Las citas presentadas en este articulo, sobre mundos transitorios no son correctas.
Los siguientes enlaces, que he desarrollado con el tiempo demuestran mis argumentos sobre este tema:
André
Luis, Anuario Espirita 2004
Chico
Xavier, Nosso Lar, Colonias Espirituales de Andre Luiz…
Chico Xavier, Nosso
Lar, Colonias Espirituales
André Luís, nunca
EXISTIÓ.
Errores
en física encontrados en el libro Mecanismos de la Mediumnidad.
CAVIAR,
"Nosso Lar", es decir en Español, "Nuestro Hogar o Casa
Astral", el UMBRAL, y las Colonias Espirituales, NO son enseñanzas del
Espiritismo... Estos falsos conceptos no fueron autorizados por los Espíritus
para que sustituyeran las enseñanzas del Espiritismo Verdadero.
UMBRAL
no existe…
Ciudades
Espirituales María Jesús
Albertus..
Colonias Espirituales – No
Existen – Sergio Alexio. http://www.soyespirita.blogspot.com/2015/11/espacio-y-los-mundos-noexisten-las.html
Además de toda esa evidencia acumulada, tenemos el tema desarrollado en el Libro del Libro del Evangelio según el Espiritismo, de modo que no debe existir confusion ni ambivalencia al tema..
Libro del Evangelio según el Espiritismo
CAPITULO III.
HAY MUCHAS MORADAS EN LA CASA DE MI PADRE.
Diferentes
estados del alma en la erraticidad.— Diferentes categorías de mundos
habitados.—Destino de la tierra. Causas de las miserias humanas —Instrucciones
de los espíritus: Mundos superiores y mundos inferiores.—Mundos de expiación y
de pruebas.—Mundos regeneradores.— Progresión
de los
mundos.
1.
No se turbe vuestro corazón. —Creéis en Dios, creed también en mí. —En la
casa de mi padre hay muchas moradas. Si así no fuera, yo os lo hubiera
dicho: Pues voy a aparejaros el lugar.—Y si me fuere, y os aparejare lugar,
vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que en donde yo esto}',
estéis también vosotros. (San Juan, cap. XIV, v. 1, 2, 3.)
Diferentes estados del alma en la erraticidad.
La casa del Padre es el universo; las
diferentes moradas son los mundos que circulan en el espacio infinito y ofrecen
a los Espíritus encarnados estancias apropiadas a su adelantamiento.
Independientemente de la diversidad de
mundos, estas palabras pueden también entenderse del estado feliz o desgraciado
del Espíritu en la erraticidad. Según esté más o menos purificado y desprendido
de los lazos materiales, el centro en que se encuentra, el aspecto de las
cosas, las sensaciones que experimenta, las percepciones que posee, varían
hasta lo infinito; mientras que los unos no pueden alejarse de la esfera en que
vivieron, los otros se elevan y recorren el espacio y los
mundos;
mientras que ciertos Espíritus culpables van errantes en las tinieblas, los
felices gozan de una claridad resplandeciente, y del sublime espectáculo del infinito;
en fin, mientras que el malo, atormentado por los
remordimientos, por los pesares, muchas veces sólo, sin consuelo, separado de
los objetos de su afecto,
gime bajo el peso de los sufrimientos morales, el justo, reunido
con los que ama, saborea las dulzuras de una indecible felicidad. También allí hay diferentes moradas, aún cuando no estén
circunscritas ni localizadas.
Diferentes categorías de mundos habitados.
HAY MUCHAS MORADAS EN LA GASA DE MI PADRE
3. De la enseñanza dada por los Espíritus,
resulta que los diversos mundos están en condiciones muy diferentes los unos de
los otros, en cuanto al grado de adelanto o de inferioridad de sus habitantes.
Entre
ellos
los hay cuyos moradores son inferiores aún a los de la tierra, física y
moralmente; otros están en el mismo grado y otros le son mas o menos superiores
en todos conceptos. En los mundos
inferiores, la existencia es enteramente material, las pasiones
imperan soberanamente, la vida moral es casi nula. A medida que esta se
desarrolla, la influencia de la materia disminuye, de tal modo que en los
mundos más adelantados, la vida, por decirlo así, es enteramente espiritual.
