, acaso, una especie de castigo? "En ciertos casos ésto podría ser un verdadero castigo, así como la posibilidad de comunicarse con ellos es una recompensa que debéis esforzaros en merecer." (Véase 'Pérdida y suspensión de la Mediúmnidad, número 220).
254. Terminaremos éste capítulo con las respuestas dadas por los Espíritus a algunas preguntas, viniendo en apoyo de lo que hemos dicho.
#254.5. ¿Pueden combatirse las influencias de los Espíritus malos, moralizándoles?
"Sí; ésto es lo que no se hace y es lo que no debe olvidarse de hacer, porque a menudo es una tarea que se os ha dado y que vosotros debéis cumplir caritativa y religiosamente. Por sabios consejos puede excitárseles al arrepentimiento y activar su adelantamiento."
¿Cómo puede un hombre con relación a ésto tener una influencia que no tienen los mismos Espíritus?
"Los Espíritus perversos se aproximan más bien a los hombres que procuran atormentar, que a los Espíritus, de los que se alejan todo lo posible. En éste contacto con los humanos, cuándo encuentran quién los moraliza, en un principio no le escuchan, se ríen; después, sí se les sabe conducir, concluyen por dejarse conmover. Los Espíritus elevados no pueden hablarles sino en nombre de Dios, y ésto les asusta. El hombre no tiene, ciertamente, más poder que los Espíritus Superiores, pero su lenguaje se identifica mejor con su naturaleza, y viendo el ascendiente que puede ejercer en los Espíritus inferiores, comprende mejor la solidaridad que existe entre el cielo y la tierra.
Por lo demás, el ascendiente que el hombre puede ejercer sobre los Espíritus está en razón de su superioridad moral. No domina a los Espíritus superiores, ni aún a aquellos que, sin ser superiores, son buenos o benévolos, pero puede dominar a los Espíritus que le son inferiores en moralidad." ('Véase número 279').
Acerca de las evocaciones
§ 279. El ascendiente sobre los Espíritus inferiores sólo se ejerce a través de la superioridad moral. Los Espíritus perversos reconocen la autoridad de los hombres de bien. En cambio, contra quién sólo les opone la energía de la voluntad (Significa Intenciones) , que es una especie de fuerza bruta, los Espíritus perversos luchan y suelen ser los más fuertes. En cierta ocasión, alguién trataba de dominar a un Espíritu rebelde mediante la exclusiva acción de su voluntad, y recibió la siguiente respuesta: Déjame en paz con ésos aires de fanfarrón, pues no vales más que yo.
¿Qué se diría de un ladrón que predicase moral a otro ladrón?
Algunos se asombran de que el nombre de Dios, invocado contra los Espíritus malos, por lo general no produzca ningún efecto. San Luis explicó la causa de ése hecho en la respuesta siguiente:
“El nombre de Dios sólo ejerce influencia sobre los Espíritus imperfectos cuándo aquél que lo pronuncia puede valerse de ése nombre con autoridad, en función de las virtudes que posee. Cuándo lo pronuncia alguién que no tiene ninguna superioridad moral, es una palabra como cualquier otra. Lo mismo sucede con las cosas sagradas, con las que se trata de dominar a ésos Espíritus. El arma más poderosa se vuelve
inofensiva en manos inexpertas o incapaces de manejarla.”
#254.6. ¿La subyugación corporal, llevada hasta cierto grado, podría tener por consecuencia la locura?
"Sí, una especie de locura, cuya causa no es conocida de la gente, pero que no tiene relación con la locura ordinaria. Entre los que se tienen por locos hay muchos que no son más que subyugados, les sería necesario un tratamiento moral, mientras que se les vuelve verdaderamente locos con los tratamientos corporales.
Cuándo los médicos conozcan bien el Espiritismo, sabrán hacer esta distinción y curarán más enfermos que con los baños de chorro." ('221').
#254.7. ¿Qué debemos pensar de aquellos que, viendo algún peligro en el Espiritismo, creen que el medio de evitarlo es prohibir las comunicaciones espiritistas?
"Si pueden impedir aciertas personas el comunicarse con los Espíritus, no pueden impedir las manifestaciones espontáneas, hechas a estas mismas personas, porque no pueden suprimir los Espíritus ni impedir su influencia oculta. Esto se parece a los niños que se tapan los ojos y creen que nadie les ve. Sería locura el querer suprimir una cosa que ofrece grandes ventajas, porque los imprudentes pueden abusar; el medio de evitar estos inconvenientes, es, al contrario, el hacer conocer el fondo de ésta cosa.'
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