4. En los mundos
intermedios hay mezcla de bien y de mal,
predominio
del uno y del otro según el grado de adelanto. Aún cuando no
pueda hacerse una calificación absoluta de los mundos, sin embargo, se hace atendido
su estado y su destino y basándose en sus
grados
más marcados, dividiéndolos de un modo general como sigue, a saber: mundos
primitivos, afectos a las primeras encarnaciones del alma humana, mundos de expiación
y pruebas, en donde el mal domina; mundos
regeneradores, en donde las almas que aún tienen
que
expiar adquieren nueva fuerza, descansando de las fatigas de la lucha; mundos
felices, en donde el bien sobrepuja al mal; mundos
celestes o divinos, morada de los
Espíritus purificados, en donde el bien
reina sin mezcla alguna. La tierra pertenece a la categoría de los mundos
de expiación y de pruebas, por esto el hombre está en ella sujeto a tantas
miserias.
5. Los Espíritus encarnados en
un mundo no están sujetos a él indefinidamente, ni cumplen tampoco en él, todas
las fases progresivas que deben recorrer para llegar a la perfección. Cuando
han alcanzado en un mundo, el grado de adelanto que él permite, pasan a otro más
avanzado y así sucesivamente, hasta que han llegado al estado de Espíritus
puros; estas son otras tantas estaciones, en cada una de las cuales encuentran
elementos de progreso proporcionados a su adelanto. Para ellos es una recompensa el pasar a un mundo de orden más
elevado, así como es un castigo el prolongar su permanencia en un mundo
desgraciado, o el ser relegados a un mundo más desgraciado aún, que aquel que se ven obligados a dejar cuando se obstinan
en el mal.
Destino de la tierra. Cansas de las miserias humanas.
6. Nos
maravillamos de encontrar en la tierra tanta maldad y malas pasiones, tantas
miserias y enfermedades de todas clases, y de esto sacamos en consecuencia que
la especie humana es una triste cosa. Este juicio proviene del
punto de vista limitado en que nos colocamos y que da una falsa idea del
conjunto. Es menester considerar que en la tierra no se ve toda la humanidad,
sino una pequeña fracción de ella. En efecto, la especie humana
comprende todos los seres dotados de razón que pueblan los innumerables mundos
del universo; así pues, ¿qué es la población de la tierra con respecto a la población
total de estos mundos? Mucho menos que una aldea al lado de un gran de imperio
. La situación material y moral de la humanidad terrestre, nada tiene de
extraordinario si nos hacemos cargo del destino de la tierra y de la naturaleza
de los que la habitan.
7. Nos formaríamos una idea muy falsa de
los habitantes de una gran ciudad, si lo juzgásemos por la población de los
barrios ínfimos y sórdidos. En un hospital slo se
ven enfermos y lisiados; en un presidio se ven todos los vicios, todas las
torpezas reunidas; en las comarcas insalubres, la mayor parte de los habitantes
están pálidos, enfermizos y achacosos. Pues bien, figurémonos que la tierra es
un arrabal, un hospital, una penitenciaría, un país mal sano, porque es a la
vez todo esto, y se comprenderá porque las aflicciones sobrepujan a los goces,
pues no se llevan al hospital á los que tienen buena salud, ni a las casas de corrección
a aquellos que no han hecho daño; ni los hospitales ni las casas de corrección son
lugares de delicias.
Pues así como en una ciudad, toda su población
no está en los hospitales o en las cárceles, tampoco toda la humanidad está en
la tierra; de la misma manera que uno sale de un hospital cuando está curado y
de la cárcel cuando ha sufrido su condena, el hombre deja la tierra por mundos más
felices, cuando está curado de sus dolencias morales.
INSTRUCCIONES DE LOS ESPÍRITUS.
Mundos inferiores y mundos superiores.
8. La calificación en mundos inferiores y
mundos superiores es más bien relativa que absoluta; tal mundo es inferior o
superior con relación á los que están encima o debajo de él en la escala
progresiva.
Tomando la tierra como punto de comparación,
podemos formarnos una idea del estado de un mundo inferior, suponiendo al
hombre en el grado de las razas salvajes o de las naciones bárbaras, que aún se
encuentran en su superficie, y que son restos de su estado primitivo. En los más
atrasados, los seres que los habitan son de algún modo rudimentarios; tienen la forma
humana, pero sin ninguna hermosura; los instintos no están templados
por ningún sentimiento de delicadeza ni de benevolencia, ni por las nociones de
lo justo y de lo injusto; allí la única ley es la fuerza brutal. Sin industria,
sin invenciones, los habitantes emplean su vida en conquistar su alimentación.
Sin embargo Dios no abandona a ninguna de sus criaturas; en el fondo de las
tinieblas de la inteligencia yace, latente, la vaga intuición de un Ser supremo
más o menos desarrollada. Este instinto basta para hacer que unos sean
superiores a otros y preparar su aparición a una vida más completa; porque
estos no son seres degradados, sino niños que crecen.
Entre estos grados inferiores y los más
elevados hay innumerables escalones, y entre los Espíritus puros, desmaterializados
y resplandecientes de gloria, con dificultad se reconocen aquellos que animaron
esos seres primitivos, de la misma manera que en el hombre
adulto
es difícil reconocer el embrión.
9. En los mundos llegados ya al grado
superior, las condiciones de la vida moral y material son muy diferentes, lo
mismo que en la tierra. La forma del cuerpo es siempre como en todas partes, la
forma humana,
pero
embellecida, perfeccionada, y sobre todo purificada. El cuerpo nada tiene de la
materialidad terrestre, y por consiguiente no está sujeto, ni a las necesidades,
ni á las enfermedades, ni a los deterioros que engendra el predomino de la
materia; los sentidos, más exquisitos, tienen percepciones, que en la tierra embotan
lo grosero de los órganos; la ligereza específica de los cuerpos hace la locomoción
rápida y fácil; en vez de arrastrarse penosamente por el suelo, se desliza,
digámoslo así, por la superficie, o se suspende en la atmósfera sin otro
esfuerzo que el de la voluntad, así como se pintan los ángeles, y como los
antiguos representaban los manes en los Campos Elíseos. Los hombres conservan a
su gusto, las facciones de sus existencias pasadas, y aparecen a sus amigos
tales como les conocieron; pero iluminados por una luz divina,
trasformados
por las impresiones interiores, que son siempre elevadas. En vez de rostros
deslucidos, demacrados por los sufrimientos y las pasiones, la inteligencia y
la vida radian con ese esplendor que los
pintores
han traducido por diadema o aureola de los santos.
La poca resistencia que ofrece la materia á
los Espíritus ya muy avanzados, hace que el desarrollo de los cuerpos sea
rápido y la infancia corta o casi nula; la vida exenta de cuidados y de congojas,
es proporcionalmente mucho más larga que en la tierra. En principio, la
longevidad, está proporcionada al grado de adelanto de los mundos. La muerte no
tiene ninguno de los horrores de la descomposición; lejos de ser un motivo de
espanto, es considerada como una trasformación
feliz,
parque allí no existe la duda sobre el porvenir. Durante la vida, no estando el
alma encerrada en una materia compacta, radia y goza de una lucidez, que la
pone en un estado casi permanente de emancipación, y permite la libre trasmisión
del pensamiento.
10. En esos mundos
felices, las relaciones de pueblo a pueblo, siempre amistosas,
nunca se turban por la ambición de esclavizar a su vecino, ni por la guerra, consecuencia
de aquélla. Allí no hay ni amos ni esclavos, ni privilegiados por nacimiento; la superioridad moral e inteligente es la única que
establece la diferencia de condición y da la supremacía. La autoridad es
siempre respetada, porque sólo se da al mérito y porque siempre se ejerce con
justicia. El hombre no procura
elevarse sobre el hombre sino sobre sí mismo, perfeccionándose: su objeto
es llegar a la elevación de los Espíritus puros y este deseo incesante no es un
tormento, sino una noble ambición que le hace estudiar con ardor para llegar a
igualarles. Todos los sentimientos nobles y elevados de
la naturaleza humana se encuentran allí aumentados y purificados; los enconos,
los celos mezquinos, las bajas codicias de la envidia son desconocidas; un lazo
de amor y de fraternidad reúne a todos los hombres; los más fuertes ayudan a
los más débiles. Poseen más o menos según lo que han adquirido por su
inteligencia, pero nadie sufre por falta de lo necesario, porque nadie está
allí por expiación; en una palabra, el mal no existe.
11. En vuestro mundo, tenéis
necesidad del mal para sentir el bien, de la noche para admirar la
luz, de la enfermedad para apreciar la salud; allí no son necesarios esos
contrastes; la eterna luz, la eterna hermosura, la eterna calma del alma,
procuran una eterna alegría que no turban ni las angustias de la vida material,
ni el contacto de los malos que no tienen entrada. Esto es lo que difícilmente
comprende el espíritu humano; ha sido ingenioso para pintar los tormentos del infierno,
pero nunca ha podido representarse los goces del cielo; y por qué? Porque
siendo inferior, sólo ha sufrido penas y miserias y no ha entrevisto los
esplendores celestes; sólo puede hablar de lo que conoce, pero a medida que se
eleva y purifica, el horizonte se esclarece, y comprende el bien que está
delante de sí, así como ha comprendido el mal que se ha dejado detrás.
12. Sin embargo, esos mundos afortunados no
son mundos privilegiados, porque Dios no tiene parcialidades para ninguno de
sus hijos; da a todos los mismos derechos y las mismas facilidades para llegar a
ellos; a todos los hace partir de un mismo punto, y no dota
a
unos más que otros; los primeros puestos son accesibles a todos; a ellos
corresponde el conquistarlos por medio del trabajo; a ellos corresponde
alcanzarlos lo más pronto posible, o languidecer, durante siglos y siglos, en
lo mas bajo de la humanidad. (Resumen de la enseñanza de todos los Espíritus
superiores.)
Mandos de expiación y de pruebas.
13. ¿Qué queréis que os diga de los mundos
de expiación, que vosotros no sepáis ya, puesto que os basta el considerar la
tierra que habitáis? La superioridad de la inteligencia, entre un gran número
de sus habitantes, indica que no es un mundo primitivo destinado a
la
encarnación de Espíritus recién salidos de las manos del Criador. Las
cualidades innatas que llevan consigo, son prueba de que han vivido ya y de que
han realizado cierto progreso; pero también los numerosos
vicios
a que se inclinan, son indicio de una gran imperfección moral; por esto Dios
les ha colocado en una tierra ingrata para expiar en ella sus faltas por medio
de un trabajo penoso y por las miserias de la vida,
hasta
que hayan merecido ir á un mundo más feliz.
14. Sin embargo, todos los Espíritus encarnados
en la tierra no han sido enviados en expiación. Las razas que vosotros llamáis salvajes
son Espíritus apenas salidos de la infancia y que están, por decirlo así, educándose
y se desarrollan por el contacto de Espíritus más avanzados. Luego vienen las
razas medio civilizadas, formadas de los mismos Espíritus que están progresando.
Estas son hasta cierto punto, las razas indígenas de la tierra, que se han
desarrollado poco a poco después de largos períodos seculares, algunas de las
cuales han podido alcanzar la perfección intelectual de los pueblos nías
ilustrados.
Los Espíritus en expiación son en ella, si
podemos expresarnos así, exóticos; han vivido ya en otros mundos, de los que
han sido excluidos á consecuencia de su obstinación en el mal, y porque serian
causa de turbación entre los buenos; han sido relegados por un tiempo entre los
Espíritus más atrasados y tienen por misión hacerles adelantar, porque han
llevado consigo la inteligencia desarrollada y el germen de los cono
cimientos
adquiridos; por esto los Espíritus castigados se encuentran entre las razas menos
inteligentes; son también aquellos para quienes las miserias de la vida tienen más
amargura, porque hay en ellos más sensibilidad y son mas probados por el contacto
de las razas primitivas, cuyo sentido moral es mas obtuso.
15. La tierra es,
pues, uno de los tipos de los mundos expiatorios, cuyas variedades son
infinitas, pero que tienen por carácter común el servir de lugar de destierro a
los Espíritus rebeldes a la ley de Dios. Ahí estos Espíritus tienen que luchar a
la vez contra la perversidad de los hombres y contra la inclemencia de la
naturaleza, doble trabajo penoso que desarrolla al mismo tiempo las cualidades
del corazón y las de la inteligencia. Así es como Dios en su bondad, hace que
el castigo redunde en provecho del progreso del Espíritu. (S. Agustín. París,
1862.)
Mundos regeneradores.
16. Entre esas estrellas que resplandecen
en la bóveda azulada, ¡cuántos mundos hay como el vuestro, designados por el
Señor á expiación y á prueba! Pero los hay tambien más inferiores y mejores,
así como los hay transitorios que pueden llamárseles regeneradores. Cada
torbellino planetario, corriendo en el espacio al rededor de un foco común,
arrastra con él sus mundos primitivos, de destierro, de prueba, de regeneración
y de felicidad. Se os ha hablado de esos mundos en donde es colocada el alma
naciente, cuando ignorante aún del bien y del mal, puede marchar hacia Dios,
dueña de sí misma, en posesión de su libre albedrío;
se os ha hablado de cuán amplias facultades ha sido dotada el alma para hacer
el bien; pero ¡ah! las hay que sucumben y no queriendo Dios anonadarlas, las
permite ir a esos mundos en donde, de encarnaciones en encarnaciones, se
purifican, se regeneran y se harán dignas de la gloria que se las ha destinado.
17. Los mundos
regeneradores sirven de transición entre los mundos de expiación
y los mundos felices; el alma que se arrepiente encuentra allí la calma y el repeso
acabándose de purificar. Sin duda en esos mundos, el hombre está aún sujeto a
las leyes que rigen la materia; la humanidad experimenta vuestras sensaciones y
vuestros deseos, pero está dispensada de las pasiones desordenadas de las que sois
esclavos; allí no existe el orgullo que hace callar el corazón; la envidia que
lo tortura, el odio que lo ahoga; la palabra amor está escrita en todas las
frentes; una perfecta equidad arregla las relaciones sociales; todos reconocen a
Dios y procuran ir a él, siguiendo sus leyes.
Con todo, allí no se encuentra aún la
perfecta felicidad, pero sí su aurora. El hombre aún es carnal, y por lo mismo
está sujeto a vicisitudes de las que no se eximen sino los seres completamente
desmaterializados; aún quedan pruebas que pasar, pero no tienen las punzantes
amarguras de la expiación. Esos mundos comparados con la tierra son muy
felices, y muchos de entre vosotros estaríais satisfechos de quedaros allí;
porque es la calma después de la tempestad, la convalecencia después de la
cruel enfermedad; pero el hombre menos entregado
a las cosas materiales, entrevé mejor el porvenir que vosotros; comprende que
hay otros goces que el Señor promete a aquellos que se hacen merecedores de
ellos, cuando la muerte haya segado de nuevo sus cuerpos para darles la
verdadera vida. Entonces será cuando el alma libre dominará todos los horizontes;
ya no tendrá sensaciones materiales y groseras, sino los sentidos de un periespíritu
puro y celeste, aspirando las emanaciones de Dios, bajo los perfumes de amor
y de caridad que se derraman de su seno.
18. Pero ah! en esos mundos el hombre es
aún falible, y el Espíritu del mal no ha perdido completamente su imperio. No avanzar,
es retroceder, y si está firme en el camino del bien, puede volver a caer en
los mundos de expiación en donde le esperan nuevas y más terribles pruebas.
Contemplad, pues, esa bóveda azulada, por
la noche a la hora del descanso y de la oración, y en esas esferas innumerables
que brillan sobre vuestras cabezas, dirigid vuestras súplicas a Dios, y rogadle
que un mundo regenerador os abra su seno después de la expiación de la tierra.
(S. Agustín. París, 1862.)
Progresión de los mundos.
19. El progreso es una de las leyes de la
naturaleza; todos los seres de la creación animados é inanimados, están
sometidos a la voluntad de Dios, que quiere que todo se engrandezca y prospere.
La misma destrucción que á los hombres parece el término de las cosas, sólo es
un medio de llegar por la trasformación a un estado más perfecto, porque todo
muere para volver á nacer y nada vuelve a entrar en la nada.
Al mismo tiempo que los seres vivientes
progresan moralmente, los mundos que habitan progresan materialmente. El que
pudiera seguir a un mundo en sus diversas fases desde el instante en que se aglomeraron
los primeros átomos que sirvieron para constituirlo,
lo
vería recorrer una escala incesantemente progresiva, por grados insensibles
para cada generación, y ofrecer a sus habitantes una morada más agradable a medida
que estos adelantan en el camino del progreso.
De
este modo marcha paralelamente el progreso del hombre, el de los animales, sus
auxiliares el de los vegetales y el de la habitación, porque no hay nada estacionario
en la naturaleza. ¡Cuán grande y digna de la majestad del Creador es esta idea!
y por el contrario, cuán pequeña e indigna de su poder es aquella que concentra
su solicitud y su providencia en el imperceptible
grano de arena de la tierra, y concreta la
humanidad
a algunos hombres que la habitan!
La tierra siguiendo esta ley, ha estado
material y moralmente en una situación inferior a la que tiene hoy y alcanzará
bajo esta doble relación un grado más avanzado. Ha llegado ya a uno de sus
períodos de
trasformación,
en que de mundo de expiación va a pasar a mundo regenerador; entonces los
hombres serán en ella felices porque reinará la ley de Dios. (San Agustín.
París, 1862).
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